Animales
DJN
 

El reino animal, al que el pueblo hebreo era muy sensible, es el más cercano al hombre. Las religiones paganas (extra-bíblicas) consideran a los animales con respeto sagrado, como seres extrahumanos, llegando incluso a divinizarlos. El A. T. fustiga esta aberrante concepción (cf. Sab 15-16). El hombre debe ser amigo de los animales, debe ayudarles. Noé salva a una pareja de cada especie animal. El animal puede ayudar al hombre. La burra ayuda a Balaán (Núm 22, 22-35); unos cuervos llevan alimento a Elías (1 Re 17,6); un pez salva a Jonás (Jon 2). Deben ser tratados con humanidad; el descanso también les incluye a ellos (Ex 23,12). Los animales peligrosos y criminales deben ser castigados (Gen 9,5; Ex 21,28-32). Pero el hombre es netamente superior a los animales. Adán les pone un nombre, con lo que se indica su claro dominio sobre ellos (Gen 2,20). El hombre puede matarlos para que le sirvan de alimento (Gen 9,2). Antes del pecado parece que todos los animales estaban pacíficamente sometidos al hombre. Después de él aparece una clara división en animales salvajes y domésticos. Hay, pues, una situación conflictiva, de riesgo, entre el hombre y las bestias. Toda la creación, incluso el reino animal, está, después del pecado, en estado de corrupción. Fruto de la redención mesiánica, cuando el universo esté de nuevo reunificado y restituido a su prístino estado, todo será nuevamente restaurado y sometido, y el mundo animal, la naturaleza entera, dejará el estado de rebelión. La división que se hizo en Israel de animales puros e impuros, que se podían o no comer, influyó de alguna manera en la división de la humanidad en dos partes: los buenos y los malos. Jesús tuvo relación con los animales; en el desierto estaba con ellos (Mc 1,13); a ellos se refirió como punto de comparación para describir su propia situación (Mt 8,20; Lc 9,58). Se sirvió de la actitud de los animales para expresar ciertas actitudes humanas (Mt 3,7; 7,15; 10,16; 12,34; Lc 10,3; 13,32; Jn 10,12). Quiso hacer su entrada triunfal en Jerusalén montado en un asno (Mt 21,5). El mismo quiso presentarse como un ganadero, como un pastor que cuida de las ovejas (Jn 10).

Los evangelios hablan de las zorras (Mt 8,20), del lobo (Mt 7,15; 10,16; Lc 10,3; Jn 10,12), del camello (Mt 3,4; 10,24; 23,24; Mc 1,6; 10,25; Lc 18,25), del asno (Mt 21,5; 18,6 Mc 9,42; Lc 13,15; 14,5; Jn 12,14-15), del buey (Lc 13,15; 14,5. 19; Jn 2,14-15), del cordero (Lc 10,3; Jn 1,29. 36; 21,15), de la oveja (Mt 7,15; 10,6; 12,11; 15,24; 18,12; 25,32; 26,31; Mc 6,34; 14,27; Lc 15,4. 6; Jn 10; 21,16-17), del cabrito (Mt 25,32-33; Lc 15,29), del cerdo (Mt 7,6; 8,30-32; Mc 5,11-13; Lc 8,32-33; 15,15-16), del perro (Mt 7,6; 15,26-27; Mc 7,2728; Lc 16,21), de las aves (Mt 6,26; 8,20; 13,4; Mc 4,4; Lc 8,5; 9,58; 12,24), de la gallina (Mt 23,37; Lc 13,34), de los pollos (Mt 23,37; Lc 2,24; 13,34), de la paloma (Mt 3,16; 10,16, 21,12; Mc 1,10; 11,15; Le 2,24; 3,22; Jn 1,32; 2,14-16), de los pájaros (Mt 10,29; Lc 12,6-7), del cuervo (Lc 12,24), del águila (Mt 24,28; Lc 17,37), de monstruos marinos (Mt 12,40), del pez (Mt 7,10; 14,17; 15,34; Mc 6,38. 41. 43; 8,7; Lc 5,6. 9; 9,13. 16; 11,11; 24,42; Jn 21,6. 8), de la serpiente (y de la víbora) (Mt 3,7; 7,10; 10,16; 12,34; 23,33; Mc 16,18; Lc 3,7; 10,19; 11,11; Jn 3,14), del escorpión (Lc 10,19; 11,12), de la langosta (Mt 3,4; Mc 1,6), de la polilla (Mt 6,19-20; Lc 12,33), del gusano (Mc 9,48), del mosquito (Mt 23,24), de la abeja (Lc 24,42).

E. M. N.