HELENISMO
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SUMARIO: I. Origen del helenismo.—II. Su influjo en el cristianismo


I. Origen del helenismo

Por helenismo—de entre las discutidas y diversas definiciones Q. J. Scaliger, C. Salmasius, J.G. Herder, J. G. Hammann, J. Burckhardt, J. G. Droysen, W. v. Willamowitz - Müllendorff, R. Laqueur, W. Otto, H. E. Stier, H. Berve, W. V. Bissing)— se entiende el concepto que indica una época, el conjunto de ideas —filosóficas, religiosas y morales— que nacen en el seno de la cultura y civilización iniciada en la Grecia clásica y propagada, después de la expedición de Alejandro Magno, por el área mediterránea. El helenismo, en gran parte es el resultado sincretístico del abrazo de Oriente con Occidente. Su comienzo suele fijarse, según Bengtson, en torno al 360 a.C. Tres son los grandes momentos susceptibles de análisis : a. el helenismo no cristiano; b. el helenismo romano; c. el helenismo cristiano. Cada uno de estos períodos adquiere matices propios en el orden político, artístico y filosófico. El compacto mundo helénico, a pesar de haber encontrado ámbitos de difícil asimilación como en el caso del judaísmo, tuvo gran influencia no solo a nivel lingüistico sino también en las concepciones cosmológicas, antropológicas y escatológicas. Es conocida la presencia de formas helénicas en el A.T. Tal es el ejemplo de Ben Sira. La influencia en el judaísmo de la diáspora es todavía, por circunstancias geográficas, más patente que en el palestinense. Filón de Alejandría, contemporáneo de Cristo, es el ejemplo más significativo de la validez de los esquemas helenísticos, especialmente la filosofía platónica y estoica, para presentar los contenidos bíblicos (rep. para la exégesis). Las comunidades cristianas surgen inicialmente en el seno del judaísmo pero muy pronto comienzan a difundirse por la geografía en la que la koiné sirve de vehículo de sus principales concepciones y en la que el griego se impone como lengua cristiana. La exigencia misionera y el carácter universal del cristianismo exigía que éste se expresase en formas helénicas. No deja de ser significativo el pasaje de Menandro y Arato en 1 Cor 15, 33 y He 17, 28 y el trasfondo cínico-estoico de Gál 4, 22, 1 Cor 10, 1 o los presupuestos platónicos velados en Gál 4, 26, Heb 12, 22 y Ap 21 (cf. M. ADINOLFI, Ellenismo e Bibbia, Roma 1991).


II. Su influjo en el cristianismo

Entre los antiguos escritos que preludian el paulatino avance del influjo helenístico en el pensamiento cristiano sobresale la Carta a los Corintios de Clemente Romano, en la que se deja entrever la presencia del estoicismo en temas tan decisivos como son el de armonía, paideia y concordia. Donde se hace más patente el apego helenístico al cristianismo es en la controversia gnóstica hasta el punto de que Harnack defina el gnosticismo como la suprema expresión de la helenización del cristianismo. Sin tratar de zanjar el enigmático origen del gnosticismo no es de olvidar que los eclesiásticos prenicenos —según testimonio de Hipólito y Tertuliano— han calificado la gnosis como una derivación de la filosofía pagna y a los corifeos gnósticos — Valentín, Basílides, Marción y Noeto— seguidores de Pitágoras, Platón, Aristóteles, Empédocles y Heráclito. De hecho en los sistemas gnósticos — abanderados de la teología cristianase encuentran esquemas homéricos y estoicos. Todos estos precedentes sirven, asimismo, para establecer los criterios hermenéuticos capaces de ahormar los datos escriturísticos a los presupuestos filosóficos con los consecuentes resultados en la entropología y cristología. La crisis gnóstica obligó a dilucidar si la novedad cristiana era conciliable con las aportaciones helénicas a las que, muy pronto, se les acusó de ser el motivo de las desviaciones heréticas. Por esta razón los eclesiásticos de los siglos II y III adoptan una actitud negativa frente a la cultura helénica, considerada por los bautizados como un mundo viejo. Taciano, Teófilo, Hipólito y otros desprecian la filosofía como imitación y copia de la revelación positiva amén de resaltar las contradicciones de las diversas filosofías entre sí. Este rechazo de la filosofía, evidenciado p.e. en Tertuliano (Apol.), a veces se manifiesta de un modo contradictorio y no coherente, puesto que esta posición no conllevaba la no utilización del pensamiento rechazado, de filósofos y literatos paganos, especialmente en el ámbito cristológico (Taciano, Tertuliano). Incluso los más atentos a defenderse de la filosofía helénica —los asiáticos— no dejan de acoger —vía doxográfica— elementos aristotélicos y platónicos (cf. A. ORBE, A propósito de dos citas de Platón en San Ireneo, Haer. V. 24, 4, Orpheus N.S. IV/2 [1983] 253-285). Esta actitud frente al helenismo, la distancia entre theoria y praxis demuestran el alto grado de dificultad, por no decir de imposibilidad, para un cristiano poder evitar el influjo de la cultura griega aun cuando se rechazase Programáticamente (M. Simonetti).

Junto al rechazo, otros autores (Minucio Félix, Atenágoras, Justino), en los siglos II y III, revelan una explícita apertura al helenismo sin dejar de advertir que el saber humano, la filosofía, no alcanza la verdad total manifestada en las Escrituras (Revelación positiva) por ser aquel furta Graecorum o participación del Logos spermatikós. En la elaboración teológica de los primeros Apologistas no se oculta el recurso al platonismo para la afirmación de la transcendencia divina, aproximación que facilitaba el alejamiento del politeísmo ambiental, así corno se deja ver la presencia platónica en la reflexión cristológica del Logos como anima mundi, y la distinción estoica del Logos endiathetós y prophorikós para huir del diteísmo. Tampoco se oculta el platónico desprecio de la carne y la materia que afecta a la concepción de la encarnación con las consabidas secuelas del docetismo, a la antropología y a la cosmología que es donde con más nitidez se reflejan las incidencias del Pórtico y la Estoa. La tradición cristiana más abierta al helenismo ha sido la alejandrina. Clemente Alejandrino («¿Quién es Platón sino un Moisés que habla en griego?»: Strom, 1, 22, 150; « [Platón] es el amigo de la verdad... casi trasportado por Dios»: Strom, 1, 42, 1; cf. F. L. Clark, Citations of Plato in Clement of Alexandria, Trans. Proc. Am. Phil. Ass. 33 [1902] XII-XX) y Orígenes, apegados a los precedentes filonianos, señalan la posibilidad del conocimiento natural de Dios, ésta aconsejaba el acercamiento a la filosofía y se constituía en preámbulo para adentrarse en las Escrituras. Con Orígenes —que sin llegar al entusiasmo y admiración manifestado por Clemente A.—, tanto en la temática como en la forma literaria, la teología cristiana alcanzó unas altas cuotas de cercanía al helenismo (cf. H. CHADWICK, Early Christian Thought, p. 102), de tal modo que el Alejandrino dejaría asentada las bases para la gran crisis de helenización cristiana ínsita en la controversia arriana. El apego al helenismo se mantiene en Epifanio, en Eusebio de Cesarea («[Platón] a pesar de no haberse expresado siempre correctamente, ha dicho las más de las veces cosas conforme a la verdad»); cf. DE PLACES, Eusébe de Césarée juge de Platon dans la Préparation évangélique, en Mélanges A. Diés, Paris 1966, 69-77), en S. Basilio (cf. K. GRONAU, De Basilio Gregorio Nazianzeno Nyssenoque Platonis imitatoribus, Góttingen 1908), en Gregorio de Nisa en el que «cada frase de sus escritos representan una reelaboración de motivos tomados de Platón y de la tradición platónica y expresados en sus términos característicos» (S. LILLA, Platonismo, en DPAC), en GregorioNacianceno, en Nemesio de Emesa, Cirilo de Alejandría, Teodoreto, Pseudo-Dionisio, Máximo el Confesor y Juan Damasceno. Y entre los Padres latinos se reflejan huellas platónicas —transmitidas por Porfirio y discípulos de Plotino traducidos al latín— en Minucio Félix, Lactancio, Hilario, Mario Victorino, Ambrosio, Agustín y Boecio.

Varias son las interpretaciones de los estudiosos sobre el grado de influencia del helenismo en los Padres griegos y latinos. J. Meifort subraya la inconmunicabilidad entre platonismo y cristianismo; W. Wólker señala la irreconciliabilidad entre uno y otro; para E.von Ivanka el helenismo es asumido cristianizado por los Padres. Esta disctks 1 sión, a la que se pueden sumar los esto;1 dios de E. Bréhier y Cl. Tresmontant,I da a entender que no existe un único ca:{ i non válido para juzgar el grado de influencia en cada uno de los pensadores cristianos de los siglos primeros. Es de resaltar para la interpretación del influjo' del helenismo en el cristianismo la aportación, por pasar desapercibida y permanecer inédita, de A. Amor Ruibal (cf. A. TORRES QUEIRUGA, Constitución y evolución del dogma. La teoría de Amor Ruibal y su aportación, Madrid 1977).

[-> Amor Ruibal; Filosofia; Gnosis, gnosticismo; Judaísmo; Logos; Padres (griegos y latinos); Orígenes; Politeísmo; Revelación; Teología y economía; Tertuliano; Transcendencia.]

Eugenio Romero Pose