ESCATOLOGÍA
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La escatología (del griego eschatos = último y logos = discurso) se refiere a las cosas últimas. Tradicionalmente estas fueron cuatro: la muerte, el juicio, el infierno y el cielo. El >purgatorio se trata también en este contexto. Desde mediados del siglo XX ha habido ciertos desarrollos en la comprensión y presentación de estas verdades. La teología de la muerte se ha visto influida por el personalismo y otras filosofías. Se ha indagado en la relación entre el juicio después de la muerte y la parusía (palabra griega que significa presencia, venida). Aunque la existencia del infierno se considera parte integrante del mensaje cristiano, algunos teólogos adoptan en la actualidad una actitud mucho más optimista acerca del número de personas que acaban en él. Ha habido un renovado interés en la esperanza cristiana, especialmente desde que J. Moltmann desarrollara las implicaciones de la misma respecto de la Iglesia y la sociedad.

Pero estas cuestiones atañen principalmente a las cosas últimas en relación con los individuos. Se refieren a temas que pueden en la actualidad ser discutidos libremente por los teólogos, siempre que no se impugnen verdades reveladas. Son, por lo demás, cuestiones complicadas, ya que los textos escriturísticos están en un lenguaje muy simbólico y requieren una hermenéutica minuciosa. La exposición detallada de la escatología individual se sale del ámbito de esta obra, que se centra en la eclesiología.

La dimensión escatológica de la Iglesia ha estado presente desde el principio (>Jerusalén/Sión). La promesa de que las puertas del infierno no prevalecerían contra la Iglesia (Mt 16,18) supone ya que la Iglesia tiene un futuro indefinido. La mezcla de la Iglesia con el símbolo del >Reino apunta también a una identificación futura, tras el triunfo final y decisivo de Cristo (1Cor 14,24-28). La doctrina de la >comunión de los santos supone también la afirmación de la existencia ultramundana de la Iglesia, que todavía no ha llegado a la consumación. La triple división de la Iglesia en militante, purgante y triunfante apunta también en este sentido.

Sin embargo, las obras clásicas de eclesiología no solían incluir la escatología, que era por lo general objeto de un tratado aparte, De novissimis, «Sobre las cosas últimas». En el siglo XX se plantearon en la eclesiología ciertas cuestiones de escatología a través de la controversia sobre la actitud de Jesús ante el reino que predicó. ¿Esperaba Jesús su realización inminente? Al mismo tiempo los teólogos se volvieron también sobre los temas de la parusía y la significación para el creyente del triunfo final de Cristo.

En el Vaticano II, la idea de dedicar un capítulo a la escatología en la Constitución sobre la Iglesia ausente en el borrador inicial parece haberse debido a Juan XXIII, interesado en el tema del lugar de los santos. Los títulos de los distintos borradores revelan un rápido desarrollo en el pensamiento de la Comisión doctrinal: La relación de la Iglesia peregrinante con la Iglesia triunfante (febrero 1964); La consumación de la santidad en la gloria de los santos (marzo 1964), y finalmente: índole escatológica de la Iglesia peregrinante y su unión con la Iglesia celestial (julio 1964). Durante su discusión en el concilio (15-16 de septiembre de 1964) se insistió en tres puntos: una afirmación más clara del papel del Espíritu; el lugar de la eucaristía en la escatología; los aspectos colectivos, históricos y cósmicos de la vocación cristiana. En una etapa posterior se añadió una referencia a que sólo tenemos una vida terrena (unico... cursu, Heb 9,27) con el fin de excluir las teorías de la reencarnación (LG 48).

En sus cuatro puntos, el capítulo VII de LG se ocupa de cuestiones relacionadas con la escatología individual, pero sobre todo con el aspecto eclesial, la Iglesia en peregrinación hacia su morada eterna. Insiste en que la etapa final ya ha comenzado y la Iglesia celebra ya en la liturgia la gloria venidera (LG 48 y 50). Desarrolla, especialmente por medio de las parábolas de Jesús, las actitudes de espera, esperanza y amor que deben caracterizar a la Iglesia peregrina (LG 48). Expone la doctrina de las tres etapas de la Iglesia: triunfante, de purificación y de lucha en la tierra (LG 49). Se dedican dos puntos a los >santos: se reivindica la tradición de su veneración (LG 50); los rasgos distintivos de la verdadera devoción son la evitación de los abusos y el empeño en la imitación de su vida. A lo largo de todo el capítulo hay una referencia constante a la realidad de la comunión de los santos. Para la Constitución, la escatología es una realidad, dado que la edad futura se está manifestando ya a través del Espíritu, y al mismo tiempo es algo venidero.

En el período posconciliar cabe destacar la nota escatológica que resuena en todos los textos revisados de la liturgia. La Comisión teológica internacional dedicó alguna atención al carácter escatológico de la Iglesia en 19841. Observó que este no había despertado mucho interés en los comentadores del concilio, pero que era un elemento esencial para la comprensión del capítulo II, sobre el pueblo de Dios (LG 9; cf 48 y GS 40). La Comisión subrayó la finalidad escatológica de la Iglesia, que, no obstante, «no supone atenuación alguna de su responsabilidad temporal».

La dimensión escatológica necesita acentuarse en aquellos que ponen especialmente su interés en la dimensión horizontal, por ejemplo en la >teología de la liberación; pero no ha de hacerse de manera tan exclusiva que el compromiso terreno (GS 43) y el trabajo por la renovación de la Iglesia se debiliten (LG 8). Al mismo tiempo, la realización del «eschaton», o Reino, ya está presente y operante en la Iglesia (LG 3), y es un correctivo frente a un pesimismo eclesial excesivo.