EXISTENCIALISMO
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SUMARIO: I. Introducción.—II. Orígenes históricos: 1. Kierkegaard; 2. En el siglo XX.—III. El existencialismo alemán: 1. Jaspers; 2. Heidegger.—IV El existencialismo francés: 1. Sartre y el existencialismo ateo; 2. Marcel y el existencialismo cristiano.—V. Temas básicos.—VI. Actualidad


I. Introducción

La popularización del término existencialismo ( a veces filosofia de la existencia) lo convirtió en el signo identificador de una gran parte del pensamiento europeo, sobre todo después de la segunda guerra mundial; por ello, el término sirvió para denominar corrientes tan heterogéneas y alcanzó tal amplitud que, como ya reconocía Sartre en 1946, "no significa absolutamente nada". Los numerosos intentos por identificar unos temas comunes a pensamientos tan heterogéneos no han podido pasar de generalidades puesto que "existencialismo" fue mucho más que una(s) filosofía(s): en las décadas de 1940 y 1950 significó una actitud integral ante el mundo y la vida, con poderosas influencias en política, en la creación literaria y poética, en el cine, en la moda, etc. Por eso, se ha podido decir que, antes que unas tesis intelectuales, el existencialismo fue una "actitud" vital. En tal caso, el camino más fecundo parece ser una delimitación histórica de tan complejo y disperso movimiento.


II. Orígenes históricos

Históricamente el existencialismo aparece como una consecuencia del estrepitoso derrumbamiento del idealismo alemán que siguió a la muerte de Hegel. Ese derrumbamiento propició una desconfianza hacia la validez de los conceptos universales y abstractos y una denuncia de cualquier camino racionalista que otorgue primacía a las ideas por su incapacidad para hacer justicia a la realidad concreta. Por ello, no es suficiente caracterizar el existencialismo con la afirmación genérica: "la existencia precede a la esencia" —caracterización adoptada por el propio Sartre—, pues todo depende de cómo se entienda el término existencia.

1. KIERKEGAARD. Los existencialistas contemporáneos reconocen como maestro común al escritor danés S. Kierkegaard (1813-1855), autor de una obra muy amplia y dispersa. Kierkegaard nunca pretendió ofrecer una alternativa "filosófica" al idealismo que detestaba, sino que se trata de un escritor cristiano, cuyo tema obsesivo es la imposibilidad para todo pensamiento racional y mundano de acceder a la originalidad del cristianismo. Cualquier intento de esclarecer racionalmente el cristianismo o de introducir en él estructuras organizativas eclesiásticas ("cristiandad") es una paganización que pasa por alto el dato fundamental: la paradoja de Cristo, Dios hecho hombre, que sufre y resucita. Kierkegaard pone en primer plano la irreductibilidad del existente singular, que es una posibilidad cuya realidad depende de una decisión, la cual comporta siempre el peligro de un injustificable salto en el abismo. En el "estadio religioso" sólo es válida la relación inconmensurable de cada individuo con su Dios, relación que rompe toda lógica y normatividad universal ("estadio ético") en el instante privilegiado y decisorio de la existencia; Abrahán, llamado personalmente por Dios y dispuesto a quebrantar toda ley ética sacrificando a su propio hijo, es el símbolo por excelencia de la actitud religiosa, la única capaz de esclarecer la paradoja de la existencia.

2. EN EL SIGLO XX. Algunos motivos presentes en el pensamiento de Kierkegaard fueron retomados más de medio siglo después de su muerte en un contexto cultural e intelectual muy distinto y con propósitos también distintos. El ambiente de desilusión que siguió en Centroeuropa a la primera guerra mundial encontró en la obra del escritor danés argumentos para el rechazo de algunos de los ideales básicos de la modernidad ilustrada, a los que se consideraba responsables del desastre europeo, y dio pábulo a actitudes pesimistas y desconfiadas respecto al valor de cualquier vía racional. Teólogos reformados tan importantes 'como K. Barth o P. Tillich, filósofos como Jaspers, Unamuno y, en parte, Heidegger pusieron en marcha un primer núcleo del existencialismo contemporáneo, que se difunde sobre todo en Alemania y tiene un marcado corte académico.


III. El existencialismo alemán

1. JASPERS. La publicación en 1919 de la obra de Jaspers Psicología de las cosmovisiones puede tomarse como la iniciación del existencialismo contemporáneo; se trata de una obra a caballoentre la psicología y la filosofía, enlg que ya aparecen los conceptos básicos que serán ampliamente desarrollados por el autor en Filosofia (1932). Ef tema central del pensamiento de Jas,, pers (1883-1969), un autor procedente de la psiquiatría, es el contraste entre la inobjetivabilidad de la existencia siempre situada y el ansia de transcendencia de la razón. La razón no puede objetivar la existencia singular y esta se revela en las "situaciones-límite" (enferme-dad, muerte, etc.), por lo que la filosofía debe ser un "esclarecimiento de la existencia". La razón siempre se encuentra "situada" y, por eso, fracasa en su afán de acceder a la transcendencia; esa transcendencia sólo se manifiesta como "lo envolvente" y es accesible en forma de "cifras" que nunca pueden convenirse en "objeto" de conocimiento científico. Ante ello, sólo es eficaz la "fe filosófica", que no se identifica (ni se opone) a la fe revelada, pues se mueve en el plano de una creencia racional que la razón es incapaz de demostrar satisfactoriamente. Después de la segunda guerra mundial, exilado en Suiza desde la época del nazismo, Jaspers, un autor con amplias preocupaciones humanísticas, fue moderando el tono de su obra y se fue acercando más a posturas kantianas.

2. HEIDEGGER. Sólo por su fuerte influencia histórica sobre el existencialismo, debe mencionarse la obra de M. Heidegger (1889-1976), un filósofo cuya relación con el existencialismo no pasa finalmente de ser extrínseca. Sin embargo, su gran obra Ser y tiempo fue considerada por muchos como la obra central y la fuente de inspiración delexistencialismo filosófico. La centralidad del ente llamado Dasein ("ser-ahí"), su descripción como aquel ente cuya esencia se funda en su "existencia" —esto es, en su apertura, como aclaró luego el autor— exige una analítica de sus estructuras existenciales ("existenciarios"). Dentro de esa analítica existencial aparecen conceptos claves como los de mundanidad, autenticidad, angustia, nada, temporalidad o ser para la muerte. Sin embargo, se trata de estructuras ontológicas en las que se manifiesta el ser, cuya presencia determina la peculiaridad del Dasein, y no de descripciones "ónticas". Por ello, la relación de Heidegger con el existencialismo es sólo externa (algunos temas comunes, aunque son temas fundamentales) pues se mueven en planos muy distintos. En su escrito Carta sobre el 'humanismo" (1947) Heidegger se distancia de cualquier compromiso con el existencialismo mostrando que su objetivo filosófico es el sentido del ser, para lo cual la analítica del Dasein era sólo un camino.


IV. El existencialismo francés

Después de la segunda guerra mundial, el existencialismo adquirió una gran difusión cultural hasta convertirse en ideología identificadora de toda una época. Este momento es predominantemente francés y rompe con el anterior estilo académico, extendiéndose por la mayor parte del continente europeo y por Latinoamérica.

1. SARTRE Y EL EXISTENCIALISMO ATEO. Una parte decisiva en esta difusión corresponde a las extraordinariasdotes de polígrafo (filósofo, ensayista, articulista, novelista, dramaturgo, etc.) de J.-P. Sartre (1905-1980), el gran "pontífice" del existencialismo, secundado por su compañera S. de Beauvoir y, durante algún tiempo, por el riguroso M. Merleau-Ponty y el gran escritor A. Camus. Sú emblemática novela La náusea (1938) insiste en la contingencia y gratuidad de toda existencia, la cual carece de cualquier fundamento y de cualquier objetivo transcendente, por lo que se agota en el compromiso trágico de una decisión rodeada por un horizonte de absurdo. Su gran obra filosófica El ser y la nada (1943) explica esto desde la dualidad de las categorías ontológicas del "ser-en-sí" y "ser-parasí"; el existente es un ser para sí (pura conciencia, nada) que busca dotarse de alguna esencia consistente que apuntale su fragilidad, con lo que ser convertiría en ser en sí; pero esto es imposible porque eso significaría negarse como ser para sí, por lo que "el hombre es una pasión inútil". En su famosa conferencia El existencialismo es un humanismo (1946) Sartre reivindica un humanismo de tinte heroico dentro de un horizonte de total inmanencia en el que la existencia es un incesante combate por el absurdo, un tema que Camus trató magníficamente en El mito de Sísifo y al que Sartre dio amplias prolongaciones en algunas de sus más celebradas piezas teatrales.

2. MARCEL Y EL EXISTENCIALISMO CRISTIANO. Al lado de esta línea dominante se ha distinguido lo que se llamó un "existencialismo positivo" o "existencialismo cristiano", en el que se incluyen los rusos exilados Sestov o Berdiaev y, sobre todo, G. Marcel (1889-1973), que se dio a conocer con un Diario metafísico (1927) y también recurrió a las piezas teatrales para difundir su pensamiento. Crítico radical de todo idealismo y racionalismo, convertido al catolicismo, Marcel recupera algunos temas de la tradición interiorista, habitual en el pensamiento francés desde Montaigne, Descartes y Pascal. Colocando en el centro de su visión existencial la esperanza, Marcel reclama un lugar para el misterio, más allá del ámbito de los "problemas", y se convierte en un crítico de la civilización actual defendiendo un espacio para el ser por encima del "tener". Su personalidad intelectual influyó poderosamente en muchos pensadores, sobre todo franceses y, después del rechazo del existencialismo en la encíclica Humani generis (1950), se fue distanciando de las posturas más radicales del existencialismo. En ese mismo sentido cabría ver la postura del personalista E. Mounier, quien en su difundida obra Introducción a los existencialismos (1946) reivindica para el personalismo cristiano la originalidad de algunos temas básicos del existencialismo.


V. Temas básicos

Esta complejidad del desarrollo histórico va decantando unos problemas básicos que distinguen el clima intelectual del existencialismo. Su oposición radical contra los excesos de todo "sistema" con pretensiones absolutas abre el camino para una visión dramática (a veces, incluso trágica) de la existencia, cuya radical finitud se sostiene frágilmente sobre el horizonte de la nada. Se ha podido decir, no sin razón, que esto es producto de una radicalización del creacionismo cristiano, en el que la originalidad de la persona exige un compromiso integral que confiere al existencialismo un matiz "religioso", patente en sus orígenes, pero que no desaparecería del todo incluso en su rama radicalmente atea. El existencialismo ateo rechaza de plano cualquier invocación de algún horizonte transcendente como evasión y se mantiene en una exigente ética situacionista. Otros existencialistas parecen dejar abierta alguna posibilidad, insistiendo siempre en la, decisión personal. Los existencialistas cristianos protestan airadamente contra los intentos de reducir a Dios a un concepto racional y destacan la singularidad personal, así como el carácter existencial de la experiencia religiosa sin poder evitar siempre los escollos de un irracionalismo fideísta.


VI. Actualidad

Históricamente el existencialismo aparece como una ideología propia de una época pesimista y desengañada, que vio fracasar los grandes ideales de la modernidad e hizo de ese fracaso el horizonte de su existencia. Por ello, el existencialismo perdió audiencia a medida que ese ambiente se fue debilitando y se fueron olvidando los desastres de las guerras. Es el propio Sartre quien establece su carta de defunción cuando, al comienzo de la Crítica de la razón dialéctica (1960), denunciaba su propio existencialismo anterior como una "ideología parasitaria" propia de unaépoca ya superada. El individualismo radical basado en una concepción de la intersubjetividad como conflicto insuperable ("el infierno son los otros": Sartre), su incapacidad para integrar positivamente lo que significa el conocimiento científico y el desarrollo técnico, el carácter insostenible de una ética heroica alimentada en el absurdo fueron algunos de sus puntos más débiles, para los que no encontró respuesta adecuada. El pensamiento actual parece muy alejado del clima existencialista; de él resta quizá la denuncia de cualquier idolatría frente a la ciencia y la técnica, la desconfianza ante las desmesuradas pretensiones del racionalismo moderno, así como la singularidad del existente que desborda cualquier sistema.

[ - Esperanza; Jesucristo; Filosofa; Misterio; Psicología.]

Antonio Pintor-Ramos