Discusiones (de Jesús)
DJN
 

Las discusiones de Jesús formaban parte esencial de su doctrina y enseñanza. Una persona que estaba en profundo desacuerdo con los dirigentes espirituales de su pueblo y con los escribas y fariseos, teólogos profesionales e intérpretes oficiales de la Ley, no podía menos de entrar en conflicto con ellos, de manifestarse claramente en actitudes doctrinales opuestas, de cuestionar o negar lo que ellos consideraban como definitivamente adquirido: la imagen que tenían de Dios, la catalogación o etiquetamiento de los hombres, el significado de las constituciones que habían adquirido valor definitivo para ellos...

Es lógico que los evangelistas hayan recogido estas discusiones o disputas de escuela. Entre estas discusiones deben destacarse los apotegmas o sentencias enmarcadas: se nos cuenta en ellas una historia más o menos verosímil, como la curación del paralítico llevado en camilla entre cuatro hombres y que fue colocado por medios inverosímiles delante de Jesús. Esta historieta sirve para enmarcar una enseñanza de Jesús en forma de sentencia: "El Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados" (Mc 2,1-11). La historieta de las espigas arrancadas en sábado tienen la finalidad de enmarcar una de las sentencias más llamativas de Jesús: "el sábado fue hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado. Y el Hijo del hombre es dueño del sábado" (Mc 2,23-28),

Esta clase de material ha sido sistematizado por Marcos en dos colecciones. Cada una de ellas comprende cinco discusiones. Una de las colecciones nos ha sido contada al principio de la vida de Jesús y, lógicamente, ha sido localizada en Galilea (Mc 2,1-3,6). La segunda colección la tenemos al final de su vida pública y ha sido situada en Jerusalén (Mc 11,27-12,37).

El tema de las discusiones de Jesús en los evangelios sinópticos coincide con las preocupaciones de sus contemporáneos: la posibilidad de perdonar los pecados, reservada únicamente a Dios; las exigencias para la incorporación al reino de Dios que debían ser cumplidas, tanto por los dirigentes espirituales del mismo como por los pecadores públicos, como eran considerados los publicanos; las prácticas obligatorias del ayuno; la forma de hacer la oración; la obligación de la limosna; la preeminencia de la realidad nueva ofrecida por Dios en Jesús y que, para su aceptación, exige una conversión profunda sin que baste echar un remiendo a la antigua; la sacralidad absoluta del sábado; la autoridad de Jesús sobre el templo; la delegación conferida al Hijo por el Padre para percibir las rentas de la viña; el pronunciamiento de Jesús sobre la obligatoriedad o no de pagar el tributo al César; la pureza o impureza de los alimentos, de las personas e incluso de las cosas.

En el evangelio de Juan las discusiones de Jesús con sus adversarios han sido reelaboradas por el evangelista desde las que tenían lugar entre el cristianismo y el judaísmo, después de la desaparición de Jesús. Por eso las discusiones, tal como hoy nos son referidas en el evangelio, se hallan fuera del horizonte israelita: no versan sobre la pureza o impureza de los alimentos, ni sobre el ayuno, la oración o la limosna, ni sobre las minucias legales de tanta importancia en el tiempo histórico de Jesús. Son discusiones cristológicas con verdadero cariz académico Más que discusiones de Jesús son discusiones sobre Jesús: se cuestiona el conocimiento extraordinario de Jesús aduciendo como causa "que no había estudiado" (Jn 7,15-17); su "origen humano" es la razón por la cual es rechazado por muchos (Jn 7,26-27. 41-42); Jesús manifiesta su origen divino rubricado por el testimonio del Padre (Jn 8,29-30). En la discusión más violenta de todo el cuarto evangelio —siempre con el deseo o la amenaza de matar a Jesús como fondo de la misma—(8,31-59), se acusan de ser hijos del diablo...

Normalmente, el evangelista parte de un hecho protagonizado por Jesús y vincula al mismo una serie de acontecimientos ocurridos posteriormente, como la enemistad creciente entre el fariseismo y los seguidores de Jesús, que llega hasta la exclusión de éstos de la Sinagoga (cap. 9, algo que no ocurrió hasta después del año setenta, como la expulsión o la excomunión de la Sinagoga, es presentado como habiendo ocurrido ya en su tiempo). Esto ocurre en todas las escenas que el evangelista presenta como directamente protagonizadas por Jesús. Del análisis de estos relatos y narraciones se deduce que la presentación histórica de lo ocurrido no es la finalidad más importante de nuestro evangelio. ->disputa; enemigos; conflictos.

Felipe E Ramos