Apariciones
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1. Historificación de lo metahistórico

La claridad posible en una cuestión tan enmarañada nos obligaría a distinguir entre "aparición" y "apariciones".

a) La "aparición" o visión recogida en la fórmula de fe (1 Cor 15, 5) pertenece a la tradición original; fue mencionada siempre por la predicación o el anuncio de la resurrección; incluso habría que decir que fue la única aparición que se contaba al nivel de la predicación oficial. Esta "aparición-visión" perteneció a la primera fase del anuncio del hecho como tal. Esta afirmación tenía la finalidad de establecer la verdad de lo afirmado en el kerigma: Cristo vive, resucitado por Dios; la visión por parte de los discípulos está en la línea de la identificación del Resucitado, que vive en la Iglesia, con el Jesús terreno.

La sobriedad absoluta de esta afirmación deja insatisfecha nuestra curiosidad, pero tiene la ventaja de evitar cualquier tipo de distracción y nos obliga a centrarnos en lo verdaderamente esencial. El Señor "se apareció" o "fue visto" (= ófze, aoristo pasivo del verbo orao: "fue visto"; en cuanto intransitivo: "se apareció"). Para la comprensión de su sentido tenemos un buen punto de partida en la visión que Pablo tuvo de Cristo camino de Damasco (Hch 9,1-19; 22, 6-16; 26, 12-18). Para el autor de Hechos esta visión se halla en la línea más estricta del testimonio; sin ella no era posible el testimonio apostólico (Hch 1, 21-22).

El mismo Apóstol la considera como una auténtica revelación (Gal 1, 16), que tuvo lugar en su interior; una revelación, una acción de Dios comparable con la misma creación (2Cor 4, 6); dicha revelación es comparada con una luz interior que posibilita el conocimiento de Dios manifestado en Cristo. En resumen, la visión tenida por Pablo es una acción poderosa de Dios, que le afecta personalmente y transforma radicalmente el rumbo de su vida.

b) Como antecedente de esta visión-aparición debemos recordar las teofanías del A. T Pensemos, a modo de ejemplo, en la que experimentó Abram (Gen 12, 7; "Yahvé se apareció a Abram y le dijo..."). El significado de dicha teofanía es el siguiente: una realidad oculta hasta ese momento se manifiesta, se desvela, se da a conocer. Por tanto, la visión-aparición pone de relieve un acontecimiento que ha sido sacado a la luz por Dios. El medio del que Dios se sirve para llevarlo a cabo es la manifestación de su "gloria"; la "gloria" de Dios es Dios mismo en cuanto se manifiesta, en cuanto manifiesta su presencia actuante de forma que el hombre, de alguna manera, la que sea, pueda percibirlo; de este modo, el hombre puede conocer el camino de Dios, al que acepta en la fe.

La percepción sensible de la manifestación de la "gloria" o de Dios mismo es descrita como un "ver". Con este término técnico se pretende hacer visible la presencia invisible de Dios. Por eso las apariciones tienen siempre caracteres apocalípticos; deben recurrir a símbolos misteriosos que no pertenecen a una imaginería normal y controlable (Is 6, 1 ss; Ez 1, 1-3,16). La fuerza de la presencia de Dios, experimentada por el hombre, busca medios de representación y de objetivación. Los cuadros, signos e imágenes son un medio interpretativo.

c) En consecuencia, el se apareció o fue visto (= ófze) no pertenece simplemente al terreno de la identificación, sino que es un término técnico, que es utilizado para la representación de Jesús como el Señor; presentación que implica, por parte del hombre, la aclamación y la adoración. Mediante el "ófze" se dice que Jesús fue presentado por Dios a la Iglesia como Señor y Cristo; la expresión "se apareció" equivale a "se hizo visible", fue desvelado su misterio, fue dado a conocer, fue presentado por Dios a los discípulos como el Señor en su poder, como el Hijo del hombre exaltado y como el Mesías.

El encuentro con el Resucitado es descrito también como "visión" en el célebre texto de 2Pe 1, 16-19. El texto tiene gran importancia porque a la visión se añade "la voz":...después de haber visto con nuestros propios ojos... nosotros mismos escuchamos esta voz, venida del cielo, estando con él en el monte santo. Visión, voz, monte santo. La terminología pertenece al campo de la revelación. La voz añadida a la visión tiene la finalidad de revelar el misterio de la persona de Jesús. Y este misterio se halla en relación con el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo (2Pe 2, 16).

El poder al que alude el texto es el poder salvador, y la venida (= parusía) no es la segunda y última venida -comúnmente conocida como la parusía- sino su venida, su presencia en la Iglesia a partir de la Pascua. De ahí la evocación del "monte santo", que no indica un lugar geográfico, sino teológico: Así como el antiguo pueblo de Dios se constituyó en el monte (en el Sinaí), así el nuevo monte, el de Galilea, significa el encuentro constitutivo de los discípulos con el Señor resucitado.

El texto de la segunda carta de Pedro nos lleva a una constatación importante: en la primitiva comunidad cristiana, la revelación pascual del Resucitado se expuso también con los medios estilísticos propios de la apocalíptica: como la parusía, la venida del Hijo del hombre, el poder, la presentación como Mesías-Hijo del hombre, al que va unida la idea de la ascensión al trono y la consiguiente "sesión", el estar sentado a la derecha del Padre.

d) De la visión-aparición pasemos a las visiones-apariciones. A la absoluta sobriedad de la primera sucede una descripción tan frondosa, detallada, dramatizada, que nos da la impresión de no tener nada que ver con la aparición narrada en el kerigma. Para valorarlas debidamente debemos tener en cuenta una serie de principios:

1°) En primer lugar, las apariciones concretas tienen la finalidad de vestir la desnudez del dato anterior, que expresaba la "aparición" mediante el esquematismo frío de una única palabra, ófze. Las apariciones son a la resurrección lo que otros relatos evangélicos a las demás verdades proclamadas en el kerigma. Diremos más adelante que las apariciones del Resucitado no son "prueba" de la resurrección. Tampoco lo fue la aparición original. Pero tanto unas como la otra sirven para enraizar o vincular un acontecimiento estrictamente sobrenatural en nuestra historia. De esta manera se convierten, de algún modo, en la vía de acceso razonable al Resucitado. De ahí la necesidad, desde el punto de vista apologético, de estudiar con la máxima objetividad posible dichas apariciones. ¿No pudieron ser inventadas o ser fruto del deseo ardiente que los discípulos y demás seguidores tenían de ver a Jesús? Afirmemos al respecto, con todo el énfasis posible, lo siguiente;

-Los discípulos no esperaban la resurrección. Por tanto, no pudieron inventar algo en lo que no creían. Se muestran absolutamente escépticos cuando les es anunciada (Mc 16, 9-11: dos síntesis de "aparición" y de anuncio de la resurrección a los discípulos, que terminan con un tajante "pero no les creyeron").

En la misma línea debe verse la aparición a la Magdalena y la consiguiente comprobación de Pedro, Jn 20: cualquier explicación es buena con tal de excluir que Jesús hubiese resucitado.

2°) Todavía queda algo importante que añadir al respecto. El anunciar la resurrección de Jesús no sólo no les beneficiaba (podían haberla inventado si de ello hubiesen obtenido algún beneficio), sino que les perjudicó gravemente: son llevados a los tribunales por su anuncio, son encarcelados... (véanse los primeros capítulos del libro de los Hechos). La resurrección se les impuso como un hecho indiscutible, a pesar de todas las resistencias. El sepulcro vacío, aunque se encuentre en todos los relatos desde el principio, no fue en modo alguno causa de la fe en la resurrección. Lo verdaderamente decisivo fueron las experiencias con el Resucitado o los encuentros con él. Lo que llamamos las "apariciones".

3°) Otro aspecto, que justifica la novedad de las "apariciones" frente a la "aparición" es el tiempo en el que aparecen en la tradición. Estamos en la última fase del anuncio del evangelio. En este momento, el encuentro con el Resucitado debía ser presentado con unas categorías tan materiales como fuese posible para evitar que el hecho cristiano se convirtiese en una ideología más del entorno cultural, al estilo de la ideología gnóstica. Las apariciones adquirieron así el aspecto de escenificaciones realistas de la resurrección. Escenificaciones tan realistas que dan la impresión de que la resurrección es la vuelta de un cadáver a la vida. De alguna manera "materializan" la resurrección y han sido la responsables de una concepción excesivamente material de la resurrección en el sentido de ser entendidas como simple "reanimación" del cadáver de Jesús.

La venida del Señor (Jn 20, 19); el encuentro con los discípulos, participando incluso con ellos en la mesa; la salida al paso y el siguiente diálogo con las mujeres (Mt 28, 9-10); la escena tan complicada protagonizada por la Magdalena (Jn 20); el paseo dado con los de Emaús y la cena subsiguiente (Lc 24); la dirección, desde la orilla, de la pesca milagrosa de los discípulos, que también termina en comida (Jn 21)... parecen acontecimientos de este mundo. Jesús actúa en ellos como lo hacía antes de su muerte. La sobrenaturalidad intentan salvarla algunos detalles como la aparición repentina, "con las puertas cerradas", la "desaparición", la "sorpresa" provocada por el pan...

4°) Debemos tener en cuenta también que la importancia extraordinaria que nosotros hemos dado a las apariciones no fue reconocida a ese nivel en la predicación cristiana de los orígenes. Más aún: estas experiencias pospascuales, los encuentros personales concretos con el Resucitado, no formaron parte del anuncio original del evangelio. Desde este punto de vista pueden ser comparadas con los relatos de la infancia. Lo mismo que fue posible anunciar e incluso escribir el evangelio sin dichos relatos sobre la infancia de Jesús... lo fue el presentar el evangelio sin las apariciones particulares.

El análisis de las secciones donde se hallan enmarcadas las apariciones demuestra que se trata de narraciones independientes; eran tradiciones particulares aisladas, que fueron enmarcadas por nuestros evangelistas donde hoy las tenemos para cumplir la finalidad que ellos las asignaron. Repitamos que, originariamente, el kerigma recogía una única aparición a los discípulos. La localización de la misma, Galilea (versiones de Marcos y Mateo) o Jerusalén (versión de Lucas), duplicó dicha aparición. Creemos, sin embargo, que se trata de la misma; habría que hablar incluso de la aparición según la versión de Mateo y de la misma con estilo joánico. Mientras que en la de Mateo se pone de relieve el significado de la resurrección para la Iglesia, para su misión, la de Juan acentuaría dicha misión en la línea del perdón de los pecados. Dicho de otro modo: la única aparición original se duplicó y, posteriormente, se enriqueció con la adición de las apariciones particulares.

5°) Las apariciones narradas no son presentadas como "pruebas" de la resurrección, sino como manifestaciones del Resucitado. Se hallan subordinadas no al mundo como "prueba", sino a la iniciativa del Resucitado, que se da a conocer a los que están dispuestos a aceptarle mediante la fe. Y el testimonio es el siguiente: Jesús, después de su muerte, vive; su vida, la realidad de su humanidad, no se halla sometida a las leyes biológicas y fisiológicas por las que se regía antes de morir; su vida es una realidad pneumática, glorificada y misteriosa; él, que es la consumación de la historia de la salvación, después de su muerte, estableció la comunión con sus discípulos y seguidores. Esto quiere decir, por otra parte, que las apariciones no pueden ser objeto de una investigación histórico-científica, aunque tengan, bien estudiadas, un alto valor apologético. La apologética debe centrarse en el estudio, lo más profundo y exhaustivo posible, de los personajes que protagonizaron dichas apariciones.

2. Diversificación en los evangelios

El proceso seguido en la valoración y diversa acentuación de lo que conocemos como el hecho pascual lo pone de relieve el estudio comparativo de los cuatro evangelios:

1. El relato de Marcos acentúa que el mensaje pascual es una revelación (de esta consideración viene el motivo del joven vestido con "vestiduras blancas" que habla a las mujeres); una revelación que no fue importante para la Iglesia, ya que las mujeres no dijeron nada a nadie; deja constancia de la sobrenaturalidad del hecho en el dato mencionado de los vestidos blancos, (que eran considerados como propios del mundo sobrenatural y se convertían en su símbolo) así como en el asombro de las mujeres. Para Marcos, lo ocurrido en el sepulcro no fue constitutivo de la fe pascual. El se limita a remitir a los discípulos al encuentro con el Resucitado en Galilea. Sin embargo, es claro que el narrador busca un punto de apoyo para la fe pascual en la constatación del sepulcro vacío.

La extraordinaria aportación de Marcos,(que da muy escasa importancia a las apariciones. Creemos que las dos "síntesis" que de ellas nos ofrece; la de la Magdalena y la de los de Emaús, fueron añadidas a un evangelio que no contaba ninguna aparición, pues terminaba originalmente en 16, 8) consistió en "desmaterializar" las apariciones. Y lo hace diciendo que Jesús se apareció en otra forma (= én etéra morfé, 16,12). Esto nos habla de una forma distinta a la humana, diferente de la que había poseído en su vida anterior, no perteneciente al aspecto humano, en la "forma de Dios" que es contrapuesta, como dice el apóstol Pablo, a la "forma de siervo" (Fi! 2, 6-11). La resurrección sitúa a Jesús en esta "otra forma", distinta de la humana, y que sólo puede ser la divina.

2. En la versión de Mateo, el sepulcro vacío y las apariciones conservan su valor, pero ninguna de las dos cosas es definitiva, ya que pueden ser interpretadas de muchas maneras. Lo definitivo es la palabra del Resucitado, que les garantiza su presencia entre ellos hasta el fin del mundo (Mt 28, 20). Esto es lo que da a la Iglesia la verdadera seguridad. No la seguridad de la "demostración", sino la seguridad de la fe en la palabra del Señor. El sepulcro vacío podía ser explicado como un robo (el evangelista se está debatiendo con el judaísmo; de ahí la necesidad de acentuar que había guardia en el sepulcro; por otra parte, las mujeres ni siquiera entraron en el sepulcro).

El progreso teológico se nota en la presencia del ángel, que aparece como intérprete del sepulcro vacío y de la palabra de Jesús. Mateo, lo mismo que Marcos, no fundamenta la fe pascual en el sepulcro vacío, sino en la revelación (el sepulcro vacío sería una confirmación de la resurrección para el creyente, no su fundamento). El ángel no envía a los discípulos a visitar el sepulcro ni a comprobar su experiencia con la que habían tenido las mujeres. Esto significa que ni el sepulcro vacío ni la experiencia de las mujeres eran constitutivos de la fe pascual ni argumento utilizable para demostrarla. Lo decisivo fue el encuentro con Jesús

3. El centro de interés de la narración lucana está en afirmar que el fundamento del mensaje pascual es el mismo Señor resucitado que vive en la Iglesia. El resto debe ser juzgado desde el punto de vista del testimonio. De ahí que quite importancia a lo protagonizado por las mujeres, porque no se les reconocía capacidad de testimoniar en un proceso, no podían ser testigos en un juicio; sin embargo, "duplica" los testigos en el sepulcro: "dos hombres con vestiduras resplandecientes", porque la validez del testimonio exigía que fuese dado por dos testigos; no envía a los discípulos a Galilea, y en lugar de ello, Galilea se convierte en el lugar donde Jesús había predicho su resurrección.

Para Lucas, el acontecimiento pascual es, sobre todo, el punto de apoyo y de esencial referencia para una comprensión más profunda de la obra de Cristo, de su cristología, que es cumplimiento de la Escritura. Finalmente, frente al testimonio tan ampliamente narrado de los de Emaús, destaca la importancia del testimonio de Pedro (Lc 24, 34).

4. Con la versión joánica se alcanza la meta. En perfecta coherencia con todo el evangelio no se dice que el Resucitado es el Jesús terreno (tradición sinóptica), sino que el Jesús terreno es el Señor, el Exaltado. Precisamente por eso, en el evangelio de Juan la muerte es la glorificación, los milagros son signos y el testigo es el mismo Jesús. El sepulcro vacío también es importante, pero como "signo". De ahí que sea constatado no sólo por las mujeres, sino por Pedro y por el discípulo amado. Este discípulo, personificación del discípulo ideal, "vio y creyó": en el sepulcro vacío vio un signo que, más allá del hecho, le llevó a descubrir su significado. El testigo fidedigno de la fe pascual es Jesús mismo.

Para el cuarto evangelio, los ángeles no son testigos ni intérpretes, sino guardias de honor. Y el encuentro con la Magdalena pone de relieve la imperfección de su fe. Llama a Jesús "Maestro", como antes de morir. Y el relato subraya lo más posible que la resurrección no es la vuelta de un cadáver a la vida, sino el retorno al Padre. El testimonio que Jesús mismo da de la resurrección es "demostrativo", tiene carácter obligatorio, porque él es el enviado del Padre.

La fe de la Iglesia en la resurrección de Jesús es la respuesta adecuada al testimonio dado por Jesús mismo. Es evidente que la Escritura tiene mucha importancia en el descubrimiento del hecho (Jn 20, 9), pero la Escritura tampoco es el fundamento de la fe de la Iglesia, de la fe pascual. La Escritura es un medio secundario, un segundo camino para la aceptación y la inteligencia del acontecimiento pascual. La fe en su palabra, en la palabra de Jesús, está por encima de la Escritura. Sólo cuando la Magdalena reconoció la voz, la palabra de Jesús, creyó.

3. Esfuerzo necesario para la comprensión

La presentación de la resurrección en nuestros días debe tener en cuenta los principios siguientes:

1°) Evitar un lenguaje que lleve casi inevitablemente a una falsa inteligencia de la resurrección de Cristo. No se trata de la simple vuelta de un cadáver a la vida, ni de un hecho histórico como los otros que llamamos así, ni de un suceso demostrable en sí mismo. Se trata de un acontecimiento único, para expresar el cual le falta al hombre el lenguaje adecuado. Lo que dice la Escritura es que Jesús de Nazaret, que murió y fue sepultado, no está muerto ni en el sepulcro, y ello gracias a una intervención de la acción poderosa y maravillosa de Dios.

Acerca del modo y manera como esto ocurrió, la Escritura guarda silencio. No aduce testigos del hecho. El "cómo" es secundario y marginal frente al "hecho" y el "por mí". Es un hecho en relación de vinculación con nuestra historia y que al mismo tiempo la trasciende. La ausencia de testigos de la resurrección misma y las apariciones del Resucitado escapan al observador neutral y al control objetivo de las medidas modernas (como, por supuesto, de las antiguas). Lo demostrable, en definitiva, es la convicción de los testigos y de la Iglesia primitiva. El sepulcro vacío no es una prueba para demostrar la facticidad de la resurrección o el carácter "objetivo" de las apariciones, sino un "signo" y una confirmación para los creyentes. Y esto aunque de la investigación bíblica se deduzca con claridad que, para Pablo y para la Iglesia primitiva, la predicación de la resurrección de Cristo es totalmente incompatible con la permanencia de su cadáver en el sepulcro (esto hubiese sido posible si hubiesen sido utilizadas unas categorías antropológicas dualistas, que han sido las occidentales hasta no hace mucho tiempo). La afirmación expresa del sepulcro vacío es un "signo" de que el reino de Dios, su señorío, ha comenzado realmente al ser vencida la muerte. Las afirmaciones de 1 Cor 15, 3. 8 no son una prueba de la resurrección, sino un testimonio y prueba de la credibilidad del mismo.

2°) Exponer la resurrección de Cristo en toda su dimensión. La resurrección de Cristo, como el evangelio en general, siempre será un "escándalo" para los hombres de todos los tiempos. Así fue ya al principio. Pedir argumentos evidentes es exigir pruebas a Dios (Mc 8,11), equivale a establecer una medida humana para juzgar la acción divina y cuando dicha acción es sobrenatural, debería rebajarse Dios al nivel humano, lo cual equivaldría a destruir la acción misma. Sería establecer la razón humana como medida absoluta de la verdad. Pretender "demostrar" al hombre moderno la resurrección y, para hacérsela asequible, reducirla al mínimo falseando la resurrección misma. Es preciso manifestarla en toda su dimensión y, a pesar de su "indemostrabilidad", presentar la fe en ella no como una fe "ciega". Nos viene dada en el evangelio en cuanto documento fidedigno y fiable, transmitida como palabra de Dios por testigos fidedignos y fiables.

La evocación de la tradición antigua y la coincidencia con la predicación de los demás apóstoles, la enumeración de los testigos, es decir, las apariciones (1 Cor 15, 5-8) sirven para una demostración de la credibilidad. El mismo alcance tiene la expresión "según las Escrituras", que tenía para los judíos el sentido de "prueba de Escritura". En la misma dirección debe interpretarse 1 Cor 15, 34ss (la "forma" como resucitan los muertos) con alusión a la Escritura (v. 45); se trata de hacer creíble el mensaje de la resurrección. No podemos ahorrar a nadie el "escándalo" ni el riesgo de la fe (que es, al mismo tiempo, la seguridad absoluta, aunque de otra naturaleza), pero tampoco podemos callar la ayuda que nos ofrece la Biblia ni silenciar los argumentos de credibilidad.

En esta dimensión total de la resurrección debe destacarse la identidad entre el Resucitado y el Crucificado, la revelación del poder de Dios, la entronización de Cristo como Señor, la victoria sobre la muerte, la irrupción del reino de Dios, el comienzo de la nueva creación y la posibilidad de la salvación para todos, la pertenencia, mediante la fe y los sacramentos, al Señor resucitado y no al primer Adán. Así, la resurrección de Cristo es el cumplimiento de las promesas del A. T.

La resurrección no es sólo una interpelación que Dios me dirige ni la mera explicitación del significado de la cruz (R. Bultmann). Para el autor citado carece de interés la cuestión sobre la resurrección y sobre el ser mismo del Resucitado. Para él, la realidad de la resurrección y del Señor resucitado es la realidad del kerigma. De modo que K. Barth le ha preguntado si, para él, "Jesucristo ha resucitado en el kerigma".

Tampoco puede reducirse la resurrección a la convicción de que "la causa de Jesús sigue adelante" (Die Sache Jesu geht weiter, Marxsen). Es todo eso (lo afirmado por Bultmann y por Marxsen), pero es bastante más. Mejor dicho, es todo eso porque es mucho más.

La resurrección de Jesucristo es el suceso, el acontecimiento por el cual Jesús fue liberado del poder de la muerte y fue constituido como Señor de todo en su total existencia humano-divina. Es la acción de Dios por la cual somos redimidos del poder de la muerte y por la cual se nos posibilita la participación en la vida del Resucitado, que fundamenta nuestra esperanza en la resurrección.

3°) Exponer el significado especial del mensaje pascual para el hombre de hoy:

a) Partiendo de su experiencia de la lejanía de Dios, de un mundo "humanizado", "desacralizado", en el que la antropología parece hacer innecesaria la teología. La lejanía de Dios se hace presencia en Cristo, en Cristo resucitado; en el Hijo somos hijos; con él podemos entrar en relación con Dios; en el Hijo resucitado podemos llamar Padre a Dios. Todo lo consignado en la Escritura del Antiguo y del N. T. es palabra válida de Dios y sobre Dios; pero todo adquiere su eficacia y definitividad en la resurrección de Jesús.

b) La mutua relación entre los hombres es otro tema preocupante al hombre de hoy. La resurrección de Cristo nos orienta al nuevo "pueblo", que se hizo realidad con la resurrección de Cristo. En el N. T. se nos anuncia y presenta al Resucitado como el "hombre nuevo" (Ef 2, 14), que forma, con todos los que creen en él y son bautizados en su nombre, un cuerpo (1 Cor 12, 12-13), y constituyen una "unidad" (Gal 3, 28). La unidad que no pueden lograr los hombres es una realidad en el "cuerpo" del Resucitado.

c) La valoración del mundo. Ha desaparecido la concepción griega del cuerpo como cárcel del alma y la consiguiente añoranza por la liberación. Ha sido sustituida por la unidad anímico-corporal del hombre y su parentesco con el cosmos. Esta es realmente también la concepción bíblica. ¿Tiene algo que decir en este punto el mensaje pascual?

Nos habla no sólo de la supervivencia de Cristo, sino de la resurrección de entre los muertos. Todo el hombre íntegro que era Jesús de Nazaret ha sido resucitado, y con su existencia corporal-anímica participa de la gloria del Padre.

La resurrección de Cristo es la consumación de la encarnación de Dios. En cuanto Señor "corporal", es "palpable" para nosotros, es decir, cognoscible y representable como un tú y hermano nuestro. En su corporeidad resucitada es un "signo" y un "comienzo" (1 Cor 15, 20-23) de nuestra existencia futura y del cosmos. Cómo sea ese futuro en particular permanece oculto para nosotros. Pero la ignorancia del modo del hecho no excluye el hecho mismo.

BIBL. — P. BENOIT, Pasión y resurrección del Señor, Fax, Madrid, 1971; J. DANIÉLOU, La Resurrección, Studium, Madrid, 1971; A. AMMASSARI, La Resurrezione, nell'insegnamento, nella profezia, nelle apparizioni di Gesú, Cittá Nuova Edit, Roma, 1975; B. RICAUx, Dieu I'a ressuscité, Duculot, Bruselas, 1972; U. WILCKENS, La Resurrección de jesús. Estudio histórico-crítico del testimonio bíblico, Sígueme, 1981.

Felipe E Ramos