Ecce Homo
DJN
 

Probablemente esta expresión se haya cargado de densidad teológica en el contexto del título cristológico "Hijo del hombre". Más aún, la proclamación del Hombre, en la expresión "ecce horno", sería la que mejor reflejase el sentido original tan complejo del "Hijo del hombre". Nos referimos a la expresión con la que Jesús fue presentado al pueblo por Pilato, "ecce homo" (= idoú ó ánthropos, Jn 19, 5). Dicha expresión implica una serie de contrastes:

Jesús es aclamado como rey de los judíos por los soldados y Pilato le presenta como el Hombre. Se manifiesta la conciencia de Jesús de ser Hijo de Dios (Jn 19, 7: Jesús debe morir porque se presenta como Hijo de Dios) y, en contraposición a los hombres que deberían reconocerlo como Hijo de Dios, es presentado como el Hombre humillado y escarnecido. El hombre presentado por Pilato es para los lectores del evangelio su Señor y su Dios.

Es evidente que, al hacer dicha presentación, Pilato no pensaba en nada de eso. Sus palabras, más allá de la piltrafa humana que tenía delante y que se presentaba con unas pretensiones demencíales, tienen una carga teológica conferida por el evangelista cuya intención va mucho más allá de la materialidad lingüística utilizada para expresarla. Es su procedimiento habitual (C. K. BARRET, Comentario al cuarto evangelio, Londres, 1967).

En el evangelio de Juan es aplicada frecuentemente a Jesús. En algunas ocasiones designa simplemente el ser humano, "un hombre", un desconocido (Jn 4, 29; 5, 7. 12). En otros casos, el término tiene un significado más profundo: se encuentra subrayado con afirmaciones y comportamientos sobrehumanos. Las palabras de la samaritana parecen contraponer "al hombre" con lo que éste le ha dicho: "Venid a ver a un hombre..." (Jn 4, 29). Los pasajes cristológicamente más densos son los que incluyen el término "hombre" en un contexto de revelación: "Sin embargo, vosotros tratáis de matarme a mí, un hombre, que os he dicho la verdad que aprendí de Dios mismo. Eso no lo hizo Abrán" (Jn 8, 40). "Algunos fariseos comentaron: `Ese no puede ser un hombre de Dios, porque quebranta la ley del descanso sabático'. Pero otros se preguntaban: ¿`Y como puede un hombre hacer tales signos'? Y había división entre ellos" (Jn 9, 16). Y especialmente en el texto siguiente: "Los judíos le respondieron: No te apedreamos por ninguna obra buena, sino por la blasfemia, porque tú, siendo hombre, te haces Dios" (Jn 10, 33).

A la hora de interpretar estos textos no podemos pensar en que el evangelista intenta subrayar la humanidad de Cristo. Precisamente esto, la humanidad de Jesús, en el evangelio de Juan, es un argumento muy serio en contra de su divinidad o de sus pretensiones de "haber venido de arriba"; "de ser el pan del cielo". Más aún, el Jesús anthropos se inserta, por el contrario, en el contexto de la cristología joánica, según la cual Jesús es el centro de la revelación, y ello considerando su realidad de verdadero hombre.

A este respecto dice U. von Balthasar: "El hombre Jesús, en su visibilidad, no es un signo que remita a un Cristo de la fe invisible, según una concepción teñida de catolicismo platonizante o de protestantismo crítico. Según los datos de la Biblia, la imagen y la expresión de Dios es Hombre-Dios indivisible: el hombre en la medida en que Dios resplandece en él, y Dios en la medida en que aparece en el hombre Jesús" (H. U. VON BALTHASAR, La gloire et la croix, Paris, 1956).

Aquí aparece la novedad del concepto joánico de revelación. Si es verdad que el tema de Jesús-Anthropos, debe colocarse en el contexto teológico de la revelación, también lo es que tal contexto cobra su sentido propio y original por su inseparable relación con la figura humana de Jesús. (M. BORDONI, Jesucristo, Nuevo Diccionario de Teología, Cristiandad, 1982). -> pasión; hijo del hombre.

Felipe F. Ramos