Parusía
DJN
 

La palabra nació con fortuna. La escasa semilla prosperó en proporciones desmedidas. Casi como el grano de mostaza. Dentro de los evangelios es utilizada, de forma directa, tres veces (Mt 24, 27: la venida, parousía, del Hijo del hombre es imprevisible, como el rayo; en las otras dos ocasiones es comparada con la situación en que vivían las gentes en los días de Noé, Mt 24, 37. 39, se acentúa también la imprevisibilidad). La forma indirecta es utilizada por Jesús cuando, al ser invitado por los discípulos a contemplar, desde el monte de los olivos, las magníficas construcciones del templo, él contestó: "no quedará piedra sobre piedra". Entonces ellos le preguntaron: Dinos cuándo seránestas cosas, y cuál será la señal de tu venida (= parousías) y del fin del mundo. La frecuentísima obsesión y constantes preocupaciones por la parusía o segunda venida del Señor nacieron de esta semilla que, en su origen, no tenía la pretensión de producir cosecha tan abundante.

La solución de los problemas que ha creado su utilización debe comenzar por el reconocimiento de su contexto y lenguaje apocalípticos. Ante la expectativa de una intervención de Dios para el futuro, los apocalípticos acentuaron el pensamiento de la vigilancia. Así lo hicieron tanto el judaísmo como el cristianismo. En este contexto habla Lucas de "los días del Hijo del hombre" (Lc 17, 26), se los compara con los días de Noé y surgen espontáneamente las catástrofes inevitables que acompañarán su venida. Tal vez lo más importante sea reconocer que, en el origen de toda esta especulación, tenemos una parábola, la de los siervos vigilantes (Mc 13, 3-37).

Los textos sobre la parusía coinciden con las amonestaciones frecuentes de los evangelios, de Jesús, a la vigilancia: "Lo mismo vosotros, tenéis que estar preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora en que menos penséis" (Mt 24, 44: estas palabras vienen después de las relativas a la venida del Hijo del hombre con la del ladrón...).

Teniendo en cuenta estos antecedentes nos resultará fácil descongestionarnos de las angustias producidas por la parusía. El texto más coercitivo para interpretar la venida del Hijo del hombre al final de los tiempos, es el siguiente: "Y Jesús le dijo: Sí, lo soy; y vosotros veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder y viniendo sobre las nubes del cielo" (Mc 14, 62).

La venida sobre las nubes del cielo es una imagen que nos introduce en el mundo de lo divino. Las nubes del cielo pertenecen a la jurisdicción de Dios. La visión del Hijo del hombre sobre las nubes del cielo es la contemplación del mismo sentado a la derecha de Dios.

El texto copiado de Marcos considera la exaltación y la parusía del Hijo del hombre formando un único acto. El mejor comentario al texto nos lo ofrece un pasaje del evangelio de san Juan. El discurso de despedida gira en torno a dos verbos: "ir" o partir, marcharse y "volver": "Me voy y vuelvo a vosotros" (Jn 14, 1 ss). En el evangelio de Juan no existe la parusía en el sentido tradicional. La parusía es la pascua. La vuelta, el retorno o la parusía joánica coincide con la resurrección. La resurrección corporal: al fin de los tiempos (Jn 5, 29) no perteneció al evangelio en su forma original. Fue añadido a modo de puente para armonizar sus afirmaciones con las de los evangelios sinópticos.

El tiempo indefinido nunca es signo de consuelo. ¿Podría ser un signo de triunfo y de victoria, para los amigos o para los enemigos de Jesús, un acontecimiento tan remoto que nadie se atrevería hoy a calcular los millones de años que tardaría en producirse? Naturalmente que los contemporáneos de Jesús no medían la duración del mundo por unidades de millón. No obstante, el acontecimiento al que hace referencia Jesús obligaba a pensar a sus contemporáneos en un tiempo más o menos lejano, en un acontecimiento remoto e impredecible, que no podía servir de consuelo ni de argumento para nadie, ni para los discípulos de Jesús ni para sus enemigos.

En cuanto a parusía y al juicio, se trata de algo absoluto, de lo totalmente otro, que ha penetrado en el espacio y en el tiempo. Y así como el reino de Dios y el Hijo del hombre han llegado, así también ha llegado -sin esperar al clásico fin del mundo y el juicio universal- el juicio existencial, dependiente de la actitud del hombre ante dicha realidad divina y la bienaventuranza. Lo anunciado apocalípticamente para el futuro comienza a hacerse realidad en el presente. Pero este presente histórico es incapaz de contener todo el significado de lo absoluto. Por eso, las imágenes conservan su significado como símbolos de las realidades eternas, lascuales, aunque penetran en la historia, no se agotan nunca en ella. El Hijo del hombre ha venido, viene y seguirá viniendo. ->resurrección; literatura apocalíptica.

Felipe F. Ramos