COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA

Hb 9, 24-28

 

1.

Este párrafo es el final de la sección absolutamente central de Hebreos (9, 11-28) dedicada al sacrificio de Cristo eficaz y definitivo.

Una primera observación esencial: no ha de entenderse este sacrificio en sentido expiatorio ni siquiera principalmente cultual pese a toda la terminología. El sentido fundamental del autor es presentar la muerte de Cristo como el momento de su total intercesión, su "ordenación sacerdotal", que une para siempre a Dios con el hombre y al hombre con Dios, eliminando los obstáculos que se oponen a esa unión. Este era uno de los sentidos -quizá el principal- de los sacrificios antiguos por lo que no resulta inadecuado hablar de la muerte de Cristo con esta categoría, con tal de que se entienda bien.

Todo ello lo lleva a cabo Cristo con su compromiso personal. El cual evidentemente no es un favor ni realmente dirigido al Padre como si éste tuviera algo en contra del hombre que el Señor Jesús hubiera de mitigar o hacer perdonar. Es más bien con el propio hombre en su condición pecadora presente para hacerle salir de ella. Es posibilitar al ser humano su propia superación no por sí mismo, sino uniéndose con quien se ha hecho solidario con él.

El efecto de esta acción de Cristo es definitivo. Tendemos quizás a poner tal número de condicionantes al paso de este efecto a nosotros que realmente convertimos esa eficacia en algo meramente teórico. Es claro que el efecto no es automático ni pasa a quien se cierra a él. Pero es preciso pensar en su eficacia auténtica, en la real destrucción de lo negativo, el pecado, que Cristo ha llevado a cabo con su muerte (y Resurrección). Queda la reserva escatológica. Todo está aquí ya, pero no todavía. Por eso "aparecerá" (v. 28). Pero ello no quita un ápice a lo que ya ha hecho por nosotros. Lo principal es persuadirse de ello, abrirse a él, establecer comunión humana con él. Y así participar de su modo de vida.

F. PASTOR
DABAR 1988, 56


 

2.

Tres momentos muestran la superioridad del santuario celestial en el que entra Jesús. No se trata de una obra imperfecta hecha por manos humanas (cf. 9, 11), no es una mera proyección o reflejo, como en el tiempo de la alianza y, por último, en él está Jesús directamente ante el rostro de Dios, inmediatamente en su presencia, no como en el sancta sanctorum de la tienda de la alianza, en que, para el sumo sacerdote, Dios estaba lejano e inasequible. Es importante la indicación de que Jesús "ahora", es decir, en el tiempo entre su sacrificio en la cruz y la parusía, "está ante Dios" y su estancia en el cielo significa una fuente de salvación.

Hay que llamar la atención sobre el término "alianza" (= "testamento" = "última voluntad").

La alianza nueva es, además, "testamento nuevo", es decir, deseo de Cristo de cumplir la voluntad del Padre; testamento que entró en vigor al entregar su vida en sacrificio perfecto. Por último, el significado de la "sangre": no hay sacrificio sin sangre, porque purifica a causa de la vida que hay en ella. Esto era entre los judíos... Pero, ahora -y esto es lo importante- la sangre que se ofrece libremente es la de Cristo = el ungido de Dios, no la de unos animales, como entre aquéllos. Para lograr la purificación total, era necesario un sacrificio más valioso que los antiguos.

EUCARISTÍA 1988, 53


 

3.

En este capítulo 9 y en el anterior se presenta el sacerdocio de Cristo como algo distinto y superior al sacerdocio del Antiguo Testamento. El templo de Jerusalén, construido por los hombres, no era más que una pálida imagen del verdadero templo o casa de Dios. La distancia que va de la tierra al cielo, de la obra de los hombres a la obra de Dios, no es mayor que la distancia que separa el sacerdocio de Cristo de cualquier otro sacerdocio. Pues sólo Cristo penetra en el cielo y oficia delante del mismo Dios.

J/MEDIADOR: Y si Dios recibe a Cristo en su propia casa y Cristo intercede por nosotros, es claro que Dios no es ya para los hombres inaccesible. Por Cristo, que es nuestro mediador, tenemos abierto el acceso a la casa del Padre. Con todas estas imágenes tomadas del culto y de la vida religiosa, el autor quiere decirnos que por medio de Jesucristo Dios se reconcilia con los hombres y los hombres entran en un nuevo tipo de relación con Dios. El Altísimo es ahora el Padre, nuestro Padre. Dios se acerca a los hombres y los hombres son hijos de Dios por Jesucristo.

El que se ofrece a sí mismo no puede ofrecerse más que una sola vez, pues lo da todo de una vez por todas. En cambio, el que ofrece "sangre ajena" no acaba nunca de hacer sacrificios. Por otra parte, el que ofrece sangre ajena no compromete su persona inmediatamente en el sacrificio y puede caer con facilidad en un ritualismo vacío. Este fue el caso del sacerdote antiguo. Cristo se ofrece a sí mismo, una sola vez y de verdad. Por eso el sacrificio de Cristo es más que suficiente para acabar con el pecado y constituye el momento culminante de toda la historia.

MISA/MEMORIAL  Según esto, la misa no es una repetición del único sacrificio de Cristo, sino más bien su actualización, su representación; es el mismo sacrificio de Cristo hecho presente en la fe y para la fe de la Iglesia. De manera que los cristianos tenemos ocasión de asociarnos al sacrificio de Cristo, de comprometernos con él en su entrega a Dios por todos los hombres.

Dios ha establecido que el hombre muera una sola vez. Esto da seriedad a nuestras vidas y nos carga de responsabilidad. Esto hace que la vida y la historia sea irreversible y esté preñada de esperanza y de riesgo, pues no hay más que un juicio y una sentencia final definitiva. El que hace de su vida una entrega a Dios y a los hijos de Dios, un sacrificio, no puede dar más de sí y no se le va a pedir más. Pero el que no entrega su vida la pierde sin que pueda recuperarla.

También Cristo murió una sola vez, como todos los hombres. Pero Cristo cumplió de una vez por todas, haciendo de su vida un único sacrificio válido para siempre. Y así alcanzó el perdón para todos los hombres que creen en él. Creer en Jesucristo es vivir y morir como Jesucristo y esperando su venida. Es aceptar el perdón de Dios y perdonar a los hombres como nosotros hemos sido perdonados. Jesús no volverá para comenzar de nuevo, esto es, para volver a morir y alcanzar otra vez el perdón. Jesús volverá para salvar definitivamente a cuantos han creído en el perdón que ya nos ha sido concedido.

EUCARISTÍA 1982, 51


 

4. /Hb/09/15

Cristo, mediador de la Nueva Alianza, es el medio eficaz para hacer que el hombre tenga acceso a Dios y alcance la verdadera comunión con Dios. Para ello era necesaria la muerte de Cristo ¿Por qué? Para entender la argumentación empleada por el autor de la carta es necesario recordar o hacer saber que la palabra griega que nosotros traducimos por alianza -la palabra diazeke- puede también significar "última voluntad" o testamento. En nuestro texto debe ser entendida en este último sentido, ya que el testamento sólo adquiere eficacia y entra en vigor después de la muerte del testador. La nueva alianza entró en vigor después de la muerte de Cristo.

Cristo mediador de la nueva alianza. No sólo ni principalmente porque es el intermediario entre las dos partes contratantes: entre Dios y el hombre, como representante de los hombres ante Dios (su Pontífice) y de Dios ante los hombres (su Enviado) sino sobre todo porque es el representante de Dios en la determinación y manifestación de su voluntad -su testamento- para con el hombre. Además, porque confirma y ratifica esta voluntad de Dios con su propia muerte. Es el testador y el ejecutor del testamento en una misma pieza. El es también la víctima sacrificial que era necesaria en toda alianza en orden a confirmarla. Víctima sacrificial de la alianza, mediador y garante de la misma.

Este es precisamente el sacrificio de Cristo ofrecido de una vez para siempre. Tan eficaz que no necesita repetirse. Porque por él hemos alcanzado el verdadero perdón de los pecados.

Por eso termina el texto: "Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos. La segunda vez aparecerá sin ninguna relación al pecado, para salvar definitivamente a los que lo esperan". Cristo aparecerá por segunda vez. Lo mismo que el sumo sacerdote judío aparecía ante el pueblo después de haber realizado la expiación de los pecados de su pueblo en el gran día de la expiación, así también Cristo volverá a aparecer ante su pueblo -la parusía. Pero esta segunda aparición gloriosa ya no guarda relación alguna con el pecado, vendrá a introducir a su pueblo en el gozo definitivo y eterno de los bienes que su sacrificio nos proporciona.

La nueva Alianza de la que Cristo es mediador es una alianza eterna, no solo por interminable, sino porque pertenece a la eternidad del santuario celestial, única realidad (8, 5).

Según este texto, la alianza primera no es sólo la del A. T., sino todo lo que pertenece al tiempo, lo caduco y pasajero, lo que queda aún del hombre viejo en cada cristiano.

Tenemos que ir haciendo presente en nuestra vida la Alianza eterna venciendo todo lo que haya de pecado y egoísmo en nuestro corazón y dejando que Jesús, el más fuerte, venza y ate a Satanás, el tentador (Mc 3, 22-30)


 

5. EU/SACRIFICIO:

El sacrificio único de Cristo (Heb 9, 24-28) Este pasaje de hoy nos proporciona importantes clarificaciones sobre el sacrificio de Cristo y sobre la celebración eucarística. En primer lugar, se subraya la superioridad del sacrificio de Cristo: nuestros santuarios están construidos por manos humanas, son copias del verdadero santuario. En este es en el que Cristo entró, en el cielo mismo, para mantenerse ahora ante Dios intercediendo por nosotros. Cristo es, pues, para nosotros un perpetuo intercesor.

Lo que le ha valido la entrada en ese santuario celeste es la ofrenda de su sacrificio. Este es un sacrificio perfecto y único; no tiene por qué ser repetido, ya que Cristo no ha ofrecido sangre ajena, sino la propia; por eso no tiene que sufrir más veces su pasión.

Ofreció su sacrificio una vez por todas para destruir el pecado. Se ofreció muriendo una sola vez por nuestros pecados, y le queda aparecer una segunda vez, no ya para el pecado, sino para tomar consigo a todos los que le esperan.

Esta ofrenda única y de valor infinito del sacrificio de Cristo no significa que la celebración eucarística no sea un verdadero sacrificio. La voluntad del propio Cristo es que lo ofrezcamos "en memoria suya", cosa que no quiere decir "como un recuerdo espiritual", sino actualizando el único sacrificio que él ofreció. Nosotros actualizamos ahora aquel único sacrificio a fin de que la Iglesia y cada uno de los bautizados puedan ofrecerlo con Cristo que intercede siempre por nosotros. Aunque el sacrificio de la cruz es "renovado", eso no quiere evidentemente decir que es re-comenzado por Cristo; su sacrificio ha sido ofrecido una sola vez y una vez por todas; pero si es actualizado, según la propia voluntad de Cristo, para que podamos tomar en él nuestra parte activamente.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITÚRGICO: CELEBRAR A JC 7
TIEMPO ORDINARIO: DOMINGOS 22-34
SAL TERRAE SANTANDER 1982.Pág. 145


 

6.

Después de haber comparado la entrada del gran sacerdote en el templo y la de Jesús, el autor vuelve al tema del sacrificio de Jesús como sacrificio único, una vez por siempre, realizado en un momento concreto de la historia, un momento que es ya "el final de la historia", porque ha realizado ya el objetivo de toda la historia salvadora: liberar a los hombres del pecado tomando sobre sí los pecados de todos. Y este objetivo final tendrá un segundo momento, que culminará el camino abierto con la cruz de Jesús: que todo el mundo participe totalmente de su vida.

JOSEP LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1994, 14