Pobre
DJN
 

En el A. T. el pobre tiene en primer lugar una significación social: pobre es el indigente, el que carece de bienes, el necesitado. Frente a la pobreza hay tres reacciones fundamentales: 1.a La pobreza es considerada como castigo (Prov 3, 10; 15, 6). 2.a La pobreza es un mal social, pues no siempre son castigados con pobreza los malos (Eclo 13, 17-23); al pobre había que protegerle (Lev 25, 35-36; Dt 15, 1-9). 3.a La pobreza es el ideal de la vida (Eclo 31, 5-7). Los «pobres de Yahvé» (heb. anawin: pobres de espíritu, humildes, dulces) son los hombres humildes, religiosos, fieles a la Alianza. El profeta Sofonías identifica el pobre con el justo (Sof 2, 3; 3, 11-13). El primer pobre del N. T. es Jesús, que nace como los pobres (Lc 2, 6-7); que hace en el templo la ofrenda de los pobres (Lc 2, 22-24; Lev 12); que no tenía hogar propio (Mt 8, 19-20); que no tenía dinero (Mt 17, 27); que murió en la más absoluta pobreza, despojado de todo (Jn 19, 23-24); que pidió desde la cruz que alimentaran por caridad a su madre pobre (Jn 19, 27); que fue sepultado en una tumba prestada (Jn 19, 41); que, siendo rico, se hizo pobre por amor nuestro (2 Cor 8, 9). Manifestó su predilección por los pobres (Lc 4, 18; 7, 22). Proclamó bienaventurados a los pobres (Mt 5, 3; Lc 6, 20), indicando que no puede separarse la pobreza material y la espiritual, pues la pobreza de espíritu, si es verdadera, tiende a cristalizar en pobreza efectiva. Los pobres bienaventurados son los pobres en sentido social, que tienen un sentido moral de humildad, de pobreza de espíritu. El prototipo de estos pobres lo encontramos en María, de humilde condición social (Lc 1, 47). Esta humildad de María significa su condición social de pobre y su absoluta y plena disponibilidad ante Dios.

La pobreza, en cuanto exige una vida de cierta austeridad y desprendimiento de los bienes terrenos, es necesaria para todos los cristianos; en cuanto consejo evangélico, se exige a los misioneros y dirigentes de la Iglesia: el apóstol debe ser pobre (Lc 14, 33; Mt 10, 9). De hecho los apóstoles lo dejaron todo (Lc 5, 11), porque así lo exigía Jesucristo (Lc 14, 33); el apóstol debe prescindir en su apostolado de todo recurso material (Lc 10, 4) y confiar plenamente en Dios (Mt 6, 25-33). Jesús no exige a todos la pobreza material, pero a todos impone la ley de la pobreza espiritual, que exige las siguientes actitudes: total dependencia de Dios, sin poner la confianza en apoyos humanos (2 Cor 12, 9-10); plena disponibilidad ante Dios (Mt 11, 25), confianza filial (Mt 6, 25-33), aceptación religiosa de las tribulaciones de este mundo (Ap 2, 9-10), actitud de servicio (Lc 22, 33-34). Quizá, como norma general para todos los cristianos, sigue siendo válido el ideal de los Proverbios: "no me des ni pobreza ni riqueza; concédeme el pan necesario, no sea que, siendo rico, reniegue de Dios, y siendo pobre, profane su nombre" (Prov 30, 7-9).

E. M. N.