COMENTARIOS AL EVANGELIO

Mc 13, 24-32

Par: Lc 21, 20-33   Mt 24, 15-36

 

1. FUTURO/PRESENTE 

Ante este texto, fascinado por el futuro, ¿hay que sospechar una huida infantil hacia el porvenir, cierto rechazo de la realidad imposible de soportar, una evasión hacia lo imaginario, cuya necesidad febril apenas quedaría oculta bajo el velo cristológico de que está revestida? Podría pensarse en esto, si los ojos del lector evangélico se mantuvieran clavados por encima de la línea del horizonte, indiferente a las realidades terrenas. Pero no hay nada de esto. La mirada del creyente, animado por la fe evangélica, lejos de encerrarse en el futuro divisa simultáneamente el presente y el porvenir. Lo exigen la segunda parte de nuestro texto y, más aún los versículos omitidos (33-37). El futuro es esperado en el presente. En él aparecen los discretos signos de un futuro cuya fecha es de la competencia exclusiva del misterio de Dios. Estos signos reclaman una atención animada por la fe, pero también una eficaz vigilancia aplicada al trabajo de cada día. Sólo hay futuro... al final del presente. Sólo hay porvenir substancial, al cabo de una actualidad cuidadosamente organizada.

Los cristianos deben temer -así se les ha dicho con frecuencia- que su inclinación al futuro les lleve a olvidar las tareas del presente; no se puede echar en saco roto la amonestación. ¿Pero no deben temer, al menos en igual medida, olvidar el futuro cuando tan absorbentes son las tareas del presente? Pues, al fin, creer en el futuro es creer... a pesar de todo. Y creer no es tan fácil...

LOUIS MONLOUBOU
LEER Y PREDICAR EL EVANGELIO DE MARCOS
EDIT. SAL TERRAE SANTANDER 1981Pág. 161


2. ESCA/SIGNIFICADO:

El significado más obvio de "escatología" es el de un discurso sobre las realidades últimas y definitivas. Se trata ciertamente -aun cuando esta convicción haya ido madurando lentamente y con no pocas fatigas- de realidades que están más allá de la historia, pero sin que esto signifique que no se van preparando dentro de la historia. En efecto, la escatología bíblica es un discurso sobre la historia, un modo de leerla y de asumirla.

Esta es la sorprendente perspectiva bíblica interesante y concreta. La mirada hacia el futuro (esto es, la revelación de lo que será el futuro) hace importante al "presente" y ofrece un criterio de opción y de valorización. La atención en el fondo se dirige al presente. El futuro ofrece un criterio de orientación en el presente, pero es en el tiempo presente donde se está jugando el futuro. Esta es la posición, por ejemplo, frente a Jesús: él es el Hijo del Hombre que habrá de volver, pero lo decisivo es la actitud que hoy asumimos frente a su anuncio.

HT/FIN  HT/CICLICA: El punto más original del mensaje bíblico en general y del profético en particular es el concepto de que la historia va caminando hacia un último término bajo la dirección de Dios. La concepción griega, por el contrario, es sustancialmente cíclica. La convicción de que la historia es conducida por Dios hacia una salvación indestructible está ya presente en los orígenes de la fe hebrea; en esta convicción se arraigan los gérmenes de su desarrollo sucesivo, incluida la exigencia de que esta salvación tiene que colocarse más allá de la historia, en la comunión con Dios. Efectivamente, la esperanza que acompañó a Israel durante toda su historia (y más tarde a la comunidad cristiana desde sus orígenes hasta la actualidad) es el encuentro entre la promesa de Dios (siempre amplia) y la situación actual (siempre llena de desilusiones) que continuamente parece desmentir a la promesa y retrasarla.

Esta experiencia ha obligado a colocar las realidades últimas cada vez más allá y purificar las esperanzas: las realidades últimas son obra de Dios y no simplemente fruto del hombre; además, son cualitativamente distintas de lo que vivimos y soñamos.

Así pues, podemos resumir de este modo las convicciones de Israel sobre la historia: Dios, y no sólo el hombre, es protagonista de la historia; la historia es conducida por Dios hacia una salvación definitiva; la historia está sometida a un juicio (no todas las opciones conducen a la salvación, sino sólo aquellas que se hacen dentro de la obediencia a los designios de Dios).

Todo lo que hemos dicho corresponde sustancialmente a la visión escatológica de los profetas. Es una visión grandiosa y sobria al mismo tiempo, sin intento alguno de penetrar en los secretos de Dios y sin ceder a la curiosidad del "cuándo" y del "cómo". Pero esta "sobriedad" parece que fue fallando en el último período postexílico, cuando se desarrolló en el judaísmo una vasta literatura que fue llamada "apocalíptica". Son tiempos difíciles, de persecución, y parece inútil la fidelidad de los buenos. Se necesita un consuelo, que se encuentra en la confianza inquebrantable de que al final de los tiempos (unos tiempos que están ya "cerca") se realizará el juicio de Dios y cambiará la situación gracias a una intervención de Dios. El lenguaje de esta literatura es típico: describe los últimos tiempos como tiempos de guerras y divisiones (pueblo contra pueblo, reino contra reino), de terremotos y carestía, de catástrofes cósmicas (el sol y la luna se oscurecerán y las estrellas caerán), todo ello bajo el signo de una tremenda imprevisión por parte de los hombres (lo mismo que se presentan de pronto los dolores de parto en la mujer). Este lenguaje está también ampliamente presente en el discurso de Marcos: no se trata del mensaje, sino simplemente del medio expresivo que utiliza para comunicárnoslo. De ninguna forma se pueden entender estas expresiones al pie de la letra.

BRUNO MAGGIONI
EL RELATO DE MARCOS
EDIC. PAULINAS/MADRID 1981.Pág. 181


3. /Mc/13/26  J/VUELTA.

Más allá del lenguaje de las imágenes, son éstos los elementos que constituyen su contenido: el triunfo del Hijo del Hombre, que parece ahora ser desmentido por la historia, será visible a todos; será inesperado; el juicio; la reunión de todos los elegidos en la gran familia de Dios (en efecto, el plan de Dios es un plan de hermandad universal).

Queda por aclarar todavía un punto: la vuelta del Hijo del hombre en poder y majestad no significa, de ningún modo, que Dios, al final, abandona el camino del amor para sustituirlo por el de la fuerza. Si así fuera, la cruz dejaría de ser el centro del plan de la salvación y el mismo comportamiento de Dios acabaría dándoles la razón a todos los que afirman que el amor es inútil, incapaz de conseguir su finalidad; ¡sólo la fuerza es eficaz! Pero no es así, ni mucho menos. La vuelta del Hijo del Hombre será el triunfo del Crucificado (Mc/14/61-62), la demostración de que el amor es poderoso, victorioso.

BRUNO MAGGIONI
EL RELATO DE MARCOS
EDIC. PAULINAS/MADRID 1981.Pág. 186


4.

Texto. A continuación del texto del domingo pasado Marcos nos presenta a Jesús abandonando el Templo y hablando de la futura destrucción de éste. Sentado después en el monte de los olivos, teniendo precisamente ante su vista ese Templo, Jesús responde a una pregunta formulada por Pedro, Santiago, Juan y Andrés. Son los mismos cuatro con los que Marcos había iniciado la andadura pública de Jesús. La pregunta ha sido la siguiente:

¿Cuándo sucederá esa destrucción y cuál será la señal anunciadora? Jesús les pone en guardia contra la curiosidad por saber tiempos y fechas, invitándoles más bien a tomar conciencia del difícil futuro que como discípulos suyos les espera. Es en este punto donde entronca el texto de hoy.

Este comienza con una referencia a esa situación de dificultad de los discípulos. La llama "gran tribulación". Sin embargo, y ésta es la peculiar aportación del texto, esta situación de dificultad no va a durar indefinidamente. Su final se articula en tres actos: fenómenos cósmicos, llegada gloriosa del Hijo del Hombre, reunión de los elegidos dispersos por los cuatro puntos cardinales. Esta reunión que pone fin a las penalidades de los elegidos es el punto culminante y razón de ser de los fenómenos cósmicos y de la llegada del Hijo del hombre.

A continuación el lenguaje del texto deja de ser informativo para hacerse interpelativo: empleo de la segunda persona del imperativo (aprended, sabed). La interpelación está basada en el símil del despuntar de la higuera como señal inconfundible de la proximidad de la estación buena. La formulación textual de la trasposición del símil es como sigue: "Así también vosotros, cuando veáis suceder esto, sabe que está cerca, a la puerta". Los problemas de esta formulación son dos: a qué se refiere el pronombre "esto"; ausencia de sujeto en la frase "está cerca". La traducción litúrgica supone precipitadamente que el sujeto es el Hijo del Hombre. Por exigencia interna del símil el sentido de la trasposición parece que debe ser como sigue: cuando por ser discípulos míos os veáis inmersos en la dificultad, sabed que el final de ésta, está cerca. El pronombre "esto" se refiere a las dificultades de los discípulos y no a los fenómenos cósmicos. La función del símil es despertar en los discípulos la certeza de que sus sufrimientos tendrán un desenlace feliz.

Incluso se afirma después la proximidad de ese desenlace, aunque su delimitación exacta no se pueda precisar.

Comentario. En una obra literaria el espacio y el tiempo que cuentan son el espacio y el tiempo creados por el autor. Una vez más hay que hacer hincapié en que también este texto hay que verlo a la luz de la muerte-resurrección de Jesús. Ellas representan para Marcos el final de un mundo y el comienzo de otro nuevo y bueno.

En la literatura judía anterior y contemporánea de Marcos la esperanza en un futuro mejor había adquirido relevancia especial. Esa esperanza se revestía de tintes apocalípticos, es decir, de imágenes sombrías y grandes cataclismos de la naturaleza. Dichas imágenes y cataclismos pertenecían al lenguaje metafórico, cuya verdad no está en lo que afirman sino en lo que traslucen: la esperanza en un futuro mejor.

También Marcos hace suyo este lenguaje metafórico, no para anunciar la crónica de un futuro, sino para formular una esperanza de novedad y de bondad. Esta esperanza tiene su realización en la resurrección de Jesús, que pone fin a la dificultad y a la tribulación, representadas realísticamente por la muerte de Jesús. Con este esquema, modelo o paradigma es con el que Marcos habla del fin del mundo y de la llegada gloriosa del Hijo del Hombre. Y lo hace con una única finalidad: inculcar en los discípulos la certeza de que la penalidad que tendrán que padecer no serán la ultima palabra. La resurrección de Jesús es la garantía del final de sus penalidades y de su dispersión. El metafórico "enviará a sus ángeles para que reúnan a los elegidos" tiene su realización la mañana de pascua en el encargo dado por el resplandeciente joven a las mujeres y que ellas deben transmitir a los discípulos: "Os precede en Galilea. Allí le veréis, como os lo tenía anunciado" (Mc. 16, 7).

Este encargo pone fin a la dispersión de los discípulos provocada por la muerte del maestro (ver Mc. 14, 27-28). A su vez la relación entre Mc. 13, 27; 14, 27-28 y 16, 6-7 permite dar al término "elegidos" su verdadero sentido. Es sinónimo de discípulos, es decir, seguidores voluntarios del maestro en su camino de muerte. Cansado por lo arriesgado del camino, el seguidor de Jesús encuentra en el texto de hoy la fuerza y la razón de su esperanza.

Precisamente cuando el invierno arrecia, él sabe que la buena estación está para llegar.

A. BENITO
DABAR 1988, 57


5.

Contexto. Visión de la historia según Jesús.

Texto. Descripción imaginativa del final del mundo no bueno en que vivimos (vs. 24-27). Jesús trata de inculcar en sus discípulos la certeza de este final. Para ello se sirve de una comparación (vs. 28-29) y de dos aseveraciones (vs. 30-31). Sin embargo, certeza no es sinónimo de fecha: ésta permanece oculta (v. 32).

Pre-texto. Ardiente espera de un final del orden presente, al que seguirá un orden o mundo nuevo. La apocalíptica es la literatura que aborda esta temática. Para ello se sirve de un lenguaje especial, el lenguaje que tiene su origen en la fantasía. No es de naturaleza informativa, es decir, no es una guía en la que se nos comunica el desarrollo de unos hechos. Es de naturaleza simbólica, plástica y está al servicio de una idea, de una concepción. Por lo que respecta al final, éste es expresado con imágenes tremendistas: cataclismos cósmicos, guerras, fuego, derrumbamientos, personajes celestes, señales luminosas, trompetas convocando a juicio. Es la imaginería que se recoge en el Evangelio de hoy. Su valor no es literal, sino simbólico.

Sentido del texto. ¿Es la vida una gran epopeya de una enorme insustancialidad? ¿Es algo cerrado en sí mismo y carente de sentido? ¿Es un caminar constante hacia una meta inalcanzable? ¿Un camino a lo largo del cual vivimos, sin más y sin perspectiva, el amor y el odio, la voluptuosidad y la angustia, la esperanza, el anhelo, la soledad y el desaliento?

¿Es un vivir simplemente porque hay que vivir, sin otra razón de ser que el de tener que hacerlo? La cruda experiencia así parece sancionarlo. Pero, por encima de la voz de la experiencia, resuena este domingo la voz potente de Jesús, para gritarnos que la vida es una tarea hermosa, cuyo alcance y proporciones se verán un día, día que El no está en condiciones de precisar, pero sí de asegurar, con la seguridad y certeza de quien está también cimentado en la Roca (Dios).

DABAR 1982, 56


6.

Como en otras ocasiones, Mc habla ayudado de imágenes tradicionales en su cultura (cf. Is 13, 10; Jl 2, 10; 3, 4; Zac 2, 10). La caída del "mundo viejo" con todos los poderes que lo rigen y determinan coincide con la irrupción de una creación nueva. En el mismo momento en que todo sea oscuro (confesión, caos), aparecerá a los ojos de los hombres el Hijo de Dios (del hombre), o sea, Jesús = el salvador.

Pero falta una detallada descripción del juicio. Y es que para Mc no es importante el destino de "los otros", sino la afirmación a los elegidos: ¡No os perderéis! Podéis permanecer hasta el final como discípulos de Jesús. Después estaréis en comunión (comunidad) con vuestro Señor. Y como el mundo sólo encuentra salud y redención en el Hijo del hombre, tampoco Dios puede llevarlo por otros caminos que obvien esa profunda crisis que le sobreviene. En manos del mundo está confiar o no confiarse al mensaje de Jesús. Por eso no tendría sentido que los discípulos de Jesús pidieran a Dios sólo por el mundo en general.

Los versos finales sobre el fin de los tiempos contienen a primera vista dos expresiones contradictorias entre sí. De un lado, la reconocible proximidad del fin; por otro, se acentúa que el momento sólo Dios lo sabe. Esto hace suponer que el evangelio quiere expresar a sus oyentes esta tensión y hacerles tomar conciencia de su situación.

EUCARISTÍA 1988, 54


7.

Esta lectura recoge parte del llamado "apocalipsis sinóptico" según la versión de Marcos.

En las palabras de Jesús se mezclan dos motivos o temas, uno referente al fin de Jerusalén y otro al fin de los tiempos. No es fácil distinguir entre ambos. Siendo la destrucción de Jerusalén figura o tipo del fin del mundo, lo que se dice del hecho ya acaecido quiere decir también algo de lo que está por venir. De manera que el texto se parece a un cuadro con sus diferentes planos, sin que sea posible establecer una línea divisoria entre el primer plano y el segundo.

Las tres versiones del "apocalipsis sinóptico" (cfr. Mc 13; Mt 24 y 25; Lc 21) coinciden en las siguientes características: a) el discurso escatológico se presenta como respuesta de Jesús a la pregunta de los discípulos sobre la destrucción del templo de Jerusalén; b) se trata de una composición en la que se han reunido palabras del Señor, pronunciadas en distintas ocasiones, y cuya redacción obedece también a las exigencias de la catequesis y al deseo de interpretar la situación histórica en la que se hallaba la iglesia primitiva; c) sobre todo en la redacción de Marcos y en la de Mateo, se adivina la convicción de los cristianos de que la venida del Señor era inminente; d) por eso el motivo dominante es una llamada a la vigilancia ante la venida imprevisible del Señor y a estar atentos a los signos de los tiempos; e) el estilo apocalíptico se presenta lleno de imágenes o símbolos de difícil interpretación y que, desde luego, se resisten al que pretende tomarlos al pie de la letra.

En la descripción de este cataclismo, en la que se descubre la influencia del libro de Isaías (34, 4), se presupone la visión mítica del universo. La conmoción del "firmamento" y la "caída" de las estrellas es la ruina de un orden viejo, el fin del cosmos que dará paso a un orden nuevo. Los "ejércitos celestiales" son sencillamente los astros. Jesús, el que habla, es el Hijo del Hombre que vendrá sobre las nubes, el Señor. Se alude aquí a la misteriosa figura de la visión de Daniel (7, 13). La palabra "venir" en los profetas significa frecuentemente "manifestarse", y ése es aquí su sentido más apropiado. Por lo tanto, Jesús se manifestará como Señor y en él aparecerá la misma gloria de Dios.

Por eso vendrá con "poder" (esto es, acompañado de los ángeles o ejecutores de la voluntad de Dios) y "majestad" (o "gloria", que es el atributo exclusivo de Dios).

La reunión de todos los elegidos constituye un rasgo esencial del Reino de Dios que aparece ya en las expectativas mesiánicas de Israel. La asamblea eucarística quiere ser también un signo de esperanza en el que se anticipa la gran reunión de los elegidos cuando vuelva el Señor. Aunque Marcos no menciona el juicio final, lo presupone: los que no sean reunidos quedarán excluidos del Reino de Dios. Sólo entonces se reunirán los elegidos en una misma asamblea como ahora se reúnen las espigas esparcidas por los montes para formar un mismo pan eucarístico (como dice una hermosa oración de la Didajé). Entonces será el tiempo de la cosecha, y por lo tanto, del juicio, de la separación del grano y de la paja. Mientras tanto, en el mundo todo está mezclado, y en la iglesia también.

Después de referirse al fin del mundo y a su venida gloriosa, Jesús responde a la pregunta que le hicieron sus discípulos sobre la ruina del templo (v. 4). De este hecho serán testigos los hombres de su generación.

Hubiera sido preferible traducir así: "Mas de aquel día y hora nadie sabrá nada..." Pues Jesús se refiere ahora al fin del mundo y no a la destrucción de Jerusalén; alude a su venida repentina y al día del juicio. Para esto se utiliza en el género apocalíptico la expresión "aquel día".

En los evangelios se presenta a Jesús con rasgos verdaderamente humanos, como hijo de mujer, pero también con otros rasgos que lo elevan por encima de los hombres. Como hijo de mujer, Jesús crece en edad y sabiduría, se somete a la voluntad de Dios y nos dice que no conoce "aquel día ni la hora". Pero, como Hijo de Dios, revela a los hombres la intimidad del Padre y somete a su dominio las criaturas. Nosotros creemos que Jesús el hijo de María, es también el Hijo de Dios; pero no sabemos cómo sea esto posible. Por eso tampoco conocemos el misterio de su conciencia, el misterio que sólo Jesús conoce, su misterio.

EUCARISTÍA 1982, 52


8.

Hemos escuchado hoy unos textos escatológicos del Nuevo Testamento. Hablan "escatológicamente" de la salvación que Dios nos dará el último día. El evangelio habla de la venida de Jesús, acompañada de unos acontecimientos cósmicos: vendrá como un ladrón en la noche, de manera imprevista... ¿Cómo se ha de entender todo esto? Aquí hay un lenguaje con imágenes. No son afirmaciones exactas, sino comparaciones alusivas. Del mismo modo que los primeros capítulos del Génesis no son historia, sino una expresión literaria libre de la verdad de la creación, del mismo modo los datos sobre la venida de Jesús y la salvación escatológica no son más que imágenes sobre la verdad de que Jesús, de algún modo, quiere conducir a la perfección al mundo y a los hombres.

Este evangelio no es, por supuesto, una guía de los últimos días; no hay un reportaje sobre los últimos acontecimientos. Más bien es un balbuceo de la nueva realidad -que no se puede expresar con nuestras palabras, con la que Dios quiere llevar a su fin la creación. Dios supera nuestra imaginación y no podemos comprender su acción. Pero en este futuro actuar de Dios hay un sí absoluto al mundo que ha creado.

EUCARISTÍA 1988, 54


9. ACI DIGITAL 2003

24. Véase Is, 13, 10; Ez. 32, 7; Joel.. 2, 10.

27. Entonces... congregará, es decir, que el arrebato que anuncia S. Pablo en I Tes. 4, 15 ss. será al tiempo mismo de la Parusía, esto es cuando aparezca el Señor (v. 26), como lo dice el Apóstol. Así Marcos explica aquí que seremos llevados desde la extremidad de la tierra hasta el sumo cielo. Lo mismo dice Mat. 24, 31. Se trata de los elegidos, ya vivos transformados, ya resucitados de entre los muertos. Cf. I Cor. 15, 51 ss. texto griego.

30. Véase Mat. 24, 34: "En verdad, os digo, que no pasará la generación ésta hasta que todo esto suceda". Cf. Luc. 21, 32: "En verdad, os lo digo, no pasará la generación esta hasta que todo se haya verificado".

32. Ni el Hijo, sino el Padre: Una de las más sorprendentes palabras del Evangelio que nos podría hacer dudar de la divinidad de Jesucristo, si no tuviésemos de su misma boca el testimonio de que El es igual al Padre. Cf. Juan 10, 30: "Mi Padre y Yo somos Uno", y muchos otros pasajes (Mat. 28, 18; Juan 5, 17; 6, 58; 14, 10; 16, 15; 17, 10, etc.). "La aparente contradicción se explica y justifica con la alteza del misterio que es preciso aceptar a menos que renunciemos a toda certeza. El Hijo todo lo recibe de su Padre, y el Padre todo lo da... pero a manera de comunicación continua, perpetua y constante, por la cual el Padre está en el Hijo, y en el Hijo ejecuta El mismo sus obras, de modo que quienquiera que vea al Hijo y le conozca, ve al Padre y conoce al Padre con un conocimiento que es la vida eterna" (Breton, La Trinidad, pág. 33). Lo mismo expresan las clásicas palabras de S. Hilario: "El Padre no es mayor que el Hijo, en poder, eternidad y grandeza, sino en razón de que es principio del Hijo, a quien da la vida". Cf. Mat. 24, 36; Juan 14, 28; Hech. 1, 7; I Cor. 15, 28 y notas. Los teólogos suelen distinguir entre la ciencia de Cristo como Dios y como Hombre.