Parábola

La parábola es un género literario que sensibiliza la idea mediante una imagen. En la
antigüedad —y, por tanto, también en la Biblia— se halla muy extendido el lenguaje
figurado. Con frecuencia sirve para hacer comprensibles realidades espirituales, que
(todavía) no tienen los correspondientes conceptos abstractos. Hoy ese lenguaje está en
vías de desaparecer, reemplazado por el lenguaje técnico y el abstracto. Por eso ese modo
de hablar le resulta incompresnsible al que lee textos antiguos, si no intenta diferenciar
netamente las formas del lenguaje figurado. Se distingue entre -»• imagen, metáfora,
comparación (-> semejante, art. OUOIOQ [hómoios]), semejanza o parábola pura (napafioXr¡
[parabole]), parábola, ejemplo (napábaypa [parádeigma]) y alegoría o ampliación
alegórica. Estos siete conceptos se relacionan con parabole. Puesto que Lutero
traduce napoipia. [paroimía] (proverbio) también por semejanza, hay que tratar aquí
igualmente de este término.

(napocPoXr¡) Parábola
napvifioXf\ [parabolé] (contra-) figura, tipo, semejanza, amypa. [aimgma] lenguaje oscuro,
adivinanza, enigma, áXXr¡yopeco [allegoréo] hablar alegóricamente

I Parabolé, utilizado desde Platón e Isocrates, se deriva de 7tapa/¡a-Uí« [paraballó] (napa, [para], al lado
/¡XAAW [bailó], arrojar, colocar, poner), poner al lado, yuxtaponer comparar (Platón, Gorg 475e, Isocrates 9, 34)
Significa a) la yuxtaposición, la comparación (Platón, Phlb 33b, Isocrates 9,34), b) el acercamiento, el encuentro,
la conjunción (terminus techmcus en astronomía), c) la hazaña d) la parábola en la sección comea (terminus
techmcus en matemática)

1 A base del primero de los significados, el vocablo se convierte en terminus techmcus de una determinada
manera de hablar, distinta de otras La retorica conoce entre otras a) la imagen (ÉÍKWV [eikón]) b) la metáfora
(peToupopa. [metaphora]) c) la comparación (ópoiwaiQ [homoiósis]) d) la semejanza (parabolé) e) el
ejemplo (paradeigma) y f) la alegoría (á/Anyopitx [allegona])

Para Aristóteles la comparación y la semejanza pura sirven de prueba inductiva (Rhet II, 20) Al comparar
cosas conocidas con otras desconocidas, es el oyente mismo el que tiene que encontrar la semejanza (en la mayoría
de los casos el tertium comparatioms no se menciona, para introducir al oyente en el movimiento intelectual de la
captación, la comparación y la reflexión) valiéndose de la analogía, con lo que se llega a la solución analógica (cf
asimismo Platón, Leg 6, 758a, Phaed 82e, 85e, 87b, Ap 30e, en la diatriba estoico-cimca Epicteto, Diss 1,24,19 s,
2, 14, 21 s, 4, 7, 22 s y passimj Las semejanzas homéricas, por el contrario, intentan con frecuencia únicamente
ilustrar lo dicho o tienen solo una función poética (en la Iliada aparecen 189 y en la Odisea 39 semejanzas puras)
Característico de todas estas comparaciones y semejanzas puras es el hecho de que su imagen se toma casi siempre
de la vida, de la realidad accesible a cada uno

2 De estas formas en la retorica se distingue con toda nitidez la alegoría, aunque Quintihano (Oratoria 8, 6,
48) llega incluso a recomendar las formas mixtas El sustantivo allegona (aXXa xyopeoco [alia agoreuo], decir otra
cosa) aparece en Cicerón (Orationes 27, 94), el verbo allegoreó se encuentra por primera vez en Filón (Cher 25,
Som 2, 31, Vit Cont 28), luego en Josefo (Ant 1, 24) y posteriormente en Ateneo (2, 69c) El uso relativamente
tardío hace probable el que proceda de la época helenística, quizas de la diatriba estoico-cínica El verbo tiene la
acepción de a) hablar alegóricamente, b) alegorizar La alegorizacion y la interpretación alegórica jugo siempre
un importante papel con respecto a documentos sagrados Es decir, cuando estos resultaban ya anticuados, se les
proporcionaba un contenido nuevo, actual, mediante la interpretación alegórica, y de esa manera se conservaba su
autoridad normativa De modo que la alegoría es «una forma literaria tardía, como quien dice decadente
Presupone una evolución a la que ya le paso su sazón Pero, por mas que este superada, se intenta conservar lo que
de ella proviene» (CHPeisker, Das AT-Gabe und Aufgabe, en Kleine Predigttypologie II, 17)

3 El enigma no tiene nada que ver con formas retoricas en general ni con la alegoría en particular, aunque al
oyente no versado la alegoría le resulte enigmática Aimgma = lenguaje oscuro, adivinanza, enigma, se emplea desde
Pindaro y Esquilo (Prom 613), es lo contrario de cen/ovq Xoyot; [haplous logos], palabra simple, llana, y se
encuentra originariamente emparentado —lo mismo que en hebreo— con el verbo aconsejar, dar un consejo,
recomendar cf napaivem [parameo], ocivea [aineó] El enigma se sirve fácilmente de la forma literaria de la
metáfora (III, ib), pero se presenta mas como dicho sapiencial Por eso se le considero como piedra de toque de la
sabiduría El dicho enigmático pertenece por su contenido al oráculo y a la sentencia profetica (-» profeta I) Asi
por ejemplo, las sentencias de la sibila podían ser enigmáticas (Sib 3, 811 s, cf Sófocles, Oed Tyr 1525, Eurípides,
Phoen 1688 y passim)

II En los LXX parabolé equivale siempre al sustantivo masal o al verbo msl (En Ecl 1,17 al griego parábolas le
corresponde el hebreo hólelót, locura por esto se da como lectura conjetural nxpoupopav [paraphoran] o
nepicpopav [periphoran], que corresponde al hólelót en 2, 12 y 7, 25 pero también podría pensarse en una versión
interpretativa de los LXX) Másál quiere decir a) dicho que contiene una comparación o que posee una punta
irónica, b) sentencia sapiencial, la instrucción sapiencial, c) formas de la parábola (III, la-g) Según esto el verbo
significa áecir un másál, contarlo

El verbo originariamente tiene la acepción de ser semejante igual Por eso el significado originario del
sustantivo debe de haber sido comparación, equiparación En la larga historia, que paso (1) del dicho popular al (2)
sapiencial y mas tarde (3) al profetico, el termino fue adquiriendo una muy extensa gama de significados que
incorporaron los LXX, los rabinos y seguidamente el NT en sus contenidos fuertemente diferenciados Pero se le
utiliza siempre unívocamente como terminus techmcus «para este o aquel genero literario» o forma concreta y
determinada y no como «concepto general, en que estuvieran incluidos los distintos genera (o sea, los géneros o
formas literarias)» (OEissfeldt, loe cit, 33)

1 Así, en el lenguaje popular másál tuvo en primer lugar el significado de proverbio (cf -> napoiuiai
[paroimia]), que contiene a menudo una comparación (Ez 18,2,1 Sam 10,12,24,14) Si el dicho o comparación se
refiere a una persona y la ridiculiza o rebaja como no ejemplar, entonces másál significa sátira (Hab 2, 6, Is 14, 4)

2. Más tarde másál se convierte en terminus techmcus de los sabios, y designa el dicho sapiencial rico en
semejanzas (-> napoifiía [paroimia] II, cf Prov 26, 7 9) y la instrucción sapiencial (Prov y cada una de sus
colecciones llevan este título-1, l.paroimía; 10,1 y25, \.Tvxi5átx[paideia]). Al sabio veterotestamentario, lo mismo
que al oriental, le gusta la sentencia enigmáticamente oscura Masal se aproxima, pues, a hidáh, con el que puede
ser hasta sinónimo (Prov 1, 6)
Es exacta la traducción de hídáh por aímgma en los LXX con el sentido de a) adivinanza o charada,

b) lenguaje enigmático La adivinanza (1 Re 10, 1 par, Sal 49, 5 en la versión de Aquila) pertenece a la práctica
sapiencial de la corte de Salomón y tiene su lugar propio en la literatura sapiencial (Prov 1, 6; 30, 7-30). El único
enigma veterotestamentario que nos ha llegado literalmente se encuentra en Jue 14, 12-20 (hldád que los LXX
traducen por npof¡í.r¡fa [problema]), cuya solución es, a su vez, otro enigma (14,18) La palabra clave es «amor».
El lenguaje enigmático necesita ser aclarado. Esto ocurre con el oráculo (Balaán: Nm 23, 7.18,24, 3.15.20-23) en el
terreno de la profecía (-> profeta I; II). A los hombres pero no a Moisés— Dios les habla en lenguaje enigmático
(Nm 12, 8); también lo es la sentencia proféüca (Ez 17, 2 en la versión de Simaco).

3. Masal tiene cabida también en el terreno de la profecía (-> profeta) como proverbio y sátira (cf. supra II, 1)
y también como autentica parábola, ya que, por más que el termino mismo de «parábola» no salga, encontramos
en los profetas el contenido y la mayoría de las formas parabólicas (III, 1 a-g). Cuanto más tarde más a primer
plano *an pasando las formas desarrolladas (III, 1 d-g), para aclarar el discurso profético, corroborarlo y
encarecerlo más. Incluso la alegoría pretende dar énfasis, pero lo hace por otros medios con el lenguaje un tanto
velado quiere suscitar la atención del oyente (cf Ez). Más tarde encontramos la visión alegórica (-• profeta, II, Zac;
Dn 2. 4, 7, 8, Hen[et] 85-90; 4 Esd 9, 26-13, 56) Estrechamente relacionadas con las palabras proféticas se
encuentran las acciones simbólicas del mismo género (-• profeta, II), cuya explicación (Ez 24, 3) se denomina
masal En el judaismo los términos masal/matlá abarcan toda la gama de acepciones que con el tiempo fueron
adquiriendo. Es cierto que prevalecen las semejanzas o parábolas puras («Te voy a contar una parábola, ¿con qué
compararemos el asunto''»), pero cada vez se fue imponiendo mas la alegoría. En el judaismo helenista se convierte
en manierismo Con el trasfondo de las numerosas parábolas rabimcas, las de Jesús dejan apreciar «una sencillez y
claridad únicas, una peculiaridad personal, una maestría desconocida en la construcción» (JJeremias, loe cu., 8).
Es, por el contrario, sorprendente que en los escritos de Qumrán no aparezca el sustantivo másál /matlá (y el
verbo únicamente se use con el significado de dominar), aunque en los himnos (1QH) hay numerosas metáforas y
parábolas más o menos desarrolladas

III En el NT parabolé aparece únicamente en los sinópticos (48 veces) y en Heb (2
veces), aínigma sólo se emplea en 1 Cor 13,12 (imagen borrosa, cnigmátic.d), uüeyvréo no
se usa más que en Gal 4, 24 (hablar alegóricamente, significar algo más) y el sustantivo
allegoría no aparece ni una sola vez en todo el NT. Parabolé tiene las siguientes
acepciones en el NT:

1. En Heb la tienda es tipo del tiempo de salvación (9,9), la devolución de Isaac es
figura de la resurrección de los muertos (11,19). En Me 7,17 par significa sentencia y en
Le 4, 23, proverbio. En todos los demás casos del NT tiene el significado de parábola en
sus distintas acepciones:

a) La imagen. En la imagen el elemento simbólico y la cosa simbolizada se yuxtaponen
sin partícula comparativa (como) con el fin de que el símbolo (lo conocido) aclare la
cosa (lo desconocido), p. ej., «vosotros sois la luz del mundo» (Mt 5,14; cf. además, Me 2,
17.19 y también Am 3,8; 6,12; Is 40,7; Jer 12, 5; Prov 6,27-29; Me 25,14). Con frecuencia
ocurrió en estas imágenes que lo simbólico, o sea, la palabra utilizada como término
conocido se separó de la cosa simbolizada o por conocer dado que esto se encontraba a
menudo expresado en el contexto y la imagen se transmitió aislada de él. Entonces
resulta que, aislada del contexto, a veces se sustrae a toda posible interpretación. Así
sucede p. ej. con la imagen de Me 9,49, que no resulta más comprensible por la añadidura
secundaria (cf. Mt 7, 6; 24, 28 par). En este estadio adopta, con frecuencia, un carácter
metafórico, puesto que la imagen está próxima a la metáfora.

b) La metáfora es una expresión figurada que resulta de una comparación, pasando,
la mayoría de las veces, de lo concreto a lo abstracto, p. ej. «cabeza de grupo» o
«primavera de la vida». Cf. además Mt 7,13 s; 9, 37 s; 15, 13; 1 Cor 9, 9 (cf. Is 5, 1: viña
= novia o Israel).

La metáfora no yuxtapone el símbolo y lo simbolizado, como acontece con la imagen,
sino que sustituye a la cosa. Hay que saber de antemano qué está detrás de la metáfora, si
no, nos quedamos sin comprender. Por eso todo lenguaje metafórico es convencional.

c) La comparación es una frase en la que lo comparado (lo que se pretende hacer
comprender con la comparación) y lo que se compara (el elemento simbólico que ilustra)
van unidos por una partícula comparativa. Pero sólo existe un punto capital que sirve de
base a la comparación: el tertium comparationis. P. ej. «sus cabellos (cosa) son tan rubios
como la paja (elementó simbólico)». Cf. además, Mt 10,16; Le 11, 44 (cf. Prov 11, 22; 25,
11-13; 26, 1 ss; Is 16, 2; Os 2, 1-5; 6, 9; Sal 127, 4).

La comparación es rara, la mayoría de las veces habrá pasado a ser una imagen, y a lo
largo de la tradición se habrá cargado de matices metafóricos. En la comparación el
elemento simbólico está sacado de la realidad accesible a todos.

d) La semejanza o parábola pura es una narración desarrollada a partir de una
comparación o de una imagen. Se comparan dos cosas, proceso o situaciones, que son
semejantes, de forma que lo conocido aclare lo desconocido. El nivel imaginativo o
figurado describe un acontecimiento o situación típica, es decir, «se toma de la realidad al
alcance de todos, remite a cosas que ocurren a diario, a relaciones cuya existencia tiene
que reconocer hasta la peor voluntad» (AJülicher, loe. cit. I, 93). Sólo hay un término de
comparación. Ejemplo: «Al reino de los cielos le ocurre como a la levadura...», Mt 13, 33.
Cf. además, Mt 13, 31 s; Le 14, 28-33; 15, 4-10; 17, 7-10 (cf. Is 28, 23-25; Jer 18, 1-6).

«La parábola toma precauciones contra toda suerte de oposición, como quien dice, se
sangra en salud, puesto que habla sólo de lo indiscutible...; echa mano de expresiones
como "nadie", "ningún", "todo el mundo", "cuando quiera que", "siempre que", etc.,
intentando poner al oyente entre la espada y la pared; o acepta lo que se le dice o niega lo
evidente» (AJülicher, loe. cit. 1,97 s; traducimos también los términos griegos que hay en
la anterior cita).

e) La parábola (ampliada) se diferencia de la parábola pura en la imagen, que
consiste en una historia libremente inventada, la cual sefija en algo ocurrido una sola vez.
«No se nos presenta lo que todos hacen, lo que no puede ser de otro modo, sino lo que
alguien hizo una vez, sin preguntarse si otra gente lo haría también» (AJülicher, loe. cit.
I, 93).

Ejemplo: «En una ciudad había un juez...» (Le 18,2 ss). Cf. además, Le 11, 5-8; 14,1624
(cf. 2 Sam 12, 1-4). «Con su plasticidad alcanza la parábola lo que la parábola pura
consigue con la fuerza de lo conocido y reconocido por todos. Diríase que la parábola se
sitúa en un plano más elevado, porque es más fina y deja traslucir menos la tendencia-
La parábola... pide: oyente, déjame que te cuente un caso; si no te convence, me callaré...»
(AJülicher, loe. cit. I, 97 s).

f) El ejemplo o relato ejemplar es una historia de libre invención, que narra un
exemplum, un caso modélico, que el oyente debe universalizar. «Pues anda, haz tú lo
mismo» (Le 10, 37) o no hagas lo mismo (según el caso). Ejemplo: «Dos hombres subieron
al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, recaudador...» (Le 18,10-14). Cf. además, Le 10,
30-37; 12, 16-21; 16, 19-31 (cf. 2 Sam 14, 5-7). Es digno de notarse que los relatos
ejemplares en el NT sólo aparecen en Lucas.

g) La alegoría es una historia libremente inventada, que dice algo más de lo que uno
se figura a base de poner una metáfora tras otra; se trata de una metaphora continua.
Ejemplo: «El reinado de Dios se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo...» (Mt
22, 2-10). Cf. además, Jn 10; 15; Rom 11,17-24; 1 Cor 3,10-13 (cf. Ez 16; 17; 19; 23; 31; 34;
Sal 80, 9-20).

«La alegoría quiere presentarnos una... verdad de modo impactante, describiéndola
en una serie de imágenes que aclaran y velan, al mismo tiempo, lo que con la verdad se
quiere decir» (HWeinel, loe. cit., 2). Lo mismo que la metáfora, la alegoría se basa en el
carácter convencional de las imágenes. Únicamente es comprensible, si con anterioridad
se conoce la clave de interpretación de las imágenes, que a cada paso necesitan ser
traducidas, y si el estado de cosas descrito es asimismo conocido. Se trata de una forma
literaria comprensible sólo para el iniciado y cuya función no consiste en dar a conocer
situaciones, sino en valorar las conocidas. Ez 17, 12-21 ofrece un modelo de interpretación.
Es cierto que en el NT hay alegorías, pero se las califica de parabole y no de allegoria
(Mt 22, 1).

2. La interpretación alegórica del AT la tenemos en el NT sólo en 1 Cor 9, 1. Las
explicaciones que se dan en 1 Cor 5, 6-8; 10, 4; Gal 3, 16; 4, 21-31 (ahí sale allegoréó)
representan interpretaciones tipológicas con matices alegóricos. Tal interpretación del
AT se inicia en gran escala con la Carta de Bernabé.
El dicho enigmático (aínigma) no es forma literaria neotestamentaria. Así como en el
AT Dios habla a los hombres mediante enigmas (cf. supra), así ahora vemos la plenitud (1
Cor 13, 10) confusa o borrosamente en un espejo (eaonxpov [ésoptron]) y no de modo
inmediato («cara a cara»: 13, 12).

A pesar de toda la legítima diferenciación de las parábolas, no debería nunca
olvidarse que proceden del lenguaje vivo y, en consecuencia, se presentan en formas
mixtas.

3. Hay que tener presentes todavía otras cinco leyes de la forma literaria parábola:
a) La parábola como representación. En la parábola pura y en las formas afines se
distinque entre la vertiente simbólica y la real y se busca el punto en que ambos se
entrecruzan: el punto de comparación. En las formas ampliadas se ve que la vertiente
simbólica no proporciona una imagen estática, sino que monta ante el oyente una
representación, que se puede distribuir en escenas. Por esto en vez de imagen habría que
hablar de escenificación (GEichholz, loe. cit.).

b) La ley de la concisión dice que la parte escénica es extremadamente breve,
lacónica y sencilla. Se omite cuanto se puede de afectos y motivos, jamás aparecen más de
tres personas o grupos de personas (ley de la terna) y en una escena no actúan al mismo
tiempo, más de dos (ley de la bina escénica). Y si el final no es esencial o se sobreentiende,
hasta puede omitirse.

c) La ley de la unicidad pide que en la pieza no se desarrolle sino una acción y jamás
paralelamente dos o más. Para ello se cuenta todo desde un único punto de vista.

d) Para el intérprete la llamada ley del climax es de importancia, pues según ella lo
interesante viene siempre al final.

e) La ley de referencia al oyente afirma que la materia de la parte escénica está
sacada del mundo del oyente, y refleja su vivencia y pensamiento. Las parábolas se
expresan también directamente con vistas al oyente. Así que las parábolas que cuestionan
comprenden una única gran pregunta que fuerza al oyente a la respuesta. Además, se le
mete dentro mismo de la parábola, en cuanto que él se ve retratado en el protagonista y
se siente afectado y no meramente aludido (HGreeven, loe. cit.).

4. Junto a las leyes de la forma están las leyes de la tradición, puesto que las
parábolas han experimentado en parte considerables cambios en la tradición. Gran
número de parábolas ha recibido en la tradición un nuevo destinatario (cambio de
destinatario), con lo que parábolas que se dirigían a meros circunstantes acabaron por
dirigirse a los discípulos. Ello conlleva, en muchos casos, un corrimiento del acento
(cambio de acento). Con frecuencia la tradición añade una segunda parábola, para repetir
y, consecuentemente, subrayar la intención de la primera (parábola doble). Al servicio del
cambio de destinatario y acento se encuentra también la alegorización de las parábolas,
debida siempre a la tradición (Me 4,13-20; Mt 13,36-43). Porque los evangelistas no eran
lo que se dice unos archiveros, sino transmisores responsables y libres. Su libertad «hay
que entenderla paradójicamente como intento de obediencia; brota precisamente de su
vinculación a la palabra transmitida» (GEichholz, Einführung, loe. cit., 40).

5. No se puede señalar un mensaje unánime de las parábolas, sino que hay que
constatarlo en cada caso. En general puede decirse que todas las parábolas están
«indisolublemente unidas a la cristología» (EHoskyns, loe. cit., 140), que son primariamente
escatológicas y que tienen dos grupos de temas: el -> reino de Dios y la
-> conversión. Al primer grupo pertenecen las parábolas de crecimiento (Me 4; Mt 13) e
igualmente las que hablan de Dios y de su modo de olvidar (Le 15,11-32; Mt 20,1-16; 25,
14-30). El segundo bloque insiste en lo urgente de la conversión (Le 12,16-20; 13,6-9), que
exige una actuación decidida (Le 16,1-8), radical (Mt 13,44-46), alerta (Mt 24,42-25,13),
porque el reinado está cerca. A este grupo pertenecen también las parábolas que hablan
del prójimo (Mt 18, 25-35; Le 10, 30-37).

6. La amplia tradición de parábolas de Jesús, que tendía a hacer las cosas claras y
comprensibles, se oponía a la concepción de Me, cuyo motivo dominante lo constituye el
llamado «secreto mesiánico». Esta contradicción la superó Me con la teoría de las
«parábolas» (4,10-12.33 s par), según la cual éstas han de deslumhrar y cegar a los meros
espectadores. De ese modo las parábolas quedaron resituadas dentro de la concepción
marcana y se pusieron a su servicio. El lógion empleado, originariamente independiente
(v. 11 s), posee un colorido palestinense y da la impresión de ser muy antiguo. ¿Habrá
sido su sentido originario que las parábolas de Jesús apuntaban a una obcecación? ¡Esto
estaría en contradicción con la naturaleza de las parábolas y con el ser mismo de jesús!
JJeremias (loe. cit., 19-22) intenta solucionar la primera contradicción dando a parabolé
el sentido de algo «enigmático» (II, 2): «Y a los que están fuera todo les resulta
enigmático». Pero eso despeja sólo una parte de la contradicción. La solución global se
alcanza traduciendo el iva [hína] de acuerdo con el equivalente hebreo fma'an, que se
refiere al resultado o consecuencia en cuatro pasajes del AT (Dt 29, 18; Jer 7, 18; 27,
10.15). En tal caso el lógion quiere decir: la actuación de Jesús es revelación para los
creyentes, mientras que a los otros les habla en parábolas; pero éstos no las entienden, por
lo que no pueden convertirse ni conseguir el perdón. La obcecación constituye el
resultado de las parábolas y no su intención. Gracias a esta traducción el lógion con
ninguna otra enseñanza de Jesús cuadra como con las parábolas (cf. CHPeisker, iva,
126 s) (NB: da otra interpretación también conciliadora al traducir Me 3,12, de acuerdo
con el texto arameo que se supone subyacente: «...a menos que se conviertan y les
perdonen»).

C. H. Peisker
 

na.poip.ioi [paroimía] proverbio, dicho sapiencial; lenguaje velado, discurso enigmático

I El sustantivo paroimía, atestiguado desde Esquilo (Ag 255, cf además, Sófocles, Ai 664, Platón, Resp I, 329
y passim), viene etimológicamente de napa [para], al lado de, a lo largo de, y de oi¡in [oíme], camino, curso (p ej de
una narración o de un canto), canto, designa, pues, un proverbio, no utilizado independientemente, sino acompañando,
completando, sintetizando lo que se ha dicho El proverbio ha de ser umversalmente conocido (proverbio
dicho que va de boca en boca), popular, sacado de la experiencia de todos, ha de contener una verdad indiscutible,
no ligada a una época o a un sitio determinado, ha de resultar acertado, conciso La popularidad y el que brote de
la tradición lo distinguen del aforismo y la sentencia (yvm¡in [gnóme], -> conocimiento, art. yiváoKco [ginósko] I:
en Aristóteles, Rhet. II, 21,1395, 17, los límites son vagos) y el hecho de que le falte el marco narrativo lo distingue
del apotegma (un lógion, con un marco narrativo concreto p. ej. Mt 8, 10-12 en el marco narrativo de 8, 5-13).
Aristóteles (Rhet. III, 11, 1413, 14) lo pone entre las metáforas a causa de su plasticidad f-> %a.pa.$OAr\ [parabolí]
I), otros lo cuentan entre las fábulas por referirse frecuentemente a animales y plantas. Se llegan a formar
colecciones de proverbios por obra de Aristóteles, Clearco, Zenobio y otros (cf. las colecciones de Lutero, Agrícola,
Erasmo).

II En los LXX aparece paroimía sólo 9 veces, entre otros usos, como título del libro de los Proverbios (1,1; y
también en 26,7) y en Eclo (6, 35; 8, 8; 18,29; 39, 3; 47,17). Dado este uso, se ve claro que es terminus technicus de la
enseñanza sapiencial (-» mxpxílo/.rí [parábola] II, 2). Equivale al hebr. mñsál: dicho sapiencial (-» napx/ioÁtí
[parábola] II). En Filón (Abr. 235; Vit. Mos. 1,156; 2, 29) aparece en la acepción de proverbio. Entre los rabinos se
estimaban enormemente los proverbios. Llevaban como introducción, p. ej. «dice la gente», «se dice en el
proverbio» (St.-B. s.v.).

III 1. Los logia de Jesús en su conjunto reciben, con frecuencia, el nombre de
sentencias. Una colección de ellas es el evangelio de Tomás, el Papyrus Oxyrhynchus (1,
654 s.840) y la llamada fuente de los logia (Q) que se supone subyacente a Mt y Le.
Sentencias en el sentido de la enseñanza sapiencial las hay entre los logia de Jesús, p. ej.
Me 9, 50 par; Mt 5,15 par; 6,19 s par. 22 s par; pero también en las cartas, p. ej. en Rom
12, 20; Heb 12, 5 s; Sant 4, 6; 2 Pe 2, 22 todos ellos con citas veterotestamentarias; 1 Cor
15, 33, citando a Menandro, Thais. Entre los logia de Jesús se encuentran igualmente
proverbios, procedentes normalmente del ambiente rabínico (cf. St.-B. s. v.): p. ej. Me 2,17
par; 4,22 par; 6,4 par; Mt 6, 21 par. 34; 7,4 par. 16 par; 15,14 par; 24, 28 par; Le 4, 23. A
veces puede tratarse de frases originales de Jesús, que luego se convirtieron en proverbios.
En las cartas, p. ej. en Sant 3, 5.12, hay proverbios. En 2 Pe 2, 22 se dan cita un dicho
sapiencial y un proverbio. Ambos tienden a demostrar lo despreciable que es la conducta
de los herejes gnósticos.

Llama la atención el hecho de que , siendo así que en el fondo en muchos casos (cf.
supra) nos encontramos en el NT con proverbios, sin embargo, sólo raramente (Jn 10, 6;
16,28.29; 2 Pe 2,22) se les señala como a tales mediante el término paroimía. Además, hay
que decir que los ejemplos joaneos son caso aparte.

2. Sólo en Jn (10,6; 16,25.29) aparece en el NT el vocablo paroimía con el sentido de
lenguaje velado, discurso enigmático. Este significado se debe al equivalente hebr. masál y
al consiguiente parecido con -> parabolé. Retrospectivamente se califica, pues, de
enigmático lo que Jesús ha dicho del pastor (10,6) e incluso su modo de hablar en general
(16, 25). Al lenguaje enigmático se contrapone luego (16, 25.29) la diáfana expresión
reveladora (-> confianza). Esto se puede entender de modo puramente temporal, p. ej.: el
Jesús terreno habló enigmáticamente, el Cristo exaltado lo hace claramente y sin rodeos.
Pero tal explicación tiene sus dificultades: en realidad, no se puede decir que las palabras
de Jesús en Juan sean difícilmente comprensibles, ni se puede distinguir entre unas
enigmáticas y otras francas; enigmático en Jn no significa probablemente difícil de
entender. El carácter enigmático de las palabras no radica en la palabra, sino en el oyente.
De modo que las palabras son al mismo tiempo enigmáticas y abiertas. Resultan
enigmáticas en la medida en que el oyente quiera entenderlas intelectualmente. Le
resultan claras al que se halla en «la nueva existencia escatológica» (RBultmann,
Johannes, 452; «tiempo» —tipa [hora]—: hora escatológica). «Las palabras de Jesús se
pueden entender sólo a partir de la realidad de la existencia creyente» (ibid.).
C. H. Peisker


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