Comunión
DJN
 

SUMARIO: 1. Aclaración del concepto "comunión" y sinónimos en el NT. - 2. La comunión con Jesucristo en general. - 3. La comunión sacramental con Cristo en la Eucaristía. - 4. La dimensión eclesial de la koinonía.

1. Aclaración del concepto "comunión" y sinónimos en el NT

Los términos griegos del NT cuyos significados están más cercanos al de "comunión" son el sustantivo griego koinonía, cuya traducción no es tan precisa como se desearía ("comunidad"; "unión estrecha"; "íntima relación"; "participación"), los adjetivos koinós ("común") y koinonós ("compañero", "socio") así como el verbo koinoneo ("participar"). Naturalmente podríamos también aducir palabras como "tener" (éjein) o "participar" (matéjein). Estos términos aparecen casi únicamente en P y escritos neotestamentarios influenciados por él. Sólo dos veces usa Lc koinós en He 2,42 y 4,32, al describir la iglesia de Jerusalén: "tenían todo en común"; en Lc 5,10 habla el evangelista de los koinonoi ("compañeros"; "socios") de Pedro. Lc emplea además una sola vez koinonía al describir los rasgos principales de la comunidad de Jerusalén: "Perseveraban en la enseñanza de los apóstoles y la koinonía (="unión fraterna"; "comunión" [ambas traducciones, algo imprecisas, aparecen en las biblias españolas en este lugar]; "comunicación de bienes" [opinión más común]; la celebración eucaristística" [J. Jeremías, renombrado exegeta protestante]; "comunión de los fieles en la enseñanza de los apóstoles" [Mussner, exegeta católico] y en la fracción del pan y las oraciones" (He 2,42). El helenista Lucas quiere demostrar a sus lectores cultos que en la Iglesia se realiza el ideal de comunidad defendido por pitagóricos y esenios, y de forma muy superior a aquellos, porque está animada por el Espíritu. El empobrecimiento de la iglesia de Jerusalén, que no se debió, como generalmente se opina, al entusiasmo exagerado e imprudente de la comunidad jerosolimitana pospascual, al vender posesiones privadas y practicar la comunidad de bienes, sino, más bien, al empeoramiento de la economía en Palestina a causa de las sequías y guerras, movió a P a ayudar a la Iglesia madre por medio de las colectas de sus iglesias más ricas (Rom 12,13; 15,26-27; 2Cor 8,4; 9,13; cf. Gál 2,10). En Mt 23,30 emplea el evangelista el adj. sustantivado koinonoi ("cómplices"): "No habríamos sido sus cómplices en la sangre de los profetas".

En Pablo adquiere la palabra koinonía un significado central, exclusivamente religioso, que no corresponde al de las "sociedades o hermandades" griegas ni es tampoco sinónimo de "iglesia", "comunidad eclesial" ni equivale al de "hermandad judía" (jaburá). Tampoco es una "asociación" de individuos que se reúnen en torno a una ideal común, como p. ej. los estoicos. El concepto de koinonía ("comunidad"; "comunión") encierra en P una relación y origen sobrenaturales que se puede expresar de diversas formas, como comunión (koinonía) de o con su Hijo Jesucristo (1Cor 1,9), comunión (koinonía) del Espíritu Santo (2Cor 13,13) o participación (koinonía) en la fe (Fim 6), en el evangelio (Fil 1,5), en los padecimientos de Cristo (3,10). P ha inventado, además, una gran cantidad de sustantivos y verbos compuestos, que expresan el concepto de "comunión", tales como "morir" y "vivir con Cristo" (Rom 6,8; 2Cor 7,3), "padecer con [Cristo]", "ser glorificado con [Cristo]", "coherederos de Cristo" (Rom 8,17) y "reinar con él (2Tim 2,12), etc.

Partiendo de estos significados podemos elaborar el concepto de koinonía o "comunión" en el NT. En primer lugar, representan la palabra koinonía y sus sinónimos una relación entre dos términos, que pueden ser muy distintos. Los dos términos no sólo dicen relación mutua sino que fundamentan dicha relación, aunque la iniciativa puede partir de uno de ellos, p. ej. Dios o Cristo. Es, por tanto, muy importante examinar los términos en que se funda la relación.

Por "comunión" (koinonía) entendemos, por tanto, algo más profundo que la simple "participación" exterior (en griego metojé/metéjein). En realidad, la participación de determinadas personas en o de algo tiende a una comunicación o unión personal recíproca con otra persona, es decir, a una comunión. Al considerar la comunión entre personas, se debe tener en cuenta, en primer lugar, a Dios Padre y Cristo, cuyas acciones son el origen de la nueva relación o unión. Esta unión es, por tanto, necesariamente, de algún modo, sobrenatural. Lógicamente la participación supone ya una cierta unión, o sea, que Dios por medio de Cristo ha creado el fundamento para la unión y participación. Así para "participar del un solo pan" (10,17b) se requiere estar unidos a Cristo por la fe y el Bautismo (Rom 6,2-11), haber sido "lavados, santificados y justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios"; de lo contrario no hay ni unión ni comunión, ya que el pecador obstinado está excluido del Reino, por lo tanto, de la comunión con Dios y Cristo (1 Cor 5,11; 6,11-20).

La realidad del concepto de comunión y participación" se encuentra también en los evangelios aunque falten los términos anteriormente mencionados que usan P y los autores por él influenciados. A continuación trataremos, en primer lugar, de la comunión recíproca entre Jesús y sus discípulos, o sea, de la comunión cristológica en general; después expondremos el significado y sentido de la comunión sacramental entre Cristo y el cristiano, cumbre de la comunión cristológica. Concluiremos con la comunión en su dimensión eclesial. Para la unión mística, que en el NT sólo es relativa y está subordinada a la cristología o encarnación del Hijo de Dios, sin que se llegue a una fusión o mezcla con la divinidad, remitimos a nuestro art. Mística Paulina, DicSanPablo, Monte Carmelo 1998, págs.784-812.

2. La comunión con Jesucristo en general

Una de las formas de expresar la unión entre las personas, sobre todo, en la antigüedad grecorromana, pero también en el mundo semítico, era el banquete festivo, momento por excelencia para cultivar la amistad, la comunicación personal y social; en él se reforzaban los lazos personales y sociales ya existentes. No es, por tanto, de extrañar que el Reino de Dios venga descrito como un banquete a cuya participación están llamados todas las personas (Mt 8,11-12; Lc 13,28-29; Mt 22,1-10; Lc 14,15-24), aunque el hecho material de haber comido y bebido con Jesús en esta vida (Lc 13,26-27) no es suficiente para ser admitido al banquete escatológico final (cf. Mt 22,12-13). Otra forma de expresar la íntima vinculación entre Jesús y sus discípulos es la institución del colegio de los doce cuya primera finalidad consiste en que los apóstoles estén con él o le acompañen (Mc 3,14). Ser discípulo de Jesús significa: "ir detrás de [Jesús], negarse a sí mismo, tomar la cruz y seguir[le]" (8,34). La pertenencia al Hijo del hombre conlleva soportar injurias y sufrir persecuciones y calumnias (Mt 5,11; Lc 6,22) y beber el mismo cáliz de Jesús, o sea, estar dispuesto a experimentar su muerte, a lo que se comprometen Santiago y Juan (Mt 20,20-28; Mc 10,35-45).

Dado que la unión entre Jesús y sus discípulos debe ser perfecta, el seguimiento radical de Jesús supone compartir su suerte, con todas las consecuencias, en primer lugar, su pobreza: "Las zorras tienen guaridas, pero el Hijo del hombre no tiene dónde poner su cabeza"; en segundo lugar, dejar de lado relaciones, incluso familiares, que oscurecen la unión y compañía de Jesús (Mt 8,18-22; 10,37-38; Lc 9,57-62; 14,26). La unión de Jesús con sus discípulos es tal que se identifica con sus enviados, profetas y discípulos (Mt 10,40-42). Jesús considera, por tanto, las obras de misericordia a favor de sus hermanos más pequeños como hechas a él mismo (Mt 25,40.45).

En el EvJn la unión de Jesús con sus discípulos viene descrita como muy personal e íntima, pues supone vivir en la misma casa del Maestro: "¿Dónde vives, maestro?". El les dice: Venid y veréis. "Fueron y vieron dónde vivía, y permanecieron y se quedaron con él aquel día" (Jn 1,38-39). El seguimiento de Jesús implica algo así como vivir ininterrumpidamente con él. Los habitantes de Sicar, después de convertirse, no se dan por satisfechos con haber escuchado a Jesús, sino que "le piden que se quede con ellos, y permaneció dos días" (Jn 4,40). Después de la resurrección de Lázaro "se retira Jesús con sus discípulos a una ciudad cerca del desierto, llamada Efraím, y allí residía con sus discípulos" (11,54). Servir a Jesús equivale a seguirle, lo cual significa compartir su suerte: "Si alguno me sirve, sígame, y donde yo esté, allí estará también mi servidor; si alguno me sirve, le honrará mi Padre" (12,26). Las fórmulas que mejor expresan en EvJn la íntima unión personal entre Jesús y sus discípulos, que se podría llamar "unión místico-cristológica", son las llamadas "fórmulas de inmanencia", con las que la relación íntima entre el Padre o Jesús y sus discípulos" y, viceversa, entre Jesús y sus discípulos, viene descrita con un "estar en": "Aquel día comprenderéis que yo estoy en mi Padre, vosotros en mí y yo en vosostros" (14,20). Más llamativas son las "fórmulas de inmanencia" con el verbo "permanecer": "Permaneced en mí y yo en vosotros"; "si alguien permanece en mí, también permanezco yo en él" (15,4-5). ¿A qué clase de permanencia o relación recíproca entre él y sus discípulos o cristianos se refiere Jesús? Esa relación estrecha o comunión entre los discípulos y Jesús es la fe joánica que en el EvJn abarca todas las dimensiones de la vida cristiana (Jn 14,12) y exige observar los mandatos de Jesús, es decir, creer que Jesús es el enviado del Padre (14,6-7.21-24), y se extiende al amor de los demás, debiendo estar dispuestos los cristianos a entregar la propia vida por los otros (13,34-35; 15,12-14), sin abandonar la Iglesia, aun en medio de persecuciones, porque, de lo contrario, los sarmientos se secarían y no producirían fruto (15,1-7.18-25). El Paráclito es quien lleva la fe a su perfección y conduce a una unión cada vez más profunda con Jesús (14,16-17.26; 16,13-15).

3. La comunión sacramental con Cristo en la Eucaristía

La palabra "comunión" nos hace recordar en primer lugar la unión sacramental del cristiano con Cristo mediante la participación en la Eucaristía. El término griego del NT más cercano a este significado es koinonía: "comunión con la sangre de Cristo"; "comunión con el cuerpo de Cristo" (1 Cor 10,16). La palabra koinonía en el contexto de 1Cor 10,15-22, sobre todo v.16, significa "comunión", es decir, la unión sacramental profunda del cristiano con Cristo. Está estrechamente relacionada con la idea de "participación", que aparece subrayado en v.17 con la forma verbal en primera persona del plural: "participamos" (en griego metéjomen). Aunque los términos koinonía (v. 16: "comunión") y metéjein (v.17: "participar") están íntimamente vinculados en estos versos, se distinguen conceptualmente: la "comunión" es la "participacion" o "únion" profunda entre el creyente y Cristo; la participación de que se habla en v. 17 significa, más bien, la acción exterior que tiende a la "comunión". La "comunión en la sangre de Cristo" y "la comunión en el cuerpo de Cristo" (10,16) no es algo meramente mental, que dependa del pensamiento e intención de los participantes, pues en ese caso no habría razón para que P prohibiese a los que se tienen por "fuertes" en la comunidad, que opinan que los ídolos no son nada, el que participen en los banquetes paganos, ya que la participación objetiva en ellos comporta efectos funestos. Por el contrario, la participación en la Eucaristía causa de por sí objetivamente efectos salvíficos que provienen de que el comulgante participa en la muerte de Cristo presente en la Eucaristía (cf. 11, 23-26), en el caso de que lo haga dignamente (10,16-17); pero puede causar la condenación, si se participa indignamente (cf. 11,27-32; cf. 10,19-22). 0 sea, el efecto sacramental no depende de la pura buena intención del participante, sino de la observancia objetiva de los mandamientos; de este modo combate P un liberalismo para el que la buena intención basta. Pero la participación en la Eucaristía tiende más allá del hecho de disfrutar de los efectos salvíficos sacramentales; tiende a la comunión o unión personal sacramental del participante con Cristo presente bajo las especies de pan y vino. Esta comunión es posible porque Cristo se ha identificado con los hombres en su muerte propiciatoria y vicaria por muchos o vosotros en la cruz para que éstos por medio de la fe y el Bautismo (Rom 6,2-11) se identifiquen con Cristo, en la confirmación se profundice la identificación con Cristo y en la Eucaristía llegue a su culmen mediante la unión sacramental y personal del cristiano con Cristo muerto y resucitado, exaltado a la derecha del Padre y, no obstante, presente en la Eucaristía. P habla con frecuencia de la propiciación vicaria de Cristo en la cruz por los hombres, que significa su identificación con el hombre pecador -salvo en el pecado-, para que éste alcance la justificación (Rom 8,3; 2Cor 5,21; Gál 2,19-20). Esto es posible porque Cristo es el Hijo de Dios, pues un hombre no puede sustituir a otro ni merecer por él. El anhelo de Jesús de identificarse personalmente con el cristiano en el grado más alto posible en esta vida presente tiene lugar en la Eucaristía (cf. Jn 6,51-58 y 13,1). La comunión con Cristo, que hunde sus raíces en la entrega de Cristo en la cruz, se actualiza sacramentalmente en la Eucaristía y debe hacerse sentir en la práctica cristiana de cada día.

4. La dimensión eclesial de la koinonía

Una señal de que las ciudades o familias han aceptado verdaderamente el mensaje del Reino es la hospitalidad que prestan a los mensajeros, de manera especial invitándoles a participar en la mesa (Lc 10,7-8; cf. Mt 10,10b-11). Este gesto hospitalario sella la comunión entre los que aceptan la predicación del Reino y los mensajeros enviados por Jesús.

El apretón de manos entre Pablo y Santiago, Pedro y Juan es una señal de comunión en el mismo apostolado, aunque los campos sean distintos, y en la misma fe (Gál 2,9). La comunión entre los apóstoles es señal de su comunión con Cristo. El Apóstol se refiere con frecuencia a los lazos de fe que le unen con sus destinatarios (Tit 1,4; Fim 6.17; cf. Jds 3: "la salvación común" del autor con sus destinatarios). La comunión espiritual entre P y los corintios se manifiesta en que ambos son "compañeros" (koinonói) en los padecimientos, lo cual significa que lo serán también en la consolación (2Cor 1,7). P y los corintios sufren por Cristo, lo cual implica que están en comunión con Cristo y Dios Padre. Comunicar los bienes materiales con la iglesia madre de Jerusalén para aliviar sus necesidades es para P una obligación para corresponder a los dones espirituales que han recibido los corintios de ella (2Cor 8,4).

El autor de los Hechos subraya como algo nuevo, escatológico, la comunicación de bienes en la iglesia de Jerusalén (He 2,42.44; 4,32). En 1 Jn 1,3.6-7 se fundamenta la unidad de la Iglesia de manera cristológica y trinitaria: el que confiese que Jesucristo "ha venido en carne" (cf. 1,1-3a; 4,2; 2Jn 7) está dentro de la comunión eclesial (1Jn 1,3b.7) y en comunión (koinonía) con el Padre y el Hijo (1,3c); el que no mantenga esta confesión de fe no está en comunión eclesial (1Jn 1,6; 2Jn 10-11), y menos aún en comunión con el Padre y su Hijo Jesucristo (1 Jn 1,6; 2Jn 9). La comunión eclesial radica para el autor de las cartas joánicas en la fe profunda, animada por el Espíritu Santo (1Jn 2,27), de que Jesús es el Hijo de Dios encarnado que posibilita y fundamenta la comunión de la Iglesia con el Padre. El autor de las cartas, de acuerdo con el EvJn, presenta la koinonía como algo cristológico que tiene sus raíces en la comunión de las tres personas (cf. Jn 17,21-23). -> eucaristía; amor; agape; sacrificio; iglesia.

Miguel Rodríguez Ruiz