NOTAS DE LA IGLESIA
DicEc
 

El tema de las notas de la Iglesia ocupó un lugar importantísimo en la eclesiología polémica posterior a la Reforma. Surgieron principalmente en el contexto de la pregunta: ¿dónde está la verdadera Iglesia? Se hizo habitual hablar de dos tipos de notas: las notas positivas, que señalaban la presencia de la verdadera Iglesia de Cristo, y las notas negativas, cuya ausencia indicaba que una determinada comunidad no formaba parte de la verdadera Iglesia de Cristo.

Aunque el desarrollo completo de la teoría de las notas es un fenómeno posterior a la Reforma, hay sin embargo indicios anteriores en este sentido. Ya en san Agustín encontramos cinco signos que certifican que nos encontramos en la Iglesia: la verdadera sabiduría, la denominación de «católico», el acuerdo de la gran mayoría, los milagros, la sede de Pedro y la sucesión episcopal. El análisis que hace santo Tomás de las cuatro propiedades de la Iglesia —que es una, santa, católica y apostólica— las califica como lo que más tarde se llamarán notas positivas; se encuentran por supuesto en el credo de Nicea. Bonifacio VIII menciona las mismas cuatro en su bula Unam sanctam (1302). Sería, sin embargo, Juan de Ragusa, en su De Ecciesia (1433-1435), el primero en elaborar lo que más tarde sería la teología de las notas. Trata allí de responder a la pregunta: «¿Dónde está la Iglesia católica?», y para ello adopta los signos propuestos por Agustín.

San >Roberto Belarmino enumeraría quince notas que, según él, podían en última instancia reducirse a las cuatro mencionadas: unidad, santidad, catolicidad y apostolicidad. Estas quince notas son: el nombre de cristiano; la antigüedad; la duración ininterrumpida; el número y la variedad de los creyentes; la sucesión episcopal; la armonía doctrinal con la Iglesia primitiva; la unidad de los miembros entre sí y con la cabeza; la eficacia de la doctrina; la santidad de los primeros padres; la gloria de los milagros; la profecía; la admisión de adversarios, incluso paganos; la desventura de los que se han opuesto a la Iglesia, y la felicidad incluso temporal de los que han defendido a la Iglesia. Estas notas, más elaboradas, se oponían a las notas de los protestantes. La >Confesión de Augsburgo afirmaba que la Iglesia «es la asamblea de todos los creyentes entre los cuales es predicado el evangelio en toda su pureza y son administrados los santos sacramentos de acuerdo con el evangelio». Calvino adoptó una posición bastante similar. La Reforma radical añadió otras notas, como la obediencia a la cruz de Cristo, una disciplina eclesial que excluyera a los pecadores notorios o públicos, la piedad, la ortodoxia confesional.

Después de Belarmino los manuales presentaron las notas como indicativas de cara al discernimiento de la verdadera Iglesia; así por ejemplo I. Salaverri: «La unidad, la catolicidad, la apostolicidad y la santidad son además notas que pertenecen (conveniunt) exclusivamente a la Iglesia romana, por lo cual la señalan como la verdadera Iglesia de Cristo». El >Vaticano I presentó el tema de la credibilidad de la Iglesia de un modo que reflejaba la teología de las notas: «La Iglesia es por sí misma un gran y perpetuo motivo de credibilidad y un testimonio irrefutable de su misión divina, a causa de su admirable propagación, de su eximia santidad, de su inagotable fecundidad en toda clase de bienes, de su unidad universal y de su invicta estabilidad».

Es de lamentar que la estrecha visión de la unidad (>Una), la santidad (>Santa), la catolicidad (>Católico) y la apostolicidad (>Apostólico/apostolicidad) que sirvió de base a los fines apologéticos condujera a un empobrecimiento en la comprensión de dichas cualidades de la Iglesia: quedaron reducidas a sus aspectos visibles y empíricos". La teología moderna sobre las cuatro cualidades de la Iglesia insiste en que se trata al mismo tiempo de dones y de tareas (Gabe-Aufgabe): la Iglesia tendrá siempre estas características, pero estas son también un ideal que ha de realizarse cada vez con mayor plenitud.