JUAN PABLO II, Papa
(1978)
DicEc
 

Karol Wojtyla, el primer papa no italiano desde el holandés Adriano VI (1522-1523) y el primer eslavo en desempeñar nunca este oficio, nació el año 1920 cerca de Cracovia. Fue estudiante de literatura polaca en la Universidad Jagielloniana desde 1938 y trabajó como obrero durante la ocupación alemana, pero desde 1942 estudió secretamente para ser sacerdote. Fue ordenado en 1946, el mismo año en que se publicó su primer volumen de poesía, Canción del Dios escondido. Consiguió el doctorado en la universidad Angelicum de Roma con una tesis sobre san Juan de la Cruz. De vuelta en Polonia estudió filosofía, especialmente Buber y Marcel, y también Max Scheler, sobre el cual escribió una tesis. Dio clases de ética, incluso después de convertirse en obispo auxiliar de Ombi en 1958.

Fue nombrado arzobispo de Cracovia en 1963 y cardenal en 1967. Desempeñó un papel activo en el Vaticano II, tanto en el aula como en las comisiones. En Polonia, entre otras obras, escribió un libro sobre sexualidad y un volumen sobre el Vaticano II, escrito a modo de presentación del concilio en su diócesis.

Karol Wojtyla fue elegido papa en 1978, después del breve pontificado de >Juan Pablo I. Su elección de nombre fue una indicación de que deseaba continuar en la línea de la Iglesia del Vaticano II. Es evidentemente difícil valorar un pontificado que sigue su curso. En el caso de Juan Pablo II el problema se ve aumentado por el inmenso número de discursos y escritos que ha publicado desde 1978. Hay más de veinte documentos capitales, como encíclicas y exhortaciones possinodales. El dominio completo de todas sus enseñanzas está probablemente más allá de la capacidad de cualquiera que no disponga del tiempo de que suelen disponer los redactores de tesis, y todavía no disponemos de suficientes monografías. Algunos párrafos breves y generales sobre materias relacionadas con la eclesiología es todo lo que podemos hacer en las circunstancias presentes.

Está en primer lugar la significación eclesiológica de sus numerosos viajes a todos los continentes, y a veces frecuentes visitas a determinados países o regiones. Cada uno de ellos con una duración entre unos pocos y diez días aproximadamente. La enorme preparación requerida por estas visitas, incluyendo el aprendizaje de la fonética para hablar a la gente en su propia lengua, lo ha privado sin duda del tiempo necesario para supervisar adecuadamente a la >curia romana. Pero la Iglesia debe respetar su decisión pastoral de llevar el papado al mundo y aprender a aceptar las consecuencias negativas que pudiera acarrear. En estas visitas su enseñanza tiende a poner el énfasis en los aspectos éticomorales. Habla sin rodeos de los derechos humanos, incluso en los lugares donde más claramente se pisotean. Se refiere con frecuencia al Vaticano II y trata de aplicar su mensaje. En sus alocuciones públicas y en todos sus diálogos con los obispos —en sus propios países y durante su visita ad limina a Roma— insiste muy especialmente en la obediencia al >magisterio y en la misión.

En segundo lugar, su magisterio muestra una profunda convicción de que la Iglesia tiene un mensaje que transmitir a la sociedad contemporánea. Subraya la doctrina moral, de la que la Iglesia es guardiana privilegiada, y las cuestiones ligadas a los derechos humanos, la justicia y la paz. Especialmente digna de mención es la encíclica social Sollicitudo rei socialis (1987), escrita con ocasión del XX aniversario de la encíclica Populorum progressio de Pablo VI. Habla también directamente de la necesidad que tiene la humanidad de desarrollar la dimensión espiritual, de vivir el culto y la fe.

En tercer lugar, aunque diferente a menudo de los papas anteriores en el lenguaje y el estilo, está muy en la línea de la tradición del magisterio anterior.

En cuarto lugar, hay ciertos rasgos distintivos en su presentación de la fe y la moral católicas. Su planteamiento parte a menudo de la experiencia humana, y es fuertemente personalista. La hondura de su piedad personal se muestra claramente en la mayor parte de sus intervenciones; su devoción mariana es bien conocida. De importancia para la eclesiología es la dimensión trinitaria de su enseñanza, como testimonia su trilogía: Redemptor hominis (1979, Cristo), Dives in misericordia (1980, el Padre) y Dominum et vivificantem (1986, el Espíritu Santo). Ha propuesto enseñanzas importantes acerca del >laicado, las >mujeres, la >evangelización, la moralidad y, más recientemente, el >ecumenismo, con su encíclica Ut unum sint (1995).

En quinto lugar, ha hecho que los nuevos códigos de derecho canónico para las Iglesias latinas y orientales se convirtieran en realidad. Ha promovido además una nueva reforma de la >curia romana en Pastor bonus. Ha visto la realización del nuevo Catecismo de la Iglesia católica, pedido por el sínodo de los obispos de 1985.

En sexto lugar, hay que señalar el apoyo que ha ofrecido a determinados >movimientos eclesiales, la mayoría de ellos de renovación de la Iglesia, especialmente aquellos que se caracterizan por su gran lealtad al papado.

En séptimo lugar, ha habido un notable incremento en el número de beatificaciones y canonizaciones de >santos durante su pontificado. El número de modelos de santidad propuestos que no son europeos y latinos es muy notable, aunque estos siguen siendo numerosos. Además de esto, promueve la >religiosidad popular, especialmente la mariana, por medio de exhortaciones y visitas a santuarios.

En octavo lugar, podernos mirar a la curia romana, que preside y que se ha mostrado más bien lenta a la hora de aprovechar la visión ecuménica del Vaticano II; ha sido dura con los teólogos y obispos disidentes; da una impresión de miedo y cautela que recuerda la curia de los pontificados anteriores al de Juan XXIII; muchos documentos importantes de los diversos dicasterios parecen hablar con un lenguaje en parte abierto y expansivo y en parte defensivo. La insistencia de los documentos de la curia en la >comunión corno clave para interpretar el Vaticano II es digna de destacar, pero la noción es susceptible de diversas interpretaciones, unas más en armonía que otras con los documentos y el espíritu del concilio.

En noveno lugar, él personalmente se ha mostrado muy interesado en el ecumenismo. Desde comienzos de la década de 1990 su atención se ha centrado sobre todo en las Iglesias orientales, particularmente en la Iglesia ortodoxa.

Los historiadores valorarán en el futuro el alcance de su contribución a los cambios políticos en la Europa del Este a finales de la década de 1980, especialmente en su Polonia natal.

Quizá uno de los peligros más serios sea volver a un cierto antiromanismo poco halagüeño, cuyas articulaciones H. Urs von >Balthasar ha mostrado claramente. Los problemas con que se enfrenta la Iglesia al acercarse esta al tercer milenio ni los ha creado el papa ni puede el papa sin más darles una solución. En su recientemente publicada colección de entrevistas pueden verse fascinantes perspectivas de su teología y su espiritualidad en relación con estos y una amplia variedad de ternas. Aunque contemos con todas las ventajas de un papa peripatético, las soluciones residen en la mayoría de los casos en las Iglesias locales, bajo la guía, por supuesto, del papa. Se puede cometer el error de esperar demasiado de una persona, aun cuando se trate de un papa tan dotado y lleno de energía como Juan Pablo II.

[Sobre su visión eclesiológica A. Dulles ha puesto de relieve su preferencia por el modelo de la Iglesia como comunión sin excluir los modelos de institución, sacramento, heraldo y sierva. Su perspectiva personalista hace que someta lo institucional y externo a lo comunional y espiritual, usando con frecuencia la categoría sacramental para unir ambas. En síntesis, toda su eclesiología está marcada por una dimensión decisiva: su estado constante de misión. En este sentido es emblemática su carta apostólica Novo millennio ineunte, del 6 de enero de 2001, con una expresión que sintetiza esta misión: Duc in altum, «remar mar adentro», que sirve de inicio y de conclusión del documento (nn 1 y 58).]