ESCUELA ROMANA
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Se conoce como Escuela romana a un grupo de teólogos, casi todos de la Universidad Gregoriana de Roma, que jugó un papel destacado en el desarrollo de la eclesiología en el siglo XIX. A su cabeza estaba G. Perrone (1794-1876), no tanto un pensador original cuanto más bien un teólogo positivo y un apologista; su aportación más importante puede decirse que reside en su dirección de dos brillantes discípulos: C. Passaglia (1812-1887) y J. B. Franzelin (1816-1886). El primero de ellos publicó con C. Schrader (1820-1875) un estudio inacabado sobre la Iglesia en dos volúmenes titulado De ecclesia Christi (1853-1854), que podría calificarse de neoescolástico, aunque con un fino sentido de la tradición. Son temas importantes el >cuerpo de Cristo, la obra del Espíritu Santo y las realidades visibles e invisibles de la Iglesia. Aunque Passaglia escribió en 1850 una voluminosa obra sobre el papado, se opuso al >ultramontanismo, del que no estaba enteramente libre, por otra parte, la misma Escuela romana. Dejó los jesuitas y se metió en la política italiana. Permaneció ajeno a la Iglesia hasta justo antes de su muerte. Su amigo C. Schrader incorporó algunas de sus ideas al esquema sobre la Iglesia preparado para el Vaticano I. Franzelin tomó parte activa en la preparación del Vaticano I y fue uno de sus principales teólogos: menos profundo que Passaglia, organizó y aclaró las nuevas concepciones bíblicas y patrísticas de modo excelente y detallado. Hay que mencionar también a P. Kleutgen (1811-1883), uno de los padres de la neoescolástica (>Aeterni Patris), que enseñó, no en la Gregoriana, sino en el Germánico. Como los grandes escolásticos, no elaboró un tratado específico sobre la Iglesia, sino que sus ideas eclesiológicas se encuentran dispersas en distintos escritos teológicos.

La Escuela romana influyó activamente en el clima teológico que condujo a las definiciones del primado y la infalibilidad papal en el Vaticano I. Pero aportaron también nuevas ideas a la eclesiología, que llevaba demasiado tiempo centrada en la apologética. Su insistencia en la Escritura, especialmente en san Pablo, y en los padres de la Iglesia, fue notable para su tiempo. Pero su lección más perdurable quizá sea que la eclesiología ha de ser siempre contemporánea al mismo tiempo que tradicional y afrontar las cuestiones candentes del momento.