Penitencia
DJN


SUMARIO: I. El primer grupo: el verbo strepho (convertirse, cambiar) y sus compuestos. - II. El segundo grupo: el verbo metanoeo, el sustantivo metanoia y su antónimo ametanoetos (impenitente). - lll. El tercer grupo de palabras: el verbo arrepentirse y su antónimo sin arrepentimiento.

La Nueva Alianza presenta tres grupos de palabras para expresar el significado de la conversión, la penitencia y el arrepentimiento. El primer grupo está constituido por strepho (cambiar, volver) y sus compuestos y los sustantivos anastrepho (conducta, manera de vivir) y epistrepho (conversión). El segundo grupo muestra el verbo metanoeo (convertirse), junto con el sustantivo metanoia (conversión, penitencia) y su antónimo ametanóetos (impenitente). El tercer grupo, está representado por el verbo metamelomai (arrepentirse) manifiesta el carácter propio de la conversión, y su antónimo atamelametos (sin arrepentimiento).

Nosotros delimitamos estos grupos de palabras desde el Antiguo Testamento, tanto en la Biblia hebrea, como en la Biblia griega (LXX) y, observamos la literatura helenístico judía, es decir, la literatura apócrifa y pseudoepigráfica y, sobre todo, estudiamos el concepto en Filón y Flavio Josefo. Luego contemplaremos la literatura rabínica. Y al final, el uso y significado de cada uno de estos grupos en el Nuevo Testamento.

1. El primer grupo: el verbo strepho (convertirse, cambiar) y sus compuestos.

a) El verbo strepho

Cuando hablamos del verbo strepho y sus compuestos, nos referimos a los verbos antes mencionados que tienen un significado común: "volver, cambiar, volverse, dar la vuelta". Por tanto, el significado expresa el dinamismo de la corporalidad humana o el movimiento espiritual hacia alguien, sea una persona o un objeto. Ahora se trata de ver de manera general el significado de cada uno de estos verbos, comenzando por el verbo strepho.

1. El significado antiguo. El verbo strepho tiene en griego antiguo varios significados: girar, volver, doblar. Más tarde, especialmente en ático se usa como verbo intransitivo. Y la forma pasivo se usa en un sentido medio o reflexivo. Así el verbo strepho se encuentra en Platón, en su obra la República, 8, 518-519 en unión con el mito de la caverna, donde se describe a la educación como un volverse del alma hacia el ser más luminoso, es decir, el bien.

2. La versión de los LXX. La versión griega de la Biblia, los LXX, aparece el verbo strepho cincuenta veces, la mayoría de las cuales es la traducción del verbo hapak (cambiar, convertirse, volver) sobre todo, en su formas qal, niphal e hithpael.

Otras veces traduce a los verbos hebreos galil (volver) en lengua aramea, garar (atraer) en hithpoel, sabab (convertirse, cambiar) en sus formas qal e hiphil, panah (dar la vuelta, volverse, convertirse), súb (volver, regresar, convertirse, hacer volver, volver a ir, volver a llamar, enviar de nuevo) en sus formas qal e hiphil.

3. Filón y Flavio Josefo. Las Antigüedades Judías de Flavio Josefo (Ant 6, 153) afirman que Dios no cambia de opinión, según los enunciados filosóficos y veterotestamentarios (Nm 23, 19; 1 Sa 15, 29), pero en contraste con la idea expresada en el Antiguo Testamento (Jr 26, 13; 42, 10; Ex 32, 12. 14). Filón usa el sustantivo el sustantivo strophe para indicar los hechos cósmicos y el cambio del destino humano.

4. El Nuevo Testamento. El verbo strepho aparece veintidós veces en el Nuevo Testamento, sobre todo San Mateo, San Lucas y San Juan. El evangelista San Marcos nunca emplea el verbo (Mt 5, 39; 7, 6; 9, 22; 16, 23; 18, 3; 27, 3; Lc 7, 9. 44; 9, 55; 10, 22.23; 14, 25; 22, 61; 23, 28; Jn 1, 38; 12, 40; 20, 14. 16; Hch 7, 39. 42; 13, 46; Ap 18, 7. 9). El verbo strepho con matiz transitivo significa volver (Mt 5, 39), devolver (Mt 27, 3), convertir (Ap 11, 6), apartarse (Hch 7, 42). San Lucas emplea la voz pasiva en el evangelio, como ya hemos indicado. Mientras que el libro de los Hechos de los Apóstoles, tiene una forma transitiva o mejor intransitiva, sobre todo, cuando Dios se aleja de Israel y el pueblo abandonó el culto de los astros (Hch 7, 42). En otros pasajes, tanto Pablo como Bernabé indican un cambio de dirección, es decir, dejan a los judíos, para ir a los paganos (Hch 13, 46). El verbo tiene un marcado acento en San Juan, donde sirve para expresar la conversión (Jn 12, 40).

b) El verbo anastrepho (invertir, volver, devolver)

1. El significado en la época antigua. El verbo anastrepho contiene múltiples significados en los filósofos antiguos, Platón, Homero, Aristóteles, sobre todo tiene la acepción de invertir, volver, devolver, retornar, reunirse, habitar, estar ocupado, comportarse, comportarse variablemente. Sabemos que Polibio ha tomado el vocablo de la koiné, en el que también se había difundido el sustantivo.

2. La versión de los LXX. La versión griega de los LXX contiene el verbo anastrepho en ciento veintitrés ocasiones de las que la mayoría traduce al verbo hebreo súb en las formas qal e hiphil (76 veces), cuyo significado es volver, volver a casa, retornar. También traduce otros verbos hebreos como bó' (venir, llegar), nadar (hacer un voto, ofrecer), halak (caminar, ir) en sus formas qal, hiphil e hithpael, hapak (cambiar, trocar, cambiarse, convertirse), yasa' (salvar), asah (hacer), panah (volver), súr (hacer un camino), samem aparece solamente en la forma hiphil (trastornar).

3. El verbo en el Nuevo Testamento. El significado del verbo anastrepho es "volver atrás" (Hch 5, 22), "volcar las mesas de los impuestos" (Jn 2, 15), mientras que San Lucas le da un matiz de inversión, es decir, "volcar" y así Jesús cumplirá la promesa hecha a David, según el discurso de Pedro el día de Pentecostés (Hch 2, 14-36). Las cartas de San Pablo tanto el verbo anastrepho como el sustantivo anastrophe (conducta, manera de vivir) indican el comportamiento que los fieles cristianos han de mantener en la comunidad y del mismo modo se expresan las Cartas Católicas, es decir, la Primera y la segunda de San Pedro, Santiago y San Judas.

c) El verbo diastrepho

1. La época antigua. El verbo diastrepho significa "retorcer", "confundir" y así aparece desde el pensamiento filosófico griego de la antigüedad, sobre todo en el pensamiento de la ética según Aristóteles, así como en la ética de los estoicos, el sustantivo diastrophe era el término técnico para expresar la corrupción moral del hombre empírico. De otra parte la naturaleza del hombre, buena de por sí está dirigida al bien, pero viene distorsionada porlas enseñanzas equivocadas, los malos ejemplos y las influencias ambientales de todo género.

2. La versión de los LXX. La Biblia de los LXX contiene el verbo treinta y seis veces, aunque no traduce un verbo fijo que corresponda a la lengua hebrea, sino que traduce diversos verbos hebreos, como hapak (cambiar, trocar, cambiarse) al que traduce 6 veces, mientras que en veinticuatro ocasiones traduce trece verbos diversos y seis veces sin un vocablo correspondiente en el texto masorético.

3. El Nuevo Testamento. El Nuevo Testamento está determinado por el Antiguo Testamento, es decir, por las distintas acepciones que encontramos en la Vieja Alianza, pero sin excluir la influencia griega. Así es como aparece en siete ocasiones (Mt 17, 7; Lc 9, 41; 23, 2; Hch 13, 8. 10; 20, 30; Flp 2, 15).

d) El verbo apostrepho

1. El significado del verbo en la antigüedad. Homero ya usaba este verbo de manera frecuente y en su forma transitiva o intransitiva significa "distorsionar", "alejarse", "volverse atrás" (II 15, 62; 22, 197).

2. La versión griega de los LXX. La Biblia de los LXX contiene el verbo apostrepho cuatrocientas noventa y cinco veces. Y casi siempre traduce al verbo hebreo súb. Otras veces traduce los verbos hebreos: str (esconderse) en veintinueve veces, sbb (rodear) veinte veces, pnh (volver) doce veces, swg (desviar) ocho veces, sbt (remover) siete veces, sobre todo en forma hiphil, swr (ceder) aparece en seis ocasiones.

3. El verbo apostrepho en Filón y Flavio Josefo. Estos dos historiadores judíos usan el verbo apostrepho con sentidos distintos. Filón lo usa para expresar la lejanía de Dios de los hombres. Por lo demás se mantiene en el cuadro del uso lingüístico veterotestamentario. Flavio Josefo en cambio usa el verbo para poner en guardia al transgresor de un precepto, o al que provee al hombre (Ant 7, 385; 6, 148).

4. El verbo apostrepho en el Nuevo Testamento. La Nueva Alianza da al verbo apostrepho dos significados. El primero en voz activa: "apartar", "devolver a alguien o algo" (Mt 26, 52; Lc 23, 14; Hch 3, 26 Rm 11, 26; 2 Tim 4, 4). El segundo en voz media: "apartarse" (Mt 5, 42; 2 Tim 1, 15), "rechazar a alguien o algo" (Hb 12, 25; Tit 1, 14).

e) El verbo epistrepho

1. El significado del verbo en la antigüedad. Este verbo epistrepho y el sustantivo epistrophe tienen una serie de significados que en gran parte coinciden con los del verbo simple y de los otros compuestos, pero tienden a expresar en mayor medida el contenido positivo. El verbo en sentido transitivo significa invertir, transformar, convertir, volver y errar noche y día sobre la tierra, sobre todo en Hornero y Platón (II 3, 370; Phaedr 274a). En sentido metafórico el verbo significa volver el propio interés a cualquier cosa, prenderse el corazón de alguna cosa, tomar en consideración, prestar atención, atender a. Como sustantivo se encuentra en Aristóteles en el sentido de consideración y atención. Como término técnico de la ontología y de la psicología significa el "retorno al fundamento del ser o a sí mismo" (así en Plotino, Enn 5, 1; 2, 1; 6, 7. 16). El verbo significa también provocar un cambio de opinión, remordimiento en Plutarco (Cat. Min. 14). En un sentido intransitivo expresa, volverse, retornar, mientras que en general el verbo manifiesta cambiar, en el sentido moral o de comportamiento.

2. El Antiguo Testamento. La versión de los LXX presenta este verbo en quinientas setenta y nueve veces, de las que en cuatrocientas ocho ocasiones traduce al hebreo súb. Treinta veces traduce a sbb (volverse), veinticuatro veces traduce a pnh (dar la vuelta) y once veces a hpk (cambiar, volver). Y en veintisiete ocasiones traduce otros verbos diecisiete verbos hebreos.

3. El judaísmo. El verbo epistrepho en la literatura apócrifa y pseudoepigráfica casi desaparece. Aparece sólo en el Testamento de los Doce Patriarcas y concretamente en el Testamento de Benjamín (Test. Ben 4, 1) y también en el Testamento de Isacar (Test. ls 6, 3). El verbo tanto en estos escritos como en Filón y en Flavio Josefo es sustituido por el verbo metanoeo (Test. Jud 5, 8; Test. Zab 9, 7a). En el Testamento de Zabulón, como en el de (sacar se produce el juego, "convertirse" -"volver". Filón interpreta el "volverse" de Moisés a Dios como "tener confianza", "libertad", "amistad". Esta es la actitud de los sabios. Por el contrario el "volverse" de la mujer de Lot (Gn 19, 26), o del faraón (Ex 7, 23) es un alejarse del conocimiento. De manera análoga Filón entiende la promesa del retorno a Dios (Dt 4, 30) como una exhortación al recto conocimiento de Dios. El verbo epistrepho aparece pocas veces en Flavio Josefo, sobre todo en un sentido religioso-ético. Cuando narra la historia del rey Josías (Ant 10, 53) según el pasaje del segundo libro de los Reyes (2 Re 23, 25), el verbo epistrepho se usa como sinónimo del verbo sophronizo (poner a uno en razón, exhortar) para indicar la conversión.

4. El Nuevo Testamento. El verbo epistrepho aparece treinta y seis veces en la Nueva Alianza (Mt 10, 13; 12, 44; 13, 15; 24, 18; Mc 4, 12; 5, 30; 8, 33; 13, 16; Lc 1, 16;. 17; 2, 39; 8, 55; 17, 4. 31; 22, 32; Jn 21, 20; Hch 3, 19; 9, 35. 40; 11, 21; 14, 15; 15, 19. 36; 16, 18; 26, 20, 28, 27; 2 Cor 3, 16; Gál 4, 9; 1 Tes 1, 9; Stg 5, 19. 20; 1 Pe 2, 25; 2 Ped 2, 22; Ap 1, 12. 12). El verbo tiene dos usos preferentes en el Nuevo Testamento. Uno es su carácter transitivo, cuyo significado es hacer volver y solamente se encuentra en cuatro pasajes (Lc 1, 16. 17; Stg 5, 19. 20). En los demás lugares su uso es intransitivo con el significado de volverse, regresar, con el matiz del comportamiento moral cristiano, es decir, arrepentirse, convertirse.

II. El segundo grupo: el verbo metanoeo, el sustantivo metanoia y su antónimo ametanoetos (impenitente)

1. El verbo y el sustantivo en la época antigua. El uso lingüístico de ambos términos, el sustantivo y el verbo, fuera de la literatura bíblica no une a ambos, un concepto o significado fijo. Se entienden en un primer momento como acogerse después, el conocimiento sucesivo. Tanto el verbo como el sustantivo implican en los ulteriores estadios semánticos, el sentido de cambiar de mente, cambiar de sentir, arrepentirse, arrepentimiento y también los comportamientos de la voluntad y del sentimiento. La literatura griega no piensa en el término metanoia, para el cambio moral, o una transformación profunda de orientación en la vida, o en la conversión que determina después toda la conducta de la persona. Porque el griego puede arrepentirse de un pecado en el acto, ya sea delante de sí mismo o delante de los dioses. Los filósofos griegos hablan de metanoia en sentido intelectual contenido en el término, pero eso incluye también el aspecto ético. Por tanto es vano buscar en la grecidad el origen del concepto neotestamentario tanto del verbo como del sustantivo, ya sea como expresión, ya sea como contenido.

2. La Antigua Alianza. El Antiguo Testamento no conoce términos técnicos especiales con el significado de "penitencia", "hacer penitencia", pero no ignora de hecho el asunto. La penitencia se expresa de dos maneras: de una forma cúltico-ritual y de un modo profético. Los voceros divinos llaman constantemente al pueblo a la conversión. Esta segunda forma tiene un alcance fundamental para interpretar el verdadero sentido del verbo en el Nuevo Testamento.

3. El uso del verbo convertirse y el sustantivo conversión en la Nueva Alianza. El verbo convertirse se repite treinta y tres veces a lo largo de la Nueva Alianza (Mt 3, 2; 4, 17, 11, 20. 21; 12, 41; Mc 1, 15; 6, 12; Lc 10, 13; 11, 32; 13, 3. 5; 15, 7. 10; 16, 30; 17, 3. 4; Hech 2, 38, 3, 19; 8, 22;17, 30; 26, 20; 2 Cor 12, 21; Ap 2, 5. 5. 16. 21. 22; 3, 3. 19; 9, 20. 21; 16, 9. 11). El sustantivo conversión aparece en veintidós ocasiones (Mt 3, 8. 11; Mc 1, 4; Lc 3, 3. 8; 5, 32; 15, 7; 24, 17; Hech 5, 31; 11, 18; 13, 24; 19, 4; 20, 21; 26, 20; Rom 2, 4; 2 Cor 7, 9. 10; 2 Tim 2, 25; Hb 6, 1. 6; 12, 17; 2 Ped 3, 9). Es obvio que el Nuevo Testamento presente dos figuras que manifiestan en su predicación la idea de la conversión y la acción de ésta, manifestada en el verbo convertirse. De una parte, la predicación del Precursor es central. Juan Bautista es presentado en la comunidad para determinar el carácter de cambio en los oyentes, de su predicación y parénesis que él mismo realiza consiste en preparar al Señor un "pueblo bien dispuesto" (Lc 1, 15). De otra parte, el mismo Cristo, durante su ministerio público exhorta con frecuencia a la conversión, al cambio de mente y de corazón, a la vigilancia, a la oración como los fundamentos de una verdadero cambio de actitudes en los creyentes. Y así la conversión para Jesús tiene dos notas características: como exigencia y como respuesta al Reino de Dios, objeto de la predicación del mismo Jesús de Nazaret. De ahí, que los evangelistas, como los demás escritores de la Nueva Alianza otorguen un énfasis especial a estas dos realidades que son fundamentales para la vivencia de una vida cristiana, es decir, un proceso que dura toda una vida, dada nuestra frágil y limitada existencia, de una parte, como exigencia del creyente, y de otra, como respuesta al Reino de Dios que se presencializa en la persona de Jesús de Nazaret. Por último, haremos algunas indicaciones de los orígenes del cristianismo, sobre todo atendiendo al concepto paulino, a San Juan y a la Carta a los hebreos.

4. El mensaje de Juan Bautista. Juan llama a la penitencia y esta exhortación se deriva de su firme convicción de la cercanía del reino de Dios (Mt 3, 2) y sobre todo porque el tiempo de la plenitud ha llegado, producido por la expectación del juicio divino (Mt 3, 7). Esta expectación no significa suprimir dada la riqueza de expectaciones anteriores y contemporáneas, expresada sobre todo, en la literatura judía (Ap Bar 30, 1-5; 54, 21; 72, 1-6; 4 Esd 7, 113-115; 1 Enoch 53, 1-54, 6; 60, 5-6; 62, 1-12). Seguramente Juan ha cumplido su papel profético y preparatorio, llamando a Israel a la penitencia, reminiscencia del comienzo de las relaciones de las naciones con Dios. La penitencia y la conversión están simbolizados en la función que él mismo realiza, es decir, en el bautismo de agua, que el mismo especifica como de conversión para el perdón de los pecados que lleva consigo el arrepentimiento (Mc 1, 4; Lc 3, 3) y puede anticipar siendo el segador, para que el viene después que él (Mt 3, 12; Lc 3, 17). Para Juan Bautista es claro que la penitencia no consiste simplemente en un "cambio de mente", sino en una transformación de toda la persona (Mt 3, 10; Lc 3, 9). Este es el sentido en que uno puede hablar de penitencia con el lenguaje de la conversión.

5. El mensaje de Jesús. Es evidente que el significado pleno del uso de Jesús del concepto no puede ser exhaustivo por el significado del estudio de una palabra. Actualmente, las palabras están basadas sobre los labios de Jesús en un determinado de pasajes del Evangelio (Mc 1, 15; Mt 4, 17; Mt 11, 21; Lc 10, 13; Mt 12, 41; Lc 11, 32; Lc 5, 32; 13, 3. 5; 15, 7. 10; 16, 30; 17, 3-4; 24, 17), algunos de los que son claramente redaccionales (Lc 5, 32; Mc 2, 13; Mt 9, 13), también otro pasaje el evangelio de San Mateo (Mt 11, 20; Mc 6, 12). Las palabras están completamente ausentes del Cuarto Evangelio, aunque el concepto está presente. Jesús invita a la conversión por dos poderosas razones. En primer lugar, la conversión debe ser una "exigencia" en la vida de los creyentes, manifestada claramente con tres expresiones que aparecen a lo largo de la predicación del profeta de Nazaret: "siendo pobres" (Mt 5, 3), "llegando a ser como un niño pequeño" (Mc 10, 14-15; Lc 18, 16-17; Mt 19, 4), "siendo sus discípulos" (Mc 8, 34; Mt 16, 24; Lc 9, 23), y simplemente "creyendo" (Mc 1, 15; Mt 21, 32). Esta exigencia de Jesús se muestra en laobservancia de la Ley y de aquellas observancias pequeñas de la Ley, pero El con gran vigor y fuerza contempla la negligencia de aquellos que aducen la Ley como norma de comportamiento, pero no cumplen ninguno de los preceptos que hay en ella (Mt 23, 23; Lc 11, 42; Mc 7, 1-13). Sin embargo, su observancia rigurosa se manifiesta claramente en su propio interés (Mc 12, 38-40; Mt 23, 5-7), porque lo único que pretenden es ser vistos por los demás, como los auténticos cumplidores de la Ley, cuando en realidad no lo son, sino que muestran una arrogante hipocresía ante todos. Por eso, la condena de Jesús es una llamada a la conversión y la penitencia y a volver a la Ley del Señor. En segundo lugar, la inminente llegada del Reino de Dios, en la persona y la predicación de Jesús de Nazaret, es la "respuesta" del creyente al reino de la vida que se ha manifestado (Mc 1, 15; Mt 4, 17). El mismo Jesús es el heraldo de ese Reino que a su vez se convierte en Rey y con El, los creyentes asumen en su persona el día de la salvación. Jesús revela el Reino de Dios en su ministerio público que tiene un énfasis especial, subrayando su carácter salvífico. Hasta el día del juicio el poder del Reino es presente y eficaz para liberar al pueblo (Mc 3, 27; Mt 12, 29; Lc 11, 21-22).

6. El alcance de la conversión y la penitencia en los evangelistas. Se trata de manifestar a grandes líneas el mensaje sobre la conversión y la penitencia en los sinópticos.

a) San Marcos. La conversión y la penitencia aparecen solamente tres veces en el evangelio según San Marcos (Mc 1, 4. 15; 6, 12). La penitencia está unida con el bautismo de Juan para el perdón de los pecados (Mc 1, 4). Jesús recoge el tema de la penitencia en otro pasaje del evangelio, uniéndolo con la fe como la respuesta más apropiada a la cercanía del reino de Dios (Mc 1, 15). La conversión es mencionada como el contenido del mensaje de los discípulos (Mc 6, 12). El arrepentimiento puede describir el proceso entero de la conversión, pero el evangelista San Marcos nos recuerda que su homólogo positivo es la fe.

b) San Mateo. San Mateo también centraliza el concepto redactando la tradición, para hacer el sumario de la predicación de Jesús, idéntico a aquél del Bautista (Mt 4, 17), cuyo ministerio recuerda la tradición profética que convoca a Israel al arrepentimiento (Mt 3, 2). Esto está más reforzado por la comparación que Jesús hace entre el mismo y Jonás, el gran predicador del arrepentimiento (Mt 12, 38-41). Como hace Lucas, Mateo identifica arrepentimiento como la meta del ministerio de Jesús (Mt 11, 20-24). Él es el único evangelista que emplea el verbo metamelomai, como un sinónimo de metanoeo, para describir la respuesta de los recaudadores y prostitutas a la predicación de Juan Bautista (Mt 21, 29. 32). Sin embargo el uso de la misma palabra en referencia al remordimiento de Judas siguiendo su traición de Jesús, no transmite la misma fuerza espiritual (Mt 27, 3).

c) San Lucas. El tercer evangelista expresa el mismo pensamiento que los otros sinópticos, aunque es el que más veces usa tanto el verbo como el sustantivo, corno ya hemos hecho referencia más arriba. El solo proporciona las enseñanzas éticas que la carne fuera de las llamadas de Juan al arrepentimiento (Lc 3, 10-14). El llama explícitamente a los pecadores a la penitencia (Mc 2, 17; Mt 9, 3), haciendo posible que las notas explicativas concluyan las parábolas de la oveja perdida (Lc 15, 7) y la moneda perdida (Lc 15, 10) son también redacción explicativa. El sólo conserva el recuerdo de los hechos que Jesús emplea como una ocasión para llamar al arrepentimiento nacional (Lc 13, 3. 5), también como otras referencias explícitas a la necesidad del arrepentimiento (Lc 16, 30; 17, 3-4). Finalmente, el subraya el lugar del arrepentimiento en el mensaje de la misión de los discípulos (Lc 24, 47; Hech 2, 37-39; 3, 19; 5, 31; 11, 18).

7. La importancia de la conversión en el primitivo cristianismo. La conversión y la penitencia tenían su impronta peculiar en el primitivo cristianismo, sobre todo en aquellas personas que fueron fundadores de comunidades cristianas y constituyeron un verdadero alcance en la predicación del Evangelio, en ambientes distintos donde nació el cristianismo. Nos referimos a San Pablo, como ejemplo del genuino predicador del Evangelio, a San Juan y al autor de la Carta a los Hebreos.

a) San Pablo. El Apóstol de los gentiles conocedor de la tradición judía manifiesta de manera clara cómo el hombre creyente tiene capacidad para el arrepentimiento. San Pablo se sirve de las técnicas y de los recursos judíos para explicitar el mensaje de Cristo Jesús. Como buen hebreo conocía las técnicas, procedimientos y recursos de interpretación de la Escritura Santa y así para él la comunidad cristiana es el verdadero pueblo de Dios, en cuanto que acoge el plan salvífico realizado en Cristo, que en virtud de su Encarnación, Muerte y Resurrección hace a los cristianos herederos y portadores de las antiguas promesas. Por eso, un pasaje del libro de la Sabiduría lo relee a la luz del misterio de Cristo, que manifiesta la misericordia universal de Dios (Sb 11, 23). De ahí que el cristiano esté dispuesto al arrepentimiento, porque ha contemplado en su propia vida, la experiencia de un Dios que se compadece de todos, por su poder y disimula el pecado del hombre, a fin de que este se arrepienta. De suyo el pasaje de la Carta a los Romanos (Rom 2, 4) no es más que una actualización de aquél pasaje del libro de la Sabiduría. En la Segunda Carta a los de Corinto el Apóstol entiende la "conversión" religiosamente, como el efecto de una acción divina, como el medio de la salvación, es decir, como un cambio de pensamiento y abandonar el mal, para volver a la voluntad de Dios (2 Cor 7, 9. 10; 12, 21).

b) San Juan. El evangelista San Juan evita los términos convertirse y conversión. Para el autor del cuarto evangelio en la fe se incluye la conversión. La predicación del Bautista y la de Jesús en el Cuarto Evangelio, como la exhortación de la Primera Carta de San Juan, requieren la fe en Cristo Jesús, como exigencia de que el hombre, la persona se convierta a El, abandonando el mal.

c) La Carta a los Hebreos. El autor de la Carta a los hebreos realza el cambio que supone en el cristiano apartarse de las obras que llevan a la muerte (Hb 6, 9-12). De otra parte, el autor insiste en que un cristiano no debe tomar ligeramente la "gracia divina" que concede el perdón. El ejemplo de Esaú es paradigmático. Esaú era un privilegiado, poseía el derecho de la primogenitura, que le aseguraba el primer puesto en las relaciones con Dios. Pero tampoco estimó Esaú la primogenitura (Gn 25, 34) hasta venderla a cambio de un plato de lentejas, del que tenía necesidad (Gn 25, 29-33). El cristiano no puede renunciar a la fe, porque merecemos la suerte del propio Esaú, de manera que debe suplicar al padre Isaac, hasta el último momento y no puede obtener la bendición reservada al primogénito (Gn 27, 34-40).

d) El libro del Apocalipsis. La escuela joánica relee el verbo "convertirse" (metanoeo) que se repite diez veces en el libro (Ap 2, 5. 16. 21. 22; 3, 3. 19; 9, 20; 21. 16, 9. 11), mientras que el sustantivo "conversión" (metanoia) está ausente. El Apocalipsis aplica el verbo "convertirse" siempre en forma imperativa (conviértete) a las comunidades cristianas que se especifican en el septenario a las Iglesias (Ap 2-3). El recurso que realiza el autor del libro, consiste en tomar como patrones literarios, realidades que ya se encuentran presentes en la Antigua Alianza, como el tema del juicio (Am 5, 18; Os 9, 7; Is 13, 9; JI 2, 1; 3, 4; Zac 14, 1; Mal 3, 22; Sb 1, 7. 15. 16), unido al tema de la venida (Sal 96, 13; 98, 9; Is 35, 4; 40, 10; 62, 11). Dios visitaba a los suyos en la Antigua Alianza, a veces, de manera circunstancial, para advertirle acerca de alguna realidad que no se conformaba con el ideal expresado en la Alianza. Ahora, en la Nueva Alianza, Cristo, revestido de los atributos divinos, se presenta en cada una de la Iglesias, a las que exhorta, examina y reprende, para que vuelva a expresar su conducta anterior (Ap 2, 5. 16. 21. 22; 3, 3. 19). Pero el Apocalíptico no usa el verbo "convertirse" (metanoeo) solamente de una manera circunstancial, sino que vuelve a aparecer en la descripción de la sexta trompeta (Ap 9, 20. 21), donde el verbo "convertirse", manifiesta una acción puntual (convirtieron) que denota la imposibilidad de la conversión, porque de una parte, los hombres no quisieron dejar las obras de sus manos, es decir, el culto a los falsos ídolos hechos de oro, plata, bronce, piedra y madera que ni ven, ni oyen, ni caminan (Ap 9, 20) y de otra no se convirtieron de sus asesinatos, hechicerías, fornicaciones y rapiñas (Ap 9, 21). La intención del autor no es manifestar el castigo de Cristo a éstos que cometen tales acciones, sino mover al arrepentimiento a una nueva vida, donde se extirpen todas las acciones que conlleva una vida idolátrica. El último pasaje al que se hace referencia está insertado en el septenario de las siete copas (Ap 15, 5-16, 21). El Apocalipsis describe las siete últimas plagas, los ángeles de Dios, derraman las distintas copas sobre la tierra, el mar, los ríos, el sol, el trono de la Bestia, los hombres, no se arrepintieron y se dedicaron a blasfemar el nombre de Dios (Ap 16, 9) y lo que es más, volvieron de nuevo a blasfemar y no se arrepintieron de sus obras (Ap 9, 11). De nuevo la insistencia del Apocalíptico es realzar el arrepentimiento como paso previo a una vuelta a Dios, es decir, a la conversión que debe manifestarse en un cambio de conducta, para poder proseguir en el camino de la fidelidad y de la esperanza.

Por último, indicamos que el antónimo del sustantivo "conversión", manifestado en el término impenitente que aparece sólo una vez en la Carta a los Romanos (Rom 2, 5).

III. El tercer grupo de palabras: el verbo arrepentirse y su antónimo sin arrepentimiento

1. El verbo en el pensamiento griego. El verbo metamelomai está en conexión con la forma impersonal del verbo me preocupa, me importa algo. En el pensamiento griego el verbo significa "cambio de sentimiento" o de mentalidad, frente a una cosa, pero no es posible distinguirlo del verbo griego metanoeo. En lenguaje profano se encuentra en las obras de Tucídides, Diodoro y en algunas inscripciones, con el significado de "sentir arrepentimiento", "arrepentirse de".

2. El verbo en el texto hebreo. La Biblia hebrea usa el verbo naham que aparece ciento dos veces, con distintos significados. En forma niphal tiene tres acepciones importantes: 1/. "estar arrepentido", 2/. "ser confortado, ser consolado", 3/. "confortarse uno mismo", "procurar satisfacción". En la forma piel significa "ser consolado" "consolar", del mismo modo que en la forma pual, mientras que en la forma hiphil manifiesta tres significados: 1/. "estar arrepentido", 2/. "ser confortado", 3/. "confortarse uno mismo".

3. El Nuevo Testamento. El verbo metamélomai (arrepentirse) se encuentra solamente en seis ocasiones en los escritos neotestamentarios (Mt 21, 29. 30. 32; 27, 3; 2 Cor 7, 8; Hb 7, 21). El sustantivo ametaméletos (sin arrepentimiento) se repite dos veces (Rom 11, 29; 2 Cor 7, 10). La forma del verbo metamélomai es deponente pasivo y manifiesta un cambio no de la conciencia de la persona, sino más bien de los sentimientos acerca de una cosa o acción. Mientras que el sustantivo ametaméletos (sin arrepentimiento) indica de una parte, que "los dones y la llamada de Dios son irrevocables", es decir, Dios no se arrepiente de haber concedido a los hombres, dones y carismas, como manifestación explícita de su misericordia (Rom 11, 29). Y de otra, San Pablo afirma dos clases de tristeza: la que viene de Dios y conduce a la salvación y la que genera el mundo y lleva a la muerte (2 Cor 7, 10). --> conversión, arrepentimiento.

BIBL. —J. BEHM, µetiavoew / p.eiavota en: GLNT IV, 1106-1197; G. BERTRAM, OTpe4w en: GLNT VII, 1344-1382; H. BALZ / G. SCHNEIDER, Diccionario Exegético del Nuevo Testamento, 1 246. 248-259; L. COENEN / E. BEYREUTHER / H. BIETENHARD, Diccionario Teológico del Nuevo Testamento, vol. 1, Salamanca 1980, 331-337.

Antonio Llamas