COMENTARIOS AL EVANGELIO
Lc 23, 35-43

Par.: /Mt/27/39-43/Mc/15/29-32

1.

Texto. Presupone una escena: tres malhechores ajusticiados. La cruz del centro es la de Jesús. El texto lo ha trabajado Lucas como una observación de la escena por distintos grupos de personas. Es una secuencia de actitudes ante Jesús sacrificado. En primer lugar está el pueblo (v. 35a). La traducción litúrgica ha unido erróneamente la actitud del pueblo a la de las autoridades. El texto original dice escuetamente: "El pueblo, en pie, presenciaba la escena". Siguen las autoridades religiosas (v. 35b). Su actitud es calificada de comentario con sorna. Cuestionan a Jesús como el Enviado de Dios. En tercer lugar Lucas hace pasar a los soldados romanos encargados de la ejecución (vv. 36-37). Su actitud es descrita como actuación burlona. Cuestionan a Jesús como rey. Lucas aprovecha este momento para dar cuenta del delito por el que Jesús ha sido condenado a muerte: "Este es el rey de los judíos" (v.38). Por última y cerrando la serie de presencias, Lucas se fija en los propios malhechores que flanquean desde sus cruces a Jesús (vs. 39-43). Es la secuencia más larga. Inicialmente corre paralela a la de las autoridades y los soldados. La actitud del primero de los malhechores es calificada de insultante. Como las autoridades, también él cuestiona a Jesús como Mesías. Pero el signo de las actitudes se rompe con el segundo de los malhechores. Tras reconocer la justicia de su castigo y la injusticia del de Jesús, se dirige a éste solicitando un recuerdo cuando llegue a su reino. Las palabras de Jesús cierran el texto: Hoy estarás conmigo en el paraíso.

Comentario. Estas palabras cierran no sólo el texto de hoy, sino un ciclo litúrgico que ha tenido en Lucas al guía y al escritor. Lucas, en efecto, nos ha ido llevando y haciendo descubrir a lo largo del año valores y actitudes del Reino de Dios. Lo ha hecho en gran parte desde los marginados, los etiquetados, los desechados. Pastores, mujeres, hijos pródigos, publicanos, prostitutas, samaritanos. Ellos han sido artífices de los hechos que se han verificado entre nosotros (cfr. Lc. 1, 1). Un día cualquiera de su vida se encontraban con Jesús. Este no los enjuiciaba ni los sermoneaba. Sencillamente estaba al lado de ellos. Pero algo descubrían en él que los impulsaba al cambio. Y por propia iniciativa salían de su desafortunada vida para vivir la de Jesús, la de su reino.

Hoy volvemos a encontrar a uno de ellos, probablemente el caso más clamoroso de marginación por lo legal de la misma. ¡También en esta ocasión se encuentra Jesús al lado de él! El encuentro lo ha patrocinado y hecho posible la Ley del Estado, la misma para ambos malhechores. Pero el malhechor junto a Jesús grita lo injusto de esa ley en el caso de Jesús: "Este no ha hecho nada censurable". Pero es sólo el grito de un malhechor. ¿Qué había descubierto realmente en Jesús? Tampoco esta vez nos lo dice Lucas, pues, no es él un escritor de interioridades o de estudios psicológicos. Simplemente señala una situación que es una constante en su Evangelio: un desechado descubre a Jesús, algo en él que le impone, le impresiona, le cambia.

En la disparatada sucesión de presencias que Lucas ha descrito nadie se ha tomado en serio que Jesús sea rey. Sólo este marginado lo hace. Y Jesús, el increíble Jesús de Lucas, le sorprende con lo único que tiene: el paraíso, es decir, ese reino que la Ley del Estado, sus poderosos y fuertes con la pasividad del pueblo, no han permitido que fuera ya una realidad aquí. Pero tampoco a éstos le enjuicia Jesús (de nuevo el increíble Jesús de Lucas): "Padre, perdónalos, que no saben lo que se hacen".

Y así, entre poderosos y humildes (empleando los mismos términos de Lucas en el Magnificat, al comienzo de su obra), sigue esta historia nuestra de cristianos. Pero yo no sabría decir quién es poderoso y quién humilde, porque, en imagen de Papini, cada uno somos mitad ángel y mitad bestia. Si la fiesta de hoy confiere alas a este ángel nuestro, efectivamente es Cristo Rey.

ÁNGEL BENITO
DABAR 1986/57


2.

Texto. Pertenece a la meta del camino de Jesús. La escena se desarrolla en el lugar llamado la Calavera, donde Jesús y dos criminales han sido crucificados. En la descripción de la escena Lucas procede por acumulación de datos: el pueblo; a él se añaden las autoridades; a éstas, los soldados, y a éstos, por último, un letrero sobre la cabeza de Jesús. La traducción litúrgica no ha reflejado adecuadamente esta acumulación y gradación de datos. El conjunto resultante es un inmenso sarcasmo. ¡Valiente Mesías y Rey! La segunda parte del texto se desarrolla arriba, en las cruces. Tampoco allí reina el silencio, aunque en esta ocasión las palabras no sean irónicas, pues los dos criminales gritan desde su situación de condenados. Los dos, sin embargo, la vivencian de diferente manera: con despecho y amargura uno, con reconocimiento y esperanza el otro. Y así, en medio del griterío abajo y arriba, surge el único diálogo del texto sobre un malhechor y un rey. Por enésima vez en el Evangelio de Lucas un marginado (nadie lo es más que un condenado) se convierte en vehículo de enseñanza para el caminante cristiano.

Comentario. Manejada por el autor, la ironía que recorre toda la primera parte del texto expresa la pura verdad. Jesús es, en efecto, el Mesías y el Rey. Pero lo es en cuanto que está en la cruz. Es sin duda una verdad inesperada y, por eso mismo, escandalosa. El camino y los títulos de Jesús tienen estas cosas, a la vez que rompen esquemas y expectativas. Nos lo ha ido mostrando Lucas en los sucesivos domingos del tiempo ordinario; nos lo confirma en este solemne domingo regio.

Porque Jesús es rey no es tiempo ya de triunfalismo ni de discursos. Nos sigue costando entender esto. No seamos hipócritas: nos sigue costando. La cruz no son los sacrificios que uno se impone a sí mismo. Si así fuera, la cruz podría convertirse en el momento más refinado de orgullo. La cruz no se autoimpone.

La realeza de Jesús es de difícil asimilación. Por su rudeza y crudeza, por un lado; por su sensibilidad para el otro y por su sencillez, por otro. De hecho, Lucas no parece hacerse muchas ilusiones sobre la asimilación de esta realeza, pues una vez más recurre a un marginado para darnos la gran lección. Hay últimos que son primeros, y primeros que son últimos. Son cosas de la realeza de Jesús.

ALBERTO BENITO
DABAR/89/57


3.

Texto. Observación textual: la traducción litúrgica ha unido a pueblo y autoridades en las burlas a Jesús, siguiendo a los manuscritos de la familia koiné en contra de manuscritos más autorizados. En base a estos últimos hay que separar a pueblo y autoridades. El texto quedaría así: El pueblo lo presenciaba. Las autoridades, por su parte, hacían muecas... Jesús en la cruz, visto desde el pueblo, las autoridades judías, los soldados romanos, el letrero de la cruz, los otros dos ajusticiados. Todos dan su opinión sobre el hecho: el pueblo, desde el silencio; autoridades, soldados y letrero, desde la ironía; un ajusticiado, desde la rabia; el otro ajusticiado, desde la comprensión. Las intervenciones responden a esta pregunta: ¿Es Jesús Mesias-Rey?

Pre-texto. Salmo 21 (22) como modelo de inspiración literaria. En concreto, los vs. 7-8 del salmo para los vs. 35-36. A la luz de este salmo la presencia silenciosa del pueblo equivale a una valoración negativa sobre Jesús en la cruz.

Mesías de Dios y Elegido: títulos de la cultura judía. Su equivalente en la cultura romana es Rey. Los tres títulos designan la misma realidad.

Sentido del texto. Hay una pregunta de fondo a la que, sin aparecer formulada explícitamente, van respondiendo todos, cada uno según la cultura de que proviene: ¿Es Jesús Mesias-Rey? Seis intervenciones. Las cinco primeras: respuesta negativa. ¿Es que un ajusticiado puede ser el Mesías espectacular que añoraban los judíos o el Rey revolucionario que temían los romanos? Su final en la cruz muestra que Jesús había sido un pobre iluso. Cristo Rey, ¡que ironía! Sólo la última intervención se decanta por el sí. Uno de los ajusticiados hace justicia al ajusticiado Jesús y descubre quién es. Cinco contra uno. Desalentador balance para el único verdadero reino. ¡Lástima que la insensatez humana haya desplazado el "jardín delicioso" (esto es lo que significa "paraíso") más allá de la muerte!

DABAR 1980/59


4.

-"A otros ha salvado; que se salve a sí mismo...": Al pie de la cruz, la ironía sarcástica de las autoridades y de la gente cae sobre el sufrimiento de Jesús. Y en medio de estos reproches insultantes, el evangelista tiene el coraje de colocar las proclamaciones de su realeza: "el Mesías de Dios, el Elegido", gritan; también los soldados: "Si eres tú el rey de los judíos"; y finalmente, el mismo letrero de la cruz: "Este es el rey de los judíos". Pero son proclamaciones desde la burla y la increencia. También se sitúa en este contexto la intervención de uno de los malhechores crucificados.

-"Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino": En contraste con los gritos de burla, Lucas aporta la actitud de uno de los condenados a la cruz juntamente con Jesús, "el buen ladrón". Este proclama la realeza de Jesús desde la fe. Y notemos que ya no lo hace desde los términos del A.T. con el grito de "rey de los judíos" o de "Mesías", sino viendo en Jesús al portador del Reino.

/Lc/23/43.-"Hoy estarás conmigo en el paraíso": El condenado ha confesado su culpa, ha aceptado el castigo y ha proclamado la fe. Recibe, ahora, el anuncio de su salvación. No es aquella salvación que esperaban las voces burlescas, una salvación terrenal, un milagro extravagante; se trata de una salvación muy distinta. Vale la pena recordar aquí el comentario de ·Bossuet: "Hoy, ¡qué rapidez; conmigo, ¡qué compañía!, en el paraíso, ¡qué descanso!". Es en Jesús en quien se realiza el hoy definitivo, el día de la salvación.

JOAN NASPLEDA
MISA DOMINICAL 1989/22