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H O M I L Í A S 

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DOMINGO XXXII
TIEMPO ORDINARIO

CICLO A

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Los tres últimos domingos del año tienen en sus lecturas un claro tono de "escatología": apuntan, cada uno a su modo, a la Venida de Cristo. Hoy, con la parábola de las vírgenes, el próximo, con la de los talentos, y el último, con la solemnidad de Cristo Rey.

Luego, el Adviento, seguirá también en esa clave de mirada al futuro y de invitación a la vigilancia. Es la temporada del año en que los cristianos somos interpelados por la Palabra respecto a nuestra esperanza y preparación hacia esa venida. Hoy la homilía podría tener este matiz: la sabiduría verdadera está en saber estar atentos y vigilantes ante la presencia del Señor en nuestras vidas y su vuelta final.

EL SABIO Y EL NECIO. Ya la primera lectura nos ha presentado la urgencia de encontrarnos con la verdadera sabiduría, que el autor ha descrito como una persona que nos sale al encuentro y quiere que la busquemos: el que está con los ojos abiertos y sabe acogerla, ése será en verdad afortunado. Y, según este texto, es fácil poseer la sabiduría. No hace falta mucha ciencia o cultura: muchas personas sencillas han tenido ese don de la sabiduría, han sabido ver lo que valía la pena en la vida, mientras que otros muchos que se creen muy sabios, no han dado en la clave de este saber según Dios y han malgastado sus energías y su vida.

La descripción de Cristo en su parábola, llena de vivacidad, nos vuelve a poner ante el dilema. Las cinco muchachas necias no supieron estar atentas y preparadas para la venida del novio, y así no pudieron entrar a la fiesta de bodas. Aquí la invitación es muy clara: "velad, porque no sabéis el día ni la hora".

-¿A QUÉ VIGILANCIA SE NOS INVITA?

a) Ante todo hay que presentar a la comunidad eclesial como esencialmente "escatológica", o sea, como un pueblo en marcha, peregrino, que mira hacia adelante, que espera la Venida última de su Señor y Esposo. Esta perspectiva se irá repitiendo en los próximos domingos, hasta la Navidad. Y es una actitud fundamental para todo cristiano: además de la fe y de la caridad, un cristiano es una persona que espera, que está en vela mirando al futuro. El cristiano vive entre el recuerdo del gran acontecimiento de Cristo y la tensión hacia su vuelta final.

b) La vigilancia del cristiano es vivir en esta atención despierta. Los judíos no supieron estar atentos a la llegada del Esposo. Pero también nosotros corremos el peligro de adormecernos y dejar pasar el momento de gracia una y otra vez. Podemos pasar los días y los años distraídos; o bien locos tras otros valores (tras el anuncio de otros esposos y otras fiestas). Y luego, cuando llega el verdadero esposo, estamos desprevenidos. Y eso que una y otra vez Cristo nos ha avisado de que llegará en el momento menos esperado. Las comparaciones del ladrón que realiza su atraco, o del amo que vuelve del viaje, o del esposo que viene a poner en marcha su séquito de muchachas, son muy significativas.

c) Pero esto no sólo se refiere a la Vuelta final de Cristo, ni tampoco sólo al momento de nuestra propia muerte, aunque son los dos momentos culminantes de la historia comunitaria y personal. Se cumple aquello de nuestra literatura clásica: "que al final de la jornada, aquél que se salva, sabe, y el que no, no sabe nada".

Pero hay otras "venidas" de Cristo, el Esposo, a las que también debemos estar preparados y con los ojos bien abiertos. TODA LA VIDA ESTA LLENA DE MOMENTOS IMPORTANTES, IRREPETIBLES. Entre la venida primera y la última de Cristo, está su venida continuada, diaria, a nuestra vida personal y eclesial: "yo estoy con vosotros todos los días..." El cristiano sabio es el que está atento a esta presencia (Ver poesía "Dios nos habla a todas horas..."), el que sabe descubrir la cercanía de Cristo y de Dios en su vida, el que ve todas las cosas con los ojos de la fe, el que orienta su vida desde la perspectiva de Cristo. La verdadera vigilancia es una actitud continua de atención, de espera gozosa.

Como dice Pablo en la 2a. lectura, a un cristiano la vida se le llena de esperanza porque está convencido de una cosa: así como Cristo ya ha resucitado de entre los muertos, así todos estamos destinados a resucitar también a la nueva vida. Y esto ilumina y da un color de sabiduría a cada uno de nuestros días.

d) "Vigilar" no es estar siempre con miedo, ni dejarnos atenazar por la angustia. Un cristiano no deja de vivir, y de gozar la vida, y de incorporarse seriamente a las tareas de la sociedad y de la Iglesia. Lo que pasa es que lo hace con responsabilidad, con la atención puesta en los verdaderos valores, los que valen en verdad la pena, sin dejarse amodorrar por las innumerables drogas de este mundo, o por la pereza y la inercia. Vivir en tensión gozosa. Los pocos años que vive quiere vivirlos de modo que acierte en la clave fundamental de su existencia. La presencia -invisible- del Esposo y su vuelta -visible y gloriosa- le sirven de focos que iluminan cada uno de sus pasos.

Sería hoy una buena ocasión -aunque tendremos más en domingos sucesivos- para destacar aquellos aspectos de nuestra celebración dominical que "miran al futuro": el canto del Sanctus, "bendito el que viene"; la aclamación "ven, Señor Jesús"; las palabras de la Plegaria Eucarística, "mientras esperamos su venida gloriosa...". Pero todo ello en medio de una celebración que no sólo espera la venida futura, sino que se goza ya en la presencia actual, porque comulga con el Cristo ya presente, que nos invita a su cena de bodas.

J. ALDAZABAL
MISA DOMINICAL 1981/21

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