Tesoro escondido (el) y la perla
DJN
 

El Reino está presente. ¿Por qué, pues, mantienen los hombres una actitud de indiferencia indolente o de abierta hostilidad frente a él? No existe más que una razón convincente: el desconocimiento de la gozosa realidad que significa y realiza el Reino. No puede amarse aquello que se desconoce. Si los hombres lo conociesen pondrían cuanto estuviera de su parte para hacerlo suyo, para poseerlo de una manera definitiva.

Las dos parábolas que vamos a desarrollar conjuntamente son las que mejor reflejan esa realidad misteriosa que busca el hombre, incluso inconscientemente, y en la cual piensa que puede hallarse la clave para la adecuada comprensión de su vida, a la que quiere dar sentido. El hombre de la parábola descubre un tesoro (Mt 13, 44). A primera vista nos llama la atención su manera de proceder. Pudo haberse apoderado de él sin dar cuenta a nadie. Pero prefiere hacerlo por la vía legal. Según el Derecho romano y el judío, al adquirir el campo obtenía también el derecho de propiedad sobre el terreno. La ley judía reconocía al dueño de un campo la propiedad del suelo y del subsuelo.

El Parabolista no tiene en cuenta la posible obligación legal que tuviese el afortunado que había encontrado un tesoro de denunciar el descubrimiento del mismo, que haría partícipe de la mitad al dueño de la finca. Esta dimensión legal perturbaría la finalidad de su enseñanza. La parábola pone todo el acento en el descubrimiento gozoso de aquel tesoro que cautiva a quien lo ha encontrado hasta el extremo de querer poseerlo a toda costa, aunque se vea obligado a vender todo lo que tiene.

El protagonista de la segunda parábola (Mt 13,45-46) es un mercader de perlas. Para los orientales no existe cosa alguna más hermosa y cara que las perlas. Superan con mucho a los diamantes en su estimación. Cuando el mercader de la parábola encuentra una perla de excepcional valor vende cuanto posee para adquirirla. Lo propio del mercader es comprar para vender, buscando el lucro en la diferencia entre lo pagado y la posible ganancia en la reventa. Pero, por esta vez, hay un mercader que no vendería por nada aquello que ha comprado a tan alto precio. La perla comprada se convierte en lo más precioso y valioso en lo que pudiera haber pensado para dar pleno sentido a su vida.

Las palabras decisivas para orientarnos en la interpretación doctrinal del mensaje de ambas parábolas son las siguientes: Lleno de alegría (Mt 13,44, que sirve para ambas). La alegría extraordinaria que conmueve a todo el hombre ante el excepcional hallazgo. Alegría que centuplica sus posibilidades de acción. Alegría que lanza al hombre hacia la posesión de un bien ante el cual todos los demás pierden categoría y valor. Ninguno de sus esfuerzos y renuncias le parecerán excesivos.

Felipe F Ramos