REFLEXIONES


1. MUJER/FEMINISMO:

El asunto de la igualdad entre el hombre y la mujer no está, ni mucho menos, zanjado. En parte porque, reconozcámoslo, en muchos sectores de la vida la mujer sigue ocupando un puesto secundario, del que no se puede afirmar que le pertenezca por derecho. En parte porque algunos y algunas de los que defienden la igualdad de derechos de la mujer se han empeñado en mantener dos posturas poco afortunadas:

a).-Hacer tabla rasa entre el hombre y la mujer; confundir igualdad con uniformidad; negarse, en definitiva, a reconocer que hombre y mujer son distintos. En este terreno se han andado con pocas sutilezas y, a la larga, esto no ha reportado ningún beneficio. Hay que admitir que hombre y mujer son iguales en dignidad, en derechos, en oportunidades que deben recibir, en la consideración como seres humanos, etc. Pero hay que admitir que son diferentes en cualidades. Diferencia que no tenemos que traducir en graduación, en prioridades, en mayores y menores. Pero diferencia que debemos admitir, so pena de volver a interpretar erróneamente las relaciones entre el hombre y la mujer. No es cierto que sean incompatibles la igualdad en dignidad con la diferenciación en cualidades; y mientras esto no se reconozca y sea comúnmente comprendido y admitido, avanzaremos poco en el terreno de las conquistas que las mujeres aún tienen por hacer.

b).-El segundo error es, en buena medida, consecuencia del anterior; por no profundizar y avanzar en la comprensión de esta igualdad-diferenciación, el discurso de cierto "feminismo" se ha vuelto reiterativo, poco original, insuficiente y tedioso; ese "feminismo", últimamente, se ha vuelto más objeto de chiste y chirigota que de otra cosa. Todo esto en el mejor de los casos, pues tampoco falta otro tipo de feminismo que, sin reconocerlo, su verdadera pretensión es la de darle la vuelta a la tortilla y cambiar los papeles, pero no buscan una auténtica igualdad.

La marginación y sumisión en que la mayoría de las sociedades han tenido a la mujer probablemente se deba a una mala interpretación de esa diferencia de cualidades entre el hombre y la mujer; pero el camino para resolver este grave error histórico no es cometer otro y negar las diferencias.

Junto a todas las igualdades que hombre y mujer deben tener (por derecho y por principio, no por concesión o por generosidad), tenemos que saber admitir la existencia de una femineidad y la existencia de una masculinidad; al hombre le gusta sentirse masculino, y a la mujer le encanta que le reconozcan que es muy femenina; es normal. Y si se cambian los papeles, se arma el follón.

Sobre el tema se ha escrito y dicho mucho. ¡Y lo que vendrá! Aquí sólo pretendemos recordar algunos puntos sencillos y fundamentales con los que nuestra fe ilumina la cuestión:

-Que Dios creó al hombre y a la mujer (varón y varona, dice literalmente la Biblia, para que se vea claramente la igualdad), y a los dos los hizo a su imagen y semejanza; y sólo a Eva reconoció Adán como carne de su carne y sangre de su sangre. Hay, por tanto, una evidente igualdad.

-Pero si los creó "varón y varona" no fue para hacerlos repetidos, con alguna pequeña diferencia; los creó explícitamente distintos, varón y hembra, para que se complementaran -no para que uno sometiera a otra, ni tampoco una al otro-. Hay, por tanto, una evidente diferencia.

Saber articular la correcta relación entre esta igualdad y esta diferenciación es ya tarea histórica del hombre. En ese proceso hoy reconocemos, con toda claridad, que hemos cometido algunos errores de bulto. Por eso ahora tenemos medios para no caer en otro error.

Al leer la primera lectura de la liturgia de hoy, no pocas feministas habrán puesto el grito en el cielo (aunque, felizmente, no todas las feministas son iguales). Y tenemos que preguntarnos ¿qué hay de malo en alabar a una mujer por saber comportarse correctamente como tal? ¿Qué hay de malo en ensalzar a una mujer que sabe realizar correctamente las tareas domésticas? Por supuesto que las tareas domésticas no hay que endosárselas por principio a la mujer; pero ¿hay algo de malo en que las realice? En esta cuestión concretamente estamos esperando que ciertas corrientes feministas encuentren una postura clara: o no es digno el trabajo que se realiza en el hogar (y, por tanto, no hay que atar a la mujer a la pata de la mesa de la cocina), o es tan digno que el Estado debería instaurar el sueldo para las amas de casa (y entonces, ¿a qué tanto afán en sacarlas de casa?.

Bromas aparte, lo cierto es que la mujer ha estado marginada y sometida; y aún lo sigue estando en buena medida; pero la solución no la conseguiremos si no admitimos, junto a la igualdad de dignidad entre hombre y mujer, la diferencia en cualidades; negar esto es cerrar los ojos a la verdad, y con los ojos cerrados no se va a ninguna parte más que al fanatismo y a la intransigencia.

A la larga lista de las muchas cosas que a la mujer le han sido arrebatadas, no añadamos ahora el privarle de sus cualidades especiales; tarea del cristiano es sacarlas a flote, hacerlas brillar, hacerlas crecer en todas y cada una de las mujeres; que la mujer sea cada vez más persona, más ser humano... ¡siendo más mujer!

LUIS GRACIETA
DABAR 1990/56


2. VE/FRUSTRACION: EL HOMBRE SERA UN SER FRUSTRADO SI NO PUDIERA CALMAR ESTA SED DE VIDA ETERNA. TEXTO DE UNAMUNO/VE.

Decía D. Miguel de Unamuno que no sabía si merecíamos un más allá ni que la lógica nos lo muestre; "digo" -seguía- que lo necesito, merézcalo o no, y nada más. Digo que lo que pasa no me satisface, que tengo sed de eternidad, y que sin ella me es todo igual. Yo necesito eso, ¡lo ne-ce-si-to! Y sin ello ni hay alegría de vivir ni la alegría de vivir quiere decir nada. Es muy cómodo esto de decir: "¡hay que vivir, hay que contentarse con la vida!" ¿Y los que no nos contentamos con ella?" Don Miguel se atreve, pues, a afirmar la absurdez fundamental si no hay un más allá.

B. CEBOLLA
DABAR 1987/55


3. JUICIO-FINAL/CSO: QUÉ SUPONE CREER EN EL JUICIO FINAL. SOLO TIENE LAS MANOS LIMPIAS EL QUE NO "SE LAVA LAS MANOS".

Hace muchos años, acaso no tantos, con ocasión de las "santas misiones", solía hablarse del juicio final en términos verdaderamente dramáticos. Sin saber por qué, se lanzaban las "verdades eternas" como una especie de artillería pesada para forzar la rendición incondicional de los más recalcitrantes.

Hoy se escuchan, a veces, voces aisladas que lamentan el olvido de las "verdades eternas" en la predicación, sin que se sepa si se lamenta la ausencia de aquella oratoria tremendista o el silencio de las "verdades eternas". Más bien parece lo primero, puesto que las verdades eternas siguen animando la predicación, aunque se hace, eso sí, en otro tono más en armonía con el Evangelio. Porque las verdades eternas también son Evangelio. Y son eternas porque su validez no se reduce únicamente al futuro, sino que implican también el presente.

Situar el juicio final en el último día, sin más trascendencia que el de un ajuste general de cuentas, es anecdotizar el contenido de la fe, minimizar su alcance y alienar al creyente. Creer en el juicio final no es saber que un día se celebrará un juicio por todo lo alto, en el que todos nos enteraremos de la vida y milagros de los demás. Tal actitud contraviene la esperanza en la justicia de Dios, degradándola a un cotilleo universal.

Creer en el juicio final es creer ya que el hombre, todos y cada uno, por insignificantes que nos haga la masificación actual, tenemos que responder de la vida, de los talentos. Es estar convencidos firmemente de que somos responsables, de que no podemos desentendernos de la vida y refugiarnos en "vivir nuestra vida", al margen y sin tener en cuenta a los demás.

Creer en el juicio final es estar persuadidos de que no podemos tener la conciencia tranquila y "lavarnos las manos" cuando nos interesa no comprometernos. Porque el que, como Pilato, se lava las manos, es un irresponsable. Y no podrá presentarse con las manos limpias en el juicio de Dios. SOLO TIENE LAS MANOS LIMPIAS EL QUE NO "SE LAVA LAS MANOS".

EUCARISTÍA 1975/61


PRECIOSO TEXTO DE LUTHER KING: ORA/TRABAJO.

Debemos rezar constantemente por la paz, pero también debemos trabajar con todas nuestras fuerzas por el desarme y la suspensión de las pruebas de armas. Debemos utilizar nuestra inteligencia rigurosamente para planear la paz como la hemos utilizado para planear la guerra. Debemos rogar apasionadamente por la justicia racial, pero también debemos utilizar nuestras inteligencias para desarrollar un programa, organizarnos en acción de masas pacíficas y valernos de todos los recursos corporales y espirituales para poner fin a la injusticia racial.

Debemos rezar infatigablemente por la justicia económica, pero también debemos trabajar con diligencia para llevar a término aquellos planes sociales que produzcan una mejor distribución de la riqueza en nuestra nación y en los países subdesarrollados del mundo.

¿No nos revela todo esto la falacia de creer que Dios eliminará el mal de la tierra aunque el hombre no haga otra cosa que sentarse complacido al borde del camino? Ningún rayo del cielo eliminará jamás el mal. Ningún poderoso ejército de ángeles descenderá para obligar a los hombres a hacer lo que no quieren hacer. La Biblia no nos presenta a Dios como un zar omnipotente que toma decisiones por sus súbditos, ni como un tirano cósmico que con parecidos métodos a los de la Gestapo invada la vida interior del hombre, sino como un Padre amoroso que concede a sus hijos todas las abundantes bendiciones que quieran recibir con buena disposición. El hombre tiene que hacer algo siempre. "Ponte en pie, que voy a hablarte" (/Ez/02/01). El hombre no es un inválido total abandonado en un valle de depravación hasta que Dios le saque. El hombre más bien es un ser humano válido, cuya visión está averiada por los caracteres del pecado, y cuya alma está debilitada por el virus del orgullo, pero le queda suficiente visión para levantar los ojos hacia las montañas y le queda aún el recuerdo de Dios para que oriente su débil y pecadora vida hacia el Gran Médico que cura los estragos del pecado.

(MARTIN LUTHER KING
LA FUERZA DE AMAR
BARCELONA 1968/Págs. 139-140


5. BUENO/QUIEN-ES. YO NO ROBO NI MATO.

Generalmente consideramos que un hombre es bueno cuando no hace nada: no roba ni mata ni hace mal a nadie. ¿No será el miedo a la vida, la desconfianza en la vida y, consecuentemente, en el Señor de la vida, la razón de esa praxis tan negativa de lo que hemos venido a llamar cristianos practicantes? ¿Qué riesgo corre un cristiano practicante? ¿Qué aventuras emprende? Sin embargo, la parábola de los talentos insiste en el hacer, en el invertir, en el realizar las posibilidades que hemos recibido. El Evangelio es un camino y no una valla de protección. Y mucho menos un hoyo para enterrar la vida.

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LBC/AUSENCIA-CR: G. Bernanos ha observado que los cristianos poseen un mensaje de liberación. Pero que en la historia, han sido frecuentemente los otros los que han liberado a los hombres.


6. I/A/ORIGENES: AMOR A LA IGLESIA."MI DESEO ES EL DE SER VERDADERAMENTE ECLESIÁSTICO".

Amar a la Iglesia. "En cuanto a mí, proclamaba hace siglos Orígenes, mi deseo es el de ser verdaderamente eclesiástico". No hay otro medio, pensaba él con sobrada razón, para ser plenamente cristiano. El que formula semejante voto no se contenta con ser leal y sumiso en todo, exacto cumplidor de cuanto reclama su profesión de católico. Él ama la belleza de la Casa de Dios. La Iglesia ha arrebatado su corazón. Ella es su patria celestial. Ella es "su madre y sus hermanos". Nada de cuanto le afecta le deja indiferente o desinteresado.

J. RIERA
MISA DOMINICAL 1990/21


7.

LA PARÁBOLA DE LOS TALENTOS

Colocada en el interior del capítulo 25 de san Mateo, la parábola tan conocida de los talentos se convierte en una llamada muy clara: nuestras posibilidades, sean las que sean, debemos hacerlas fructificar al servicio de los intereses del amo, es decir, al servicio del Reino. Si no, quedaremos excluidos de él.

La exigencia básica es, pues, evitar que todo lo que tenemos y podemos hacer quede parado, y el Reino no avance en lo que nosotros podríamos hacerlo avanzar. Y una exigencia paralela es que el uso que hacemos de los talentos esté verdaderamente al servicio del dueño, y no para nuestro beneficio personal.

-CONOCER LOS TALENTOS QUE TENEMOS

Quizá no tenemos mucho la costumbre de reflexionarlo ni de predicarlo, pero quizá hoy estaría bien invitar a nuestros oyentes a hacerse conscientes de los talentos que cada uno tiene. Hay de todo, en nuestras asambleas cristianas, y todos tienen una posibilidad u otra: desde el abogado o el político prestigioso que se ha de plantear cómo pone su trabajo al servicio de los más queridos por Dios (los pobres), hasta el anciano achacoso que quizá su gran aportación sea la oración y las ganas de hacer la vida más amable a los que tiene a su alrededor. Todo esto son talentos. Muy distintos, valorados de maneras muy diversas según los criterios del mundo, pero todos talentos valiosos dados por Dios y que somos llamados a hacer que den fruto.

Tendremos, pues, que ser capaces de examinarnos a nosotros mismos con honestidad y sencillez y desear y proponernos de verdad hacer de nuestras posibilidades -de nuestra vida entera- un fruto para el Señor y su Reino.

-"SERVIRTE A TI, CREADOR DE TODO BIEN"

Es bien sabido que la parábola de hoy ha dado pie, a veces, a defender la acumulación de riquezas y otros bienes materiales: como si Jesús dijera que el dinero que tenemos es para que produzca más dinero.

Es claro que eso es un disparate. Y, por si no fuera suficientemente claro, sólo hay que leer lo que viene a continuación de la parábola de hoy, el texto del juicio final que leeremos el domingo próximo, para ver cuáles son los talentos que hay que acumular para que el Señor nos reciba con él: es todo lo que construya el Reino, y eso se nota básicamente en todo lo que favorezca a los pobres y a los débiles.

La colecta de hoy es una llamada a comprender correctamente qué significa esta fructificación de los talentos: "En servirte a ti, creador de todo bien, consiste el gozo pleno y verdadero". La felicidad plena, que es el Reino de Dios (que es oír que Dios nos diga: "Pasa al banquete de tu Señor"), se encuentra cuando servimos a Dios. Y servir a Dios quiere decir seguir el Evangelio. Y se encuentra cuando reconocemos, también, que él es el "creador de todo bien", es decir, cuando reconocemos que ni tan sólo lo que hemos conseguido con nuestro esfuerzo es nuestro, sino que también es de Dios y debe estar al servicio de su Reino.

-EL PECADO DEL ADMINISTRADOR GANDUL

El pecado del administrador gandul no es que hiciera nada mal hecho: es que no hizo nada. Este es un buen punto de reflexión, porque estamos muy acostumbrados a entender el pecado como algo malo que hacemos, mientras que aquí lo que Jesús condena es la pasividad, el no ponerse en acción. No es sólo aquello de "yo no mato ni robo" lo que Jesús no acepta: Jesús no acepta tampoco aquello otro de "yo no hago nada malo".

En definitiva, Jesús nos pide que seamos trabajadores de su Reino. Es decir, gente que dedica su vida a hacer que sea realidad lo que Jesús ama, lo que Jesús valora, lo que Jesús quiere. Y sólo hay que leer el evangelio para saber en qué consisten estos deseos de Jesús.

El domingo próximo tendremos, por otro lado, un buen resumen de esos deseos.

-EL BANQUETE DEL REINO, EL BANQUETE DE LA EUCARISTÍA

El domingo pasado era un fiesta de bodas, hoy es "el banquete de tu Señor". Es ésta una de las imágenes más habituales y explícitas del Reino de Dios. Y este tipo de imagen hace que, tanto el domingo pasado como hoy, sea fácil hablar de la celebración de la Eucaristía como un banquete que es signo y anticipación del Reino. En la Eucaristía entramos ya en comunión con el Señor. Entramos sacramentalmente y no en la plenitud de la realidad, pero este hecho ya cumple para nosotros todo tipo de funciones: nos lo recuerda, nos lo empieza a hacer vivir, nos empuja a caminar hacia él.

El domingo próximo, Jesús ya no hablará del banquete: no hablará el lenguaje de los signos sino el de la realidad. Será "el Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo".

JOSEP LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1993/14


8.

Te he confesado hasta el fin
con firmeza y sin rubor.
No he puesto nunca, Señor,
la luz bajo el celemín.
Me cercaron con rigor
angustias y sufrimientos,
pero en mis desalientos
vencí, Señor, con ahínco.
Me diste cinco talentos
y te devuelvo otros cinco.

José Mª Pemán
EL DIVINO IMPACIENTE