COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA

Dn 7, 13-14

 

1. MAR/MAL  /AP/LIBRO:

* Contexto: -No podemos entender el relato litúrgico de hoy si no leemos íntegramente la visión de las cuatro fieras (67,1-28). En los vs.1-14, Daniel nos describe su sueño; y en los vs. 15-28 pregunta a "uno de los servidores" del anciano la interpretación de su visión.

-Los relatos apocalípticos pretenden des-velar o revelar (=apocalipsis) el sentido profundo de los acontecimientos históricos mundiales de forma esquematizada y ficticia. En los esquemas no buscamos cuadros históricos completos; y la ficción es argucia del autor para salvar su pellejo en momentos difíciles; por eso usa diversas alegorías que debemos conocer para captar el mensaje. Todas las etapas históricas llevan a un juicio e instauración del reino universal de Dios.

* Visión y explicación: -El mar del que salen las fieras simboliza en la Biblia la fuente del mal. En el océano habitan las bestias salvajes (Libro de Job), el mar es el elemento caótico, hostil, sobre el que se cierne el espíritu o viento que lo domina y opera la liberación (Gn.1; Ex.14).

-De este océano hostil emergen "cuatro fieras gigantescas" que representan cuatro imperios (ver las semejanzas con la visión de la estatua en el cap. 2). La primera es "un león con alas de águila" que representa al imperio de Babilonia; al arrancarle las alas de su poderío reflexiona y se comporta como persona al reconocer al Dios verdadero. La segunda bestia es un "oso medio erguido" y se refiere al imperio medo que ha pasado a los anales de la historia como cruel en exceso; por eso se le presenta con las costillas entre los dientes, y nunca harto sino siempre dispuesto a devorar. La tercera fiera se parece a un "leopardo" y se refiere al imperio persa; sus cuatro alas y cabezas tal vez simbolicen su dominio universal. La cuarta no se describe, pero supera en crueldad a todas las demás; sus dientes son de hierro (cfr. las piernas de hierro de la estatua en el cap. 2) y no sólo descuartiza sino que patea las sobras con las pezuñas. Esta cuarta fiera representa al imperio griego y sus sucesores. Los diez cuernos tal vez aludan al número de reyes hasta llegar a Antíoco (=cuerno pequeño) que llega al poder tras eliminar a tres aspirantes al trono. Es la etapa histórica que le toca vivir al autor, presentándonos a Antíoco como un ser altanero (ojos que miran) y fanfarrón (boca que profiere insolencias).

-El océano ha desatado su poder hostil en el mundo a través de estas cuatro fieras salvajes. La sucesión de imperios no ha mejorado a la humanidad. Y es en esta situación de crisis, cuando Daniel nos presenta a ese anciano con vestido blanco (teofanía: vs. 9-12) dispuesto a juzgar a la humanidad ("trono"=tribunal) antes de instaurar su reino definitivo. La vestidura blanca y su cabellera limpísima denotan poder y victoria, sabiduría, justicia e integridad. Situado por encima de los imperios se dispone a juzgar sus acciones inscritas en el libro de la vida. Con el fuego purifica y castiga, y los agentes de sus mandatos son innumerables. En el juicio sólo la bestia más arrogante, la cuarta, es arrojada al fuego y destruida. A las otras les quitan el poder y empiezan una nueva etapa que no ha de estar dominada por la violencia, arrogancia y la soberanía sino por la racionalidad humana.

-Y aquí se inserta nuestro relato litúrgico. Daniel ve "como un hombre", es decir, un ser humano opuesto a las bestias salvajes. HIJO-DE-HOMBRE: A veces esta figura se traduce como "hijo de hombre", pero no se trata de un ser divino sino humano ya que los que reciben el poder y el reino eterno son los "santos del Altísimo" (vs.18.27), expresión que se aplica a los fieles del Dios de Israel. Ellos poseerán el reino que jamás será destruido; y los fieles serán, como imagen de Dios, los custodios de este nuevo imperio.

* Aplicaciones:

-"...las cuatro fieras se suceden en la historia, pero no humanizan a la humanidad ni mejoran la existencia humana; incluso la empeoran creciendo en ferocidad. Enviando una quinta o sexta fiera... no se resuelve el problema. Así, el bajo cifrado de las fieras pide una voz humana en contrapunto. El hombre es de otra categoría: es imagen de Dios y está llamado a dominar las fieras (Gn.1)... lo que el hombre ha de realizar en la historia para que la vida de los hombres sea una vida humana, no inhumana y feroz... ésta es la misión sencilla y profunda, del capítulo..." (Alonso Schókel, Los libros Sagrados, Daniel..., p.70 y ss.).

CUERNO/VIOLENCIA:-Aunque el texto no sea mesiánico, autores posteriores vieron un símbolo del Anticristo y el Mesías en el cuerno y el pueblo de los santos. Así como el Mesías concentra en sí a todo el pueblo elegido, de la misma manera el cuerno es símbolo de toda violencia y brutalidad humana.

A. GIL MODREGO
DABAR 1988, 58


2.

La aniquilación de los reinos del mundo deja el camino expedito para el establecimiento del eterno reino de Dios (cf.2,44; 3,33; 4,31). Su representante o señor no emerge (caso de 2 Esd 13,2s) como una bestia desde el abismo, sino en figura humana procedente de lo alto y recibiendo el poderío eterno de parte del Altísimo, o sea, de Dios, que no habita tiempo y espacio.

En este primera visión del profeta, "Hijo del hombre" no significa otra cosa que hombre. Aunque no se acentúa aquí el concepto en referencia a sus debilidades (como en Sal 8,5;144,3s; y frecuentemente en Ez), sino teniendo en cuenta su superioridad sobre los animales. También "Hijo del hombre" representa aquí un colectivo: "el pueblo de los santos del Altísimo", es decir, en primera línea, los judíos fieles a la ley, de los que a la vez es representante y señor (dueño).

En él toma cuerpo el señorío, es decir, él ejerce el dominio que se ha entregado al "pueblo de los santos". Pero hay que tener en cuenta que en la explicación de Daniel no se separan entre sí el colectivo del individuo principal o representante del mismo. Aunque en el AT, y en general en el antiguo oriente, el título de "Hijo del hombre" no es mesiánico, en este lugar sí tiene una intencionalidad mesiánica en referencia al eterno señorío sobre el mundo.

EUCARISTÍA 1988, 55


3. /Dn/LIBRO:

El libro de Daniel fue escrito durante la persecución de Antioco Epifanes y la insurrección de los Macabeos. Recordemos también que la intención de su autor es levantar la esperanza y mantener la fe de un pueblo que lucha contra el tirano. Por eso interpreta los acontecimientos pasados y presentes a la luz del reinado de Dios que viene: los grandes imperios se desmoronan y los poderosos comparecen ante el trono de Dios para ser juzgados, y Dios establece su reinado sobre todos los pueblos. He aquí el sentido profundo y principal del sueño de la estatua con los pies de barro (2, 31-45) y de la visión nocturna de las cuatro bestias (c.7), de donde ha sido tomado el presente texto.

Los poderes políticos se presentan en esta visión bajo la forma de cuatro bestias que ascienden del abismo de los mares. Todas ellas son juzgadas y condenadas por el Anciano que está sentado en un trono "con ruedas de fuego ardiente" (vv.9-11) y, acto seguido, aniquiladas. Después aparece viniendo sobre las nubes, algo así como la figura de un hombre (o "hijo del hombre"), que recibe del Anciano el poder y el honor, el reino sobre todas las naciones. El Anciano es el Dios, Señor de la historia; el "hijo del Hombre" es el "pueblo de los santos del Altísimo" (v.27). Sin embargo, de la misma manera que cada una de las bestias representa un imperio o a su monarca, así también el "hijo del hombre" puede representar al rey del "pueblo de los santos". De ahí que "Hijo del Hombre" se entienda más tarde como un título del Mesías prometido. Veremos como Jesús interpreta el símbolo en este sentido y se llama a sí mismo el "Hijo del Hombre" que está sentado a la diestra de Dios y ha de venir sobre las nubes del cielo (/Mt/26/64; Hech 7,56; Ap 1,7; etc.).

EUCARISTÍA 1985, 54


4.

Una de las características básicas de los textos apocalípticos que Daniel nos reporta (cf. domingo anterior), es la de presentarse como escritos mucho tiempo atrás. Las visiones, se convierten entonces en anuncio de acontecimientos que ya han ocurrido, presentados como profecía de futuro, y reafirman de este modo la certeza y la fiabilidad de lo que el vidente dice a propósito de la situación actual.

Esto es lo que ocurre con la visión de la cual se ha extraído el fragmento que hoy leemos.

El autor presenta, en un sueño, a cuatro bestias poderosas, que una tras otra dominan el mundo, y de la última de las cuales sale un pequeño cuerno que se convertirá en un dominador insolente y terrible: se trata de los cuatro reinos que se han sucedido anteriormente (babilonios, medas, persas y griegos), del cuarto de los cuales ha surgido el actual perseguidor Antíoco.

Pero las cuatro bestias terminan por ser sustituidas (esto es lo que narra el texto de hoy) por una nueva figura: una figura de hombre, un "Hijo de hombre", que recibe plena y definitivamente la soberanía sobre todo. Esta figura de hombre se refiere, por tanto, como se explicará más adelante (v.18), a los "santos del Altísimo, que poseerán el reino eternamente": es un anuncio (que, como decíamos el domingo anterior, era el objetivo de toda la apocalíptica) de la victoria final, a pesar de las persecuciones actuales del pueblo de los fieles.

En este contexto, por tanto, el "Hijo de hombre" no es un individuo real, sino una imagen, que significa el reino teocrático. Pero esta designación figurada se presta fácilmente a dar el paso de "reino" a "rey", de modo que Hijo de hombre pasa a significar el rey mesiánico, detentor de la soberanía universal: una expresión que retomará el Evangelio para aplicarla a JC (cf. el domingo anterior), pero dando a la soberanía anunciada aquí un valor de servicio.

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1979, 21


5.

La visión de Dn 7 quiere infundir al pueblo, en plena persecución una esperanza de salvación, no ya en la línea del mesianismo davídico, sino en un plano trascendente. Se trata de una reflexión teológica de altos vuelos sobre la historia. Las cuatro bestias que Daniel ha contemplado en su sueño representan los cuatro grandes imperios que hasta entonces se han sucedido en la hegemonía mundial: babilonios, medos, persas y griegos.

La visión presenta un claro paralelismo con la de la estatua que vio Nabucodonosor (Dn 2), formada con cuatro materiales distintos. En ambas visiones hay una fuerte crítica de los poderes temporales. Los judíos piadosos se encuentran oprimidos por un soberano despótico, que no teme a Dios ni a los hombres.

El autor inspirado los conforta haciéndoles ver que la situación no es nueva: repetidamente se ha dado el caso de poderes que parecían omnipotentes y eternos, y que sin embargo han desaparecido sin dejar rastro. También el imperio seléucida se hundirá, en su momento, y el reino y el imperio serán entregados "al pueblo de los santos del Altísimo" (v.27). La gran tentación cuando llegue este momento de la plenitud de los tiempos, sería entender este reino de los santos como si fuese una quinta bestia. Tiene que ser de naturaleza distinta. La visión del Hijo del Hombre, que viene entre las nubes y llega a la presencia del Anciano venerable, proclama la relatividad de todos los poderes temporales y la distinción, con respecto a ellos, del Reino de Dios. La Iglesia nunca tiene que realizar el papel de "quinta bestia", heredera del poder.

H. RAGUER
MISA DOMINICAL 1976, 21


6. /Dn/07/01-17  /Dn/07/23-27

He aquí otra de las visiones fantásticas de Daniel. Es la que mayor trascendencia ha tenido en nuestra historia de salvación. Al leerla, uno cae en la cuenta de que Dios ha sacado la mejor luz a través de los peores momentos de la historia de Israel, la terrible persecución de Antíoco IV Epífanes (s. II a. C.). Cuando la sangre de los mejores hombres de Israel era vertida impunemente, cuando el futuro de Israel se eclipsaba sin remedio, cuando toda esperanza mesiánica de salvación parecía condenada a una pura utopía, entonces Dios suscitó a su profeta para anunciar su palabra: el único Señor y Juez de la historia, el único dueño de reyes y reyezuelos que aparecen y desaparecen es él, «el Anciano». Pero he aquí que avanza hacia él un personaje misterioso, «un como hijo de hombre». La expresión que lo describe no podía inclinar a los contemporáneos del profeta llamado Daniel a que imaginaran a un hombre cualquiera, a un simple «hijo de hombre». Lo impedía la partícula «como» colocada delante, y que es típica del lenguaje apocalíptico. El contexto y la preposición «como» indican el carácter eminente del personaje. Claro está que podemos reducir la eminencia del personaje diciendo que es un representante del colectivo Israel. En realidad, a este «como hijo de hombre» y «a los santos del Altísimo» (es decir, a Israel) les son otorgados el reino y el poder eternos (vv 14 y 18.22, que la lectura litúrgica recorta). Pero el uso que hace del texto el capítulo primero del Apocalipsis aplicándolo a Cristo, juez del Universo y las mismas frases del evangelio hablando de Cristo como Hijo de hombre son, a la vez que un hecho literario, una experiencia de la comunidad que nos adentra en la comprensión cristiana del texto de Daniel.

De otra parte, es iluminadora la comprensión judía del texto, la atribución de todo el pasaje de Daniel al pueblo de Israel personalizado en el Hijo de hombre de los vv 13 y 14.

¿No es Jesús quien sintetiza mejor y causa la santidad del pueblo escogido? La interpretación judía nos lleva a comprender que también el pueblo escogido participa de las funciones reales y de la santidad del que es descrito «un como hijo de hombre». San Pedro dice así explícitamente: «Sois linaje elegido, sacerdocio real, nación consagrada» (1 Pe 2,9). Pero la frase no significa llamada alguna hacia una contemplación narcisista. La realeza del pueblo es un don del Rey. Tampoco podemos concluir la lectura con una simple contemplación agradecida. El texto continúa recordando la función mediadora del sacerdote: «para publicar las proezas del que os llamó de las tinieblas a su maravillosa luz» (9).

E. CORTES
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 428 s.