PERSECUCIÓN
DicEc
 

La palabra «persecución» se deriva del latín persequor, que, como la palabra griega diókó, puede significar simplemente «seguir», pero también «perseguir». Jesús anunció que sus discípulos serían perseguidos (Mt 23,34; Mc 13,9-13), y declaró bienaventurados a los que fueran perseguidos (Mt 5,10-11; cf lCor 4,12; 2Cor 4,9). La respuesta ante la persecución es orar por los perseguidores (Mt 5,44; Rom 12,14), como hicieron Jesús (Le 23,34) y Esteban (He 6,69), y pedir entereza para resistir (He 4,31).

Pablo (como Saulo) fue uno de los primeros perseguidores de la Iglesia (He 9,4; Gál 1,13). Entre el 64 y el 313 hubo muchas persecuciones de la Iglesia, tradicionalmente diez, pero en realidad cuatro o cinco períodos principales. La persecución no fue constante; los años de paz fueron aproximadamente los mismos que los de persecución. Dependía en gran medida de las circunstancias locales y del carácter de los administradores locales romanos. Las razones oficiales de las persecuciones eran sociales y políticas tanto como religiosas, o incluso más. Roma toleraba los cultos más dispares, con tal de que sus fieles tomaran parte también en el culto a Roma y al emperador, que era el vínculo del Imperio. El monoteísmo de los cristianos hizo que los romanos sospecharan de su lealtad. Fueron acusados además de toda clase de inmoralidades —incesto, canibalismo, superstición, y se les hizo responsables de numerosas catástrofes naturales. Por otro lado, en el siglo I la distinción entre cristianos y judíos no estaba muy clara para los romanos. Aunque hubo algunas muestras de hostilidad popular y de violencia contra los judíos en el mundo romano, nunca fueron estos objeto de persecución oficial. Fue al ser reconocido el cristianismo como una nueva religión distinta del judaísmo cuando perdió la protección legal de que previamente había gozado como secta judía.

Hubo persecuciones importantes bajo Nerón (a partir del año 64) y Domiciano (81-96). Los emperadores Antoninos declararon que no había que ir tras los cristianos, pero bajo Trajano (98-117) hubo persecuciones. Hubo un período de relativa calma bajo la dinastía de los Severos (193-235). Decio (248-251) impuso la religión romana, llevando a cabo una intensa persecución. Valerio (253-260) hizo lo mismo; la suya fue quizá la más severa de todas las persecuciones. El emperador Galieno (253-268) publicó un edicto de tolerancia y permitió que hubiera lugares para el culto (260). La «gran persecución» de Diocleciano (245-313) duró en Occidente desde el 303 hasta el 305,y en Oriente desde el 303 hasta el 312. El emperador quería crear una administración imperial uniforme, inspirada en el culto a los dioses romanos y en la práctica de las llamadas virtudes tradicionales romanas. La persecución fue continuada por Galeno (305-311), quien justo seis días antes de su muerte publicó un edicto de tolerancia, que fue confirmado por el edicto de Milán promulgado por >Constantino (313).

Aunque la época del Imperio romano fue testigo de las primeras grandes persecuciones, cada época de la Iglesia ha tenido las suyas y en ninguna de ellas le ha faltado a la Iglesia la gloria de los > mártires. Especialmente en países de misión, donde los que llevaban la fe eran considerados a menudo como una amenaza para las religiones locales o el orden social y político existente. Las persecuciones, por otro lado, han adoptado muchas formas: unas veces han dado como resultado la muerte; otras, la pérdida de las propiedades. En la antigua Unión Soviética (hasta 1989), aunque oficialmente había libertad religiosa, los cristianos eran enviados a la cárcel o a la muerte, se les negaba la educación, el trabajo o los derechos civiles. Los cristianos >baptistas se convirtieron especialmente en objetivo de las autoridades estatales por su incómoda actitud.

En el siglo XX la persecución fue a menudo consecuencia de la proclamación por parte de los cristianos de los derechos humanos o de la liberación (por ejemplo en América Latina o en Africa), o de odios encontrados y seculares. La naturaleza exacta de la persecución, lo mismo que en el pasado, es con frecuencia confusa, ypuede disfrazarse de racismo o de ideología de seguridad nacional. Aunque el seguimiento de Cristo conlleva la persecución, son pocas las autoridades que dirán: «Te castigo por ser discípulo de Jesucristo». El hecho de la persecución y el martirio no es menos real porque se oculte bajo diversos pretextos. [Con motivo del Gran Jubileo 2000, Juan Pablo II presidió junto al Coliseo de Roma una conmemoración ecuménica de los testigos de la fe del siglo XX.]