Dalmanuta

Región desconocida, a orillas del lago de Genesaret, adonde Jesús se retiró tras el milagro de la multiplicación de los panes (Mc 8,10). El nombre no es seguro, pues en Mateo (Mt 15,39) leemos Magadán, lo que tal vez sea una corrupción de Magdala.

E. M. N.

David

David era pastor, de Belén (Lc 2,4.11; Jn 7,42). Era el hijo menor de Jesé (Mt 1,5; Lc 3,31). A la muerte de Saúl fue proclamado rey de Israel. Lo fue del año 1012 al 972 a. de C. Fue también rey de Judá, con lo que logró la unidad del pueblo. Cuando conquistó Jerusalén, ciudad neutral, centro de ambos reinos, la constituyó como capital, como ciudad-estado, de la que él era el gobernador. Allí, en el monte Sión, levantó una tienda-santuario, adonde llevó el arca de la Alianza, procurando dar a Jerusalén la dignidad de centro de la liga de las doce tribus. Como sacerdotes del nuevo santuario nombró a Abiatar, de la familia sacerdotal de Silo, y a Sadoc, de origen desconocido. Todo esto fue una maniobra extraordinaria desde el punto de vista político y religioso. El profeta Natán (2 Sam 7,12-16) asegura la permanencia de la dinastía davídica, que alcanzará un día a Jesús de Nazaret. David es un modelo, un hombre cortado a la medida del corazón de Dios (Act 13,22), y eso, aun a pesar de sus pecados, que también los tuvo (2 Sam 11). Además de rey, fue también salmista y profeta mesiánico. David está muy presente en el N. T. Jesús es «el hijo de David» por la sangre, continuador de la dinastía davídica (Mt 1, 1). La gente le proclama «hijo de David» (Mt 9,27; 12,23; 15,22; 20,30; 21,9.15; Mc 10,47-48; Lc 18,38-39). Dios dará a Jesús -el hijo que va a nacer de María— «el trono de David, su padre» (Lc 1,32); Jesús es «de la raza de David» (Jn 7,42). El reino que Jesucristo viene a predicar y a establecer, aunque naturalmente trasciende al reino de David, no puede desligarse del reino de Israel, que David constituyó como reino sagrado. De hecho, los habitantes de Jerusalén aclaman así a Jesús en su entrada triunfal: «Bendito el reino que viene de David, nuestro padre» (Mc 11,10).

E. M. N.

 

Decápolis

Se trata de diez ciudades helénicas, que se confederaron en el año 63 a. de C. para debilitar el poder de las regiones vecinas y robustecer la influencia helénica. Son las siguientes: Damasco, Rofana, Kanata, Escitópolis, Dión, Gerasa, Filadelfia, Pella, Hippos y Gadara; todas, menos Escitópolis, al este del Jordán y en terreno judío. Una gran muchedumbre de la Decápolis siguió a Jesús en los inicios de su vida pública (Mt 4,25). Un endemoniado, a quien Jesucristo curó, se hizo entusiasta predicador de Jesús en la Decápolis (Mc 5,2-20), donde Jesús curó también a un sordomudo (Mc 7,31-37). --> Galilea.

E. M. N.

Décimas --> Diezmos

Dedicación

Es la gran fiesta del invierno, instituida por Judas Macabeo en el año 168 a. de C., para consagrar el altar y purificar el templo, que había sido profanado tres años antes por Antíoco Epifanes (1 Mac 1,54; 4,36-59). La fiesta estaba llena de alegría y se celebraba con música y cánticos. Evocaba la dedicación del templo llevada a cabo por Salomón (1 Re 8,2.62-66). Duraba ocho días llenos de regocijo. Era también la «fiesta de las luces» -se iluminaban las casas y las sinagogas-, seguramente porque de nuevo habían sido encendidas las luces del candelabro del templo. Evocaba, por fin, la fiesta de los tabernáculos (2 Mac 1,9) y la consagración del altar del sacrificio (Jn 10,22.36). -> fiestas.

E. M. N.

Dedo (de Dios)

Expresión metafórica y antropomórfica para designar el poder de Dios. Todas las obras de la Creación, las maravillas del cielo, están hechas por el dedo de Dios (Ex 31,18; Dt 9,10). Jesucristo escribe con su dedo en la tierra (Jn 8,1-11). Los milagros del A. T., de una manera especial los realizados en Egipto, son obra del dedo de Dios (Ex 8,15). Jesús también realiza los milagros (Mc 7,31-37) y expulsa los demonios con el dedo de Dios (Lc 11,20), con el Espíritu de Dios (Mt 12,28), es decir, con la virtud y el poder de Dios. -> espíritu.

E. M. N.

Demonio

La palabra, en su sentido etimológico, significa "ser divino". Los demonios, por tanto, serían "dioses inferiores", que pueden ser buenos o malos. En la práctica se da el nombre de demonios a los ángeles malos que se rebelaron contra Dios y fueron arrojados al infierno (2 Pe 2,4). En el N. T., los demonios son siempre los espíritus malignos (Mt 9, 34; Lc 11,48; Jn 8,49); a ellos se les imputa las enfermedades (Mt 17,1518; Lc 13,11-16); hay hombres posesos, endemoniados (Mc 1,34.39; Lc 6,18; 7,21); los demonios son legión y tienen un jefe (Mc 3,22); para ellos está preparado el fuego eterno (Mt 25,41). Jesucristo tiene poder absoluto sobre ellos y los expulsa (Mt 12,28; Lc 11,20), poder que confiere a sus discípulos (Mc 6,7.13; 16,17; Lc 10,17-20). -> diablo; maligno; Satanás Beelcebul.

E. M. N.

Derash —> Interpretación

Derecha

Símbolo de la autoridad y del poder de Dios (Sal 73,23; Is 62,2). La mano derecha designa la parte más noble del hombre (Mt 5,30.39), la más favorecida y la más favorable: en el juicio final los bienaventurados se pondrán a la derecha y los condenados a la izquierda (Mt 25,33). Jesucristo, en los cielos, se sienta a la derecha del Padre, es decir, ha sido exaltado y glorificado, investido de toda autoridad, poder y honor (Mt 22,44; 26,64; Mc 12,36; 14,62; 16,19; Lc 20,42; 22,69; Act 2,33-34; 5,31).

E. M. N.

Descanso

El descanso debe seguir al trabajo. Dios, tras la obra de la creación, descansó (Gén 2,3). Tras un largo caminar (Mt 12,43; Lc 11,24), tras larga fatiga (Mt 26,45; Mc 14,41), tras un día ajetreado y lleno de trabajo (Mc 6,31), debe venir el descanso. Jesucristo se ofrece como reivindicador del descanso para los trabajadores (Mt 11,28-29). El trabajo es un derecho y un deber de todo hombre, y, en consecuencia, loes asimismo el descanso (Gén 2,15; Ex 20,8-11). Estos dos principios tienen toda su explicación en la ley del descanso sabático, que, por una parte, se presenta, con un sentido social, como norma reguladora de la ley del trabajo y protectora de los derechos del obrero y, por otra, se ofrece, con un sentido religioso, como imperativo de santificar el día del Señor. Lo que no puede hacer el hombre es entregarse al descanso sin haber trabajado, como al placer de una vida regalada y ociosa. ->fiestas.

E. M. N.

Desierto

El desierto, en sentido general, es símbolo de esterilidad, tierra árida y seca, donde Dios no ejerce su acción fecundante (Lc 15,4), región inhóspita y deshabitada, morada de demonio: (Mt 12,43; Lc 8,29; 11,24). Pero más que esto, el desierto en la Biblia es un lugar de purificación y de conversión a Dios, de austeridad y de despego de la tierra, de reflexión y de oración. El desierto, por el que atravesó el pueblo de Dios tras la salida de Egipto, señala la hora del triunfo y del poder de Dios, manifestado en los prodigios realizados (Jn 3,14-6,31.49) y en la Alianza, que establece relaciones de fidelidad entre Dios y el pueblo. Juan Bautista se preparó en el desierto (Lc 1,80), y en él comienza su predicación (Mt 3,1-3; 11,7; Me 1,3-4; Lc 3,2-4; 7,24). Jesús inicia en el desierto su vida pública (Mt 4,1; Mc 1 12-13; Lc 4,1) y al desierto se retiraba con frecuencia, solo (Mt 14, 13; Mc 1,35.45; Lc 4,42; 5,16; 11,54) o con sus discípulos (Mc 6,31-32). En el desierto hizo el milagro de la multiplicación de los panes (Mt 14, 13-21; 15,33; Mc 6,31-44; 8,4; Lc 9,12). El desierto adquiere un profundo sentido teológico, y es no tanto un lugar como una actitud religiosa. La Iglesia peregrina, a imitación de Jesucristo, debe refugiarse en el desierto y vivir en él como de paso en espera de la venida del Señor y camino de la tierra prometida, el nuevo cielo y la nueva tierra que Dios le ha preparado (Ap 12,6.14). -> tentaciones.

E. M. N.

Designio de Dios

Con esta expresión se quiere significar el proyecto o el plan que Dios tiene sobre todo el conjunto de la creación y que fundamentalmente se refiere a la salvación de todos los hombres en Jesucristo. Se trata, pues, de un plan salvífico universal, sin distinción ni discriminación de ningún género. Es un plan realizado en el tiempo, pero establecido desde siempre, desde toda la eternidad. Se manifiesta de una manera clara en la elección de Abrahán, que tiene la misión de comunicar la fe, como requisito de salvación, a toda la humanidad (Gén 12,4; 18,18-19; 22,18); se realiza plenamente en Jesucristo (Mt 12,28) y se describe perfectamente en las parábolas de los viñadores infieles (Mt 21,33-44) y de los invitados a la boda (Mt 22,1-11). Los acontecimientos de la vida de Jesucristo están situados dentro de este designio de Dios (Lc 7,30), y de una manera especial el escándalo de la cruz (Act 2,23; 4,28; 13,36; 20,27), y la predicación del Evangelio a todo el mundo, sin distinción de personas (Act 10,35). -> voluntad de Dios.

E. M. N.

Deuda

Deuda es la obligación que tiene uno (deudor) de pagar a otro (acreedor) un dinero u otra cosa. Cuando esto se refiere a los hombres, se trata generalmente de dinero (Mt 18,24-34; Lc 7,41; 16,5-7). La falta de pago de la deuda estaba penada con la cárcel (Mt 18,30) o con la tortura y la esclavitud (Mt 18,34). Puede también referirse a Dios: el hombre frente a El es un deudor. Y esta deuda que con El tiene contraída debe ser saldada con sus buenas obras (Lc 13,4: «culpables» = deudores). Pero esto es prácticamente imposible. Por eso Jesús nos describe, con una preciosa parábola, la misericordia y la magnanimidad de Dios, que nos perdona la deuda (Mt 18,24-34). Al propio tiempo nos manda perdonar siempre las deudas a los demás, como él nos perdona (Mt 6,24; 18,32-33; Lc 11,4). Si el perdón es obra del amor en el acreedor, el amor es en el deudor señal de agradecimiento por el perdón recibido (Lc 7,41-43). -> contexto 2.3: deudas.

E. M. N.

Día

En principio el día es el tiempo en que hay luz, de la mañana a la tarde (Act 28,23), y la noche, cuando reina la oscuridad (Gén 2,4). El día, teóricamente de doce horas, se ha hecho para trabajar y caminar, porque hay luz (Jn 11,8). La hora exacta del comienzo del día es imprecisa y varía según las estaciones (Lc 6,13). Se habla del peso y del calor del día (Mt 20,12) y de la caída del día (Lc 9,12; 24,29. El día y la noche determinan un espacio de tiempo (Mt 4,2; 12,40). La jornada completa, el día y la noche (Mc 4,27; 5,5; Lc 2,37), que para los romanos iba de medianoche a medianoche, para los judíos se contaba desde la caída de la tarde, al iniciar el crepúsculo vespertino (cuando más o menos aparece la luna y se pueden apreciar las primeras estrellas), hasta la caída de la tarde del día siguiente (Dt 23,11; Mc 16,1-2). El sábado comienza el viernes por la tarde (Lc 2 54; cf. Mt 28,1).

E. M. N.

Día del Señor

El "día del Señor", que aparece por primera vez en el profeta Amós "día de tinieblas y no de luz" (Am 5,18) en el que "el sol se oscurecerá y la luna no dará luz" (Mt 24,29), es el día del triunfo definitivo del Señor sobre todos sus enemigos y sobre todos lo poderes y fuerzas hostiles; un día del juicio en el que aparecerá la cólera divina, día de venganza y de castigo (Is 34,8; 61,2; Jer 46,10). Día de tinieblas para los pecadores, pero día de luz y de salvación para los justos. Este día del Señor, que en el N. T. es también el día de Jesucristo, el Señor (Mt 24,30; Lc 17,24) se sitúa no en un momento determinado, sino al fin de mundo (Act 2,17). La resurrección de Jesucristo, que manifiesta el triunfo: del Señor sobre la muerte, anticipa de alguna manera ese "día", enmarcado en los últimos tiempos. San Juan, que no elimina el último día escatológico (Jn 6,39-53; 11,24; 12,48), considera que ese día ha llegado ya, aunque al propio tiempo estemos en su espera. El juicio, la resurrección, la vida eterna, son tres elementos clásicos de la escatología, y los tres se han dado ya en este mundo, los hemos vivido y los seguimos viviendo. Jesucristo es el juicio y la resurrección para nosotros (Jn 11,24-25). Y la vida eterna está ya poseída en el momento presente. Jesucristo resucitado garantiza la actualización de la escatología. Por eso en San Juan hay que hablar de una escatología realizada; estamos ya en la última hora (1 Jn 2,18), en el reino de Dios. El día del Señor ha llegado ya, un día lleno de la gloria y del poder de Dios. Cristo encarnado, Dios mismo, ha venido al encuentro del hombre para juzgarlo y para salvarlo. El día del Señor es también, ya en la primitiva Iglesia, el "domingo", como día en que resucitó Jesucristo y día consagrado al culto de Dios (Act 2,7). -> parusía.

E. M. N.

Diablo

El diablo, destinado al fuego eterno (Mt 25,41), condenado con sus ángeles, busca con sus tentaciones que todos los hombres caigan en su propia desgracia (Mt 4,1-11; Lc 4,2-13). El diablo se sitúa frente a Jesucristo, trabaja para destruir el reino de Dios (Mt 13,39; Lc 8,12). Por eso, el enemigo del reino es un diablo (Jn 6,70; 13,2). Es mentiroso, homicida, padre de los pecadores (Jn 8,44). El cristiano, firme en la fe, debe vencer todas las tentaciones diabólicas (Ef 4,27; 6,11; 1 Tim 3,7). -> demonio; maligno; Satanás; Beelcebul.

E. M. N.

Diáspora

Con esta palabra se significa a todos los judíos dispersos por el mundo. Comenzó con la deportación de los habitantes de Samaria que hizo Sargón II en el año 722 a. de C. Nabucodonosor II llevó a cabo varias deportaciones de judíos del año 603 al 581 a. de C.; ésta fue la prueba más dura que sufrió el pueblo de Dios; si Israel no fue entonces barrido de la historia de los pueblos, fue debido a la tenacidad de su fe. Muchos judíos se establecieron y se instalaron en el exilio, de forma que cuando éste terminó, por el decreto de Ciro (año 538), muchos no quisieron volver a Palestina. Hubo sucesivas deportaciones, pero las colonias judías en el exilio se hicieron cada vez más fuertes y numerosas. Se debían ya, no a las deportaciones, sino a situaciones de favor que habían conseguido tanto en el aspecto comercial como incluso en el religioso. En el siglo 1 a. de C. los judíos están presentes prácticamente en todo el mundo conocido. Las comunidades judías, en medio de las naciones, lograron cierta independencia y autonomía, tanto en el orden económico como en el jurídico y religioso. En los evangelios encontramos sólo una referencia a los judíos de la diáspora (Jn 7,35). En la primitiva Iglesia se bautiza a los cristianos como "las doce tribus de la dispersión" (Sant 1,1), con lo que se quiere dar a entender que aquí estamos de paso, en el exilio; que nuestra patria no es la tierra, sino el cielo. -> literatura apocalíptica.

E. M. N.

Didracma

Moneda griega de plata que pesaba 8,60 gr.; tenía el valor de dos dracmas; equivalía al sueldo de dos jornales; cada judío tenía que contribuir todos los años al culto del templo con el impuesto de un didracma (Mt 17,24-24). ->dracma.

E. M. N.

Diezmo

Los israelitas tenían que destinar al culto y al mantenimiento de las personas sagradas (sacerdotes y levitas) la décima parte de ciertos frutos y animales (Dt 14,22; Lev 27,32). Se trataba, pues, de un verdadero impuesto religioso. Existía también otro impuesto civil semejante (Gén 14,20). Los fariseos llevaban esta práctica del diezmo religioso hasta la más ridícula exageración, entregando la décima parte de las cosas más insignificantes y de exiguo valor, tales como la menta, el anís y el comino, pero con olvido de la humildad, la justicia, la misericordia y el amor, lo cual es una grave equivocación (Mt 23,23; Lc 11,42; 18,12). ->contexto; templo.

E. M. N.

Diluvio

Según la tradición bíblica, el diluvio fue una enorme y catastrófica inundación de aguas que asoló a la tierra y de la que sólo quedaron ilesos Noé y su gente (Gén 6,5-9,19). Fue motivado por los pecados de la humanidad y de él se salvaron sólo los justos. Hoy científicamente no se mantiene la universalidad del diluvio, ni geográfica ni antropológicamente. Los evangelistas consideran que el diluvio tiene un sentido tipológico y prefigura el juicio, que de una manera inesperada sorprenderá a los hombres; en él caerán los indolentes y despreocupados, y se salvarán los justos (Mt 24,38; Lc 17,27). Las aguas del diluvio prefiguran también las del bautismo (2 Pe 2,5; 3,6).

E. M. N.

Dinero

El dinero en sí mismo es un valor que se necesita para la vida, que lo exigen las relaciones sociales y las obligaciones ciudadanas, indiferente desde el punto de vista moral (Mt 22,19-21; Mc 12,15-17; Lc 20,24-25). Pero el tráfico injusto de los publicanos (Lc 3,13) y de los cambistas (Jn 2,1415) lo convierte en instrumento de corrupción moral, hasta el punto que el dinero se sitúa en claro antagonismo con Dios (Mt 6,24; Lc 16,13). Lo que se condena, en realidad, es la avaricia, el deseo desmesurado de dinero (Lc 16,14), el dinero injusto (Lc 16,9-11). El hombre no debe afanarse por atesorar dinero corruptible (Mt 6,19; 10,9; Lc 9,3), sino en adquirir un tesoro incorruptible en el cielo, porque donde tiene su tesoro, allí tiene su corazón (Mt 6,20-21; Lc 12,33-34). -> moneda; riqueza.

E. M. N.

Discursos de despedida

Es un género literario, utilizado con amplias libertades, que describe la despedida que un personaje relevante hace a sus allegados o amigos. Se emplea en el A. T. (cf. Gén 47,29-50,4; Dt 31-33; Jos 23,1-24,26). El esquema general hace una referencia al pasado, a las actuaciones de Dios en la vida del personaje o del mismo pueblo de Dios; hay también una referencia al futuro, en la que no faltan previsiones e incluso profecías; el personaje, que se despide, da consejos y normas de comportamiento, eleva oraciones a Dios y bendice a los presentes. En los evangelios tenemos los discursos de despedida de Jesucristo (Mt 26,31-35; Mc 14,27-31; Lc 22, 21-38; Jn 13,31-14,14; 15-16; 17). ->discursos.

E. M. N.

Dispersar

La pasión de Jesús, como ya estaba anunciado (Zac 13,7), trajo como consecuencia la dispersión de los apóstoles (Mt 26,3; Mc 14,27; Jn 16,32), como la dispersión de las ovejas cuando el lobo hace estragos en ellas (Jn 10,12). Él vino a realizar, con su muerte, la reagrupación de todos, a reunir en uno todos los hijos de Dios que estaban dispersos (Jn 11,52) y que deben unirse en amor y en humildad, pues Dios dispersa a los soberbios de corazón (Lc 1,51).

E. M. N.

Disputa

Es una discusión acalorada, prácticamente un altercado dialéctico, privado o público, en el que se defiende con pasión la propia opinión y se impugna la del contrario (Lc 22,24). El Siervo de Yahvé (Is 42,2), Jesucristo, no disputará ni gritará, no armará contiendas en las plazas (Mt 12,19). A ejemplo suyo, el cristiano debe evitar las disputas (Flp 2,3), que son un grave impedimento para entrar en el reino de Dios (Gál 5,20). -> discusiones.

E. M. N.

Doce

El número doce en la Biblia es un número perfecto, que designa el pueblo de Dios, representado en el A. T. por las doce tribus de Israel (Ex 24,4; Mt 19,28; Lc 22,30) y en el N. T. por los doce apóstoles (Mt 19,28). Jesús elige a doce para que sean los proclamadores de su mensaje (Mt 10,1; 11,1; 20,17; Mc 3,14; 4,10; 6,7; 9,35; 10,32; 11,11; 14,43; Lc 6,13; 8,1; 9,1; 18,31; 22,47); estos doce, unas veces se llaman discípulos (Mt 10,1), y otras, apóstoles (Mt 10,2; Lc 22,14). Otras veces se llaman simplemente "los doce" (Mt 26,14; Mc 3,16; Jn 6,67.70-71). El número doce está, sin duda, en relación con los doce signos del Zodíaco y con los doce meses del año. Como era un número perfecto, era también un número redondo (Mt 9,20; 14,20; Mc 5,25.42; 6,43; Lc 2,42; 8,42-43; 9,17; Jn 6,13; 11,9). -> discipulado.

E.M.N.

Doctor

Los doctores de la Ley eran profundos conocedores de la Biblia y maestros adiestrados en la enseñanza de la misma (Lc 2,46; 5,17; Jn 3,10). -> escribas.

E. M. N.

Dolor

¿Por qué existe el dolor? ¿Cuál es su origen? La Biblia asocia la existencia del dolor al pecado original, como una consecuencia del mismo (Gén 3,1619). Lo siguió considerando en el A. T. como castigo por los pecados personales o de los antepasados. Pero ésta no es una solución adecuada. Hay sufrimientos de hombres justos cuyo origen no está ni en los pecados propios (que no existen), ni en la culpabilidad ajena (cf. el libro de Job). El sufrimiento y el dolor tienen una función expiatoria y salvadora en el Siervo de Yahvé, cargado con los pecados de los hombres (cf. Is 53). El N. T. no excluye que el dolor sea un castigo por el pecado (Lc 13,1-5; Jn 5,14), pero nos ofrece la única solución al dolor, que, de alguna manera, puede tranquilizar y que se encuentra plenamente justificada en la vida de Jesús. Jesús es el verdadero Siervo de Yahvé, entregado al dolor y a la muerte, como medios obligados para salvar al mundo. Como si la misión de Jesucristo fuera esencialmente sufrir y morir (Mt 16,21; Mc 8,31; Lc 9,22; Jn 18,11). Jesús, pues, redime a los hombres a través del dolor (Mc 10,45; 14,22-25; Lc 22,17-20). El dolor precede a la gloria (Lc 24,26). Los que siguen a Jesús tendrán también que sufrir como El (Mc 8,34-38; 10,38; Lc 9,23-24; 14,27): renuncias (Mt 10,24-42), persecuciones (Mt 10,31; Mc 13,11-13; Jn 12,24; 15,18-21), sufrimientos terribles (Jn 16,20-22). Este dolor, que también, como en Cristo, tiene una fuerza purificadora y redentora y que es como una continuación del dolor de Cristo (2 Cor 1,3-6; Flp 3,10), se tornará también en bienaventuranza y alegría (Mt 5,10-12; Lc 6,22-23; Jn 16,20-23). Se explica, pues, que San Pablo presente el dolor como un don especialísimo y como un gran honor, ya que, a través de él, el hombre se hace semejante a Jesucristo (2 Cor 4,10; Flp 3,10; Gál 6,14). —> sacrificio.

E. M. N.

Don

Don es lo que se da. Dios, como Padre bueno, da muchas cosas buenas a los hombres (Mt 7,11); entre estos dones, recibidos de Dios, los más grandes son Jesucristo, su Hijo (Jn 3,16; 4,10), y el Espíritu Santo (Lc 11,13; Jn 14,16). Jesucristo nos ha dado también muchas cosas: la filiación divina (Jn 1,12), el agua viva (Jn 4,14), el pan del cielo (Jn 6,3233), la vida eterna (Jn 10,28), la paz Un 14,27), la gloria (Jn 17,22). Pero el más preciado don que nos ha hecho ha sido su propia persona, su propia vida (Mt 20,28; Mc 10,45; Lc 22,19); nos dio, y nos sigue dando cada día, su propio cuerpo, ofrecido como banquete a través del pan y del vino (Mt 26,26-27; Mc 14,22-23; Lc 22,19; Jn 6,51). A sus apóstoles les dio el poder de hacer milagros (Mt 10,1; Mc 6,7; Lc 9,10) y autoridad para atar y desatar, para perdonar y retener (Mt 16,19; Lc 10,19). Y como El se lo dio todo gratis, ellos también han de dar gratis a los hombres (Mt 10,8) y ofrendas cultuales a Dios (Mt 5,23), y hasta la propia vida (Jn 13,37), pues El, como buen pastor, dio la vida por sus ovejas, que somos nosotros (Jn 10,11.15).

E. M. N.

Doxología

Es como un himno litúrgico abreviado, como una exclamación, en la que se celebra y se ensalza la gloria de Dios y de Jesucristo. En el N. T. hay como dos clases diferentes de doxologías: una en la que se bendice a Dios o a Jesucristo por las bendiciones que de ellos hemos recibido; en síntesis es: "bendito sea Dios"; esta doxología es más frecuente en el A. T. (Sal 66,20; 68,36; Mt 21,9; Lc 1,42.68; 19,38; 2 Cor 1,3; Ef 1,3; 1 Pe 1,3); la otra es una exaltación fervorosa de la gloria de Dios: "Gloria a Dios en las alturas" (Lc 2,14); en las epístolas paulinas es frecuente (Rom 16,27; 1 Tim 1,17; 6,16; 1 Cor 15,57; 2 Cor 1,3; 11,31). Una y otra suelen terminar con las palabras "amén", "por los siglos de los siglos", "por siempre", "por toda la eternidad". -> gloria.

E.M.N.

Dureza de corazón

Es una frase que tiene siempre en la Biblia un sentido peyorativo. La dureza de corazón importa incredulidad, falta de fe (Mc 6,52; 8,17; Jn 12,40) insensibilidad hacia las indigencias y penalidades de los demás (Mc 3,5), esclavitud de las propias pasiones (Mt 19,8; Mc 10,5).

E. M. N.