FIESTA DE LA SS. TRINIDAD
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Sumario: I. El nombre y su sentido.—II. Origen y evolución de la fiesta.—III. Expresión y celebración litúrgica.—IV. Contenido y misterio de la Trinidad.


La fiesta de la SS. Trinidad es la expresión celebrativa de un gran Misterio, la confesión gozosa de un sentido de vida, y la proclamación comunitaria de una gran esperanza.


I. El nombre y su sentido

La fiesta de la SS. Trinidad es una de las llamadas "solemnidades", en el interior del tiempo ordinario, junto con el Corpus Christi, el Sagrado Corazón de jesús y Cristo Rey. Puede denominarse una "fiesta de verdad de fe", en cuanto que tiene como objeto la proclamación, confesión y acción de gracias sobre una verdad central de la fe, en relación con el misterio de Cristo.

En las fuentes más antiguas se le llama "Festum Trinitatis" (Inocencio IV); o "Sollemnitas Sanctae Trinitatis" (Bernold de Constanza); o "Festivitas Sanctae Trinitatis" (Gregorio IX). El Misal Romano de 1570 también habla de "In festo Trinitatis"'. El Misal Romano del Vaticano II la enumera entre las "solemnidades del Señor durante el tiempo ordinario"2, resaltando tanto su carácter de festividad, como su calidad cristológica.


II. Origen y evolución de la fiesta

En principio, cabe decir que el origen radical de la fiesta se encuentra enla misma fe trinitaria, ya expresada en el Nuevo Testamento. Junto al núcleo central cristológico de fe (cf. Rom 10,9; 1 Cor 6,14; 1 Tes 1,10), vemos aparecer pronto la explicitación trinitaria de esta fe, que nombra también al Padre y al Espíritu Santo (cf. Jn 14,16 ss; 2 Cor 13,13; 1 Cor 12,4-6...). Cada acontecimiento, y especialmente el acontecimiento Cristo, se presentan bajo un esquema trinitario, que a la vez constituye el contenido central de la fe. Por eso, el kerigma es un evangelio trinitario (He 2), y la expresión sacramental de este kerigma por el bautismo tiene también una estructura trinitaria (Mt 28,19; Didajé 7,1.3).

Pero, más directamente, el origen de la fiesta puede encontrarse en las controversias cristológicas y trinitarias de los siglos IV-VI, suscitadas sobre todo por la herejía arriana, que negaba la divinidad de Jesucristo, y por tanto la unidad esencial trinitaria. Esto llevará a una nueva conciencia y explicitación de la fe en la divinidad de Jesucristo y en la Trinidad, que se expresará de forma condensada en las fórmulas litúrgicas doxológicas: "Gloria al Padre, por Cristo, en el Espíritu"; o bien "Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo"; o bien "Del Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo". Mientras en la antigua liturgia romana sólo raramente se nombraban juntas las tres divinas personas, y no era muy frecuente el uso del nombre "Trinitas", en la liturgia franco-germánica e hispánica viene a ser frecuente ya a partir del siglo VI, pudiéndose encontrar numerosas oraciones, himnos, secuencias dirigidas a la Trinidad, e incluso, a Cristo como verdadero Dios.

La liturgia hispánica ofrece textos muy elocuentes de esta insistencia o intencionalidad teológica, cristológico-trinitaria, uno de cuyos ejemplos más llamativos se encuentra en las "Colectas sálmicas al oficio catedralicio hispánico" del salmo 50, donde se reza, por ejemplo: "...sed per ineffabilem potentiam tuae Trinitattis, visitet nos Spiritus Sanctus, renovet Spiritus rectus, consoletur Spiritus paraclitus; atque uniti fidei mysterio, muniamur suffragio tuae virtutis; ut radicati in Patre, firmati in Filio, semper fructificemur in Spiritu Sancto".

Es, pues, durante los siglos VII-VIII cuando aparecen formulaciones litúrgicas trinitarias más teológicas, tales como el actual prefacio, que se encuentra en el "Sacramentario Gelasiano", o la misa de la Trinidad como misa votiva para los domingos, que se encuentra ya en un "Liber Sacramentorum" de hacia el 800.

En cuanto al momento en que comienza a celebrarse una fiesta de la Trinidad, no se sabe con exactitud. Probablemente, se celebra por primera vez después de la fiesta de Pentecostés, en los monasterios benedictinos franco-galicanos, hacia finales del siglo X. De hecho las primeras noticias que tenemos de ello proceden de Cluny, entre el 996-1030 y de un "Sacramentario" de Fulda de hacia el año 1000'. Ruperto de Deutz consideraba esta fiesta corno algo normal ya adquirido en el siglo XII (+1130). Y Guillermo Durando habla de ella como algo ya extendido durante el siglo XIIh. En cuanto a la fecha de la celebración hubo diversas opiniones y costumbres: mientras en no pocos lugares se celebraba el domingo primero o el segunto después de Pentecostés, en otros se celebraba el último domingo de adviento (Francia y España), y en otros el domingo depués de la fiesta de Juan Bautista....

Roma se opuso en principio a esta fiesta, porque consideraba que toda fiesta tiene de por sí una entraña trinitaria, y no hacía falta una fiesta especial, y porque toda oración tiene ya una conclusión trinitaria (el "gloria al Padre..."; o "por N.S.Jesucristo...): éste es el testimonio de los Papas Alejandro II (+1073) y Alejandro III (+1181). Pero también en el ámbito de la liturgia romana, la fiesta se extendió cada vez más. Y, por fin, sería Juan XXII, en su exilio de Aviñón, y el año 1334, quien la introduciría para toda la Iglesia, precisamente el primer domingo dspués de Pentecostés. Los motivos de esta recepción no son plenamente conocidos. Lo que sí es conocido es una cierta resistencia a su aceptación general en todos los lugares, pues algunos Misales italianos de finales del siglo XV todavía la desconocen". Se puede decir que la fiesta de la SS.Trinidad sólo fue recibida de forma general y definitiva con el Misal Romano de 1570.

En cuanto al rango de la fiesta, sólo Pío X en 1911 la elevó a la categoría de Duplex Ia. clase. Y respecto a los formularios, el Misal Romano de 1570 recoge los textos del "Liber Sacramentorum", y como textos bíblicos propone: Rom 11,33-36 (grandeza del misterio), Mt 28,18-20 (misión y bautismo trinitario), y Salé, Tob 12,6 y Dan 3,55 ss. (cantos e interleccional). En cuanto al origen de los textos eucológicos, nos es conocido el del "prefacio" del GeV, que probablemente tiene su fuente en el Papa León I: se trata de uno de los testimonios más importantes de la liturgia occidental sobre expresión litúrgica de la fe trinitaria. La misa votiva de la Trinidad en el mismo Misal Romano de 1570 recoge los mismos textos, pero añade algunos textos de lecturas nuevos: 2 Cor 13,11-13; Jn 15, 26 ss.; 16,1-4.

La reforma del Vaticano II, en el Misal Romano de 1970, ha consevado los textos del Misal de 1570, excepto la oración del día. El antiguo ofertorio ha venido a ser la "antífona de entrada", y la "antífona de comunión" es ahora Gál 4,6. En cuanto a los cantos interleccionales, se mantiene Dan 3, 55 ss. para el Ciclo A; para el Ciclo B se propone el salmo 32; y para el Ciclo C el salmo 8. Como segunda posibilidad se ofrece para los tres ciclos Ap 1, 8. Y respecto a las lecturas, mientras permanece el evangelio de Mt 28 para el Ciclo B, se propone Jn 3,16-18 para el Ciclo A; y Jn 16,12-15 para el Ciclo C. Pero son totalmente nuevas las lecturas no evangélicas que se proponen: Ex 34,4-9; 2 Cor 13, 11-13 (Ciclo A); Dt 4,32-44 y Rom 8, 14-15 (Ciclo B); Prov 8,22-31 y Rom 5, 1-5 (Ciclo C). De cualquier manera, por el lugar que ocupa (domingo después de Pentecostés), y por el contenido de sus textos, puede considerarse esta fiesta como una "síntesis retrospectiva" del misterio pascual celebrado (según la voluntad del Padre, por la muerte-resurrección de Cristo, en el poder del Espíritu); o como la apertura de un programa de vida eclesial y cristiana, que debe cumplirse en la misma dinámica trinitaria, y que se va expresando en el "tiempo ordinario".


III. Expresión y celebración litúrgica

Los formularios y textos de la reforma litúrgica del Vaticano II estan expresando una fe y una identidad teológica del misterio trinitario. Destacamos los aspectos que nos parecen más importantes.

En el Ciclo A la Trinidad es presentada como comunidad de amor, que se revela en la misericordia y el perdón. El texto del Exodo (34, 4-6.8-9) muestra a un Dios que, ante el pecado de su pueblo (adoración del becerro de oro), se declara "misericordioso y piadoso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad". Pablo en 1 Cor 13, 11-13 nos habla del "Dios del amor y de la paz", del Dios de la "comunión", como expresando la esencia misma que lo define. Y el evangelio de Juan 3, 16-18 nos dice que este amor es realidad hasta el punto de que "Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna". Se trata, pues, de una imagen de la Trinidad creadora y recreadora por el perdón y la misericordia, salvadora por la entrega del Hijo, y "comunional" por el amor.

El Ciclo B nos presenta a un Dios salvador y bajo la "clave" de la acción salvífica. Dios, dice el Deuteronomio 4, 32-34.39-40, es un Dios solícito, que se preocupa y sale al encuentro del hombre para salvarlo, como no hace ningún otro "dios": él es un Dios único. Esta salvación, dice el evangelio de Mateo 28, 16-20, debe continuarse en la historia, por la Iglesia, a través de la Palabra y los sacramentos (bautismo), y en nombre de la misma Trinidad. Y, como afirma Pablo en Rom 8, 14-17, sólo los que participan de esta salvación alcanzan y pueden realizarse en la libertad de los hijos de Dios, llamarle "Padre" y creerse "herederos". Los mismos textos oracionales recuerdan este aspecto salvador, para lo que el Padre envía la Palabra al mundo y el "Espíritu de la santificación" (colecta). Y la oración después de la comunión pide que la salvación continúe realizándose hoy por la eucaristía, en la que encontramos "la salud del alma y del cuerpo".

El Ciclo C nos presenta a Dios como Verdad suma, en la que se fundamenta nuestra fe, nuestro amor y nuestra esperanza. Así, mientras el texto de Proverbios 8,22-31 destaca la sabiduría infinita de Dios, que crea y salva, que nos destina desde el principio a participar de su vida; el evangelio afirma que sólo en el Espíritu podemos llegar a la Verdad de Dios : Jn 16, 12-15; y Pablo, en su carta a los Romanos 5, 1-5, nos dice que la fe se funda en la salvación de Cristo, el amor se sustenta en el don del Espíritu derramado en nuestros corazones, y la esperanza se consolida en la confianza en Dios. Este acento es recogido también por la oración colecta, que invoca así a Dios: "Dios, Padre todopoderoso, que has enviado al mundo la Palabra de la Verdad y el Espíritu de la santificación, para revelar a los hombres tu admirable misterio..."

Junto a esto cabe señalar la insistencia en la unidad esencial (única naturaleza) y en la diversidad personal (tres personas distintas), tal como aparece en el prefacio y en las oraciones. Pues si el Prefacio afirma "que con tu único Hijo y el Espíritu santo eres un solo Dios, un solo Señor; no una sola persona, sino tres personas en una sola naturaleza"..., la oración colecta nos pide "adorar la Unidad todopoderosa" de la Trinidad; y la oración después de la comunión proclama esta misma fe diciendo: "Al confesar nuestra fe en la Trinidad santa y eterna y en su unidad indivisible..." Es cierto que en los textos no falta la alusión a las misiones o revelación "oikonómica", como es el caso de la colecta: "Dios, Padre todopoderoso, que has enviado al mundo la Palabra de la Verdad y el Espíritu de la santificación..." Pero puede decirse que se echa de menos la dimensión "anamnética" histórico salvífica, y que en su conjunto los textos eucológicos expresan más el contenido o verdad teológica "abstracta", que la dinámica salvadora concreta".


IV. Contenido y misterio de la Trinidad

Queremos, finalmente, recordar algunos aspectos del misterio trinitario, en relación con la celebración litúrgica y con la vida cristiana.

— Toda celebración litúrgica tiene una estructura, una dimensión mistérico-trinitaria, que constituye su mismo centro de sentido, su contenido celebrativo anamnético. En efecto, siempre se trata de Dios Padre, que con el poder del Espíritu, envía al Hijo para la salvación del hombre (movimiento descendente). Por este misterio sabemos que Dios sigue interviniendo en estas nuevas "mirabilia Dei" de los sacramentos, para realizar la salvación en cada hombre y en la Iglesia,'hasta la consumación escatológica. El carácter "oikonómico", anamnético y epiclético de la toda celebración sacramental, manifiesta una intervención de Dios, en el Hijo y el Espíritu, al mismo tiempo creadora, transformadora, santificadora..., en un continuo dinamismo hacia la plenitud.

— Pero, al mismo tiempo, esta estructura trinitaria se manifiesta en un "movimiento ascendente", por el que el hombre y la Iglesia, confiesa, alaba y bendice a Dios Padre, por la mediación de Cristo su Hijo, y en el poder o la fuerza del Espíritu. El Padre es el destinatario último del culto cristiano, al que se dirige toda alabanza, ante el que se presenta toda ofrenda verdadera. Pero, hoy como ayer, este culto o "leiturgía", realizado "semel pro semper" en Cristo y por Cristo, sigue ofreciéndose por la mediación de Cristo (per Christum Dominum nostrum), a través de la Iglesia y de los "sacramenta humanitatis suae" (cf. Santo Tomás), que hacen visible y cercano el encuentro con Dios. Y, a su vez, esto sólo es posible en la fuerza y el poder del Espíritu transformador y santificador, que con su acción transforma el "corazón" personal y el eclesial, las ofrendas espirituales y las materiales, la "materia" externa y la vida interna, conduciendo todo a la perfecta comunión trinitaria'.

— De este modo, el misterio de la Trinidad aparece en la Liturgia como un misterio en acción para la vida y la salvación del hombre. También en la liturgia se manifiesta la Trinidad como el modelo y paradigma de la vida del hombre, que es la relación entre un YO (Dios Padre), con un TÚ (el Verbo), dando lugar a un NOSOTROS (en el Espíritu) personal. Esta interrelación se fundamenta,como para el hombre, en el diálogo, la comunicación y el amor unitivo. Más aún, así como la Trinidad aparece como una "absoluta autocomunicación" y donación desinteresada y amorosa, por Cristo y en el Espíritu, de la misma manera la vida del cristiano debe aparecer como una comunicación generosa con los demás, en la apertura y donación de nosotros mismos.

— En la Trinidad se revela al mismo tiempo la unidad y la distinción, la comunión y la singularidad. Ninguna dimensión es aniquilada ni reducida. Así también nos llama a los hombres a la unidad de vida con él, pero sin aniquilar nuestra libertad y singularidad. Y lo mismo quiere que nosotros hagamos en la relación con los demás, en la vida matrimonial-familiar, en la vida comunitaria-social. Unidad y alteridad, en la entrega y apertura del amor, son un ideal para el cristiano. Estos aspectos, que se nos revelan en el misterio trinitario, y se nos manifiestan en el misterio de la celebración (unidad de acción-diversidad de servicios y ministerios), deben convertirse en guía y referencia para la realización del misterio de la propia vida.

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Dionisio Borobio