CATEQUESIS TRINITARIA
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SUMARIO: Introducción.— I. Catequesis trinitaria desde la palabra, la celebración y la Iglesia: 1. En la Escritura; 2. En los santos Padres: el catecumenado: a. La catequesis doctrinal, b. La catequesis "existencial—II. Catequesis trinitaria: 1. En el siglo XVI; 2. En los siglos XVII-XX; 3. Desde la segunda mitad del siglo XX.—III. Dimensión trinitaria del mensaje cristiano: La Iglesia de la Trinidad.—IV. Teología y pedagogía de la fe. Orientaciones y métodos actuales de la catequesis trinitaria: 1. La teología supone e ilumina la catequesis; 2. Principios teológicos para una catequesis trinitaria renovada; 3. Constantes de la pedagogía de Dios y de la Iglesia; 4. Orientaciones y métodos actuales en la catequesis trinitaria.


Introducción

Todos somos conscientes de que el misterio cristiano de la Trinidad no sólo no apasiona, sino que deja indiferentes a la mayor parte de los cristianos. ¿Por qué?: 1) Porque "el supremo misterio es el más oscuro"; de ahí que, "a pesar de su profesión ortodoxa de la Trinidad, son, en la realización de su existencia religiosa, casi exclusivamente 'monoteístas'. Su pensamiento sobre la encarnación "no tendría que modificarse nada si no hubiera Trinidad" (K. Rahner). 2) Porque "ven en él una especie de monstruo doctrinal" (G. Widmer). 3) Porque piensan que "creer en Dios es lo importante y básico. Lo "otro" —la Trinidad— seguramente tiene que creerse porque lo manda la Iglesia, pero es mejor no pensar demasiado en algo tan incomprensible" (J, Ma Rovira). 4) Porque la impresión que dan estas especulaciones es que la Trinidad se presenta más como un mysterium logicum, que como un mysterium salutis (L. Boff).

Esta postura interior de tantos cristianos ante el misterio trinitario interpela a la Iglesia evangelizadora: ¿cómo superarla? 1) El sentido de la fe y la naturaleza misma del mensaje cristiano aseguran que este misterio debe ser el fontal, el más próximo e iluminador del sentido de la vida humana y que, por tanto, ha de haber una pedagogía para comunicarlo a los creyentes, que desvele toda su riqueza teológica y antropológico-cristiana. 2) Pero los cristianos tomarán gusto al misterio de la Trinidad sólo cuando lleguen a descubrir en él el sabor de lo evangélico, de la Buena Noticia (B. Rey). Este es el reto que asume el presente artículo sobre la catequesis trinitaria.

Para terminar de situar este estudio, conviene tener presente lo que sigue: 1°. El artículo se inserta en un diccionario teológico —no catequético— y, por tanto, la dimensión catequética ha de privilegiarse constantemente. No obstante, habrá que recordar algunos datos teológicos, siquiera sucintamente. 2° La catequesis, como acción eclesial, va más allá que el kerigma pascual-trinitario; éste suscita en las personas la conversión al Resucitado, y por él al Padre y al Espíritu, y las conduce hasta las puertas de la catequesis de la Iglesia. Es entonces cuando la comunidad eclesial proporciona a estas personas una iniciación cristiana inspirada en el catecumenado primitivo: la catequesis. Esta es una educación integral, básica y sistemática llevada a cabo mediante la palabra de Dios y el símbolo apostólico, la oración y las celebraciones litúrgicas, la formación moral evangélica, la inserción activa en la comunidad cristiana y el compromiso transformador en el mundo. Y todo ello en un clima comunitario. 3º Esto quiere decir que la Trinidad puede ser catequizada ya desde elementos más noético-sapienciales: la palabra y el credo (didajé), ya desde elementos más existenciales: la oración y la celebración (leitourgía), las actitudes morales (ágape), los compromisos transformadores dentro y fuera de la comunidad (diakonía), pero siempre en un contexto de comunión (koinonía) y para entrar en relación de conversión a Cristo y, por él, al Padre y al Espíritu (metanoia). 4° La catequesis trinitaria, inserta en esta catequesis de talante catecumenal, puede realizarse bien en directo, cuando se trata expresamente el misterio trinitario, bien indirectamente, cuando se abordan otras realidades del mensaje (como la Iglesia, María, la salvación, etc.) desde la palabra, la celebración o el compromiso, y se recala, antes o después, en la Trinidad (dimensión trinitaria del mensaje y vida cristiana).


I. Catequesis trinitaria desde la palabra, la celebración y la Iglesia

1. EN LA ESCRITURA. a. En los evangelios y los Hechos de los Apóstoles. El núcleo primero del anuncio de la fe está en los Hechos (2,14-41; 5,29-32; 10,34-48): Jesús de Nazaret, ungido por el Espíritu Santo, fue crucificado y muerto; pero Dios —el Padre— lo resucitó; en su nombre se nos ofrece el perdón de los pecados. Un anuncio sucinto cristocéntrico-trinitario. Este kerigma se desarrolló después en unas catequesis (Gál 6,6): los evangelios. Estos son las "actas" de este desarrollo catequético: la historia del Crucificado y Resucitado se retrotrae, relatando su poder milagroso y su origen divino, y se prolonga, asimismo, narrando su supervivencia, una vez ascendido a los cielos, y la espera de su segunda venida. Con razón estas catequesis escritas se llaman "evangelios", tienen un talante gozoso, de buena noticia. b. En San Pablo'. Se puede afirmar razonablemente que la mayor parte de los escritos paulinos entran en este concepto de catequesis, en cuanto que ellos son ampliación personal y aplicación concreta del kerigma inicial a casos pastorales bien definidos. Respecto al mensaje trinitario de sus catequesis coincide en gran parte con sus afirmaciones doctrinales y no varía sustancialmente de Tesalonicenses a Efesios. En las cartas de S.Pablo hay suficientes datos teológicos para hablar de distinción de personas en la Trinidad, de relaciones entre ellas y de sus actividades respectivas, de tal manera que se puede elaborar un "cuerpo" de doctrina trinitaria. No obstante y simplificando mucho, he aquí —según la mayoría de autores— los puntos clave en torno a la teología y la catequesis trinitaria del Apóstol: 1) No tiene preocupación por la doctrina teórica de la Trinidad. Es decir, no le parece demasiado importante, en su catequesis, precisar con nitidez los términos Padre, Hijo y Espíritu Santo en sus relaciones y funciones específicas. 2) Se interesa, sobre todo, por la acción salvadora desplegada en Dios (acción objetiva) y la acogida en el hombre (acción subjetiva). Su mirada es eminentemente soteriológica y dinámica. 3) Por esto, la predicación paulina está empapada de esa intervención de Dios en la historia en favor de la salvación de los hombres. Y desde ella Pablo pone en escena a la Trinidad y aclara catequéticamente los puntos fundamentales del misterio salvador. En este marco se entiende la función soteriológica que el Apóstol asigna a la doctrina trinitaria. 4) Esta óptica paulina es, en efecto, menos teórica que la de muchos teólogos posteriores. En la predicación y catequesis lo más urgente para él es el Dios "para el hombre" ("quoad nos"), aunque ello supone el Dios "en sí mismo" ("quoad se"). Y este punto de arranque del proyecto salvador de Dios modula el acento de su catequesis. 5) Así se explica ciertamente que Pablo tome algunos de los textos trinitarios de fuentes litúrgicas o kerigmáticas y los integre en su catequesis sin necesidad de elaboraciones propias.

Estas afirmaciones se confirman analizando sus textos dogmático-catequéticos (prescindiendo de los kerigmáticos o litúrgicos) sobre la Trinidad: Rom 5,1-5 habla sobre la acción justificadora y reconciliadora de Cristo, vivida por el cristiano mediante el Espíritu, quien le otorga el amor de Dios Padre. Este es el término "a quo" y "ad quem" de la acción salvadora. Rom 8,1 ss: los vv. 1-4 son la presentación funcional del Espíritu y de Cristo como realidad y motor de la vida del cristiano, siendo la fuente de esta situación, el Padre; vv. 5-11: aquí aparece el contraste de vidas, la de la carne y la del espíritu; ésta es la propia del cristiano; la inhabitación del

Espíritu, procedente del Padre y del Hijo, produce en el creyente la vida nueva salvada y resucitada y una con= ducta coherente. 1 Cor 2,1-16. presenrt ta al Padre como el origen del plan sal+ vador; Cristo es el realizador del plan con su muerte crucificada y el revelan dor de este misterio, pero el Espíritu es quien lo da a conocer a los hombres con su puesta en marcha. 1 Cor 12,4-.61 en un contexto eclesial pneumáticoy Pablo habla de "los Tres"; ciertamente; la unidad y la trinidad de Dios son origen de la actividad cristiana y eclesiaL 2 Cor 1,21-22y Gá14,4-7: liberacióny filiación son dos modos, en Pablo, de expresar la acción salvadora total; el Padre envía al Hijo para el rescate y la fi liación; testimonio y realización de elló es el Espíritu de su Hijo, que está actuando en el corazón de los fieles. Y se citan, por fin, otros textos trinitarios sin sintetizar su contenido: Ef 1,3-14; 2,18-22; 3,5-16, Col 1, Iss y 2 Tes 2,13-14.

Así pues, Pablo, en sus catequesis, habla sobre todo de la Trinidad funcional o económica. Sin embargo, hay datos suficientes (Rom 8,1-4; 1 Cor 12,4-6 paralelo con Rom 8,14-17, etc.) que permiten entrever en Pablo una concepción, más o menos perfilada, de las relaciones intratrinitarias o Trinif dad inmanente. Sin ello no se explican bien sus afirmaciones funcionales.

Una confirmación de la preferencia de S.Pablo por la Trinidad funcional es la iluminación que proyecta —desde ella— sobre situaciones pastorales concretas. En tres momentos precisos descubre las repercusiones morales de la salvación trinitaria en la vida de los cristianos. En 1 Cor 6,1-11 rechaza el recurso de los cristianos a los tribunales paganos; ellos, "rehabilitados por la acción del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios" (v. 11), están comprometidos a vivir en fraternidad y a no desacreditarla públicamente. En los versículos siguientes 1 Cor 6,13-20, expone la razón fundamental para llevar una conducta moral y abstenerse de la prostitución: cada cristiano es miembro del cuerpo resucitado de Cristo (vv. 14-15); en él habita el Espíritu recibido del Padre (v. 19) y todos han de glorificar a Dios Padre en su cuerpo (v. 20). Por fin, en Ef 5,18-20, Pablo afirma que la conducta honrada, sobria, fraterna y agradecida se funda en el Espíritu que ha de embriagar a los cristianos en lugar del vino (v. 18) y ha de hacerse en nombre del Señor Jesús para gloria del Padre.

Resumiendo, Pablo emplea la doctrina trinitaria de un modo preferente —al menos con un alto grado de probabilidad— en clave soteriológica o de acción salvadora respecto de la humanidad; hace una catequesis de la Trinidad económica o funcional.

2. EN LOS SANTOS PADRES: EL CATECUMENADO. Llegar a ser cristiano no fue entendido en el cristianismo primitivo como el resultado de un acontecimiento repentinamente transformador de la persona —de una acción automática—, sino como el fruto de un proceso lento: la iniciación cristiana. Desde los testimonios del NT, el bautismo suponía el anuncio de la palabra y la conversión para una aceptación vital de Cristo y su evangelio. "Los cristianos no nacen, se hacen" (Tertuliano). Pues, precisamente para asegurar esta "construcción" de los cristianos, la Iglesia va a instituir muy pronto un tiempo específico para su preparación al bautismo: el catecumenado. A finales del siglo II se tienen los primeros testimonios sobre la institución catecumenal. Pero, es el siglo III el que ofrece la imagen más auténtica del catecumenado, cuando el proceso educativo-comunitario hacia el bautismo es más exigente y está más coherentemente estructurado, sobre todo, en la preparación inmediata a la celebración sacramental, que coincidía con la cuaresma. Para concluir la iniciación cristiana, a esta preparación cuaresmal seguían, en la pascua, la celebración de los sacramentos de la iniciación y, después, la breve etapa mistagógica. En ésta, los "recién nacidos" a la vida cristiana —neófitos—, profundizaban en su experiencia sacramental y comunitaria mediante las catequesis mistagógicas. Los grandes animadores del catecumenado y de su remate mistagógico fueron los santos Padres y los escritores cristianos, cuyos testimonios se van a utilizar.

¿Cuál es el "lugar" que ocupa el misterio trinitario en este período iniciatorio: catecumenal y mistagógico? Lo descubriremos tanto en sus elementos doctrinales: las catequesis dogmáticas, como en sus elementos más existenciales: las celebraciones sacramentales, las catequesis mistagógicas, la oración cristiana y el testimonio de vida."La Trinidad es un misterio percibido, celebrado y vivido tanto como enseñado" (A. Hamman).

a. La catequesis dogmática o doctrinal. Si el kerigma de los apóstoles dio origen a los evangelios, a modo de catequesis con que profundizar tanto en el mensaje de Jesús como en su adhesión personal a él, y todo ello a requerimiento y con la colaboración de la comunidad y de sus pastores, también ahora, para mantener la fidelidad de la comunidad de los bautizados al mensaje recibido, y para facilitar la transmisión fiel del mismo a los candidatos al bautismo, garantizando su profesión de fe, fueron surgiendo en las comunidades cristianas eso "que puede llamarse el primer catecismo de la Iglesia" U.A. Jungmann): el símbolo apostólico de la fe. Con sus raíces en el NT (Mt 28,10; 1 Cor 6,11...), este credo cristalizó en Roma hacia la segunda mitad del siglo II, fruto de la fusión de las fórmulas cristológica y trinitaria, y sirvió para la instrucción y profesión de fe de los candidatos al bautismo. Su estructura es indudablemente ternaria, correspondiente a las tres personas divinas.

Este símbolo apostólico es el que vertebra las catequesis prebautismales de los santos Padres tanto griegos como latinos y alimenta su dinámica trinitaria prioritariamente en la misma dirección económico-salvífica que la Escritura y el símbolo.

1) Los Padres griegos. "La fe nos obliga a recordar que hemos recibido el bautismo para la remisión de los pecados, en el nombre de Dios Padre y en el nombre de Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, muerto y resucitado y en el Espíritu Santo de Dios", dice S. Ireneo de Lyon (s.II) en su obra catequética "Demostración de la predicación apostólica", situando la fe de la tradición en una óptica bautismal y trinitaria. Y concluye: "Por encima de todo está el Padre; con todas las cosas está el Verbo, ya que, por su mediación, todaslas cosas han sido creadas por el Padre; en todos nosotros está el Espíritu, que grita Abbá, Padre y modela al hombre a semejanza de Dios". S. Gregorio de Nisa (Asia, s.III), en su "Oratio catechetica magna", presenta el misterio trinitario en su percepción existencial: en el contexto del bautismo: "El Evangelio conoce las tres personas y los tres nombres por los cuales se obra el nacimiento en la persona de los creyentes: Aquel que ha sido engendrado en la Trinidad es igualmente engendrado por el Padre, por el Hijo y por el Espíritu Santo, y Pablo engendra en Cristo, y el Padre es padre de todos". Para S. Gregorio, influenciado por S. Ireneo, la Trinidad es un misterio vivido, no sólo formulado abstractamente. Lo específico de Gregorio es el método empírico-mayéutico, dado que vive en un contexto de cultura filosófica y le preocupa el diálogo de la fe con la razón. Dirigiéndose a paganos y judíos, parte del "verbo de la mente" que se da en toda persona humana: "Aceptar que Dios no carece de verbo obliga a otorgarle expresamente el verbo del que se le supone provisto".

No trata de "concluir" desde la experiencia la existencia de Verbo (y del Espíritu) en Dios, como por una prueba racional; establece una forma de educar, una preparación del espíritu para acoger la verdad revelada, mediante el "argumento de conveniencia". S. Cirilo de Jerusalén (s.IV), en sus clásicas "Catequesis bautismales", testimonio vivo de un oyente, habla a su pueblo, de extracción religiosa plural, y le presenta la revelación de la Trinidad en el desarrollo del plan de la salvación, que se formula en la confesión bautismal. Pero antes de abordar su comentario catequético prebautismal, expone en la IV Catequesis un avance-resumen de los diez dogmas esenciales del mensaje, a modo de "obertura". S. Cirilo no expone abstracciones; no arranca de la Trinidad, sino del Dios único, que comparte su condición divina con el único Hijo, igual al Padre, y con el Espíritu Santo, que se manifestó en el curso de la historia. Y concluye: "No hay más que solo Dios, el Padre de Cristo y un solo Señor Jesucristo, el Hijo único engendrado de Dios, único también es el Espíritu Santo, el santificador y deificador universal que ha hablado en la Ley y en los profetas, en el Antiguo y en el Nuevo Testamento". No es una fórmula memorística, es una realidad que hay que interiorizar, pues, en lo sucesivo, orientará, dirigirá y transformará toda la vida, santificándola y divinizándola. ¡Es una profesión existencial de la Trinidad! Y el obispo la repite de formas variadas en su obra. El proyecto divino de la salvación es una "economía" trinitaria. La catequesis trinitario-económica de los Padres griegos no lleva a vaciar la fe de su contenido trinitario, como si diera lo mismo que "no hubiere Trinidad" (K. Rahner). Es por su Hijo cómo Dios Padre se ha puesto en diálogo con el mundo en Jesús de Nazaret, guiado por el Espíritu. Y para ir hasta el final del misterio del Jesús histórico es preciso llegar al Padre. Y una última aportación de S. Cirilo: "la Trinidad se revela a quien la acoge como gracia y no a quien la manipula como una presa del entendimiento" (A. Hamman).

2) También la patrística occidental articula, generalmente, sus catequesis bautismales en torno al credo apostólico y las impregna, por consiguiente, de sentido trinitario. Tertuliano de Cartago (s.III) escribe el primer documento de la catequesis bautismal: De baptismo, aunque lo hace en un contexto de "defensa" frente a los gnósticos. Este tratado presenta' una originalidad: fundamenta sus reflexiones doctrinales sobre la praxis litúrgica, invocándola ya como "lugar teológico". Esta originalidad se repite en el "Adversus Praxean" que se cita a continuación: "Cristo promete a sus discípulos que les enviará la promesa del Padre y, al final, les manda que bauticen en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; no en nombre de uno sólo. En efecto, nosotros somos bautizados sumergiéndonos no una, sino tres veces, al pronunciar el nombre de cada una de las Personas'. Es decir, una triple inmersión en un solo bautismo, en nombre de cada una de las tres personas, que son un solo Dios. Por su parte, en el tratado De baptismo, se pone en estrecha conexión el bautismo y la Trinidad con la Iglesia: "En virtud de la bendición bautismal, tenemos como testimonios de la fe aquellos mismos que son los garantes de la salvación. Y esta tríada de nombres divinos es suficiente también para fundar nuestra esperanza. Y ya que el testimonio de la fe como garantía de la salvación tiene como fianza a las Tres Personas, necesariamente debe ser añadida la mención de la Iglesia. Pues donde están los Tres, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se encuentra también la Iglesia que es el cuerpo de los Tres".S. Ambrosio de Milán (s.IV) también atestigua la vinculación de la Trinidad y la inmersión bautismal: "Se te ha preguntado: ¿Crees en Dios Padre todopoderoso? Tú has respondido: Creo, y has sido bañado, esto es sepultado. Por segunda vez se te ha preguntado: ¿Crees en nuestro Señor Jesucristo y en su cruz? Tú has respondido: Creo, y has sido bañado y por tanto has sido sepultado con Cristo. Porque quien es sepultado con Cristo resucita con Cristo. Se te ha preguntado por tercera vez: ¿Crees también en el Espíritu Santo? Y has sido bañado por tercera vez, para que tu triple confesión destruyera las repetidas caídas del pasado". Sin duda, éste es uno de los pasajes ambrosianos trinitariamente más significativos de esta obra catequética. Por fin, S.Agustín de Hipona (IV-V) es un testigo de excepción de la dimensión trinitaria de las catequesis para la iniciación cristiana. Estas se encuentran dispersas por sus obras, sobre todo en los sermones del ciclo pascual. Pero de él nos llega un documento capital desde el punto de vista del método catequético. Desde Cartago, el diácono Deogracias pide consejo al obispo de Hipona, y éste le contesta con el folleto "De catechizandis rudibus" o "Catequesis para principiantes. Aquí se nos ofrece un análisis exhaustivo de las causas del fracaso en la catequesis y una mística del catequista cristiano. El tratadito tiene la originalidad de referirse al comienzo mismo del catecumenado en su fase de preparación bautismal remota; ofrece además dos modelos concretos de catequesis —uno extenso, otro muy breve— en la dinámica de la historia de la salvación". Agustín actualizará la catequesis en clave de historia salvífica como lo hizo ya S.Ireneo. En el desarrollo de las etapas se hacen frecuentemente reflexiones, con muy diversos matices, relacionadas con la profesión de fe trinitaria. Por el género mismo de la obra, la Trinidad es contemplada y tratada funcionalmente, en su dinámica salvífica; su desarrollo tiene la viveza y el encanto de lo originario y alimenta el profundo sentido espiritual propio de la profesión de fe en la Trinidad'.

b. La 'catequesis existencial' o en sus elementos más existenciales. La afirmación trinitaria no se presenta en los primeros siglos como una formulación dogmática abstracta sino como una confesión de fe, bien mediante una catequesis doctrinal de carácter histórico-económico, como se acaba de exponer, bien mediante otros elementos catequéticos más existenciales: celebraciones, catequesis mistagógicas, la oración cristiana, los testimonios de vida ("catequesis existencial").

La celebración bautismal y la confesión trinitaria. El contexto simbólico del bautismo pone vivencialmente de relieve el misterio trinitario. Ignacio de Antioquía (s.Il) evoca a los efesios la experiencia bautismal, que invita, a su vez, a la experiencia espiritual: "Vos-otros sois las piedras del templo del Padre, preparadas para la construcción de Dios Padre, levantadas a las alturas por la palanca de Jesucristo, que es la cruz, haciendo veces de cuerda el Espíritu Santo. Vosotros sois, pues, portadores de Cristo y portadores de santidad". "Los Tres", como se ve, están asociados en la obra de la salvación, guiando el movimiento teologal que conduce a toda la comunidad hacia Dios Padre. El Espíritu hace eficaz la cruz redentora de Cristo. Cristo y el Espíritu aparecen como impulsores de la vida espiritual —fuente y medio vital— y el Padre es su término.

Esta experiencia religiosa de la acción trinitaria se expresa más existencialmente en la celebración bautismal. La Tradición apostólica de S.Hipólito de Roma (s.III) describe cómo la confesión trinitaria se expresa en la respuesta a la interrogación: "¿Crees en Dios, el Padre Todopoderoso? — Creo. ¿Crees en Cristo Jesús, que murió y fue sepultado y resucitó al tercer día? — Creo. ¿Crees en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia y en la resurrección de la carne? — Creo." El "climax" celebrativo ayudaba a interiorizar el misterio trinitario: la confesión bautismal en respuesta a la triple interrogación, la triple inmersión, —y en otros contextos eclesiales, el triple peldaño del baptisterio—, evocan en el bautizado su entrada en la economíaproyecto del Dios uno y trino y que en adelante su vida de cristiano habrá de ser una vida trinitaria.

La anáfora eucarística. La tradición catecumenal de las iglesias de oriente y occidente, desemboca en el bautismo y, con absoluta normalidad, en la celebración de la eucaristía. Su anáfora o plegaria eucarística, verdadero corazón de la eucaristía, ha mantenido su estructura trinitaria en todas las tradiciones litúrgicas, lo mismo que las confesiones de fe. En la anáfora, la Trinidad se presenta en la manera dinámica de la revelación: la acción trinitaria es expresada en clave salvífica, cuyo misterio la Iglesia no cesa de descubrir y de alabar en la acción eucarística.

En resumen. La Iglesia primitiva llega a la confesión del Dios trinitario a partir de la resurrección de Jesús: al anunciar el acontecimiento pascual de Cristo, lo relata como historia trinitaria. Pues bien, esta impronta trinitaria e histórico-existencial del cristianismo primitivo encuentra una matriz fundamental para su arraigo en los hombres en la confesión de fe bautismal, siguiendo el mand,ato de Jesús según Mt 28,19. En este contexto de experiencia bautismal, precedida de una catequesis, que se basa en el símbolo apostólico y rematada por la celebración de la eucaristía, que se centra en la anáfora, la Iglesia logró un caldo de cultivo capaz de generar creyentes convencidos de que su vida cristiana era una existencia en relación vital con la Trinidad.


II. Catequesis trinitaria

1. EN EL SIGLO XVI. Por escasez de espacio, pasamos por alto los siglos medievales y tratamos el tema en los últimos cinco siglos. En los siglos XIV y XV se gestaron cambios profundos en todos los órdenes de la vida y la Iglesia se encontró ante un mundo totalmente nuevo. Al medievo que fue el tiempo "del universalismo, del objetivismo y del clericalismo" (J. Lortz), siguen, con el humanismo renacentista, las nacionalidades, la subjetividad y la laicidad. Perece la cristiandad medieval apoyada en la autoridad papal y nacen las naciones rivales. Surge el nuevo hombre como "medida de todas las cosas", cuya razón es fuente de toda sabiduría, y cuya autonomía rechaza toda mediación religiosa —la Iglesia— para relacionarse con Dios. El laicado culto invade las universidades antes acaparadas por los clérigos y dan á la cultura una visión más secular. ¡Era el optimismo renacentista polarizado en el hombre prepotente! Entre tanto, la Iglesia, carente de una teología renovada, falta de espiritualidad y celo apostólico y "mundanizada", necesita con urgencia una profunda "conversión" en sus jerarcas, órdenes religiosas y masas creyentes. En este clima de crisis profunda, cultural y eclesial, llega la Reforma de Lutero y la Contrarreforma católica. El pueblo fiel está urgentemente necesitado de una formación cristiana sustancial. ¿Cuáles serán los instrumentos para esta educación elemental? Los catecismos.

En la Iglesia católica sobresalen en este siglo los catecismos de: 1) S. Pedro Canisio (tres, 1555-1559): "Summa doctrinae christianae" ("Catechismus maior"), "Catechismus minimus" y "Catechismus minor". La Summa está impregnada de referencias bíblicas y patrísticas. Sin embargo, la estructura no es bíblica: no está en clave de historia de la salvación ni de ampliación del kerigma cristológico-trinitario, aunque al tratar de la Trinidad presenta las funciones que se atribuyen a cada persona. Acentúa la vida cristiana individual y sobre todo en orden a la escatología (La Trinidad económica mira, más bien, a la salvación del creyente en la historia y en la comunidad). Aunque no en exceso, este catecismo es contrarreformista.

2) S. Roberto Belarmino: Sus catecismos son: "Doctrina cristiana breve para aprender de memoria" (1597) y "Explicación más amplia de la doctrina cristiana..." (1598). Son catecismos abiertamente polémicos. R. Belarmino deja muy en segundo término uno de los fines de toda catequesis, que es alimentar la actitud de fe de los creyentes (fides qua), y se contenta con transmitir íntegro el contenido del mensaje (fides quae), para que los cristianos se identifiquen como "catolicos" con la "professio fidei",

Con esta opción, el santo obispo se ha desentendido de la estructura de la historia de la salvación, y la catequesis sobre el Dios cristiano se reduce a exponer el en sí divino encerrado en una Trinidad de personas que no invitan a la adhesión de la fe. ¿Es éste el Dios Salvador de la revelación? Por desgracia, los catecismos posteriores al siglo XVI hasta el Vaticano II —y algunos hasta nuestros días— se inspiran más en Belarmino que en el "Catechismus ad parochos" del Concilio de Trento, que exponemos a continuación.

3) "Catechismus ad parochos , también llamado Catecismo romano (1566), mandado elaborar por el Papa S. Pío V dentro del Concilio de Trento. Es un Catecismo "maior" dirigido a los pastores. Se diferencia de los catecismos anteriores en que no entra en la polémica. En realidad es un catecismo histórico, que sigue el espíritu de la "Catequesis para principiantes" (S. Agustín): Primero, la iniciativa de Dios: el símbolo y los sacramentos, con una amplia aportación de textos bíblicos y patrísticos; luego, la respuesta del hombre: la oración y los mandamientos, sin antropologismos individualistas. Así pues, la liturgia y la Iglesia quedan perfectamente encuadrados como don o misterio de salvación. La Trinidad está tratada según la más tradicional economía salvífica, sin dejar de abordar la Trinidad inmanente, y a ello contribuyen tanto las citas bíblicas como su inspiración en los Padres griegos y latinos.

4) Fr. Bartolomé Carranza de Miranda, Arzobispo de Toledo: Comentaríos sobre el Catechismo Christiano (1558). Es un Catecismo "maior" destinado a los sacerdotes y otros responsables de la instrucción pública del pueblo fiel. A pesar de su participación en Trento y de su prestigio como religioso y teólogo, Fr. Bartolomé fue acusado de sospecha de herejía infiltrada en su "Catecismo". Permaneció encarcelado hasta su muerte. A pesar de todo, hoy hay razones suficientemente probativas para afirmar que "el Catecismo oficial [de Trento] siguió de cerca, en muchos pasajes, al Catecismo católico más discutido del siglo [el de Carranza]" (J.J. Tellechea). De sus cuatro partes, la más ampliamente expuesta es la del Símbolo trinitario. "El acento fáctico del Símbolo, particularmente en lo referente al gran misterio salvífico cristiano, le lleva a presentar la fe enmarcada en la historia salutis con gran fidelidad al proceso reflejado en la Biblia. El acento histórico, no abstracto, del contenido de la fe es, de esta manera, fuertemente acusado, constituyendo uno de los valores del Catecismo" (J.J. Tellechea). De este talante histórico-salvífico queda impregnado el misterio trinitario.

2. EN LOS SIGLOS XVII-XX. A raíz de los catecismos de R. Belarmino —y aún de E. Auger (1563), mucho más antropocéntrico y polémico que los de Canisio y Belarmino— la catequesis se ha despojado de su tarea más específica: iniciar en la actitud de la fe en cuanto adhesión personal a Dios —obsequium fidei—, y ha privilegiado la asimilación "racionalista" de las verdades de la fe intellectus fidei—. Su presentación del misterio trinitario tiene escasa significación tanto en la espiritualidad y piedad de los fieles como en la praxis pastoral. En esta línea han estado vigentes en España hasta hace poco tiempo: el Catecismo de la doctrina cristiana de J. de Ripalda (1591); el Catecismo de la doctrina cristiana de G. Astete (1599); el Catecismo de la Religión Católica de J. Deharb (1847, en España 1891-1895); los Catecismos mayor y menor de S. Pío X (1905); el Catecismo Nacional de la Doctrina Cristiana. Texto Unico, publicado en tres grados por el Episcopado Español (1957, 1958 y 1962). Su doctrina sobre Dios es un reflejo en miniatura de la expuesta por S. Tomás y por los teólogos neoescolásticos, y en un lenguaje teológico, sin ninguna referencia bíblica. La Trinidad se expone en su inmanencia con los conceptos abstractos de procesiones y relaciones divinas, sin ningún impacto en la vida de fe. La época de la Ilustración reforzó aún más esa tendencia racionalista y antropológica en la exposición del mensaje. En el fondo hay una "fuga mysterii"; cuando los creyentes se sumergen racionalmente en un concepto filosófico de Dios, se encuentran perturbados y molestos ante las afirmaciones del NT. Siempre ha existido el riesgo de huir de la "imagen de Dios" de la fe cristiana, que expresa la inmensa riqueza de la vida divina, para refugiarse en una añeja concepción filosófica "más asequible " a la razón. En resumen, en los catecismos tradicionales a partir del XVII, la doctrina de la Trinidad apenas ha dejado sentir su influencia en la estructura y contenido de los mismos. En cambio, su vigencia y repercusión han sido notables en la liturgia: tanto las 'oraciones como los credos, los himnos y las anáforas están traspasados por la riqueza y espiritualidad trinitaria.

3. DESDE LA SEGUNDA MITAD DEL S. XX. El panorama catequético en torno a la propuesta trinitaria cambió en la medida que cambió el talante de toda la catequesis de la Iglesia en los aledaños del Concilio Vaticano II (1965). Presentamos aquellos documentos, "oficiales" o privados, que son signos de esta renovación catequética: Catecismo Católico (1955-56) y Nuevo Catecismo Católico (1969) (Alemania); Y. Moubarac: Teología para los hombres de hoy. Catecismo de adultos de S. Séverin (1963 -64) (París, ambiente universitario). Nuevo Catecismo para Adultos (1966) (Holanda). Directorio General de Pastoral Catequética (1971) (Sda. Congregación para el Clero). Con vosotros está (1976) (Catecismo de preadolescentes de la C.E. Española). Nuevo libro de la fe cristiana. Ensayo de formación actual (1977) (Orientación ecuménica. Para cristianos instruidos). No sólo de pan. Catecismo italiano para jóvenes (1980) Señor ¿a quién iremos? Catecismo italiano de adultos (1981). Formación Religiosa. PREESCOLAR. (1981) (CEE y Catequesis). Padre Nuestro (1980). Jesús es el Señor (1982). Esta es nuestra fe. Esta es la fe de la Iglesia (1987) (Catecismos de la Comunidad Cristiana: 5-7, 7-9 y 9-11 años de la C.E. Española). Catecismo Católico para Adultos. La fe de la Iglesia (1988) (C.E. Alemana). Catequesis de Adultos. Orientaciones pastorales (1990) (C.E.E. y Catequesis. España).

a. Características comunes. Primero: Todos estos "documentos catequéticos" nacen de la renovación del Vaticano II (incluso el Catecismo Católico Alemán,con una inspiración "antecedente"). Intentan fijar —a la luz del Concilio y posteriormente, también de Evangelii Nuntiandi (Pablo VI, 1975) y Catechesi Tradendae (Juan Pablo II, 1979)— la identidad cristiana, el núcleo fundamental del mensaje cristiano, y entablar un diálogo con el mundo actual nacido de la modernidad. Segundo: Respecto del misterio de Dios, superan la imagen abstracta de Dios, ponen el acento en que Dios es capaz "de relación con"; en su momento denominan a Dios "Padre" en una óptica personalista del misterio de Dios. Tercero: hacen síntesis de los tratados De Deo uno y De Deo trino: el Catecismo Católico Alemán (1956) llega a esto en el Nuevo Catecismo Católico (1969). Sobre todo, se interesan no tanto por fijar un concepto de Dios, cuanto por despertar una experiencia de Dios salvadora y portadora de sentido (propiciar la actitud de fe, fides qua). Cuarto: De uno u otro modo, todos afirman, al menos en teoría, la estructura cristocéntrico-trinitaria del mensaje cristiano. Por eso, a lo largo de los catecismos, se establecen estrechas relaciones entre las personas trinitarias y las otras realidades de la fe: creación, encarnación, redención, Iglesia, gracia, sacramentos (dimensión trinitaria del mensaje de salvación). Quinto: Tienden a destacar la acción del Dios trino entre los hombres: el proceso de unas personas que se salvan en la historia coincide con el proceso del Dios uno y trino que se revela en la historia. Los creyentes pueden descubrir la Trinidad de personas en Dios, sólo a partir de ese Dios uno y trino que actúa y se revela en la historia (el kerigma y la catequesis bíblico-trinitaria). La catequesis, descubriéndonos a la Trinidad como misterio salvador para la humanidad —"los Tres" actúan salvando— se ha acercado al pensamiento de los Padres griegos.

b. Algunas características específicas. El D. G. P. C. afirma que, puesto que la persona humana ha sido llamada a participar de la naturaleza de Dios, el sentido de la vida está en conseguir una familiaridad más íntima con las personas divinas. Para el Catecismo de S-Severin (París) el cristiano, al concluir sus oraciones con el Gloria al Padre, no hace sino proyectar fuera de él el misterio trinitario que lo habita en su propia persona y en su relación comunitaria. El Con vosotros está tiene una estructura cristocéntrica y a la luz del misterio de Cristo es presentado tanto el misterio de Dios trinitario, como el misterio del hombre y del mundo. La Trinidad es presentada como autocomunicación salvadora de Dios con unas acciones cristológicas y dentro de una dinámica y presencia pneumáticas. Quizá el Padre quede un tanto desdibujado en su perfil de "origen y punto de retorno" en su proyecto salvador sobre el hombre. El catecismo Esta es nuestra fe. Esta es la fe de la Iglesia destaca por la doble proposición de la Trinidad económica: en clave de narración anafórica de la historia bíblico-salvífica y en clave de explanación o profundización siguiendo el credo apostólico. Las orientaciones para la Catequesis de adultos proponen el mensaje catequético relacionándolo con la finalidad de la catequesis: ella propicia la vinculación a Cristo y éste a su vez nos vincula al Padre y al Espíritu" y también a la Iglesia y a los hermanos. Y aquí se presenta la dimensióntrinitaria de la Iglesia, según el pensamiento de los SS. Padres.


III. Dimensión trinitaria del mensaje cristiano. La Iglesia de la Trinidad

Una de las realidades reveladas más frecuentemente relacionadas con el misterio trinitario es la Iglesia. Esta conexión, Iglesia-Trinidad, ha sido desarrollada ampliamente ya por la teología y catequesis patrística: S. Cipriano, S. Agustín, S. Juan Damasceno, etc.

a. Más arriba se aducía un texto de Tertuliano en que dice que la garantía de la salvación acontecida en la fe y el bautismo "tiene como fianza a las Tres Personas". "Pues entonces —continúa— necesariamente la mención de la Iglesia debe ser añadida. Pues donde están los Tres, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, se encuentra también la Iglesia que es el cuerpo de los Tres"" La Iglesia es "cuerpo", es decir, es "sacramento" de la Trinidad, que significa y une eficazmente a los bautizados a la comunidad trinitaria. Dato teológico de gran alcance. Por su lado, Teodoro de Mopsuestia acaba su décima homilía catequética de esta manera: "Creo que soy bautizado en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo en una sola Iglesia católica y santa'. Estos y otros textos semejantes indican que "todo el proceso de la salvación se desarrolla en el seno de la Iglesia" (J.A. Jungmann), porque en ella es donde se encuentra a la Trinidad. En este sentido, "creemos —dice L. Boff— que la sustancia de la encarnación se perpetúa en la historia a través de ella: por Cristo y por el Espíritu Santo, Dios (Padre) está definitivamente cerca de cada uno de nosotros y dentro de la historia humana".

Pero la Iglesia cuando pasó de "comunidad" a "sociedad" bajo la concepción monárquica del poder, que la contagió, olvidó a la Trinidad como fundamento de su realidad comunitaria, y basó su organización en el monoteísmo pretrinitario o atrinitario, con todos los riesgos del autoritarismo, que gobierna para el pueblo, pero sin el pueblo. De una iglesia-comunión de fieles, todos corresponsables, se pasó a una iglesia-sociedad, con distribución desigual de funciones y tareas. Cuando "la Iglesia se olvida de la fuente de donde nació —la comunión de las tres divinas Personas— deja fácilmente que su unidad se transforme en uniformidad. En la familia trinitaria hay unidad y diversidad. La Iglesia, después de siglos de espíritu societario, tenía que volver a su matriz comunitaria, a sus orígenes en la Trinidad, para recuperar la comunión y la pluralidad" Fue el Vaticano Hel que favoreció este retorno de la Iglesia a sus raíces trinitarias. El Concilio recuerda la dimensión trinitaria subyacente al misterio de la Iglesia (LG 2-5) y concluye así su visión: "Así se manifiesta toda la Iglesia como una muchedumbre reunida por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" (LG 4, final).

A los teólogos, hoy, les agrada contemplar este vínculo eclesiológico-trinitario: "En Cristo y en la Iglesia — dice N.Silanes— mediante la acción del Espíritu Santo, se ha inaugurado una vida nueva y eterna: la vida misma del Padre, que hace a los hombres hijos suyos, constituyéndolos en una única familia, la familia de Dios. Tales, a nuestro juicio el contenido de la fuerte expresión que nos ha dejado el Concilio en GS al poner de relieve que 'a la Iglesia toca hacer presentes y como visibles a Dios Padre y a su Hijo encarnado con la continua renovación y purificación propias bajo la guía del Espíritu Santo' (21,5)"20. En efecto, la Iglesia es "la Iglesia de la Trinidad". Ella es una "realidad mayor" del Símbolo de la fe, que esencialmente tiene un contenido y una estructura trinitaria. Precisamente por este enraizamiento en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo la realidad-Iglesia es sólo accesible desde la fe (J. Losada). Y precisamente también por ese mismo entroncamiento en la Trinidad, la Iglesia tiene vocación de "signo" de la vida trinitaria entre los hombres. La Trinidad se hace visible en la vida y quehacer de la Iglesia: sus personas, su proyecto económico-salvador, sus relaciones interpersonales, su unidad y pluralidad, su igualdad y comunión, su amor (Jn 4,8). Todas estas conexiones entre Iglesia y Trinidad son pistas que propician una catequesis trinitaria actualizada. Pero existe una última vinculación entre ambas, que conviene destacar: La Iglesia es comunión para la misión; una comunión misionera. "La comunión es misionera y la misión es para la comunión. Siempre es el único e idéntico Espíritu el que convoca y une a la Iglesia y el que envía a predicar el evangelio" (ChL 32). Pues bien, "la fuente y modelo de esta comunión misionera es la Santísima Trinidad. La Iglesia es radicalmente comunión de fe y amor con Cristo Jesús y con el Padre, en el Espíritu Santo".


IV. Teología y pedagogía de la fe. Orientaciones y métodos actuales de la catequesis trinitaria

1. LA TEOLOGÍA SUPONE E ILUMINA LA CATEQUESIS. Un principio ya consagrado en la teología pastoral de la Palabra es "fidelidad a Dios y fidelidad al hombre" (DGPC 34). De aquí surgió el planteamiento de la "teología kerigmática" (H. Rahner) en contraposición a la "teología especulativa": era urgente elaborar una teología para la predicación, al servicio de la misión y de la fe. Pero otros teólogos y pastoralistas reaccionaron decididos a elaborar una "teología orientada a lo antropológico" (K. Rahner), puesto que "toda teología por su misma esencia (tiene que) tender a la predicación" y "está al servicio de la asimilación responsable de la fe en orden a la conciencia de envío incluída en la misma fe" (J.B. Metz). Esta teología ha articulado su reflexión en dos ejes fundamentales: la Sda. Escritura y la Tradición: litúrgica, patrística, conciliar e histórico-dogmática abordadas en clave de "economía salvífica" por un lado, y, por otro, el hombre contemporáneo en las coordenadas socioeconómico-culturales en que desarrolla su existencia y con sus categorías de pensamiento sobre sí mismo, la historia y el mundo.

En la presentación trinitaria, han elaborado esta teología existencial e histórico-salvífica: F. Taymans d'Eypernon (1946), H.U. von Balthasar (1961), H. Muehlen (1963), P. Schoonenberg (1964), K. Rahner (1961-1967), J. Moltmann (1983), L.Boff (1987-88), J. Ma Rovira (1988), B. Forte (1988), X. Pikaza (1989-90)...

Pero uno se pregunta ¿hasta qué punto esta propuesta trinitaria de la teología reciente sirve para la praxis catequética? Es voz común que la teología de la Trinidad se ha acercado mucho al hombre-en-situación; sin embargo, sigue dándose una diferencia entre "ciencia de fe" (teología trinitaria) y "propuesta pastoral de la fe" (catequesis trinitaria). Las dos convergen en el hombre "situado", en una gran proximidad a él, pero con distancias y funciones distintas. En todo caso, la una es norma de la otra: ambas se "norman" mutuamente.

En efecto, X. Pikaza —dirigiéndose como teólogo dogmático a un catequeta— afirma: "Mi labor es diferente de la tuya, aunque las dos se encuentren vinculadas estrechamente. Como dogmático, yo debo cimentarme en la palabra de catequesis de la Iglesia: Soy por vocación teólogo cristiano dentro de la Iglesia que me ha dado la gracia de su fe [traditio symbolil y que ha recibido la palabra de mi credo [redditio symboli]. Este es, a mi juicio, un elemento prioritario y como tal te lo confieso, resaltándolo con fuerza: Al ser teólogo, asumo la función de pensar y articular, en el contexto cultural de mi tiempo y conforme a mi propia creatividad intelectual, la palabra de fe que he recibido y proclamado dentro de la Iglesia...; mi trabajo es una especie de continuación teórica de aquello que vosotros presentáis en plano de kerigma y compromiso. Pero, al mismo tiempo, yo descubro, por tu palabra y por tu libro, que como catequeta te mantienes muy atento a lo que decimos los dogmáticos... porque deseas enfocar bien los temas de la fe y abrir los ojos de los nuevos catecúmenos al don de Jesucristo... Catequeta y teólogo tenemos que encontrarnos integrados en el conjunto de la vida de la Iglesia, con su ministerio y su magisterio. Sabemos, sin embargo, que la forma de hacerlo es diferente en cada caso". En resumen, la catequesis en cuanto ministerio eclesial avalado por el obispo es norma de la teología en su calidad de portadora de la "traditio evangelii in symbolo", que Jesús encomienda a su Iglesia y actualiza por su Espíritu para el hombre de hoy. A su vez, la teología es norma de la catequesis en cuanto que, apoyándose en el magisterio, interpretando la Escritura desde los credos de la Iglesia, y dialogando creativamente con la cultura del tiempo, acuña expresiones respetuosas del misterio cristiano y cercanas a la mentalidad de los contemporáneos.

¿Cuál es ese mecanismo mediador por el que la teología histórico-salvífica y existencial de hoy "acorta distancias" y fecunda la catequesis con un mensaje "fiel a Dios y fiel a las gentes de hoy"? En concreto y ya en el marco de la teología y catequesis trinitarias, el mecanismo mediador es el diálogo creador e interdisciplinar entre la teología de la Trinidad y las ciencias del hombre, en especial, la sociología religiosa, la psicología religiosa, profunda y evolutiva, y la pedagogía inspirada en la "pedagogía de Dios". En este trabajo interdisciplinar se pueden establecer `los principios teológicos renovados en orden a una catequesis actualizada de la Trinidad (2); se pueden recordar las constantes de la pedagogía de Dios y de la Iglesia en los primeros siglos (3), y pueden nacer orientaciones concretas y métodos actuales en la catequesis trinitaria (4).

2. PRINCIPIOS TEOLÓGICOS PARA UNA CATEQUESIS TRINITARIA RENOVADA. Si se analizan las teologías trinitarias con aportaciones nuevas —económico salvíficas y existenciales— cuyos autores citamos más arriba, pueden derivarse para la catequesis trinitaria, los siguientes principios teológicos a. La fuente primaria y el punto de vista normativo para extraer el mensaje de la catequesis trinitaria es fundamentalmente el nuevo testamento. Este: 1) testifica el origen histórico-salvífico del misterio trinitario (en contra del intento de deducirlo racionalmente), 2) contiene en la palabra y actividad de Jesús el punto de partida completo y anterior a toda explicación de aspectos parciales del misterio (p.e. reacción contra unas herejías, intento de especulación psicológica o metafísica, etc.) y 3) hasta en sí mismo es catequesis en un contexto inmediato con el origen y dinámica de la revelación (las demás fuentes y puntos de vista tanto de la historia como de la teología aún actual son secundarias, sirven para completar). b. El misterio de la Trinidad tiene que aparecer en la catequesis —según el dinamismo del NT— como buena noticia del acontecimiento salvífico comenzado por Jesús y en una relación esencial: 1) con Dios (Padre) en cuanto origen y meta de nuestra salvación, a cuya casa volvemos y con quien podemos vivir en la comunión más íntima, 2) con Cristo como mediador histórico, a quien hay que seguir con una fe y obediencia incondicionales, y 3) con el Espíritu Santo como presencia experimentable y fuerza operante de salvación, a la que somos llamados a abrirnos. La buena noticia de este misterio invitará a participar vitalmente en ese acontecimiento (Este misterio no debe aparecer primariamente, como especulación sobre Dios en sí mismo o sobre la esencia de cada uno de "los Tres").

c. De acuerdo con la interpretación teológica muy extendida, de que la "Trinidad económica" se identifica con "la Trinidad inmanente" (K. Rahner), la catequesis, a su modo y con los medios pedagógicos a su alcance, ha de presentar como núcleo del misterio trinitario la autocomunicación de Dios a la humanidad: lo que Dios es "hacia dentro": autocomunicación personal, plena, bondadosa, libre, así se manifiesta "hacia nosotros"; es una oferta gratuita, pero estimuladora, que anima a ser aceptada libremente.

d. La estructura dinámica interna del misterio trinitario se refleja en la propia auto-realización personal de nosotros mismos como creyentes ("hechos a imagen y semejanza de Dios"). Por eso, la catequesis sobre la estructura interna de la Trinidad puede ofrecer aspectos salvíficos importantes para la propia autorrealización creyente: 1) La relación con Dios, el Padre: * Puede darnos conciencia de que ese acontecimiento salvador nos lleva: a participar en la plenitud fecunda del Padre, a insertarnos en la familia divina y a establecer una nueva relación —la fraternidad— con todas las personas humanas. * Esa relación con El nos puede también hacer conscientes de que esa inserción en la plenitud vital —en el corazón— de Dios, hemos de aceptarla con humildad y gratitud, pues es una gracia inmerecida. 2) La profesión de fe en Dios, Hijo y Mediador, nos ayuda a tomar conciencia: * de que la autodonación de Dios Padre "en Cristo" es la presencia amorosa de Dios real y tangible en nuestro mundo, contra todas nuestras dudas humanas, pero que nadie puede manipular; * de que nuestra reconciliación está radicalmente vinculada a Cristo y que la hacemos nuestra siguiendo en obediencia a la persona y doctrina del Jesús terreno (amor a Dios y al prójimo). 3) La profesión de fe en el Espíritu Santo, por el que nos sabemos habitados, nos lleva a tomar conciencia: * de que la autocomunicación de Dios es también realidad presente del Padre y del Hijo en lo más íntimo de nuestro ser, con capacidad de cambiarnos; * de que, en consecuencia, Dios nos está llamando y capacitando para estar abiertos y disponibles en orden a madurar en la fe bajo la fuerza del mismo Espíritu.

e. Dado que el misterio trinitario es el "misterio originario" (K. Rahner), su presencia luminosa ha de reverberar en todas las realidades de la vida de fe: en la Iglesia, los sacramentos, la vida moral, etc. Así estas realidades se "concentran" en torno al núcleo central y, a la vez, se evita la "absolutización" de algunas de ellas (el cristocentrismo falso, el eclesiocentrismo, etc.). f. La catequesis trinitaria debe estar omnipresente en relación con todas las realidades de la vida de fe. Pero eso no es fácil. Por ello hay que intentar que ese entronque entre el "misterio fontal" y las otras realidades de la fe se realice íntima y convincentemente. Unas pistas valiosas las ofrece la teología partiendo del hecho de Jesús relacionado con esas diversas realidades reveladas.

3. CONSTANTES DE LA PEDAGOGÍA DE DIOS Y DE LA IGLESIA EN LOS PRIMEROS SIGLOS. En el proyecto dinámico de salvación ("economía salvífica") desarrollado en la historia, Dios, Jesús y la Iglesia han mantenido unas "constantes" de actuación a la hora de revelar dicho proyecto y de educar al pueblo de Dios —antiguo y nuevo— para acogerlo. Esas "leyes" o "constantes" educativas son la pedagogía de Dios y de la Iglesia. He aquí algunas de ellas:

a. La iniciativa gratuita de Dios. La constante más radical en las intervenciones salvadoras de Dios y de Jesús es la gratuidad, la iniciativa gratuita, que brota de su bondad inconmensurable. Esas intervenciones no se ajustan a los méritos de los hombres ni obligan a nadie contra su libertad a aceptar el proyecto de Dios. Todo es gracia. El primer don que hace Dios a la humanidad es revelarse a sí mismo, autocomunicándose en diálogo salvador con la humanidad. En el AT Dios tiene un solo objetivo: salvar a los hombres. Para ello se fue revelando a sí mismo y su proyecto salvador con palabras y acciones. La cumbre de esta autodonación llega con la encarnación de su Hijo en Jesús y con el envío del Espíritu Santo. Esta autoentrega no aparece condicionada al grado de respuesta del hombre. Por su parte Jesús actúa con la misma pedagogía: se acerca a las personas en su realidad concreta, pero por propia iniciativa. En estos encuentros las gentes se sienten acogidas y perdonadas por Dios. La pedagogía divina es una pedagogía del don. Y a propósito, una observación oportuna. Es muy frecuente en la literatura religiosa católica, y aún en predicación y catequesis, hacer uso del "debemos...", "tenemos que", etc. Inspirados en la pedagogía divina, sería más coherente decir: "Estamos llamados a..." y luego: "Podemos y debemos..." Es costumbre de Dios hablar primero en indicativo: "Eres hijo mío/ hija mía en mi Hijo y tienes mi Espíritu". Sólo después habla en imperativo: "Obedéceme". Este es el estilo educativo de Dios y las "costumbres de Dios son eternas" (J. Danielou).

b. Esta actitud está transida de condescendencia de Dios hacia los hombres. Su amor y santidad inefables han sabido acomodarse a la condición humilde y pecadora del hombre. Pero esta condescendencia se hace cercanía a la realidad concreta y temporal del hombre: Dios ofrece su revelación haciéndose presente en los acontecimientos históricos y allí es escuchado por el hombre. Pues bien, esta cercanía divino-humana tiene su manifestación plena en la encarnación del Hijo de Dios, "compartiendo en todo nuestra condición humana, menos en el pecado" (Plegaria eucarística IV). Esta pedagogía de encarnación va a ser el camino por el que Dios, uno y trino, haga accesible el misterio central de la salvación —Jesús muerto y resucitado— y en él el misterio trinitario: la Trinidad soteriológica o económica26. Es la pedagogía preferida de S.Pablo: Teniendo él una concepción propia de la Trinidad inmanente, no ha sentido especial necesidad de exponerla y se ha inclinado siempre por "catequizar" a la Trinidad interviniendo en la obra salvadora (Trinidad económica).

c. El paso de lo visible a lo invisible o la pedagogía de signos. "A Dios nadie lo ha visto jamás. Es el Hijo único, que es Dios y está al lado del Padre, quien lo ha explicado" (Jn. 1,18). En efecto, S. Ireneo y, especialmente S. Agustín nos han recordado esta pedagogía divina al pedir a la catequesis que exponga la "narratio", el relato compendiado de los "mirabiliora Dei", que "fueron nuestra figura y en figura les acontecían a ellos" y "prefiguran la Iglesia del futuro'. En efecto, los acontecimientos fundadores de la historia de la salvación son signos de una presencia que está más allá de ellos mismos y que transciende al hombre: la presencia del Dios invisible. Pero, llegada la etapa final, nos habló por su Hijo encarnado (Heb 1,2), quien con su muerte y resurrección se ha convertido en el gran signo (cfr. Mt 12,39) de la poderosa acción salvadora de Dios, llevada a cabo en el Espíritu. Más aún, toda su vida histórica y los muchos elementos que El utilizó: el agua, el pan, la luz, el vino, las comidas, la imposición de manos,... son, en las palabras y gestos de Jesús, signos de una acción salvadora presente, pero invisible (Cfr. CA 254-262). La Iglesia misma, desde sus orígenes, recibe y completa los grandes signos sacramentales, los interpreta en sus catequesis mistagógicas y envuelve en ellos al pueblo fiel: explica los nombres del bautismo; relaciona éste con el AT según el método tipológico, explica sus figuras, desentraña el significado de los ritos. De esta forma, los sacramentos aparecen ante los neófitos como una historia de la salvación que continúa y actualiza, en signos cultuales, el misterio pascual de Cristo entramado con el misterio trinitario.

4. ORIENTACIONES Y MÉTODOS ACTUALES EN LA CATEQUESIS TRINITARIA.
a. Orientaciones pedagógico-catequéticas actuales. A partir, especialmente, de la investigación de GROM y de GUERRERO, se obtienen importantes orientaciones para la catequesis trinitaria: 1) En todas las etapas de la vida: Primero, se detecta una sintonía mayor y más espontánea respecto del Dios de la creación (teístas atrinitarios) que del Dios de la revelación (teístas trinitarios). Pero, se constata también que toda persona está abierta al misterio de la Trinidad interpretado en clave de salvación. Segundo: ante esto, la catequesis unirá, desde muy pronto, el mensaje de la creación apoyándose mucho en la experiencia y conocimientos de las personas, y el mensaje trinitario de salvación. Esto se conseguirá mejor si la catequesis de la creación estimula a la admiración y al agradecimiento a Dios creador y a la alegría y disponibilidad ante él, al saber —por medio de Jesús— que El está cerca como Padre providente. 2) En el despertar religioso de los
niños (3-6 años), conviene tener presente dos datos: Primero, hacia los 4 años estos niños/as pueden experimentar una apertura religiosa, una fe-confianza de nivel infantil. Entre los 4 y 5 años, comienzan los primeros chispazos de la conciencia moral y la primera conciencia de fraternidad y filiación, que podrá abrirse al misterio trinitario. Segundo, es el momento del despertar religioso, que no se realiza con atosigamiento de palabras y conceptos, sino en un clima de relaciones interpersonales materno-paternales de oración, de celebraciones familiares y con unos comportamientos fraternos (vida moral relacional). Tercero: Para iniciar a los niños/as a la experiencia de Jesús, habrá que evitar el narcisismo religioso centrado en el niño Jesús y abrirlos al trato con Jesús adulto, presente hoy entre nosotros, con una relación especial con el Padre y con sus hermanos los hombres, y estimularles a seguir a Jesús en esto.

3) La catequesis trinitaria para los 6-12 años habrá de tener en cuenta: Primero, en la escuela, los niños/as amplían el ámbito de su vida y conciencia. Por ello, hay que atender a las nuevas relaciones sociales (compañeros/as, amigos/as) e intelectuales (descubrimiento del mundo, preparación para trabajar de jóvenes), para que puedan convertirse en "vías de penetración" al misterio trinitario y éste, a su vez, sea luz-revelación para todos los aspectos de la vida (compañerismo, colaboración, equipo, espíritu de investigación, servicio, etc.). Segundo: Hacia los 8 años, los niños descubren de forma intensa a Dios Soberano, distinto de sus padres, bajo su aspecto atrayente, pero, sobre todo, temible; a él vinculan el antagonismo entre el bien y el mal y sobre él proyectan la imagen de juez exigente, con lo cual se puede cerrar el paso al mensaje sobre Dios, como Padre del cielo. La catequesis contrarrestará esta experiencia con el anuncio que Jesús hace de Dios, Padre misericordioso. Tercero: Esta edad tarda en acoger desde la fe a Jesús como verdadero hombre e Hijo del Padre. Por ello, la catequesis procurará resaltar la relación íntima entre Jesús-hombre y Dios, su Padre, en la cual participamos todos como hermanos suyos. 4) El anuncio salvífico trinitario a los adolescentes y jóvenes pide tener presente dos aspectos: Primero, la fuerte tendencia a proyectar sobre"Dios" las experiencias e ideas positivas y negativas que cada uno tiene del binomio "padre-madre" terreno. (Riesgo de favorecer la relación infantilizada "niño-Dios" y el de la coacción paternalista). Por eso, la catequesis, además de utilizar el término "padre", empleará también expresiones equivalentes: "origen", "principio" (origen de todo amor, principio de toda vida); así resaltará el carácter analógico del concepto cristiano de "Padre". Más aún, hablará de la paternidad de Dios según la revelación que de ella nos ha ofrecido Jesús: Dios Padre nos quiere, se apiada de nosotros, nos llama y nos exige como "Padre de Nuestro Señor Jesucristo y nuestro Padre". Segundo: El adolescente y el joven tienen la necesidad de identificarse con un "modelo ideal" para encontrarse y hacerse a sí mismos. Así pues, la catequesis ha de presentarles a Jesús histórico-real y trinitario, evitando todo docetismo. Identificado con este Jesús, el adolescente-joven se puede abrir realmente a Dios Padre y a los hermanos desde el corazón mismo del proceso de autobúsqueda juvenil.

5) El anuncio trinitario a los adultos jóvenes se esforzará por no dar la impresión de que el misterio de la Trinidad tiene escasa importancia práctica. Intentará hacer ver su repercusión en el quehacer concreto cristiano y en la autorrealización creyente dentro de la profesión, el matrimonio, la familia y la sociedad. Tratará, por todos los medios, de que este misterio se acepte como factor integrante dentro del sistema de valores y de la propia personalidad.

b. Métodos actuales en la catequesis trinitaria. De todo lo expuesto hastaahora, se deducen algunas líneas metodológicas, unas más globales, otras más concretas: la Los testimonios trinitarios del NT son escritos pastorales pensados existencialmente en un "contexto vital" catequético y litúrgico. Y, en ellos, esta propuesta trinitaria es abundante, diferenciada y desarrollada coherentemente. Por eso, la catequesis actual debe estar en continuidad con esta catequesis bíblica trinitaria, exponiéndola, en un primer momento, desde la óptica económico-salvífica y existencial y abordándola, en un segundo momento, desde la misma realidad intratrinitaria. 2a La incorporación a la catequesis de la acción del Espíritu Santo en la historia y en el mundo, dinamizando a los hombres y marcando tendencias de cambio en la sociedad, implantando, en suma, el Reino de Dios, despertaría la atención de los creyentes a la tercera persona trinitaria y ayudaría a revalorizar el misterio trinitario por su repercusión pastoral y evangelizadora.

3a. Frente a la obsesiva fidelidad a la ortodoxia (fides quae) —fidelidad que hay que cultivar— la catequesis trinitaria ha de iniciar a la confianza absoluta en esa Trinidad (fides qua), y llevará a las personas a relacionar existencialmente su vida con las personas de Dios; ahí afianzarán ellas el sentido de su existencia, como personas individuales y comunitarias. 4a. Para distinguir las personas divinas es suficiente promover, desde muy niños y continuar en edades posteriores, la relación cordial con cada una de ellas: cultivar la confianza en 'Dios Padre'; darle gracias, colaborar con él, llamarle "Padre" Presentar a Jesús como mensajero e Hijo de 'Dios Padre", con quien podemos decir juntos el Padrenuestro. Por fin, proponer al Espíritu Santo como Aquél que nos ayuda a hablar y tratar con "Dios Padre" como lo hizo Jesús. "Si la primera iniciación a la Buena Noticia tiene lugar de este modo, pronto el niño, sin confusión ni inseguridad, podrá construir relaciones diferenciadas con las tres personas e incluso podrá explicarlas" (B. Grom).

5a. Para llegar a descubrir la unidad de la Trinidad, la catequesis puede proceder de tres modos:" a) A partir de las personas, según la teología patrística griega: En toda explicación sobre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo debe aparecer implícitamente que "los Tres" están siempre relacionados entre sí y, por tanto, se consideran juntos y no por separado. Pero, a partir de los nueve-diez años es muy conveniente expresar explícitamente esa unidad, en la ocasión oportuna. La fórmula constantinopolitana "una divinidad (naturaleza) en tres personas" ya no es utilizable hoy como fórmula catequética. El sentido de persona en aquel tiempo y en el nuestro ha variado notablemente y lleva a malentendidos. Es mejor hablar de "tres personas" en Dios solamente a adolescentes y jóvenes que han oído hablar de esta fórmula y deben conocer el malentendido a que se presta. Con todo, conviene ver lo que se dice en la nota n° 30. b) A partir de la unidad, según la teología patrística latina: Sin ánimo de explicar el misterio de Dios, la catequesis puede partir de experiencias humanas análogas con la Trinidad y así tratar de "acercarse" al misterio, provocando una precomprensión o disponibilidad mental favorable a aceptar a Dios no como un Yo estático y aislado, sino como un Yo comunicativo con "emanaciones", que se relacionan entre sí: un "yo", un "" y un "nosotros", en analogía con la persona humana. c) A partir de las personas en su unidad amorosa, según la teología moderna: Dios es, desde el principio, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Pero las tres Personas están de tal manera interpenetradas unas en las otras, mantienen entre sí un lazo de amor tan íntimo y tan fuerte, que son un solo Dios. Son tres amantes de un solo amor o son tres sujetos de una única comunión.

6a. La catequesis habrá de manifestar no sólo el camino "de ida" hacia la Trinidad sino también el "de vuelta" a nuestro mundo. El supremo "ágape" existente entre "los Tres""Dios es amor" (Jn 4,8)—, la perfecta comunión entre ellos, la unidad y la pluralidad, el respeto y la entrega incondicional, la igualdad y la identidad específica de cada uno de "los Tres", etc. etc. son luces e interpelaciones para la Iglesia y cada uno de sus miembros, vocacionados para el Reinado del Dios trinitario en el mundo, para la humanidad e incluso para el cosmos.


V. Conclusión

No se trata de las conclusiones de este trabajo; éstas están sacadas ya en el apartado anterior. Se trata de un pensamiento último para terminar esta reflexión y que es de vida o muerte para toda pastoral. La catequética como parte de la teología pastoral, se asienta en un triple eje: las ciencias sagradas, las ciencias humanas y la praxis pastoral. Es necesario un diálogo permanente entre los tres "ejes". Desconocerse sería una hecatombe para la evangelización, que es, en definitiva, "la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda" (EN 14).

[ -> Agustín, san; Amor; Antropología; Bautismo; Comunidad; Comunión; Creación; Credos; Cruz; Esperanza; Espíritu Santo; Eucaristía; Experiencia; Fe; Gnosticismo; Gracia; Hijo; Historia; Iglesia; Inhabitación; Ireneo, san; Jesucristo; Liberación; Liturgia; María; Misión, misiones; Misterio; Oración; Padre; Padres (griegos y latinos); Pascua; Personas divinas; Procesiones; Psicología; Redención; Relaciones; Salvación; Sociología; Teología y economía; Tertuliano; Trinidad; Vaticano II; Verbo; Vida cristiana.]

Vicente Mª. Pedrosa