COMENTARIOS AL EVANGELIO
Mt 22, 34-40

Par: Mc 12, 28-34

 

1. A-DEO/A-H. LA ORIGINALIDAD DE LA RESPUESTA DE JC ES PONER A UN MISMO NIVEL AMBOS PRECEPTOS. MAS AUN: DECLARARLOS INSEPARABLES Y CONSTITUTIVOS DE UN MISMO CENTRO Y PUNTO DE APOYO. LEY/AT. LOS MAESTROS DE LA LEY DISTINGUÍAN ENTRE PRECEPTOS (365) Y PROHIBICIONES (248).

Mientras en el texto paralelo de Mc el que pregunta a Jesús es un hombre que busca la verdad y "no está lejos del Reino de Dios" (Mc 12. 34), aquí, lo mismo que en Lc (10. 25), los que interrogan lo hacen con ánimo de tentarle (cf. 16. 1; 19. 3; 22.18). Se trata de un grupo de fariseos que entran a la carga después del fracaso de los saduceos.

La pregunta tiene pega, era una cuestión muy debatida en las escuelas rabínicas. Los maestros de la Ley distinguían entre preceptos y prohibiciones, éstas eran 365 en total y aquéllos 248. Por tanto, era urgente reducir todo ese fárrago legal a una sola fórmula breve y comprensible, a un mandamiento principal de la Ley. Pero esto no era nada fácil. Respondiendo a la misma cuestión el rabino Hillel (hacia el año 20 a. C.) había pronunciado esta famosa sentencia: "No hagas a otro lo que no quieras para ti: esto es toda la Ley. Lo demás es simplemente su explicación".

La originalidad de la respuesta de Jesús no está en subrayar como precepto fundamental y primero el amor a Dios, pues todos los judíos reconocían la absoluta prioridad de este precepto que recitaban dos veces al día (cf. Dt 6. 4-5). La novedad está en que Jesús coloca a un mismo nivel el precepto del amor al prójimo; más exactamente, en la declaración de que ambos preceptos son inseparables y constituyen un mismo centro y punto de apoyo de toda la Ley y los profetas.

Pretender separar en la vida cristiana el mandamiento del amor a Dios y del amor al prójimo sería tan absurdo como intentar separar en Cristo lo humano y lo divino. En ambos casos cabe una distinción, pero nunca una separación.

EUCARISTÍA 1990/49


2. JESÚS HA UNIDO LOS DOS Y EN LA CAPACIDAD DE MANTENERLOS UNIDOS ES COMO SE MIDE LA VERDADERA FE.

En las escuelas teológicas de la época se discutía cuál era el mandamiento que se debía poner a la cabeza de la lista. Un escriba hace a Jesús la pregunta para ponerlo a prueba; es decir, quiere probar la capacidad del nuevo Maestro y conocer su opinión sobre un debate de moda. Jesús cita en primer lugar dos textos del AT. Un pasaje del Deuteronomio (6. 4-8): "Escucha, Israel: Yahvé, nuestro Dios, es el único Dios. Ama a Yahvé, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Graba sobre tu corazón las palabras que yo te dicto hoy. Incúlcaselas a tus hijos y repíteselas cuando estés en casa, lo mismo que cuando estés de viaje, acostado o levantado. Atatelas a las manos para que te sirvan de señal, póntelas en la frente, entre los ojos. Escríbelas en los postes de tu casa y en tus puertas". Y un texto del Levítico (19. 18): "No odiarás en tu corazón a tu hermano, antes bien lo corregirás para no gravarte con un nuevo pecado. No tomarás venganza ni guardarás rencor hacia tus connacionales. Amarás a tu prójimo como a ti mismo".

Los dos pasajes ocupaban el centro de la espiritualidad de Israel, sobre todo el primero, que se recitaba por la mañana y por la noche, se lo bordaba en las mangas de los vestidos y se lo escribía en los dinteles de las puertas. Pero, aunque en su respuesta cita textos conocidos y ya existentes, Jesús aparece nuevo y original frente a las opiniones corrientes. Para él el mandamiento del amor a Dios y al prójimo no es simplemente el mandamiento que hay que colocar a la cabecera de la lista, y ni siquiera el mandamiento más importante; es el centro del cual deriva todo y que todo lo informa y lo impregna; cualquiera otra ley que quiera presentarse como voluntad divina debe ser expresión de este doble amor. Con ello Jesús se distancia del legalismo.

En segundo lugar, Jesús universaliza el concepto del prójimo. El judaísmo, especialmente en tiempo de Jesús, se debatía en el particularismo, si bien no faltaban intentos de universalismo; el prójimo era el correligionario o a lo más el simpatizante; pero de ningún modo el extranjero y el pagano. En cambio, para Jesús, prójimo es todo el mundo, incluido el extranjero y hasta el desconocido. Prójimo es cualquiera que es objeto del amor de Dios; es decir, todos. En cambio, es permanente la tentación de delimitar el concepto de prójimo o, en cualquier caso, de hacer una clasificación, como si algunos hombres contasen y otros no.

Mas la novedad de Jesús estriba ante todo en haber unido los dos mandamientos. En la capacidad de mantenerlos unidos es como se mide la verdadera fe. Hay como dos tendencias en el espíritu humano, y ellas se disputan también el alma cristiana: la tendencia que acentúa el primado de Dios (por tanto, la oración, la relación con él, la conversión interior y personal) y la tendencia que, en nombre de Dios, llama la atención hacia el hombre (por tanto, la justicia, la lucha por un mundo más justo, la toma de posición frente a las estructuras de nuestra sociedad). La primera se diría más religiosa; la segunda, más política. No obstante, semejante juicio es por lo menos superficial y expeditivo; lo religioso, como lo político, tienen significados más complejos. El evangelio quiere que se unan las dos tendencias. Jesús ha mandado amar al prójimo como a sí mismo; por lo tanto, hay que comprometerse en la liberación del hombre.

Pero en la lucha generosa por el hombre es preciso afirmar el primado de Dios, al que hay que amar con todas las fuerzas y que debe ocupar el primer puesto en nuestro corazón. Tan es así, que el amor de Dios se inculca sin medida ("con todo el corazón"), pero no el amor del prójimo ("como a sí mismo").

BRUNO MAGGIONI
EL RELATO DE MATEO
EDIC. PAULINAS/MADRID 1982.Pág. 232


3.

613 preceptos, en su mayoría negativos. En efecto, 365 eran prohibiciones (el mismo número de los días del año) y 248 imposiciones (entonces se creía que los miembros del cuerpo humano sumaban esa cantidad exacta).

Era difícil orientarse en aquel barullo de disposiciones insignificantes mezcladas con normas importantes.

El equívoco de fondo consistía en vanagloriarse de haber recibido de Dios, con preferencia a otros pueblos, un mayor número de leyes, y en creer que tener la conciencia en regla era cuestión de cantidad de normas respetadas y prácticas cumplidas.

ALESSANDRO PRONZATO
EL PAN DEL DOMINGO CICLO A
EDIT. SIGUEME SALAMANCA 1986.Pág. 225


4.

La Ley y los profetas penden de estos dos mandamientos. Como la puerta gira sobre su quicio. No se trata, por tanto, de establecer una distinción entre los mandamientos o prescripciones de la Ley. Si la Ley expresa la voluntad de Dios es imposible establecer distinciones. Jesús afirma que todo lo demás, que al hombre le es exigido desde la Ley, debe ser deducido de estos dos mandamientos. Estamos, por tanto, ante el necesario principio unificador que resuelve tanta dispersión legal o ritual.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 1072


5.

Nos hallamos en un contexto de controversia. Los diversos adversarios proponen cuestiones a Jesús para comprometerle. Ahora es el turno de un experto en la Ley del grupo de los fariseos.

La cuestión que propone a Jesús es típica entre los expertos en la Ley. Se había llegado a establecer una lista de 248 mandamientos y 365 prohibiciones. Ante este cúmulo, muchos expertos hacían afirmaciones que se acercaban a la de Jesús.

La pregunta por el mandamiento "principal" de la Ley supone que Jesús debe responder sobre los mandamientos escritos en los libros atribuidos a Moisés. La respuesta de Jesús pone en un mismo plano dos mandamientos, los dos tenidos por principales, de modo que hace de ellos uno solo: amar a Dios y amar al prójimo.

Los libros de la Ley y de los Profetas son el compendio escrito de la alianza de Dios con Israel. Pues bien, el que ama a Dios y ama al prójimo cumple todos los mandamientos contenidos en esta alianza. El amor es la única manera de ser fiel a la alianza, de responder al amor de Dios.

J. M. GRANE
MISA DOMINICAL 1993/13