TESORO DE LA IGLESIA
DicEc
 

La noción de tesoro o tesoros (thesauri Ecclesiae) de la Iglesia tiene importantes implicaciones ecuménicas. Depende esta de la teología de la comunión de los >santos y subyace a la teología de las >indulgencias. Fue de hecho en el contexto de esta última donde la idea del tesoro de la Iglesia se desarrolló, quizá en primer lugar por obra de Hugo de San Caro (ca. 1200-1263). Fue usada por primera vez por el magisterio en este contexto por Clemente VI (1342-1352), en la bula en la que establecía la celebración del jubileo cada cincuenta años.

El papa describe la sangre de Cristo como un gran tesoro adquirido para la Iglesia militante; los méritos de Cristo son infinitos, y a ellos se añaden los méritos de María y los de todos los justos. Este tesoro ha sido encomendado a san Pedro, que posee las llaves, y a sus sucesores. Ha de aplicarse compasivamente (salubriter) para la remisión de las penas temporales debidas al pecado.

Cayetano apeló a esta bula en su famosa disputa con Lutero el año 1518. Lutero se mostró intransigente y se condenaron una serie de proposiciones que recogían su visión de las indulgencias, pero sin especificaciones teológicas acerca de los artículos en particular. La primera era precisamente su rechazo del tesoro: «Los tesoros de la Iglesia, de los cuales otorga el papa las indulgencias, no son los méritos de Cristo y de los santos».

En una constitución apostólica sobre las indulgencias, Pablo VI cambió en cierto modo el acento de la doctrina anterior: no se ve ya el «tesoro de la Iglesia» como una acumulación material de méritos, sino más bien como «el valor infinito... que los méritos de Cristo tienen delante de Dios»; se refiere más bien al mismo Cristo, «en quien la satisfacción y los méritos de la redención siguen existiendo y conservan su eficacia». Luego observa: «Este tesoro incluye también las oraciones y las buenas obras de la bienaventurada Virgen María... Al tesoro pertenecen además las oraciones y obras buenas de todos los santos». El papa evita el uso de la palabra «méritos» en relación tanto de María como de los santos: habla del valor ante Dios de las buenas obras de la Virgen, y señala que ella y los santos cooperan en la salvación de sus hermanos dentro del cuerpo místico. El nuevo Catecismo de la Iglesia católica recoge estas doctrinas (CCE 1476-1477) [y de forma similar la bula de indicción del Jubileo del año 2000 Incarnationis mysterium].

Aunque suela usarse en el contexto de las indulgencias, cabe preguntarse si no podría apelarse también al tesoro de la Iglesia en relación con la oración que se hace en la misa antes de la comunión: «No mires nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia». Dada la sensibilidad de los protestantes en todo lo que se refiere a los méritos y las buenas obras, es preciso hablar siempre con discreción y rigor sobre el tesoro de la Iglesia, subrayando la complacencia de Dios en los méritos de Cristo y su libertad en la valoración de las obras buenas de los fieles. El único camino para seguir avanzando ecuménicamente en esta materia sería ahondar en la comprensión de la comunión de los santos y del cuerpo de Cristo, sacando todas las consecuencias derivadas de su interrelación.