32 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO
1-8

1. H/IMAGEN-SEMEJANZA-D:

Acabamos de escuchar una gran alabanza de Jesús: "Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no te fijas en las apariencias". Estas palabras colocadas en labios de unos adversarios, dibujan claramente el carácter de Jesús, su modo de ser y de actuar, su gran libertad ante los convencionalismos y los grupos de su tiempo. ¿No os parece que los cristianos y la Iglesia tendríamos que confrontar siempre nuestro modo de ser y de actuar con el de Jesús? De todas formas, Jesús no se deja engañar por palabras halagadoras: "¡Hipócritas!, ¿por qué me tentáis?, les increpa.

Realmente no obra para complacer a los hombres, ni siquiera a aquellos fariseos y herodianos que le hacen tan buena alabanza.

Porque eran unos hipócritas y venían a tenderle una trampa. Este es un riesgo que corre todo hombre libre: como no es sistemáticamente de un grupo, puede provocar la unión de grupos antagónicos para atacarle.

Los fariseos, sinceramente religiosos y observantes, celosos de las prerrogativas de Israel, el pueblo escogido de Dios, no podían admitir la dominación de unos extranjeros, los romanos, un pueblo pagano, que no conocía al verdadero Dios. ¿Cómo podía tolerarse de buen grado que el pueblo de Dios aceptara la esclavitud? Por eso eran contrarios al tributo, la contribución económica que los romanos imponían a los judíos, como a los demás pueblos de su imperio. Y que los publicanos -cobradores de impuestos- se encargaban de recaudar.

Los del partido de Herodes, en cambio, eran colaboracionistas. Se aprovechaban de la situación y apoyaban al reyezuelo local que los romanos tenían en la Galilea, que se había manchado las manos con la sangre de Juan Bta y que era hijo de aquel Herodes el Grande, tan sanguinario, que gobernaba cuando nació Jesús.

¡Qué trampa tan bien hallada! Si Jesús respondía que sí, que tenía que pagarse el tributo a los romanos, los fariseos lo denigrarían ante el pueblo piadoso, entre el cual tenían una gran influencia. Si respondía que no, los herodianos lo denunciarían como subversivo y contrario a la autoridad constituida.

Pero Jesús la esquiva con habilidad. Esta moneda, ¿no lleva grabada la imagen del César? Pues pagadla al César. Pero dad, también, a Dios lo que es de Dios. ¿Y qué es de Dios? Pues de Dios somos cada uno de nosotros. Así como las monedas llevan la imagen y la inscripción del soberano que ha mandado acuñarlas -"Tiberio, emperador"; "Juan Carlos I, rey de España"-, los hombres llevamos grabada la imagen y la inscripción de Dios. De Él somos. Y no de ningún poder de la tierra, por grande o legítimo que sea. No hay poder absoluto, potestad absoluta sobre los súbditos. Cada uno de nosotros es mucho más que simple hijo de su familia, ciudadano de su país, componente de la humanidad o miembro de tal iglesia. Cada uno de nosotros -negro o blanco, rico o pobre, enfermo o sano, sabio o ignorante, virtuoso o degradado...- es de Dios, lleva la imagen y la inscripción de Dios en su ser más profundo. La imagen y la inscripción pueden desdibujarse, como ocurre con las viejas monedas, que se leen con dificultad; pero nunca pueden borrarse del todo mientras vivamos. Por eso he dicho que no existe ningún poder absoluto, con potestad absoluta sobre los hombres ni siquiera la autoridad religiosa. Esta imagen de Dios, este ser de Dios, fomenta nuestra soberana libertad. Porque somos de Dios, cada uno de nosotros vale más que cualquier autoridad de la tierra. Y de lo más profundo de nosotros mismos sólo tenemos que rendir cuentas a Dios.

Esto es válido para todo hombre. Para los cristianos y los que no lo son. Incluso para los que no creen en Dios y se proclamen ateos. Para nosotros, cada hombre lleva en su corazón la imagen de Dios, más o menos desfigurada, pero real. Es bueno que hoy, domingo mundial de la propagación de la fe, pensemos en ello. Con respeto profundo, lejos de toda imposición, de toda superioridad, el anuncio de la fe cristiana no persigue otra finalidad que ésta: que todos los hombres reconozcan la imagen que llevan dentro, que es la imagen de Dios.

Y puesto que nosotros lo reconocemos, cada domingo nos reunimos y lo celebramos. En la Eucaristía devolvemos a Dios aquello que es suyo: cada uno de nosotros, toda nuestra vida.

J. M. TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 1978/19


2.  

"Yo soy el Señor y no hay otro". Estas palabras de la 1ª.lectura podrían ser la clave para entender el evangelio de este domingo. Con bastante frecuencia mal entendido, o utilizado -desde diversas posiciones ideológicas- para defender visiones contradictorias de la relación entre Dios y el poder político.

Utilizaciones que no captan el auténtico sentido de la respuesta de JC, que se sitúa en la línea de lo que el profeta Isaías atribuye a Dios: "Yo soy el Señor y no hay otro".

El evangelio de este domingo es una clara afirmación de la PRIMACÍA DIFERENTE de Dios. Por un lado "primacía", es decir, Dios como único absoluto, Señor único. De lo que se sigue que no se puede dividir la vida humana en diversos compartimentos, como si fuera posible tener unas convicciones y una práctica humana -política- independiente de la fe. "Cada uno de nosotros es de Dios, lleva la imagen y la inscripción de Dios en aquello que tiene de más profundo". JC no pretende la división de competencias (lo que es de Dios y lo que es del César), sino que afirma la PRIMACÍA de Dios porque TODO ES DE DIOS. La consecuencia es que no pueden haber en nuestra vida, en nuestras maneras de pensar y de actuar -y concretamente en nuestro comportamiento político, cívico- zonas independientes de nuestra fe, de la exigencia de actuar siempre al servicio de la verdad, de la justicia, del amor, de la libertad, de la igualdad entre los hombres.

Pero hay que decir también que esta primacía universal de Dios es "diferente". En el sentido de que no entra en competencia con las opciones políticas humanas, con los poderes de la ciudad de los hombres. Era lo que intentaban los fariseos y los partidarios de Herodes: que JC, maestro "del camino de Dios" afirmase en nombre de Dios una posición política. Los exegetas parecen coincidir en que Jesús rehuye astutamente la trampa y no porque fuera indiferente -se lavara las manos- a la cuestión sino porque respeta la libertad de las diversas opciones. Ninguna opción -antes y ahora- puede presentarse como la de Dios, la de la fe.

Este es el problema: saber unir dos afirmaciones que pueden parecer contradictorias. La de la primacía de Dios, Señor único, que pide toda nuestra vida -y por tanto también las opciones políticas y el trabajo en la sociedad- sea coherente con la fe, esté penetrado de ella, sea el eje fundamental de actuación de la vida de cada uno. Pero también la afirmación de que de ahí no se puede deducir una política para los cristianos, sino que la opción puede ser diversa porque en ella juegan otros elementos (situación social, convicciones humanas, análisis diversos de la realidad...).

Todo esto podría concretarse en dos palabras: COHERENCIA y LIBERTAD. Coherencia de cada uno en su acción en la sociedad (que puede abarcar desde la militancia en partidos, sindicatos, etc., hasta el simple ejercicio del derecho al voto, o quizás más habitualmente en la manera de hablar de ello, de colaborar en el trabajo, en el pueblo, en el barrio..., en las diversas actividades o en los movimientos cívicos). Coherencia con la propia fe, procurando que todo lo que se hace esté en relación con el hecho de ser seguidor de JC.

Pero también libertad para no imponer a nadie -y menos desde la Iglesia- unas opciones políticas. Ni para excluir a nadie en nombre de opciones políticas. Quizás hoy es esta la tentación más presente en nuestro país: algunos cristianos -incluso algunos obispos- parecen tener muy claro que tener una opción política de izquierdas -las izquierdas que en nuestro país son de hecho más o menos marxistas- excluye de la Iglesia, o por lo menos hace de ellos cristianos marginales. Otros, en cambio, parecen pensar que para ser cristiano hay que ser de izquierdas y miran con un cierto aire de perdonavidas a los cristianos que tienen opciones de centro o de derecha.

Por lo que respecta al domingo de la propagación de la fe (Domund), se podrían comentar las palabras de la carta de san Pablo: "recordamos sin cesar la actividad de vuestra fe". Y también lo que dice Pablo respecto a su trabajo: anunciar el evangelio, de palabra pero también con "convicción profunda". Es una misión encomendada a todos los cristianos, aquí y en todo el mundo -con una solidaridad de todos para con todos-: la fe no puede ser como un tesoro que uno tiene como propio, sino como un don de Dios que precisamente porque se valora, se quiere comunicar -sencillamente- a los demás. Posiblemente no hemos sabido hallar el camino justo entre la imposición de la fe y un desinterés -o una timidez total- por comunicar la fe. Quizás deberíamos tomar ejemplo de bastantes hombres de nuestro tiempo que se preocupan por difundir sus ideales humanos y políticos. Es decir, es necesario aquello que dice san Pablo: que la fe sea activa para propagarse, lo cual se puede hacer con mucho respeto hacia los no creyentes, pero también con "convicción profunda".

J. GOMIS
MIsa dominical 1978/19


3. FE/POLITICA 

Si estás en contra del impuesto, estás contra los romanos; si estás a favor del impuesto, estás contra Dios.

Para comprometer a Jesús, le tienden una trampa en la que no tiene más remedio que caer. El país vive bajo la ocupación romana y los judíos hacen de ello un asunto religioso. Sobre esto quiere hacernos reflexionar el evangelio: la religión y la política.

Los partidarios de Herodes son colaboracionistas y andan al acecho de cualquier palabra imprudente que les permita denunciar a Jesús como agitador. Pero los fariseos, y prácticamente todo el pueblo judío, detestan a los romanos como opresores y como paganos. Pagar el impuesto es reconocerse sometido a un emperador pagano. ¿Y no es eso obrar contra Dios? Tú, que te dices mesías, no puedes aceptar esto: ¿no estás en contra del impuesto? Jesús deshace el equívoco: os servís de la moneda del César, aceptáis esta situación de país ocupado: entonces "lo que es del César devolvédselo al César", pero no mezcléis esto para nada con vuestra fe en Dios.

Así, Jesús distingue la religión de la política. No ya como se hace a veces cortando la vida en dos: por un lado, el terreno del César, la política; y por otro, el terreno de Dios, la religión. No, la religión y la política son distintas, pero trabadas entre sí.

Hay ciertamente dos terrenos, o mejor dicho múltiples terrenos. Y en primer lugar, el de Dios que lo engloba todo. "Dad a Dios lo que es de Dios" quiere decir: ved de qué manera TODO en vuestra vida guarda relación con Dios. Él tiene un derecho universal que hay que respetar. Por tanto, hay que DAR A DIOS en política lo mismo que en todo cuanto hacemos. Una luz muy clara sobre los problemas de "fe y política" y sobre otros muchos problemas. Porque EN EL INTERIOR de la soberanía total de Dios hay muchos terrenos en donde tenemos que ejercer nuestra libertad: la vida personal, la familia, la empresa, la sociedad.

No es cuestión de vivir todo esto a nuestro capricho, declarando por ejemplo que tal comportamiento político es el único cristiano. Ayer se pensaba de buena gana que votar por la derecha era "estar por Dios"; hoy se diría más bien lo contrario, y también es falso.

Sin embargo, es grande la tentación de poner a Dios en los argumentos electorales o en las pasiones políticas. No, se trata del César, no de Dios. Dios está lo mismo a la derecha que a la izquierda.

Pero la tentación contraria es igualmente mala: intentar evadirse junto a Dios, lejos de todo compromiso colectivo. Entonces huimos del amor a nuestros hermanos, porque es en gran parte mediante la acción política como es posible hacer que progrese la justicia social y la calidad de vida. Permanecer bien guarecido, decir muchas oraciones y dejar que en el país la cosas vayan de cualquier manera no es ser piadoso, sino egoísta.

Se ha utilizado la respuesta de Jesús de muchas maneras. Yo creo que el principio que se deduce de ella permite rechazar la separación completa entre la fe y la política, aunque evitando cuidadosamente la amalgama: ninguna política puede ligar a Dios, pero todas las políticas tienen que rendirle cuentas.

ANDRE SEVE
EL EVANG. DE LOS DOMINGOS
EDIT. VERBO DIVINO ESTELLA 1984.Pág. 55


4. DOMUND. SOBRE LA 1ª Y 2ª LECTURAS.

Hoy celebramos la Jornada de las Misiones, el Domund. Comentaremos, por ello, algunos aspectos de la primera y segunda lecturas (el evangelio va por otro camino y pediría una reflexión más extensa). Nos referimos a estos puntos: todos los hombres justos participan del plan de salvación de Dios y pueden colaborar en su realización; el dinamismo misionero debe nacer de la intensidad de vida cristiana de cada iglesia local; hoy -más que nunca- es necesaria una predicación de hechos, basada en los dones del Esp. Sto. y con profunda convicción.

-Los paganos y el plan de Dios

Ante todo debemos recordar que -como cristianos- debemos tener los ojos muy abiertos para DESCUBRIR LOS VALORES POSITIVOS dondequiera se hallen. Todo lo que hay de bueno y verdadero en los hombres -aunque no conozcan aún a JC- en las llamadas "religiones no cristianas" merece una justa valoración. Y esto es lo que nos enseña muy a menudo la S.E y el mismo JC (por ello especialistas en la S.E. han podido escribir libros sobre "los santos paganos del AT", o sobre "la actitud de JC respecto a los paganos"). Uno de estos ejemplos lo hallamos en la 1a. lectura de hoy. CIRO el rey persa, derriba el imperio babilónico y así LIBERA un gran número de pueblos que Babilonia había reducido a la esclavitud. Entre ellos, el mismo pueblo de Dios, el pueblo judío.

Por ello, el libro del profeta que conocemos con el nombre del segundo Isaías, el profeta que anuncia el retorno de los desterrados hacia la Tierra Prometida, saluda al liberador con los títulos máximos: "Ungido del Señor", es decir, Mesías; elegido de Dios, aquel a quien el Señor, como lo hacía con los profetas y reyes "lleva de la mano", "le llama por su nombre", "AUNQUE TU NO ME CONOCÍAS".

Tras estas palabras hallamos toda una TEOLOGÍA DE LA HISTORIA. El Dios de Israel es Señor de TODOS los hombres, de toda realidad humana, y puede conducir esta vida para cumplir su voluntad.

Ciro, rey pagano, es también una obra de las manos de Dios, un signo de su presencia salvadora y un colaborador de su plan amoroso de salvación para todos.

Podríamos recordar hoy aquello que nos dijo el Concilio (en su Declaración sobre las religiones no cristianas: "La Iglesia católica NO RECHAZA NADA DE AQUELLO QUE HAY DE VERDADERO Y DE SANTO EN ESTAS RELIGIONES. Mira con sincero interés estos modos y estilos de vida, estas normas y doctrinas... que muchas veces incluyen un rayo de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres".

-Cada iglesia local debe anunciar a JC

Pero inmediatamente el mismo Concilio dice: "No obstante, la Iglesia anuncia y TIENE EL DEBER DE ANUNCIAR A JC, incesantemente, a Él que es el camino, la verdad y la vida. En Él todos los hombres hallan la PLENITUD de la vida; en Él Dios ha reconciliado todas las cosas".

Es el DEBER MISIONERO; es el imperativo evangelizador, que todos los cristianos debemos hacer nuestro, en todo lugar y momento, según la palabra de Pablo: "¡Ay de mí si no evangelizare!".

Aquel deber que, como dijo el reciente Sínodo de los Obispos que estudió el tema de la Evangelización, DEBE ASUMIR TODA COMUNIDAD CRISTIANA, todas las iglesias locales en cualquier lugar del mundo. Para hacerlo realidad donde cada una de ellas vive y para, al mismo tiempo, ayudar a las demás, con espíritu fraterno y de mutua comunión. Una comunión presidida por aquel que como sucesor de Pedro, tiene el servicio de la comunión entre todas las iglesias locales.

Lo hemos leído en la segunda lectura, al recordar aquella floreciente comunidad cristiana de Tesalónica, de la que Timoteo comunica a Pablo tan buenas noticias que el corazón del Apóstol se alegra y da gracias a Dios porque "por la actividad de vuestra fe, el esfuerzo de vuestro amor y el aguante de vuestra esperanza" se ha convertido en modelo para todos los creyentes de las regiones vecinas.

LA FE, EL AMOR Y LA ESPERANZA constituyen la esencia de esta respuesta que debemos dar a la predicación del Evangelio. Es lo que nos ha dicho san Pablo: la ACTIVIDAD DE LA FE (es decir, el espíritu misionero), el ESFUERZO DEL AMOR (es decir, el testimonio real, de los hechos), y el AGUANTE DE LA ESPERANZA (es decir, la tenacidad en seguir el camino de JC por más dificultades que hallemos, con valor cristiano, con fortaleza, sin desanimarse, con alegre confianza... hoy tan necesaria...).

Así se describe una Iglesia viva y, por ello, misionera. Una Iglesia, aquí y en cualquier lugar, anunciadora de JC y "no sólo con palabras, sino además CON FUERZA DEL E.S. Y CONVICCIÓN PROFUNDA".

La Palabra del Señor ha convocado también hoy a esta nuestra Iglesia que en la celebración de la Eucaristía se realiza como tal. Hagámoslo hoy en gozosa comunión con todos los hombres justos y religiosos del mundo. Sintamos los lazos de estrecha comunión con las Iglesias hermanas de todo el mundo. Demos gracias a Dios por la creciente vitalidad de las jóvenes Iglesias de África, por la madurez de las de América latina, por la apertura de las de Asia a los valores religiosos de su continente. Unidos en la fe y en la oración, ayudémonos todos en lo que nos sea posible.

JORGE PIQUER
MISA DOMINICAL 1975/18


5. SOBRE /Jn/07/37-39 COMO 3ª LECTURA. 

Esta lectura, que se propone optativamente para este domingo con motivo del Domund, corresponde a la vigilia de Pentecostés. Se halla en el Leccionario A -el actual- en la página 167. La sustitución de una lectura está autorizada en esta ocasión ("Caeremoniale episcoporum", n. 229).

El fragmento del evangelio de Juan, con toda su concisión y con la fuerza del lenguaje simbólico, nos proclama la oferta que Jesús hace a todo hombre. Él no se dirige a los que se sienten satisfechos, que piensan que todo les funciona o que consideran que no necesitan a nadie. Él se dirige a los que tienen sed: los que experimentan sus propias carencias y tienen al mismo tiempo el espíritu abierto para sentir como propias las carencias del mundo. A esos JC les invita a saciar en él su sed, y a vivir, así, una profunda transformación personal: les ofrece que de sus entrañas manen torrentes de agua viva, les ofrece tener dentro de sí la plenitud de vida que Jesús es.

El Domund es una llamada a darse cuenta de la gran falta de vida que hay en nuestro mundo, y del gozo que produce poder ser penetrados de la fuente de esa vida. Sin duda que la fe no arregla mágicamente los males del mundo. Pero sí hace vivirlo todo de modo distinto, hace que nos sintamos salvados, y nos da nuevo empuje para trabajar para que este mundo esté cada vez más lleno de esa vida cuya plenitud está en Dios. ¿Y no haremos todo lo posible para que ese anuncio salvador pueda llegar a todo hombre, y todo hombre pueda sentir que de sus entrañas manan torrentes de agua viva? La lectura evangélica termina afirmando que el Espíritu es esa agua viva, que hace presente en todo hombre y en el mundo entero la vida nueva de JC resucitado. El Espíritu nos hace, por tanto, continuadores de JC, llamados a anunciar con él, y como él, su Buena Noticia.

J. LLIGADAS
ILLUMINARE.OCTUBRE 1990/Pág. 46


6. SOBRE /Jn/07/37-39 COMO 3ª LECTURA. DOMUND

Hoy toda la Iglesia celebra la jornada misional del Domund. Es bueno celebrar este día para que renovemos nuestro interés por la tarea que miles de hombres y mujeres misioneros, cristianos como nosotros, llevan a cabo entre los pueblos y los hombres más necesitados de la tierra, a la vez que recordamos la obligación que tenemos todos, cada uno a su manera, de ser misioneros.

Todos los años el Domund subraya un aspecto concreto de la tarea de los misioneros de la Iglesia. Este año el lema "servidores de la vida" destaca "el servicio" que realizan a la vida en todos sus aspectos.

No hay duda de que el apoyo, la promoción y la defensa de la vida es un tema que nos interesa a todos, y especialmente a los pueblos del Tercer Mundo, para los que aún no ha caído el "muro" que les impide acceder a los bienes y riquezas del Primer Mundo y no les permite compartir la calidad de vida de nuestros pueblos ricos.

Toda la Iglesia, en general, y la Iglesia misionera en especial, apuestan decididamente por la vida: se comprometen y trabajan para que se acaben las guerras, el hambre, las enfermedades, las persecuciones, las injusticias y los odios. Así será posible la vida de las personas. Y, junto con eso, hay que trabajar también para que mejore la calidad de vida, pues Dios nos llama a tener vida, y "vida en abundancia" (Jn 10. 10); por eso encontramos a los misioneros empeñados en el desarrollo de la cultura y de la educación de los pueblos y trabajando por un mejor y más justo orden social, político y económico, que garantice los derechos humanos.

Pero el servicio de las misiones a la vida no termina aquí. La defensa de la vida que hacen los misioneros -y la Iglesia toda- tiene siempre en cuenta que, gracias a Xto, todos estamos llamados a participar en la misma vida de Dios, a alcanzar la vida eterna, la vida en plenitud. Con la fuerza de esta esperanza, los misioneros no temen llegar incluso a dar la vida por los hermanos, si llega el caso a semejanza de Jesús, haciendo así realidad aquello de que el grano que cae en tierra y muere es el que germina y produce fruto abundante (Jn 12. 24). De hecho, en estos últimos años han muerto asesinados una media de dos misioneros por mes.

Desde la primera página de la Biblia, Dios se nos presenta como el creador de la vida y el que hace al hombre y a la mujer a semejanza suya, asociándolos a la tarea del perfeccionamiento del mundo y de la vida sobre la tierra.

Posteriormente Dios escoge para sí al pueblo de Israel, para que sea el heredero de las promesas de Dios vivo frente a los pueblos que adoran a dioses muertos. Él lo liberará de la esclavitud inhumana de Egipto y siglos después lo hará retornar del exilio de Babilonia; y aunque frecuentemente el pueblo fue ingrato a Dios y no correspondió a su amor, Dios siempre se mantuvo fiel a su promesa. Y así, la plenitud de la vida, prometida por Dios a los hombres, llegará al mundo con JC, venido hasta nosotros para traernos la vida. Sus palabras, sus acciones, sus milagros, su muerte y su resurrección, todo va encaminado a mejorar la vida de los hombres, a librarla de toda limitación y atadura, a destruir, en fin, la muerte y preservar la vida del hombre para siempre, junto a Dios Padre.

Al reunirnos para celebrar la Eucaristía, participamos en el banquete del amor y de la vida. Cristo da su vida por nosotros y por todos los hombres y mujeres del mundo. Millones de seres humanos no conocen todavía a Cristo, Vida de nuestra vida, quizá porque les falta tener cerca a personas que los amen y les demuestren ese amor de forma activa y eficaz, preocupándose por ellos, ayudándoles en sus necesidades.

El Espíritu del Señor mueve a los misioneros -y a toda la Iglesia- a ser "servidores de la vida" de sus hermanos más necesitados del Tercer Mundo.

Hemos escuchado la maravillosa promesa de Jesús: la promesa de su Espíritu Santo, que compara con "torrentes de agua viva" que manarán de las entrañas de los que creen en Él.

La Iglesia, desde sus comienzos, no se ha guardado para sí esta "agua viva", sino que ha querido que llegase a todo hombre. Así lo hacían los cristianos de Tesalónica de los que san Pablo recuerda "la actividad de vuestra fe, el esfuerzo de vuestro amor y el aguante de vuestra esperanza en Jesucristo nuestro Señor".

Ellos -los misioneros- quieren que la vida del Espíritu, comunicada a través de la Iglesia, alcance a todos los pueblos de la tierra para que todos descubran y disfruten esa vida en plenitud que Dios nuestro Padre quiere para todos sus hijos.

Cristo y los misioneros nos estimulan hoy a interesarnos por el servicio a la vida de los hermanos más necesitados, tanto de aquí como de las jóvenes iglesias de las Misiones. Finalmente hemos de insistir una vez más en que las Misiones son cosa de todos; es verdad que hay algunos especialmente dedicados a esta tarea, y que lo hacen en nombre de toda la comunidad; pero esto no es motivo para que todos los demás nos despreocupemos de esta realidad esencial en la vida de la Iglesia. A todos nos invita el Señor para que anunciemos la Buena Noticia a los hermanos; a todos nos da la vida gratis, para que gratis la compartamos con los demás; a todos nos compete trabajar por la vida de los demás.

Nuestra solidaridad con los misioneros y con las misiones no se puede limitar a una limosna más o menos generosa que nos facilita el desentendernos de sus problemas creyendo que ya hemos cumplido. Nuestra solidaridad debe consistir en luchar, con ellos y como ellos, en favor de la vida, en ser "servidores de la vida". Celebramos la Eucaristía, el memorial de la vida de Jesús ofrecida hasta la muerte "por la salvación de todo el mundo": "El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo".

OBRAS MISIONALES PONTIFICIAS
DABAR 1990/51


7. PODER/POLITICO.

El evangelio de Mateo es una amplia crítica al poder.

Es severo, en primer lugar, con quienes detentan el poder político. Desde el principio, Herodes es presentado con su lote de prudencia cautelosa -"Mandó secretamente a los magos"- y de crueldad cínica -"Envió a matar a todos los niños"- cuya autenticidad confirma la historia. Más tarde, José se establece con el niño y con su madre en Nazaret, en Galilea, debido al temor a Arquelao, "que reinaba en Judea, en lugar de su padre".

El hermano de este Arquelao, Herodes, hijo de Herodes el Grande, "hace arrestar, encadenar y encarcelar a Juan, por causa de Herodías"; el prisionero es, finalmente, llevado a la muerte por el único motivo de un capricho regio. "Han hecho con él cuanto han querido", constata Jesús, que censura así el despotismo arbitrario de las autoridades en el poder. Por miedo a estas mismas autoridades, Jesús no se siente ya seguro y "se retira en barca a un lugar desierto, apartado" (14,13).

El evangelio de Mateo es severo con respecto al poder político mismo. A diferencia de Lucas, Mateo presenta como tercera tentación -la última, la suprema tentación, sin duda- la que incita a Jesús a caer "a los pies del diablo para adorarle"; la fuente de esta tentación estaría en el deseo de "poseer todos los reinos de la tierra con su gloria" (4, 8). En tiempos de Jesús, este deseo no es una hipótesis de escuela; es el de muchos judíos, ávidos de un imperio universal para su nación.

Por lo que a Jesús se refiere, El no ha hecho sino renunciar a las tendencias políticas de moda; ha tomado partido audazmente por un sentido contrario. Así es como muestra una cierta simpatía por un centurión cuya "fe" le arranca un grito de admiración: "Os digo de verdad que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande" (/Mt/08/10). Manifestar tal estima a un oficial del ejército romano de ocupación, y aprovechar el incidente para hacer caer en la cuenta a los judíos de su incredulidad, son otros tantos gestos que contradicen claramente la pasión de los judíos activistas del tiempo. Mostrar, por otra parte, simpatía a publicanos que recaudaban los impuestos en beneficio del ocupante, ser recibido por ellos, hacérselos amigos hasta el punto, tal vez, de elegir a uno de entre ellos por discípulo, es asimismo oponerse a un nacionalismo del que entonces estaban imbuidos todos los judíos.

Inscrita en la misma línea, la anécdota del tributo al César supone también disentir de la fiebre política. Para entender este pasaje, hay que recordar los hechos. Mientras Galilea y algunos reinos vecinos (Lc 3, 1d-3) son confiados al gobierno de príncipes judíos, Judea queda bajo la autoridad romana, representada por Poncio Pilato. El peso de esta autoridad extranjera se hace sentir especialmente a través de la recaudación del tributo, que supone un censo exacto de la población (Lc 2, 1 s). El hecho de obtener un tributo, y más aún el de empadronar a la población afirma la supremacía de los romanos paganos sobre los judíos y niega en cierto modo la privilegiada pertenencia de este pueblo a su Dios. Sabido es cómo David fue castigado por haber realizado un empadronamiento del pueblo (2 Sam 24, 1-4). Durante el primer siglo de nuestra era, estas pretensiones del poder provocan la exasperación de los activistas judíos que se niegan a pagar el impuesto e incitan al pueblo a imitarles.

La pregunta planteada a Jesús es insidiosa. Si dice que se pague el impuesto, es que reconoce la legalidad de las prácticas judías, toma partido a favor del ocupante, se enajena la simpatía del pueblo. Y, a la inversa, desaconsejar el pago de las tasas es aparecer como un agitador político, arriesgarse a que intervengan los romanos que hubieran dado muerte inmediatamente al sedicioso.

La pregunta no es tanto una interrogación sincera, cuanto una trampa tendida a Jesús que no puede salir bien librado de ella más que a base de una ambigüedad del mismo estilo: es precisamente lo que hace. Su respuesta es, en primer lugar, una huida que le permite salir de un aprieto; no hay ninguna necesidad de suponer una extrema profundidad en esta réplica que en principio es polémica.

Admitido este punto importante, ¿no hay que ver en esta réplica más que una frase feliz con la que el maestro esquiva el lazo que le habían tendido? Es difícil pensarlo. Porque es difícil no ver en la respuesta de Jesús una cierta invitación a tener en cuenta a la autoridad establecida y a respetar sus derechos. La frase no constituye la teoría de la actitud que los discípulos de Jesús deben aportar en lo referente al poder; pero reconociendo la existencia de ese poder, dice por lo menos sus derechos primordiales.

Y también es igualmente difícil no entrever en la frase de Jesús la afirmación de que hay una determinada jerarquía que regula los compromisos de los hombres. Si Jesús constata que los ciudadanos de un Estado tienen unos deberes para con la autoridad que lo gobierna, invita también a sus oyentes a considerar que junto o más allá de los problemas políticos existe otra realidad de la que deben acordarse: Dios, con quien están en relación. Es significativo que Jesús recuerde este último punto, siendo así que no se trataba más que del primero. Se ve aquí su tendencia a relativizar el poder político, a negarse a considerar el poder político como un universo cerrado en el que, en definitiva, podría encerrarse el hombre; tendencia a abrir ese universo a otra cosa, a un absoluto que revele sus límites, a "desmitificarlo", en suma.

El poder político tiene sus derechos: el ciudadano debe respetarlos. También Dios tiene sus derechos, a los que deben someterse tanto los ciudadanos como los detentadores del poder.

LOUIS MONLOUBOU
LEER Y PREDICAR EL EVANGELIO DE MATEO
EDIT. SAL TERRAE SANTANDER 1981.Pág 260


8.

El núcleo del evangelio de hoy es la respuesta dada por Jesús a la insidiosa pregunta de los herodianos y los discípulos de los fariseos: "Dad al César lo que es el del César y a Dios lo que es de Dios". Unas palabras de Jesús usadas con mucha frecuencia y, al mismo tiempo, objeto de grandes polémicas sobre su sentido.

Lo primero a tener en cuenta es la contextura polémica en la que el evangelio de hoy se desarrrolla. Los jefes religiosos judíos van ya a la desesperada intentando comprometer a Jesús, buscando un motivo que les dé pie bien para desacreditarle ante el pueblo, bien para su ulterior detención, procesamiento y condena a muerte. Por eso van a plantearle a Jesús una cuestión harto espinosa: ¿pagamos o no pagamos tributo al César?, que es tanto como preguntarle ¿nos sometemos o no a la dominación de Roma? Esta vez, aparentemente, Jesús "está acogido": si se muestra partidario de pagar el tributo, pierde el afecto del pueblo; si lo rechaza, se gana, con razón, la acusación de traidor a Roma y ya no habrá problemas para obtener del procurador romano una condena a muerte, por rebelión, para Jesús.

Pero la respuesta de Jesús va a desbaratar estos planes, porque va a desbordar a la pregunta; Jesús, preguntado por un tema (el César y sus impuestos), contesta con dos temas: el César por un lado y el Reino de Dios por otro.

¿Cómo valorar la respuesta? ¿Es en realidad una respuesta -concreta- a una pregunta bien concreta? No, en realidad lo que Jesús hace no es responder sino reprochar. Lo que Jesús contesta equivale a decir: vosotros os preocupáis por un problema secundario y pasáis por alto la obligación principal de otro "tributo"; dejad que el César sea César, pero no os olvidéis de que Dios es Dios.

Conviene aclarar, antes de seguir, que la primera parte de la respuesta de Jesús tiene no poco de respuesta "ad hominem".

Herodianos, fariseos o quienes fuesen los que preguntaron, aceptaban que la moneda de Roma circulase en su país. Entonces como siempre, el derecho de acuñar moneda y ponerla en circulación se consideraba signo eficaz de soberanía, y el ámbito de la validez obligatoria de su moneda suele coincidir con el del territorio sujeto al gobierno del soberano. Aceptar en la vida cotidiana -y seguramente no sin avidez- la moneda de Roma era también una manera de reconocer con hechos: "no tenemos más rey que al César". (Jn. 19, 15). La respuesta ad hominem era lógica: pues os reconocéis súbditos, cumplid los deberes del súbdito. Si alguien quedaba comprometido ante la opinión popular eran ellos mismos.

La segunda parte de la respuesta de Jesús, dad a Dios lo que es de Dios, pues a él se debe todo y sólo a él la adoración y culto -lo que ataca el culto divino dado a los Césares, tema muy implicado con las efigies e inscripciones que de los mismos aparecían en la monedas en las que se hacían llamar divinos e hijos de la divinidad-, no vivisecciona la conciencia del cristiano en dos servicios; sólo delimita el campo del servicio al César dentro de la universal y exclusiva perspectiva religiosa de un nunca interrumpido servicio a Dios en Santidad y justicia.

En esta perspectiva, ambas partes se equilibran recíprocamente. El primero desautoriza el teocratismo y el segundo desautoriza todo concepto del poder civil que suprima sus límites; porque, como dice Tertuliano en su De idolatría: "Quid erit Dei, si omnia Caesaris": si todo pertenece al César, ¿qué pertenecerá a Dios? La respuesta desautoriza, pues, toda usurpación por parte de "César" de los derechos de Dios, que son de por sí inalienables, y deja claro, si bien implícitamente, que cuando la autoridad humana rebasa la frontera de sus atribuciones, "es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres" (/Hch/05/29).

Hemos encauzado estas notas para la homilía por los difíciles derroteros del poder civil y sus límites: sin embargo, el evangelio de hoy no va dirigido sólo a quienes detentan este poder. Decíamos al principio que la respuesta de Jesús no es exactamente una respuesta sino, más bien, un reproche: os preocupáis por problemas secundarios y pasáis por alto la obligación principal; no os olvidéis de que Dios es Dios.

¿Cuántos de entre nosotros, a pesar de estas palabras de Jesús, hemos pasado por alto las obligaciones principales para poner alma y vida en cuestiones secundarias? ¿Cuántas veces nos hemos preocupado, por ejemplo, de no olvidar nuestras "prácticas piadosas" y hemos ignorado a los pobres que mueren de hambre a la puerta de nuestra casa? ¿cuántos ejemplos como éste podríamos poner? Jesús, que sabía bastante bien lo que era principal y lo que era secundario, dedicó su vida a lo principal, dedicó su vida al anuncio del Reino. Hoy todo está en nuestras manos y es bien fácil saber qué es lo esencial para nosotros, cristianos: anunciar el Reino de Dios; y puesto que el Reino de Dios es y se realiza en Jesús, si creemos en él no tenemos tarea más principal ni más urgente que anunciarlo. Si de verdad creemos en él no tenemos otra opción que anunciarlo.

DABAR 1978/56