Oración (akém)


El vocablo que, en el NT, designa la oración en el sentido más amplio es npoaevxofiai
[proseúchomai]. Expresa toda manera de entrar en contacto con Dios y de aquí que pueda
emplearse sin más especificaciones. En cambio, óéopcci [déomai], dénoiq [déésis], al igual
que aixéco [aitéó], designan la súplica, que casi siempre hace mención de la persona a la
que va dirigida y sólo se pronuncia en el acto de orar propiamente dicho. En aitéó, ccixripa
[aítema], el significado fundamental de querer algo adquiere de cuando en cuando un
tono algo más enérgico, a veces hasta exigente. En cambio, épcoxáco [erótáo] (cf. aitéo),
cuando significa rogar, suplicar, adquiere un tono más íntimo. La oración a Dios puede
ser expresada también por los vocablos fioáco [boáó], pon [boé] y Kpá£a> [krázó] que
significan gritar, clamar. Se utilizan habitualmente cuando la oración a Dios o a
Jesucristo procede del hombre que está en medio de una gran tribulación y adquiere, por
tanto, el carácter de un grito de auxilio (p. ej. en el caso de quienes están enfermos o
angustiados). También yovnnExéw [gonypetéó] expresa una actitud de oración o de
súplica intensa, mientras que npooKvvéa) [proskynéo] designa más bien la invocación o la
adoración rendidas, y ocivéco [ainéó] y eñiapiaxéoj [eucharistéo] la plegaria de alabanza y
de -> acción de gracias.

aixkü [aitéó] suplicar, pedir; ocrcrj/xa [aítema] súplica, plegaria, petición; é.nanéxú [apai
téó] reivindicar, reclamar; éc;xixéop.ai [exaitéomai] pedir; napaixéofioii [paraitéomai]
excusarse, rechazar

I El significado fundamental de aitéó es querer algo, exigirlo como su parte. Según esto, en el griego profano
aitéó puede significar, tanto suplicar como exigir, pedir La forma media se traduce de la mejor manera por
implorar, y a veces por pedir o desear Con arreglo a eso, el sustantivo aítema significa lo pedido, tanto en el sentido
de petición o demanda como en el de exigencia (p ej mxn¡ia TvpavviKOv [aítema tyranmkon], la exigencia tiránica,
Plutarco, Demetr. 3) Apaitéó intensifica la idea contenida en la raíz verbal en el sentido de una exigencia (p ej.
pedir cuentas, Platón, Resp. X, 599b), de acuerdo con el prefijo in- (ap-j, que lleva consigo la idea genérica de
reivindicación. El derivado exaitéomai hay que traducirlo literalmente por pedir Paraitéomai, conforme al sentido
del prefijo nocp-(par-), tiene el significado fundamental de desligarse de una obligación

II El equivalente hebreo es sa'ai. Significa exigir, desear, pedir (Dt 10,12, Jue 5, 25; 1 Sam 12,13; Job 31, 30 y
passim) Referido a Dios se aproxima mucho al significado de orar, implorar, y aparece ligado a menudo con el
agradecimiento a Dios por haber escuchado una plegaria (p ej 1 Sam 1, 20; Sal 105, 40, 21, 5). También puede
significar preguntar, informarse Gn 24, 57, en los LXX erótáo, y en el lenguaje forense investigar, interrogar (Dt 13,
15: épeuvío) [ereunáó]), preguntar, consultar (Jue 18, 5 en los LXX: empeorara (eperótáó) Aitéó sólo reemplaza a
sa'al cuando se trata de un querer o pedir algo concreto (así Ex 3, 22, Jos 14,12, Jue 5, 25; 1 Sam 12,17)- p ej. Ana
pide a Yahvé un hijo y Helí le desea que Dios le conceda «lo que le ha pedido» (1 Sam 1, 17) Las promesas que
aparecen en los salmos de que Dios escuchará las oraciones que se le dirijan hay que entenderlas también sobre el
trasfondo de una petición concreta

III 1. En el NT aitéó y aitéomai (que en total aparecen 70 veces) tienen casi siempre
el significado de suplicar, pedir. Se encuentran aproximadamente con la misma frecuencia
en todos los evangelios; en Pablo aparece muy raras veces y está ausente de las cartas
pastorales, Heb y Ap.

a) En lo que respecta al ámbito de la relación interhumana, se puede decir que la forma media del verbo, aitéomai, se emplea casi siempre en relación con personas de elevada categoría social (Mt 14, 7; 27, 20; Le 23, 23; Hech 9, 2 y passim) y de aquí que adquiera un cierto carácter oficial. La forma activa del verbo, aitéó, no tiene generalmente ningún matiz especial. Sólo en Mt 5, 42 tiene aitéó un cierto aspecto menos positivo,como resulta del contexto: exigir o pedir algo desagradable, o al menos experimentar la petición como algo molesto (por eso aitéó puede traducirse también aquí por solicitar o pedir unfavor). Pero, en este pasaje, las palabras del Señor subrayan que, a pesar de todo, el discípulo debe escuchar y atender esta súplica (véase lo que se dice a propósito de Mt 7, 7.8). Lo que se afirmaren este pasaje tiene, pues, consecuencias éticas. Hemos de superar nuestra aversión y abrir nuestro corazón y nuestras manos al que implora algo de nosotros. Pues, a través de la súplica del otro, Dios mismo me llama a abrirme a él y a obedecerle.

b) En el ámbito religioso, es decir, en aquellos pasajes en que la súplica va dirigida a Dios, no existe una diferencia de matices entre la forma activa y la forma media del verbo (entre aitéó y aitéomai). Naturalmente, el suplicar se aproxima aquí al significado de orar, en el sentido de súplica o plegaria (cf. p. ej. Mt 21, 22: pedir en la oración). Pero el NT emplea también otras expresiones para designar la plegaria; éstas se utilizan a veces paralelamente a aitéó, p. ej. -» npoaeúyopai [proseúchomai] (Me 11, 24; Col 1, 9), que aparece casi siempre sin otra especificación y designa la oración en su más amplio sentido, o también la expresión doblar las rodillas (-* yowiteréa> [gonypetéo]; cf. Ef 3, 13 s), que subraya especialmente la actitud humilde del orante ante Dios. También erótáó aparece como concepto paralelo a aitéó (1 Jn 5, 16), pero, por regla general, se utiliza cuando existe una relación muy estrecha entre el que pide y aquél a quien va dirigida la petición, como ocurre p. ej. en las súplicas de los discípulos a Jesús o de Jesús al Padre, mientras
que en las súplicas de los discípulos a Dios se utiliza casi siempre el verbo aitéó. El significado originario de erótáó es preguntar (en un diálogo) y de aquí que haya conservado un carácter coloquial íntimo. Otro verbo que en NT tiene asimismo el significado de suplicar, pedir es -> óéo^xi [déomaij, que se utiliza por lo general cuando la plegaria surge de una situación concreta (por eso se emplea también frecuentemente para designar la intercesión].

Es curioso que aitéó no sea utilizado nunca por Jesús en sus plegarias u oraciones y
que en lugar de este verbo aparezcan erótáó y déomai (p. ej. Jn 14, 16; 16, 26; Le 22, 32).
Pero esto puede estar en conexión con las características del verbo erótáó arriba
mencionadas.

c) Es significativo el hecho de que, siempre que se habla de la plegaria dirigida a
Dios, se pone de relieve que tal plegaria es escuchada. Cf. Mt 6,8; 7,7-11; 18,19; 21,22; Jn
14, 13 s; 15, 7.16; 16, 23 s.26; 1 Jn 3, 22; 5, 14 s; Sant 1, 5. Es como si los testigos del NT
quisieran aquí animar de un modo especial a sus destinatarios a hacer oración asegurándoles
que sus plegarias serán escuchadas por Dios. El NT es consciente de que toda
plegaria y oración dirigidas a Dios vive de esta certeza y muere tan pronto como es
puesta en duda o desaparece.

¿Cuál es el fundamento de esta certidumbre según el NT? En Mt 7, 8 se declara como
una regla fundamental válida en el reino de Dios el que la oración es escuchada: «el que
pide, recibe». La invitación a orar y la promesa unida a ella «pedid y se os dará» se
apoyan en esta regla fundamental (introducida aquí con «pues»). Pero la fundamentación
más profunda la dan algunos pasajes, tales como Mt 6, 8; Jn 15,16; 16,23.26 s; Col 1,9-12
y espec. Mt 7,9-11: Dios es un Padre que ama a los suyos más que los padres de la tierra
aman a sus hijos y, puesto que les ama, no puede dejar de escuchar sus súplicas y les dará
lo que necesitan. El fundamento último de esta certeza que tiene el que ora de que su
plegaria será escuchada es, pues, la certeza de la bondad paternal y del amor de Dios que
Jesús da a los suyos. Aquí también está contenida implícitamente otra certidumbre, que
está presente en toda la Biblia: la de que Dios es un Dios vivo que ve, oye y tiene un
corazón.

Puesto que Dios procede así con nosotros, también nosotros debemos proceder así
con nuestros prójimos, es decir, debemos escuchar a quien nos pide algo (Mt 5, 42). El
fundamento último de este comportamiento nuestro debe ser la bondad paternal de Dios
para con nosotros que experimentamos continuamente.

d) Ciertamente, hay que tener siempre en cuenta que para que la oración sea
escuchada por Dios ha de ser hecha de un modo conveniente. Ya en Mt 7, 7 s se alude a
ello cuando, paralelamente a pedir, se utilizan los verbos buscar y llamar. En la Biblia
buscar se refiere con mucha frecuencia a Dios; expresa la actitud del hombre vuelto hacia
Dios. Esto alude al mismo tiempo al contenido de la auténtica oración: ha de responder a
la naturaleza de aquél a quien se dirige. Pero entonces lo que se pide en la oración ha de
conformarse a él, ha de serle agradable, en una palabra: estar de acuerdo con la voluntad
de Dios (pedir algo «conforme a su designio»: 1 Jn 5,14). Así pues, orar a Dios es pedirle
algo bueno y conveniente (Mt 7,11) y significa, en resumen, pedir el «Espíritu santo» (Le
11,13). En otros pasajes, la auténtica oración se describe como una oración a partir de la
-» fe: Mt 21,22; Sant 1, 5 s (afinidad entre Sant y Mt). En la oración no podemos olvidar
nunca a aquél a quien va dirigida, es decir, al Dios vivo y todopoderoso, para quien nada
es imposible y de quien, por consiguiente, hay que esperarlo todo. Dudar de él equivaldría
a hacerle injusticia, a no tomar en serio su divinidad y su esencia; el hombre que dude
de este modo no recibirá nada de Dios (Sant 1,7). La verdadera oración va unida a la fe y,
por lo tanto, a la certeza de que será escuchada por Dios. Esta ha de ser tan grande que,
por el solo hecho de estar seguro de obtener lo que se ha pedido, se recibirá (Me 11,24; 1
Jn 5,15). En los pasajes paralelos de los escritos de Juan se describe la oración que tiene
su fundamento en la fe: es una oración que nace de la «permanencia en nosotros de las
palabras de Jesús» (Jn 15, 7), es decir, de la estrecha relación que existe con Jesús y su
palabra, que es lo que garantiza que la oración está de acuerdo con la voluntad de Jesús.
En 1 Jn 3, 22, la idea tiene más bien un matiz ético: «obtenemos cualquier cosa que le
pidamos porque cumplimos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada», esto es,
porque nuestra oración procede de una conducta recta ante Dios. Aquí la unión con
Jesús en la oración es expresada en una breve fórmula. Juan también a la auténtica
plegaria la llama «oración en el nombre de Jesús» (Jn 14,13 s; 15, 16; 16, 24.26). Puesto
que esta oración es escuchada por Dios y está segura de ello, llena nuestra vida de gozo
(Jn 16, 24). Quizá está también en relación con esto el pasaje de Mt 18, 19, en donde la
oración en común de varios discípulos es el signo de que ellos han postergado sus
intereses particulares. En cambio la oración inauténtica, interesada, no obtendrá nada de
Dios (Sant 4, 3; Me 10, 35).

2. Aitéo, pretender, exigir. Cuando aitéo se refiere a una persona subordinada toma
fácilmente el significado de pedir, exigir (Le 1, 63; Hech 16, 29); también cuando el
creyente reclama a su deudor lo que le ha confiado o prestado o le pide cuentas sobre ello
(referido a Dios: cf. Le 12, 48). En 1 Pe 3, 15 «dar razón» (de la esperanza) tiene el
significado de exigir una prueba de la verdad o de la credibilidad o, simplemente, pedir
información.
A partir de este significado se clarifica también el pasaje de 1 Cor 1, 22 en el que se
habla de que los judíos piden «señales». Cuando el hombre se comporta de esta manera
se sitúa en realidad por encima de Dios y le pide cuentas; le exige que legitime ante él lo
que ha realizado en Cristo.

3. a) El término aítéma tiene un sentido profano en Le 23,24. En sentido religioso,
es decir, referida a Dios, significa también oración, súplica, sobre todo la oración
individual y su contenido (p. ej. Flp 4, 6 y 1 Jn 5, 15).

215 (yovvnsúa)) Oración

b) Apaitéó refuerza a menudo la raíz verbal en el sentido de exigir, pero sobre todo
(y con el significado de un reclamar o reivindicar) es utilizado cuando se trata de restituir
algo que se ha robado (Le 6, 30, en donde se le da mayor importancia aún al
mandamiento: «a todo el que te pida dale»), o cuando se habla de devolver lo que ha sido
confiado o prestado durante un cierto tiempo a su legítimo propietario y dueño (Le 12,
20: la vida del hombre a Dios; aquí el comportamiento auténtico es expresado ya por el
verbo, al igual que en Le 12, 48 D y passim). Exaitéomai sólo se encuentra en Le 22, 31:
pedir, exigir algo a Dios, a quien pertenece realmente aquél a quien se refiere la petición
(Pedro), con el fin de probar a este último y especialmente con el propósito de probar la
autenticidad y la firmeza de su fe, pero con la aviesa intención de hacerle caer.
c) Paraitéomai es empleado en Me 15, 6 con el sentido de pedir, en Le 14,18 s con el
sentido de excusarse. En realidad, cuando la obligación de la que uno pretende desligarse
es una invitación, el verbo adquiere el significado de excusarse. Si la obligación supone
una exigencia imposible de cumplir el verbo puede tener el significado de rechazar,
negarse a, como en Hech 25, 11 y Heb 12, 19.25 (Dios y su palabra) o también el de
rehusar, desechar, p. ej. 1 Tim 4, 7; 5, 11 (en relación con la admisión en el registro de
viudas de la iglesia); 2 Tim 2,23; Tit 3,10. En estos últimos pasajes de las cartas pastorales
se trata (de acuerdo con la situación de los destinatarios de las cartas) de medidas
referentes a la disciplina doctrinal y a la administración de la comunidad, de tal manera
que aquí el rehusar y el desechar tienen más bien un carácter oficial. No se puede
establecer con seguridad si el texto de Tit 3, 10 hay que entenderlo en el sentido de una
«excomunión» o únicamente al igual que 1 Tim 6, 5, en el sentido de una «separación o
ruptura» (P. Koine, y otros).

H. Schónweiss


yomnetéco [gonypetéo] doblar las rodillas, adorar

I 1 yovo [góny], rodilla solo aparece en el NT (a excepción de Heb 12,12) en unión con verbos que tienen el
significado de doblar las rodillas o caer de rodillas

2. En el mundo griego, en donde había entrado esta costumbre procedente de oriente, el hincarse de rodillas
era una postura que adoptaban los esclavos ante su señor o el que hacía oración ante los dioses, la mayoría de las
veces no se expresa esta costumbre con el verbo gonypetéo, sino con los sustantivos KpooKDvnoiQ [proskynésis] (cf.
el art correspondiente) e instan [hiketeía] Aquí la idea fundamental es también diferente (proskynéó, besar la
mano).

II En Israel la ceremonia de la genuflexión, procedente de oriente, se introdujo en el AT solo cuando los reyes
comenzaron a asemejarse a los grandes soberanos orientales y empezaron a exigir idénticos signos de sumisión
(1 Cr 29, 20); pero al mismo tiempo se observa también la aceptación de la costumbre de la genuflexión ante los
dioses, común entre los pueblos orientales Una característica del AT es que esta actitud es referida también a la
época mesiámca futura (Is 45, 23). Así pues, en el AT, el hincarse de rodillas es un signo de sumisión y de
acatamiento, de humildad y de respeto ante Dios omnipotente (Sal 95, 6)

III 1. En el NT el plural tá. yóvaxa. [tá gónaía] aparece unido a xMvaí [tithénai] o
a Káumsiv [kámptein] en el giro humillarse, doblar las rodillas. Este expresa: a) el
respeto ante aquéllos que ocupan una posición social más elevada o la postura de
acatamiento ante el rey, es decir, el reconocimiento de su poder y grandeza (al igual que
en Me 15, 19, este giro aparece aquí paralelamente a -> npoaKuvéco [proskynéó], sin
ningún matiz diferente en cuanto al significado), la adoración y veneración, que sólo son
debidas a Dios y no a los ídolos (Rom 11, 4); el reconocimiento de Dios como soberano
juez (Rom 4, 11) o el reconocimiento de Jesús como el Señor en toda su majestad y en
toda su dimensión cósmica (Flp 2, 10).

b) Esta construcción tiene un contenido espec. relevante en Le 5, 8, en donde
expresa la actitud humilde del hombre que, ante la abundancia de la gracia que Jesús le
otorga, reconoce su pecado y su extravío y, por tanto, el carácter gratuito de la gracia. El
caer de rodillas ante Jesús es un signo de penitencia y, por consiguiente, de la conversión
y del cambio de vida que lleva consigo la fe. De un modo análogo, en Jn 9, 38 proskynéó
es el signo de la fe en Jesús.

c) En otros muchos pasajes, el ponerse de rodillas es simplemente un gesto que
acompaña a la oración (cf -* izpooBÓxonocí [proseuchomai], -> óéop.oa [déomai], -* aixéoj
[aitéó]) y subraya su seriedad y urgencia, como p. ej. en Le 22, 41; Hech 7, 60, 9, 40 y
passim

2. Gonypetéo es utilizado paralelamente a las construcciones arriba citadas (p. ej. Mt
27, 29), pero sobre todo para subrayar el carácter apremiante de una súplica o pregunta
(pedir de rodillas), p ej. en Mt 17, 14; Me 1,40 (en Mt 8, 2, pasaje paralelo al anterior, se
utiliza el verbo proskynéó); 10, 17.
H. Schónweiss
déop.a.1 [déomai] pedir, rogar; bír\<sic, [déesis] petición, súplica; npoaóéopjx.i [prosdéomai]
necesitar

1 El significado fundamental de deomm es carecer de, necesitar (cf prosdeomai) Después se desarrolló el
significado de pedir, suplicar, implorar, y para el sustantivo deesis el de petición o suplica


II 1 En los LXX deomai es utilizado en el sentido de suplicar Reemplaza con relativa frecuencia al hebreo
hanan (en hitp), pedir gracia, implorar clemencia Asi, Ester suplica al rey (Est 8, 3), Jacob al ángel (Os 12, 5), el
infortunado Job a su siervo (Job 19,16), el que ora implora la misericordia de Dios (1 Re 8, 33 47, Sal 30,9,142, 2)

Pero deomai puede reemplazar también al hebreo haláh (en pi), apaciguar, calmar, suavizar El que ora intenta
apaciguar la ira de Dios por medio de su suplica (Ex 32, 11, 1 Re 13, 6, Zac 8, 21, Jer 26, 19), la suplica puede ir
acompañada de holocaustos (-• ofrenda) (1 Sam 13,12) o puede llevar consigo un apartamiento del pecado (Dn 9,
13) En ocasiones deomai sustituye a las partículas bi y na' (Gn 43, 20, 44, 18, Ex 4, 10, Nm 12, 13) y significa por
favor , con permiso , formulas empleadas al dirigirse a las personas que poseen un puesto elevado en la jerarquía
social o que gozan de autoridad

2 El sustantivo deesis traduce en los LXX a los sustantivos hebreos fhinnáh, suplica (p ej Sal 28, 2), rinnah,
lamento (p ej Sal 106,44) y saw"á, clamor, grito de socorro (p ej Sal 34,16) Se utiliza únicamente para expresar la
suplica y el clamor en la oración A menudo aparece junto a xpoawxn [proseuche], oración (p ej 1 Re 8, 38 45, Sal
6, 10, 17, 1, 39, 13, Jer 11, 14 y passim) y es, pues, un concepto paralelo a este ultimo (cf art npoaevxop.au
[proseuchomai] )

III En el NT déomai sólo es utilizado con el significado de suplicar, implorar

1 Ante todo en un sentido general, como fórmula de cortesía, sin ningún complemento,
de un modo semejante a como se emplea nuestro por favor, seguido de una
oración directa (Hech 8, 24; 21, 39) o de infinitivo (Hech 26, 3).

2. En algunos pasajes déomai expresa la seriedad de la petición o de la súplica;
entonces adquiere un tono sugestivo, atrayente, cariñosamente persuasivo, p. ej. en 2 Cor
5, 20 (cf Hech 2, 40), 8, 4, 10, 2; Gal 4, 12
3 En todos los demás casos déomai tiene un sentido religioso y se aplica a la súplica
dirigida a Jesús o a Dios. Aquí se trata de oraciones o súplicas muy concretas. Surgen de
una necesidad concreta y esperan de Jesús o de Dios un auxilio muy concreto de índole
externa o espiritual. En Le 5,12; 9,38 se pide a Jesús ayuda en una situación de necesidad
externa. Por otra parte, algunos pasajes como Le 8, 28; 9, 38 atestiguan que el verbo
déomai subraya por lo general el momento de la súplica (cf. también los pasajes
siguientes). Pero Le 1,13; 1 Tes 3,10 muestran cómo la petición aparentemente externa se
orienta también hacia un fin espiritual, de tal manera que aquí ya no se puede distinguir
entre lo externo y lo interno.

Hay que pedir a Dios el perdón de los pecados (Hech 8,22); hay que rogar a Dios para
que envíe obreros a su mies (Mt 9, 38); hay que orar para mantenerse incólume en el
último día (Le 21, 36). Aquí, como en otros muchos pasajes (también en algunos de los
citados), suplicar tiene un sentido absoluto y aparece sin el complemento directo «Dios»;
éste se sobreentiende en cada caso.

4. Cuando la súplica no se hace en interés propio sino en favor de otra persona,
déomai significa interceder (así p. ej. Hech 8, 24; Rom 10, 1; 2 Cor 1, 11). Por otra parte,
déomai aparece a menudo sin indicación del contenido de la intercesión y se refiere a la
actitud fraternal con la que el cristiano pide a Dios por los demás (p. ej. Flp 1,4; Ef 6,18).
De esta forma, la intercesión se convierte muchas veces en instrumento y signo del amor y
de la comunión que existe entre los cristianos (así p. ej. 2 Cor 9,14; 2 Tim 1, 3). Esta idea
se insinúa también en otros pasajes, cuando no se alude a ella de un modo explícito. Que
Pablo tenía en gran estima esta oración de intercesión y esperaba mucho de ella resulta
de algunos pasajes, tales como 2 Cor 1,11; Flp 1,19. Sant 5,16 supone también una idea
semejante, que queda más precisada aún con las adiciones «la oración del justo» (que
aquí es sinónima de la «oración de la fe», v. 15) y «mucho puede si es fervorosa», es decir,
si es una elevación efectiva y vigorosa hacia Dios, una conversación real con él —lo cual
es también sin duda un don de Dios. Análogamente, en 1 Pe 3,12 (en donde se cita al Sal
34, 16) se dice que la oración «del justo» es escuchada por Dios (sobre esle punto cf.
también -» akéco [aitéó]).


5. Es comprensible que en todos aquellos casos en que la súplica se dirige a Dios,
déomai adquiera fácilmente el significado de orar. A menudo se traduce por cualquiera de
ellos. Esto ocurre con mucha frecuencia cuando déomai aparece sin más especificaciones
(p. ej. Hech 10,2; Heb 5,7, aquí junto a iKE-cnpía [hiketéría], la súplica, el ruego, la oración
ferviente, originariamente del que busca protección). Por eso déesis se encuentra con
mucha frecuencia junto a npoasvxrj [proseuché], como ocurría en el AT (este vocablo
tiene entonces el significado aún más general de -* npoatáyopm [proseúchomai], p. ej. en
Rom 1, 10; Ef 6, 18; Flp 4, 6, aquí junto a aítéma, la oración, la plegaria individual,
-> ahéco [aitéó]; 1 Tim 2, 1, aquí junto con EVTED£IQ [énteuxis], petición).
La oración es la expresión vital más importante de la fe cristiana (1 Tim 2, 1). Es
realmente el signo distintivo del cristiano (1 Tim 5, 5; cf. Hech 9, 11). También Jesús ha
orado (Heb 5, 7; cf. Le 22, 44) e intercedido (Le 22, 32).

Prosdéomai sólo se encuentra en Hech 17, 25: necesitar, tener necesidad de. Aquí
aparece nuevamente el significado literal originario de déomai. Con ello, Lucas subraya
en este pasaje la nomía e independencia de Dios y, por tanto, la trascendencia de su ser
que supera todo lo humano.

H. Schónweiss

Oración (npo<7EDxop.ai) 218

npoaeoxopai [proseuchomai] orar, suplicar, evxopoa [eúchomai] rogar, prometer, evxrí
[euche] oración, voto, promesa, npoomxtj [proseuche] oración

1 Euchomai es un termino técnico que expresa el acto de invocar a una divinidad y abarca, por consiguiente,
todo aquello que lleva consigo tal invocación suplicar, implorar, prometer, consagrar, dedicar, o los sustantivos
suplica, plegaria, ruego promesa todos estos vocablos quedan recapitulados en orar, oración (A partir del sentido
fundamental del verbo hablar confiadamente de si puede significar también preciarse de, vanagloriarse, jactarse)

En el ámbito griego profano la oración va unida a menudo al sacrificio, con ayuda del cual se intentaba
propiciar a los dioses La oración es casi siempre suplica Al principio (el vocablo aparece ya en el griego de la
época micenica) se orienta casi siempre a la obtención de bienes materiales, mas tarde, este grupo de vocablos se
refiere (p ej en los autores trágicos) a los valores espirituales y morales (cf Esquilo, Choeph 140 s, Eurípides, Med
635 ss) o expresa la suplica para ser preservado de daños espirituales y morales Una característica de esta oración
es que le falta la certeza de ser escuchada ya que la fe en la omnipresencia del principio divino excluía la epifanía
En la religiosidad helenística de los misterios el que ora experimenta en la oración la cercanía de la divinidad, pero
sobre todo la experiencia en el punto culminante que constituye la «contemplación de Dios» (otorgada a muy
pocos), en la que se extingue toda oración y desemboca en el silencio de los bienaventurados La plegaria por las
cosas terrenas y la oración de intercesión quedan aquí en segundo plano

II 1 En el AT la oración desempeña un papel decisivo Esto esta en conexión con el hecho de que lo
característico y lo esencial de Israel es la relación con su Dios De aquí que toda la historia de Israel este penetrada
y sostenida por la oración, en todos los puntos importantes de esta historia aparece el hombre en conversación con
Dios Por otra parte, no es necesario que aparezcan las expresiones específicamente hebreas que significan orar u
oración, a saber, 'atar, orar, suplicar, o palal orar, suplicar y t'phúlah, oración A menudo el proceso del que
hablamos es descrito simplemente con los vocablos hablar, clamar, gritar, o también gemir, suspirar y llorar (que
son el signo de una participación interior cada vez mayor) Que el orante veterotestamentano, en medio de la
intensidad de su oración no olvidaba nunca que estaba hablando con el Dios santo y omnipotente (lo cual solo se
hacia posible para el en virtud de la gracia y de la bondad de Dios que permitía esto al nombre), lo muestra el
termino hebreo histahawah (hitp de sáhah), que se utiliza muchas veces y significa propiamente echarse a los pies,
postrarse (ante una persona de jerarquía superior) (cf art -> npoaKvveco [proskyneo]) Con ello se da a entender
también la postura en que, por regla general, se hace oración (si bien también aparecen testimonios siobre la
oración «de rodillas» Por consiguiente, la actitud interior del que ora resulta ser siempre una actitud de
—» humildad Aparte de esto en el AT encontramos un gran numero de expresiones cuyo significado es «i de oración
de alabanza o de acción de gracias p ej el conocido termino halal, alabar ensalzar, glorificar (Hallelu-ya alabad
al Señor, ya Yahve), y una sene de palabras que todavía intensifican la idea de alabanza alborozarse, gritar de
jubilo, cantar (a menudo acompañándose de instrumentos, -> acción de gracias)

2 La oración veterotestamentana se caracteriza porque va dirigida a un Dios que es el Dios de Israel, pero a
la vez es también el Señor de todas las naciones y del mundo entero y se ha revelado como tal a su pueblo (1 Re 8,
22 ss, 2 Re 19, 15) Por eso el israelita ora siempre ante todo en cuanto miembro de su pueblo y no en cuanto
individuo (Sal 35,18,111 1) y sabe cual es su falta ante Dios Sabe también que Dios escucha sus oraciones cuando
están de acuerdo con su voluntad (Sal 17,6 s), ciertamente, el conoce también la tentación y la duda, pero estas solo
son posibles ya a partir de aquel fundamento Por otra parte, es consciente de que ante este Dios (santo) su oración
no puede ser meramente una obra piadosa a la que Dios habría de dar su bendición (es típico a este respecto el
contraste entre la oración del profeta Elias y la de los sacerdotes de Baal, para quienes la «oración» se ha
degradado en una técnica para manipular a su dios por medio de la palabra 1 Re 18,26) Por ultimo, es consciente
de que Dios es persona, por eso su oración tiene rasgos totalmente personales y es concreta El israelita ora
consciente de que esta hablando realmente con Dios y no invoca a un Dios mudo (Gn 18,22-33,1 Sam 1,10 s, Sal
77,1-11) Esta conversación con Dios puede llegar a convertirse en un autentico forcejeo, sobre todo en la oración
de intercesión o de suplica (Ex 32,11-14, Nm 14,13-21, Dt 9, 26-29, Neh 1 4-11) Por otra parte, son características
las razones en que se apoya el que ora invoca las -> promesas de Dios, le recuerda a Dios las acciones salvificas
que ha realizado hasta ahora, sobre todo la -> elección del pueblo y su liberación de Egipto (-> salvación), apela a
la -» gloria de Dios, a su mismo ser, que es todo -» paciencia, -> gracia y -» misericordia (cf los pasajes citados en
ultimo lugar)

Ademas, el orante da gracias a Dios por las maravillas que ha realizado a lo largo de la historia de su pueblo
(Sal 105,106) y le pide que siga guiandole y que le preste ayuda en todas sus necesidades Asi pues, la oración y la
acción de gracias pueden abarcar todo aquello que es necesario para la vida material y para la salvación del
hombre, tanto del individuo como de la colectividad Asi, toda la vida del individuo y de la comunidad adquiere
una orientación permante hacia Dios a través de la oración

A veces se menciona el -» ayuno como algo que confiere mas fuerza a la oración (Neh 1 4, Esd 8, 23, Jl 1,14 2,
12 15-17 Jer 14, 12), quiza se le considera ante todo como expresión de una actitud humilde y arrepentida ante
Dios, la cual ha de ser siempre condición previa para la oración


219 (npoaEDxofiai) Oración

3. La oración no está ligada a ningún lugar determinado de culto, sino que puede hacerse en cualquier parte
(Gn 24,26 s 63), si bien se suele hacer naturalmente en los santuarios y más tarde en el -> templo de Jerusalén sobre
todo

4. Ya el AT distingue entre la oración auténtica y la no auténtica y basa esta distinción en que la oración
auténtica es una oración «del corazón», es decir, que se realiza con todo el ser, de tal manera que el hombre pone
ante Dios la totalidad de su existencia y la somete a él (Jer 29, 12 ss) En cambio, la oración inautentica es una
oración meramente externa, es decir, una oración que sólo consiste en repetir palabras y fórmulas hechas y que
olvida la entrega, el sacrificio del «corazón» y de la vida en aras de Dios y de su voluntad o lo realiza de un modo
puramente formalista, sin ajustarse realmente a la voluntad auténtica de Dios, que se manifiesta p ej en sus
mandamientos (Is 1, 15 ss, 29, 13, Am 5, 23 s).
Por eso el AT conoce también los obstáculos que hacen difícil, cuando no imposible, el que la oración sea
escuchada, p. ej la desobediencia (Is 1, 15-17; 59, 1 2, Dt 1, 43-45), la falta de amor al prójimo (Is 58, 3-10), la
injusticia (Mi 3, 1-4)

Las características de la oración veterotestamentana aquí descritas se pueden observar sobre todo en los
salmos, que son una recopilación única de las plegarias cultuales y de las individuales

5 La oración también juega un importante papel en la religiosidad del judaismo tardío. El ayuno y la oración
son los ejercicios piadosos más notables Mientras que en la época de Jesús existía aún una gran variedad de
oraciones, tanto con respecto a la forma como en cuanto al contenido —como lo demuestran las oraciones
halladas en los textos de Qumrán—, desde fines del siglo I d G, la ortodoxia farisaica ha empezado a reglamentar
también la piedad devocional _Esto no sólo afecta a las oraciones empleadas en el culto de la sinagoga, entre las
cuales el S'ma' (Dt 6,4 ss) y el S'mone Esre (18 plegarias, que se refieren, sobre todo al bien espiritual del individuo
y de la comunidad) se remontan a una época anterior, sino también a la oración privada (se llevaban filactenas en
el brazo izquierdo y en la frente, a las cuales iban sujetas cápsulas que contenían pequeños rollos de pergamino con
textos bíblicos, con ello se interpretaba —erróneamente— a la letra el texto de Dt 6, 8) Existe una notable
uniformidad entre las plegarias tradicionales en uso entre los rabinos La oración llevaba también la impronta de
la idea de mérito que impregnaba toda la religiosidad

III Proseúchomai aparece en el NT 85 veces, proseuché 37; ambos vocablos se
encuentran con mucha frecuencia en los Hechos. En cambio estas palabras están
ausentes en el evangelio y en las cartas de Juan. La forma simple eúchomai sólo aparece
en el NT en 6 ocasiones (Hech, Pablo, 3 Jn) y el vocablo euche en 3 (Hech y sant).

1. a) El NT recoge el concepto veterotestamentario de oración en todos sus
aspectos y lo orienta hacia la oración de Jesús, de la cual se habla continuamente en él (cf.
2a), y que por su parte toma algunos elementos de la oración y de la mentalidad
veterotestamentarias. La oración neotestamentaria se dirige a Dios o a Jesús, a quien se
le llama «Señor» (Kyrios). Son especialmente significativos a este respecto los pasajes en
que aparece el verbo adorar (-> TipooKvvéco [proskynéo]). Pero también npoGEÓxsoSai
[proseúchesthai] puede dirigirse a Jesús (p. ej. Ap 5,8; Hech 9,39 s; también en Hech 9,11
la oración se refiere a Jesús, ya que aquí se quiere hacer resaltar algo radicalmente nuevo
en la vida de Pablo). Con ello queda bien claro que la comunidad primitiva considera a
Jesucristo como a su «Señor» y cabeza viviente, que, a través de la muerte, ha llegado a la
vida (-» resurrección). Por tanto, y al igual que ocurría durante su existencia terrestre, se
puede establecer con él un contacto vivo, personal, y se puede mantener con él un diálogo
(cf. Hech 9, 10-16; 2 Cor 12, 8 s). De aquí se deduce que la auténtica oración no ha de
entenderse como un monólogo, sino como un diálogo en el que el orante aprende
también a escuchar en silencio la palabra y el mandato de Jesús. Por consiguiente, en el
NT la oración es también algo muy personal y concreto, un auténtico diálogo con Dios o
con Jesucristo. Y puesto que el hombre religioso del NT conoce la paternidad de Dios de
un modo aún más claro que el del AT, su oración nace de una confianza filial que se
manifiesta también en el modo de dirigirse a Dios llamándole «Padre» (algo característico
del NT), tal como Jesús enseñó a sus discípulos (Mt 6, 6-9; Le 11, 2; Ef 3, 14 s; o el
vocablo arameo Abba: Rom 8,15; Gal 4, 6). Justamente aquí aparece con toda claridad el
contraste entre el concepto neotestamentario de oración y el del judaismo tardío.

b) La certeza inconmovible que tiene el que ora de que su oración será escuchada
(cf. art ahéw [aitéój) es mayor aún en el NT que en el AT, pues se funda en la
experiencia del amor paternal de Dios en Jesucristo Jesús ha fortalecido conscientemente
esta certeza que procede de la fe y ha anunciado que no será vana (p. ej. Me 11,24: «Creed
que os lo han concedido»). Esta certidumbre tampoco se deja conmover por experiencias
contrarias (según las cuales Dios parece no escuchar la oración), de tal manera que se
llegue a dudar del amor paternal de Dios o de la fuerza de la oración (Jesús en
Getsemaní)

c) El poder de la oración es grande cuando se hace de un modo conveniente- en ella
se expresa la -»• fe que justifica (Le 18,10.14); esta oración otorga el Espíritu santo (Le 11,
13), clarifica sobre el camino a seguir (Me 1, 35-39), a través de ella el orante recibe la
armadura de Dios, pues la oración es realmente el camino a través del cual el discípulo
obtiene todos los dones espirituales. Es, por decirlo así, la mano que el hombre tiende y
Dios Oena (Ef 6,17-20) Así, la oración adecuada supera toda inquietud (Flp 4, 6). Pero a
la vez es también una lucha con los poderes del mal y de las tinieblas (Rom 15,30; Col 14,
12; cf. Mt 6, 13)

Por otra parte, el NT conoce también los obstáculos que pueden hacer que la oración
sea inoperante: la licencia y la falta de amor (1 Pe 3,7; Sant 4,3), la duda y la incredulidad
(Sant 1, 5-7), la intransigencia (Mt 5, 23 s, Me 11, 25)

d) En cuanto a su contenido, la oración neotestamentana puede abarcar desde las
cosas más pequeñas hasta las más grandes, desde las peticiones cotidianas hasta la vida
eterna El mejor ejemplo de esto es el padrenuestro (Mt 6, 9 ss y Le 11, 2 ss). Aquí, la
suplica por el pan cotidiano y, por tanto, por todas las necesidades de cada día aparece
entre la plegaria por la venida del reino de Dios y el cumplimiento de su voluntad, por
una parte, y la súplica por el perdón de los pecados, por la preservación en medio de la
tentación y por la liberación de toda maldad (-> malo) y también del mal personificado
(cf. art novtjpÓQ [poneros] III, 2b), por otra. Evidentemente, el hecho de que el padrenuestro
comience con las súplicas que se refieren a Dios, a su voluntad, a su reino y a su
nombre tiene un significado En Mt 6, al igual que en Le 11, el padrenuestro aparece en
medio de una sene de consideraciones mas amplias sobre el modo de orar rectamente
(Mt 6, 5-15, Le 11, 1-13) es necesario hacerlo con sencillez, recogimiento, constancia
confiada y paciente, y obediencia

e) Al igual que en el AT, las diferentes clases de oración son la plegaria de
intercesión, cuya eficacia ponen de relieve Pablo y Santiago, sobre todo (Rom 15, 30; 1
Tes 5, 25, 2 Tes 3,1, Sant 5,14-18) y que debe extenderse a todos los hombres, incluso a
los enemigos (Mt 5, 44), la oración de alabanza y de -• acción de gracias (art aivéco
[aineo] y art. eñxapiaxém [eucharistéó]) y la adoración (que se dirige a Dios mismo y no
se refiere a sus dones, sean terrestres o espirituales, cf. sobre todo el Ap) Se dice a menudo
que la oración ha de ser incesante (p. ej EKXBVÓX; [ektenos], Hech 12, 5; 1 Pe 1, 22, cf.
también -> paciencia, art tcaptepéca [karteréó]) Esto quiere decir que el cristiano debe
vivir siempre en la presencia del Señor y en diálogo con él, es decir, orientado continuamente
hacia él (Col 4, 2 y passim).

La postura de plegaria era o bien de rodillas (Hech 21, 5; Ef 3,14), de tal manera que a
veces se postraba uno sobre su rostro (Mt 26, 39), o bien de pie (Me 11,25; Le 18,1113) y
en ocasiones levantando las manos (1 Tim 2, 8) La oración comunitaria parece haber
sido comente en la primitiva cristiandad, tanto en el culto (1 Cor 11, 4 s, 14, 13-16 26)
como en círculos más reducidos (Mt 18,19, en donde Jesús hace una promesa especial a
la oración hecha en común, Hech 2, 46 s, 12, 12), si bien la oración individual continúa
siendo la fuente de todas las demás (Mt 6,6; la oración retirada de Jesús- Mt 14,23, Me 1,
35, Le 5,16,6,12,9,18). Sin duda había también fórmulas para orar; pero no se ajustaban
a un esquema rígido, como lo demuestra el hecho de que existan dos variantes del
padrenuestro (Mt 6, 9 ss; Le 11, 2 ss).

2. La oración en cada uno de los autores neotestamentarios
a) Es curioso el uso frecuente de proseúchomai en los escritos de Lucas. Para Lucas,
la oración es una manifestación capital de la fe y de la vida cristianas. Para él, Jesús es el
modelo en quien debejnspirarse el que ora (Le 11,1). Las ocasiones más importantes de
la vida de Jesús y de sus apóstoles, así como de su iglesia, se caracterizan porque en ellas
se adopta ante Dios una actitud de oración; todas las decisiones importantes se toman a
partir de la oración (Le 3,21 s; 6,12 s; 9,18.28 ss; 22,44; 23, 34; Hech 1,14.24 s; 6,6; 9,11;
10, 9; 13, 3). El hecho de que la oración fuese experimentada como un auténtico diálogo
con Dios nace de una realidad: los que hacen oración reciben a menudo instrucciones
muy concretas de Dios (p. ej. Hech 10, 9 ss.30 ss; 13, 2).

b) En Juan no aparece nunca el grupo lingüístico de eúchomai. Cuando se habla de
la oración de Jesús (como p. ej. en Jn 11,41; 17,1), se utilizan los vocablos que expresan la
idea de hablar y de conversar y sólo se los califica haciendo notar que Jesús eleva sus ojos
al cielo. Por otra parte, es sorprendente el hecho de que Jesús habla casi siempre con su
Padre celestial partiendo de una situación concreta y lo hace públicamente, sin retirarse
especialmente para hacer oración (esto aparece con toda claridad en Jn 12,27 s). Con ello,
Juan pone de manifiesto que Jesús está en contacto permanente con Dios, de tal manera
que la oración no supone para él un acto especial; Juan entiende la totalidad de la vida de
Jesús como oración. Pero al mismo tiempo pone de relieve la singularidad de la relación
de Jesús con Dios subrayando que él nunca hace oración juntamente con sus discípulos.

c) Pablo subraya, ante todo, que la auténtica oración ha de hacerse en el espíritu
(Rom 8,15.26; Gal 14,6; en ambos pasajes Pablo emplea —junto a proseúchomai en Rom
8, 26— el verbo tcpáC,co [krázo], gritar, clamar, que aquí expresa la libertad, el gozo y la
confianza de la oración que proceden de la conciencia de ser hijos de Dios). Por
consiguiente, no nace de las posibilidades humanas ni puede considerarse como una obra
meramente humana. Al igual que la fe, de la cual procede y con la cual casi se identifica, es
un don de arriba (cf. también Ef 6,18: orar en el espíritu). Para Pablo, la oración es, a fin
de cuentas, una conversación del -» espíritu que habita en el creyente y que lo «mueve»
(Rom 8, 14), con el mismo Dios, que «es espíritu» (2 Cor 3, 17; cf. Jn 4, 23 s). Por eso la
eficacia de la oración tampoco depende de las dotes de persuasión del hombre ni de una
determinada condición interior. El apóstol subraya más bien que la oración en el espíritu
da testimonio de la certidumbre de la salvación y a la vez la corrobora (Rom 8, 16).
Cuando Pablo, en otro pasaje, dice que da gracias a Dios «por Jesucristo» (Rom 1, 8; 7,
25), se refiere a lo mismo.

Pero Pablo conoce también un orar en el espíritu que rebasa los límites del discurso
humano y las fronteras de la comprensión del hombre: el llamado orar en lenguas o en el
espíritu (1 Cor 14,14-16). No obstante, deja bien claro que él pone la oración comprensible
para todos por encima de la oración en lenguas (1 Cor 14, 19; cf. -» lengua), ya que
sólo ésta es capaz de edificar a la -> comunidad (-> casa, art. OÍKOQ [oikos]). De todos
modos, Jn 4, 23 s («adorar en espíritu y en verdad»: cf. art. npoGKüvéío [proskynéó])
muestra que, también para Juan, lo nuevo de la oración cristiana es que es una oración en
el espíritu.

d) A este respecto, Sant 5,13 ss merece una mención especial: aquí se dice, por una
parte, que la oración ha de acompañar toda la vida del cristiano, tanto en los días buenos
como en los malos y que el cristiano ha de presentar ante Dios en la oración, por así
decirlo, todo lo que le ocurre y le toca en suerte; por otro lado, la oración, juntamente con
la imposición de manos, la unción con óleo y la confesión de los pecados, es recomenda
ble para los enfermos. Por otra parte, la -> imposición de manos («orar sobre él») y la
unción (-»• ungir) con óleo son concebidas como una concretización y una expresión
gráfica de la oración en cuanto algo que actúa sobre el individuo; el papel que tiene aquí
la confesión de los pecados es el de remover los obstáculos que dificultan la oración.
Finalmente, proseuche aparece en Hech 16,13.16 (sólo aquí) con el significado de sitio de
la oración.

H. Schónweiss


npooKvvéü) [proskynéo] adorar, postrarse; npoffKDvnzr¡Q [proskynetes] adorador

I Según la mayoría de los investigadores, el significado fundamental de proskynéo es besar. El prefijo muestra
su conexión con representaciones cultuales prehelénicas: en los relieves egipcios están representadas personas en
actitud de adoración que con la mano extendida lanzan un beso a la divinidad (npoa- [pros-]) Entre los griegos
proskynéo es un término técnico que designa la adoración de los dioses o la religión y tiene el significado de caer de
rodillas, postrarse, venerar postrado Probablemente se llegó a este significado, porque para besar la tierra (cf la
divinidad tónica) y los ídolos había que postrarse Más tarde, proskynéo fue utilizado también en relación con la
divinización del soberano y con el culto romano al emperador Ademas del acto externo de la genuflexión y de la
adoración, proskynéo puede designar análogamente la actitud interior de respeto y humildad.

II En la versión de los LXX proskynéo traduce los términos hebreos histahawah (hitp de saháh) y (casi
únicamente en Dn) ságad, el significado fundamental de ambos es inclinarse, encorvarse, hacer una reverencia
Mientras que en griego proskynéo es generalmente transitivo, en los LXX falta casi siempre el acusativo
correspondiente En su lugar aparece una constricción preposicional (que traduce un giro con V) en tierra (con éní
[epí] Gn 18, 2 y passim), ante el pueblo (con évavu'ov [enantion] Gn 23, 12 y passim), ante Dios (con évomiov
[enópion] Sal 22, 28, ante su santo templo (con npoi [pros] Sal 5, 8); también aparece en lugar de esto una
construcción con dativo (Gn 24, 26 y passim). Este semitismo delimita la adoración de Yahvé de toda adoración
pagana y más o menos panteísta de los dioses Pues el Dios de Israel no es adorado mediante imágenes y, por
COIlSlgUieilte, tampOCO puede Ser adorado «palpablemente» No obstante, este vocablo conserva siempre el
significado concreto de «inclinarse», solo que esto es entendido como una inclinación ante la voluntad del Altísimo
(cf. Ex 12,27 s s) Al igual que el acto de juntar o cruzar las manos y los brazos expresa el recogimiento del que ora,
y de la misma manera que el acto de levantar las manos expresa la actitud de súplica, la inclinación del cuerpo
simboliza la inclinación ante la voluntad de aquél a quien se dirige de este modo Cuando proskynéo se refiere a
hombres supone siempre una actitud de veneración ante aquél que tiene mayor jerarquía o cuyo poder es superior
(cf 2 Sam 18, 21) De todos modos siempre había limites a este respecto, como lo muestra Est 3 (cf v 2 y v 5), en
donde un judío, en peligro de muerte, se aviene a prosternarse ante un príncipe pagano

III 1. En el NT el término aparece 59 veces, de las cuales 24 en Ap y 11 en el
evangelio de Jn, 8 en Mt («el evangelio del rey»). El significado veterotestamentario del
vocablo es recogido y ampliado. Aquí proskynéo (construido con dativo o acusativo sin
que exista diferencia en cuanto al significado) sólo se utiliza en relación con Dios o con
Jesucristo (en Mt 18, 26 el rey también es un símbolo de Dios). En Hech 10, 25 s; Ap 19,
10; 22, 8 s se declara explícitamente que la adoración sólo ha de prestarse a Dios, no a los
apóstoles (Pedro) ni siquiera a los ángeles. Por eso, en todos aquellos pasajes en donde se
adora a Jesús, se da a entender de un modo expreso o tácito que Jesús es el rey (Mt 2,2), el
Señor (Mt 8, 2), el Hijo de Dios (Mt 14, 33), que posee la plena potestad divina (p. ej. Mt
14, 33; Me 5,6; 15,19). Por eso la actitud de adoración va unida a menudo a la súplica en
medio de la tribulación, y la corrobora; pero además es signo de la fe firme y confiada en
el auxiliador y salvador divino (p. ej. Mt 8, 2; 9, 18; 15, 25). En Jn 9, 38 la postura de
adoración es realmente el signo, la concretización de la fe: creer significa adorar a Jesús,
reconocerle como el Señor, prestarle acatamiento como a rey que es. De aquí que la
adoración se preste ante todo al Señor Jesucristo y glorificado (Mt 28, 9.17; Le 24, 52).

Cuando en Mt 4,9 (Le 4,7) el diablo, invirtiendo el verdadero orden de las cosas, pide
a Jesús que se prosterne ante él y le adore, demuestra claramente que él es el gran
adversario y antagonista de Dios, el que se arroga para sí lo que sólo a Dios pertenece
(Mt 4,10; Le 4, 8) y el que intenta trastornar así todos los planes y disposiciones de Dios.

2. En conexión con esto, la postura de adoración se convierte en un signo de la
actitud religiosa fundamental del hombre: su actitud de adoración muestra quién es su
Dios, si el verdadero Dios o los ídolos y demonios, o el mismo Satán (cf. Ap 9, 20; 13,
4.8.12 y passim); pues la relación del hombre con Dios se expresa de un modo especial en
la adoración, sobre todo en la oración. De aquí que la llamada al arrepentimiento pueda
adoptar la forma de un «¡adorad a Dios!», es decir, reconoce su poder creador y su
majestad como juez, su soberanía excelsa y su exigencia (Ap 14, 7). En Jn 4, 23 (la única
vez en que aparece el sustantivo proskynétés) y en el v. 24 dice Jesús que la auténtica
adoración sólo puede nacer cuando el hombre es introducido en el ser de Dios, que es
espíritu y verdad (por medio de Jesucristo y de su espíritu).

3. Cuando proskynéo es utilizado en un sentido absoluto significa algo así como
participar en el culto, hacer oración, adorar (p. ej. Jn 12,20; Hech 8, 27; 24,11). A partir de
aquí, proskynéo ha adquirido en Ap el significado de un tipo especial de oración, la
adoración. En los diferentes himnos de adoración del Ap (4, 8-11; 5, 8-10.12-14; 7,10-12;
11,15-18; 12,10 s; 15,3 s; 16, 5-7; 19,1-7) aparecen bien delineadas sus características: fija
su atención en el mismo Dios (o en Jesucristo), en su ser (no en sus dones, como ocurre en
la oración de acción de gracias) y en su acción a escala universal (creación: Ap 4, 8-11;
gobierno: 15,3 s; 16, 5-7: salvación, 5, 8-10: consumación: 11,15-18). Los himnos alaban a
Dios con giros siempre nuevos, con conceptos y títulos que cambian continuamente, y le
atribuyen los valores y cualidades más elevados (eternidad, omnipotencia, gloria, sabiduría,
santidad, poder, etc.), para intentar —de un modo balbuciente— expresar y confesar
lo que es Dios. A menudo esto aparece bajo la forma de aclamaciones dirigidas al rey:
«¡digno eres!» (Ap 4, 11; 5, 9.12), «¡salud!» (7, 10). Se entremezclan también llamamientos
a la oración (aleluya; amén: 7, 12; 19, 1.3.4). Una atmósfera de grandiosidad llena todos
estos cánticos. En esta adoración ante Dios cesa toda súplica y acción de gracias
meramente humana (cf. Mt 6, 13b).
H. Schónweiss


PARA LA PRAXIS PASTORAL

La oración aparece siempre que el hombre entra en relación con Dios, es decir,
siempre que según la terminología bíblica «cree». De aquí que oración y -> fe tengan los
mismos presupuestos: sólo son posibles porque Dios, abandonando su soledad y su
ocultación, rompiendo su silencio, ha revelado al hombre su ser mismo, su nombre y su
voluntad y le ha hablado. El hombre sólo puede entrar en relación con Dios porque Dios
ha entrado en relación con él en Jesucristo, en quien todo es recapitulado y llevado a su
plenitud. El hombre sólo puede hablar con Dios porque Dios le ha dirigido de antemano
la palabra. En la oración el hombre se sitúa ante la llamada y el ofrecimiento de Dios. Por
eso la oración es, en último análisis, la respuesta del hombre a la palabra de Dios. De aquí
que sólo pueda permanecer viva cuando está unida a la palabra de Dios, cuando brota
continuamente de esta fuente.

Por consiguiente, la oración no es simplemente una reflexión del hombre sobre sí
mismo, sobre su ser y su finalidad, ni tampoco un quedar absorto en sí mismo, en las
profundidades de su propia alma, ni es tampoco (en cuanto oración de intercesión)
primariamente una expresión de su vinculación al prójimo, de su pensar-en-él y, por
tanto, de su fraternidad, sino que tiene como «enfrente» a un Dios vivo y personal, que
escucha, ve y habla Dado que la fe y la oración hacen que Dios sea realmente Dios, es
decir, no ponen ningún límite a su poder ni a su libertad, y dado que ambas están seguras
de la fidelidad y del amor de este Dios, que ha prometido escuchar el clamor del que ora,
la oración sabe que será escuchada, está firmemente convencida de ello (-» oír) Al igual
que la fe, la oración no ve el mundo como un todo cerrado que descansa en sí mismo, sino
que lo considera como abarcado por la acción de Dios, penetrado por su voluntad y por
su espíritu, gobernado por su poder, para el cual no hay nada imposible, para el que ora,
el mundo está abierto a Dios y, por tanto, al milagro que supone el que la oración sea
escuchada. Por otra parte, la certidumbre de que la oración será escuchada no se funda
en supuestos humanos, por ejemplo, en que la oración sea hecha con arreglo a determinados
cánones, sino únicamente en la fidelidad de Dios, que ha prometido que ninguna
plegaria será vana, aunque sólo sea un grito de auxilio en medio de la desesperación Es
sorprendente cómo en el NT los gritos de socorro son escuchados en seguida por Jesús
(Mt 8, 25; 9, 27, 14, 30; 15, 22, Le 23, 42 y passim) Incluso el mismo Pablo dice: «no
sabemos a ciencia cierta lo que debemos pedir» (Rom 8,26), y confia en que «el espíritu en
persona intercede por nosotros» Por tanto, nuestra oración, al igual que la totalidad
de nuestro ser cristianos, no se apoya en nosotros mismos Siempre que oramos, el
-> espíritu de Dios está presente y endereza nuestra oración. En el fondo, nuestra
oración, al igual que la fe, es don de Dios y obra de su espíritu. Siempre que una oración
sube hasta Dios, allí está presente el Espíritu santo

Naturalmente, el que ora es consciente de que Dios no reacciona ante su oración
como un autómata, sino que Dios la escucha a su debido tiempo y de que la manera en
que Dios escucha la oración puede ser muy diferente de las representaciones que se hace
el que ora. No obstante, el confia en que Dios quiere para él lo mejor y le otorgará lo que
Sea Conveniente para SU salvación Ciertamente, el destino puedo deparar situaciones
difíciles, aparentemente desprovistas de sentido, que hagan desfallecer temporalmente la
fe y la oración del hombre o incluso las hagan sucumbir. En ese caso, sólo le queda
confiar en que el mismo Jesucristo intercederá por él (cf. Le 22, 31 s).

Puesto que el creyente no sólo refiere a Dios esto o aquello, sino la totalidad de su
vida, su oración puede tener por objeto prácticamente todas las cosas, desde las
preocupaciones y las alegrías más pequeñas y de todos los días, hasta la preocupación
por su salvación y por la salvación del mundo y la alegría por la consumación y la
bienaventuranza (cf el padrenuestro) Todo puede convertirse en oración. Por eso la
oración muestra una gran riqueza de formas en cuanto súplica presenta ante Dios las
peticiones personales pequeñas y grandes; en cuanto acto de contrición reconoce nuestras
culpas ante Dios e implora su perdón, en cuanto oración de intercesión sale en favor
de los otros, tanto del individuo como de la iglesia y del pueblo, en cuanto acción de
gracias alaba a Dios y le hace patente nuestro reconocimiento y gratitud por todas las
bendiciones espirituales y materiales que ha derramado sobre nuestra vida, sobre la vida
de la comunidad, de la iglesia, del pueblo y de toda la cristiandad, en cuanto adoración se
pone delante de Dios mismo (no ya en actitud de súplica o de agradecimiento por sus
dones) y alaba su nombre y su majestad

La oración es, pues, una extenonzacion vital de la fe, tan estrechamente ligada a ella
que en las primeras comunidades era el signo característico de los cristianos ellos se
autodenominaban «los que invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo» (1 Cor 1, 2;
Hech 9,14). De aquí que sea imposible considerar a la oración como un ejercicio piadoso,
como una obra meritoria (cuyo mérito dependería sobre todo del número de veces que se
recita, por ejemplo, como penitencia después de la confesión), como todavía ocurre en
ciertas corrientes conservadoras de la iglesia católica. Pero también pierde su auténtico
sentido cuando en el cristianismo de tradición evangélica se la considera como una
costumbre puramente formalista y como cumplimiento de un deber religioso.

La oración es más bien la expresión de un vínculo vital y de una relación personal con
Dios y con Jesucristo y aquí es precisamente donde se muestra su fuerza: el hombre ya no
está solo frente a sí mismo, frente a la vida, frente al mundo y sus potencias, sino que él
sabe del trasfondo paternal del mundo, que se ha revelado en Jesucristo, y por eso se
siente seguro en un sentido último. Ya no necesita buscar desesperadamente un sostén en
o dentro de sí mismo o en un objeto, valor o acontecimiento de este mundo, sino que él se
sabe más allá de sí mismo y por eso se siente realmente sostenido. Ya no necesita
proseguir el monólogo de la angustia, que intenta infundirse valor a sí misma, sino que
puede dirigirse a un tú. De esta manera, la soledad queda rota y superada la angustia. Ya
no ve el mundo rodeado por la nada y por el caos, sino abarcado por la fidelidad de Dios
y puede en adelante trabajar dentro de él con confianza y poner en él sus esperanzas.
Oración y acción en el mundo están, pues, íntimamente relacionadas. Pero la una no
puede reemplazar a la otra; la oración no dispensa de la acción, ni ésta de aquélla.

H. Schónweiss
 

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