TEODICEA
DC


SUMARIO: I. La Teodicea de los filósofos.—II. Formulación en el AT.—III. Teodicea y misterio trinitario. Planteamiento cristiano.


I. La teodicea de los filósofos

1. EL PLANTEAMIENTO DE EPICURO. Conocido resulta el razonamiento tetralemático del filósofo Epicuro contra las deidades helénicas tres siglos antes de Cristo: —O los dioses no desean impedir el mal, y de esa forma carecerían de bondad; —O no pueden impedirlo, y entonces les faltaría la omnipotencia debida a su rango; —O ni pueden ni quieren, lo que les convertiría en débiles y malos de consuno; —O pueden y quieren cual corresponde a las deidades, pero entonces ¿por qué la presencia del mal, cómo es que no se elimina?

Epicuro cree en los dioses, pero no pudiendo resolver esta cuestión opta por pensar que no se preocupan de los hombres, viviendo felices en sus intersticios siderales, al margen de todo comercio con los humanos.

2. DOS PERSPECTIVAS: DEMASIADO CERCA, DEMASIADO LEJOS. En su intento por borrar esa distancia el idealista Josiah Royce escribe: «Dios no es en su esencia última un ser distinto de ti. Es el Ser Absoluto.Tú eres verdaderamente uno con Dios, parte de Su vida. El es el alma misma de tu alma. Y he aquí entonces la primera verdad: «Cuando tú sufres, tus sufrimientos son los sufrimientos de Dios, no su obra ni su castigo eternos, no el fruto de su descuido, sino idénticamente su propio sufrimiento personal. En ti, Dios mismo sufre, precisamente como tú sufres, y asume toda tu preocupación por vencer esta pena»`.

Pero este panteísmo royciano además de no explicar el monismo del dolor, tampoco lo supera. De ahí la reacción antipódica de quien aleja en demasía a Creador y criatura.

En esta nueva línea Paul Weiss afirma que «a la pregunta de por qué Dios no recompensa a los buenos y castiga a los malos, la respuesta... es que Dios tiene sus propios asuntos que atender, no se rige por nuestras normas, obra según razones propias, y, además, su concepto del bien y del mal está más allá del alcance del conocimiento humano»2.

3. SEIS INTENTOS DE SOLUCIÓN. a) No hay solución porque todo está predeterminado o predestinado, desde los niveles naturales a los espirituales. En el mundo griego (eterno retorno de lo idéntico) o en el mundo hindú (karma cíclico expiatorio en la vida presente de las culpas de nuestras existencias anteriores) el hombre nada puede ante el peso del Hado.

b) Como no cabe captar el todo, sino sólo sus fragmentos, el hombre habrá de ignorar siempre, aunque eso no le impida ver sobre su cabeza gravitar la pugna entre el Bien y el Mal, de lo que se resentiría el orden cósmico en medio de la humana impotencia.

c) El mal es resultado de la finitud, pero ésta resulta inexplicable, pues ¿por qué creó Dios naturalezas finitas como éstas, y no otras? ¿por qué una naturaleza tal, en donde las injusticias, tragedias, cataclismos, guerras, etc, resultan tan injustificables?

d) El mal más degradante es el producido por el malo, aquel que usa de la libertad liberticídamente: «Pero los impíos con obras y palabras llaman a la muerte»'. «Porque Dios creó al hombre incorruptible, le hizo imagen de su misma naturaleza; mas por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la experimentan los que le pertenecen»4.

e) El mal no es sino advertencia para el futuro, pedagogo evitador de mayores problemas: —Es ocasión para conocer el orden de las cosas (la enfermedad sirve para el desarrollo de la ciencia). —Es contrapunto para la alegría (sin el dolor no habría alegría por contraposición, pronto aburriría el gozo). —Es posibilitante de la evolución y del progreso. —Es expresión de la voluntad de Dios, que «no toleraría nada malo en sus obras si no fuese tan omnipotente ybueno como para transformar el mal en bien»5.

f) Vivimos en el mejor de los mundos posibles, afirmación que como es bien sabido constituye el núcleo argumental de la teología moderna inaugurada por Leibniz, a la que se oponen las anti-teodiceas posteriores.


II. Formulación en el AT

1. EL ECLESIASTÉS. Las teodiceas filosóficas no responden al clamor algésico, cosa distinta ocurre en los libros religiosos.

La tesis del Eclesiastés (Qohélet, siglo III a. C.) es que aquí abajo el bien y el mal carecen de sanción. Pero Qohélet, hombre de buena salud, tras comprobar la vanidad de los placeres, siempre insatisfactorios, concluye afirmando que el hombre no puede comprender el designio del obrar divino, sólo confiar en lo que Dios dispone en cada momento, que de tal manera adquiere un valor infinito.

El Qohélet judío, desconocedor aún de la idea de resurrección, disuelve a la persona en el polvo cósmico, y la somete a un aire fatalista y ahistórico, para el que males y bienes resultan inamovibles: «donde cae el árbol, allí se queda», «una generación va, otra generación viene; pero la tierra para siempre permanece... Lo que fue, eso será; lo que se hizo, eso se hará: nada nuevo hay bajo el sol».

El resto es vanidad de vanidades. Más aún: con arta frecuencia «un absurdo se da en la tierra: Hay justos a quienes les sucede cual corresponde a las obras de los malos, y malos a quienes sucede cual corresponde a las obras de los buenos. Digo que éste es otro absurdo». «En mi vano vivir, de todo he visto: justos perecer en su justicia, e impíos envejecer en su iniquidad».

No existiendo justicia mundana, Qohélet adopta un aire derrotista: «Y ni de amor ni de odio saben los hombres nada: Todo les resulta absurdo. Como el que haya un destino común para todos, para el justo y para el malvado, el puro y el manchado, el que hace sacrificios y el que no los hace, así el bueno como el pecador, el que jura como el que se recata de jurar. Esto es lo peor de todo cuanto pasa bajo el sol: Que haya un destino común para todos, y así el corazón de los humanos está lleno de maldad y hay locura en sus corazones mientras viven, y después ¡con los muertos!», «porque no existirán obras ni razones ni ciencia ni sabiduría en el seol donde te encaminas»".

Y a pesar de todo, el creyente Qohélet, a pesar de todo lo absurdo de este mundo, se reafirma en la convicción de que en el Dios vivo cabe fiar: «Por más que se afane el hombre en buscar, nada descubre, y el mismo sabio, aunque diga saberlo, no es capaz de descubrirlo. Pues bien, a todo eso he aplicado mi corazón y todo lo he explorado, y he visto que los justos y los sabios y sus obras están en manos de Dios». Pues «El (Dios) ha hecho todas las cosas apropiadas a su tiempo; también ha puesto el afán en sus corazones, sin que el hombre llegue adescubrir la obra que Dios ha hecho de principio a fin... Comprendo que cuanto Dios hace es duradero; nada hay que añadir, ni nada que quitar»".

En conclusión: «Pero tú teme a Dios». «Teme a Dios y guarda sus mandamientos, que eso es ser hombre cabal»''.

2. EL LIBRO DE JOB. En el siglo V antes de Cristo se produce la más dramática interpelación de un creyente ante la cuestión del mal. Job, antiguo patriarca idumeo, sin aparente razón, pasa de tenerlo todo a no tener nada, y su aflicción es incontenible. Pero en medio de esa aflicción se dirige a Dios con una fuerza que puede sonar a arrogancia, tratando vehementemente de que Dios le explique el por qué de su hundimiento. Mas detrás de esa arrogancia se encuentra una confianza absoluta que ninguna tribulación puede ocultar. Sólo Job se atreve a hablar a Dios como él lo hace. Y Dios le responde ratificando la amistad. Veámoslo.

Instalado «en el seno de las tempestades», Job no puede caer más bajo en la aflicción: «Mas ahora ríense de mí los que son más jóvenes que yo, a cuyos padres no juzgaba yo dignos de mezclar con los perros de mi grey»'6. Éstos son los sentimientos que Job experimenta en dicha situación:

* Aflicción: «No hay para mí tranquilidad ni calma; no hay reposo: turbación es lo que le llega»". «¡Ah, si pudiera pesarse mi aflicción, si mis males se pusieran en la balanza juntos! Pesarían más que la arena de los mares: por eso mis razones se desmandan»'

* Debilidad: «¿Es mi fuerza la fuerza de la roca? ¿Es mi carne de bronce? ¿No está mi apoyo en una nada? ¿No se me ha ido lejos toda ayuda?».

* Soledad: «Me han defraudado mis hermanos lo mismo que un torrente, igual que el cauce de torrentes que pasan». «Mi aliento repele a mi mujer, fétido soy para los hijos de mi vientre. Hasta los chiquillos me desprecian, si me levanto me hacen burla. Tienen horror de mí todos mis íntimos, los que yo más amaba se han vuelto contra mí. Bajo mi piel mi carne cae podrida, mis huesos se desnudan como dientes». En la absoluta negrura, su mujer desesperada blasfema tremendamente y le dice a Job: «¡Maldice a Dios, y muérete!»

* Días y noches horribles: «¿No es una milicia lo que hace el hombre por la tierra? ¿No son jornadas de mercenario sus jornadas? Como esclavo que suspira por la sombra, o como jornalero que espera su salario, así meses de desencanto son mi herencia, y mi suerte noches de dolor. Al acostarme, digo: "¿Cuándo llegará el día?" Al levantarme: "¿Cuándo será de noche?" y hasta el crepúsculo estoy ahíto de inquietudes. Mi carne está cubierta de gusanos y de costras terrosas, mi piel se agrieta y supura».

* Asco de sí: «Asco tiene mi alma de mi vida: derramaré mis quejas sobre mí, hablaré en la amargura de mi alma».

* Abandono de Dios: «Si voy hacia el oriente, no está allí; si al occidente no lo advierto. Cuando le busco al norte, no aparece, y tampoco le veo, si vuelvo al mediodía. Pero él mis pasos todos sabe... Sadday me ha aterrorizado. Pues las tinieblas, de él me esconden, la oscuridad me vela su presencia».

* Desgracia total.. «Grito hacia ti y tú no me respondes, me presento y no me haces caso. Te has vuelto cruel para conmigo, tu mano vigorosa en mí se ceba... Me hierven las entrañas sin descanso, se me han presentado días de aflicción. Sin haber sol, ando renegrido... Mi piel se ha ennegrecido sobre mí, mis huesos se han quemado por la fiebre».

Pero, así las cosas, no parece dispuesto a reconocer una culpabilidad de la que no está convencido, disponiéndose tras la eclosión algésica a defender la propia inocencia ante un Dios en el que cree («Si aceptamos de Dios el bien, ¿no aceptaremos el mal?». «Desnudo salí del seno de mi madre, desnudo allá retornaré. Yahvé dio, Yahvé quitó: ¡Sea bendito el nombre de Yahvé!» y a quien se dirige con esperanza a pesar de todo, y no con ánimo de rebeldía. Veámoslo.

* Mi defensor vive: «Bien sé yo que mi defensor está vivo, y que él, el último, se levantará sobre la tierra. Después con mi piel me cubrirá de nuevo, y con mi carne veré a Dios. Yo, sí, yo mismo le veré, le mirarán mis ojos, no los de otro».

* Compareceré en su presencia: «Tomo mi carne entre mis dientes, pongo mi alma entre mis manos. El me puede matar: no tengo otra esperanza que defender mi conductaante su faz. Y esto mismo será mi salvación, pues un impío no comparece en su presencia»29. «Estaba yo tranquilo cuando él me sacudió, me agarró por la nuca para despedazarme. Me ha hecho blanco suyo: me cerca con sus tiros, traspasa mis entrañas sin piedad y derrama por tierra mi hiel. Abre en mí brecha sobre brecha, irrumpe contra mí como un guerrero... Ahora todavía está en los cielos mi testigo, allá en lo alto está mi defensor. Cerca de Dios mi grito es mi abogado, mientras fluyen delante de él mis ojos».

* Tan sólo tendría que escucharme: «Todavía mi queja es una rebelión; su mano pesa sobre mi gemido. ¡Quién me diera saber encontrarle, poder llegar a su moradal... ¿Precisaría una gran fuerza para disputar conmigo? No, tan sólo tendría que escucharme. Reconocería en su adversario a un hombre recto, y yo me libraría de mi juez para siempre».

* ¿Cuántas son mis faltas y pecados?: «¿Cuántas son mis faltas y pecados? ¡Mi delito, mi pecado, házmelos saber!», «hasta mi último suspiro mantendré mi inocencia. Me he aferrado a mi justicia y no la soltaré, mi corazón no se avergüenza de mis días».

Así las cosas, Job se lamenta amargamente e interpela al Dios al que no comprende, solicitando le diga en el propio rostro por qué motivo se halla en la situación lamentabilísima en que se halla.

* El peso de la finitud: «¿Qué es el hombre para que tanto de él te ocupes, para que pongas en él tu corazón, para que le escrutes todas lasmañanas y a cada instante le escudriñes? ¿Cuándo retirarás tu mirada de mí? ¿No me dejarás lo que tardo en tragarme la saliva?».

* Si he pecado...: «Si he pecado... ¿por qué no toleras mi delito, y dejas pasar mi falta?». «Y si culpable soy, ¿para qué voy a fatigarme en vano? Aunque me lave con nieve y limpie mis manos con jabón, tú me hundes en las inmundicias, y mis propios vestidos tienen horror de mí»

* ¿Para qué andas rebuscando mi falta?: «¡Para que andes rebuscando mi falta, inquiriendo mi pecado, aunque sabes muy bien que yo no soy culpable, y que nadie puede de tus manos librar! Tus manos me han plasmado, me han formado, ¡y luego, en arrebato, me quieres destruir! Recuerda que me hiciste como se amasa el barro, y que al polvo me has de devolver».

* ¿Por qué los malvados triunfan?: «¿Por qué siguen viviendo los malvados, envejecen y aún crecen en poder?». «Acaban su vida en la ventura, en paz descienden al seol». «Hay quien muere en su pleno vigor, en el colmo de la dicha y de la paz, repletos de grasa sus ijares, bien empapado el meollo de sus huesos. Y hay quien muere, la amargura en el alma, sin haber gustado la ventura. Juntos luego se acuestan en el polvo, y los gusanos los recubren»"°

Ante la asertividad de un Job que habla con demasiada convicción, algunos de sus viejos amigos vienen a consolarle pero también a decirle que no se queje injustamente. Demos paso a esas voces.

a) Habla Elihú, el buzita.

* Presuntuoso Job: «No has hecho más que decir a mis propios oídos, —pues he oído el son de tus palabras—: `Puro soy, sin pecado; limpio estoy, no hay falta en mí. Pero él inventa pretextos contra mí, y me reputa como su enemigo; mis pies pone en el cepo, espía todos mis pasos'. Pues bien, respondo, en esto no tienes razón, porque Dios es más grande que el hombre. ¿Por qué te querellas tú con él porque no responda a todas tus palabras? Habla Dios una vez, y otra vez, sin que se le haga caso». «No habla Job sabiamente, no se ajustan a la prudencia sus palabras. Pero Job será probado a fondo, por sus respuestas dignas de malvados. Porque a su pecado la rebeldía añade, pone en duda el derecho entre nosotros, y multiplica contra Dios sus palabras».

* Dios es bueno y justo: «¡Es Sadday!, no podemos alcanzarle. Grande en fuerza y equidad, maestro de justicia, sin oprimir a nadie». «Lejos de Dios el mal, de Sadday la injusticia; que la obra del hombre, él se la paga, y trata a cada uno según su conducta. En verdad, Dios no hace el mal, no tuerce el derecho Sadday».

«¡Pero es falso decir que Dios no oye, que Sadday no se percata! ¡Cuánto más decir que no le adviertes, que un proceso está ante él y que le espera; o también que su cólera no castiga nada, y que ignora la rebelión del hombre! Job, pues, abre en vano su boca, multiplica a lo tonto las palabras»

* Dios castiga a los malos: «Pues sus ojos vigilan los caminos del hombre, todos sus pasos observa. No hay tinieblas ni sombra donde se oculten los agentes de maldad. No asigna él un plazo al hombre para que a juicio se presente ante Dios. Quebranta a los grandes sin examen, y pone a otros en su sitio. Es que él conoce sus acciones, una noche los sacude y se les pisa. Por su maldad los abofetea, los encadena a la vista de todos»

b) Habla Bildad de Suaj.

* Job debe ser más modesto: «Nosotros de ayer somos y no sabemos nada, como una sombra nuestros días en la tierra». «¿Cómo será justo un hombre ante Dios? ¿Cómo puro el nacido de mujer? Si ni la luna misma tiene brillo ni son puras las estrellas a sus ojos, ¡cuánto menos un hombre, esta gusanera...!»

c) Habla Elifaz de Temán.

* El inocente triunfa: «¡Recuerda! ¿Qué inocente jamás ha perecido? ¿dónde han sido los justos extirpados?».

* ¿Cómo puede ser puro un hombre?: «No, no brota la iniquidad del polvo, ni germina del suelo la aflicción. Es el hombre quien la aflicción engendra, como levantan el vuelo los hijos del relámpago». «¿Has nacido tú el primero de los hombres? ¿Se te dio a luz antes que a las colinas? ¿Escuchas acaso los secretos de Dios? ¿Acaparas la sabiduría?51. «¿Cómo puede ser puro un hombre? ¿Cómo ser justo el nacido de mujer? Si ni en sus santos tiene Dios confianza, y ni los cielos son puros a sus ojos, ¡cuánto menos un ser abominable y corrompido, el hombre, que bebe la iniquidad como agua!»

* La hora de la verdad: «Mira, tú dabas lección a mucha gente, infundías vigor a las manos caídas; tus razones sostenían a aquel que vacilaba, robustecías las rodillas endebles. Y ahora que otro tanto te toca, te deprimes, te alcanza el golpe a ti, y todo te turbas».

* Pero Dios sana: «¡No desprecies, pues, la lección de Sadday! Pues él es el que hiere y el que venda la herida».

d) Habla Sofar de Naamat.

* Job es reprochable: «Tú has dicho: `Es pura mi conducta, a tus ojos soy irreprochable'. ¡Ojalá que Dios hablara y abriera sus labios en contienda...!»

* El malvado es castigado: «¿No sabes tú que desde siempre, desde que el hombre en la tierra fue puesto, es breve la alegría del malvado, y el gozo del impío dura un instante?».

Finalmente, Dios habla y Job entiende. Más allá de todas las «buenas razones» de los compañeros que temen que Dios se sienta contrariado por las interpelaciones de Job, éste es oído por Dios porque su queja brota de un corazón sincero que estando dispuesto a aceptar lo que Dios le haga ver, necesita su presencia. Como ha señalado motivos para desconfiar, excepto nuestra íntima certeza sobre El, es la victoria suprema de la religión. «Ésta es la victoria que alcanza Job. Sólo puede alcanzarla, empero, en tanto Dios toma la iniciativa y le ofrece la revelación de sí mismo»5l. Como en el profeta Habacuc, no cabe hallar otro consuelo para los justos sufrientes que la promesa osada de que el justo vivirá de su fe"

* Habla Dios: «¿Dónde estabas tú cuando fundaba yo la tierra?». «¿Has calculado las anchuras de la tierra?».

* Responde Job: «Y Job respondió a Jahvé: He hablado a la ligera: ¿qué voy a responder? Me taparé mi boca con mi mano. Hablé una vez, no he de repetir; dos veces..., ya no insistiré». «Yo te conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos. Por eso retracto mis palabras, me arrepiento en el polvo y la ceniza».

* Concluye Dios.. «Después de hablar a Job de esta manera, Yahvé dijo a Elifaz de Temán: `Mi ira se ha encendido contra ti y contra tus dos amigos, porque no habéis hablado con verdad de mí, como mi siervo Job... Mi siervo Job intercederá por vosotros y, en atención a él, no os castigaré por no haber hablado con verdad de mí, como mi siervo Job».

Resumamos finalmente con un texto de G. K. Chesterton: «No sé, y dudo que los eruditos lo sepan, si el libro de Job tuvo una gran repercusión, si es que tuvo alguna, en el desarrollo posterior del mundo judío. Pero si tuvo algún efecto, pudo haber salvado a los judíos de un terrible fracaso y decadencia. En este libro se formula realmente la pregunta de si Dios invariablemente castiga el vicio con penas terrestres y recompensa la virtud con bienes y riquezas de este mundo. Si los judíos hubiesen contestado erróneamente esa pregunta, podrían haber perdido toda su influencia posterior en la historia de la humanidad. Podrían haber descendido hasta el nivel de la moderna sociedad culta. Pues cuando la gente ha comenzado a creer que la prosperidad es la consecuencia de la virtud, su próxima calamidad es obvia. Si se ve a la prosperidad como la recompensa de la virtud, se la verá como síntoma de la virtud. Los hombres abandonarán la pesada tarea de lograr que los buenos alcancen el éxito y adoptarán el trabajo más fácil de hacer de quienes tienen éxito hombres buenos...

Job es atormentado no por ser el peor de los hombres, sino por ser el mejor. La lección de toda la obra es que el hombre halla en la paradoja su máximo consuelo».


III. Teodicea y misterio trinitario. Planteamiento cristiano

El mundo judío es la historia de una experiencia de apelación a Dios, a pesar de las infidelidades de los hombres, tantas veces artífices del mal. Frente a los poderes terrenos pusieron siempre los judíos su esperanza en la omnipotencia de Dios, porque esa omnipotencia de Yahvé sólo se usaba en favor del hombre, como corresponde a la divina bondad, y así lo aceptaron más tarde también los cristianos.

La fe expresada en el credo cristiano («en Antioquía fue donde, por primera vez, los discípulos recibieron el nombre de cristianos») comienza así: «Creo en Dios Padre todopoderoso». El Pantocrator (Omnipotens) se introdujo en la confesión cristiana al través de la versión griega del Antiguo Testamento denominada de los Setenta, la Biblia de los judíos greco-hablantes de la Diáspora. En ella, en efecto, figura el nexo verbal Kyrios Pantokrator, traducción del nombre hebreo Yahvéh Sebaot, Dios de los ejércitos.

Así las cosas, el Todopoderoso permite el mal sin dejar de ser el Omnipotente, lo que significa que la divina omnipotencia no está reñida con la presencia del mal en el mundo, aunque Dios quiere que todos los hombres se salven: «Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad»".

Para que todos los hombres se salven y a la vez la libertad humana se mantenga en la historia de esa salvación, para que asuman el dolor del mal, para manifestar en suma el amor que tiene a sus hijos, el Padre, con el Espíritu Santo, envía al Hijo, para que nos libere «del» mal acompañándonos «en» nuestros males. El cristiano termina la oración que Jesús nos enseñó diciendo «mas líbranos del mal».

Como afirma con mano verdaderamente maestra Juan Luis Ruiz de la Peña, «Jesús no se ha dejado deslumbrar por el mal. Aun percibiéndolo con insuperable nitidez, también ha tenido ojos para ver los lirios del campo que florecen cada primavera espléndidamente y ha tenido oídos para escuchar a los pájaros del cielo, que cantan siempre `en modo mayor'. La experiencia del mal no ha sido su única experiencia; como advierte González Faus, dicha experiencia se da para él en el marco de una excepcional capacidad para el gozo, la serenidad y la paz. Así, se siente mensajero de un anuncio que es `evangelio', buena noticia; saluda a los suyos invariablemente con el schalom, la voz contagiosa de los bienes salvíficos; transmite a la muchedumbre una sensación de confianza, de fortaleza acogedora; sabe consolar... Realmente, de la figura de Jesús irradian aquellos rasgos de credentidad y fiducialidad inherentes a toda condición humana sana, en equilibrio con su interioridad y con su entorno, y está totalmente ausente el unamuniano `sentimiento trágico de la vida'.

Y, sin embargo, Jesús ha conocido y sondeado en profundidad el cáliz amargo del sufrimiento. La historia de la pasión es la historia de la desdicha, en el sentido que Simone Weil da a esta palabra, con la que se significa una situación en que se acumulan las tres dimensiones del dolor (físico, psíquico y social). El rabino de Nazaret no sólo ha soportado una tortura corporal de indecible crueldad, sino que ha padecido el fracaso de su misión, el entenebrecimiento de su propia identidad, el eclipse del Dios que constituía su polo de referencia permanente, la negación y el abandono de los que le fueran adictos, el descrédito público de su causa, la befa escarnecedora de sus pretensiones. En él se cumple con creces el destino de aquel enigmático siervo doliente columbrado por el Deutero-Isaías. La historia de Job se iguala ysobrepuja en el último tramo de la historia de Jesús. La escena de Getsemaní, más quizás que la del Gólgota, representa la quintaesencia del dolor químicamente puro; este hombre, que bascula patéticamente entre la oración a Dios y la cercanía física de los amigos, a la búsqueda angustiosa de un consuelo que no encuentra, porque Dios calla (como callara ante Job) y a los amigos les ha entrado el sueño, este hombre es verdaderamente el arquetipo de la desventura, el vivo retrato de la desdicha»".

Y continúa Ruiz de la Peña: »'Dolor, dolor, cruz, cruz; he aquí lo que espera al cristiano'; estas palabras son de Lutero, pero no podrían ser de Jesús. Suyas son, en cambio, estas otras: `dichosos los que sufren, porque ellos serán consolados'; un macarismo que sólo puede emitirse honestamente cuando se ha luchado hasta el límite contra el mal y se ha descubierto, por propia experiencia, que el sufrimiento residual puede trocarse en raíz de la bienaventuranza... La fe cristiana imprime al tema un sesgo rigurosamente inédito. El mal no es problema a solucionar antes de creer en Dios; el mal es la situación en que Dios se nos ha revelado tal cual es; como aquel que lo vence asumiéndolo solidariamente y transmutándolo en semilla de resurrección. El mal deja así de ser un problema soluble teóricamente para convertirse en un misterio a esclarecer vivencialmente. Desde esta óptica nueva, el cristiano afronta el mal animado por una doble certidumbre: a) Creer desde la experiencia del mal es creer desde la esperanza en una victoria sobre el mal.'. b) Creer desde la experiencia del mal es alinearse contra el mal experimentado. Formulado cristológicamente: Creer desde la cruz es alinearse contra toda forma de crucifixión»".

Pocos lo han testimoniado como san Pablo: «Los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros», y mientras tanto, añade Pablo, «completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia».

[-> Credos trinitarios; Cruz; Dualismo; Esperanza; Espíritu Santo; Experiencia; Fe; Filosofía; Hijo; Jesucristo; Misterio; Oración; Padre; Panteísmo; Predestinación; Teología y economía.]

Carlos Díaz