Hijo del hombre
DJN


SUMARIO: 1. Importancia del título. -2. Actuación terrena del Hijo del hombre. - 3. El Hijo del hombre sufriente y resucitado. 3.1. Anuncio de la pasión y reacción de Pedro (Mc 8, 31). 3. 2. Enseñanza sobre la suerte del Hijo del hombre (Mc 9, 31).- 4. Actividad ultraterrena del Hijo del hombre. - 5. El Hijo del hombre, el Hombre y los hombres. - 6. Nueva presentación del Hijo del hombre.


Jesús se autopresentó como "el Hijo del hombre". Pero estamos ante una expresión que no es castellana. Y, aunque así aparezca el texto griego de los evangelios, hay que ir más allá de ellos para poder entender su significado. Tenemos el origen en el arameo bar nashá o bar enasá, cuya traducción literal no sería "el hijo del hombre", sino "el hombre". Probablemente el texto en el que mejor se refleja el significado original de la expresión es el ecce horno (=
idoú ó ánthropos) (Jn 19,5), con cuya indicación Jesús, considerado por los lectores del evangelio como su Señor y su Dios, fue presentado al pueblo como El hombre. Evidentemente que, al hacer dicha presentación, Pilato no pensaba en nada de eso.

El "hijo del hombre" sería una especie de sustituto del pronombre personal "yo". En el arameo de Galilea hijo del hombre se utilizaba como alocución perifrástica de uno mismo. Igual que la expresión paralela "ese hombre" se empleaba en un contexto en el que se hace alguna referencia a la humillación o a la muerte, pero hay también otros casos en los que se evita la primera persona por reserva o modestia. Por otra parte, mientras "ese hombre" puede significar "yo" o "tú", hijo de hombre siempre indica o se refiere al que habla (G. VERMES, Jesús el judío, Atajos, 1994, p. 179). En arameo "hijo del hombre" es un término de lo más corriente para decir "hombre", en el sentido de un individuo de la especie humana ("un hombre" o "el hombre", según los casos). (C.H. DODD, El fundador del cristianismo, Herder, 1974,pp.132-133).

1. Importancia del título

Antes de formularla explícitamente es preciso tener en cuenta las observaciones siguientes: la designación, expresión o como se la quiera llamar, únicamente aparece en los evangelios, con un par de excepciones carentes de interés; siempre se refiere a Jesús; solamente la encontramos en sus labios. La constatación de estos datos nos lleva a concluir que se trata de la única autodesignación de Jesús. ¿Por qué los autores de los evangelios la tradujeron con tan estricta literalidad? Los evangelistas proceden así únicamente cuando refieren palabras de Jesús.

No aceptamos como verosímil que la fórmula o título fuese una creación de la Iglesia puesta en labios de Jesús, como han afirmado algunos autores. La imagen o figura del Hijo del hombre sería producto de la fantasía oriental. La estructuración de esta afirmación se justifica siguiendo los pasos siguientes: El punto de partida lo tendríamos en las primeras experiencias de Jesús después de su muerte. Así hizo acto de presencia el pensamiento de la resurrección: Pero Dios, rotas las ataduras de la muerte, le resucitó, por cuanto que no era posible que fuera dominado por ella (Hch 2, 24).

En un segundo momento, establecida la exaltación de Jesús y su sesión a la derecha del Padre, surge la idea de la vuelta del cielo como redentor apocalíptico, como el Hijo del hombre. Este título aparece por primera vez y es aplicado a Jesús como necesario para acentuar la esperanza cristiana de su regreso.

Esta experiencia y la forma de su expresión tiene su fundamento en el texto citado de Hechos que, a su vez, estaba respaldado por una serie de Salmos (18, 4-5; 16, 6-11; 2, 7). El más importante fue el Sal 110, 1: siéntate a mi derecha, porque esta afirmación los llevó al Sal 8,6: "Qué es el hombre para que te acuerdes de él o el hijo del hombre para que tú cuides de él". Desde este terreno volvieron los ojos a Dn 7, 13: "Seguía yo mirando en la visión nocturna, y vi venir en las nubes del cielo a un como hijo de hombre, que se llegó al anciano de muchos días y fue presentado a éste". También apareció en escena como objeto para la reflexión Zar 12, 10: "llorarán a aquel al que traspasaron".

Una vez establecido que Jesús volvería a la tierra como el Hijo del hombre y el redentor apocalíptico, el cristianismo primitivo enriqueció su figura recurriendo a una forma y contenido nuevos. Por un lado utilizó las ideas y los textos tradicionalmente conectados con la apocalíptica judía. Un resultado de este proceso fue la creación de Mc 15, 24-27: conmoción de los astros y, al final, la venida del Hijo del hombre... La otra forma consistió en investigar las Escrituras para quedarse con aquellas que hablan de catástrofes análogas judiciales y de conmociones cósmicas con las consiguientes metáforas. El Hijo del hombre en Q es el resultado de este proceso: (Lc 12,8-9.- Mt 10, 32-33) énfasis en el juicio; comparación con el relámpago (Lc 17,2.- Mt 24, 37); la repentinidad de su aparición (Lc 17, 28.- Mt 24, 37-41); la comparación con Lot (Lc 11, 30.-Mt 12, 40); la comparación con Jonás (Lc 17, 28-29).

Las especulaciones anteriores son inseparables de la apocalíptica judía. Tres obras en particular han jugado un papel decisivo en la creación de esta figura misteriosa: Dn 7,13: la visión de "uno semejante a un hijo de hombre"; el 2Esd y las parábolas de Henoc (cap. 37-71) que describen al redentor escatológico inspirándose en Daniel y, por tanto, presentándose como un hombre o una figura humana o un hijo del hombre.

A modo de síntesis: Después que se desarrolló la idea de que Jesús estaba en el cielo a la derecha de Dios y que vendría desde allí como redentor apocalíptico comenzó a utilizarse el título Hijo de/ hombre ampliándolo a otros dos contextos: en la apologética de la pasión y en la reflexión de su significado terreno. (N. Perrin, Son of Man, en The lnterpreter's Dictionary of the Bible, Suplementary Volume, pp. 833-836.).

Considerando el tema desde la especulación presentada y anunciando otras que en poco o en nada se contraponen a ella para mejorarla, nada tiene de particular la fina ironía con la que se expresa Paul Winter: "Si la interpretación que Perrin hace de la frase Hijo del hombre es correcta no debemos buscar el origen del mito en Irán, en Judea ni en Ugarit, sino en las universidades alemanas".

Hemos calificado esta reconstrucción del origen de la figura del Hijo del hombre como producto de la fantasía oriental. Nos reafirmamos en ello. Y la justificamos desde las consideraciones siguientes: la) Las hechas como inicio de este apartado sobre la importancia del título. Además habría que explicar que una fórmula tan aislada, fruto de una reflexión teológica profunda, haya sido circunscrita a los evangelios y que desapareciese después sin pena ni gloria ni motivo que justificase la supresión de la misma.. El respeto que demuestran los evangelistas por ella obedece a que se remonta al mismo Jesús. Fue él quien la utilizó.

Los evangelistas la emplearon porque descubrieron en ella su importancia cristológica. Al menos así se deduce de la utilización cuantitativa que hicieron de ella. La comparación con el título "Hijo de Dios", que teórica y teológicamente debería tener mayor relieve, da el resultado siguiente: la expresión "Hijo de Dios" es utilizada doce veces por Mateo; siete por Marcos; diez por Lucas y nueve por Juan. "Hijo del hombre" aparece treinta veces en Mateo, catorce en Marcos, veinticinco en Lucas y doce en Juan. Ochenta y dos veces sobre treinta y ocho. Uno de los estudiosos que más han profundizado en el tema expresa asi su importancia: "De todos los títulos cristológicos el del Hijo del hombre ha sido el más investigado. El motivo es que se ha tenido siempre la esperanza de penetrar a través de este título de dignidad, más profundamente en la doctrina del propio Jesús... El análisis del título de Hijo del hombre es un punto de partida adecuado para una investigación de las tradiciones cristológicas más antiguas" (E HAHN, Huiós tou anthropou (= Menschensohn), en Exegetisches Wórterbuch zum Neuen Testament, III, col. 927-935).

El estudio del título cristológico que pretendemos aclarar nos obliga a su consideración en tres fases o momentos de su vida.

2. Actuación terrena del Hijo del hombre

En este primer tiempo Marcos destaca dos afirmaciones fundamentales: la) El Hijo del hombre tiene poder para perdonar los pecados. Es la escena conocida del paralítico llevado en una camilla y colocado ante Jesús (Mc 2, 1-12; Mt 9, 1-8; que prescinde del detalle inverosímil de "levantar el tejado" y Lc 5, 17-26). El relato en el que aparecen sus palabras pertenece al género literario llamado "apotegma": historietas cuya finalidad única es enmarcar las palabras de Jesús. La narración subraya la palabra perdonadora de Jesús.

El Maestro concede algo que nadie le había pedido. En lugar de la curación le es concedido el perdón. ¿Incongruencia? No. El paralítico es el símbolo de toda parálisis esclerotizante que acaba con la vida. Su curación es la liberación de la propia esclavitud, de la lejanía de Dios, del pecado, de su "ser en la muerte" (Rom 7, 24). Al que había estado paralizado se le concede la existencia escatológica, que es la existencia cristiana con su quehacer en el mundo. El curado se va a su casa y a sus quehaceres desentendiéndose de las discusiones posteriores.

1°) La confrontación con los escribas demuestra que Jesús tiene la autoridad suficiente para hacer lo que hizo: perdonar y curar. El perdón de los pecados y el milagro, en el sentido explicado, demuestran que aquello que únicamente puede hacer Dios, puede hacerlo también su Enviado.Y, al hacerlo y afirmarlo, Jesús no blasfema; por el contrario, instaura el reino de Dios. El hecho de pertenecer a la triple tradición apunta a un episodio que echó profundas raíces en las primitivas comunidades cristianas; su finalidad pretendía destacar la autoridad de Jesús; si utilizan la expresión Hijo del hombre como título cristológico se supone -como en todo título- una reflexión y un punto de apoyo y de partida; creemos que puede concluirse que la elevación a la categoría de "titulo" de la expresión Hijo del hombre fue una explicitación y una interpretación de lo que se hallaba intencionadamente oculto en la misma: Jesús la utilizó con segunda intención, la de ocultar su dignidad tras ella

No olvidemos que esta escena tiene lugar muy poco después de la teofanía del bautismo en el Jordán, cuando salta a la conciencia de Jesús el plus existente en su persona humana. Si los escribas no reaccionaron, ello obedece a dos razones: al género literario que, en estos casos, no admitía réplica y, en segundo lugar, al desconcierto que la expresión perifrástica "Hijo del hombre" suscitaba. ¿Qué habría detrás de aquella designación corriente? (W. Schmithals, en su comentario al evangelio de Marcos).

2°) El sábado al servicio del hombre y no viceversa (Mc 2, 23-28; Mt 12, 1-8; Lc 6, 1-5). La anécdota ingeniosa se convierte en la base sólida de una teología o cristología profunda. ¿Por qué el hombre deja de estar sometido a una ley "eclesiástica" que le esclavizaba? Porque Jesús, en cuanto Hijo del hombre, es el portador escatológico de la salud-salvación. Precisamente por eso concede a sus discípulos la libertad frente al sábado. Dicho de otro modo, la libertad concedida al hombre está justificada desde la superioridad del Hijo del hombre sobre aquello que coartaba dicha libertad y la convertía en esclavitud. No cabe duda de que, además, en el texto subyacen los debates de la comunidad cristiana sobre el particular.

En la sociedad de nuestros días esta afirmación de la libertad humana ha sido un logro difícil de conseguir. Pero no resulta extraño oír el recurso a la expresión de Jesús: el sábado ha sido hecho para el hombre y no viceversa. El hombre no se halla al servicio de la institución. Esta se justifica únicamente para que el hombre pueda alcanzar sus aspiraciones legítimas.

Mediante el recurso al Hijo del hombre para justificar la libertad humana, Marcos logra dos objetivos; ocultar la dignidad de Jesús recurriendo a una expresión que entonces todavía no era "titular" o título cristológico. —fue el evangelista el que la convirtió en título— y manifestar dicha dignidad mediante la fusión de dos tradiciones originariamente distintas: las que consideraban a Jesús como un mero profeta y las que le aceptaban ya como el Mesías. Al entrar ambas en la comunidad cristiana se unieron, se identificaron y se enriquecieron.

3°) Junto a los dos textos de triple tradición destacamos ahora los de doble tradición: El Hijo del hombre comilón y bebedor (Mt 11, 18-19; Lc 7, 33-34). El título Hijo del hombre es auténtico en esta ocasión; no es inventable, porque nadie tira piedras contra el propio tejado; es un insulto grave e indecoroso. Decir de alguien en aquella época —y poco más o menos también en la nuestra— que era "comilón y borracho" equivalía a designarlo como una persona inútil, como un parásito, un explotador. La gravedad de tales calificativos lo ponen de relieve algunos textos del A.T. (Prov 23, 21; Deut 21, 18-21: se lleva al castigo de la lapidación de un hijo así por decisión de "los ancianos" y se les acusa de ser causa del empobrecimiento). Este calificativo se le dio a Jesús por la comunión de mesa con los pecadores (Mt 9, 9-13), por su compañía con los 'am ha - ares, el pueblo sencillo e inculto, que ran unos malditos (Jn 7, 49).

El título Hijo del hombre tiene aquí una clara dimensión de amenaza. Porque la última palabra, el juicio último, lo pronunciará el que ahora es considerado como un maldito, "am ha-ares". Su actuación en el mundo obliga a tomar una postura ante él; y lo mismo su predicación y enseñanza, en particular las parábolas "de decisión": la que debían tomar los hombres por la presencia de Dios en él. Y ahí está la paradoja, una vez más, de la vida y enseñanzas de Jesús: un comilón y bebedor de vino, considerado como un "'am ha-ares" convertido en el juez de quienes lo desprecian y condenan.

4°) Las zorras del campo y los pájaros del cielo (Mt 8, 19-20; Lc 9, 57-58). No estamos ante un proverbio aplicable a todos los hombres, sino ante unas palabras auténticas de Jesús. No puede aducirse argumento alguno en contra de su autenticidad. No es probable que surgiese en la comunidad. Esta consideró a Jesús como un predicador itinerante, pero no como un mendigo. En dicha afirmación pudieron haber influido las dificultades y persecuciones de que fue objeto y que le obligaron a huir de un sitio para otro.

En cuanto a su contenido se acentúa el pensamiento del seguimiento, en contra de "la instalación". El seguimiento excluye el afianzamiento en uno mismo y pone de relieve el servicio que se presta a los demás. El no tener dónde reclinar la cabeza parece acentuar la misma idea: prioridad por la causa del Reino; todo lo demás se hallaría subordinado a ella.

Desde el punto de vista histórico-religioso, Jesús no es como Diógenes, que no tenía casa ni refugio y pernoctaba al aire libre en Corinto. Tampoco debe entenderse como un título cristiano de dignidad, sino en un sentido típico que establecía la contraposición a los animales. Entonces la sentencia podría traducirse por "yo" ó "un hombre como yo", que no tiene lugar fijo. Así Colpe (en el artículo que citaremos al final entre la bibliografía) parte del supuesto de que Jesús está hablando "unmesianisch", es decir, no en sentido mesiánico. El ser apátrida, según Dibelius, aludiría al ocultamiento terreno del Hijo del hombre, que precede a su revelación final. Pero el texto no habla del ocultamiento, sino de la ausencia de lugar seguro, de ser apátrida.

5°) Imperdonabilidad del pecado contra el Espíritu Santo (Mt 12, 32; Lc 12, 10). El contenido de la frase supone la originalidad de la expresión en cuanto perteneciente al Jesús terreno. Supone, además, la tensión entre el Hijo del hombre en su fase terrena y en su fase celeste. La formulación del logion sería postpascual. La imposibilidad del perdón obedece a la exclusión del único camino para obtenerlo. El pecado es perdonado siempre que se acepte la acción salvadora de Dios a través del Espíritu y de su representante visible, el Hijo del hombre. En verdad os digo que todo les será perdonado a los hombres, los pecados y aun las blasfemias que profieran; pero quien blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, es reo de eterno pecado. Porque ellos decían: "Tiene espíritu impuro" (Mc 3, 28-30).

La variabilidad de la utilización de la expresión Hijo del hombre en los mismos textos es signo evidente de la oscilación y falta de fijeza dentro de la misma tradición (la bienaventuranza proclamada por Jesús para los que sufren es precisada añadiendo "por amor del Hijo del hombre") (Lc 6,22); la precisión que nos ofrece Mateo dice "por mí" (Mt 5,11) y es, sin duda alguna, en este caso, más original que la de Lucas. Lo mismo ocurre en la presentación del foro en el que actuará el Hijo del hombre a favor o en contra de sus defensores o detractores: el "yo" de Mateo, lo traduce Lucas por "el Hijo del hombre". Aquí parece más original Lucas.

Mateo tiene otras tres manifestaciones específicas sobre el Hijo del hombre. En la primera nos es presentado como el sembrador de la buena semilla (Mt 13, 37. 31). El Hijo del hombre es la figura dominante en la explicación de la parábola. Evidentemente es una persona secundaria. Se halla en la interpretación de la parábola, hecha por la Iglesia, no por Jesús.

La explicación de la misma refleja la experiencia vivida en las comunidades fundadas por la palabra, por el Hijo del hombre, y combatidas por el príncipe del mal. Por otra parte, no se habla del mensaje, tal como exigiría el contexto, sino de los miembros del Reino.

6°) La huida de una ciudad a otra (Mt 10, 23). Es una amonestación dirigida a los "misioneros": "Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra; y si en ésta os persiguen también, huid a una tercera. En verdad os digo que no acabaréis las ciudades de Israel antes de que venga el Hijo del hombre". El origen de la afirmación nos haría pensar en el campo de la misión. Pero Jesús, ¿no dijo nada a sus discípulos de dificultades, persecuciones, correr la misma suerte que el Maestro...? Creemos que la expresión puede ser de Jesús, aunque deba adnitirse igualmente el hecho de que está influenciada por la experiencia de los discípulos en su tarea misionera.

La tercera sentencia propia de Mateo habla de la opinión de los hombres sobre el Hijo del hombre (Mt 16, 13). Los tres sinópticos (Mt 16,13; Lc 9,18; Mc 8,27) coinciden en la pregunta que Jesús hace a los discípulos "¿Quién decís que soy yo?". La diversidad está en la pregunta sobre la opinión de la gente: "¿quién soy yo?" (Mc y Lc); "¿quién es el Hijo del hombre?" (Mt).

Por las más elementales leyes del paralelismo el Hijo del hombre y yo designan la misma persona. Son indudablemente más originales Marcos y Lucas. Pero el problema no termina ahí. ¿No pudo utilizar Jesús la fórmula "Hijo del hombre" en cuanto perifrástica —no como título— teniendo en cuenta que la escena se halla situada en Galilea donde dicha fórmula perifrástica era frecuente?

7°) El Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra? (Lc 18, 8; es la primera de las dos sentencias propias de Lucas). La sentencia no es considerada como auténtica por la mayoría de los intérpretes. Creemos, sin embargo, que puede defenderse la originalidad del proverbio. Según el uso lingüístico de los sinópticos, el logion habla de la aceptación de las palabras o de la predicación de Jesús. El problema que plantea es si cuando venga el Hijo del hombre podrá constatar que los hombres han tomado en serio su llamada a la decisión, si han seguido su invitación a la conversión y han mantenido una relación constante con Dios, como la pobre viuda con el juez inicuo. Estamos diciendo que la frase es inseparable de la parábola anterior. Y la unión con la parábola del juez inicuo y la viuda se halla garantizada por este punte: "aunque les haga esperar, Dios hace justicia prontamente a los elegidos que claman a él dia y noche" (w. 7b. 8a).

Búsqueda y salvación de lo perdido (Lc 19, 10). El logion (el segundo de los específicos de Lucas) es una síntesis de la obra salvífica del Hijo del hombre. No podemos tener seguridad alguna sobre su origen. Lo que sí puede afirmarse es que estamos ante un título cristológico importantísimo, fruto, sin duda, de la reflexión teológica. Las palabras de Jesús, ¿dieron pie a dicho título, aunque él las pronunciase a nivel perifrástico de pronombre personal? La escena -situada en casa de un pecador público, como era Zaqueo- es sinónima de la presencia actuante de la gracia. El contenido coincide con la predicación de Jesús, que se dirigía a los publicanos, que quiere el arrepentimiento y se sitúa decisivamente en la línea del amor.

Aunque haya mucho de escenificación en la presentación del episodio, su centro de gravedad refleja la misión del Hijo del hombre: el máximo responsable de los hombres cuya palabra fue comprometida por la acogida de Dios.

3. El Hijo del hombre sufriente y resucitado

Desarrollaremos lo indicado en el presente título mediante una exposición somera de las tres predicciones clásicas de la pasión. En su forma actual ninguna de ellas se remonta a Jesús. Están formuladas con tanta precisión, peculiaridades y detalles que nos obligan a pensar en algo que ya había ocurrido y que es presentado como futuro en unas fórmulas hechas. Serían unas predicciones "ex eventu", es decir, hechas después de haber ocurrido lo que anuncian. Más aún, expresadas en su forma actual los discípulos no se hubiesen enterado de nada. La mayor verosimilitud en este terreno nos situaría ante una formulación corta, como la siguiente: "Estad atentos a lo que voy a deciros: El Hijo del hombre ha de ser entregado en poder de los hombres" (Lc 9, 44).

En cuanto a las tres predicciones destaquemos lo siguiente: a) Nos ofrecen un cuadro igualmente coincidente con las pretensiones del Jesús terreno. Estaríamos en la trayectoria marcada por Marcos (2, 10. 28: sobre el paralíticio y lo referente al sábado) en relación con la identidad del Hijo del hombre; b) Garantizan la conservación del misterio del Mesías que habla y actúa veladamente (como en Mc 2,10. 28), que se manifiesta veladamente a sus discípulos; c) La identidad de Jesús podía seguir oculta en Galilea (allí fue pronunciada la primera predicción, Mc 8, 31, y también la segunda, Mc 9, 31; la tercera no era una revelación de la misma porque se hace en el círculo de los discípulos (hacia afuera seguía bien guardada la identidad de Jesús).

3.1. Anuncio de la pasión y reacción de Pedro (Mc 8, 31)

Existen razones convincentes para afirmar la verosimilitud de la expresión de Jesús, lo cual no nos exige admitirla en su total literalidad: llamar "satanás" a Pedro no puede haber sido una invención cristiana; también es probable la existencia de un debate sobre la peligrosidad de subir a Jerusalén; digamos lo mismo del ocultamiento de la dignidad de Jesús mediante el recurso a la expresión "Hijo del hombre"; no es inverosímil la localización de la escena en Cesarea de Filipo.

El contenido del anuncio es triple: acentuar la dimensión mesiánica de Jesús, inseparable de la confesión de Pedro; destacar el mesianismo colectivo, que enseña la naturaleza del discipulado de Jesús e incluye en él a sus seguidores; poner de relieve la necesidad de la resurrección, como consecuencia de la posesión del Espíritu.

Este primer anuncio de la pasión se halla confirmado por otros muy próximos a él. En el contexto de la transfiguración encuentra su base lo relativo a la resurrección del Hijo del hombre (Mc 9, 9: sólo cuando el Hijo del hombre resucite de entre los muertos podrá entenderse lo ocunido en su fase anterior de pasión e incluso algunas acciones significativas de la resurrección, como era el caso de la transfiguración. (J. P. METER, Jesus, en el nuevo comentario bíblico "San Jerónimo", pp.1324-1325). La relación con el tema de la resurrección aparece casi en el mismo contexto anterior por la intriga que suscitó en los discípulos que Jesús hablase de la resurrección: "Le preguntaron diciendo: ¿Cómo dicen los escribas que primero ha de venir Elías? El les dijo: Cierto que Elías, viniendo primero, restablecerá todas las cosas; pero, ¿cómo está escrito del Hijo del hombre que padecerá mucho y será despreciado? Yo os digo que Elías ha venido ya e hicieron con él lo que quisieron, como de él está escrito" (Mc 9, 11-13).

La venida de Elías, identificado con el Bautista, es recogida aqui con la finalidad de resaltar el paralelismo entre el Bautista y Jesús.

El texto paralelo de Mateo (16, 212), siendo la primera predicción de la pasión, no menciona al Hijo del hombre:

"Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén para sufrir mucho de parte de los ancianos, de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y ser muerto y al tercer día resucitar".

Jesús habla de que tenía que subir a Jerusalén... sigue a Marcos con mínimas variantes, por ejemplo Jesús no enseña (como afirma Marcos), sino que comunica.

El paralelo de Lucas (9, 22) sigue fielmente a Marcos: No debe excluirse que los discípulos o los seguidores de Jesús, ya antes de la pascua, llegasen a la convicción de su mesianidad. Sería en todo caso una concepción falsa, la común de la época, y que Jesús debía corregir:

"Es preciso que el Hijo del hombre padezca mucho, y que sea rechazado de los ancianos y de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y sea muerto y resucite al tercer día".

En este texto de Lc 9,22 tendríamos dicha corrección en la línea de Mc 8, 31. La mesianidad de Jesús no puede separarse de la pasión, muerte y resurrección del Hijo del hombre; lo contrario sería tergiversarla.

La predicción se fundamenta en la "necesidad" establecida por Dios. Antes de que dicho imperativo se cumpla, no puede ser anunciada clara y plenamente su mesianidad (v. 21: después de la confesión de Pedro, Jesús prohíbe que se lo digan a nadie). Y es que, efectivamente, la triple predicción de la pasión alcanza su finalidad en la resurrección, pero tiene su fundamento en la necesidad establecida por Dios (= dei). A la acción de los sanedritas se contrapone la acción de Dios. Esta se acentúa más en Lucas que en Marcos. En Lucas Jesús es "el Cristo de Dios", acentuando más, mediante la unión del regente y del regido (Dios y Jesús) el aspecto histórico-salvífico (Lc 24, 26: "¿No era necesario que el Mesías padeciese esto y entrase en su gloria?").

Esta trayectoria es la que deben seguir sus discípulos (Lc 9, 23-27). Sin la realización llevada a cabo por Jesús, sería incomprensible dicha confesión por parte de los discípulos.

3.2. Enseñanza sobre la suerte del Hijo del hombre (Mc 9, 31)

Es la segunda predicción de la pasión. Su contextualización es de gran interés. Tiene lugar entre Cesarea de Filipo (donde ha tenido lugar la confesión de Pedro) y Cafarnaún. Es como el centro de la actividad de Jesús. "Atravesaban de largo la Galilea", que es el lugar de la revelación o epifanía del Hijo del hombre sufriente, de Jesús como Mesías; pero es una revelación oculta, misteriosa. Los discípulos han quedado desconcertados y no querían sembrar el desconcierto entre la gente. El texto no puede ser más significativo: Atravesaban de largo la Galilea queriendo que nadie lo supiese "porque iba enseñando" (Mc 9, 30).

Se supone que la enseñanza versaba sobre la suerte que iba a correr el Hijo del hombre. Jesús viaja de incógnito, "se esconde" en casa (donde reprende a los discípulos por sus pretensiones) y salieron inmediatamente de Galilea (Mc 10,1). Esto significa: que Marcos, después de la confesión de Cesarea, no deja aparecer en público ni a Jesús ni a sus discípulos; corrige el punto de vista de los discípulos sobre el mesianismo; ellos participaban de la misma mentalidad que los galileos (por eso se oculta ante ellos, después de haberse revelado secretamente a los suyos).

Ante la preferencia de los discípulos por un Mesías triunfalista, se destaca la oposición entre el Hijo del hombre, el Hombre por excelencia, y los hombres que frustran el plan de Dios y optan por la consigna habitual de "sálvese quien pueda".

El sentido pleno de la vida entregada es la vida encontrada. La vida-muerte de Jesús es pionera de todas las demás y determinadora de la dirección que deben tomar. Tiene tanta importancia que el éxito de la vida-muerte de los demás depende de que hayan sido configurados con la vida-muerte de Jesús. (D. J. HARRINGTON, The Gospel according to Mark, en "The New Jerome Biblical Commentary", pp. 614-615).

El texto paralelo de Mt 17, 22 coincide con el de Marcos, aunque éste insiste más en lo negativo, en la muerte, para que resalte más la victoria.

Se acentúa la oposición entre "los hombres", que actúan movidos por los intereses religiosos, teológicos, económicos, políticos (dictaduras...) y "el Hombre", que sale de sí mismo y considera la entrega de su vida a favor de aquellos a los que es entregado para eliminar sus egoísmos.

El paralelo de Lucas 9, 44, citado literalmente más arriba, habla de la "entrega": omite la muerte y la resurrección. Se acentúa en él la misma contraposición entre "los hombres" y "el Hombre". Los hombres simbolizan la oposición a la causa y al programa del Hijo del hombre.

3.3. Descripción exacta del futuro (Mc 10, 33- 34; Mt 20, 17-19; Lc 18, 31-34)

Hemos llegado a la tercera predicción de la pasión. Aquí Jesús no enseña, sino que informa. La multitud de detalles y precisiones concretas apunta a una formulación pospascual. Es la más apretada y completa síntesis que puede ofrecerse del relato de la pasión. Todos los detalles particulares: entrega (= por Dios) a los sanedritas, condenación a muerte por las autoridades del consejo supremo, la entrega a los paganos, los ultrajes, los insultos, las ofensas... pertenecen al relato de la pasión. No es preciso pensar en una tradición particular.

El evangelista ha formulado esta tercera predicción de la pasión como una contrarréplica a un falso discipulado, representado en las apetencias de los hijos del Zebedeo y en la reacción de los demás. Dicha contrarréplica, formulada posteriormente, se halla sintetizada en la afirmación sobre la finalidad y objetivo de los seguidores de Jesús que, a ejemplo del Hijo del hombre, deben pensar en servir a los demás, no en ser servidos por ellos.

Las precisiones particulares mencionadas se hallan reunidas intencionadamente: "Iban subiendo a Jerusalén: Jesús caminaba delante, y ellos iban sobrecogidos y le seguían medrosos. Tomando de nuevo a los doce, comenzó a declararles lo que iba a sucederle" (V 32, inmediatamente después es formulada la tercera predicción de la pasión, que es la que tenemos delante). La intencionalidad apuntada pretende poner de relieve la distancia entre Jesús y los doce; se acentúa que el camino de Jesús debe ser también el de sus discípulos.

Como la Iglesia vive sólo desde él y para él, se quiere poner de relieve que debe actuar como él (esto no lo entendieron los discípulos; lo dicho en 10, 35- 42 sobre "beber el cáliz" significa correr la misma suerte... Ellos en cambio pretenden los primeros puestos. Frente a sus ambiciones humanas y políticas el evangelista destaca acentuadamente la intención eclesiológica. En cuanto a la intención cristológica se pretende comunicar a los lectores cristianos que es Jesús quien tiene y retiene la iniciativa; que sus enemigos, aparentemente tan fuertes, son en realidad instrumentos de Dios; que Dios actúa como actor principal en el acontecimiento de la pasión; que sólo en el seguimiento los discípulos se hallan en el camino de Jesús. El sentido del sufrimiento del Mesías se desvela únicamente ante la obediencia de la fe

La finalidad cristológica se concentra en un versículo intencionadamente separado de los que componen la tercera predicción de la pasión: pues tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida para redención de muchos (Mc 10, 45). En este texto, probablemente, el Hijo del hombre suplantó al "yo", como lo demuestra el paralelo de Lucas que parece más original y se referiría al Jesús terreno (Lc 22, 27).

El motivo de la introducción del v. 45 hay que verlo, desde el punto de vista del evangelista, en todo el contexto: después de establecer el modo de la vida eclesial (w. 42-44) debe intentar ofrecer la fundamentación cristológica de su conducta (vv. 43a. 35-40 y 47). El evangelista utiliza el v. 45 motivado por ello. La fundamentación aludida es ofrecida en una frase confesional cristológica de cuño judeocristiano: la muerte de Jesús como pago-rescate por muchos (1 Tim 2,6; Tit 2, 14; 1 Cor 11, 24-25; 15,3...). Este pensamiento, importante también en la interpretación central de la Cena, hace referencia a ls 53: el lytron, pago o rescate por la libertad de los esclavos.

El pago, ¿fue hecho a Satanás o a Dios? Es una cuestión bizantina que debe quedar abierta. El significado es claro: el sentido de la muerte de Cristo es la liberación del pecado y de la muerte (1 Cor 5, 18; Rom 3, 25).

El término tan técnico de la interpretación de su vida como un rescate (= lytron) difícilmente puede ser atribuido a Jesús. Debe tenerse en cuenta -razones de reflexión teológica aparte- su aislamiento en la tradición. Además falta en el lugar paralelo de Lc 22, 25-27.

Antes de la institución de la eucaristía (Mc 14, 21) vuelve a ser mencionado el Hijo del hombre que sigue su camino. En este momento el texto está centrado en una triple enseñanza: el cumplimiento de la Escritura (sin que sea mencionada ninguna en particular); el traidor es presentado como un instrumento al servicio del plan divino, pero con grave responsabilidad y culpabilidad; no vale la pena nacer para vivir en oposición a Dios.

Ya en Getsemaní vuelve Jesús a hablar del Hijo del hombre que es entregado en manos de los pecadores (Mc 14, 41). Aparece de nuevo el tema de la entrega en manos de los pecadores. ¿A quién se refiere? Se trata de los dirigentes espirituales del pueblo de Dios, de los representantes de Dios en un sistema religioso caducado. Se trata también de los dirigentes políticos, de los encargados de gobernar la ciudad terrena. Ni a unos ni a otros interesa la causa del Hijo del hombre o su proyecto de promoción del hombre. Va en contra de sus intereses. Y esto responde a la historia de todos los tiempos, pero se inició o, al menos, se denunció explícitamente en aquel tiempo. Esto significa que el hecho en cuestión está enraizado en aquella historia y no es simple fruto de la invención o especulaciones posteriores.

Junto a estas afirmaciones hay que establecer que la formulación es posterior al suceso, por supuesto. Se remonta a una tradición que se halla recogida en los versículos siguientes:

"En verdad os digo que ya no beberé el fruto de la vid hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios" (v. 25).

"Jesús le respondió: En verdad te digo que tú, hoy, esta misma noche, antes de que el gallo cante dos veces, me negarás tres" (v. 30).

La conclusión es que aquí se ha desarrollado una idea teológica fundamental. que acentúa el pensamiento siguiente: el momento del arresto es la hora de la entrega en manos de los pecadores. Una hora que Dios había determinado para llevar a término la obra de la consumación. Algo muy semejante al concepto de "hora" existente en el evangelio de Juan. Esto equivaldría a la justificación de un título como el del Hijo del hombre en este momento.

4. Actividad ultraterrena del Hijo del hombre

La tercera fase del Hijo del hombre se centra en su actividad de juez.

4.1. En el momento supremo el Hijo del hombre se avergonzará (Mc 8, 38: Lc 12, 8; en Mateo "el Hijo del hombre" es sustituido por el pronombre personal, Mt 10, 32-33) de aquellos que se hayan avergonzado de él. Es una referencia a sus falsos seguidores que serán desenmascarados; el Hijo del hombre demostrará que la moneda, aparentemente de reconocido curso legal, es falsa; que el seguimiento de Jesús era hipócrita e interesado. Recordemos lo dicho sobre la variabilidad entre el "yo" y "el Hijo del hombre". El Hijo del hombre aparece frecuentemente en las afirmaciones escatológicas de Jesús en las que él se había expresado mediante el pronombre personal de primera persona: "Yo también lo confesaré..." (Mt 10, 32-33), que se convierte en el Hijo del hombre en Mc 8, 38 y en Lc 12, 8. "Cuando el Hijo del hombre se siente sobre el trono de su gloria" (Mt 19, 28), que traduce Mc 10, 29 "por mí y por el evangelio" y Lc 18, 29 por "te hemos seguido". Por otra parte, el texto de Mt 19, 28 no habla de la epifanía o manifestación del Hijo del hombre, sino de su señorío, del que participarán los suyos. ¿Cuál de las expresiones es más natural?

Esta actitud del Hijo del hombre se corresponde con el comportamiento de sus aparentes discípulos que se han avergonzado de él. Se avergüenzan de él aquellos que han rechazado u ocultado el mensaje de Jesús porque cuestionaría o pondría en peligro su posición social y cualquier otro tipo de interés.

De esta forma establecen una jerarquía de valores en cuya cima no se encuentra Jesús o el Hijo del hombre, sino el mismo que habla de ello pero, en realidad, no tiene en él, al menos, su último punto de referencia.

4.2. ¿Cuándo y cómo se manifestará dicha "vergüenza" mutua? La respuesta puede ser múltiple:

"Cuando el Hijo del hombre venga en la gloria del Padre (Mc 8, 38). Dicha gloria significa la manifestación plena de Dios en el Resucitado. Cuando el reino de Dios venga en poder (Mc 9,1), cuya presencia se decide ante el sí o el no a la pertenencia al Reino, ante la fe o aceptación del mismo o la infidelidad o su rechazo". Verán al Hijo del hombre venir en su Reino" (Mt 16, 28). Se hallarán presentes los santos ángeles (Mc 8, 38) que son los acompañantes habituales del Hijo del hombre o de Dios en sus teofanías. Tienen un valor meramente funcional y ornamental.

Ni siquiera la referencia a la gloria de los ángeles nos obliga a pensar en el último día en el sentido tradicional. Se refiere al juicio personal, a la trayectoria de la vida que se convierte en evaluación progresiva ante el Maestro que la valora como los exámenes parciales, superados los cuales la nota final es ya cuestión de la "secretaría". Esto, evidentemente, será visible para los ojos de la fe.

El texto analizado nos habla, como es lógico, del segundo momento o de la última evaluación que mantiene la tensión entre el Hijo del hombre presente-futuro.

Jesús no hablaba remitiendo ad calendas graecas lo que era objeto de su predicación; afirmaba que el futuro se decide ahora, en la confrontación personal directa con su palabra (Mc 8, 38). La finalidad de lo afirmado en 9,1 es la misma: el hombre no debe engañarse sobre la proximidad acuciante de Dios. Las fórmulas de entonces no son repetibles.

El texto paralelo de Mateo (10, 32-33) lo dice así: "Pues a todo el que me confesare delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre, que está en los cielos; pero a todo el que me negare delante de los hombres, yo le negaré también delante de mi Padre, que está en los cielos".

La vergüenza se traduce aquí por evaluación, que estará de acuerdo con las obras realizadas. Y éstas se hallan determinadas por la calidad del seguimiento (Mt 16, 24: "negación de sí mismo, tomar la cruz y seguimiento").

La parafernalia de la venida es presentada con características apocalípticas, es decir, que la forma y el modo de su venida es presentado con el recurso a especulaciones y representaciones puramente fantásticas: La venida en "las nubes" (Mc 13, 26) significa la pertenencia del Hijo del hombre a la esfera divina. La gran gloria es también símbolo de su realeza y condición divina. El gran poder o la gran potencia significan la posibilidad de comunicar a los hombres una plenitud de vida capaz de superar la muerte.

Las imágenes cósmicas, como el sol que se oscurecerá... (Mc 13, 24-27 y par.) deben ser tomadas en sentido figurado y no indican por sí mismas ni el final del mundo ni el de la historia. Piensan en otros simbolismos como las referencias a las divinidades astrales que son historificados aplicándolos a determinados acontecimientos históricos, como cambios de poder, de tiranías... con mayor o menor fortuna algunos autores (J. MATEOS - E CA-MACHO, El Hijo del hombre,ed. el Almendro, 1995, in loco, p. 197). En contraposición a ellos Dios mismo es llamado Potencia. Las estrellas y las potencias son las divinidades paganas o los que persiguen a los que proclaman el evangelio (Mc 13, 9-10).

La visión del signo del Hijo del hombre (Mt 24, 30) podría ser un argumento de que el texto es anterior al de Marcos y de que estaría formado bajo la influencia de Dn 7, 13. La palabra para Mateo pertenece al discurso escatológico. El "signo" no es un fenómeno luminoso (al estilo del relámpago), ni el Hijo del hombre como tal, sino el pendón o la bandera-estandarte para reunir al pueblo de Dios del tiempo último, en alusión a Is 11, 12: "Alzará su estandarte en las naciones, y reunirá a los dispersos de Israel, y juntará a los dispersos de Judá, de los cuatro confines de la tierra".

Es como la convocatoria de los elegidos de Dios. La llegada no es única; ni tiene lugar a lo largo de la historia, particularmente de la historia personal. Al servicio de estas ideas: convocatoria que Dios hace de los suyos se hallan otras imágenes, como "golpearse el pecho" (Zac 12, 10.12.14), la trompeta para despertarlos y reunirlos pertenece también al lenguaje apocalíptico (1 Tes 4, 16).

Lucas, en el lugar paralelo (21, 27) nos describe la misma realidad con imaginaria idéntica. En relación con Mt 24, 30 únicamente debe notarse la ausencia del "signo".

4.3. En algunos textos la parusía es relacionada con la venida del Hijo del hombre (Mt 24, 27.37.3. Son los únicos, aunque; indirectamente, se habla del mismo tema en la pregunta que los discípulos hacen a Jesús en el mismo cap. de Mateo, v.3b). En relación con ellos se imponen las siguientes reflexiones: La del relámpago: la comparación con la parusía está en la evidencia, no en lo inesperado y en su repentinidad. La de los días de Noé quiere poner de relieve la necesidad de la preparación actual. Los días del Hijo del hombre (expresión propia de Lc 17, 24. 26) hacen referencia a una llamada penitencial. Los días del Hijo del hombre en la tierra llegarán pronto al final; en la crisis venidera los hombres desearían volverse atrás, pero entonces ya será demasiado tarde.

La parusía según los tres textos de Mateo no debe ser entendida en el sentido tradicional. Citamos a continuación dos textos que afirman lo contrario: "Lo mismo vosotros, tenéis que estar preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora que menos penséis" (Mt 24, 44). "Velad, pues, y orad en todo tiempo a fin de que tengáis fuerza para escapar de todas estas cosas que van a suceder y presentaron seguros ante el Hijo del hombre" (Lc 21, 36; que es muy próximo al que acabamos de copiar de Mateo).

El contexto de ambos textos es la parábola de los siervos vigilantes. Aquí, ciertamente, subyace la tradición de Jesús. Marcos (13, 35) transmite una parábola paralela; en ella, el que viene, inesperadamente, no es el ladrón sino el dueño de la casa. En Mt 21, 42, "el dueño de la casa" se ha convertido en "vuestro Señor" y, de este modo, introdujo a Jesús.

En el proceso ante el sanedrín tenemos las palabras más coercitivas en el sentido de la identificación de la venida del Hijo del hombre y el final de los tiempos:

"¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Bendito? Jesús dijo: Yo soy, y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo" (Mc 14, 62).

Se trata de una visión o escenificación del triunfo que alcanzará aquel que ha sido considerado como blasfemo por los dirigentes espirituales de su pueblo y que, por ello, había sido condenado a muerte.

Esta identificación se halla exigida por la ley del paralelismo. El único acto: resurrección - exaltación - ascensión - parusía fue separado en dos por la Iglesia: uno perteneciente al pasado, la resurrección, y otro referente al futuro, su venida sobre las nubes. (C. H. DODD, Las parábolas del Reino, original publicado en 1938, traducido por Cristiandad, p. 101).

El tiempo indefinido nunca es signo de consuelo. ¿Podría aducirse como signo de triunfo y de victoria, para los amigos o los enemigos de Jesús, un acontecimiento tan remoto que nadie se atrevería hoy a calcular los millones de años que tardaría en producirse? Naturalmente que los contemporáneos de Jesús no medían la duración del tiempo por unidades de millón. No obstante, el acontecimiento al que hace referencia Jesús obligaba a sus contemporáneos a pensar en un tiempo más o menos lejano, en un acontecimiento remoto e impredecible, que no podía servir de consuelo ni de esperanza para nadie, ni para los discípulos de Jesús ni para sus enemigos.

Y ahí está precisamente la contradicción, porque tanto Mateo como Lucas afirman que tendrá lugar "desde ahora" (Mt 26, 64; Lc 22, 69).

Lo que comienza desde ahora es el reino de Cristo. Iniciado con su venida "en la plenitud de los tiempos" (Gal 4, 4), llega a su perfección con su "sesión a la derecha del Padre y con su venida sobre las nubes del cielo". En ellas alcanza su plenitud, su perfección y la escenificación más llamativa el reino de Cristo. Las imágenes hacen referencia a la irrupción del reino de Dios en la historia. En ella Jesús asume el papel "escatológico" del Hijo del hombre.

La "parusía y el juicio". Lo absoluto, lo totalmente otro, ha penetrado en el espacio y en el tiempo. Y así como el reino de Dios y el Hijo del hombre han llegado, así también ha llegado -sin esperar al clásico fin del mundo y al juicio universal- el juicio existencial, dependiente de la actitud del hombre ante dicha realidad divina y la bienaventuranza.

Jesús se reconoce como el Mesías, pero como un Mesías pasado por el tamiz del Hijo del hombre. Esto significa el cambio radical en las esperanzas judías. Y también una amenaza muy seria. Los jueces de Jesús quedan sometidos al veredicto de Jesús como juez, en su calidad de Hijo del hombre. Amenaza que va implícita en el "veréis". Ante la perspectiva de su condenación, Jesús manifiesta la certeza de su justificación-aprobación por Dios y el rechazo-condenación de sus condenadores por él mismo, en cuanto juez escatológico, en cuanto Hijo del hombre. (R. PESCH, Das Markus-evangelium, I, en "Theologischer Kommentarzum Neuen Testament", Herder, 1977, pp. 437-439).

En cuanto a la imaginería apocalíptica, lo anunciado apocalípticamente para el futuro comienza a hacerse realidad en el presente. Pero este presente histórico es incapaz de contener todo el significado de lo absoluto. Por eso, las imágenes conservan su significado como símbolos de las realidades eternas, las cuales, aunque penetran en la historia, no se agotan nunca en ella. El Hijo del hombre ha venido, viene y seguirá viniendo.

Estas formas de futuro son simples acomodaciones de lenguaje. El cómputo divino del tiempo no coincide con el de la cronología humana. En Dios no hay un antes ni un después. Lo mismo ocurre con la venida del Hijo del hombre en las nubes del cielo "a partir de ahora". Vino, viene y vendrá. Y esta venida permanente coincide con el "hoy" de Dios, se cronologuiza y se personaliza en el encuentro del hombre con él, y en su actitud y opción por él o en su contra.

El juicio final o el tiempo último es intemporal. Se temporaliza en el decurso del devenir humano y de la historia individual. Lo único seguro anunciado por Jesús en esta cuestión es la venida del reino de Dios. Las formas de su venida y el cuándo de la misma son presentadas recurriendo al módulo de las realidades humanas. Jesús, con su presencia y con todo lo que ella significa, incluida su resurrección, convirtió en realidad el mundo nuevo, el reino de Dios. Una posibilidad de gracia o juicio, de bienaventuranza o desdicha, dependientes de la actitud del hombre ante el Reino.

Lo que no se puede controlar en la historia por los métodos histórico-críticos es representado como un acontecimiento futuro mediante descripciones simbólico-apocalípticas. Estas son siempre funcionales. Se hallan al servicio de la realidad que ellas manifiestan y o significan.

Entre otros posibles proverbios, el más importante es la señal de Jonás (Lc 11, 30; Mt 12, 29-40; Mc 8, 11). La "generación" adúltera e infiel debería haber reaccionado como los ninivitas. El Hijo del hombre debía haber significado para sus contemporáneos lo que Jonás fue para los ninivitas: una palabra que revolucionase su vida y su conducta. Más aún, la parusía-venida de Jesús posterior a la pascua debería haber significado un nuevo aldabonazo para sus conciencias.

5. El Hijo del hombre, el Hombre y los hombres

Este último punto tiene la finalidad de armonizar las tres realidades apuntadas. El Hijo del hombre, figura humano-celeste, es el Hombre por excelencia, que atrae hacia sí e incluye en su figura a los hombres, no sólo como modelo para ellos sino como impulsor de su plena realización.

La predicación del reino de Dios y el anuncio de su proximidad-presencia constituyen el centro de gravedad de la predicación de Jesús. Ahora bien, como este tema apenas se halla unido en la tradición antigua con el Hijo del hombre, la conclusión es que esta figura era desconocida para Jesús y que pertenece a la elaboración dogmática de la comunidad. Esta alternativa se halla confirmada por el planteamiento que hacen otros autores: "...en el estrato más antiguo de la tradición no existe conexión entre el reino de Dios y el Hijo del hombre. Un resultado que es tanto más soprendente cuanto que en el texto de Dn 7, 13- 27 ambos conceptos están unidos" (H. CONZELMANN, Jesus Christus, en RGG, III, col. 630-631).

5.1. Jesús es el Hijo del hombre lo mismo que es el Reino. Esta proporcionalidad implica la inseparabilidad de ambas realidades. Más aún, la imposibilidad de su existencia sin la figura de Jesús. El Hijo del hombre no es un símbolo alternativo ni un duplicado del Reino. Nace realmente de la confrontación de Jesús con el ambiente judío receloso y hostil que critica sus pretensiones de hacer presente y activo con sus opciones y sus palabras anticonformistas el señorío de Dios. ¿Quién se imagina que es? ¡Uno que sólo encuentra seguidores entre los pecadores y publicanos!

Jesús responde a estas insinuaciones críticas sobre el hombre (el bar nash, arameo) remitiendo al juicio de Dios, ya que ese "hombre" es el que anuncia e inaugura el reino de Dios. Por eso mismo, el que ya ahora se decide en favor o en contra de Jesús decide también el éxito o el fracaso de su destino ante Dios. El reino de Dios al final se realiza como juicio irrevocable de ruina o de salvación en relación con las decisiones tomadas aquí y ahora frente al anuncio y la persona de Jesús.

El símbolo del Hijo del hombre expresa la urgencia y la seriedad de la llamada que resuena en la proclamación del reino de Dios por medio de las palabras y de las tomas de posición de Jesús. Ningún hombre puede sustraerse a esa decisión que el Hijo del hombre, futuro delegado del juicio de Dios, anticipa ya desde ahora en la historia humana (R. FABRIS, Jesús de Nazaret. Historia e interpretación, Sígueme, 1985, 200-201).

5.2. Jesús es el Hijo del hombre lo mismo que es el Reino. El es el autor de ambas realidades tanto en su fase fundante o constituyente como en su desarrollo hasta alcanzar la consumación. La novedad paradójica de la vida de Jesús, el instaurador del Reino, criticado y condenado por los hombres, es lo que hace explotar todo el amasijo de viejos modelos religiosos y culturales y producir nuevos símbolos para fundamentar y expresar una relación distinta con Dios y entre los hombres. Uno de los símbolos, generador de nuevos significados para el vivir humano, es el Hijo del hombre.

Ni un simple equívoco lingüístico, ni la esperanza escatológica de las comunidades primitivas, ni la exaltación carismática de los discípulos, pueden explicar la novedad y el dinamismo espiritual que encierra esta figura simbólica, con la que Jesús expresa su última esperanza, una esperanza que se desarrolla históricamente entre el anuncio del reino de Dios y el camino hacia la muerte. El Hijo del hombre, solidario en la fragilidad y en su impotencia con la condición moral de todos los hombres, se revela en Jesús crucificado, resucitado por Dios en su identidad definitiva como partícipe de la gloria y del poder de Dios. Esta toma de conciencia, explícita y cumplida, es la que los discípulos expresan después de la pascua cuando aplican a Jesús el título de Hijo del hombre y releen sus palabras como anuncios proféticos de su "venida" en la gloria. (Remitimos de nuevo a R. FABRIS, pp. 201-202).

5.3. Jesús es presente y futuro, lo mismo que lo son el Hijo del hombre y el Reino; realidad modesta, insignificante, casi invisible en su primera fase y magnanimidad esplendorosa en el tiempo de su exaltación y gloria. El Hijo del hombre y el Reino son dos "símbolos en tensión", que los hace particularmente cercanos.

La tensión entre el Reino humilde e insignificante en sus comienzos, como la mostaza, el fermento... y su desarrollo inmensamente desproporcionado, constituye su dinámica esencial. Es la ley del Reino. La alternativa del Reino como realidad "presente-futura" se resuelve admitiendo que Jesús parte de la apocalíptica. De ahí el aspecto y las afirmaciones de futuridad.

Pero él supera el carácter apocalíptico trasladándolo al terreno de la existencia. De este modo surge la relación entre presencia y futuridad —desde su aspecto existencial— de tal modo que el Reino se hace comprensible y asequible en sus palabras, en la conducta y en la presencia misma de Jesús. Y de este modo las afirmaciones futuras y presentes alcanzan, desde el punto de vista de la salud-salvación ofrecida hoy un sentido unitario: el tiempo en cuanto nuestro ha llegado al final; lo que nos queda es espacio para la penitencia. Así desaparece la preocupación apocalíptica acerca del tiempo del encuentro presente o futuro (H. CONZELMANN, art. cit., col. 914-915).

5.4. Jesús es presencia de Dios, lo mismo que el Hijo del hombre y que el reino de Dios. Presencia decisiva y decisoria. El hombre juega su suerte por su actitud ante ella en la medida en que dicha presencia se hace cognoscible para el hombre. Tanto el anuncio del Reino como el Hijo del hombre son llamadas envolventes. La orientación humana de la vida se ve desorientada por una posibilidad nueva que la cambia y puede terminar en una alternativa: seguir la orientación primera, según la cual ha caminado el hombre hasta ahora, o reorientarse de nuevo teniendo en cuenta las nuevas posibilidades ofrecidas por las parábolas o por la palabra de Jesús en general o ante el anuncio del Hijo del hombre.

El principio fundamental "reorientador" se centra en la decisión humana y el consiguiente juicio divino que se realizan en el tiempo presente, en la vida de cada día. El tiempo futuro es éste, el presente. El tiempo último o el último día llega cuando se pasa la última hoja del calendario de nuestros días. Lo que normalmente entendemos por "juicio último" lo estamos realizando a diario en el marco de la existencia concreta, como los criados vigilantes que, por serlo, son declarados bienaventurados (Mc 13, 32- 37; Mt 25, 21.23. 26). El tribunal ante el cual debemos dar razón y explicación de nuestros actos está colocado en el interior de nuestra conciencia. Este principio desorientador y reorientador es la tarea esencial del Reino y la del Hijo del hombre. Tanto el uno como el otro tienen la finalidad de sacudir con fuerza al hombre para obligarlo, sin coacción, a la decisión ante las nuevas posibilidades abiertas por las dos realidades mencionadas que, en el fondo, son la misma. (FELIPE F. RAMOS, El Reino en Parábolas, Salamanca, 1996, p. 98).

6. Nueva presentación del Hijo del hombre

Es la que nos ofrece el cuarto evangelio. La identidad común con los sinópticos se centra en que unos y otros hablan de él para designar a la persona enviada por Dios a nuestro mundo para redimir al hombre; en ambos bloques el título aparece exclusivamente en labios de Jesús; las influencias o reminiscencias son inegables; coinciden en la necesidad de que el Hijo del hombre tiene que pasar por serias dificultades, incluida la muerte, por fidelidad a la voluntad de Dios, y tanto este aspecto como el de la cruz son importantes en ambos, al par que muy distintos.

6.1. El Hijo del hombre unificado en sus distintas fases. En el Hijo del hombre joánico no existen los tres períodos diferenciadores de su actividad, que caracterizan a los sinópticos. Más aun, en el evangelio de Juan no encontramos vestigio alguno de crecimiento, de su crecimiento hasta llegar a la madurez que tendría lugar en su parusía o segunda visita en la que aparece claramente destacado su señorío único. Sólo en ese momento se presenta como el Juez soberano ante cuya presencia, examen y decisión son convocados todos los hombres de todos los tiempos. En el evangelio de Juan no tenemos siquiera relatos de la infancia, ni asombro alguno ante el crecimiento del Niño en edad, sabiduría y gracia ante Dios y ante los hombres.

Desde el primer texto en que aparece el Hijo del hombre hasta el último todos nos presentan la misma magnitud divina en perfecta unión e íntimo consorcio con Jesús de Nazaret.

Como anticipo de la "novedad" mencionada ofrecemos a continuación un elenco cuantitativo de los pasajes en que el cuarto evangelio recurre a la expresión Hijo del hombre: 1°) Jesús promete a sus discípulos que verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del hombre (1, 51). El Hijo del hombre equivale aquí a la meta hacia la que caminan los discípulos, 2°) En 3,13 afirma el evangelista que "Nadie sube al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo". Estas complejas palabras contestan probablemente a la pregunta sobre quién puede subir al cielo; 3°) La tercera mención del Hijo del hombre le presenta siendo "elevado" como lo fue la serpiente levantada por Moisés a modo de estandarte en el desierto, "para que todo el que creyere en él tenga la vida eterna". La vida que tiene el Hijo le ha sido concedida por el Padre que "le dio también poder de juzgar por cuanto que él es el Hijo del hombre" (3, 14-15; es la cuarta vez que es mencionado el Hijo del hombre); 5°) El hombre debe procurarse no el alimento perecedero, sino el alimento que permanece hasta la vida eterna, el que el Hijo del hombre os da, porque Dios Padre le ha sellado con su sello (6,27); 6°) La posesión de la vida eterna depende de comer y beber la carne y la sangre del Hijo del hombre (6, 53); 7°) Jesús asegura que el Hijo del hombre volverá a subir donde estaba antes (6, 62); si le vieran subir alli, mediante la fe, desaparecería el escándalo que ha surgido de exponer sus pretensiones de "ser de arriba". 8°) La categoría divina del Hijo del hombre es afirmada en una de las frases más difíciles de todo el evangelio: "Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que no hago nada de mí mismo sino que, según me enseñó el Padre, así hablo" (8, 28). 9°) Jesús provoca la fe del ciego de nacimiento en el Hijo del hombre y, ante su pregunta, se identifica con él (9, 35). El Hijo del hombre es identificado por el ciego de nacimiento curado con el Mesías y desea saber quién es para creer en él. 10°) La respuesta desconcertante dada por Jesús a Felipe y Andrés cuando le pidieron que recibiese en audiencia a unos griegos que querían verle, deja de serlo si entendemos lo que significa el verbo "glorificar": "Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre será glorificado" (12, 23). 11°) Ante la afirmación de Jesús sobre la elevación del Hijo del hombre la gente pregunta: "¿Quién es ese Hijo del hombre?" (12, 34). La pregunta le es hecha a Jesús desde las expectativas judías sobre un Mesías glorioso y en modo alguno sufriente. 12°) Cuando salió Judas del Cenáculo Jesús pronunció estas palabras: "Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre, y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, Dios también lo glorificará a él, y le glorificará en seguida" (13, 31-32). Cinco frases y otras tantas repeticiones del verbo "glorificar" aplicado en pasado y en futuro al Hijo del hombre y a Dios. Esto significa que la ida de Jesús a la muerte es su glorificación.

Terminamos este apartado remitido al título del mismo. Desde la preexistencia hasta la glorificación, a lo largo de su existencia entre nosotros, de su presencia operante en sus palabras y en sus hechos, el cuarto evangelio la misma figura del Hijo del hombre en la que Dios se dio cita con el hombre, la revelación definitiva de Dios. Quien cree en él tiene por ello la vida eterna (F. Hahn).

6.2. El Hijo del hombre como Revelador del Padre. El título de Revelador no es dado nunca a Cristo en el cuarto evangelio. Sin embargo es el que mejor expresa su identidad. Esta afirmación es perfectamente aplicable al Hijo del hombre. El Hijo, en su calidad de ser humano, en cuanto persona humana, en cuanto Hijo del hombre vive siempre unido con su Padre de tal modo que su ser y quehacer es el espejo perfecto en el que el Padre se manifiesta.

Esta unidad en el ser y en el actuar la autoexpresa Jesús en la célebre frase de 1, 51/ Gen 28,12. En el Hijo del hombre se ha manifestado la realidad divina. En su vida y en su muerte se realiza.

La subida y bajada de los ángeles sobre el Hijo del hombre (Gen 28, 12) significa que Dios está presente en él, que su persona es el lugar donde Dios se manifiesta y se comunica a los hombres. Jesús es el nuevo Betel, la nueva "casa de Dios" (X. LEÓN - DUFOUR, Lectura del evangelio de Juan, in loco). El intercambio continuo entre el cielo y la tierra indica que él es la revelación de Dios y esto lo verán los discípulos poco a poco a lo largo de su vida.

Juan quiere que, desde el primer momento, el lector se fije en la plena revelación que tendrá lugar al fin de la vida de Jesús. (H. VAN DEN BUSSCHE, en su comentario al evangelio de Juan).

La respuesta de Jesús ante la sorpresa de la gente por sus palabras ante la elevación del Hijo del hombre (12, 3) sitúa también al Hijo del hombre en el terreno de la revelación: el caminar en la luz es lo opuesto a caminar en las tinieblas, en la oposición a la voluntad de Dios. El es la luz, es decir, la salud reveladora en medio de las tinieblas. Se está utilizando el concepto dualista de la revelación (J. BECKER, comentario al cuarto evangelio, in loco).

6.3. El Hijo del hombre como juez. Este aspecto del Hijo del hombre es la característica más acusada de esta figura en la apocalíptica judía. En este sentido pasó a la tradición sinóptica. De ahí la precisión que le es añadido: el "apocalíptico" Hijo del hombre. El evangelio de Juan recoge este eco fundamental pero, como es habitual en él, lo joaniza. Desde luego que es juez porque es el Hijo del hombre. El texto no puede ser más claro (5, 27). Pero lo es de distinta manera.

El punto de partida para el cuarto evangelio es doble: la desapocaliptización del mensaje de Jesús y la consiguiente actualización de lo que en la apocalíptica judía se esperaba para el fin de los tiempos. El tiempo último es éste. La visión del Hijo del hombre no se diversifica en períodos de actividad diversa. Su misión coincide con su parusía y viceversa, la parusía es la realización de su misión. Esto es lo que hace que el juicio y la vida, el Juez y el dador de la vida aparezcan yuxtapuestos.

El evangelista utiliza al Hijo del hombre como medio para armonizar de alguna manera la escatología tradicional, vinculada al "apocalíptico" Hijo del hombre, y la escatología existencial, vivencial, realizada ya en parte aunque caminando todavía hacia la consumación. Y lo hace desapocaliptizando dicha figura y personalizándola en la actitud de cada hombre ante ella. (E E RAMOS, El Hijo del hombre y el Reino...).

6.4. El Hijo del hombre como mediador. El Hijo del hombre es el revelador, el juez y el mediador, aparte de otras posibles resonancias implicadas en dicho título. Queremos subrayar aquí, antes de desarrollar este nuevo aspecto, que cada una de las acentuaciones que definen al Hijo del hombre no es del todo separable ni independiente de las otras. No constituyen compartimentos estancos ni autonomías absolutas. Más bien lo contrario. Los distintos aspectos existentes bajo un denominador común, como el del Hijo del hombre, se hallan interrelacionados y cada uno de ellos se halla ya presente en los otros. La "mediación" del Hijo del hombre se halla implícita en su categoría de revelador, por ejemplo, y no menos incluida en la de juez. Esto no obstante queremos detenernos en su aspecto de "mediador".

Etimológicamente la expresión "hijo del hombre o hijo de hombre" significa un miembro de la familia humana. Este es el punto de partida para hablar del Hijo del hombre como mediador. Presentar al Hijo del hombre como mediador significa afirmar que es el unificador de dos realidades distintas. Ya hemos hecho referencia a la primera: la familia o la raza humana; la realidad de abajo; aquella a la que nosotros pertenecemos y en la que vivimos.

Por contraposición, la otra debe ser la de arriba, a la que nosotros no tenemos acceso, la realidad de Dios. La imagen de los ángeles subiendo y bajando sobre el Hijo del hombre expresa dicha mediación o unificación.

Los ángeles no son los seres personales a los que está acostumbrada nuestra consideración. Son figuras funcionales representativas del mundo divino. Este mismo ya se halla expresado también en el mismo título que, además de indicar la realidad humana, contiene también la divina simbolizada en el contenido que a dicho título había dado la apocalíptica. La apertura del cielo tiene la finalidad de hacer visible, asequible, participable una realidad de la que el hombre tiene una cierta añoranza, una precomprensión, pero que, para él, resulta inasequible, inalcanzable, por mucho interés y esfuerzo que ponga en acercarse a ella

El cielo abierto indica que la realidad descrita se ha hecho visible, asequible, alcanzable, participable. En el Hijo del hombre se une lo humano y lo divino, lo visible y lo invisible, lo perfectible y lo perfecto, lo inmanente y lo trascendente, lo temporal y lo eterno, el hombre y Dios.

El Hijo del hombre es un título totalmente dependiente de la encarnación. Algunos autores como O. Culmann y C. Golpe sugieren que Jn 1, 14: El Logos se hizo carne, es una posible referencia al Hijo del hombre y F. M. Braun explica la relación entre el Logos y el Hijo del hombre. Cuando el Logos se hizo carne se hizo Hijo del hombre. El punto culminante de la revelación y del juicio tuvo lugar en la cruz. Después de la glorificación del Hijo del hombre en la "elevación" a la cruz el título ya no tiene ulterior significado en Juan. (La cita tomada de F. J. Moloney, en The Johannine Son of Man, p. 213, hace referencia a los artículos u obras de los autores citados: O. Cullmann, en su cristología; el artículo de C.Colpe, en la obra que citaremos al final, y la obra de E J. BRAUN, Messie, Logos et Fils de l7iomme).

El Hijo del hombre es, por tanto, en el cuarto evangelio, el Hijo o el Hijo de Dios que encuentra a los hombres en Jesús de Nazaret, el Jesús .de Nazaret terreno, y de este modo posibilita la comunicación necesaria con el mundo celeste. Juan ha subordinado conscientemente este título apocalíptico al del Hijo de Dios y a la cristología del Enviado.

Teniendo esto en cuenta, el Hijo del hombre no es en modo alguno sinónimo de hombre ni la representación del pueblo de Dios del A.T., sino el Dios preexistente, celeste, que descendió a la esfera humana de las tinieblas y de la mentira, que llama a los suyos a la filiación divina y que después de una corta actividad salvífica, sin haber estado separado ni un momento del mundo celeste, vuelve de nuevo a su reino de gloria y entonces recibe a los renacidos, a los que han sido trasladados al mundo divino por la acción del Espíritu, definitivamente en las moradas o habitaciones celestes que el Padre les ha preparado.

6.5. El hijo del hombre como paradigma universal. Comenzamos este último desarrollo recordando un párrafo ya escrito a propósito del texto de 1, 51: "los ángeles que suben y bajan sobre el Hijo del hombre". Partiendo de él afirmamos,y ahora repetimos, que la realidad descrita se ha hecho visible, asequible, alcanzable, participable. En el Hijo del hombre se une lo humano y lo divino, lo visible y lo invisible, lo perfectible y lo perfecto, lo inmanente y lo trascendente, lo temporal y lo eterno, Dios y el hombre.

Entre estos extremos se debatió el Hijo del hombre. Y logró armonizarlos en su persona. Entre estos extremos nos debatimos nosotros, ¿cómo lograr armonizarlos?

No olvidemos que fue la resurrección de Jesús la que resucitó el pasado de Jesús. Sin ella Jesús de Nazaret no hubiese alcanzado la categoría que le confiere la fe cristiana. No hubiese llegado a ser el Hijo del hombre sin su resurrección. Y esto no contradice lo que hemos llamado la joanización del Hijo del hombre por el cuarto evangelio. El Hijo del hombre joánico realiza en el presente lo que el Hijo apocalíptico del hombre ejercía en los sinópticos y en la apocalíptica judía. Pero la joanización es una anticipación, una epifanía proléptica, una retroyección al presente de una realidad futura, una ulterior reflexión joánica de la teología cristiana primitiva sobre el Hijo del hombre. Ulterior reflexión convertida en una retroyección del futuro al pasado (H. van denBussche). -> hijo de Dios; filiación; padre.

BIBL. - C. COLPE, 'O uiós tou anthropou, en TWzNT; G. VERMES, jesús el judío, Atajos, 1994; J. D. CROSSAN, jesús. Vida de un campesino judío, Crítica, 1994; J. MATEOS - F. CAMACHO, El Hijo del hombre, De. el Almendro, 1995; FELIPE F. RAMOS, El Hijo del hombre y el Reino. - El Hijo del hombre en el cuarto evangelio, en Studium Legionense, 1998-1999. Y La "figura" del Hijo del hombre, en Naturaleza y Gracia, 1998.

Felipe F. Ramos