32 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO XXXII
DEL TIEMPO ORDINARIO
26-32

 

26.

Autor: Neptalí Díaz Villán, CSsR

Fuente: www.scalando.com

¿SUERTE?

En algunas comunidades cristianas se corrió el rumor de una segunda venida de Cristo, la llamada Parusía. Para nosotros puede sonar a cosa del pasado, aunque algunos “inocentes” en pleno siglo XXI siguen esperando que en cualquier momento llegue la Parusía y ellos sean arrebatados por una nube al encuentro del Señor. ¡Claro! Según estos grupos pseudo religiosos, sólo tendrían derecho a disfrutar de este acontecimiento los de su iglesia, no los inconversos de otras denominaciones.

Para algunos cristianos primitivos la segunda venida iba a ser inminente y, despreocupados de esta vida sin trabajar, esperaban ser arrebatados para vivir como los ángeles… pero el tiempo pasaba y en vista de que no llegaba la tal Parusía, muchos se desanimaron y algunas comunidades de dispersaron. Los escritores que habían apoyado esta postura, se vieron obligados a hacer otra interpretación y animar a las comunidades a vivir alerta enfrentando el mundo y trabajando con esperanza. Así lo hizo el mimo Pablo, que en la primera carta a los Tesalonicenses (1ra lect.) se mostró en espera de la Parusía, pero después en la segunda carta los exhortó a poner atención a la vida presente: “porque oímos que algunos de ustedes andan desordenadamente no trabajando en nada sino entreteniéndose en lo ajeno. A los tales les mandamos y exhortamos, por nuestro Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su propio pan…” (2Tes 3,11ss).

Mateo, por esa misma línea, lo hace esta vez con la parábola de las 10 doncellas. La parábola empieza mostrando el ritual de bodas entre judíos del siglo I: cuando llegaba el novio, empezaba la fiesta amenizada por música y bailarinas, las amigas de la novia, o las doncellas. Los autores bíblicos utilizan con mucha frecuencia la figura de una boda para comparar la relación de Dios con su pueblo. Las comunidades cristianas están representadas por las diez vírgenes que esperan al novio, entre las que hay miembros sensatos y necios. Jesucristo es representado por el novio y con él, todas las esperanzas de alegría, felicidad y vida eterna.

Después de 20 siglos, nosotros, medianamente cuerdos, ya no estamos esperando una venida inminente de Cristo, ni ser arrebatados por una nube dejando este mundo cruel para vivir en el nirvana. Hoy ya hemos comprendido que la venida del Señor es ya, que el Reino de Dios está entre nosotros y que cada uno debe comprometerse en hacerlo realidad.

Por supuesto que la vida cristiana es vida comunitaria, pero no nos podemos olvidar que también somos individuos con características muy propias. Una comunidad y la sociedad en general, se componen de individualidades y sólo con individuos comprometidos y eficaces podemos organizar comunidades que construyan Reino de Dios.

Cada persona debe estar preparada y hacer su trabajo. La comunidad o la familia, juega un papel importante, pero a cada uno le corresponde tener aceite se reserva, actitudes de amor y de servicio, esfuerzo personal y entrega generosa, y dar lo mejor para su realización personal. Existen cosas que no se pueden prestar, porque sencillamente es imposible: un maestro le puede enseñar a su alumno, pero no puede por arte de magia transmitirle el conocimiento a su cerebro sin que este trabaje por aprender; una familia o comunidad pueden enseñarles valores a sus miembros pero sin el esfuerzo personal no aparecen individuos virtuosos y en el momento de la prueba ante el mundo, no puede responder el papá, el amigo, el hermano, nadie. “Te puede enseñar a nadar, no puedo nadar por ti; te puede enseñar a amar, no puede amar por ti…”

Para nuestro desarrollo individual no contamos con todo el tiempo y todo el espacio, tenemos un tiempo y un espacio limitado. Nuestro tiempo y nuestro espacio se acabarán en algún momento, tal vez en el menos esperado. Podemos decir que por mala suerte el novio llegó precisamente cuando las doncellas necias estaban buscando el aceite. Que por buena o mala suerte a alguien le va bien o mal en la vida. Que por buena o mala suerte le fue bien o fracasó en el amor. Pero no es cuestión de buena o de mala suerte, es cuestión de utilizar bien o no, la facultad de pensar, con prudencia o con necedad. Aquello de la suerte es un mecanismo de distracción para tratar de justificar las fallas y no asumir responsabilidades.

Todo ser humano tiene la facultad de pensar, pero no todos la utilizan bien. Cualquiera puede, como dice la primera lectura, buscar la sabiduría y ella saldrá a su encuentro. El sabio no es tanto el que mucho sabe, sino el que saborea la vida porque utiliza bien su inteligencia. Es el que entiende su necesidad de Dios y lo busca como busca la cierva corrientes de agua viva, presente en los hermanos y en el devenir de su historia mortal. Cuidado hermanos mortales, no es por asustarnos y generar terror, pero sencillamente es necesario tomar la vida en serio, confiar en Dios, pero actuar con inteligencia para que no se acabe el aceite. Aquí nos jugamos la vida, podemos tirarla y convertirnos en seres despreciables o aprovecharla y convertirnos, con gracia de Dios, en verdaderas obras de arte, dignas de admirar, testimonio de fe y de amor.


27. 7 de noviembre de 1999 

VELAD Y ESTAD PREPARADOS CON EL AMOR

1. La Sabiduría viene personificada en una mujer hermosa, joven y atractiva, que nunca pierde su encanto, sentada a la puerta de los que la buscan. "Radiante e inmarcesible es la Sabiduría" Sabiduría 6,13. Atrae las miradas de los hombres. Los que la aman la pueden contemplar. Los que la buscan la encuentran fácilmente. Los que anhelan poseerla y se levantan temprano para buscarla, y recorren las calles y las plazas de la ciudad buscando al Amado de su alma, como la esposa del Cantar de los Cantares, la encontrarán sentada a su puerta: "Estoy a la puerta llamando; si alguno escucha mi voz y me abre la puerta, yo entraré en él y cenaré con él y él conmigo" (Ap 3,20). Es la Sabiduría la que toma la iniciativa, y viene al encuentro del hombre. Es Jesucristo que está llamando. No se hace de rogar. Sólo quiere ser buscada. "Quien vela por ella, pronto se verá sin problemas". 

2. Estamos en el punto de conexión de la lectura de la Sabiduría y el evangelio: VELAR. Esperar, buscar, prepararse, estudiar, trabajar, orar, porque no sabemos a qué hora llegará el Esposo. Buscar al Esposo, como la esposa de los Cantares, saliendo de noche en su busca. Cuesta velar. La esposa vela y busca porque ama. El que ama no puede vivir sin su amado, sin su amada. Cuando no amamos nos dormimos, nos distraemos, nos aburrimos, despreciamos los vencimientos en lo pequeño, no nos preparamos, nos contentamos con lo que salga sin esfuerzo, no damos importancia a la palabra dada por pereza o desorganización, no vibramos, no trabajamos, o lo hacemos sin orden ni constancia, no sabemos ver la grandeza de lo ordinario y lo desdeñamos, pero tampoco gozamos de la paz del sacrificio y del vencimiento del carácter domesticado, del capricho momentáneo, como niños que se pasan de un juego a otro sólo por cambiar. Pesa el estudio, y la oración, y el trabajo bien hecho, pero el fruto de la sabiduría, compensa con paz y con creces el esfuerzo y la renuncia. No he oido risas más sinceras y rostros más luminosos y resplandecientes de alegría, que en el locutorio de las mujeres consagradas a Dios, porque se vencen y luchan a tope.

3. El cristiano, preparado para la venida del Señor, madruga por él, tiene sed de él, está ansioso de su presencia, como tierra reseca, agostada, sin agua: "Porque mi alma está sedienta de tí, Señor, Dios mío. Y hasta de noche en el lecho, me acuerdo de tí, pienso en tí Salmo 62. Enamorado y dolorido Juan de la Cruz, desconocido, excepto para media docena de almas selectas, escribió en el estercolero de la cárcel de Toledo, los versos más divinos y humanos que se han escrito en toda las literaturas universales: "¿A dónde te escondiste, Amado, / y me dejaste con gemido? / Como el ciervo huiste, habiéndome herido. Salí tras tí clamando / y eras ido".

4. La parábola de hoy comienza así: "El Reino de los Cielos será semejante a diez muchachas vírgenes invitadas a un banquete de boda" Mateo 25,1. Unas estaban preparadas, otras no, como el invitado sin traje de boda (Mt 22,12). Las que no lo estaban, porque no tenían amor, el aceite, se quedaron fuera. "A medianoche se oyó una voz: <¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!>. –Las vírgenes necias, al ver la puerta cerrada, golpeaban y aporreaban la puerta cerrada y gritaban con desesperación: "Señor, Señor, ábrenos" y repetían una y otra vez la llamada, como quien tiene conciencia clara de que se está jugando la existencia inmortal. En la repetición está reflejada la angustia. Es como el que ha hecho tarde al tren, al avión, y el viaje era urgente, trascendental, porque era portador de un corazón para ser trasplantado, del que dependía la vida de un hombre. "Velad y orad, no sabéis el día ni la hora". 

5. En la parábola están bien utilizados dos recursos literarios: el retraso del novio y el sueño de las vírgenes. Las muchachas necias lo son, no porque se durmieron, pues se durmieron todas, sino porque no estaban preparadas para la llegada del esposo, con aceite suficiente, y se les apagaron las lámparas. Les faltó cabeza. El novio se retrasa. Tarda. Se prolonga la vida. Esto es motivo de adormecerse. Adormecerse es entregarse al trabajo y al porvenir de este mundo, dedicados a nuestra propia realización, olvidando el retorno de Cristo, y la vida del mundo futuro que profesamos en el Credo. La consternación y la rabia de las vírgenes locas indica el fracaso fatal de toda la vida. Por fortuna no todas se durmieron. Las cinco más delicadas, inteligentes y que amaban de verdad, estaban con las lucernas encendidas y bien provistas de aceite.

Jesús pronuncia esta parábola en Jerusalén. La ciudad, como entonces todas, no está iluminada, sino sumida en las sombras. Las lámparas o teas alimentadas por aceite eran las únicas luminarias que existían. En la oscuridad de la noche cerrada, no se podía dar ni un paso sin esa pobre luz, única de los tiempos. De nuestras modernas calles iluminadas, no hubiera hablado así.

6. ¡Lo que se han perdido las vírgenes necias! El salmo 44 nos narra la entrada de la esposa en el palacio real, bellísima, vestida de perlas y brocado; llega ante el esposo rey, Cristo, con séquito de vírgenes, acompañada de sus compañeras entre alegría y algazara. El salmo se titula "Canto de amor". La boda se celebra en un decorado propio de las "Mil y una noches". Es la poesía de la prosa del "Cantar de los cantares". Jesús, como novio locamente enamorado, cantó sin cesar en su corazón, este canto de amor, porque él, que es el AMOR, está INMUTABLEMENTE e insondablemente enamorado, concepto que atraviesa toda la Biblia. Así, a los que veían con malos ojos que sus discípulos ni ayunaban ni hacían penitencia como los de Juan, Jesús contestó: "¿Pueden llorar los amigos del novio, estando él con ellos?" (Mt 9,15). Jesús es célibe y está enamorado. Hoy se alardea de no ser vírgenes, aunque no están enamoradas. Pero, ¿puede una virgen estar enamorada? ¿Puede arder de amor un célibe? ¿Puede consumirse de amor verdadero, una persona consagrada al Amor? Preguntádselo a Santa Cecilia, que renuncia a costa de su vida a Valeriano, el mejor partido de Roma, o al ambicioso San Francisco Xavier, que va a morir dictándole al padre Cosme que escriba a Roma al padre Ignacio, "que ha muerto pensando en él, / lleno de amores…aquel / impaciente de París", o a Teresa de Jesús, guapísima e inteligentísima, o a San Juan de la Cruz, o San Ignacio de Loyola, que había vivido en la corte y en la carne, o a la Doctora Nueva de la Iglesia, Santa Teresa del Niño Jesús, que murió de amor musitando: "¡Oh, le amo! Dios mío, os amo!", y cayó en éxtasis bellísimo. Pero yo se lo preguntaría, sobre todo a San Agustín que, habiendo experimentado todas las categorías del amor, el de su madre, Santa Mónica, el de su amigo Alipio, la mitad de su alma: "animae dimidium meae"; el de la carne, "nondum amabam et amare amabam" "todavía no amaba y deseaba amar", pues amar y ser amado era lo más dulce para mí, sobre todo si podía gozar del cuerpo del amante", por eso se lió con una fulana y después con su amante africanita, de la que tuvo un hijo inteligentísimo, Adeodato, que cuando la arrancó de su lado quedó llagado su corazón, manando sangre contínuamente, y de las dos jovencitas que le siguieron. "Al fin fui amado y llegué al placer, para luego ser azotado con las varas candentes de hierro de los celos, sospechas, temores, iras y contiendas". El gran corazón de Agustín, conocedor de todos los amores, necesita amar y se va a consagrar en el celibato, ¿cómo podrá ya amar, siendo célibe? Cuando por fin vio la luz, Llegó a amar tanto, que escribió la frase conocida por todo el mundo: "Nos has hecho, Señor, para ti, y nuestro corazón inquieto sólo puede descansar en ti". Y cuando ya estaba gozando del amor de Dios, a él consagrado, escribe en sus Confesiones: "Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti". Por fin aquella águila gigante había encontrado el AMOR.

7. Y con el amor, la fecundidad. Santa Teresa escribe que para esto es este matrimonio, para que nazcan obras. Sus obras son los hijos. Todavía, después de dieciséis siglos, viven los innumerables hijos de San Agustín, y los de San Ignacio, y de Santa Teresita. Dª Teresa Laiz, fundadora del monasterio de Alba de Tormes, no tenía hijos y los deseaba y pedía a Dios. El Señor le enseñó un campo cubierto de lindísimas flores, y le dijo: estos son los innumerables hijos que tendrás: un monasterio de contemplativas, que vivirán siempre. Allí morirá Santa Teresa.

8. Pero no vayamos a creer que ese camino es ancho y que a su meta se llega por los derroteros del desenfreno y desmadre. El mismo Santo, con toda crudeza, nos describe su estado: "Pedía a Dios la castidad, pero no para ahora, sino para más adelante, porque a mí, cautivo, me atormentaba con vehemencia la costumbre de saciar mi insaciable concupiscencia, y el deseo del coito era tan intenso, que su privación me llenaba de tristeza y angustia". 

9. "Id a la tienda a comprar el aceite". ¿Egoismo de las sensatas? También. Pero la parábola no lo quiere destacar. Lo que pretende poner de relieve, es que la luz, alimentada por el aceite, es un valor de difícil adquisición. Es el amor, la caridad, que no están nunca de rebajas. El aceite y la lámpara significan algo personal e intransferible que forma parte de la propia identidad. Están o no están en la biografía personal. Sin ese aceite y esa lámpara encendida, el hombre no es hombre, Dios no lo reconoce: "No os conozco". No podemos hoy escuchar el tono y el acento del esposo que dice estas palabras. Pero en el matiz me parece a mí que descubriríamos más que dureza y condenación, desilusión y dolor del amor no correspondido y fracasado. El esposo os creó por amor; siempre estuvo atento a vuestra vida; os situó en circunstancias que favorecieran las buenas obras, y si eran adversas, siempre os quitaba las piedras para que no tropezarais; os llamaba una y otra vez; os ponía personas y amigos que os iluminaran; os probaba para que volvierais a él; como a la higuera que no daba fruto, os cuidó con mimo y paciencia. Su anhelo infinito era que os parecierais a él. Pero ahora no os reconoce así. Algo parecido a lo que le sucedería a un padre que ha dedicado todos sus esfuerzos y sacrificios en educar a sus hijos y sacándoles de la nada, con su dedicación constante y su amor ardiente, que cuando comenzabais a sentir sabíais corresponder, se ha trocado en desvío, desamor, olvido, odio o rechazo. El acento de la voz del padre en las palabras: "no os conozco", es de ternura y fracaso, de desilusión y desengaño, de sufrimiento y de dolor. La voz del esposo suena así como la del padre defraudado: "Mi novia de la juventud, amorosa y sacrificada" (Jer 2,2), se ha convertido en huraña y desagradecida, Ya no la conozco. Ha cambiado tanto, que ya no la conozco". Pero, si la voz del esposo es de ternura, la elegida fracasada, la oye con sentido de cólera: "Id, malditos, al fuego eterno, a las tinieblas exteriores", es decir será arrojada fuera, o más bien es ella la que se ha encadenado a la oscuridad tenebrosa de la noche eterna, cuando había sido llamada a gozar de la iluminación de la sala del festín.

10. A ella, a quien el esposo le había dicho por Ezequiel, 16,4: "Cuando naciste, no te cortaron el cordón ni te limpiaron. Pasé yo y te vi agitándote en tu sangre, y te dije: Vive y crece, y llegaste a la flor de tu juventud: se formaron tus senos y tu pelo creció. Cuando estabas en la edad del amor, te dsesposé y fuiste mía, te lavé, te limpié de tu sangre y te ungí con óleo, te vestí con vestidos recamados y te cubrí de seda. Te adorné con joyas; te alimenté con flor de harina y te hiciste cada vez más hermosa y te nombré reina". Y ahora has querido quedarte fuera de mi lado y separada de mí.

10. ¿Cuál fue la conducta de las vírgenes sabias y prudentes? Seguir el consejo del mismo salmo: "Olvida tu pueblo y la casa de tu padre, y el rey amará tu belleza". Olvida tus costumbres y tus preferencias y gustos y la corriente social. Y "en lugar de tus padres, tendrás hijos, que serán príncipes, y te alabarán todos los pueblos por siempre". Porque hijos de la carne, ¿cuántos? ¿Uno, o la parejita, porque hoy no está la vida como antes? Tus hijos del espíritu serán innumerables, serán príncipes celestiales que te amarán, sin fin, y eternamente te cantarán su gratitud. Ni tu envejerás, ni tus hijos te llevarán al asilo. Cuando San Agustín predicaba esto alguien le dijo: "Pero así se acabaría el mundo". Y respondió: ¡Qué bello y feliz final del mundo! Y digo yo, es preferible que el mundo se acabara, que no se acabará, por el cumplimiento de la virtud de la castidad, que por el furor terrible de las armas atómicas, como terminaron Hiroshima y Nagasaki, o Kansas, como relata Nicholas Meyer en la película de año 1983, "El día después".

11. Entre la Sabiduría y la lámpara encendida hay una cierta identidad. San Pablo sugiere la identidad entre lámparas apagadas y la aflicción desesperada ante la muerte: "de los hombres sin esperanza" 1 Tesalonicenses 4,13. Ante estos, Dios no puede hacer nada, "se cerró la puerta". ¿Y si una virgen prudente hubiese surtido aceite en aquel momento a las que no estaban preparadas? Esa sería una teología para morir, no para vivir. Si hay una tienda a mano, ¿para qué el evangelio y las bienaventuranzas? 

12. "Velad y estad preparados, porque en el momento que menos penséis vendrá el Hijo del Hombre"(Mt 24,42). Después de la consagración, al anunciar la muerte y la resurrección del Señor, pediremos también su venida: "¡Ven, Señor Jesús!".

JESÚS MARTÍ BALLESTER


28.

El Evangelio de hoy nos propone el reino de Dios como un banquete de bodas. Jesús utiliza la figura de las bodas de su tiempo para reflejarnos tres actitudes profundamente cristianas:

En aquella época todo el pueblo salía a acompañar a la pareja al nuevo hogar, e iban por el camino más largo posible para recibir las felicitaciones de todos los que encontraban a su paso.

Cuando se casaba una pareja, no se iban de luna de miel, sino que se quedaban en casa. Durante una semana tenían la puerta abierta a los que quisieran visitarles. A esta semana estaban invitados los amigos más íntimos; así es que no fue solamente la ceremonia de la boda, sino toda una semana de fiesta lo que se perdieron las muchachas que no estaban preparadas.

Las visitas esperaban con la novia la llegada del novio que podía llegar incluso a media noche. A nadie se le permite estar en la calle cuando anochece sin una lámpara, y una vez que ha llegado el novio, y se ha cerrado la puerta, los que lleguen tarde a la ceremonia no pueden entrar. Esto sucede aún hoy.

El Reino de Dios es comparado a la sala de banquete donde entran las muchachas prudentes. El punto nuclear de esta parábola es el estar preparados para cuando el Señor llegue.

o ¿Qué significa para ti estar preparados?

o ¿Por qué debemos de ser perseverantes?

Hay muchas personas que entienden lo de estar preparados en un sentido puramente sobrenatural: prepararnos para la hora de la muerte. Nada más lejos de la realidad lo que nos refleja la Palabra de hoy. Estar preparados significa tener siempre presente a Cristo y comprometerse con su causa, en esta vida, en el día a día, y en la suma de todos esos días de seguimiento es donde ya nos encontramos preparados para nuestro encuentro final con el Señor.

El fallo de las muchachas imprudentes no fue el que se quedaran dormidas ya que todas descansaron, su fallo fue el no haber previsto los elementos necesarios para que cuando llegase el novio sus lámparas estuviesen encendidas.

En la fe no hay que vivir desprevenidos, hay que estar siempre alerta a las indicaciones del Maestro. Si tenemos los elementos adecuados que Jesús nos propone, nuestra fe nunca se apagará.

Estamos esperando la venida definitiva del Señor y no tenemos que cansarnos ni desanimarnos en la espera. Puede ser que la vida muchas veces se nos presente llena de dificultades y temores pero no tenemos que dejar de esperar en el Señor y su voluntad. La gran tragedia de muchos cristianos es el cansancio que les despista y desanima de la espera realmente importante.

Las muchachas descuidadas representan a aquellas personas para los que la fe es algo que aparentemente no necesita cuidados. Se quedan dormidas, se despiertan y al darse cuenta de su falta de aceite la piden a las otras, a las prevenidas. Las muchachas preparadas son las que han pensado que el novio se puede retrasar y se han procurado una reserva de aceite para que la fe no se apague. La fe no se puede prestar a nadie. El corazón de cada persona es el campo exclusivo donde florece la gracia de la fe que no se puede trasplantar ni ceder a nadie.

El Señor está por venir, tenemos que mantener viva nuestra fe, nuestra esperanza, nuestro amor; pero esto sólo se logra con vigilancia, con perseverancia y con una profunda confianza en el Señor.

Quiera Dios que cuando lleguemos a su presencia las lámparas de nuestra fe estén encendidas y con suficiente reserva para poder, en la oscuridad, reconocerlo como nuestro Salvador.

1. ¿Cuál debe ser la actitud del cristiano ante las dificultades de la vida?

2. ¿Cómo debemos esperar la venida definitiva del Señor?

3. ¿Cómo podemos alimentar nuestra fe diariamente?

4. ¿Qué hacer cuando flaquea la fe?

5. ¿Se puede prestar la fe a nuestros familiares, amigos, etc.? ¿Por qué?

Mario Santana Bueno


29. Fray Nelson Domingo 6 de Noviembre de 2005
Temas de las lecturas: Buscar la sabiduría * El futuro de los creyentes * Parábola de las diez vírgenes .

Más información.

1. Prepararse para despertar
1.1 La invitación de Jesús es clara: "Estén, pues, preparados, porque no saben ni el día ni la hora" (Mt 25,13). En esta parábola en particular Cristo admite que hay una especie de sueño que nos envuelve a todos, porque la diferencia entre unas y otras doncellas no está en que unas durmieron y otras no. Lo que las diferencia no es en este caso el sueño sino cómo se dispusieron para la hora del banquete, es decir: cómo prepararon su despertar.

1.2 Algunas simplemente no prepararon su despertar. El cansancio, el hastío o la oscuridad de la noche les ganaron y ellas pasivamente entregaron al sueño sin pensar qué podría suceder después. Otras en cambio, aunque sintieran que la noche les podía vencer, hicieron acopio de aceite, de modo que al despertar pudieran contar con algo para vencer a la noche. Es un asunto de conciencia: unas fueron conscientes de que podían dormirse, y tomaron medidas al respecto; otras sencillamente se dejaron ganar del sueño.

1.3 Para nosotros, ¿qué es preparar el despertar? Depende de qué sueño estemos hablando. Uno puede pensar en el sueño de la muerte, cosa que suena muy concorde con el tono escatológico de estos capítulos finales del evangelio de Mateo. Quienes se dejan llevar por este sueño son quienes extinguen su mirada sobre este mundo como si nada realmente fuera a suceder después. Quienes, por el contrario, son previsivos, guardan aceite, que es una manera de guardar luz. Aunque su cuerpo sea vencido por el sueño, hay un poco de luz que no duerme con ellos. ¿Qué luz estamos guardando? ¿Qué puede alumbrar en nosotros cuando ya nos hayamos dormido, esto es, cuando ya la muerte nos haya sometido a su poder?

2. Buscar la sabiduría
2.1 La primera lectura nos habla también de la luz: "radiante e incorruptible es la sabiduría" (Sab 6,12). La sabiduría es incorruptible; es un género de luz que corresponde bien al aceite de que nos habló el evangelio, porque aunque el sueño de la muerte nos atrape, la sabiduría no está sujeta al imperio de la muerte y puede estar con nosotros cuando se escuche la voz: "...¡llega el esposo!" (Mt 25,6).

2.2 Vale la pena recordar que esta sabiduría es mucho más que conocimiento. No se trata de erudición o de capacidad intelectual, aunque tampoco riñe con ellas. Esta sabiduría sale al encuentro de quienes la buscan " y colabora con ellos en todos sus proyectos" (Sab 6,16). Consiste más, entonces, en una ciencia para la vida, un saber vivir. Por consiguiente el mensaje sería: saber vivir el camino de esta vida prepara la vida que vendrá después de este camino.

3. Entrar al banquete
3.1 Por otro lado, no podemos perder de vista qué rostro tienen la hora y el encuentro finales en esta parábola del Señor. Todas aquellas doncellas estaban invitadas a un banquete de bodas. Todas estaban aguardando al Esposo. Este cuadro proviene de las costumbres judías de aquella época pero conserva su validez y una fuerza alegórica inmensa en todos los tiempos. Esperar al Esposo es esperar un gozo que no tiene semejante en esta tierra. Las bodas son el día de la alegría, según expresión del Cantar de los Cantares (3,11).

3.2 Nosotros, pues, no esperemos en el vacío o en la incertidumbre. Somos llamados a compartir el día del gozo del Esposo, el día de la alegría de Cristo. En la intimidad de un banquete, que se anticipa en esta cena eucarística, Cristo nos dará a saborear el gozo de su corazón ante la belleza de su Esposa, la Iglesia.


30. INSTITUTO DEL VERBO ENCARNADO

Comentarios generales

Sobre la Primera Lectura (Sabiduría 6, 13-17)

El Autor sagrado nos habla de cuán fácil es hallar a Dios si de verdad se le busca:

— Por personificación literaria identifica con Dios uno de sus atributos, la «Sabiduría», y dice de ella: «Fácilmente la contemplan los que la aman y la encuentran los que la buscan. Se anticipa a darse a conocer a los que la anhelan. Quien madrugare por ella no se fatigará, pues a su puerta la hallará sentada» (12-14).

— La teología elaborará estas ideas y podrá iluminar con ellas su tratado de la gracia «preveniente». Dios se anticipa a nosotros en el amor. Toda iniciativa salvífica parte de El. Cuando nosotros le buscamos es porque ya su amor nos está acosando. Esta gracia de Dios a toda hora está buscando y llamando a los hombres, a todos los hombres: «Ella misma va por todas partes buscando a los que son dignos de ella; se les muestra benévola en los caminos y les sale al encuentro en todos sus pensamientos» (16). «La Sabiduría clama por las calles, por las plazas alza su voz: A vosotros, hombres, os llamo; para los humanos es mi voz» (Prov 1, 20; 8, 2). De ahí el deber nuestro de prestar oído atento, docilidad y disponibilidad a esta llamada de amor de Dios: «Pues su principio (de la Sabiduría), el más seguro es el deseo sincerísimo de ella; preocuparse por ella es amarla» (17). El orgullo se cierra a la llamada de Dios. La humildad la acoge siempre.

— Jesús nos habla también de esta acción proveniente de Dios. Jamás hallaríamos el camino salvífico si Dios no se anticipara con su gracia: «Nadie puede venir a Mí si el Padre que me ha enviado no lo trae» (Jn 6, 44). San Pablo nos dirá: «Es Dios quien por su benevolencia obra en vosotros así el querer como el ejecutar» (Flp 2,13). Deber nuestro es corresponder atentos y agradecidos a un amor que siempre nos busca y nos previene: «Amemos a Dios, ya que El nos ama primero» (1 Jn 4, 19).

Sobre la Segunda Lectura (1 Tesalonicenses 4, 12-17)

San Pablo aclara a los Tesalonicenses diversos puntos sobre la Parusía de Cristo y la resurrección de los hombres:

— El cristiano, al revés del pagano, vive en fe y esperanza: Cree y espera el retorno glorioso de Cristo (Parusía). Cree y espera la resurrección de todos los muertos (13-14).

— Por tanto, los Tesalonicenses no tienen por qué entristecerse por sus familiares muertos antes de la Parusía. Los muertos en la fe del Señor vivirán con Jesús y vivirán un día con nosotros. Dios, que es Dios de vivos, Dios viviente, resucitará a cuantos se durmieron en la fe de Jesús (14): In quo nobis spes beatae resurrectionis effulsit. ut, quos contristat certa moriendi conditio, eosdem consoletur futurae immortalitatis promissio. Tuis enim fidelibus, Domine, vita mutatur, non, tollitur, et dissoluta terrestris hujus incolatus domo, aeterna, in caelis habitatio comparatur .

— Por tanto, un destino final nos reunirá en el Reino de la Vida. Pero ni siquiera deben acongojarse por quienes mueran antes de la Parusía del Señor. Pues de esta epifanía gloriosa de Cristo seremos por igual testigos los coetáneos de ella y los que murieron en tiempos precedentes. Pablo les asegura como doctrina que él ha recibido del Señor que ninguna ventaja llevarán unos a otros: «Porque el mismo Señor, dada la voz de mando por el arcángel que hará sonar la trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán. Luego nosotros, los vivos, los que quedamos, juntamente con ellos, seremos arrebatados sobre nubes hacia el encuentro del Señor en los aires. Y así siempre más estaremos con el Señor. Por tanto, consolaos mutuamente con estas palabras» (17-18). Por tanto, los muertos resucitados y los vivos revestidos de inmortalidad forman una única categoría en la Parusía. Forman con igual gloria y en la misma hora el cortejo triunfante del Mesías Rey y Juez. Y tras juzgar con El al mundo van a gozar eternamente la presencia gloriosa, íntima, personal de Cristo (18). Y «hasta que el Señor venga» (=Parusía en Gloria, cfr 1 C 11, 26) celebraremos la Eucaristía que es su Parusía en velos de fe. ¿Nos halla el Señor vigilantes, dóciles, fervorosos?

Sobre el Evangelio (Mateo 25, 1-13)

Jesús en una parábola alegórica nos deja insuperablemente expresada la lección de la vigilancia:

— Los diferentes rasgos de la parábola cumplen una función de símbolo y de enseñanza: El Esposo es Cristo y la Esposa los cristianos, la Iglesia. En la etapa primera de Iglesia peregrina en la que hay cristianos prudentes e imprudentes, justos y pecadores; y en la etapa final de Iglesia glorificada: los que serán dignos de entrar en el banquete eterno.

— De ahí la necesidad de estar siempre en vela, siempre dispuesto para la llegada del Esposo. Esto significan las lámparas encendidas. Al igual que la llegada del Esposo a medianoche indica la llegada imprevista e inesperada del Mesías Juez: «Vendrá el Señor en el día que menos espera y a la hora que no sabe» (24, 50). Siempre debemos estar en vela, prestos a presentarnos a juicio: «En vela; pues no sabéis ni el día ni la hora» (13).

— Con esto la venida de Cristo se traslada a la hora de la muerte de cada uno. Hora que tiene tanto de próxima como de incierta. Esta superposición de planos, el individual y el universal, acerca tanto la Parusía o llegada del Esposo, que cuando leemos los discursos escatológicos de los Evangelios o las exhortaciones de los Apóstoles nos da la impresión de que el Señor está a la puerta y de que su Parusía se nos viene encima. A más de que a todo lo largo de la Era Mesiánica militante, Cristo realiza su continua Parusía en fe y amor y debemos estar muy atentos a la misma. El retorno final de Cristo Juez en nada cambiará la sentencia que recibiremos en nuestro primer encuentro con El al morir.

*Aviso: El material que presentamos está tomado de José Ma. Solé Roma (O.M.F.),'Ministros de la Palabra', ciclo 'A', Herder, Barcelona 1979.


SAN AGUSTÍN

LAS DIEZ VÍRGENES

(cf. SERMÓN 93)

 

Sobre las palabras del Evangelio de San Mateo (25,1-13):

Semejante será el reino de los cielos a diez vírgenes, etc.

1. QUIÉNES SEAN LAS DIEZ VÍRGENES. —A los que ayer estuvisteis en este lugar os hicimos una promesa que, ayudados por el Señor, habernos de saldar hoy a presencia no sólo de vosotros, sino de los muchos aquí reunidos. No es fácil averiguar quiénes sean estas diez vírgenes, discretas cinco, y cinco necias. Ateniéndome, sin embargo, al texto, que también he querido se leyese a vuestra caridad, y según la inteligencia que al Señor le place darme, yo no creo concierna esta parábola o semejanza sólo a las vírgenes propia y singularmente consagradas a Dios en la Iglesia, a las que de ordinario damos el apelativo de monjas; antes, si no me engaño, esta parábola se refiere a la Iglesia universal. Porque, a no entenderla sino de las llamadas monjas, ¿son acaso diez nada más? Ni por ensoñación cabe reducir a tan menguado número la gruesa muchedumbre de vírgenes. Tal vez alguien diga: "¿No será que, habiendo tantas de nombre, son en realidad tan pocas, que a duras penas se hallarán diez?" No, no. Porque, si hubiera querido el Señor darnos a entender que las vírgenes auténticas eran sólo diez, no habría puesto las cinco necias en la parábola. Y, siendo tantas a recibir nombre de vírgenes, ¿por qué a sólo cinco se les cierran las puertas del palacio?

2. LAS DIEZ VÍRGENES SON LAS ALMAS TODAS EN LA IGLESIA DE DlOS . —Entendamos, por tanto, carísimos, decir la parábola esta relación a todos nosotros, o séase, a la Iglesia toda; no sólo a los prelados, según dijimos ayer, ni al pueblo sólo, sino a todos sin excepción. ¿Por qué, pues, las vírgenes son cinco y cinco? Estas cinco y cinco vírgenes son la totalidad absoluta de las almas cristianas; mas, para deciros ingenuamente nuestro pensar (y es Dios quien nos le sugiere), tales almas no son las almas en confuso, sino aquellas que, poseyendo la fe católica, muestran obrar bien dentro de la Iglesia de Dios; de las cuales, sin embargo, cinco son prudentes y cinco son necias. Mas veamos lo primero por qué se dice son cinco, y vírgenes; después iremos a lo demás. Toda alma incorporada se la incluye dentro del número 5, porque usa de cinco sentidos. El cuerpo no percibe sensación alguna si no le viene por una de sus cinco puertas: o viendo, u oyendo, u oliendo, o gustando, o tocando. Quien, pues, se abstiene de lo ilícito para la vista, de lo ilícito para el oído, de lo ilícito para el olfato, de lo ilícito para el gusto, de lo ilícito para el tacto, abstiénese íntegramente, y a esa entereza y abstinencia total se la llamó virginidad en la parábola.

3. NO BASTAN NI LA VIRGINIDAD NI LAS OBRAS BUENAS. — Pero si es bueno abstenerse de todo culpable movimiento sensitivo, en razón de lo cual a todas y cada de las almas cristianas se las denominó vírgenes, ¿cómo a cinco se las admite y a cinco se las rechaza? Vírgenes, y son rechazadas; todavía más: también tienen lámparas. Son vírgenes por abstenerse de las sensaciones culpables; tienen lámparas porque tienen obras buenas; obras buenas de las que dijo el Señor: Luzcan vuestras obras buenas delante de los hombres, para que vean lo bueno que hacéis y glorifiquen a vuestro Padre celestial. Y a los discípulos asimismo: Estén ceñidos vuestros lomos y encendidas vuestras lámparas. En los ceñidos lomos signifícase la virginidad; en las lámparas encendidas, las obras buenas.

4. INTEGRIDAD DE LA FE. — Cierto que, hablándose de casados, no suele usarse la palabra virginidad; con todo, también en el matrimonio existe la virginidad de la fe, y fruto suyo es la castidad conyugal. Para convencer, en efecto, a vuestra santidad de que, mirando sólo al alma, no es desatino llamar virgen a uno cualquiera o a una cualquiera, presupuesta la integridad de su fe, traducida en la abstención de lo ilícito y obras buenas, sirva de prueba el hecho este: A toda la Iglesia, formada por vírgenes y niños, casadas y casados, se la designa con el nombre único de virgen. ¿Cómo demostrarlo? Óyeselo al Apóstol, que dice, no a las monjas, sino a la Iglesia universal: Os desposé con un solo varón para presentaros casta virgen a Cristo. Y a fin de ponernos en guardia contra el diablo, corruptor de la virginidad esta, el Apóstol a seguida de haber dicho: Os desposé con un solo varón para presentaros casta virgen a Cristo, añadió: Pero me temo no sea que, como la serpiente con su astucia sedujo a Eva, sean estragadas vuestras inteligencias en detrimento de la castidad que debéis a Cristo. Raras almas poseen la virginidad corporal; mas deben todas guardarla en el corazón. Si, pues, el abstenerse de las cosas ilícitas es bueno, y a ello debe su nombre la virginidad; y son laudables las buenas obras figuradas por las lámparas, ¿por qué cinco son admitidas, y rechazadas cinco? Si quien es virgen y lleva lámpara no es admitida, ¿qué será del que ni preserva su virginidad de las cosas ilícitas o, no queriendo hacer obras buenas, anda en tinieblas?

5. CONTINENCIA, OBRAS BUENAS Y CARIDAD. — Tratemos, hermanos míos, tratemos de éstos singularmente. Quien se abstiene de ver lo malo, quien no quiere oír lo malo, quien aparta el olfato de los penetrantes olores de los sacrificios idolátricos y su gusto de las ilícitas viandas sacrificadas, y huye los abrazos de la mujer ajena, y divide su pan con el hambriento, y al sin hogar le cobija en el propio, y viste al desnudo, y apacigua al pleiteante, y visita los enfermos, y entierra los muertos, ese tal es virgen y tiene lámpara. ¿Qué más queremos? Todavía quiero más. ¿Qué más quieres?, se me dice. Todavía quiero más; el santo Evangelio me pone alerta. Aun de las mismas que eran vírgenes y llevaban lámparas, llamó prudentes a unas y necias a otras. ¿A qué luz, pues, hemos de verlas? ¿Cómo discernirlas? Por el aceite. Cosa grande, y muy grande, significa el aceite de la parábola. ¿Será la caridad? ¿Qué piensas tú? Lo decimos a modo de pregunta, no adelantemos el fallo. Para mí, en el aceite se significa la caridad; voy a daros la razón. El Apóstol dice: Todavía os muestro un camino mucho más excelente. ¿Qué imponderable camino es él? Si hablare las lenguas de los hombres y de los ángeles, mas no tuviere caridad, no soy sino un bronce resonante o un címbalo estruendoso. Tal es la vía superior sobre todo encomio, es decir, la caridad, no sin razón significada en el aceite, pues el aceite se sobrepone a todos los líquidos. Echa en un vaso agua y encima aceite: el aceite sobrenada. Pon aceite y encima el agua: el aceite sobrenada. Si guardas un orden, se sobrepone; si le inviertes, se sobrepone. La caridad es invencible.

(Tomado de Obras de San Agustín X Homilías, BAC, pág. 294 y ss.)


LEONARDO CASTELLANI

DE LAS MUCHACHAS BUENAS Y LAS BOBAS

Al fin del Discurso Parusíaco de Cristo (o Apocalipsis Sinóptico) hay varias parábolas que encarecen la "vigilancia" y las buenas obras o "creatividad" -casi por demás. Las tres últimas se refieren directamente al Juicio Final; y la primera de ellas es una parábola absurda o por lo menos extraña, llamada comúnmente "de las Vírgenes Locas y las Prudentes", que llamaremos aquí con más exactitud "de las muchachas buenas y las bobas".

Pronunciada ahora en el Occidente, esta parábola no dice nada al vulgo, que no le ve la gracia, y piensa: "serán costumbres orientales"; mas en Oriente hace menos gracia aun; porque contradice de varios modos las costumbres y el ritual nupcial; que (dicen los entendidos) no ha variado mayormente de Cristo acá.

Traduzcamos del original esta parábola, que hace penar a los exégetas; los cuales han penado para mí:

1 "ENTONCES SERÁ PARECIDO el Reino de los Cielos a diez "bridemaids" o paraninfas que salieron con sus lámparas al encuentro del Novio. Cinco de ellas eran bobas y cinco eran buenas. Las bobas llevando los candiles no llevaron aceite consigo. Mas las buenas trajeron consigo alcuzuelas con aceite. Demorándose mucho el Novio todas ellas dormitaron o durmieron. En medio de la noche se hizo un clamor. He aquí el Novio, salid a su encuentro. Entonces despertaron todas las muchachas y adornaron sus candiles. Mas las Bobas dijeron a las Buenas. Dame del aceite tuyo que las lámparas se apagan. Mas las Buenas respondieron: -No sea que nos quede corto a todas. Id mejor a los vendedores y comprad para vuestros candiles -Retirándose ellas a comprar sobrevino el Novio - Y las preparadas lo acompañaron a las bodas. Y se cerró la puerta. -A1 último llegaron las otras gritando: Señor, Señor, ábrenos -Respondió el Esposo: No os conozco.

Notanda acerca de la traducción: "Al encuentro del Novio y de la Novia" dice la Vulgata; mas el inciso "de la novia" es añadidura de un copista, según la crítica textual: sólo del Novio trata la parábola; la Novia en cuya casa esperan sindudamente las Doncellicas o "Compañeras" (pues no habían de dormirse en camporraso) no aparece. El Novio viene a buscar a la Novia a su casa, cosa contraria a los usos actuales. "Bobas" se puede traducir el "moorai" griego, que significa además de "necio", bobo, memo o casquivano: la traducción "locas" o "fatuas" es exagerada. "Buenas", por aliteración confieso que es un poco forzado, aunque la palabra "frónimoi" (prudentes) la usaban los griegos también por "bueno" o exactamente "honrado". Los finos candiles de barro cocido se usan todavía en Oriente, como las alcuzuelas de alfarería para el aceite. La expresión "mesees de niktós" puede ser "medianoche" o bien "en lo más profundo de la noche, a altas horas".

Un erudito alemán, Jülicher, se ha entretenido en buscarle todos los pelillos a la parábola (me ahorró trabajo) y en negar su belleza literaria, en lo cual yerra: el cuadrito "simbolista" es rápido, balanceado y contenido, lo cual es la belleza formal de este género. Las dificultades son siete: primera, no corresponde bien a los usos nupciales en Israel; 2, candiles para un cortejo, se apagan; antorchas hace falta; 3, la demora del novio es inverosímil: el novio tenía que caer al anochecer ¿a qué hora si no comenzó el banquete?; 4, las "bridemaids" no pueden haberse dormido en un barullo; y una fiesta semita consiste casi todo en barullo; 5, la respuesta de las buenas no es nada buena: egoísmo bárbaro, e ironía de adehala; 6, el que salieran a comprar aceite en plena noche en vez de sumarse simplemente al cortejo sin lámparas, es disparate; 7, el Esposo es inverosímilmente duro; por una leve demora las deja a buenas noches, y no eran tan malas al fin y al cabo. El apóstata Loisy, discípulo de Jülicher, concluye: la que es boba es la parábola; no debe ser de Cristo. Mas cuando uno repara en que el cuentito representa la Parusía y Retorno de Cristo, la luz entra a raudales, para mí al menos. No solamente está ella inserta en el Sermón Parusíaco, sino que Cristo alude a la Parusía al comienzo, y al cabo: es decir, la encuadra.

Al comienzo dice: "Será parecido el Reino..." en futuro, en vez del sólito presente "Semejante es..."; y al fin indica la decisión final, en el "cerrarse la puerta" y en la sentencia "no os conozco" ya usada por Cristo como fórmula de la condenación. "Conocerá el Señor a los tuyos" dice san Pablo (II Tim. 11,19); y "no todo el que dice ¡Señor, Señor! entrará en el Reino", avisa Cristo (Mt. VII, 21) "pues a muchos les diré: No os conozco".

La dificultad principal para mí (y para Maldonado) es ésta: el cuentito no añade nada a la moraleja: "vigilad pues", la cual por otra parte había sido ya proferida por el Señor seis o siete veces en el Sermón anterior, una vez explícitamente (Mt.XXIV); en el cual Sermón se hallan no menos que cinco pequeñas semejanzas que todas imperan "vigilancia", a saber: la de la Higuera; la de Noé y el Diluvio; la del Relámpago; la del Patrón que teme al ladrón; la del Siervo que espera al patrón y la Del que no lo espera, y Él llega inesperado. Luego parece que esta Parábola aunque sea linda, es superflua. Pero el caso es que este cuentito y ningún otro, hace un cuadro simbólico y fuerte del "apurón" de la Parusía y todas sus características principales, cifrando plásticamente el Sermón Profético anterior. Esta "cifra" se puede poner así: La Parusía será inopinada y la gente estará dormida, toda ella; pues aparentemente "Cristo no vuelve más" (como dicen hoy justamente no pocos) o se demora mucho -como dicen todos; y entonces se hará un gran clamor y desconcierto, en que las providencias que tomen los "impreparados" fracasarán todas, pues ya no es tiempo de preparaciones. Como decimos a los estudiantes que se precipitan sobre los libros las vísperas de exámenes: "oportet studuisse, non studere": no es tiempo de estudiar sino de haber estudiado. Y así las muchachas desprevenidas hacen cuatro cosas inútiles a toda prisa: ruegan a las otras que las salven, salen de noche a buscar vendedores, llegan a puerta cerrada y gritan:" ¡Señor, Señor!" Gaucho prevenido nunca fue vencido.

Pero todas se durmieron al fin y al cabo... -Sí; el dormirse no fue tan culpable, y es posible que las Buenas solamente "dormitaran", signo de negligencia de los cristianos. Entonces ¿las Bobas son los impíos? -No; salieron a buscar a Cristo con lámpara magüer vacías; son también los cristianos de "tibieza", justamente lo se que achaca en el APOCALIPSIS a la última IGLESIA, LA IGLESIA DE LAODICEA. -¿Y por qué diez muchachas, no bastaban dos? -El número diez significa en la Escritura universalidad en lo humano; así como el doce universalidad en lo sacro. -¿Y por qué propiamente "vírgenes"? -No dice "vírgenes" en sentido estricto el texto griego, sino muchachas o doncellas. -¿Y por qué no muchachos? -Ahí me embromó: no lo sé. Bueno, las muchachas solían acompañar a la Novia, los "Amigos" al Novio; y la "Parusía" en los profetas es la venida del Esposo a buscar a la Esposa. -¿Y por qué candiles y no antorchas? -Por el óleo. -"El óleo significa las buenas obras, las lámparas que se extinguen sin óleo, la Fe" -dice san Agustín. "Seguramente el óleo, por cuya falta se incurre en tamaño percance, significa algo muy grande ¿verdad? ¿Qué otra cosa puede ser sino la caridad?" De hecho el óleo en la Escritura significa la misericordia; y en la misericordia cifró Cristo todas las buenas obras en la Parábola siguiente, la del Juicio final. ¿Por qué el Esposo no abre la puerta, qué le cuesta? -No se puede abrir más: con la metáfora de un Banquete de Bodas simboliza Cristo siempre la gloria del Cielo, que es lo final y definitivo.

"Y después no habrán instancias, ni mudanzas ni glosas.

Se enclavará el destino de todo ser creado

Y allí donde han caído y así como han quedado,

quedarán, ineternum, las cosas.

Seguramente la parábola desconcertó a los oyentes como nos desconcierta a nosotros, porque su intento era desconcertar; es decir hacer pensar; como las piezas de un rompe-cabezas desconciertan antes de haberlas ensamblado. -Todas las parábolas de Cristo tienen rasgos desconcertantes, como hemos notado tantas veces (Evang. de Jes., pág. 388); y así debe ser, porque aluden siempre a cosas divinas, que trascienden lo humano, y son, fuera de la Fe, incomprensibles; mejor dicho, fuera de la Visión Beatífica. Los místicos que han experimentado (un cachito) las cosas divinas, no saben hablar de ellas, quedan tartamudos como Moisés después de ver al Ángel del Sinaí, se gastan repitiendo que "No se pueden decir" ("Que nadie que no las haya experimentado sabrá sentir: y decir, ni siquiera los que las han experimentado" -dice Juan de la Cruz) y cuando lo mismo las dicen, es en forma oscura y desconcertante. Mas Cristo las dijo en forma relativamente clara.

Cuatro escritores conozco que han intentado hacer un cuadro imaginario (novelesco) de la Parusía: nuestro Martínez Zuviría, Robert Hugh Benson, el ruso Solovyef y el suizo Ramuz; y nos han dado cuatro cuadros diferentes de un suceso que es casi totalmente imprevisible; y mucho más para los oyentes de aquel tiempo. Cristo tuvo que desconcertar su parábola; y la verdad es que lo hizo sutilmente. La parábola como narración se tiene tiesa; sólo a la reflexión aparecen los "desconciertos". La parábola responde tan cabalmente al tema, que lejos de ser un tropiezo literario (Loisy) es un acierto poético.

Incluso los rasgos secundarios de la invención poética responden a lo que sabemos por la profecía de aquel temeroso suceso. El hecho de que "tarde el Esposo" y "Estén todos dormidos" lo proclaman para el fin del siglo san Pedro y san Pablo, profetas también; e incluso que los hombres dirán: "No vuelve más". Como he notado en otro libro (Cristo ¿vuelve o no vuelve?, pág. 15), si se considera la Herejía, o las herejías de hoy, se ve que el foco de convergencia de todas ellas se finca en la negación u olvido de la Parusía, o Segunda Venida de Cristo. Por ejemplo, existe hoy un movimiento optimista llamado "democristianismo" que espera la salvación para el amenazado mundo nuestro, de medidas políticas; para lo cual ha insertado la religión en un sistema particular de gobierno (en el mejor de los casos): la "democracia". No digo que ellos sean malos cristianos todos, no lo son todos, ni menos herejes; mas lo cierto es que desconocen la visión pesimista del "Mundo" que siempre tuvo la Iglesia; y la de la "Política", que tienen hoy los cristianos; e incluso los filósofos: el desorden actual es tan vasto y profundo que la "inteligencia política" no solamente es impotente a solucionarlo, más aun a abarcarlo entero -dijo Jácome Maritain el cual sin embargo se volvió después democristiano.

En el fondo, estos son "milenaristas"; es decir, esperan un gran triunfo externo de la Iglesia en el tiempo, no en la eternidad; por medios comunes, no por la Segunda Venida; y para dentro de poco; esperanza que desearía no quitarles.

Ejemplo eximio es el ruso Berdyaef, con su profecía premurosa de la "Tercera Iglesia" o Iglesia de Juan (no menos que Nietzsche con su "superhombre", aunque éste sí que no es democristiano, pero sí a modo de milenario) o Don Sturzo con su unificación del mundo bajo la dirección del Papa y con NORTEAMÉRICA como eje; o el Padre Lombardi; o el Pastor Paúl Tillich: o el judío Martín Buber, etc. La idea de un Estado Democrático Cristiano me aparece como una monstruosa imposibilidad, el sueño de uñir dos cosas inuñibles; por lo menos ésto que aquí entienden (o no entienden) por "Democrassia".

Lo curioso es que estos "Demos" llaman "milenaristas" a los demás, a mí por ejemplo (que estoy aquí tan tranquilo rezando mis devociones, sin tiempo para "políticas"); que si lo fuera no me avergonzaría, pues estaría en buena compañía, con los Padres Apostólicos todos, y quizás con el mismo Apóstol Juan; pero no lo soy, porque no me da el caletre para cosas tan difíciles. Lo único que hay es que creo en la Segunda Venida; y uso para pronto, como dicen no menos de siete veces ("Venia Cito "), san Juan en el Apocalipsis. Si la veré o no la veré, no me interesa; lo que me interesa es estar preparado y "vigilar".

Esposo . -Un amigo me dice bromeando que Cristo nos mandó la monogamia, pero aparentemente practica la poligamia; todas las almas son sus "esposas", como cantan los canutos, a veces horribles, de mi Pirroquia. Para engendrar en la carne es necesaria la exclusividad; en el espíritu es al contrario: las cinco vírgenes de la parábola entran con el Novio aparentemente a casarse, la Novia no aparece en el cortejo: parece un matrimonio mahometano. Y la razón es que los bienes materiales cuando se participan disminuyen, los espirituales aumentan: el que reparte dinero se queda con menos, el que reparte saber aumenta su saber: hasta Cristo, Dios y todo, aumentó viviendo su saber; y en ese sólo "el que parte y reparte se queda con la mejor parte".

Esta es la razón por qué los hombres se andan peleando hoy día tan fiero, han perdido el saber y el sabor de los bienes espirituales. Esta es la razón principal del comunismo, la Gran Repartija hecha por el Dios Estado, o sea (como siempre) por una gavilla de politiqueros.

Y también aquí se verifica lo del que parte y reparte, según dicen: los politiqueros no ayunan.

"Esposo": lo mismo que "Rey" designa una entrega personal total a Cristo. Los Ejercicios de san Ignacio giran todos alrededor de una entrega personal a Cristo; y eso prueba cuan evangélicos son. Cristo dice: "El que ama a su padre o a su madre más que a Mí, no es digno de Mí": lo mismo que dice el Génesis de los esposos. Ningún hombre puede decir eso que no sea al mismo tiempo Dios: excluir todo otro amor enfrente al suyo.

Una monja me preguntó si en el cielo veríamos al Niño Dios. Respondí sin broma que lo veríamos e incluso lo daríamos a luz. Como se escandalizó fierazo, por no citarle el dicho de Cristo: "El que hace la voluntad de Mi Padre, ése es mi padre, y mi madre y mis hermanos", -no hay que andar manoseando la escritura como un tendero luterano- le cité el modesto versito de Campoamor:

No lo dudéis señores,

si hay un cielo, hay en él niños y flores.

Cristo invita a las almas primero a su servicio, después a sus desposorios. Primero de tomar esposo hay que salvar la vida (enferma grave), primero de entregarse hay que tener algo que entregar; ("nuestra hermanita no tiene pechos, ¿qué haremos?, dicen los Cantares). Y así cuando se está en una vida que es una lucha, hay que tener primero de todo un "Rey" y no pensar más que en el "servicio"; y entonces el nombre del amor es " obediencia". Cuando hayas besado el suelo muchísimo, te llamarán al "beso de la boca". Después de llamar a Dios veinte años "patrón" comienza uno a llamarlo "tata". Y así, fuera de los placeres carnales que son medios para formar un hogar y una familia temporal (y fuera de eso son ruina) no hay bien que un esposo pueda prestar, que Cristo no pueda dar a un alma generosa y adulta, incluso una familia espiritual. Si uno salva un alma, en el cielo habrá entre esas dos almas un lazo inmensamente más fuerte y dulce que entre madre e hijo.

Adulta . Para darse primero hay que poseerse, nadie puede dar lo que no tiene. Razón del presente fracaso de los matrimonios en Buenos Aires; son matrimonios mahometanos; primero hay que conocerse bien, casarse de ordinario en la propia clase, y sobre todo, con virtudes, es decir con capacidad. El matrimonio es ahora la unión de dos riquezas, o de dos instintos, o de dos personas; y debería ser siempre de dos personas. Como me decía esa señora de la "clase alta": "desde chica no he oído hablar del matrimonio sino como una licencia general para la sensualidad". Un teólogo argentino, Antonio Vallejo, O.F.M., llama al matrimonio usual entre nosotros: "la atracción sexual legalmente sancionada... y decepcionada" 1 . Dijo Cristo a santa Teresa: "Ocúpate de mis asuntos como una esposa".

Dice san Pedro: "Entonces es mejor no casarse". Por mí no se casen si pueden. Por lo menos no se casen como unas bebas, es decir, como unas Bobas: aceite para la larga vigilia de las lámparas sagradas del hogar.

1. Cf.: Melquisedek, o el Sacerdocio real, Edit. Itineratium, Buenos Aires 1959.

(Tomado de Las parábolas de Cristo, Ediciones JAUJA, pág. 294 y ss.)

 


 

Dr. Isidro GomÁ y TomÁs 

 

PARÁBOLA DE LAS DIEZ VÍRGENES MT. 25, 1-13

Explicación . — Pertenece esta parábola al llamado "ciclo de la vigilancia"; es propia de Mateo y una de las más hermosas del Evangelio. Su exposición es de extraordinaria delicadeza y su conclusión impresiona por lo rápida y trágica. Se ha dicho con razón que tiene esta parábola el encanto de Lucas, la vivacidad de Marcos, con algo de tierno y melancólico que hace recordar a Juan.

Entonces, en el tiempo en que Cristo ha de venir, será semejante el reino de los cielos a diez vírgenes...; es decir, en el reino mesiánico, en la Iglesia y en el cielo sucederá algo semejante a lo que les ocurrió a las diez vírgenes... Toma Jesús la parábola de las costumbres judías en la celebración de la boda: la esposa o prometida está en casa de sus padres, hacia la caída del día rodeada de diez amigas, esperando al esposo, que saldrá de la suya con sus amigos para ir a buscarla y llevarla consigo; se formará alegre cortejo de jóvenes de ambos sexos, cada uno de los cuales llevará su lámpara encendida colgada de un palo, y entre cantos y al son de músicos instrumentos se dirigirán a casa del esposo, donde se celebrará suntuoso festín, entrada ya la noche (Vide t. I, página 134). El número diez es número de totalidad o universalidad; con los diez números se escribe toda cantidad (cf. Gen. 31, 7.41; Lev. 26, 26; Luc. 19, 13). La virginidad es aquí idea secundaria; todo lo más podría significar la pureza de cuerpo y espíritu, ya que en las diez vírgenes la mayor parte de los intérpretes entiende la totalidad de los fieles cristianos.

Tomaron las diez vírgenes sus lámparas, semejantes a pequeñas escudillas donde había una corta cantidad de aceite con un pabilo, colgáronlas en sendos bastones o pértigas y fueron a casa de la esposa para recibir con ella al esposo y su acompañamiento: Que, tomando sus lámparas, salieron al encuentro del esposo y de la esposa. En las lámparas encendidas viene significada la gracia santificante o caridad. El esposo es Jesús, que viene a celebrar sus bodas con la Iglesia. (Mt, 9, 15; 2 Cor. 11, 2; Apoc. 19, 7, etc.); todos debemos formar en el cortejo de la Esposa para entrar en el celestial convite.

No fue igual en las diez vírgenes el espíritu de previsión y diligencia: cinco de ellas eran ligeras casquivanas; las otras cinco, sesudas, de sentido práctico: Mas cinco de ellas eran fatuas, y cinco prudentes. Las primeras, que juegan en esta parábola el principal papel, tomaron las lámparas con su aceite, pero sin llevar repuesto en alcucias o vasos: Y las cinco fatuas, habiendo tomado sus lámparas, no llevaron consigo aceite. En cambio, las prudentes, a más del aceite de las lamparillas, llevaron consigo mayor cantidad en sendas vasijas: Mas las prudentes tomaron aceite en sus vasijas juntamente con las lámparas. El aceite significa las buenas obras y el ejercicio de las virtudes, fuga del pecado, oración, uso de los sacramentos, etc., con todo ello se alimenta la llama de la caridad, como la de la lámpara con el aceite.

Tardó en venir el esposo: es el espacio de tiempo que se nos concede para el bien obrar. Las diez vírgenes, como suele suceder a quienes de noche tienen que esperar mucho, empezaron por dormitar y luego se durmieron completamente: Y como tardara el esposo, comenzaron a cabecear, y se durmieron todas. En este sueño se simboliza el olvido y despreocupación, en que suelen incurrir buenos y malos, en lo tocante a la venida del Señor. Pero súbitamente, en pleno olvido de la venida del esposo, significado por las tinieblas de la media noche, se oye el vocerío de los que han visto de lejos venir al esposo con su acompañamiento y que llaman a quienes deben juntarse a la comitiva: Mas a media noche se oyó gritar: ¡Mirad que viene el esposo! ¡Salid a su encuentro! Este clamor súbito en medio de las tinieblas representa la voz de la trompeta con que los ángeles del Señor llamarán a los humanos a juicio cuando menos piensen.

Despertaron al clamor las dormidas vírgenes, se levantaron y despabilaron sus lámparas: Entonces se levantaron todas aquellas vírgenes, y aderezaron sus lámparas. Las cinco necias advierten entonces su imprevisión: sus lamparillas tienen ya escaso aceite, y van a quedar sin luz; como no llevaron aceite para rellenarlas, se lo piden a las prudentes: Y dijeron las fatuas a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite, porque nuestras lámparas se apagan. Este versículo y el siguiente son de mero adorno literario de la parábola, pues el día de la venida del Señor no podrá haber ya intercambio de buenas obras: cada cual deberá esperar solamente de las suyas. En la respuesta de las prudentes aparece el legítimo temor de que en el tremendo día ni la abundancia de buenas obras dará la seguridad de la salvación: "apenas si el justo estará seguro", dice la Iglesia: Respondieron las prudentes, diciendo: Porque tal vez no alcance para nosotras y para vosotras, id antes a los que lo venden, y comprad para vosotras. Es caritativo consejo, pero ineficaz y fuera de tiempo.

No es tiempo de comprar lo que falta cuando ha llegado el esposo; no hay tiempo de trabajar ni de hacer penitencia cuando viene la noche del juicio, sino que es hora de pagar los descuidos y la necedad pasada: Y mientras ellas fueron a comprarlo, vino el esposo: y las que estaban prestas entraron con él a las bodas, y fue cerrada la puerta: no pueden entrar en el festín del Señor sino aquellos a quienes halla preparados en su visita.

Llegaron las vírgenes necias cuando todo el cortejo había ya entrado en casa del esposo: llamaron a las cerradas puertas con voz acongojada y suplicante: Al fin vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, Señor, ábrenos! Todo inútil: la respuesta del Señor es cerrada negativa, repulsa trágica, que importa la separación definitiva de las necias: Mas él respondió, y dijo: En verdad os digo, que no os conozco. El Señor sólo conoce a los que son suyos por la caridad, a los que son miembros de su cuerpo místico.

Termina la parábola con la aplicación, que no es más que la reiteración del precepto de la vigilancia, tan inculcado en el discurso escatológico: Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora.

Lecciones morales. A) v. 2. — Mas cinco de ellas eran fatuas... — Es escaso el número de los prudentes según Cristo, e incontable el número de los necios, que no tienen el sentido práctico de las cosas de Dios. Porque si, como dice San Gregorio, es prudente aquel que cree bien y vive bien, y es necio y fatuo aquel que tiene la fe de Jesús, pero no cuida de prepararse con buenas obras, ¿quién será capaz de medir la desproporción que en la Iglesia hay entre los necios y los prudentes? El número de los que se salvan, que son en definitiva los prudentes de esta parábola, sólo por Dios es conocido; pero tengamos la certeza de que no se salvan sino aquellos que llegan al día del Señor con la llama de la caridad encendida en sus almas. ¿Somos prudentes o necios?

B) v. 4. — Las prudentes tomaron aceite en sus vasijas... — La caridad, que es la luz de nuestra lámpara, es decir, de nuestra vida, es de suyo inamisible. Los dones del Señor son sin arrepentimiento, y no retira jamás el ósculo de su amor que con él nos une. Pero las terribles concupiscencias, que militan en nuestros miembros y son las formidables adversarias de la caridad, pueden arrebatárnosla, matando la luz y el calor de Cristo en nosotros. Es preciso atenuar la fuerza de la concupiscencia y aumentar la de la caridad, que están siempre en razón inversa: y para ello necesitamos el continuo esfuerzo del bien obrar; es el aceite de repuesto con que alimentaremos la llama de la caridad. Oración, ayuno, mortificación interior y exterior, obras de misericordia, recepción de sacramentos: he aquí los recursos ordinarios para mantener a raya la concupiscencia y avivar la caridad de Cristo en nosotros. Tengamos siempre abundante repuesto del aceite del bien obrar para que no se extinga la vida luminosa de nuestro espíritu, que es el vivir en Cristo.

C) v. 8. — Dadnos de vuestro aceite... — Mientras vivimos esta vida mortal podemos ayudarnos mutuamente, en orden a las necesidades temporales y hasta de las eternas. Dios ha querido que los hombres estuviésemos unidos por los lazos de una solidaridad que tiene imponderable eficacia mutua. Pero en el momento preciso en que nos llame el Señor, quedaremos absolutamente solos ante El; todo esfuerzo ajeno, toda buena voluntad ajena nos será inútil; ni los mismos bienes que Dios puso a nuestro alcance para nuestra salvación podrán servirnos: predicación, sacramentos, gracia, serán como si no fuesen para nosotros. ¡Solos con Dios juzgador! "¿Qué diré yo entonces, miserable?", podemos decir con la Iglesia.

¿Diremos tal vez a nuestros amigos, a los sacerdotes, a la misma Iglesia: Dadnos de vuestro aceite? Será inútil: como las buenas obras de los demás son inalienables, así será imposible hacernos con ellas por cuenta nuestra. Ya no hay tiempo: y para bien obrar se necesita tiempo. Sólo en esta tierra se da el aceite de las buenas obras: y Dios nos habrá llamado ya fuera de la tierra, para juzgarnos.

¡Cuan prudentes debiéramos ser, llenando a rebosar el vaso de nuestras almas del aceite del bien obrar, para brillar en el juicio y luego en eternidades perpetuas!

D) v. 11.— ¡Señor, Señor, ábrenos! — Magnífica confesión del poder del Señor, dice San Jerónimo: egregia manifestación de la fe cristiana; pero, ¿qué aprovechará llamar de boca a quien desconocimos por las obras? No los que dicen: "Señor, Señor", se salvan; sino los que cumplen la ley, éstos son los justificados, dice el Apóstol (Rom. 2, 13). Por ello es que el Señor, a las vírgenes necias, a pesar de que le confiesan por la fe, lo cual prueba que le conocen, les da esta terrible repulsa: "No os conozco." Porque si bien la fe es un contacto de nuestra inteligencia con el pensamiento de Dios, pero no es lo que da forma cristiana a nuestra vida; esto lo hace la caridad, que es la que imprime en nosotros el sello del Espíritu Santo por el que nos conoce Jesús como suyos, porque el Espíritu Santo es el Espíritu de Jesús.

E) v. 12. — En verdad os digo, que no os conozco. — Conoce el Señor a los que son de El (2 Tim. 2, 19); no conoce a quienes le desconocen (I Cor. 14, 38). El Señor lo conoce todo y conoce a todos, porque es el Señor de todo y de todos; pero se trata aquí del conocimiento en orden a la vida eterna. Dios predestinó un mundo de almas, que son las de los elegidos, para darles una participación de su bienaventuranza: quien no ha correspondido a su vocación y a su predestinación queda excluido de este número, y es desconocido del Señor. ¡Que nos conozca el Señor como suyos el día de las eternas bodas! ¡Que no oigamos la terribilísima palabra que oyeran las vírgenes necias: "No os conozco"!

(Tomado de “El Evangelio Explicado” Vol. IV, Ed. Casulleras 1949, Barcelona, Pág. 139 y ss.)


 

 P. Juan b. lehmann 

LA VIGILANCIA

 

Es necesaria la vigilancia: a) Porque el enemigo no duerme. De la falta de vigilancia de aquéllos aprovechóse éste para perjudicar a la mies. ¿Quién no ve en esta parábola un aviso de Nuestro Señor, para que no nos entreguemos al sueño, mientras la presencia y la actividad del enemigo nos aconsejan estar alerta?

El enemigo no duerme, ronda en derredor nuestro "como león que ruge, buscando a quien devorar". (I Pedro, V, 8). Ni el demonio duerme, ni sus cooperadores, y así el mundo hace cuanto puede por arrebatarnos la fe, y nuestras propias pasiones nos ofuscan y pervierten si no conseguimos dominarlas.

b) "Porque llevamos un tesoro en vasos quebradizos", dice el Apóstol de las gentes (II Cor, IV, 7). Importa, pues, caminar con cautela. Basta un pecado mortal para perder en un instante todos los merecimientos adquiridos en largos años de trabajo. Un solo pensamiento es capaz de privarnos del derecho a los mayores favores de Dios.

c) Porque la muerte nos salteará como un ladrón. Sabemos que la muerte es segura, pero desconocemos la hora en que llegará. Sabemos que la muerte vendrá a sorprendernos en el instante que menos la esperemos. "Vigilad —nos advierte el Salvador— porque no sabéis a qué hora llegará el Señor; mas sabed que si el padre de familia conociese la hora en que había de llegar el ladrón, vigilaría sin duda, y no consentiría que su casa fuese asaltada. Por eso, estad preparados, porque en la hora que menos penséis, vendrá el Hijo del hombre". (Mat., XXIV, 44).

d) Porque el Evangelio lo recomienda. ¡Velad y orad! El Evangelio, en numerosos pasajes nos aconseja insistentemente la vigilancia y la oración.; "Velad y orad para que no caigáis en la tentación" (Mat., XXVI, 41). Vigilancia y oración deben ir inseparablemente unidas. Quien vigila conoce su propia flaqueza y los peligros que le amenazan. Quien no vigila, o no reza, o lo hace mal, fatalmente caerá, porque no puede el hombre servir a Dios y elevar su alma hacia El, y al mismo tiempo apartar; de El su amor, para consagrarlo a las criaturas.

e) Deben vigilar los inocentes. Vigilemos y recemos asimismo aun cuando nos parezca que no hay sombra de peligro. Una de dos: o somos inocentes o penitentes; si lo primero, acordémonos de qué "los santos son objeto predilecto de las tentaciones del demonio, porque una sola victoria conseguida) sobre ellos trae consecuencias incalculables". (San Hilario).

"Así como las naves en lastre nada tienen que temer de los piratas, sino solamente las que van cargadas de oro y riquezas; así el demonio, corsario tenebroso, asalta preferentemente a los justos, que son los que poseen mayores riquezas de virtud de merecimientos". (San Juan Crisóstomo).

f) Deben vigilar los penitentes. Si por el contrario, somos penitentes, recordemos que "cuando un espíritu inmundo sale del hombre anda por lugares áridos, buscando descanso; y no hallándolo dice: Me volveré a mi casa de donde salí. Y viniendo a ella la halla barrida y bien adornada. Entonces va y toma consigo otros siete espíritus peores que él; y entrando en esta casa fijan en ella su morada. Con lo que el último estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero". (Luc., XI, 24 y sig.). "La experiencia diaria enseña que los hombres deseosos de convertirse a Dios son generalmente los más combatidos de pasiones; y que los que pretenden salir de Egipto y huir de las redes de Faraón, son casi siempre los más tentados". (San Bernardo). Ya seamos inocentes o penitentes, acordémonos de que la falta de oración y de vigilancia es para nuestros enemigos la señal más segura de nuestra flaqueza e inconstancia. "Cuando los hombres dormían, vino el enemigo y sembró cizaña en medio del trigo, y se fue". Por eso, "el que piensa que está en pie vea de no caerse". (I Cor., X, 12).

Velemos y oremos como si hoy hubiésemos de morir. "Ten tus pupilas fijas en la muerte; al levantarte por la mañana piensa que es posible que no veas la tarde; y cuando por la noche te acostares no cuentes en absoluto con la siguiente mañana". (San Basilio).

Ya seamos inocentes o penitentes, siempre nos llegará la muerte por sorpresa. ¡Dulce sorpresa en verdad! porque "el alma del justo está en las manos de Dios, e ignora lo que de horror tiene la muerte" (Sab. III, 1). "Bien al revés de los impíos, los cuales temen la venida del Dios justiciero, los buenos y piadosos suspiran por ella ardientemente, confiados en sus buenas obras" (San Bernardo).

(Tomado de Salió el sembrador, Tomo I, pág.467-469, Ed. Guadalupe)


 

JUAN PABLO II

AUDIENCIA

Miércoles 26 de julio de 2000

"Espera y asombro del hombre ante el misterio".

1. "¡Ojalá rasgases el cielo y bajases!" (Is 63, 19). Esta gran invocación de Isaías, que sintetiza bien la espera de Dios presente ante todo en la historia del Israel bíblico, pero también en el corazón de cada hombre, no ha caído en el olvido. Dios Padre ha cruzado el umbral de su trascendencia: mediante su Hijo, Jesucristo, ha recorrido los senderos del hombre y su Espíritu de vida y amor ha penetrado en el corazón de sus criaturas. No permite que nos alejemos de sus caminos ni deja que nuestro corazón se endurezca para siempre (cf. Is 63, 17). En Cristo, Dios se acerca a nosotros, sobre todo cuando nuestro "rostro está triste", y entonces, al calor de su palabra, como sucedió con los discípulos de Emaús, nuestro corazón empieza a arder dentro de nosotros (cf. Lc 24, 17. 32). Sin embargo, el paso de Dios es misterioso y exige una mirada pura para descubrirlo, y oídos dispuestos a escucharlo.

2. Desde esta perspectiva, queremos reflexionar hoy sobre dos actitudes fundamentales que es preciso adoptar en relación con el Dios-Emmanuel, el cual ha decidido encontrarse con el hombre en el espacio y en el tiempo, así como en la intimidad de su corazón. La primera actitud es la espera, bien ilustrada en el pasaje del evangelio de san Marcos que acabamos de escuchar (cf. Mc 13, 33-37). En el original griego encontramos tres imperativos que articulan esta espera. El primero es: "Estad atentos"; literalmente: "Mirad, vigilad". "Atención", como indica la misma palabra, significa tender, estar orientados hacia una realidad con toda el alma. Es lo contrario de distracción que, por desgracia, es nuestra condición casi habitual, sobre todo en una sociedad frenética y superficial como la contemporánea. Es difícil fijar nuestra atención en un objetivo, en un valor, y perseguirlo con fidelidad y coherencia. Corremos el riesgo de hacer lo mismo también con Dios, que, al encarnarse, ha venido a nosotros para convertirse en la estrella polar de nuestra existencia.

3. Al imperativo "estad atentos" se añade "velad", que en el original griego del evangelio equivale a "estar en vela". Es fuerte la tentación de abandonarse al sueño, envueltos en las tinieblas de la noche, que en la Biblia es símbolo de culpa, de inercia y de rechazo de la luz. Por eso, se comprende la exhortación del apóstol san Pablo: "Vosotros, hermanos, no vivís en las tinieblas, (...) porque todos sois hijos de la luz e hijos del día; no lo sois de la noche ni de las tinieblas. Así pues, no durmamos como los demás, sino estemos vigilantes y despejados" (1 Ts 5, 4-6). Sólo liberándonos de la oscura atracción de las tinieblas y del mal lograremos encontrar al Padre de la luz, en el cual "no hay fases ni períodos de sombra" (St 1, 17).

4. Hay un tercer imperativo, repetido dos veces con el mismo verbo griego: "Vigilad". Es el verbo del centinela que debe estar alerta, mientras espera pacientemente que pase la noche y despunte en el horizonte la luz del alba. El profeta Isaías describe de modo intenso y vivo esta larga espera, introduciendo un diálogo entre dos centinelas, que se convierte en símbolo del uso correcto del tiempo: ""Centinela, ¿qué hay de la noche?". Dice el centinela: "Se hizo de mañana y también de noche. Si queréis preguntar, preguntad, convertíos, venid" (Is 21, 11-12).

Es preciso interrogarse, convertirse e ir al encuentro del Señor. Las tres exhortaciones de Cristo: "Estad atentos, velad y vigilad" resumen muy acertadamente la espera cristiana del encuentro con el Señor. La espera debe ser paciente, como nos recomienda Santiago en su Carta: "Tened paciencia (...) hasta la venida del Señor. El labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía. Tened paciencia también vosotros, manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca" (St 5, 7-8). Para que crezca una espiga o brote una flor hace falta cierto período de tiempo, que no se puede recortar; para que nazca un niño se necesitan nueve meses; para escribir un libro o componer música de valor, a menudo se requieren años de búsqueda paciente. Esta es también la ley del espíritu: "Todo lo que es frenético pasará pronto", cantaba un poeta (Rainer María Rilke, Sonetos a Orfeo). Para el encuentro con el misterio se requiere paciencia, purificación interior, silencio y espera.

5. Hablábamos antes de dos actitudes espirituales para descubrir a Dios que viene a nuestro encuentro. La segunda -después de la espera atenta y vigilante- es la admiración, el asombro. Es necesario abrir los ojos para admirar a Dios que se esconde y al mismo tiempo se muestra en las cosas, y que nos introduce en los espacios del misterio. La cultura tecnológica y, más aún, la excesiva inmersión en las realidades materiales nos impiden con frecuencia percibir el aspecto oculto de las cosas. En realidad, todas las cosas, todos los acontecimientos, para quien sabe leerlos en profundidad, encierran un mensaje que, en definitiva, remite a Dios. Por tanto, son muchos los signos que revelan la presencia de Dios. Pero, para descubrirlos debemos ser puros y sencillos como niños (cf. Mt 18, 3-4), capaces de admirar, de asombrarnos, de maravillarnos, de embelesarnos por los gestos divinos de amor y de cercanía a nosotros. En cierto sentido, se puede aplicar al entramado de la vida diaria lo que el concilio Vaticano II afirma sobre la realización del gran designio de Dios mediante la revelación de su Palabra: "Dios invisible, movido de amor, habla a los hombres como amigos, trata con ellos para invitarlos y recibirlos en su compañía" (Dei Verbum, 2).

 


 

Ejemplos Predicables

El vigilante nocturno.

    Cuando en un pueblo, o en un caserío cualquiera, se encarga a uno la vigilancia nocturna, en general, se le exige lo siguiente: debe dar fe de vida cada hora, para lo cual o debe cantar las horas, o señalarlas con un silbato que se oiga a larga distancia, o mover cada hora una palanca de un reloj con un dispositivo especial para registrar este movimiento. Todos estos procedimientos tienen por objeto evitar que el vigilante se duerma. También los hombres en este mundo, somos como un vigilante, pues debemos andar atentos a no adormecernos, para que cada hora del día nos halle con el espíritu atento a las cosas de Dios. No debemos dejar sonar una sola hora, sin pronunciar, por breve que sea, una jaculatoria u oración conveniente. Jesucristo bien nos aconsejaba: "Orad y vigilad, para que no caigáis en tentación" (Mateo, 26, 41). "Velad, pues ignoráis a que hora el Señor vendrá por vosotros" (Mateo, 24, 42). "Feliz aquel siervo que cuando llega el Señor, lo encuentra velando" (Lucas, 12, 37). Cada hora de nuestra vida sea ungida por la oración, y aseguraremos la salvación de nuestra alma. Procuremos que ningún negocio mundanal nos haga olvidar a Dios, y esto nos será de grande valimiento.

(Tomado de Catecismo en ejemplos, Quinta Parte, apéndice, Dr. F. Spirago. Ed. Políglota, pág.173)


 

CATECISMO

EL COMBATE DE LA ORACIÓN

2725 La oración es un don de la gracia y una respuesta decidida por nuestra parte. Supone siempre un esfuerzo. Los grandes orantes de la Antigua Alianza antes de Cristo, así como la Madre de Dios y los santos con El nos enseñan que la oración es un combate. ¿Contra quién? Contra nosotros mismos y contra las astucias del Tentador que hace todo lo posible por separar al hombre de la oración, de la unión con su Dios. Se ora como se vive, porque se vive como se ora. El que no quiere actuar habitualmente según el Espíritu de Cristo, tampoco podrá orar habitualmente en su Nombre. El "combate espiritual" de la vida nueva del cristiano es inseparable del combate de la oración.

I Las objeciones a la oración

2726 En el combate de la oración, tenemos que hacer frente en nosotros mismos y en torno a nosotros a conceptos erróneos sobre la oración. Unos ven en ella una simple operación psicológica, otros un esfuerzo de concentración para llegar a un vacío mental. Otros la reducen a actitudes y palabras rituales. En el inconsciente de muchos cristianos, orar es una ocupación incompatible con todo lo que tienen que hacer: no tienen tiempo. Hay quienes buscan a Dios por medio de la oración, pero se desalientan pronto porque ignoran que la oración viene también del Espíritu Santo y no solamente de ellos.

2727 También tenemos que hacer frente a mentalidades de "este mundo" que nos invaden si no estamos vigilantes. Por ejemplo: lo verdadero sería sólo aquello que se puede verificar por la razón y la ciencia (ahora bien, orar es un misterio que desborda nuestra conciencia y nuestro inconsciente); es valioso aquello que produce y da rendimiento (luego, la oración es inútil, pues es improductiva); el sensualismo y el confort adoptados como criterios de verdad, de bien y de belleza (y he aquí que la oración es "amor de la Belleza absoluta" (philocalia), y sólo se deja cautivar por la gloria del Dios vivo y verdadero); y por reacción contra el activismo, se da otra mentalidad según la cual la oración es vista como posibilidad de huir de este mundo (pero la oración cristiana no puede escaparse de la historia ni divorciarse de la vida).

2728 Por último, en este combate hay que hacer frente a lo que es sentido como fracasos en la oración: desaliento ante la sequedad, tristeza de no entregarnos totalmente al Señor, porque tenemos "muchos bienes" (cf Mc 10, 22), decepción por no ser escuchados según nuestra propia voluntad, herida de nuestro orgullo que se endurece en nuestra indignidad de pecadores, alergia a la gratuidad de la oración... La conclusión es siempre la misma: ¿Para qué orar? Es necesario luchar con humildad, confianza y perseverancia, si se quieren vencer estos obstáculos.

II Necesidad de la humilde vigilancia

Frente a las dificultades de la oración

2729 La dificultad habitual de la oración es la distracción. En la oración vocal, la distracción puede referirse a las palabras y al sentido de éstas. La distracción, de un modo más profundo, puede referirse a Aquel al que oramos, tanto en la oración vocal (litúrgica o personal), como en la meditación y en la oración contemplativa. Salir a la caza de la distracción es caer en sus redes; basta volver a concentrarse en la oración: la distracción descubre al que ora aquello a lo que su corazón está apegado. Esta toma de conciencia debe empujar al orante a ofrecerse al Señor para ser purificado. El combate se decide cuando se elige a quién se desea servir (cf Mt 6,21.24).

2730 Mirado positivamente, el combate contra el yo posesivo y dominador consiste en la vigilancia. Cuando Jesús insiste en la vigilancia, es siempre en relación a El, a su Venida, al último día y al "hoy". El esposo viene en mitad de la noche; la luz que no debe apagarse es la de la fe: "Dice de ti mi corazón: busca su rostro" (Sal 27, 8).

2731 Otra dificultad, especialmente para los que quieren sinceramente orar, es la sequedad. Forma parte de la contemplación en la que el corazón está seco, sin gusto por los pensamientos, recuerdos y sentimientos, incluso espirituales. Es el momento en que la fe es más pura, la fe que se mantiene firme junto a Jesús en su agonía y en el sepulcro. "El grano de trigo, si muere, da mucho fruto" (Jn 12, 24). Si la sequedad se debe a falta de raíz, porque la Palabra ha caído sobre roca, no hay éxito en el combate sin una mayor conversión (cf Lc 8, 6. 13).

Frente a las tentaciones en la oración

2732 La tentación más frecuente, la más oculta, es nuestra falta de fe. Esta se expresa menos en una incredulidad declarada que en unas preferencias de hecho. Se empieza a orar y se presentan como prioritarios mil trabajos y cuidados que se consideran más urgentes.

2733 Otra tentación a la que abre la puerta la presunción es la acedia. Los Padres espirituales entienden por ella una forma de aspereza o de desabrimiento debidos al relajamiento de la ascesis, al descuido de la vigilancia, a la negligencia del corazón. "El espíritu está pronto pero la carne es débil" (Mt 26, 41). El desaliento, doloroso, es el reverso de la presunción. Quien es humilde no se extraña de su miseria; ésta le lleva a una mayor confianza, a mantenerse firme en la constancia.


31.-  ENCENDER LAS LÁMPARAS

Entre los primeros cristianos había, sin duda, discípulos «buenos» y discípulos «malos». Sin embargo, al escribir su evangelio, Mateo se preocupa sobre todo de recordar que, dentro de la comunidad cristiana, hay discípulos «sensatos» que están actuando de manera responsable e inteligente, y hay discípulos «necios» que actúan de manera frívola y descuidada. ¿Qué quiere decir esto?

Mateo lo explica al recoger dos parábolas de Jesús. La primera es muy clara. Hay algunos que «escuchan las palabras de Jesús», y «las ponen en práctica». Toman en serio el Evangelio y lo traducen en vida. Son como el «hombre sensato» que construye su casa sobre roca. Es el sector más responsable: los que van construyendo su vida y la de la Iglesia sobre la autenticidad y la verdad de Jesús.

Pero hay también quienes escuchan las palabras de Jesús, y «no las ponen en práctica». Son tan «necios» como el hombre que «edifica su casa sobre arena». Su vida es un disparate. Construyen sobre el vacío. Si fuera sólo por ellos, el cristianismo sería pura fachada, sin fundamento real en Jesús.

Esta parábola nos ayuda a captar el mensaje fundamental de otro relato en el que un grupo de jóvenes salen, llenas de alegría, a esperar al esposo, para acompañarlo a la fiesta de su boda. Desde el comienzo se nos advierte que unas son «sensatas» y otras «necias».

Las «sensatas» llevan consigo aceite para mantener encendidas sus lámparas; las «necias» no piensan en nada de esto. El esposo tarda, pero llega a medianoche. Las «sensatas» salen con sus lámparas a iluminar el camino, acompañan al esposo y «entran con él» en la fiesta. Las «necias», por su parte, no saben cómo resolver su problema: «se les apagan las lámparas». Así no pueden acompañar al esposo. Cuando llegan es tarde. La puerta está cerrada.

El mensaje es claro y urgente. Es una insensatez seguir escuchando el Evangelio, sin hacer un esfuerzo mayor para convertirlo en vida: es construir un cristianismo sobre arena. Y es una necedad confesar a Jesucristo con una vida apagada, vacía de su espíritu y su verdad: es esperar a Jesús con las «lámparas apagadas». Jesús puede tardar, pero no podemos retrasar más nuestra conversión.

José Antonio Pagola


32.

La Sabiduría se deja encontrar!”.

¡Qué gran noticia para los hombres de todo tiempo, para todos los que buscan la verdad! La sabiduría no se esconde, no se sustrae a la humilde búsqueda de nuestra razón y no es una quimera inalcanzable. Si el hombre desea conocer la verdad y compromete lealmente su propia libertad y sus energías buscándola, la sabiduría no tarda en manifestarse en la “sintonía” y “receptividad” que le es propia.

A pesar de la herida mortal del pecado original, sanada por la muerte y resurrección del Señor, el hombre ha permanecido "capax Dei" y, por tanto, capax veritatis et capax sapientiae".

El hombre es realmente “capaz” de Dios, capaz de la verdad y de la sabiduría. Por esta razón, la fecunda relación entre la capacidad y el deseo del hombre, por una parte, y la generosidad de la sabiduría que se manifiesta y se dona, por otra, representa una de las experiencias humanas más significativas y un real “preámbulo” del encuentro con el Señor: lo llamamos “fe”.

Siempre es extraordinariamente fascinante reconocer que la razón y la fe viven en una profunda e inseparable unidad. La búsqueda de la sabiduría, por la cual está llamado a empeñar sus mejores energías, y el encuentro con ella, que revela siempre una “ulterioridad” no deducible teóricamente de los conocimientos adquiridos-encontrados, es el ícono más eficaz de la espera “del esposo”, de la cual nos habla el evangelio de hoy.

La parábola de las diez vírgenes describe tanto el Reino de Dios, hoy presente y en acto, como el acontecimiento escatológico del fin de la historia, acerca del cual dice el Señor: “No conocéis ni el día ni la hora” (Mt 24,13).

En el relato evangélico se da una como “superación” del texto de la primera lectura: se dirige una invitación a una totalmente nueva, a “otra” sabiduría, personal y prudente. No es suficiente, en el último día, el deseo de “entrar en las bodas”; y no alcanza con reconocer “la voz del esposo”. El uso humilde y realista de la razón, entendido como búsqueda de la verdad, no se puede confundir, en ningún caso, con el verdadero encuentro con ella.

Ciertamente, “buscar la verdad” implica admitir su existencia y excluir cualquier enfoque relativista. Pero el sentido religioso universal no es aún el encuentro con el advenimiento de Cristo, el encuentro con la fe. No alcanza con ser hombres, creyentes anónimos, para llamarse cristianos.

El aceite que falta a las lámparas y que no se puede dar a otros, es el signo del gran misterio de la propia libertad, que en ningún caso puede elegir en lugar de otros ni suplir sus propias elecciones. Solamente puede rezar, ofrecer y sufrir por la salvación de todos, pero las elecciones son personales, fruto del uso de la libertad, con los méritos (o los deméritos) que de ellas se siguen: es un acto absolutamente personal, que distingue para la eternidad el propio perfil espiritual y el propio ser “eco de la sabiduría”, imagen y semejanza de la Sabiduría encarnada que es Jesucristo nuestro Señor.

Roguemos a la Santísima Virgen, la Sabiduría por excelencia, que nos lleve de la mano al encuentro con Jesucristo, verdadera Sabiduría que no se termina y, pidiendo ser reconocida, a todos
espera.