Providencia
DJN
 

SUMARIO: 1. Vocabulario. En el pueblo de Israel. En el Nuevo Testamento. - II. Abandono a la providencia (Mt 6, 25-34; Lc 12, 22-32). 1. Principio general. 2. Primera ilustración. 3. Inutilidad del esfuerzo afanoso. 4. Segunda ilustración: a) Y del vestido. b) «Pues si a la hierba del campo.." 5. Consecuencias sobre la comida y el vestido. 6. Importante conclusión: «Buscad primero el Reino. 7. Ulterior adición de Mateo. - Conclusión.


1. Vocabulario

No es la suerte, ni la casualidad, sino la Providencia de Dios quien dirige los acontecimientos del universo y de la historia humana hacia la meta que ella le tiene señalada. Si bien cuenta con la libertad del hombre que puede oponerse a sus planes y negarse a cumplir con el papel que la Providencia le tiene señalada. Pero la Providencia de Dios se manifiesta de modo singular en la historia de Israel y en la vida y actividad de Jesús.

- En e/ pueblo de Israel la Providencia de Dios se manifiesta ya en su prehistoria (y en la de la humanidad) en el Paraíso en el que, cometido el pecado original, Dios promete la victoria del linaje de la mujer sobre el diablo. Acompañó a Abraham sobre todo en los momentos cumbres de su vida (vocación en Ur de Caldea, acontecimientos en el país de Canaán, sacrificio de Isaac) prometiéndole que en su descendencia serían bendecidos todos los pueblos de la tierra (Gén 12, 3). Providencia singular que se repite con Isaac, Jacob y José. La salida de Egipto, llevada a cabo «con mano fuerte y tenso brazo» (Dt 5, 15), el paso a través del mar Rojo y la conquista de la tierra prometida son pruebas de la Providencia de Dios sobre su pueblo, interpretadas con frecuencia como tales (Jos 24, 1-13; Sal 77. 105. 106). En la etapa de los Jueces, cuando el pueblo se ve sometido a los pueblos vecinos, Dios suscita Jueces-Salvadores que los libera de ellos.

En los tiempos de la Monarquía, frente a la contumacia de no pocos reyes y la malicia de otros, y frente a la tendencia innata del pueblo hacia la idolatría, Dios le envía Profetas con la misión de mantener al pueblo fiel a la Alianza y de ir perfilando la figura del Mesías y del Reino mesiánico. Ellos enseñaron, además, que Yahveh se cuida no sólo de Israel sino también de los otros pueblos (Am 9, 7) y que se sirve de ellos para la realización de sus designios y el establecimiento de su Reino (Is 2, 2-4; 10, 5-14; Jer 25, 8-13; Dan 2, 31-45). Llevado al destierro, por el incumplimiento repetido de la Ley, Dios lo devuelve a la Tierra Prometida, por medio de su «ungido» Ciro (Is 45, 1). En los siglos que preceden a la venida del Mesías, Dios suscita a los Sabios de Israel -etapa sapiencial: desde la vuelta del destierro hasta el siglo 1 a. C.- que suceden a los Profetas como guías religiosos. Son los humanistas religiosos que incluyen los valores humanos en la literatura canónica. Y precursores, a su manera, de los tiempos mesiánicos, haciendo dirigir la mirada al Mesías planteando problemas cuya solución se esperaba de él, con una doctrina moral tan elevada a la que Cristo sólo tuvo que añadir una motivación superior y con la personificación de la Sabiduría con que prepararon la revelación neotestamentaria de la Segunda Persona de la Trinidad.

- En el Nuevo Testamento la Providencia de Dios aparece también de modo singular en Jesús, desde su concepción virginal hasta su gloriosa Resurrección. Haría falta recorrer todas las páginas de los evangelios para ponerla de relieve adecuadamente. Pero nos limitamos a las enseñanzas de Cristo sobre la Providencia del Padre, consignadas en Mt 6, 25-34 y Lc 12, 22, 31.

La consideración previa de los contextos en que ambos evangelistas encuadran sus perícopas nos ayudará a una mejor interpretación de las mismas:

a) En Mt va precedida del v. 24 en el que Cristo declara la incompatibilidad del servicio a Dios y a las riquezas: «No podéis servir a Dios y a Mammón»; Palabra de origen arameo con la que los rabinos designan el conjunto de bienes materiales que posee el hombre más allá de su propia persona. La podemos traducir por Dinero. Habida cuenta del concepto de siervo en aquel entonces no era posible el servicio a dos señores pues suponía el servicio total a su amo. El servicio a las riquezas -no se dice tener riquezas sino servir a las riquezas- supone una entrega total a ellas que no deja el espíritu libre, abierto a los valores espirituales y trascendentales. Algo incompatible con el servicio a Dios exige la entrega total e incondicional del hombre que le pertenece como su Señor que es. Pablo llama «idolatría» a la codicia de bienes temporales cuando se da a ellos el culto que sólo puede darse a Dios. A esta idea une Mateo su perícopa sobre el abandono a la Providencia en la que va a rechazar toda excesiva preocupación y ansiedad por los bienes terrenos.

b) Lucas conecta su perícopa con la parábola -más bien ejemplo que marca pauta de comportamiento para el cristiano- del «rico insensato» (12, 16-21) que, ante una cosecha exuberante, hace sus cálculos para el futuro sin preocuparse del presente. Y a quien Dios dijo: «¡Necio! Esta noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?». A tan desmedida solicitud, Lucas va a oponer, como la únicamente importante la solicitud por el Reino de Dios. Es muy probable que la perícopa de Lucas estuviera unida con la parábola en el texto original. Mateo habría desplazado la suya al Sermón de la Montaña con cuya moral conecta su enseñanza.

II. Abandono a la providencia (Mt 6, 25-34; Lc 12, 22-32)

«De unos principios austeros y rectilíneos, pasa el Evangelio a esas afectuosas reflexiones del Maestro, que saben a coloquio de familia. Su ritmo espontáneo, la vivencia de las interrogaciones, un aliento de profundo sentido poético y humano -gracias al cual la reiteración ilimitada de su lectura nunca marchita la fragancia del primer contacto- clasifican estas líneas en una categoría de estilo inimitable, muy superior al peculiar del primer evangelista. Con poco esfuerzo de actuación en el «sentido de presencia histórica» puede cualquiera alinearse entre los oyentes directos de Jesús «como si presente se hallase» (1. GOMA CIVIT).

El texto de Mt y de Lc provienen de la fuente Q, colección de sentencias de la iglesia primitiva, de la que toman el material discursivo de su evangelio. Y en su conjunto se remonta a la enseñanza misma de Jesús. Sólo él pudo hablar de esta manera, que se expresa, además, no en plan meramente instructivo sino de modo imperativo.

1. Principio general: «Por eso os digo: no andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?» (Mt 6, 25-26; Lc 12, 22). El «por eso» de Mt pone la perícopa en relación con la frase que precede (v. 24) sobre la incompatibilidad del servicio a Dios y al Dinero. Dios reivindica la solicitud del hombre para sí y por eso no puede el hombre vivir angustiado por la comida y el vestido. El «por eso» de Lucas conecta la perícopa con la parábola del «necio insensato» (w. 16-21) que iba dirigida al rico necio absorbido por el aumento y conservación de su gran cosecha; el evangelista se dirige ahora también al pobre, a todo hombre, que vive cada día pendiente de su sustento.

Cristo comienza advirtiendo a sus discípulos que no se afanen el verbo merimnáo no dice sólo hacer planes, sino estar angustiado, preocupado por las cosas terrenas, la comida y el vestido; la preocupación excesiva por ellas llevan al olvido de Dios y su Providencia, al olvido de la salvación de la propia alma. Fundamenta su advertencia, más bien imperiosa, en un argumento «a fortiori», muy frecuentemente utilizado por los rabinos, que va de lo mayor a lo menor: quien da lo más importante que es la vida y el cuerpo, ¿no va a dar también lo menos importante, el alimento y el vestido?

2. Primera ilustración: «Mirad las aves del cielo, no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotras más que ellas?» (Mt v. 26; Lc v. 24). Dios sostiene la vida de los pajarillos que no realizan los trabajos que tiene que poner el hombre para conseguir el alimento y el vestido. Ellos no siembran ni recogen y no les falta el alimento. La nutrición de los pajarillos no es un mero hecho de la naturaleza sino un efecto de la solicitud de Dios por esas criaturillas. Cierto que los pajarillos trabajan en la búsqueda del alimento, pero es la naturaleza creada por Dios la que les proporciona el alimento que ellos han producido con su esfuerzo. Ellos no son modelo sino testigos de la Providencia de Dios.

Pues si Dios se preocupa de que no falte alimento a esas creaturas tan pequeñas, ¡cuánto más se preocupará de proporcionarlo a los hombres, que son sus hijos y que valen inmensamente más que los pajarillos. Decía Rabí Eliecer: «Aquel que tiene un trozo de pan en su cesta y se pregunta, ¿que comeré mañana?, es un hombre de poca fe» (Sota 486). La Escritura testifica que Dios se cuida de que no falte comida a los animales: «Los leoncillos rugen por la presa y reclaman a Dios su alimento... Está el mar lleno de animales, grandes y pequeños,... todos ellos esperan de ti que les des su comida a su tiempo; se la das y ellos la toman, abres tu la mano y se sacian de bienes» (Sal 103, 21-28; cf Sal 146, 9; Job 38, 39-41).

Lucas en lugar de aves del cielo dice «cuervos», que únicamente aparece aquí en el NT. Probablemente es el término original que Mateo ha cambiado por la expresión más genérica de aves del cielo. El término de Lucas es más expresivo. Dice el salmista: «Dios dispensa alimento al ganado, a las crías de cuervo cuando graznan» (147, 9). Y Job constata: «¿Quién prepara al cuervo su comida cuando gritan a Dios sus crías y vagan en busca de alimento?» (38, 41). El cuervo era animal impuro para los judíos y en la antigüedad se los consideraba como animales tan despreocupados que no acertaban a volver a sus nidos y descuidaban a sus hijos. Sin embargo, hasta con estos animales ejercita Dios su Providencia. ¡Cómo no se va a preocupar de los hombres, sus hijos!

¿Y cuando los hombres mueren de hambre, como ocurre en ciertos países en nuestro tiempo? Eso resulta algo accidental que no invalida la norma general. Dios creador ha provisto, y abundantemente, alimento para los millones de habitantes que pueblan el orbe terráqueo. Con lo que sobra en los países ricos se podría alimentar debidamente a los países empobrecidos. Son los hombres, con su ambición y codicia, con su falta de solidaridad y amor al prójimo, los que provocan las situaciones que padecemos.

La enseñanza de Cristo no es una invitación a la pasividad en el trabajo. El trabajo del hombre entra dentro de los designios de Dios (Gén 3, 17-19). Cristo trabajó en el hogar de Nazaret. Y Pablo exhortaba a los tesalonicenses en el nombre de Jesucristo a que trabajasen con sosiego para comer su propio pan» (2Tes 3, 7-12). Ni a una falsa confianza esperando que Dios proporcione el alimento sin el trabajo adecuado. «La «segura confianza filial» a que exhorta el Evangelio no es una efusión de sentimentalismo ni un disimulado contrato comercial con Dios; es la fina punta del espíritu del «pobre de Yahveh» que en su situación concreta, connaturalmente «aflictiva», respira la serena atmósfera de la Fe, sintiéndose conducido en su vida por la mano del Padre. y así acepta sin «congojas» el bien y el mal (cf v. 33) de cada día, cierto de que todo le viene en la exacta proporción que le ha medido la «Providencia» divina que tiene por nombre Amor» (ISIDRO GOMA CIVIT).

3. Inutilidad del esfuerzo afanoso: «Por lo demás, ¿quién de vosotros puede añadir un solo codo a la medida de vuestra vida» (Mt v. 27; Lc v. 25). Este versículo introduce un pensamiento nuevo que interrumpe la ilación entre los vv. 26 y 28. Pero se adapta al tema general: la solicitud afanosa por el alimento y el vestido no es solamente una falta de confianza en la Providencia de Dios, sino que no tiene objeto, porque con ella no se consigue nada fuera de la Providencia de Dios. El término helikía puede significar estatura o edad. Los judíos probablemente utilizaban el «codo» egipcio que equivalía a medio metro; en los griegos aparece como medida de longitud (46,2 centímetros), pero algunos autores lo utilizan con sentido temporal. Son posibles dos interpretaciones: las versiones antiguas, también la Vulgata y algunos comentaristas modernos, como Ulrich Luz, interpretan en el sentido de «estatura»: ¿quién puede añadir medio metro a su estatura? Pero sería añadir algo extraordinario. El contexto y el v. 26 de Lucas, que suponen la añadidura como algo realmente pequeño, hacen más probable la interpretación en el sentido de duración de tiempo: ¿quién puede añadir a la duración de su vida (a su edad) señalada por Dios un breve espacio de tiempo? En todo caso la idea fundamental es clara: Sólo Dios puede incrementar la propia estatura o prolongar la vida. Esta afirmación intercalada «denota un talante de resignación a diferencia de las dos imágenes. Ningún ser humano puede modificar la medida que Dios le ha señalado» (ULRICH LUZ).

Lucas añade: «Si pues no sois capaces ni de lo más pequeño, ¿por qué preocuparos de lo demás?» (v. 26). En efecto, si la capacidad humana, por sí misma, es incapaz de las cosas más pequeñas, será algo inútil preocuparse de las demás cosas. Además la solicitud angustiosa por las cosas terrenas puede ser obstáculo para la orientación total de la vida al Reino.

4. Segunda ilustración:

a) Y del vestido ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo

crecen, no se fatigan ni hilan. Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos» (Mt vv. 28-29; Lc v. 27). El v. 28 continúa el pensamiento del v. 26, con una imagen más detallada que refuerza la idea de la primera ilustración. La solicitud angustiosa por la comida resulta infundada. Lo mismo ocurre con la preocupación excesiva por el vestido. Lo demuestras también con una comparación que va de lo menor a lo mayor. El término traducido por «lirios» (krina; la Vulgata: filia agn) se usaba generalmente como designación genérica de las flores -también el término hebreo, shuhan designaba muchas especies- que cubren el campo palestino (anémonas, margaritas, amapolas...) ofreciendo en la primavera galilea un espléndido y maravilloso colorido. Seguramente lo habrían contemplado los oyentes de Jesús en su predicación al aire libre. Los lirios adquieren ese esplendor sin esfuerzo alguno por su parte. Es Dios quien los hace germinar, crecer y brotar sus hermosas flores. Y la belleza de los lirios supera a la de Salomón, tipo proverbial bíblico de riqueza y lujo en sus vestidos (cf 1 Re 9, 26-10, 29; 2Crón 9, 15-18). «De las vestiduras de Salomón a la flor del campo, dice San Juan Crisóstomo hay la distancia de la mentira a la verdad».

b) «Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?» (Mt v. 30; Lc v. 28). La hierba y la flor expresan con frecuencia en la Biblia la caducidad y lo efímero: «Toda carne es hierba, dice Isaías, y todo su esplendor como flor del campo... la hierba se seca y la flor se marchita, pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre» (40, 6-8; cf. Is 37, 27; Job 8, 12; Sal 37, 2; 102, 15). Los pobres de Palestina tenían que utilizar la hierba como combustible. Pues si Dios se preocupa de cosas tan efímeras, dotándolas de tan singular belleza, ¿cuánto más se preocupará Dios de proporcionar a los hombres, sus creaturas predilectas, cuanto necesiten para su vestido? «Notemos de paso, escribe 1. Gomá Civit, la sensibilidad estética de Jesús; apreciar en un lirio del campo mejor calidad de belleza que en los esplendores artificiales de una corte oriental, revela aquella aristocracia artística que antes de ser «Franciscana» fue «Cristiana»».

La acusación «hombres de poca fe» interpela a personas presentes. Lucas sólo emplea aquí esta expresión. Mateo la utiliza más veces (8, 26; 14, 31; 16, 8). Si los discípulos de Jesús no creen que el Padre, que se preocupa de cosas tan pequeñas, tendrá un cuidado mayor por ellos denota que carece de debida fe en la Providencia de Dios. Estas comparaciones denotan la cercanía de Jesús a la naturaleza, de la que tantas veces se vale para ilustrar a aquellas gentes sencillas de Galilea su doctrina evangélica.

5. Consecuencias sobre la comida y el vestido: «No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué nos vamos a vestir? Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo ello». Habida cuenta de la Providencia segura de Dios, los discípulos deben confiar en ella y liberarse de búsqueda angustiosa del alimento y del vestido. Pero ahora añade una doble motivación para esa actitud. Ellos no son paganos, sino hijos de Dios. Los paganos que no conocen a Dios y su Providencia se esfuerzan por conseguirlas cosas de la tierra pensando que el éxito depende únicamente de su propio esfuerzo. Pero la experiencia dice que tal actitud produce un desasosiego que no deja vivir tranquilo. Los discípulos de Jesús no pueden obrar de esa manera. Equiparar su conducta a la de los paganos tenía que hacer fuerte impacto en los discípulos y ofrecía un poderoso motivo para evitar su conducta.

Además, el discípulo tiene que saber que el Padre celestial conoce todas sus necesidades, aun antes de que se sean expuestas, y saldrá al encuentro de ellas. La completa confianza en Dios y no la propia laboriosidad es lo que librará a los discípulos en desasosiego e intranquilidad y les facilitará la entrega a la causa del Reino. Y esa confianza tiene su seguridad en la palabra de Cristo. Ya hemos indicado que Cristo no quiere que rehuyamos el trabajo de cada día, deber humano y cristiano, sino el afán y desasosiego en la búsqueda del alimento y el vestido, sin contar con la Providencia del Padre. Por lo demás, no está mal recordar que la Historia de la Iglesia puede presentar ejemplos de personas e instituciones benéficas que, sin contar con medios de subsistencia y confiados totalmente a la Providencia de Dios, hallaron personas que movidas por el espíritu cristiano les proporcionaron cuanto precisaron para sus fines benéficos cristianos. Esto ocurrió a Cristo durante su ministerio público (Lc 8, 1-3).

6. Importante conclusión: «Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas las demás cosas se os darán por añadidura» (Mt v. 33; Lc v. 31, que dice «ante todo», en lugar de «primero»). Después de unas precedentes advertencias formuladas negativamente Mt y Lc añaden esta afirmación tajante: la principal obsesión del discípulo de Cristo ha de ser la búsqueda del Reino de Dios. Cristo había enseñado en el «Padre nuestro» que pidiéramos la venida del Reino (Mt 6, 10; Lc 11-2). Oración que precede en ambos evangelistas a la exhortación a confiar en la Providencia. El mismo verbo (dsetein) utilizado para describir la búsqueda afanosa de los paganos por los bienes terrenos se utiliza aquí para expresar el afán con que debe buscar el discípulo el Reino. El «primero» de Mateo no tiene sentido cronológico, como si después de buscar el Reino, el discípulo tuviera también necesidad de buscar las cosas terrenas. Expresa el valor supremo en la escala de valores. Mateo, en consonancia con un tema fundamental de su evangelio, añade «y su justicia», que significa el cumplimiento de la voluntad de Dios, que es lo que decide la entrada en el Reino (5, 20; 7, 21). En su presentación del «Padre nuestro» a la petición de la venida del Reino, sigue el «hágase tu voluntad» (6, 10). «La yuxtaposición de Basileia y dikaiosíne corresponden a la segunda y tercera petición del Padre nuestro; sólo que aquí aparece en primer plano la tarea del hombre y allí la acción de Dios en favor del hombre y por medio del hombre, cuando el hombre le suplica. La acción del hombre implica la acción de Dios: Dios fundará su Reino y ya desde ahora otorgará el alimento y el vestido a sus discípulos a modo de prenda» (ULRICH Luz).

«Todas las demás cosas se os darán por añadidura», la comida, el vestido, los bienes temporales. El «se os darán» es un pasivo divino o paráfrasis para evitar el nombre de Dios. Es él quien dará todas esas cosas. Quien se entrega a la búsqueda del Reino puede contar con la generosidad de Dios que proporcionará las cosas terrenas que precisa para vivir. Venimos advirtiendo que las recomendaciones-mandatos de Jesús no eliminan el trabajo cotidiano sino la preocupación desmedida, que quita la paz del corazón, como si todo dependiera del hombre y no de la Providencia de Dios. «Labor exercendus est, solicitudo tolenda», decía San Jerónimo a propósito de Mt 6, 25. Hay que distinguir: el celo activo y preocupación ansiosa (Lápide). El discípulo de Jesús sabe también que vivir del Evangelio no garantiza una vida sin fatigas por el hecho de buscar sólo el Reino. San Pablo buscó el Reino y tuvo que soportar las más duras fatigas y pasar hambre. Pero sabe que todo viene del Padre y que todo contribuye a la expansión del Reino.

7. Ulterior adición de Mateo: «Así pues, no os preocupéis del mañana; el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal» (Mt v. 34). La perícopa sobre el abandono a la Providencia tiene su conclusión en la intimación tajante y lapidaría en la intimación a la búsqueda del Reino. Esta advertencia sobrecarga la ordenada estructura semita de la perícopa. Se trata de una constatación del estilo sapiencial que Cristo debió pronunciar en otra ocasión. Lucas la omite. Mateo la unió a la perícopa sobre el abandono de la Providencia y no carece de relación con ella. Es un consejo proverbial de vida práctica que se encuentra también en las literaturas judía, griega y romana que recomiendan el «vivir el presente». No es prudente añadir a las preocupaciones del día presente las del día de mañana. Le basta a cada día «su propio mal». El término griego, kakía, designa aquí el trabajo de cada día con sus preocupaciones, sufrimientos y angustias. El hombre tiene bastante con soportar la carga de cada día y enfrentarse con sus dificultades. Además, ¿quién le puede asegurar lo que le espera al día de mañana? Dice el Talmud: «No te preocupes por la inquietud del mañana porque tú no sabes lo que el día traerá» (Sanhedrin 100b).

Pero esta idea universalmente extendida en el mundo antiguo tiene aquí una nueva perspectiva que la libera de su tono un tanto pesimista. Aquí no se trata de un mero consejo de sabiduría práctica: es la confianza en la Providencia del Padre y la búsqueda del reino lo que libera al hombre de la angustia del mañana. Añadir a la preocupación del momento la angustia del mañana es una falta de confianza en la Providencia de Dios, cuya solicitud no faltará el día de mañana. Del «mañana Dios proveerá» decimos nosotros con sentido cristiano. En consecuencia sumar al agobio del día presente el del mañana no es solo una necedad (perspectiva de la filosofía pagana), sino una falta de confianza en la Providencia de Dios.

Conclusión

La clave última de la interpretación de la perícopa está en Mt 6, 33 y Lc 12, 31: la búsqueda del Reino y el cumplimiento de la voluntad de Dios que es lo único absolutamente necesario pues lleva a la salvación en el Más Allá. «¿De qué vale ganar el mundo entero si se la pone en peligro?», advirtió también Cristo (Mt 16, 26). Las demás cosas tienen una importancia secundaria y hay que subordinarlas al Reino. El hombre fácilmente apega el corazón alos bienes terrenos y se afana por incrementarlos, lo que puede llevar al olvido de lo fundamental. Para librar al hombre de ese afán desmedido y peligroso Cristo le remite a la Providencia de Dios en la naturaleza, que es creación suya. Si Dios la sostiene con su bondad, cuánto más cuidará del discípulo que pone su vida en las manos de Dios y su Providencia amorosa.

¿A quién van dirigidas estas advertencias? Cristo las dirigió a sus discípulos que habían renunciado, como él, a sus ocupaciones profesionales para anunciar el Reino de Dios. Recogidas en la fuente Q seguramente iban dirigidas a los misioneros itinerantes que, imitando a Cristo, extendieron el evangelio más allá de los limites de Palestina. Al consignarlas en sus evangelios Mateo y Lucas, por los años 80-85 las dirigen también a los cristianos sedentarios y a los cristianos de todos los tiempos. ->abba; fe; esperanza; confianza.

BIBL. - IsIDRo GOMÁ CIVIT, El Evangelio según San Mateo, v. 1 Ed. Marova. Madrid 1966, 372-387; JOSEPH A. FITZMYER, El Evangelio según San Lucas, v. 111, Ed. Sígueme, Salamanca 1993, 508-525; ULRICH Luz, GERD THEISSEN, Radicalismo itinerante, en Estudios de sociología del cristianismo primitivo, Ed. Sígueme, Salamanca 1985, 13-40.

Gabriel Pérez