Talión
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La ley del talión, conocida en el código de Hammurabi y aceptada por Israel (Ex 21,23-25). La ley del talión (Lev 24,19-20; Mt 5,38.48) fue necesaria en una cultura primitiva en que la venganza no tenía límite alguno. Cuando fue dada, era una ley verdaderamente "progresista". No debe juzgarse, por tanto, desde la perfección del evangelio. Los mismos judíos se sentían embarazados ante el principio tan horrendo del "ojo por ojo y diente por diente" y, en lugar de aplicarlo al pie de la letra, lo habían cambiado por sanciones pecuniarias.

La ley de talión se basaba en el principio de la retribución: haz lo mismo que te hagan. Jesús niega que sea válido aplicar este principio. Afirma que sus discípulos nunca deben buscar la venganza. Deben, más bien, aceptar la humillación, estar dispuestos a sufrir la injusticia que se les hace y prestar el servicio necesario y requerido. Esto debe ser así desde la voluntad de Dios.

Estas exigencias de Jesús no van en contra del orden establecido en la sociedad. El mismo Jesús se constituye en paradigma: pide explicación a quien le ha herido (Mc 14,48; Jn 18 23) y sufre la humillación; manda incluso a sus discípulos que compren una espada para defenderse de sus enemigos (Lc 22,33) y Pablo apela, para defenderse de la injusticia, a su calidad de ciudadano romano y recurre incluso al tribunal supremo, al César.

El "odiarás a tu enemigo" no está escrito en ninguna parte de la Biblia. La habían deducido los judíos, a modo de conclusión, de la primera parte del mandamiento del amor (Lev 19,18), que se refería a los miembros del pueblo de Dios (los que no pertenecían al pueblo de Dios eran idólatras y, por tanto, enemigos de Dios). Jesús eleva el principio del amor al prójimo a categoría universal, sin hacer ninguna clase de distinción. Así lo exigía la perfección de Dios que consiste en que nuestra vida y actividad constituyan una unidad. Toda para Dios. Sin establecer distinciones ni parcelaciones en el campo de la vida humana.

Felipe F. Ramos