TOMÁS DE AQUINO
DC


SUMARIO: I. Su visión de Dios: 1. El Dios de la fe; 2. Un Dios que apuesta por el hombre—II. Las pruebas de la existencia de Dios: 1. Valor; 2. Estructura—III. La SS. Trinidad: 1. Claves de comprensión; 2. Terminología—IV. Actualidad del tema: 1. Ojeada histórica; 2. Respuesta en el hoy.


I. Su visión de Dios

1. EL DIOS DE LA FE: a) S.T. cree en el valor positivo de la razón, al menos en cuatro niveles: reconoce el valor metafisico de unas "vías" para llegar a demostrar la existencia de un primer ser [infra II.1]; acepta la evidencia de unos motivos de credibilidad ("no creería si no fuera evidente que debe creer"'); considera legítimo indagar el por qué de las verdades religiosas; y es consciente de que sólo la filosofía le permite establecer un puente de diálogo con los no creyentes'. b) Y, sin embargo, para S.T. "Dios" no es el "primer ser" que se deduce de la consideración de las criaturas mediante unas vías de demostración. El Dios objeto de su teología es el "Dios de la fe", el que se ha autocomunicado al hombre a través de una historia de salvación y, principalmente, a través de su Palabra encarnada. Es el Dios misterioso, trinitario, Padre-Hijo-Espíritu, del cual nada hubiera sabido el hombre, si El no hubiera tomado la iniciativa de descorrer el velo de su intimidado. No es posible definir a Dios ni comprehenderle. Hablar de Dios con la pretensión de abarcarlo es enunciar un error. El sólo concebirlo o pensarlo es ya empequeñecerlo. Es "el gran desconocido" que mora en una especie de tinieblas impenetrables. Es algo que defiende siempre, tanto en su juventud como en su madurez'. Por esto, la teología tomista nada tiene que ver con una teodicea. Su visión de Dios es netamente trinitaria.

2. UN DIOS QUE APUESTA POR EL HOMBRE. a) Para S.T. la teología es "historia de salvación". Sin usar esta terminología, la tiene presente en todo momento. Su gran preocupación es el hombre. Sólo en razón de ello estudia los misterios divinos y, más concretamente, la Trinidad y la Encarnación, misterios que considera como las dos columnas básicas sobre las que se cimienta la realización salvífica de la humanidad'. Siendo una, su teología es especulativo práctica" y abarca un abanico universal de temas, que van desde Dios-en-sí-mismo hasta lo aparentemente más profano. Todo cabe en teología con tal de que el centro de interés sea indagar qué ha dicho o qué diría Dios sobre ello. En este aspecto, tiene una visión unitaria de la realidad, tanto que su saber es "como una imagen de la ciencia divina"'. b) El "sufrimiento" de Dios. Se ha criticado a S.T. como si dibujara un "dios insensible", inerte, impasible, ajeno al dolor humano. Hiere, en efecto, a la sensibilidad moderna leer que Dios es misericordioso en cuanto que remedia las miserias ajenas, pero no porque se entristezca de las mismas13. Y ofende los oidos pensar que Dios "es inmóvil" como si no se conmoviera". Pero hay que situar estos datos15 y leerlos a la luz de otros, como p.ej. cuando dice que "el compadecerse es lo más propio de Dios"' o cuando escribe que "Dios es feliz cuando los otros son felices' . No entiende inmóvil en el sentido de parado, inerte, sin sentimientos, antes como quien está en pleno movimiento, en la suma actividad, en acto puro. Por ello puede escribir: "El corazón de la criatura más se asemeja a Dios inmóvil cuando se mueve que cuando se para: porque la perfección del corazón está en moverse, mientras que pararse es la muerte". Si rechaza la "pasión" en Dios es en cuanto ésta puede representar imperfección, mas no en su realidad más auténtica. Si se comprende el lenguaje de la analogía, no hay inconveniente en decir que "Dios sufre". En la medida en que el sentimiento y la pasión son "amor", Dios siente y sufre. Lo que S.T. quiere mantener es que Dios y el hombre están en planos distintos. El hombre está sometido al tiempo, balanceándose entre el pasado y el futuro, entre el no-ser y el ser, entre lo negativo y lo positivo, mas Dios es un eterno presente. No tiene ni antes ni después. Es el amor en acto de amar. Sin impurezas. Está más allá de las categorías y de las miopías humanas. Dios sufre, pero no al modo humano. Vive y se desvive por el hombre al modo divino.


II. Las pruebas de la existencia de Dios

1. VALOR. Analizadas desde una óptica puramente filosófica, las vías son argumentos metafísicos que lógicamente convergen en un Primer-ser. Supuesto el principio de causalidad, tienen ciertamente un valor probativo. Sin embargo: a. de su argumentación racional, S.T. no concluye taxativamente "luego Dios existe", sino "y a esto llamamos Dios". Es decir, como creyente, identifica la conclusión filosófica ("luego hay un Primer-ser") con lo que la revelación manifiesta acerca del Dios salvador. Lo cual ya no es un paso filosófico, sino de fe. Su argumentación termina en los preámbulos de la fe2'; b. se trata de un análisis filosófico sólo accesible "a pocos, después de mucho tiempo y con mezcla de errores". Unas vías metafísicas pueden convencer a una mente "metafísica", pero difícilmente conmoverán al hombre existencial, en su realidad temporal, amasijo de pasiones y sentimientos, incapacitado de hecho para captar la verdad de una forma objetiva"; c. en resumen, lo que pretende es justificar, desde un prisma racional, al Dios que se revela, en quien ya cree y de quien sabe se ha presentado a Moisés como El que es.

2. ESTRUCTURA. La estructura de las vías es firme. Se distinguen por sus puntos de partida, que son cinco visiones distintas del mundo, pero todas ellas tienen idéntico desarrollo, a saber: punto de partida: constatación de un hecho de experiencia verificable; primer grado, principio metafísico: este hecho ha sido necesariamente causado, es esencialmente dependiente; segundo grado: en una subordinación esencial de causas es preciso llegar a una primera; término: luego se da una Primera causa. Y a esto llamamos Dios. Luego Dios existe. "Toda interpretación que rompa este marco está evidentemente fuera de la ruta señalada por el Angélico Doctor y, por consiguiente, fuera de su pensamiento".


III. La SS. Trinidad

1. CLAVES DE COMPRENSIÓN". a) Visión bíblica y visión ontológica. Para las primeras generaciones cristianas, el misterio trinitario fue una verdad vivida de una incomparable fuerza espiritual. El modo de considerarlo fue neta y sencillamente su proyección bíblica, es decir, una perspectiva económico-salvífica. El Padre es la fuente de toda salvación, por medio de Jesucristo, su Palabra encarnada, y gracias a la presencia del Espíritu. El Espíritu Santo ilumina al hombre haciéndole comprender que Jesús es el Hijo; y, por medio del Hijo, el hombre tiene acceso al Padre. Pronto surgieron discrepancias doctrinales y la Iglesia se vio obligada —para defender el sentido de su creencia— a expresar su convicción en un lenguaje filosófico alejado del bíblico (visión ontológica).

b) Brotan paralelamente dos enfoques distintos en la explicación de la misma fe en el mismo misterio.

Los Padres griegos siguen más de cerca el modo bíblico de hablar. Parten del hecho de que en la Escritura se habla del Padre y del Hijo y del Espíritu; y sólo después se esfuerzan por razonar cómo siendo tres (¿personas?, ¿hipóstasis? (...) son un solo Dios (una esencia, una naturaleza...). El apoyo humano lo encuentran en la idea de donación, trasvase de la participación platónica. Esta explica el origen o la procesión del Verbo y del Espíritu, concibiéndolos no a modo de operación del entendimiento y de la voluntad, sino a modo de comunicación de la naturaleza divina: el Padre dona su propia sustancia al Hijo y, por medio del Hijo, al Espíritu.

Ese enfoque tiende a refutar de forma directa el monarquianismo y el modalismo. Como lado positivo tiene que su lenguaje parece favorecer más la vivencia espiritual del misterio. Dios deja de ser una "esencia abstracta" para presentarse en su triple dimensión de Padre, Hijo y Espíritu de cara a la salvación del hombre. Como lado negativo tiene que, aparte de que su forma de expresarse tiene una sabor subordinacionista y triteísta, son muchos los puntos que deja sin razonamiento satisfactorio. Por ejemplo: ¿por qué se dan dos procesiones y no tres? ¿por qué solamente la primera se llama generación?...

Los Padres latinos parten del hecho de que en la Escritura se habla de un único Dios y se esfuerzan por razonar cómo siendo uno puede ser al mismo tiempo tres (¿personas? ¿hipóstasis?...)

Como trampolín racional se apoyan en las huellas o imágenes trinitarias que creen descubrir en el hombre ("teoría psicológica"). Unidad de ser y de vida con dos facultades operativas inmanentes: el "entendimiento" que produce el verbo y la "voluntad" que produce el amor (como don, no como acto).

Este enfoque está dirigido fundamentalmente contra cualquier forma de dualismo o subordinacionismo. Y tiene de bueno que, desde el ángulo especulativo, es una concepción más lógica, dando respuesta a muchos de los interrogantes abiertos a los griegos. Su lado negativo está, por una parte, en que su lenguaje se manifiesta mucho más condicionado por la filosofía; y, por otra, en que en la práctica ha favorecido la carencia de espíritu trinitario en la vivencia habitual de los cristianos.

Sería, sin embárgo, erróneo concebir ambas visiones como dos teologías paralelas, y mucho menos opuestas. Indudablemente se entrecruzan. La griega es mucho más metafísica de lo que pudiera parecer, y la latina mucho más personalista.

c) Que S.T. se sitúa en la línea de los Padres latinos es incuestionable. De las 17 cuestiones que abarca el tratado, dieciséis están dedicadas a escudriñar con la razón el insondable misterio de cómo siendo un solo Dios se dan tres personas realmente distintas. Sólo en la última, la cuestión 43, habla de las misiones, es decir, de la proyección de las personas divinas hacia el hombre. Quizás por esto haya sido juzgado con excesiva severidad y considerado no raras veces como un teólogo arcaico en un hoy donde lo único que parece importar es lo funcional y dinámico. Con todo, he aquí algunas observaciones a su favor: aa. Imitando a S. Agustín, S.T. especula no "para saber", sino en orden a vivir y a hacer vivir [supra 1,2]. Podría añadirse que también los griegos fueron grandes especulativos; y es que la Trinidad "económica" invita por sí misma a penetrar hasta la realidad profunda que se esconde tras su dinamismo (la "inmanente"). Cuando el entendimiento humano verifica los fenómenos, anda inquieto y sin descanso hasta alcanzar las esencias; bb. una de las razones principales que condujo a S.T. a la especulación trinitaria fue la necesidad de defender la fe. Las opiniones contrarias son para él como una ocasión permitida por Dios para sacudir la pereza del creyente y estimularle a un mayor conocimiento de lo revelado, lo cual es en definitiva un valor salvífico; cc. el hecho de que S.T. se sitúe en una línea latina —aceptando incluso las limitaciones de tal enfoque— no equivale a decir que su teología es una visión abstracta y desencarnada. Su visión es altamente personalista, en el sentido de que todo cristiano, en su vida normal de bautizado, puede —y, en principio, debe— llegar a. tener relaciones personales, de amigo a amigo, no ya con un dios neutro (Dios como esencia no exsiste) sino con cada una de las tres personas (Dios = Padre-Hijo-Espíritu). Los actos corresponden a los sujetos y la esencia se da singularizada subsistentemente en cada persona. No hay una "cuaternidad", como si por una parte se diera la esencia y por otra las personas (Joaquín de Fiore). Por lo demás S.T. tiene una visión muy dinámica de la historia, de la que el Espíritu Santo es el conductor y guía .

2. TERMINOLOGÍA. Relación.- El concepto de relación se introdujo en la explicación teológica del misterio trinitario ante la necesidad de responder a ciertas objeciones heterodoxas. Los nombres personales (Padre-Hijo-Espíritu) no significan "sustancia" y, por tanto, no puede afirmarse —como hizo Arrio— que la sustancia del Padre sea distinta de la del Hijo y de la del Espíritu (se evita así el subordinacionismo y el triteísmo). No significan tampoco "accidente", como si existiera una sóla persona que se manifiesta como Padre o como Hijo o como Espíritu, tal cual decía Sabelio (se evita así el modalismo). Los nombres personales son "relativos". "El Padre es Padre por tener un Hijo y el Hijo es Hijo porque tiene un Padre". En la elaboración del concepto, los SS. PP. se sirven de categorías aristotélicas, aunque la inspiración es fundamentalmente bíblica. Tomás se apoya en san Agustín. Y éste, aún siendo el principal introductor del concepto en teología, había seguido en realidad un camino paralelo al de los Padres capadocios. La Escolástica, anterior y contemporánea de S.T., se había apoyado igualmente en el concepto de relación para explicar la tripersonalidad divina. El mismo Magisterio lo había asumido (cf. XI de Toledo; IV de Letrán). La aportación de S.T. es sistematizar y clarificar las ideas en una armonización perfecta. Más tarde el concilio de Florencia consagrará la fórmula: "Y todo es uno, donde no obsta la oposición de relación".

Procesión.- S.T. da un paso en adelante con respecto a san Agustín: busca el fundamento metafísico de las "relaciones" y cree encontrarlo en el concepto de "procesión". Es una preocupación que lleva desde joven. Cuando la mayoría de los comentaristas se embargan en un análisis de la diferencia entre la generación del Verbo y la procesión del Espíritu, S.T. se fija más bien en lo que es común a las dos, centrando su atención sobre la noción genérica de procesión". Entiende "procesión" como orden de origen, abstrayendo de todo movimiento y tiempo. Para su aplicación a la divinidad se impone pasarlo antes por el tamiz de la analogía40. Y supone siempre una actividad inmanente. Ahí radica la clave del razonamiento y la gran diferencia entre la doctrina tomista y todas las demás explicaciones trinitarias. Mientras que Ricardo de San Víctor retiene tan sólo un aspecto de la teoría psicológica de san Agustín y basa sobre el amor toda su representación de la Trinidad, S.T. se mantiene fiel al pensamiento del gran Doctor africano, dándole una mayor consistencia. Ello le permite establecer una equivalencia perfecta entre noción de Verbo-Hijo por una parte y entre noción de Amor(don)-Espíritu por otra.

Generación . a) Generación se aplica directamente (modo humano) a los animales y a los hombres: pasan del no-ser al ser por emanación de otro ser viviente y por comunicación de su naturaleza específica. Este es el dato de experiencia de donde parte la anología; b) con una analogía imperfecta puede aplicarse a la concepción del verbo mental. El verbo (ser vivo) brota por emanación de otro ser vivo (entendimiento) por comunicación de la propia naturaleza. Sin embargo, el verbo mental ni es el hombre, ni es un hombre, sino tan sólo un hombre pensado (concebido); c. con una analogía más perfecta puede aplicarse en la divinidad para explicar la concepción del VERBO (=Hijo). Se parte para ello de la experiencia sensible (modo humano), pero tomando el sentido auténtico de la misma revelación (modo divino = analogia fidei).

Espíritu Santo como AMOR". Siguiendo el camino de la analogía de las actividades inmanentes, a S.T. le parece una consecuencia lógica explicar la procesión del Espíritu por vía de amor (voluntad). Se trata sin duda de una opción válida y, por supuesto, acorde con la revelación, aunque ni en la Escritura ni en el Magisterio se halla nunca expresada de un modo formal. Cuando la Escritura habla de la segunda persona, le llama Hijo o Logos (Verbo); pero cuando habla de la tercera no le apellida Amor, sino Espíritu y alguna vez Paráclito. Paralelamente, cuando el Magisterio habla de la segunda persona dice que procede por vía de generación; cuando habla de la tercera se limita a decir que procede. San Agustín fue el primero en esbozar una explicación por vía de amor. S.T. se inspira en él. Si se toma el paralelo entre la inteligencia y la voluntad, el correspondiente exacto del verbo no es el acto de amar (operatio) sino más bien "el ser amado presente en el amante" y esto en razón de la influencia o dominio (impressio) que ejerce sobre él. El amatum in amante hace juego con el intellectum in intelligente. Lo que el verbum es al entendimiento es el amor-don a la voluntad. Puede incluso hablarse de un verbum amoris.

Persona. a) En la definición de S.T. hay que manejar como imprescindibles tres elementos: aa. Incomunicabilidad. Equivale a lo que es completo, a lo que tiene la última perfección en el género de sustancia. Se refiere a un individuo concreto, a un singular determinado, independiente, autónomo, intransferible; bb. Subsistencia. A la formalidad por la que una naturaleza se constituye en sustancia se le llama "subsistencia". Subsistencia no es lo mismo que existencia. Existen los accidentes y existen las sustancias: pero hay algo que hace que las sustancias existan en sí mismas y por sí mismas, mientras que los accidentes tienen que existir en otro. La madera subsiste; el color existe en. Pues bien, cuando S.T. usa el término individuo incomunicable entiende subsistente; cc. Intelectualidad; No se llama persona a cualquier individuo, sino al que subsiste con plena autonomnía en una naturaleza racional. Los demás pueden calificarse de hipóstasis, supuestos o sustancias primeras; pero sólo los alcanzados por la intelectualidad son honrados con el título de "persona". Gracias a la intelectualidad, la sustancia (subsistente) alcanza su autonomía de acción, se convierte en maestra y dueña de sus actos, obra por sí misma y entra en relación con los demás.

b) San Agustín era reacio al empleo del vocablo "persona" en teología trinitaria. Piensa que si se adoptó su uso fue debido tan sólo a la pobreza del lenguaje humano. Su dificultad estriba en que "persona" parece ser un concepto absoluto (autónomo, independiente, subsistente): si, pues, se afirman tres personas en Dios fácilmente podría pensarse en tres dioses. Pues bien, quizás lo más genial de S.T. sea el haber puesto en claro que precisamente la incomunicabilidad, que en las criaturas es algo absoluto, en Dios es por necesidad algo relativo. La "incomunicabilidad" le viene no de la esencia sino de la relación de origen. Se tiene así la paradoja de que lo propio y característico de la persona divina no es lo absoluto —lo absoluto, que nace de la esencia, es siempre común a los Tres— sino lo relativo. El Padre es Dios, pero ni es el Hijo ni es el Espíritu Santo. A su vez, el Hijo és Dios, pero ni es el Padre ni es el Espíritu. Padre e Hijo son conceptos relativos, y sólo en cuanto se oponen relativamente se distinguen y vienen a ser incomunicables. En aquello que se identifican con la esencia son absolutos; en aquello que se diferencian son relativos. Ahora bien, eso que los diferencia, que los hace incomunicables, que los caracteriza como individualidades, es lo que llamamos persona. Por esto, persona en Dios equivale a relación subsistente.


IV. Actualidad del tema

1. OJEADA HISTORICA: a) S.T. fue en su tiempo un maestro abierto al futuro. Apenas muerto (1274) comenzaron a publicarse resúmenes, índices y concordancias de sus obras. En 1277, un concilio de París condenaba, por avanzadas, algunas de sus tesis. Pero la Orden de Predicadores defendió pronto su doctrina en varios capítulos generales (Milán, 1278; París, 1286). Canonizado S.T. en 1323, el tomismo fue adquiriendo cada día mayor difusión y prestigio en la Iglesia universal. Como principales representantes de los siglos XIVXV habría que mencionar a Tomás de Sutton (t 1315), Juan de París (t 1306), Juan de Nápoles (th. 1336), Pedro de Bérgamo (¡1482), y, sobre todo, Juan Capreolo (11444); b) Con todo, hay que esperar a pleno siglo XVI para que la Suma desplace en la docencia a las Sentencias de Pedro Lombardo. Es la época de los grandes comentarios bien a toda la Suma (Cayetano), bien a parte de la misma (Vitoria, Soto, Báñez). Paralelamente, la Reforma protestante y el c. de Trento obliga a los tomistas a replantear y precisar cuestiones tan importantes como la justificación, la predestinación y la gracia. A los ya mencionados hay que recordar nombres como A. Catarino, M. Cano y B. Carranza. Problemas surgidos a raíz del descubrimiento de América pone en primera fila a tomistas como Vitoria y Bartolomé de las Casas en la defensa de los derechos de los indios; c) El siglo XVII y parte del XVIII está marcado por las famosas controversias de auxiliis entre los partidarios del dominico Báñez (que se presentaban como los auténticos tomistas) y los partidarios del jesuita Molina (que también se apoyaban en parte en S.T.). Al margen de las mismas destacaron los españoles F. Araujo y P. Godoy, los italianos J. Médicis y P. Nazario, el portugués Juan de Santo Tomás y los franceses J. B. Gonet, A. Goudin y C. R. Billuart. Finaliza así el "tomismo clásico"; d) desde finales del s. XVIII hasta mediados del XX se va imponiendo un neotomismo que se vio fuertemente impulsado por León XIII y sus sucesores. Limitándonos a España hay que recordar a J. Balmes, Ceferino González, L. G. Alfonso Getino, I. G. Menéndez Reigada, M. Barbado, Marín Sola, S. Ramírez, P. Lumbreras, M. Cuervo, E. Sauras y M. Llamera.

2. SANTO TOMÁS Y EL TOMISMO, HOY. a) "Cristiano de todos los tiempos"`, aunque hijo de su época, S.T. sigue siendo de actualidad. Cierto que han transcurrido siete siglos y que sus limitaciones son claras, mas su principios continúan firmes y muchas de sus intuiciones permanecen clarividentes. Aparte de sus grandes síntesis, permanece su esfuerzo de intentar armonizar con el Evangelio todas las culturas ajenas al mismo; su constante y valiente búsqueda y defensa de la verdad frente a cualquier instancia; su permanente equilibrio en el diálogo fe-ciencia; en definitiva, su compromiso por el hombre y sus derechos; b) Ya antes de 1940 hubo una fuerte reacción en contra de los métodos escolástico-tomistas en Alemania, Francia y Bélgica principalmente". Dominicos como Chenu y Charlier primero, Schillebeeckx y Congar después, en línea con otros teólogos como De Lubac, Daniélou, Rahner, Urs von Balthasar y otros, persistieron en una línea de investigación (exegético-patrística) y de diálogo con otros movimientos; en un afán por penetrar la problemática del hombre secular; en un esfuerzo por hacer comprensible la Palabra de Dios a la mentalidad de los no-creyentes. Considerados durante tiempo como peligrosos y hasta próximos a la herejía, un día fueron llamados a Concilio y su trabajo, realizado en condiciones difíciles, desembocó en la audiencia del magisterio universal. El Vaticano II asumió muchos de sus puntos de vista y adoptó, en gran parte, su nuevo enfoque de teologizar; c. Hoy puede hablarse de "dos santo Tomás". Existe el S.T. fijado en un conjunto de tesis abstractas y de soluciones prefabricadas. Es el S.T. de los manuales (Billuart, Gonet, Garrigou, etc.) y de ciertos sectores involucionistas, y existe el S.T. lleno de frescura y de originalidad, con sus percepciones creativas, sus intuiciones profundas y sus planteamientos abiertos a los grandes interrogantes de la humanidad. Es el S.T. descubierto por la "nueva teología" [supra IV.2.b], promovido por el Vaticano II50 y asumido por la Orden Dominicana. Sin salirse de España, en esta línea están hoy autores como M. Gelabert, A. Sanchis, A. Robles, J. L. Gago, A. Escallada, D.Salado y otros. Me siento honrado de caminar en esta línea.

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Sebastián Fuster