NO CRISTIANOS
DicEc
 

Desde el Vaticano II se han producido notables desarrollos en relación con el tema de la salvación de los individuos fuera de los límites visibles de la Iglesia (>Extra Ecclesiam nulla salus; GS 22; AG 7). Las reflexiones de K. >Rahner han sido importantes e influyentes en este terreno. Pero falta todavía claridad a propósito de la significación salvífica de las religiones no cristianas en cuanto tales y de su relación con Cristo y con la Iglesia. Incluso la expresión «no cristiano» es considerada problemática por algunos; especialmente en el diálogo, expresiones como «creyentes/seguidores de otras religiones», o «religiones vivas», términos usados por el Consejo Mundial de las Iglesias (>Movimiento ecuménico), pueden indicar mejor que se consideran las otras religiones en sí mismas y no simplemente desde una perspectiva cristiana universalista.

El Vaticano II hizo declaraciones positivas sobre las otras religiones: «Quienes todavía no recibieron el evangelio, se ordenan al pueblo de Dios de diversas maneras. (...) Cuanto hay de bueno y verdadero entre ellos, la Iglesia lo juzga como una preparación del evangelio» (LG 16; cf 17; AG 3); la verdad y la gracia entre los pueblos «son, por así decir, una presencia secreta de Dios» (AG 9); en sus tradiciones nacionales y religiosas yacen ocultas «semillas de la Palabra» (semina Verbi) (AG 1 1; cf 15); «La Iglesia católica no rechaza nada de cuanto hay de verdadero y santo en estas religiones» (NA 2). Se atribuyen por tanto elementos de gracia y salvación a las otras religiones, si bien el concilio no llega a referirse a ellas como «medios» o «caminos» de salvación.

Casi todas las religiones buscan la salvación, aunque cada una la concibe de manera diferente. La naturaleza de la salvación depende de qué es lo que se considera el mal; por ejemplo, el pecado, la perdición divina, la existencia misma, la muerte. Algunoscomo K. Barth, seguido por H. Kraemer, niegan absolutamente que haya salvación en las religiones no cristianas. Distingue Barth entre la revelación, que es una acción divina, y la religión, que es simplemente una actividad humana. Todos los intentos por parte de los hombres de conocer a Dios al margen de Jesucristo son inútiles; conceder una significación teológica a las religiones no cristianas sería traicionar el papel único de Cristo. Recientemente, sin embargo, se han publicado algunos estudios revisionistas de las posturas de Barth.

La posición de Barth puede definirse como cristológicamente exclusivista. Una segunda postura, de la que sería un ejemplo la teoría de los >cristianos anónimos de K. Rahner, podría definirse como cristológicamente inclusiva: según ella, Cristo estaría presente más allá de los confines visibles de la Iglesia. Una tercera postura es la teocéntrica, que, con J. Hicks, abandona cualquier tipo de cristología exclusiva: todas las religiones, incluido el cristianismo, son revelación del misterio de Dios, por lo que la encarnación no puede considerarse como normativa para la salvación. La escuela de Hicks ha llegado a afirmar el igual valor y significación de todas las religiones, negándole al cristianismo cualquier carácter exclusivo o normativo. Resulta difícil entender cómo la primera y la tercera de estas posiciones pueden hacerse realmente compatibles con la fe católica: desde el caso >Feeney en la década de 1940 no se puede seguir afirmando la exclusividad salvífica de la Iglesia; Cristo, por otra parte, ha de reconocerse comoúnico mediador de la salvación (1Tim 2,5; GS 22). Sólo una versión de la segunda postura parece respetar las dos verdades de la voluntad divina de salvación universal y de la mediación exclusiva de Cristo. Esto no excluye todo lo que hay de positivo en el teocentrismo de Hicks. Dios en Cristo es el centro de toda religión, la fuente de toda salvación; Cristo ha sido constituido por el Padre como el camino, la verdad y la vida para toda la humanidad; la salvación es en definitiva trinitaria, pero en Cristo.

Existe entre los teólogos la convicción cada vez mayor de que las religiones no cristianas desempeñan un papel positivo en la salvación. La cuestión clave es la de Cristo, y secundariamente la de la Iglesia. Las explicaciones más comunes suelen ser variantes del tema patrístico de las semillas de la Palabra (Logos spermaticos): por todas partes están dispersas las semillas de la Palabra. Según la visión de Rahner, el Logos está presente en toda realidad humana como posibilidad para la autocomunicación de Dios. El Espíritu de Jesús opera en otras religiones, dondequiera que haya fe o aceptación de la autocomunicación de Dios. La dificultad de esta visión está en explicar de qué modo se produce la relación causal con la muerte y la resurrección de Jesús. Este problema, así como la aceptabilidad o no de su cristología general, condiciona necesariamente la valoración que se haga de la postura de los diferentes teólogos.

Cuestión complementaria de esta es de qué modo está implicada la Iglesia en la salvación de los no cristianos a través de sus propias religiones. Allí donde la Iglesia está implantada, puede ser sacramento de salvación (LG 48; GS 45; AG 1; cf LG 9). F. A. Sullivan observa: «Como signo e instrumento de toda salvación, la Iglesia no es simplemente la meta hacia la que se dirige la gracia; es el canal o el medio a través del cual se da la gracia». El modo en que la Iglesia es instrumento de salvación, incluso para los que nunca han oído hablar de ella, se entiende quizá mejor partiendo del sacerdocio de sus miembros y de la celebración de la eucaristía.

El ecumenismo se muestra cada vez más interesado por el tema de las otras religiones. Con la sorprendente variedad de religiones existente, su perduración y la aparente impermeabilidad de las principales religiones (judaísmo, islam, hinduismo, budismo y jainismo) a la misión cristiana, el diálogo interreligioso (>Diálogo) ha ido alcanzando un protagonismo creciente desde el Vaticano II. Juan Pablo II advierte, sin embargo, que este no es un sustitutivo de la misión, que sigue conservando toda su validez y urgencia, sino más bien «parte de la misión evangelizadora de la Iglesia» y «una de sus expresiones». Por otro lado, «el diálogo no nace de una táctica o de un interés, sino que es una actividad con motivaciones, exigencias y dignidad propias (...). Las otras religiones constituyen un desafío positivo para la Iglesia de hoy; en efecto, la estimulan tanto a descubrir y a conocer los signos de la presencia de Cristo y de la acción del Espíritu, como a profundizar la propia identidad y a testimoniar la integridad de la revelación, de la que es depositaria para el bien de todos». Una de las áreas más prometedoras del diálogo esla espiritualidad, ya que puede darse una profunda unidad en el Espíritu cuando los hombres y las mujeres buscan el Absoluto con amor desinteresado. Los encuentros de representantes de distintas religiones que han tenido lugar en Asís (1986, 1993) para rezar por la paz han sido importantes por el reconocimiento que suponen de la unidad espiritual existente en la oración y la experiencia religiosa. [La síntesis más reciente de la teología católica sobre esta cuestión se encuentra en el documento de la Comisión Teológica Internacional de 1996 sobre El Cristianismo y las religiones. Toda esta cuestión ha sido afrontada por los documentos más recientes de la Congregación para la doctrina de la fe: La declaración Dominus Iesus sobre la unicidad y la universalidad salvífica de Jesucristo y la Iglesia (6 de agosto de 2000) y la Notificación a propósito del libro del E. Jaques Dupuis Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso (24 de enero de 2001). Ambas, según comenta LOsservatore Romano (27 de febrero de 2001) quieren «reafirmar determinadas verdades de la fe y de la doctrina católica, indicando el grado de certeza teológica y precisando así las bases doctrinales seguras para conservar la integridad del depósito de la fe y garantizar al mismo tiempo que el diálogo interreligioso (al igual que el mismo diálogo ecuménico entre las confesiones cristianas) se desarrolle como "diálogo de la verdad"».]