Enfermedad y curación
DJN
 

SUMARIO: 1. Posesión diabólica.- 2. Castigo del pecado. -3. Vencimiento del diablo. - 4. Anuncio de la liberación de las consecuencias del pecado.


1. Posesión diabólica. Se consideraba con frecuencia como causa inmediata de las enfermedades la posesión diabólica. Así por ejemplo el caso del «endemoniado» de Guerasa, que presenta las características de enajenación mental (Mc 5, 1-20). 0 el del niño epiléptico cuya enfermedad se atribuye a un espíritu inmundo.

La razón de esta creencia la expone Michel Trimaille en estos términos: «En los ambientes populares del s. I, las gentes viven en el temor continuo a los demonios o «espíritus inmundos», a los que se atribuyen la mayor parte de los males que sufren los hombres; enfermedades mentales, enfermedades congénitas, vicios y pecados de toda clase tienen cada uno de ellos su instigador diabólico. Se trata de ellos una nomenclatura detallada, con una jerarquía y unos jefes que se llaman Belial, Mastema, Satanás» (en Los milagros del Evangelio, C. B. Verbo Divino, Estella 1977, 31s.).

De hecho la curación se consideraba resultado más bien de un ritual al que se sometía al enfermo que de la medicina. En esa concepción del tiempo de Cristo, la única manera que tenía de hacerse entender era acomodarse a ella. En realidad todo mal proviene del Maligno, que era a quien Cristo venía a vencer.

2. Castigo del pecado. En el AT existía la concepción de que las enfermedades eran consecuencia del pecado. En Lev 26, 14ss Dios anuncia como castigo si no se escucha su voz una serie de castigos, entre otros la tisis y la fiebre. Lo mismo ocurre en Dt 28, 15-45; si los israelitas no cumplen los mandamientos de Dios, recibirán como castigo, entre otros, la peste, la fiebre y la gangrena. A David por haber realizado el censo, del que él mismo sintió remordimiento, el profeta Gad en nombre de Dios le pone en la tesitura de escoger uno de los tres castigos que le propone, inclinándose por la peste (2Sam 24, 10.15). En tiempos posteriores el autor del libro contestario de Job presenta frente a esa concepción el caso de Job hombre justo que sufre una serie de desgracias, entre ellas una enfermedad repelente.

A pesar de ello todavía en el NT aparece esa concepción. El «tus pecados te son perdonados» al paralítico llevado en una camilla por cuatro personas a quien acto seguido cura, parece indicar que la enfermedad era consecuencia del pecado (Mt 9, 1-8). Al enfermo curado junto a la piscina de Betesda, Cristo le dice: «Mira, has recobrado la salud; no peques más para que no te suceda algo peor» (Jn 5, 14). Los mismos apóstoles preguntan a Jesús a propósito del ciego de nacimiento: «Rabbí, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?». Cristo les contesta que en este caso «Ni él pecó ni sus padres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios» (Jn 9, 1-3).

3. Vencimiento del diablo. No es fácil dilucidar si en los casos de expulsión de demonios se trata simplemente de una enfermedad o de una posición diabólica. A veces se entremezclan enfermedad y posesión diabólica (Mt 17, 15.16.18). En estos casos puede tratarse de mera enfermedad. A veces no aparecen síntomas de enfermedad y Cristo increpa duramente a los posesos; podría tratarse en estos casos de posesión diabólica (Mc 1, 23-26;Lc 4, 33-35). En realidad, toda enfermedad, como todo mal, proviene del Maligno, y es signo del poder de Satán sobre los hombrOes (cf Lc 13, 11. 16). La intencionalidad del evangelista en los relatos de curaciones de posesos es clara y queda a salvo de la cuestión indicada: poner de manifiesto el poder de Cristo sobre el Maligno. Cristo aparece en lucha abierta contra el mal en todas sus formas. Y en esta lucha el vencedor es Jesús. Satanás, que personifica el mal «cae del cielo como un rayo» (Lc 10, 18).

Podemos afirmar que «el pronunciamiento central del NT con relación a los demonios indica que Cristo los doblegó de tal forma que ya nada pueden contra su imperio definitivo. Cristo desarmó para siempre —sobre todo en su resurrección— a todas las fuerzas del mal. De esto se deduce que la cuestión de si existe el mal como potencia personalizada no es un tema tan importante como parece en muchos planteamientos que muchas veces se hacen al respecto» (ALFONS WEISER, ¿A qué llama milagro la Biblia? Ed. Paul., Madrid 1979, 150). «Nosotros no podemos compartir la imagen demoníaca del mundo. Sin embargo, los relatos de milagros mantienen su significación propia en el ámbito teológico como manifestación de la voluntad de Dios que quiere salvar a la totalidad del hombre de su necesidad física y psíquica» (JOACHIM GNILKA, El Evangelio según San Marcos, v. 1, Sígueme, Salamanca 1986, Excursus: Milagros y exorcismos de Jesús, 258-262).

4. Anuncio de la liberación de las consecuencias del pecado. Los milagros realizan incoativamente lo que significan, aportan las arras de la salvación mesiánica que tendrá su realización perfecta en el Reino del Más Allá. Is 53, 4, hablando del Siervo de Yahveh, dice: «¡Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba!». I Pe cita este texto y lo interpreta, en sentido espiritual, de nuestros pecados. Mt 8, 17 lo cita después de haber referido varias curaciones y haber constatado que Cristo expulsó muchos demonios y curó muchos enfermos, e interpreta en sentido material, «para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías». Cristo ha venido a realizar la redención total, del alma y del cuerpo con sus consecuencias, de modo que las curaciones de enfermedades son como un anticipo de la liberación total en el Más Allá. Así lo refleja también la actitud de Cristo con el paralítico: «tus pecados te son perdonados» y «toma tu camilla y vete a tu casa» (Mt 9, 6s.). Y es que las enfermedades, la muerte, las hostilidades de los elementos de la naturaleza, etc. son consecuencias del pecado: la liberación de éste tiene que llevar consigo la liberación de aquéllas.

Los milagros de Cristo son victorias sobre el demonio, sobre el pecado. Y la liberación de sus efectos es como una anticipación de la redención total. Con ellos Cristo confiere arras, algo que llevará consigo la salvación escatológica y que es parte de ella. «Que los ciegos vean, que los sordos oigan, que los paralíticos anden y que los muertos resuciten es la primera floración de una nueva creación, que llegará a ser realidad con nuestra resurrección y glorificación; es un comienzo que tiende en esperanza a la plenitud; es, al mismo tiempo, una prenda que, de alguna manera, realiza ya esta esperanza» (ADRIANUS DE GROOT, El milagro de la Biblia, Verbo Divino, Estella 1970, 63). Para otras finalidades de las curaciones de Jesús. -> milagros; señales; salvación.

Gabriel Pérez