Corazón de Jesús
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SUMARIO: 1. Introducción y observaciones generales. - 2. El Corazón de Jesús según el EvJn, - 3. Rasgos divinos y humanos del Corazón de Jesús en otros escritos del NT.

Introducción y observaciones generales

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús se basa en una sólida y larga tradición exegética, patrística, dogmática y litúrgica, aunque a su divulgación hayan contribuido notablemente la mística femenina de la Edad Media, las visiones de santa Margarita M. de Alacoque (1690) y santos como J. Eudes (1680), L. M. Grignion de Montfort (1716) y otros. Los concilios de Éfeso (431) y Constantinopla II (553) pusieron las bases dogmáticas para su desarrollo, al afirmar que "el Emmanuel ha de ser honrado con una sola adoración y una sola glorificación" (DH 259; 431). Es decir, se condena como herética la afirmación de que el Emmanuel deba ser honrado con dos adoraciones y glorificaciones diferentes, una como debida al Verbo Dios y otra a Cristo como hombre, porque esto equivaldría a negar la unión hipostática, según la cual en Cristo subsiste una sola persona en dos naturalezas distintas. En este art. trataremos de exponer brevemente las bases bíblicas de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. La palabra "corazón" es un símbolo que bíblicamente puede significar toda la persona humana y expresa de forma profunda el amor personal. Recordemos que símbolo no significa algo abstracto, sino una realidad concreta, en nuestro caso, el corazón humano de Jesús en el que se ha encarnado el amor divino del Hijo, que es el mismo amor del Padre para con nosotros a través del Verbo encarnado por el que tenemos acceso a Él (cf. Jn 1,14-18; 3,16). Donde mejor desarrollada aparece la cristología del Sagrado Corazón de Jesús dentro del NT es en el EvJn, los escritos paulinos, sinópticos y Carta a los Hebreos.

En el AT encontramos vislumbres proféticos de los sentimientos personales del corazón del Mesías, especialmente en los salmos: "Cuántas maravillas has hecho, Yahvé, Dios mío, qué de designios con nosotros... Sacrificio y ofrenda no quisiste, pero me abriste oídos... Dije entonces: 'He aquí que vengo...: Hacer tu voluntad, Dios mío, me deleita, y está tu ley en lo hondo de mis entrañas (Sal 39,6-9; cf. 22,15; Jer 30,21.23-24). Otros textos se refieren al amor apasionado de Yahvé por su pueblo (Os 2,14-22; 11,1-4; Jer 38,3), que, dada su descripción antropomórfica y tan profundamente humana, son aplicables también a Jesús en el NT.

2. El Corazón de Jesús según el EvJn

La interpretación del EvJn ha sido muy controvertida, sobre todo, entre los exegetas protestantes desde la mitad del siglo XIX. Esta controversia pondría radicalmente en tela de juicio la tradición de la Iglesia acerca de la devoción del Corazón de Jesús así como los dogmas de los concilios anteriormente mencionados y Calcedonia sobre las dos naturalezas en una sola persona. La polémica llegó a un punto muerto con las posiciones encontradas de R. Bultmann (1884-1976) y su discípulo E. Kásemann (*1906). Éste último afirmaba que el EvJn es un evangelio de tendencia semidoceta, viciado de la gnosis naciente, o sea, el Jesús joánico no sería verdadero hombre, sino sólo Dios con pura apariencia humana, "el Dios que camina sobre la tierra" (E. Kásemann); por tanto no se podría hablar del Jesús joánico como el Dios del amor, sino, más bien, de un Jesús sin corazón, casi de acero, ya que todo está predeterminado inflexiblemente. Según R. Bultmann el evangelista Juan reaccionaría contra la gnosis; su cristología sería antignóstica, pero no en el sentido antignóstico como lo entendieron los padres de la Iglesia, sino en el de puro hombre, pero con una voz de resonancia infinita que sitúa a todo hombre ante la alternativa "fe" - "increencia", "salvación" - "juicio". R. Bultmann no admite que Jesús sea verdadero Dios, aunque afirme que su palabra sea la misma palabra de Dios; no toma en serio las afirmaciones del evangelista al respecto (Jn 1,1; 20,28), llegando incluso hasta rechazar el dogma de Calcedonia acerca de las dos naturaleza en una sola persona. En realidad ambos exegetas, como otros hoy día, son víctimas del racionalismo, que como Proteo, el dios del mar, cambia continuamente de forma. En el EvJn ambos exegetas sólo encuentran como afirmación verdaderamente cristiana u ortodoxa —junto con la de la encarnación (1,14a)— aquella de "tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo unigénito" (3,16; cf. también 1,14). Pero dentro del contexto supuestamente doceta o antignóstico del EvJn, que atribuyen a todo el evangelio, carecen de relevancia estas afirmaciones del evangelista acerca del amor de Dios; según los mencionados autores no es el amor, sino el juicio el tema del EvJn. Es evidente que, si se admiten las conclusiones de estos y otros exegetas de la escuela bultmanniana, no tendría sentido hablar del Corazón de Jesús en el EvJn; la tradición de la Iglesia y doctrina de los concilios al respecto habría sido un malentendido y carecería de base joánica.

Por el contrario, predicadores, y también teólogos, católicos, convierten a veces el amor del EvJn en algo psicológico, puramente humano o ético, privándole de su verdadero carácter teológico y cristológico. Hay que tener cuidado de no caer en la cómoda y fácil tentación de interpretar el amor del EvJn demasiado humanamente. A veces da la impresión de que predicadores y grupos de Biblia no se esfuerzan por escuchar el singular sentido del texto evangélico y comprender que la voz del EvJn tiene un acento particular. Respecto a este punto ambos exegetas protestantes tenían razón en recalcar la singularidad del lenguaje del EvJn, aunque sus explicaciones concretas no fueran acertadas.

En los últimos veinte años, no obstante, se ha producido dentro de la exégesis joánica protestante una fuerte reacción en contra de las interpretaciones cristológicas de Bultmann y Kásemann (así p. ej. M. Hengel y su escuela). En contra de R. Bultmann sostenemos que las afirmaciones acerca de la divinidad de Jesús en el EvJn y, en general, del NT no pueden ser anuladas o contradichas en aras de un racionalismo travestido de existencialismo u otra moda filosófica. En contra de E. Kásemann afirmamos que el Jesús del EvJn no es sólo "verdadero Dios", sino que posee los rasgos humanos esenciales del "verdadero hombre" de la definición calcedonense. En contra de las opinión antes descritas presentamos las siguientes objecciones básicas: 1. Los exegetas actuales son muy escépticos en admitir una gnosis tan temprana como suponían R. Bultmann y su escuela. Si cae ese prejuicio, pierde su acritud la interpretación bultmannina del EvJn. 2. El EvJn está más enraizado en el AT de lo que suponían estos autores protestantes, cuyo desdeño del AT es explicable, en parte, por la situación político-social de los años veinte y treinta en Alemania, cuando lo judío no era bien visto. 3. El evangelista ha elegido la forma de evangelio, como los sinópticos, y no la de un tratado gnóstico de revelación sin historia, como es propio de gnosis. 4. Los personajes del EvJn no son títeres sin libertad; de lo contrario no tendrían sentido las constantes exhortaciones de Jesús a creer. 5. Los discípulos de Jesús no forman un conventículo o capilla cerrada, sino que constituyen una comunidad dinámica en expansión misionera a pesar de la persecución que sufría la iglesia joánica de parte de la sinagoga. Podríamos terminar con la recomendación de un exegeta de lengua inglesa: "Dejemos a Juan ser Juan" (James D. G. Dunn), sin extorsionarle.

Reafirmada la interpretación tradicional del EvJn, podemos asegurar que Jesús, el Verbo encarnado, es la expresión más excelsa y profundamente humana del amor; Jesús es la expresión cumbre del amor divinohumano. En ningún texto gnóstico se encuentran afirmaciones semejantes a las siguientes: "Y en verdad el Verbo (o Palabra) se hizo carne" (sarx) u hombre (Jn 1,14); "así amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo unigénito, para que el que crea en El no perezca, sino que tenga la vida eterna" (3,16) (cf. L. Schottroff, Glaubende 244). La afirmación de que Dios ha amado al mundo y entregado a su Hijo es el motivo más importante y profundo del primer discurso programático de Jesús en el EvJn (3,10-21.31-36); o sea, la revelación del amor de Dios por medio del corazón de Jesús, que se entrega por los hombres, es el tema fundamental del EvJn (13,1). Si examinamos a fondo los v. 34-36a, vemos en ellos una repetición del tema enunciado en v.16-17.

La expresión "Hijo del hombre", tan frecuente en la primera parte del EvJn (cap. 1-12), repite la idea de la encarnación afirmada rotundamente en Jn 1,14: Jesús en cuanto "Hijo del hombre" significa que a través de su realidad humana de Hijo del hombre encarnado se revela el amor de Dios a los hombres (cf. 1,51; 3,13-14; 5,27; 6,27.53.62; 8,28; 9,35; 12,23.34; 13,31). Esta revelación divina a través de la naturaleza humana de Jesús no es otra que la revelación de su amor divino en su Hijo (3,16; 13,1).

Jesús ofrece a la samaritana el agua que apaga toda sed de amor humano: "El agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para la vida eterna" (4,14). Jesús se compara a una fuente de la que mana el amor divino. Esa agua es la revelación del amor divino en Jesús o el Espíritu Santo, que es el amor por excelencia. En el discurso del Pan de vida repite Jesús la misma invitación: "El que venga a mí no tendrá hambre y el que crea en mí no tendrá sed" (6,35). Del interior de Jesús, de su corazón según la mentalidad semita, mana la vida divina o el amor.

El último gran día de la fiesta de los tabernáculos invita Jesús a los que le rodean a que vengan a Él y beban: "Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, (para él vale) como dijo la Escritura: Ríos de agua viva brotarán de su vientre, es decir, de su interior". Esto dijo acerca del Espíritu que iban a recibir los que habían creído en él. "Porque aún no había Espíritu, pues todavía Jesús no había sido glorificado" (7,37-39). El vientre o interior de donde brotarán ríos de agua viva, es decir, el Espíritu, se refiere a Jesús, no al creyente (R. Schnackenburg). Por razones exegéticas, los intérpretes actuales refieren a Jesús el v. 38c: "Ríos de agua viva brotarán de su interior", pues nunca se dice en el EvJn que del creyente broten corrientes de las que beban otros -tampoco en 4,14 el creyente se convierte en fuente para otros-. Además, alude el evangelista en 7,37-39 a Jn 19,34: "Y al momento salió sangre y agua"; las corrientes de agua viva, de que hablara Jesús en 7,38, es el cuerpo del Señor resucitado que concede el Espíritu Santo a los discípulos (20,22; cf. también 19,30 "y... entregó su espíritu"). En 7,38c se esperaría en vez de koilía ("vientre", "interior") la palabra kardía ("corazón"). Los autores piensan que "interior" es aquí sinónimo de "corazón" y que el evangelista ha escogido este término para destacar su relación con la escena de la lanza que traspasa el costado de Jesús (Jn 19,34-37).

Sin embargo, la interpretación de 7,38c más extendida entre los padres de la Iglesia, gracias a la autoridad e influjo de Orígenes, era la que refería el "interior" al creyente: "del interior del creyente brotarían en Pascua ríos de agua viva". Esta opinión no tiene fundamento exegético en el EvJn. Pero aun cuando fuera verdadera, no por eso sería falso que de las entrañas traspasadas de Jesús brotarían corrientes de agua viva, cuando fuere exaltado en la cruz, ya que Jesús invita a venir a él y a beber (4,13-14; 6,35; 7,37). En el caso de que la segunda opinión (Orígenes) fuera la verdadera, deberíamos afirmar, no obstante, que de Jesús manan caudales de agua vida, en los cuales bebe el creyente, que, a su vez, se convierte para otros en manantial de agua viva. Pero en el EvJn, como ya hemos indicado, no se dice que el creyente se convierta en manantial de agua viva para otros. Como quiera que fuera, la doctrina joánica acerca del Sdo. Corazón de Jesús sigue válida, independientemente de si una u otra opinión es verdadera o falsa.

En el discurso del Buen Pastor hallamos numerosas expresiones que dicen relación al Corazón de Jesús: el Buen Pastor "llama personalmente a sus ovejas por su nombre" (10,3c), "le siguen porque conocen su voz" (v. 4d), "ha venido para que tengan vida en abundancia" (v.10b), "el Buen Pastor da la vida por sus ovejas" (v. 11 b.15b), conoce a sus ovejas y sus ovejas le conocen a él, como él y el Padre se conocen y aman (v. 14), y se entrega voluntariamente a la muerte por sus ovejas conforme al mandato recibido del Padre (v. 17-18).

En el último discurso público después de la entrada triunfal en Jerusalén relaciona Jesús la venida de los gentiles que quieren verle con la llegada de "su hora" (cf. 12,19-22 y 23-36): La "hora de Jesús" es el "tiempo cristológico" -cronológicamente, sin embargo, aproximadamente una semana- de su "paso de este mundo al Padre" (13,1a), que comienza con el estremecimiento de Jesús ante la pasión que se acerca (12,27) y el anuncio de su victoria sobre el príncipe de este mundo y su exaltación como Rey en la cruz, atrayendo a todos los hombres hacia sí (12,28-33). La atracción que Cristo exaltado ejerce desde la cruz es la atracción del amor: "Y cuando yo sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí" (v.32). Este versículo recuerda Jer 38,3 LXX: "Con amor eterno te he amado, por eso te he atraido con misericordia" (en el texto hebreo se encuentra en 31,3: "Te he amado con amor eterno, por eso te atraigo con bondad). Tanto Jer 38,3 LXX como Jn 12,32 emplean el mismo verbo griego ('elkf'o) con el significado de "atraer con amor". El texto de Jn 12,32 ("atraeré todos a mí") está relacionado con otros dos pasajes del EvJn que se refieren a los judíos: "Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy" (8,28b) y "Mirarán al que han traspasado" (19,37). El corazón traspasado de Jesús atrae por medio del amor tanto a los gentiles (12,19-22.32) como a los judíos que después de Pascua se convertirán a él. El amor infinito (3,16-17) del crucificado y, a los ojos humanos, fracasado "Rey de los judíos" (12,33; 18,32; 19,21) ejerce una atracción irresistible sobre todos los que no se cierran a su invitación (12,32; 19,37). Del corazón abierto por la lanza manan corrientes de gracia, es decir, el Espíritu Santo que el Resucitado concede a sus discípulos como representantes de la Iglesia (cf. 19,34-35; 20,22) y se comunica por medio de los sacramentos, especialmente el Bautismo (3,5-8), la Eucaristía (6,51-58) y el Perdón de los pecados (20,23).

3. Rasgos divinos y humanos del Corazón de Jesús en otros escritos del NT

En los sinópticos se habla con frecuencia de la compasión de Jesús, que se expresa con el verbo griego splanjnídsomai y significa literalmente "conmovérsele a uno las entrañas". Se trata de un rasgo profundamente humano de Jesús que se relaciona en la mentalidad hebrea con el corazón, como el lugar de donde proceden los sentimientos. Jesús se conmueve espontáneamente en su corazón al ver el leproso (Mc 1,41), la muchedumbre "cansada y decaída, como ovejas sin pastor" (Mt 9,36), las gentes hambrientas (Mt 14,14/Mc 6,34; Mt 15,32/Mc 8,2), la viuda de Naín (Lc 7,13) y el ciego de Jericó (Mt 20,34). La compasión del buen samaritano y el padre del hijo pródigo está referida metafóricamente a la misericordia de Jesús y Dios Padre respectivamente (Lc 10,33; 15,20). Cristo se presenta como manso y humilde de corazón e invita a todos los cansados y oprimidos a venir a él para que encuentren en él alivio y descanso.(Mt 11,28-30).

En los escritos paulinos encontramos numerosas expresiones del Apóstol que se refieren al amor de Cristo, que se ha ha entregado por él y los demás hombres. Sólo mencionaremos algunas: "Cristo, cuando aún éramos nosotros débiles,... murió por los malvados"... "Dios mostró su amor para con nosotros en que... Cristo murió por nosotros" (Rom 5,7-8). Nada puede apartar a P "del amor de Dios en Jesucristo, Nuestro Señor" (cf. 8,29-39, esp. v. 39). El testimonio más elevado de la mística o espiritualidad cristocéntrica paulina en relación con el Corazón de Jesús lo encontramos en Gál 2,19b-2o: "Estoy crucificado con Cristo; y ya no vivo yo, pues es Cristo el que vive en mí. Mi vida presente la vivo en la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mi". El discípulo de P, autor de la Carta a los Efesios, ensalza la misión de su maestro: "...se me ha concedido el privilegio... de anunciar la incalculable riqueza de Cristo"; ...dar a conocer "la incalculable sabiduría de Dios, según el plan eterno que Dios ha realizado en Cristo Jesús, Señor nuestro" (3,8.10). El autor continúa, pidiendo a Dios que los fieles puedan comprender "cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de Cristo que sobrepasa todo conocimiento, a fin de que seáis llenos de toda la plenitud de Dios" (v. 17-19). En la Carta a los Hebreos se afirma que Cristo se hizo "en todo semejante a sus hermanos" (2,17; cf. v. 10-11), no es "un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, ya que fue probado en todo a semejanza nuestra, a excepción del pecado" (4,15), puede "mostrarse comprensivo con los ignorantes y extraviados" (5,2; cf. v. 5-10) y al entrar en el mundo se ofreció al Padre "para realizar su voluntad" (10,5-10). Cristo en cuanto verdadero Dios y verdadero hombre abre en la cruz su corazón y ofrece a los hombres su amor divinohumano.

Miguel Rodríguez Ruiz