PÍO X, Papa y santo
(1903-1914)
DicEc
 

Giuseppe Sarto nació en 1835 en el Alto Véneto en el seno de una familia de escasos recursos. Ordenado sacerdote en 1858, pasó varios años dedicado a la pastoral parroquial y en el seminario de Treviso como director espiritual, antes de ser enérgico obispo de Mantua, diócesis entonces en no buena situación. Nueve años más tarde, en 1893, fue elegido patriarca de Venecia. Allí mostró un intenso celo pastoral y cierta habilidad política al oponerse a los socialistas por medio de una alianza de los católicos con los liberales moderados. En 1903 fue elegido papa en un cónclave que sentía la necesidad de un estilo diferente de pontificado después de lo que se percibían como las estrategias políticas de León XIII; adoptó de nuevo el nombre de Pío y eligió como lema «Restaurar todas las cosas en Cristo» (Ef 1,10).

En contraste con los intentos de León XIII de contentar a los Estados seculares, Pío X reaccionó enérgicamente siempre que vio que estaban en juego los intereses de la Iglesia. Pero, por encima de todo, es recordado por su labor dentro de la Iglesia. Reformó la curia romana. Inició la revisión del derecho canónico, encomendando la tarea al cardenal Gasparri, quien casi la había llevado a término en el momento de la muerte del papa, aunque el Código de Derecho canónico no se publicara hasta 1917. Aconsejó la comunión frecuente, incluso diaria, y rebajó la edad de la primera comunión a la edad en que se alcanza «el uso de razón». Fomentó las reformas litúrgicas, especialmente en lo referente a la música sacra; promovió la reforma del oficio divino y del año litúrgico. Sus iniciativas en este terreno condujeron con el tiempo a un movimiento de profunda renovación de la liturgia (>Liturgia). Su atención pastoral se centró también en la reforma de los seminarios, la catequesis y los inicios de la Acción Católica (>Apostolado laical diocesano).

Pero su pontificado es recordado hoy principalmente por su implacable oposición al >modernismo. Se había topado con él ya en Venecia. Poco después del inicio de su pontificado, muchas de las obras del modernista francés A. Loisy fueron incluidas en el >Índice de libros prohibidos (>Censura de libros). Dos de sus primeras encíclicas fueron advertencias contra el peligro de las nuevas ideas en circulación. Los decretos de la Comisión Bíblica (creada en 1902) se fueron haciendo cada vez más reaccionarios. En 1907 el Santo Oficio publicó el decreto Lamentabili sane exitu, que contenía una lista de sesenta y cinco errores, casi cincuenta de los cuales eran condenas explícitas o implícitas de Loisy. Algo después, aquel mismo año, apareció la encíclica Pascendi; era una exposición general de los errores de la época, en la que se presentaba el modernismo como «síntesis de todas las herejías». La tercera arma contra el modernismo fue el motu proprio Sacrorum antistitum, de 1910, en el que se incluía un juramento antimodernista, exigido a todos los clérigos hasta 1967.

El resultado fue que, mientras Pío X salía vencedor en su lucha contra el modernismo, la atmósfera de la Iglesia se fue envenenando de sospechas y acusaciones. Muchos teólogos y eclesiásticos eran destituidos sin tener siquiera la posibilidad de defenderse ni conocer la naturaleza exacta de los cargos que se presentaban contra ellos. Floreció el >integrismo con el apoyo activo del Vaticano y a sabiendas, indudablemente, del papa. La primera encíclica de Benedicto XV sería la encargada de poner coto al rencor y la hostilidad resultantes de los, por lo demás eficaces, medios usados en la lucha contra el modernismo.

Aunque pueda objetarse de los medios aprobados por Pío X, su bondad y santidad personales están fuera de toda duda. Fue beatificado en 1951 y canonizado tres años más tarde. Desde su muerte, y especialmente después del Vaticano II, ha habido una tendencia por parte de los ultraconservadores de la Iglesia a invocar su memoria y usar su nombre en favor de su causa.