CONSTITUCIONES APOSTÓLICAS
DicEc
 

Las Constituciones apostólicas, cima de las grandes >Colecciones apostólicas, pueden datarse en una fecha muy cercana al 380 d.C. en la región de Antioquía de Siria. La obra consta de ocho libros de desigual extensión, que incluyen la Didascalia apostolorum, del siglo III (libros I-VI), la >Didaché, del siglo I (libro VII), y la >Tradición apostólica, de comienzos del siglo III, pseudoepigráficamente atribuida a Hipólito, así como una versión del siglo IV de los 85 cánones apostólicos/conciliares (libro VIII). Las Constituciones apostólicas son atribuidas a Clemente y son una compilación, por lo que no hacen una presentación unificada de las ideas. Por otro lado, sus distintas partes son a su vez en gran medida compilaciones. Por eso dentro de un mismo texto hay inconsistencias internas. Además, copistas de siglos posteriores trataron de armonizar los textos con la ortodoxia de concilios posteriores. La acusación de ser una obra arriana no se ha probado convincentemente, a pesar de haber sido condenada por Focio el 891; el calificativo de «arriano», que designa una herejía cristológica esencial, era un término más bien vago que se aplicaba a obras cuya ortodoxia era de algún modo cuestionada.

Hay varias ideas teológicas claves actuando de manera subyacente en gran parte de la obra: la primacía de la historia de la salvación, porque Dios ha intervenido en el tiempo; la consecuencia de la intervención de Dios en la salvación, que se describe como conocimiento, vida y reconciliación; Cristo, sacerdote y mediador, es el Hijo único del Padre eterno; la jerarquía celeste es un modelo para la Iglesia terrena, que sustituye a Israel; hay algunas oraciones judías transformadas, aunque la obra en conjunto es fuertemente antijudía. La pneumatología de la obra no está desarrollada: el Espíritu Santo todavía no se ve en términos del I concilio de >Constantinopla (380-381); aunque situado por encima de los ángeles, todavía no se afirma claramente que el Espíritu Santo sea una persona divina.

Eclesiológicamente la obra es de gran interés, ya que muestra la realidad, las aspiraciones, acaso la memoria de la Iglesia a finales del siglo IV: dado que contiene algunos textos antiguos, no podemos estar seguros de que la realidad de la Iglesia fuera tal como se describe en las distintas obras que constituyen las Constituciones apostólicas. Las imágenes fundamentales de la Iglesia son el rebaño y la barca, donde cada persona tiene su lugar y su papel (Constituciones apostólicas 2, 57, 2,4 y 12).

Teniendo presentes las fechas de las distintas obras que constituyen las Constituciones apostólicas, y teniendo en cuenta también que hay evidencias de retoques editoriales, podemos considerar su doctrina fundamental sobre las instituciones de la Iglesia. El libro 1 trata ampliamente de distintas cuestiones morales, relacionadas en su mayoría con el laicado (>Laicos). El libro II aborda temas relacionados con los >obispos, que ocupan un lugar absolutamente central en las Constituciones apostólicas. Trata también de los >sacerdotes y de los >diáconos. El largo 2,57 presenta una ordenación de la Iglesia para la liturgia: «Por lo que a ti respecta, obispo, sé santo e irreprochable, no pendenciero o propenso a la ira, ni duro; aprende, por el contrario, a edificar, convertir e instruir. Sé dócil, bondadoso, paciente, mantente siempre dispuesto a exhortar y consolar como hombre de Dios. Cuando convoques a la Iglesia de Dios, exige, como el capitán de una gran embarcación, que cada uno cumpla rigurosamente con la disciplina. Di a los diáconos que, como marineros, asignen sus plazas a sus hermanos, los pasajeros, con la mayor atención y dignidad. En primer lugar, que el edificio sea alargado y esté orientado hacia oriente, con las sacristías a ambos lados hacia oriente; de este modose parecerá a un barco. En medio estará situada la sede del obispo; a ambos lados se sentarán los sacerdotes; los diáconos estarán a su lado, atentos y vestidos con ropas amplias, como corresponde a los marineros y patrones del barco. Se encargarán de que los laicos estén en su zona, con gran disciplina y compostura, y las mujeres en un lado en silencio». En otros lugares el tratado se ocupa detenidamente de los obispos, los >sacerdotes, los >diáconos, las >diaconisas, los exorcistas (>Exorcismo), los >profetas, los >carismas y el estado de vida de las >viudas y las >vírgenes.

Las Constituciones apostólicas dan muchos ejemplos de oraciones y bendiciones. La gran bendición de 2, 33-38 parece tener un trasfondo sinagogal pero en edición cristiana. Es central en estas oraciones la anamnésis (rememoración), es decir, la evocación, más o menos breve, de la obra divina de la creación y la redención. La petición a Dios viene en tercer lugar, después de una invocación, a veces elaborada, y de la anamnésis; no obstante, a veces hay bendiciones sin súplica. El verbo eucharistein se usa con frecuencia en las oraciones de alabanza y de acción de gracias. La mayoría de las oraciones acaban con una doxología en la que Cristo es el mediador; y algunas, como la que sirve de conclusión a toda la obra, son trinitarias: «Que él os dé vida eterna con nosotros a través de la mediación de su amado siervo Jesucristo, nuestro Dios y Salvador, por quien sea la gloria al Dios y Padre que está por encima de todo, en el Espíritu Santo Paráclito, por los siglos de los siglos. Amén». La > imposición de manos tiene particular importancia como gesto litúrgico.

Los estudiosos del tema están divididos acerca de las dos anáforas de las Constituciones apostólicas: unos piensan que son composiciones originales del compilador; otros, por el contrario, creen que representan una fase en la evolución de las plegarias eucarísticas. Una de las anáforas es corta, probablemente incompleta y basada en la Didaché; la otra es larga, espléndida y está basada en la Tradición apostólica. Esta última es llamada a veces la Anáfora clementina. Sus partes son: diálogo inicial, no muy diferente del de nuestro prefacio moderno; oración de alabanza; anamnésis de las grandes obras de la creación; anamnésis de la primera alianza; trisagio bíblico (santo, santo, santo); anamnésis cristológica; anamnésis de la última cena; anamnésis del misterio pascual y ofertorio; epiclésis sobre las ofrendas y la asamblea; oraciones de intercesión por la Iglesia, el mundo, las buenas cosechas, etc. Sigue luego una segunda serie de intercesiones, la comunión y una larga oración de poscomunión.

El compilador de las Constituciones apostólicas insiste en los oficios, que todos han de realizar dos veces al día, punto que aparece también en el contemporáneo san Juan Crisóstomo. El ayuno es dos veces a la semana, los miércoles y los viernes Se hace una exposición detallada del año litúrgico, ampliando materiales de la Didascalia. Se celebran las siguientes fiestas: Navidad, Epifanía, Viernes y Sábado santos, Pascua, Ascensión, Pentecostés y la semana siguiente a Pentecostés, que es festiva pero incluye el ayuno. En el terreno de la >reconciliación de los pecadores, el compilador está lejos de ser severo, y la doctrina sobre el >matrimonio es muy positiva, si bien tiene una visión en cierto modo negativa de las segundas nupcias de las viudas y viudos.

Las Constituciones apostólicas son una mina de información sobre la vida de la Iglesia primitiva y proporcionan un fondo vivo sobre el cual pueden situarse los textos patrísticos de esta época.