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H O M I L Í AS

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DOMINGO XXXI

TIEMPO ORDINARIO

CICLO B

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A/PROJIMO.

-EL "CREDO" DEL ANTIGUO TESTAMENTO

No estará de más, hoy, prestar un poco de atención a las palabras de la primera lectura.

Recoge la especie de profesión de fe que todo israelita recitaba diariamente, que todo buen israelita aprendía de memoria de pequeño y no dejaba de decir ningún día de su vida.

Son una palabra bien formuladas, vigorosas, que a buen seguro formaban parte de la intimidad más profunda de todo creyente de la antigua alianza. A Jesús, que era un buen israelita y que por tanto se las sabía de memoria y las recitaba diariamente, le saldrá con toda facilidad utilizarlas como respuesta al doctor de la Ley y acoplarles la "ampliación" del segundo mandamiento.

Este hecho, nos podría llevar hoy a valorar también las fórmulas de fe que nosotros sabemos de memoria, y a valorar el hecho de recitarlas cada día, para que formen parte inseparable de nuestra alma. El padrenuestro es la fundamental de estas fórmulas, para el cristiano. Ningún día tendríamos que dejar de recitarlo, en algún momento u otro. Y de vez en cuando, tendríamos que detenernos a reflexionar sus frases.

-LA ANTIGUA NOVEDAD DE JESÚS

CREYENTE/RD: La respuesta de Jesús recoge palabras del Antiguo Testamento. No se lo inventa, el principal mandamiento. Y no era tampoco nuevo, que los doctores de la Ley aunasen el amor a Dios y el amor a los demás. Pero Jesús, al margen de la posible novedad hace una proclamación que se convierte en una de las fórmulas constituyentes del Reino (como lo es también las bienaventuranzas); el creyente del Reino es aquel que vive con toda intensidad el tener a Dios como único absoluto y lo concreta en la vida de cada día en el amor a los demás, trabajando para que los demás puedan ser y tener lo mismo que yo soy y tengo.

Algunas concreciones de este evangelio pueden ser:

I. Un objetivo que da un sentido infinito a todo. La palabra "mandamiento" es traidora, porque suena a algo que hay que hacer no porque valga la pena, sino porque hay alguien con poder suficiente como para imponernosla. Y en los "mandamientos" que vienen de la fe ciertamente no se da eso. Podríamos llamarlos "objetivos", quizá. Podríamos hacer la pregunta del doctor de la Ley de esta manera: ¿Cuál es el objetivo más importante de la vida del hombre? Y la respuesta de Jesús sería esta: el objetivo más importante de la vida del hombre es tener a Dios muy cerca, muy adentro, como lo más decisivo, como lo único decisivo; y con él, y como él, poner todos nuestros proyectos y actuaciones dirigidos no a nuestro interés personal, sino en solidaridad con todos los demás. Y Jesús añadiría, si nosotros dijéramos que sí, que nos apuntamos a esto: esto es el camino del Reino de Dios, tener eso como objetivo de la vida quiere decir entrar donde está Dios, vivir lo más grande que puede ser vivido.

II. El primer nivel: la experiencia de Dios.

No está bien separar los dos niveles, pero somos limitados y tenemos que explicarnos y reflexionar las cosas por partes. El creyente es aquel que ha sido tocado en su interior más profundo por la experiencia de una presencia plena, viva, totalmente amorosa. Una experiencia que para algunos será un sentimiento a flor de piel, fácil de tocar, mientras que para otros será un convencimiento profundo, sin demasiados sentimientos palpables. Tanto da. De lo que se trata es de vivirlo, como sea. Y cultivarlo. Y buscar medios: un rato concreto diario repasando en presencia de Dios el día; ratos no programados en el autobús o en la Iglesia; momentos de lectura de los salmos o del evangelio o de algún texto que me vaya bien...

III. El segundo nivel: los demás.

Dios "comprende" que uno, por lo que sea, no llegue a conocerlo; pero lo que no acepta es que uno se desentienda de los demás; ésta será la gran sorpresa de /Mt/25/31-46. Esto muestra hasta qué punto el creyente tiene que vivir en absoluta conexión los dos mandamientos. Lástima que, a lo largo del tiempo, hayamos perdido en parte el sentido concretísimo que tiene este amor, y lo hayamos convertido en una fórmula casi abstracta. Amar a los demás, dice Jesús, es hacer lo que el samaritano de la parábola, o lo que hace él mismo cuando se encuentra con un leproso o con la mujer adúltera. Amar quiere decir, pues, hacer todo lo que esté en mi mano para que todos los hombres y mujeres de cualquier parte del mundo puedan tener lo que yo tengo y todo lo que desearía tener. Y eso se concreta, entonces, en trato personal, en limosna, en interés social, en acción política... ¡en todo!

JOSEP LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1991, 5


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