Gloria
DJN
 

Gloria (en hebreo kabod) significa fundamentalmente peso, pesadez, gravedad, carga; también significa riqueza (Gén 31,1; 1 Re 3,13; Is 10,18); lo que es fuerte y pesado inspira "respeto y honor"; por eso, gloria tiene también la significación de honor (Gén 45,13; Ez 28,2), no sólo objetivamente considerado, es decir, la capacidad de un ser o de una cosa para infundir respeto, veneración y honor, sino el honor subjetivo, el sentimiento experimentado ante la presencia de eso que inspira el honor. Dios, al manifestar su gloria, quiere que se rinda honor a esa gloria (Sal 29). La gloria es una manifestación de poder (Ex 14,4; Is 26,15; Sab 18,8); gloria significa éxito y triunfo (Gén 45,13). La gloria significa también el ser del hombre, el alma (Sal 15,9; 108,12).

La gloria de Dios, en el A. T., es, en definitiva, la misma persona de Dios en cuanto se manifiesta, se revela a los hombres. Dios es el invisible (Ex 33,19; Jn 6,46). Se hace visible a través de su gloria (Jn 12,41). Y su gloria se hace presente a través de las criaturas (Sal 19,2), de los fenómenos físicos (la tormenta, el trueno, el relámpago, el fuego, la nube) (Ez 24,1517; 33,18-23; Dt 5,19-21).

La gloria de Dios se presencializa de una manera especial en el arca de la Alianza (Ex 25,21-22; 1 Sam 4,20-22), que es "el trono de su gloria" (Jet 14,21); llena el tabernáculo (Ex 40, 34ss; Núm 14,10; 16,19); en el templo de Salomón establecerá su morada permanente (1 Re 8,19); la gloria de Dios llena el cielo (Is 63,15; Sal 19,2), la tierra (Is 2,10; Sal 57,6), la Jerusalén mesiánica (Is 52,1; Jer 3,16); se manifiesta a los profetas (Is 6,1-4; 40 4-5; Ez 1,4.26; 8,4; 10,4.18-19; 43,1-5; 44,4). Para Ezequiel, la gloria de Dios es el mismo Dios (cf. Ez 9,3 y 9,4) rigiendo los destinos de la historia, es la misma persona de Dios revelada en la historia con su continua intervención, poderosa y protectora, del pueblo (Núm 14,22; Dt 5,24). Toda esta manifestación del poder y de la gloria de Dios exige una respuesta en el hombre, el reconocimiento y la alabanza, la glorificación de la gloria. La gloria está esencialmente ordenada a ser percibida por los sentidos; por eso se presenta siempre como algo luminoso y deslumbrante.

A la palabra kabod corresponde en el N. T. la palabra doxa. Doxa tiene también una significación muy compleja; etimológicamente significa opinión, distinción o fama (Mt 4,8; 6,29); adquiere luego el significado pleno de la kabod, el poder de Dios, el esplendor de su presencia, su misma persona. La doxa, en los evangelios, es casi siempre la gloria de Dios, que se manifiesta en Cristo, en el nacimiento, en la vida, en la muerte y en la exaltación de Jesús. En los evangelios sinópticos la gloria se emplea para expresar el estado glorioso, al que fue exaltado Jesucristo en la resurrección y en la ascención (Mt 16,27; 19,28; 24,30; 25,31; Mc 8,38-39,1; 10,37; 13,26; Lc 9,26). Jesucristo, para pasar a la gloria, tuvo que pasar antes por el dolor (Lc 9,26.32; 24,26). El hombre debe glorificar a Jesucristo, es decir, reconocer su poder sobrenatural y proclamar su origen divino (Lc 7,16; 4,15; 17,18; 13,13; 23,47; 18,43). San Juan es el evangelista que ha elaborado con la mejor perfección el concepto de gloria: los apóstoles vieron la gloria de Jesucristo (Jn 1,14), la manifestación de su divinidad en sus hechos y en sus palabras, pues Jesucristo es la encarnación y la manifestación de la Divinidad; la gloria de Jesucristo es la misma del Padre (Jn 1,18), se abre paso a través de los milagros (Jn 2,11; 11,4), como en el A. T. la gloria de Dios. Los hombres deben glorificar a Cristo mediante la fe en El. Jesucristo pide al Padre su propia glorificación, es decir, que le manifieste tal y como El es Jn 12,28; 17,1). Esta glorificación se realiza en la pasión, muerte, resurrección y ascensión. Para San Juan, la pasión es, por sí misma, una glorificación de Jesucristo: es a la hora" de su gloria (Jn 3,14-15; 8,28; 12,32). Su muerte es su exaltación, pues a través de ella van a reconocer que El era Hijo de Dios. La manifestación definitiva y total de la gloria de Dios la contemplaremos en la otra vida (Jn 17,1.24), donde aparecerá la gloria sin velo, la Divinidad toda revelada.

E. M. N.