CONSTANTINO, Emperador
(ca. 274/288-337)
DicEc
 

La fecha de nacimiento de Constantino, hijo del emperador Constancio Cloro y de santa Helena, es incierta. Fue nombrado emperador el año 306 y gobernador principal del Imperio tras la derrota de su rival Majencio el 312 en la batalla del Puente Milvio. En esta batalla, según se dice, adoptó el labarum, insignia militar formada con un monograma de Cristo.

Su conversión, verdaderamente gradual, al cristianismo parece haberse iniciado entonces (312-313). Pero, como muchos en su época, Constantino no se bautizó hasta que no estuvo en el lecho de muerte. Poco después la religión cristiana empezó a gozar de tolerancia y del favor imperial. Ya Galerio el 311 había mostrado cierta tolerancia hacia los cristianos, pero a esta siguieron en algunos lugares nuevas persecuciones bajo Maximino. Se discute si existió alguna vez una declaración formal como el llamado Edicto de Milán (313), el cual, si es auténtico, no implantó la religión cristiana, sino que toleró igualmente todas las religiones.

Parece que Constantino adoptó pronto la determinación de unir la Iglesia y el Estado por medio de estrechos vínculos. El 313 los donatistas apelaron a él; él remitió el asunto a los sínodos eclesiales (incluido el de Arles el 314), y oyó directamente la disputa el 316. Falló en contra de los donatistas y, cuando estos se rebelaron, los reprimió con dureza.

Varias normas imperiales continuaron favoreciendo a los cristianos; cabe destacar su decreto prohibiendo el trabajo en domingo (321). Paralelamente a estas decisiones hubo diversas restricciones del culto pagano, empezando por los decretos contra la adivinación (319 y 320). Tras la derrota del augusto oriental Licinio (324), cada vez más se consideró a sí mismo como el defensor del cristianismo.

Se le presentó un nuevo conflicto eclesial, de gran importancia, en torno a la persona del Hijo. El convocó el I concilio de >Nicea y lo presidió personalmente. Aunque quiso sinceramente favorecer a la Iglesia, su elección de consejeros no siempre fue acertada.

Hacia el 330 trasladó la capital del Imperio a Constantinopla. La preeminencia de la Iglesia oriental en torno a la nueva capital condujo paradójicamente a una mayor valoración del obispo de Roma como la figura más significativa de Occidente, la única que podía compararse con los obispos orientales.

Es difícil hacer un juicio equitativo de los efectos a largo plazo de la época constantiniana. Según una concepción anticatólica popular, representada por el historiador inglés E. Gibbon (1737-1794), el triunfo del cristianismo se habría debido principalmente a la decadencia del Imperio. No mucho más convincente es la visión marxista que identifica el triunfo del cristianismo con el triunfo del proletariado, ya que desde el principio el cristianismo se predicó, y fue aceptado, por todas las clases sociales. El apoyo de Constantino fue crucial, pero los valores éticos y morales representados por la Iglesia, patentes por lo demás en el valor de los mártires, fueron aún más importantes. La fe en la encarnación de los cristianos, la calidad de su amor mutuo y su perdón, y la salvación completa ofrecida por su fe son probablemente las razones más decisivas de su triunfo.

Sin duda la actuación y la actitud de Constantino produjeron un enorme crecimiento y la posibilidad de un desarrollo religioso a todos los niveles: liturgia, predicación, enseñanza, labor misionera, etc. No obstante, tienen también su parte de verdad los que usan el calificativo de «constantiniano» como una etiqueta peyorativa: el peligro era poner a la Iglesia al servicio de las necesidades del Estado, peligro que no siempre se evitó. La cristianización de la cultura secular y de la vida pública fue inevitablemente desigual. El cesaropapismo se convirtió en un fenómeno preocupante, especialmente en Oriente; allí, incluso hasta nuestros días, las relaciones entre la Iglesia y el Estado han sido a menudo ambiguas. Constantino fue sin duda una figura clave en un momento crucial de la historia de la Iglesia. Antes de él el mundo exterior a la Iglesia fue básicamente hostil a esta; después de él, se hizo amistoso; en ocasiones, demasiado amistoso.

En su reinado hubo aspectos tanto negativos como positivos. Fue en líneas generales un emperador humano. Es venerado como santo en la Iglesia oriental, compartiendo fiesta con su madre el 21 de mayo.