Corazón
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SUMARIO: 1. El corazón en sentido bíblico como centro de la personalidad humana. - 2. El corazón en sus manifestaciones al obrar. - 3. La proyección ética de la concepción bíblica del corazón humano.


1. El corazón en sentido bíblico como centro de la personalidad humana

Según la mentalidad semita el corazón es el órgano central y más importante del cuerpo (1 Sam 25,37; 2Sam 18,14), en que radica no sólo la vida física (Gén 18,5; Lc 21,34; He 14,17; Sant 5,5), sino también la vida espiritual, intelectual, afectiva y pasional de la persona. Se comprende que a veces "corazón" (hebr. leb; griego kardía) equivalga a "alma" (hebr. nefes: Jos 22,5). En la literatura griega este sentido de corazón se encuentra casi sólo en la poesía, mientras que en el mundo semítico es corriente en textos no poéticos. El corazón en cuanto sede de la vida espiritual es sinónimo de "hombre interior" en contraposición a "hombre exterior" (Sal 73,26; 1Tes 2,17; 1Pe 3,4) y constituye la persona misma en su interioridad de tal manera que puede traducirse a veces por el pronombre personal (Mt 24.48/Lc 12,45Q [decirse a sí mismo]; cf. Mc 2,8). El corazón es la sede u origen de los pensamientos (1 Re 3,11-12; Dan 2,30; Mt 15,19 par.; Mc 2,6.8 par.; Lc 1,66; 2,19.35.51; 3,15; 5,22; 9,47), de la fe y duda (Mc 11,23; Lc 24,38; Rom 10,6-10), memoria (Prov 3,3), deseos, apetencias, pasiones y sentimientos (Mt 5,28 [malos deseos]; 6,21/Lc 12.34Q [avaricia]; Mt 12,34/Lc 6,45Q [frutos]; Lc 24,32 [entusiasmo]; Jn 14,1.27 [tristeza]; 16,6 [tristeza].22 [gozo]; Rom 9,2 [dolor]; 10,1 [anhelo]) y cualidades artísticas e intelectuales (Ex 28,3; Prov 2,10). En el corazón se siembra la palabra del evangelio, que el diablo puede hacer infructífera arrancándola del corazón (Mt 13,19; Lc 8,12.15; He 5,3-4), se forman los juicios y se toman las decisiones (Prov 16,23; Jn 13,2; 1 Cor 7,37; 2Cor 9,7), pudiendo traducirse a veces a veces "corazón" por "conciencia" (Gén 20,5-6; 1Sam 24,6; 1Jn 3,19-21). En el corazón es donde se comete el pecado (Mt 5,28; Mc 7,21). Puesto que Dios ha escrito la ley divina en los corazones de los hombres, es decir, en sus conciencias, saben éstos por sí mismos lo que es bueno o malo sin que nadie se lo diga (Rom 2,15). En el corazón o conciencia del hombre es donde brilla principalmente la luz de la verdad (2Cor 4,6); tiene lugar el acto libre de fe (Rom 10,10). En el corazón como sinónimo del "hombre interior" en oposición a lo exterior es donde se ofrece el sacrificio verdaderamente agradable a Dios: así el hombre realmente religioso, aunque exteriormente no sea judío ni haya recibido la circuncisión, practica la circuncisión espiritual del corazón (Rom 2,29). Metafóricamente habla el AT del corazón de Dios (1Sam 13,14); a Dios se le atribuye conocimiento, pensamiento, decisiones y afectos (Gén 6,6). El corazón de Dios se revuelve dentro de sí, y sus entrañas se estremecen al pensar en una posible destrucción de su pueblo (Os 11,8). "Dios es", sin embargo, "mayor que el corazón humano", es decir, que el hombre en el más alto desarrollo de sus cualidades y facultades, "y conoce todo", pero el corazón humano no tiene por que temer, ya que Cristo nos ha abierto el acceso al Padre, siempre que cumplamos el mandamiento del amor al hermano (1Jn 3,19-24).

2. El corazón en sus manifestaciones al obrar

Puesto que el corazón humano es el centro y raíz de la personalidad humana, donde tienen su origen las acciones (He 8,21; 1Tim 1,5), se hacen a veces afirmaciones que en realidad se refieren a toda la persona: el corazón tiembla (Dt 28,65), desmaya (Jos 2,11; Ez 21,20); nosotros diríamos: el hombre tiembla o desmaya. Las palabras y obras pueden manifestar u ocultar el corazón de una persona, o sea revelar o encubrir los motivos por que se obra (Prov 26,23-26; Mt 12,34/Lc 6,45Q; Lc 8,15). Sólo Dios no se deja engañar por las apariencias, sino que mira al corazón (lSam 16,7). Dios conoce (Lc 16,15; He 1,24; 15,8), sondea y examina los riñones y corazones, o sea los móviles más ocultos y profundos (Rom 8,27; Ap 2,23); También Jesús conoce el pensamiento de sus discípulos (Lc 9,47). El Señor, es decir, Cristo en su última venida, al final del mundo, descubrirá los designios ocultos de los corazones de los hombres (1 Cor 4,5); los profetas cristianos que convencen al infiel o simpatizante presente en la asamblea litúrgica y ponen al descubierto los secretos de sus corazones, le obligan moralmente a reconocer que Dios está verdaderamente en la iglesia reunida y, por tanto, a convertirse (14,25). Sólo Dios es quien sondea los corazones, o sea, las conciencias (Jer 17,10; 1Tes 2,4); la palabra de Dios discierne los sentimientos y pensamientos del corazón (Heb 4,12). Dios desenmascara la mentira del corazón (Is 29,13-14; Mc 7,6 par.). Jesús desenmascara los pensamientos de los escribas y fariseos (Mc 2,6.8 par.).

3. La proyección ética de la concepción bíblica del corazón humano.

El corazón en sentido bíblico encierra especialmente una dimensión ética, ya que las acciones se forjan en lo más profundo del corazón. Así exhorta Jesús a amar a Dios con todo el corazón, o sea, con toda la persona (Dt 6,5-6; Mt 22,37; Mc 12,30.33; Lc 10,27) e inculca a sus discípulos a que perdonen al hermano desde lo más íntimo de sus corazones, es decir, sinceramente (Mt 18,35; cf. He, 8,37; Rom 6,17; 1 Tim 1,5; 2Tim 2,22; I Pe 1,22). El corazón del que no acepta la voluntad de Dios permanece incircuncidado moralmente, aunque sea judío (He 7,51). El corazón puede endurecerse (Ex 4,21; Is 6,10; Jer 5,23; Mt 13,15; Mc 3,5; 6,52; 8,17; Jn 12,40; He 7,51; 28,27; Rom 2,5; Ef 4,18; Heb 3,8.15; 4,7), oscurecerse y volverse insensato (Rom 1,21). Los profetas denuncian la obstinación y endurecimiento del corazón del pueblo elegido (Os 13,6; Jer 17,9; 18,12), cuya contumacia puede acarrear castigo (Is 6,9-10). Dios puede, sin embargo, elegir hombres según su corazón para regir o mover a su pueblo por el camino de la salvación (1 Sam 13,14; Jer 3,15; He 13,22). Pero sólo si Dios otorga al hombre un corazón nuevo y escribe en él sus mandamientos (Jer 31,31-34; Ez 36,26; Heb 8,10) puede el hombre realmente cumplir la voluntad de Dios y poseer un corazón nuevo y un espíritu nuevo (Ez 18,31). Los creyentes deben obrar con sencillez y sinceridad de corazón (He 2,46); lo contrario es censurado por el apóstol Santiago en su carta (cf. 1,8.26; 4,8). Los que poseen esa sencillez de corazón son llamados por Jesús "bienaventurados" (Mt 5,8). De los primeros cristianos se dice que tenían un sólo corazón y una sola alma" (He 4,32): la concordia impregnaba sus personas hasta lo más íntimo de sus personas. Los fieles deben cantar y salmodiar agradecidos a Dios en sus corazones en los que habita y actúa Cristo por la fe (Ef 5,19; Col 3,16). Así nacen la virtud de la humildad según el ejemplo de Cristo (Mt 11,29), la sencillez de corazón y obediencia (Ef 6,5), sobre todo, el amor a Dios y el prójimo (Mt 22,37; Mc 12,33; Lc 10,27). -> cuerpo; amor; conversión.

Miguel Rodríguez Ruiz