RAHNER, Karl
(1904-1984)
DicEc
 

Karl Rahner, uno de los teólogos más importantes y prolíficos del siglo XX, nació en Friburgo de Brisgovia en 1904. Se hizo jesuita en 1922 y posteriormente estudió filosofía en Feldkirch y Pullach, donde descubrió la obra de J. Maréchal. Tras su ordenación en 1932, fue a Friburgo, donde tuvo entre sus profesores a M. Heidegger. Su tesis doctoral sobre santo Tomás de Aquino fue rechazada por su director, M. Honecker. Rahner la publicó en 1937. Su tesis doctoral de teología, presentada en Innsbruck en 1936, versaba sobre la interpretación tipológica, eclesial, de Jn 19,34. Durante la II Guerra mundial trabajó en un instituto de pastoral en Viena. Después de la guerra se convirtió en profesor en Innsbruck, pasando más tarde a Münster (1963), Munich (1964), de nuevo a Münster (1967), y retirándose de la enseñanza en 1971. Murió en 1984, justo después de su 80 cumpleaños.

Rahner estuvo bajo sospecha en Roma desde 1951 hasta 1962 debido a varios artículos que más tarde mostraron haber estado por delante de su tiempo. Desempeñó sólo un papel menor en la preparación del Vaticano II, pero tras su nombramiento como perito en 1962 su influencia en el Concilio fue inmensa. Símbolo de su prestigio era el hecho de que en las reuniones de la Comisión central uno de los dos micrófonos se dejó pronto permanentemente delante de él. Los documentos del concilio recogen muchos de los temas predilectos de Rahner. Aunque no fue su autor principal, su influjo en la constitución sobre la Iglesia fue importantísimo, reflejándose en los temas de la Iglesia como >sacramento, su carácter escatológico, la >colegialidad episcopal, la >Iglesia local, la dimensión eclesial de los sacramentos, la salvación de los >no cristianos, el diaconado, la pertenencia de María a la Iglesia. Tuvo también un influjo muy importante en las constituciones sobre la revelación divina y sobre la Iglesia en el mundo moderno, y en el decreto sobre la adecuada renovación de la vida religiosa. Durante una década después del concilio se mostró extremadamente optimista; veía como huellas de una teología nueva o renovada las materias sobre las que la Congregación para la doctrina de la fe consideraba necesario ponerse a la defensiva; pero a partir aproximadamente de 1980 empezó a hablar públicamente de que la Iglesia de Roma había entrado en un período invernal (eine winterlichen Zeit).

Hay varias bibliografías sobre el inmenso corpus de Rahner; las hay también de la literatura secundaria sobre él, que parece aumentar día a día. En un primer momento, Rahner es evidentemente difícil de leer, pero la prolongada familiaridad con su obra lo hacen más comprensible. Su lenguaje es frecuentemente enrevesado. El volumen principal de su obra consiste en ensayos y conferencias en los que reflexiona e indaga especulativamente sobre un vastísimo campo de cuestiones teológicas. Pero su acostumbrada falta de notas hace que sea difícil identificar los puntos de partida inmediatos de su siempre fértil pensamiento. A pesar de ser un teólogo especulativo de amplitud y profundidad inmensas, su pensamiento tiene también una dimensión pastoral importante; la teología, en su sentir, debe ser ministerio de salvación. No tiene miedo a avanzar propuestas provisionales en la búsqueda de nuevas implicaciones, rompiendo los moldes de la estrecha teología de los manuales neoescolásticos. Junto a H. U. von >Balthasar, es probablemente el teólogo del siglo XX que mejor integra la espiritualidad y la teología. Sus numerosas obras sobre espiritualidad, que incluyen ensayos especulativos, meditaciones y sermones y algunos de sus escritos sobre María, son más fácilmente accesibles.

Pero la dificultad de Rahner reside también en su tomismo trascendental, que subyace a toda su obra. Es central en su teología la autocomunicación del misterio a la humanidad en su situación existencial; el hecho de que la realidad última se dirija de este modo a todas las personas engendra su propia epistemología y ontología. No podemos explicar el fundamento de nuestro ser sin referirnos al misterio absoluto incomprensible, que se nos da ya en nuestra búsqueda de la verdad. Salvo en el caso de un grueso volumen importante, su obra posterior, a pesar de su asistematismo, es consistente.

Es difícil indicar qué obras de Rahner pertenecen a la eclesiología; casi toda su producción está orientada en cierto modo a la Iglesia y su autocomprensión, o tiene relevancia para ellas. Cada lector puede considerar de distinta manera cuál ha sido su contribución más importante a la eclesiología. Acaso resida en su pneumatología, en su conciencia de la universalidad de la guía de la Iglesia por parte del Espíritu a través del oficio, el magisterio y el carisma –especialmente la profecía0– y de la conducción de toda la humanidad al encuentro salvífico con el absoluto, que es trino y uno; la Iglesia sería entonces la manifestación explícita (el sacramento) de la gracia ofrecida a todos. Una contribución importante fue su forcejeo con el problema que constituye el hecho de que la Iglesia, que tiene una misión mundial, no parece aumentar en porcentaje con respecto a la humanidad. En muchos de sus escritos desarrolla la idea de una Iglesia en diáspora, como un pequeño rebaño (cf Lc 12,32; cf Mt 26,31), como una pequeña cantidad de levadura en la sociedad (Mt 13,33). Otros descubren varias fases en sus intereses eclesiológicos, aun cuando en todas ellas se revele un mismo modelo de planteamiento. En cualquier caso, su disposición a abordar todas las cuestiones actualmente candentes hace de él un modelo para los eclesiólogos contemporáneos.

El mismo examinó el Vaticano II desde un punto de vista eclesiológico en 1968. Después dedicó mucha atención a los asuntos pastorales, como editor de Handbuch der Pastoraltheologie (1964-1972) y en el provocador libro Cambio estructural en la Iglesia. Aunque puede decirse que en cierto sentido todos sus escritos eclesiológicos son ecuménicos, el número de artículos dedicados explícitamente a la unidad cristiana es pequeño. No obstante, en un libro escrito con H. Fries justo antes de morir, muestra una visión ecuménica valiente, muy por delante ciertamente de las actitudes y prácticas de la Iglesia oficial.

En el período posconciliar Rahner dedicó mucha atención a temas que ya venían preocupándole de antes, como la salvación de los no creyentes (>Cristianos anónimos) y la relación de la Iglesia con el mundo —el mundo moderno y secularizado—; temas relacionados todos ellos con la teología fundamental.

La valoración de su aportación a la Iglesia y a la eclesiología quedaría incompleta si no se hiciera referencia a su labor de dirección editorial de obras como el > Denzinger, el Lexikon für Theologie und Kirche, en 10 volúmenes (1955-1967), el Diccionario teológico (1961), la serie Quaestiones disputatae (iniciada en 1961 y que ha superado ya los cien números) y la enciclopedia teológica Sacramentum mundi.