SUGERENCIAS

1.

1.SITUACIÓN LITÚRGICA

Con la lectura de la perícopa evangélica de este domingo termina la segunda etapa del "camino" hacia Jerusalén, tal como viene marcada en el evangelio de Lucas por las alusiones que a ella se hacen. Esto invita a hacer en la homilía de hoy una alusión retrospectiva a las enseñanzas de Jesús recibidas a través de todos los domingos de verano. La petición inicial de los apóstoles -"Auméntanos la fe"- se adecúa perfectamente a esta perspectiva.

Este domingo coincide, además, con el principio del curso, en el primer domingo de octubre. Un ambiente general de reanudación de actividades enmarca la celebración de hoy, y no puede dejar de condicionar y de iluminar la audición de estas palabras de Jesús, muy especialmente la breve parábola que las concluye.

Aún más concretamente: el próximo día 5 de octubre se celebrará, como cada año, según el calendario litúrgico, el día de Témporas de acción de gracias, de penitencia y de petición. Si tenemos en cuenta que el próximo domingo nos dará oportunidad de escuchar uno de los hechos más típicos de "la acción de gracias" -la curación de los diez leprosos, y la acción de gracias del leproso samaritano-, podríamos aprovechar la homilía de hoy para acentuar estas Témporas, necesitadas de una adecuada catequesis para que lleguen a formar parte del ritmo de la vida cristiana de la comunidad.

2.CONTENIDO DOCTRINAL Y ACTUALIZACIÓN

No es difícil colocar en sintonía el evangelio de hoy con el estado de ánimo de la asamblea: reanudamos, o hace días que hemos reanudado, después de las vacaciones, o por lo menos del inevitable paréntesis del verano, las actividades habituales. Vuelven los problemas, las preocupaciones, el trabajo de todos los días con sus interrogantes, las actividades académicas y escolares, la vida política y económica inexorables... Quizás, como en la lectura de Habacuc, nos impresionará sobre todo la permanencia de aquello que es negativo: "Violencia..., desgracias, trabajos, violencias y catástrofes..." Frente a esto, está el Evangelio, la palabra del Señor. Domingo tras domingo, también durante el verano, hemos podido recoger sus advertencias: humildad, pobreza, cuidado con las riquezas, perspectiva del juicio de Dios, misericordia de Dios que no se cansa jamás... ¿Cómo tiene que vivir -cómo puede vivir- todo esto el justo? Surge la petición apostólica: "Auméntanos la fe". Todo cristiano tiene que hacerla suya porque es la petición justa.

Justa, porque la fe es algo que se pide: es un don de Dios, EL DON fundamental de Dios sobre el que descansan los demás dones, como el del ministerio que Timoteo había recibido (véase la segunda lectura). toda reanudación se hace a causa de la fe. Por eso es justa la petición: "El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá por su fe" (primera lectura).

Emprender de nuevo el esfuerzo organizativo del trabajo apostólico, asegurar las reuniones de los movimientos, de los consejos parroquiales, de los grupos de catequesis, de las comunidades del pueblo de Dios...; revisar las celebraciones, preparar su desarrollo, procurar que sean momentos intensos de adoración del Señor...; etc. ¿Quién no experimenta, junto a la ilusión, cierta fatiga? Y, en no pocas ocasiones, está la realidad de las personas que "han abandonado"..., aunque también están los nuevos colaboradores. La parábola de los siervos sin ningún mérito merece una seria consideración de este contexto. Podríamos sentir la tentación de la "ufanía", también. ¡Qué planes tan preciosos hemos trazado durante el verano!... La evangelización parecería estar definitivamente asegurada, para las celebraciones tenemos ya la "clave" de su vitalidad, los consejos pastorales van a funcionar "a todos los niveles" con una sorprendente toma de conciencia de la corresponsabilidad eclesial... Frente al "ufanismo", la celebración de las Témporas, esta semana, nos situará de nuevo en las actitudes correspondientes ante Dios; actitudes que tendremos que hacer nuestras, al iniciar la reanudación, como concreciones de este don fundamental de la fe que pedimos.

Actitud de acción de gracias, porque cuanto tenemos es don suyo; no tenemos que negar nuestro esfuerzo: somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer, El nos ha concedido desearlo y hacerlo... Actitud de petición, porque seguimos en nuestra debilidad, en nuestra pobreza; porque necesitamos el auxilio de Dios sobre nosotros, en todo. Actitud de penitencia, de reconciliación, porque a nuestra limitación se añaden nuestros pecados; nuestra libertad no siempre está orientada hacia el bien, hacia la voluntad de Dios. Darse cuenta de todo esto en el momento de la reanudación es situarse con realismo cristiano ante la tarea que Dios nos pide.

3.REFERENCIA SACRAMENTAL

Podría recogerse la antífona responsorial, como invitación a actualizar el contenido doctrinal del evangelio, y llevarlo a la participación eucarística y a la vida cotidiana: "Escucharemos tu voz, Señor!" La fuerza de la Eucaristía tiene que ser acogida en la fe. No es una fuerza mágica, que actúe independientemente del sujeto que comulga. Pero "¡si tuvierais fe como un granito de mostaza...!" El testimonio de los santos que han hallado en la Eucaristía la fuerza para su trabajo y para su testimonio es innumerable. ¿No es acaso, la Eucaristía, la culminación y la fuente de la vida cristiana? No habrá reanudación válida de actividades pastorales si la Eucaristía no está siempre en el corazón -culminación y fuente- de todas ellas, porque la eucaristía es el misterio del Siervo de Dios glorificado a causa de su humillación y obediencia.

PERE TENA
MISA DOMINICAL 1983/18


2.

Se dice fe. Y se piensa inmediatamente en una serie de verdades que creer, en un complejo de doctrinas que suscribir. Y, sin embargo, se debería pensar, inmediatamente, en una Persona.

Creyente es, esencialmente, uno que se ata, se adhiere totalmente a otro. Uno que se fía de otro. Se trata de una realidad dinámica. Se establece un lazo de unión con Dios, no simplemente para colocarse en sitio seguro, para estar protegidos, sino para "dejarse llevar", dejarse guiar. Nos confiamos a alguien en vistas de un camino. Se cree para "caminar con...". (...).

No se trata de aumentar la fe en sentido cuantitativo. Se trata de tener fe auténtica. Cuando se tiene, hasta una medida insignificante es suficiente. Y no sólo para hacer mover las plantas. Se llega incluso a que caminemos nosotros, que es mucho decir. La desgracia es que llamamos fe a lo que es todo menos fe. La desgracia es que creemos creer. La desgracia es que para muchos la fe es considerada un capital que hay que guardar, un bien que hay que administrar, un tesoro del que hay que gozar en santa paz, sin muchas complicaciones. (...).

La fe, simplemente, nos permite caminar en la oscuridad, agredidos por los elementos hostiles de siempre, en medio de las dificultades de todos, en medio de los aprietos y dificultades comunes con nuestros hermanos, con la única seguridad de una presencia, de una mano que nos aprieta, no para sacarnos de la intemperie, sino después que hemos superado la tempestad (como pasó a Pedro que estuvo a punto de sumergirse). La fe no nos dispensa de la dura tarea de hombres. No es una escapatoria de las responsabilidades de la vida. No nos facilita el camino. Simplemente, le da sentido.

ALESSANDRO PRONZATO
EL PAN DEL DOMINGO CICLO C
EDIT. SIGUEME SALAMANCA 1985.Pág. 182


3. 

El hombre actual ha aprendido muy bien la lección de hacerlo todo rentable. Por imperativo social, por moda, por necesidad psicológica o por lo que sea -las razones no tienen ahora mayor importancia-; el hecho es ese: que se busca lo rentable, se procura hacer rentable lo que se tiene y se desecha lo que no produce una buena renta. Esta actitud no es privativa de lo económico; se da en todos los órdenes de la vida, sin distinción y sin pudor.

Quien tiene un amigo tiene un tesoro, afirma la Biblia; los amigos son para las ocasiones, decimos nosotros; y queremos dar a entender que nos referimos a las ocasiones en las que los necesitamos, en que nos pueden reportar un beneficio o ser de alguna utilidad. Haz el bien y no mires a quién, afirma el refrán; pero con frecuencia, cuando hacemos un favor sentimos la satisfacción de pensar que alguien nos quedará agradecido y quizá podamos echar mano un día de esa persona; si la ocasión llega y no nos responden como esperábamos (e incluso suponíamos que nos correspondía en justicia), nos deshacemos en amargos comentarios sobre la ingratitud de las personas y lo poco que merece la pena hacer favores a nadie. El trabajo, la formación, la vivienda, las amistades, los favores... en todo se busca, normalmente, el beneficio que nos puede reportar, las ventajas que podemos obtener.

Es verdad que, en cierta medida, el hombre necesita algunos beneficios: el dinero para vivir, los amigos para tener compañía y ayuda en determinados momentos y situaciones, la vivienda en la que sentirse seguro y a gusto..., pero en todo esto hay un límite más allá del cual no estamos satisfaciendo necesidades elementales o primarias sino dando rienda suelta al egoísmo.

También es una de esas "necesidades" del hombre vivir y disfrutar de lo gratuito: un abrazo, un ramo de flores, una sonrisa.

El problema viene cuando este criterio de utilidad se intenta aplicar en el terreno de la fe; y entonces llega el fracaso, porque la fe no es rentable en absoluto, y si es rentable no es fe. Al menos no el tipo de rentabilidad que normalmente buscamos.

La fe resulta rentable a la larga y con otro tipo de beneficios: Jesús hablaba de persecuciones e incomprensiones en esta vida, y la vida eterna en la otra (cf. Mc 10. 30). Pero estas palabras de Jesús no acaban de convencer y, por cabezonería, para ver si hay suerte o por lo que sea, el hombre se dirige a Dios a ver qué puede sacar; por si Dios resulta demasiado alto o lejano, los santos son buenos intermediarios: novenas, velas, flores, votos, promesas... todo ello a cambio de. A cambio de la colocación, la intervención quirúrgica con éxito, el examen aprobado, el apuro resuelto...; sin descartar a quienes tienen la osadía de llegar a pedir el novio, la lotería, o el triunfo deportivo. Dios debe ser agradecido con aquellos que han tenido la delicadeza de aceptar su existencia, y debe compensarles tal atención con sus favores... con los favores que los hombres le piden, claro.

A Dios no podemos acercarnos por el camino de "lo que podemos obtener de Él", sino por el camino del sentido que puede dar a nuestra existencia; por eso es tan difícil la experiencia de Dios, la fe, a quienes viven embotados por el materialismo, el consumismo o el utilitarismo; quienes se encuentran en esta situación, lo primero que necesitan es desintoxicarse de todo eso para captar en su interior la necesidad vital de encontrar un sentido a su existencia.

FE/RAZON/AG: La fe no es un asentimiento intelectual a unas verdades que se nos proponen sino que es un compromiso con la verdad, que afecta a la vida entera; y es un compromiso que suele ir envuelto en muchas oscuridades porque es un acto en el que nos asomamos al misterio insondable que es Dios; y, como decía S. ·Agustín-SAN: "Si lo entiendes, ya no es Dios".

La fe es una amorosa fidelidad que transforma la vida del creyente y que lleva al creyente a transformar la realidad que le rodea, haciéndola conforme a la voluntad de Dios. La fe se mueve por amor, nunca por interés, y el amor es un motor que nos lleva a la acción, al compromiso, a la lucha por el Reino.

Por eso, ningún creyente auténtico puede sentirse libre de la amarga sorpresa de descubrir, en un momento de dificultad, que la fe no le reporta ningún beneficio, ninguna solución; ¡cuántos creyentes han descubierto, en un duro golpe, que cuando confiamos en la providencia de Dios, ésta no se deja sentir!; ¡cuánto cuesta descubrir que Dios no es la solución mágica e instantánea para los problemas en los que nos metemos!; ¡cuánto cuesta descubrir que la verdadera fe lleva al creyente a descubrir, en medio de la catástrofe, la presencia alentadora de Dios, acompañándonos y dándonos Él lo que es tarea nuestra! La providencia no es la manipulación de Dios en la historia, sino la fidelidad que Él conserva hacia nosotros en medio y a pesar de todas nuestras eventualidades y errores. Una fidelidad misteriosa, desconcertante, pero fidelidad inquebrantable (¡esta vez sí!).

¡Qué triste espectáculo el que damos muchas veces con nuestra fe infantil o adolescente, inmadura e interesada, buscando más lo que se puede obtener que lo que se puede dar! Sin embargo, la fe es un camino de maduración, y hacia ahí debemos ir todos. Un camino no exento de problemas y dificultades, pero siempre alentador y reconfortante. Un camino que quizás muchos no querrán recorrer, pero que los creyentes tenemos que seguir anunciando y dando testimonio de él con nuestra propia vida. Un camino que, probablemente, no nos va a resolver ninguno de los grandes ni pequeños problemas de nuestra vida, pero que va a dar un sentido a toda nuestra existencia, que es lo que tanto necesitamos.

Los discípulos le piden a Jesús que les aumente la fe. También nosotros necesitamos que nuestra fe mejore, más en calidad que en cantidad; que sea verdadera fe-confianza, entrega alegre e ilusionada al misterio y al plan de Dios. Porque esa otra fe, esa fe que quiere sacar dividendos... ¡El Señor nos libre de ella!

L. GRACIETA
DABAR 1989/49


4. MAL/ESCANDALO

Nos hallamos ante el eterno problema que el hombre no se puede explicar: ¿por qué las desgracias, violencias, catástrofes, luchas...? El mal es uno de los problemas que nos afligen y que puede teñir la vida de color de tragedia, dejándonos sin sentir la presencia de Dios o con la presencia de alguien que no se preocupa con excesiva atención de los hombres.

Ante el mal experimentamos los límites de la humanidad: existen adversidades que no podemos controlar. Pero existe, además, un mal que proviene de nosotros mismos. No es extraño tampoco que la desgracia nos escandalice. Incluso puede ser provechoso que así ocurra, como fulcro que permite levantar la palanca contra lo que es malo. Pero de ningún modo, ni en ninguna situación, tenemos derecho a desesperarnos. No olvidemos que el justo vive por la fe. La situación espiritual del creyente es de confianza absoluta y plena en el Dios en quien ha confiado. El que cree en el Evangelio sabe que el Señor no quiere el mal, y por ello confía no sólo cuando todo es próspero sino incluso en los sufrimientos y las tribulaciones interiores.

Si en alguna ocasión le faltasen a la fe argumentos para soportar, no olvidemos que el mismo Dios, en Cristo, ha experimentado el dolor y la desnudez radical y terrible de la muerte. En Cristo doliente se ilumina el misterio del dolor: "Padre, hágase tu voluntad", "en tus manos encomiendo mi espíritu".

A través de este problema se nos recuerda la eficacia de la fe. La fe es una inmensa fuerza que permite vencerlo todo. Con la fe nos hacemos poderosos, podemos aguantar lo que parece imponderable.

Y en el campo de la fe todo sucede por don. No podemos reclamar nada. No caben los cálculos de lo que nos corresponde o no nos corresponde. El Reino de Dios conduce a la espiritualidad de la entrega total. No existen límites en las exigencias a los hijos de Dios, ni lo que el Señor pide se cumple nunca exhaustivamente.

Somos siervos sin mérito, ciertamente responsables, pero fiados en la misericordia divina. De todos modos, debemos sentirnos llamados a través de la fe a asociarnos a Cristo en su combate contra el reino del mal.

J. GUITERAS
MISA DOMINICAL 1974/03


5. FE/RELIGION.DOS NIVELES DISTINTOS.

El nivel religioso representa una necesidad sicológica del hombre y el nivel de fe una adhesión incondicional a una persona.

El nivel religioso busca un esquema de verdades que proporcionen una seguridad o tranquilidad al individuo, y el nivel de fe busca una vivencia espontánea y sin miedo al riesgo.

El nivel religioso prefiere los mandamientos como programa, y el nivel de fe escoge las bienaventuranzas.

El nivel religioso tiene por meta los actos de culto y para el nivel de fe la meta es la militancia comprometida.

El nivel religioso representa el mantenimiento de la cultura establecida, y el nivel de fe representa la conciencia crítica de cualquier cultura.

El nivel religioso se aproxima a la denominación actual de "cristiano-católico", y el nivel de fe a la de "cristiano-creyente".

Justo es reconocer que la Iglesia ha albergado en su seno durante su larga y agitada historia a cristianos de ambos niveles: los que basan su fe en una creencia en Dios, sin una necesaria referencia al Jesucristo del evangelio, y los que buscan una fidelidad al JC del evangelio por encima de su creencia en Dios.(·Salom-S, "Religión, rol de suplencia")

EUCARISTÍA 1977/47


6. FE/QUÉ-ES  FE/SUPERSTICION

-Por supuesto que no tiene necesariamente más fe quien más sabe de religión. No es cuestión de cultura o información, por conveniente que ésta sea, sino de entrega total del hombre. La fe no reside en la inteligencia sino en todo el hombre. A pesar de ello, es frecuente la impresión general de que los grandes científicos de cualquier materia son agnósticos o ateos, y así se recalca si es el caso, mientras que si son creyentes se omite como si fuera un defecto que lo hace a uno menos científico. Es la dieciochesca teoría de que la ciencia tiene que negar necesariamente la religión. Sin entrar a precisar los conceptos de ciencia y religión y sus mutuas relaciones, podemos comprobar que los hechos desmienten la teoría. Tener fe no presupone saber más o menos ni siquiera ser más o menos honrado.

-La fe no es superstición. Para calificar algo de supersticioso hemos de fijarnos más en la intención profunda que en los hechos exteriores. El hombre de fe está disponible ante Dios; el supersticioso quiere tener, mecánicamente si es posible, a Dios a disposición suya por la mera realización de un acto externo.

Quererse curar, aprobar o evitarse un mal pueden ser enfocados desde una actitud de fe o de magia.

-Algún filósofo ha llegado a decir que el hombre, aun el más crítico, es esencialmente crédulo y se mueve más por sus creencias, religiosas o de otro tipo, que por sus ideas. La credulidad, el creerse las cosas, puede ser una constante en la sicología humana pero la fe no pide al hombre ninguna propensión a "tragárselo todo" o a "comulgar con ruedas de molino", más bien le empuja a ser crítico y lúcido en sus circunstancias buscando siempre la verdad sin miedo alguno.

-Creer, cuando se trata de la fe, tampoco significa opinar. La creencia-opinión es relativa a las cosas, acontecimientos e ideas y se sostiene ante terceras personas sin comprometer a fondo a la persona que opina. El creer-confiar se refiere a la persona de quien se hace depender mi existencia misma. Se hace ante segunda persona y no hay tercero que intervenga. Es como decir: Yo confío en Ti, al destinatario de la confianza. Creyendo, en este sentido, me pongo en manos de otro. Traspaso mi dominio a Dios. Es una relación vivida con una segunda persona.

-Creer no consiste en un repertorio de creencias o enunciados, que son sólo la expresión intelectual de la fe. La fe es un modo de existencia, no un lenguaje mental o verbal, pero cuando se quiere explicar no hay otro modo que recurrir al lenguaje.

-Además, en una cultura de formas y símbolos cristianos, como es la nuestra, hemos de valorar los motivos socio-culturales y folklóricos, en el mejor sentido de las palabras, para no confundir el espíritu de Jesús con encarnaciones históricas llamadas cristianas pero a veces completamente antievangélicas. Jesús, no la sociedad, es el punto de referencia.

-Ni la fe ni el amor se pueden tener en depósito porque no son cosas, sino relaciones interpersonales y sólo existen en la medida en que se viven. La fe es una actitud personal, una postura de la totalidad del hombre. Una opción fundamental y radical porque en ella se fundarán y clavarán sus raíces todas las manifestaciones de la vida del creyente.

-La actitud de fe consiste en una adhesión total y definitiva, al menos en nuestra intención presente, a la persona de JC. Es una autodonación, una disposición a decir siempre "sí" al Padre como Jesús la tuvo. "Credere" podría venir de "cor-dare": entregar el centro de decisión de la persona.

-El creyente trata de "cristificarse" de tal manera que pueda decir: no soy yo quien vivo, es Cristo quien vive en mí (/Ga/02/20). El justo para serlo vivirá, como Habacuc nos ha dicho, su fe. Hemos de adoptar una escala de valores y los modos de Jesús, camino de salvación integral. Nuestra fe, tal vez menor que un grano de mostaza, aporta ya luz en la oscuridad de la vida que alumbra no sólo nuestro caminar sino el de aquellos que lo hacen junto a nosotros. Con palabras de Pablo VI: "Hay que corregir el concepto de falso creyente como un reaccionario obligado, un inmovilista de profesión, un extraño a la vida moderna, un insensible a los signos de los tiempos, un hombre privado de esperanza. Digamos más bien que es un hombre que vive de esperanza y que su propia salvación cristiana, iniciada e incompleta como está, es un don que hay que negociar, es una meta que hay que alcanzar".

EUCARISTÍA 1983/47


7. 

Un día estaba yo sentado cerca del Himalaya, a la orilla de un río. Saqué del agua una piedra hermosa, dura, redonda, y la rompí. Su interior estaba completamente seco. Esta piedra hacía tiempo que estaba en el agua, pero el agua no había penetrado en ella. Lo mismo ocurre con los hombres de Europa. Hace tiempo que fluye en torno suyo el cristianismo, y éste no ha penetrado y no vive dentro de ellos. La falta no está en el cristianismo, sino en los corazones cristianos.

SADHU SUNDAR SINGH


8.

La fe se levanta a partir de los indicios de la bondad de Dios intuidos a lo largo de una historia de salvación. La contemplación de sus maravillas sostiene y alienta al creyente. Pero estos hechos no son nunca evidencias. Son claros en la fe para el que tiene fe. La fe en Dios se afirma precisamente cuando desaparecen los apoyos y verosimilitudes humanos. Los casos de Abrahán, Moisés, Jeremías, Gedeón, David, Judit, María, etc., son otros tantos casos en que se muestra este carácter de la fe.

Cuando la base humana de la confianza desaparece, entonces es cuando se afirma en toda su radicalidad la fe en el Dios de las promesas. A pesar de la adversidad y de las apariencias, las evidencias contrarias y, a pesar de la muerte, la fe que Dios pide al creyente es una fe que desconcierta los cálculos de los hombres. El justo vivirá por la fe, por su confianza en Dios a pesar del triunfo del mal, de la persecución contra el bien, a pesar de la muerte como máximo fracaso. La muerte de Jesús será en este sentido el máximo momento de la revelación y de la fe.

DABAR 1977/56


9.FE/CRISIS.

Hoy se habla mucho de la crisis de la fe. Y lo que es peor, a falta de estudios serios y sinceros -y quizá por indecisión de enfrentarse con la realidad-, se achacan indiscriminadamente a una supuesta falta de fe la mayoría de las manifestaciones del conflicto religioso.

La cuestión, no obstante, resulta demasiado ambigua. Porque, ¿qué es lo que está en crisis? ¿Está en crisis la fe, o es la fe la que pone en crisis nuestros comportamientos religiosos? Una cosa es que la maduración en la fe (crisis de fe) nos lleve a una profunda revisión de vida y nos replantee la validez de ciertas costumbres religiosas populares, tales como novenas, procesiones, devociones, etc.; y otra cosa, muy distinta, es que se pretenda inducir una crisis en la fe por la observación del absentismo religioso de nuestros días: cumplimiento dominical, escasez de confesiones, abandono de prácticas de piedad, ausencias procesionales, etc.

Hasta ahora la Sociología Religiosa, poco apoyada, acaso por muy temida, está constatando el elocuente contraste entre la idea de un pueblo católico y la realidad del pueblo "a su aire". Las aportaciones sociológicas son de enorme valor. Pero hace falta una interpretación adecuada de la abundancia de datos. ¿El abandono de ciertas costumbres religiosas supone una pérdida de la fe, o es precisamente la fe, la maduración en la fe, la que conduce al abandono de ciertas prácticas acaso ambiguas? La primera hipótesis no puede comprobarse por insuficiencia de datos. Sobre todo, porque quizá sea una presunción infundada el suponer la fe en una unidad política o territorial. Y si no se puede dar por supuesta la fe, ¿cómo achacar la situación a pérdida de la fe? La segunda hipótesis, por el contrario, parece más segura, toda vez que el abandono de determinadas costumbres populares y religiosas es sustituido por otros comportamientos comunitarios y en linea de compromiso. Quizá no sea idealista pensar que la crisis de fe no es sino -¡lógico!- el paso de un cristianismo individualista y convencional a otro cristianismo más personal y comunitario. Y si esto es así, ¡bendita crisis!, Señor, auméntanos la fe.

EUCARISTÍA 1974/55


10.

* NOTAS GENERALES

1.Proponemos un abanico con tres posibilidades, sobre la fe. Con todo, cada aspecto puede ser tratado independientemente.

2.Al hablar de las dificultades del apóstol o del creyente en el mundo de hoy, creemos que no conviene exagerar la nota, en el sentido que pudiera parecer que el problema es el de una hostilidad abierta. Más bien la problemática consiste en la atonía, en la desafección de muchos para con la Iglesia, en el mismo desencanto intraeclesial, etc.

3.Si de algún modo ya queremos aplicar la lección de revitalización, de la segunda lectura, debería darse un tono más entusiasmador a la celebración misma. Con demasiada frecuencia, como Timoteo, andamos cargados de desánimo y de temor. El testimonio de algún creyente daría viveza a la eucaristía.

* ALGUNAS PISTAS

A.LA AVENTURA DE LA FE: "Si tuvierais fe como un granito de mostaza..." (evangelio). Recogemos algunas características relevantes del itinerario creyente.

1.La tragedia del mal: ¿"Por qué me haces ver desgracias, me muestras trabajos, violencias y catástrofes, surgen luchas, se alzan contiendas?" (Habacuc). No hay que ir muy lejos para experimentar los males de este mundo: catástrofes, violencias, vejaciones, etc. Y dentro de nosotros mismos: egoísmos, problemas...

2.Dios aparentemente ausente: "¿Hasta cuando clamaré, Señor, sin que me escuches?" (Habacuc 1,2). Todos debemos haber experimentado esta sensación de la sordera de Dios. Jesús, también (¡la vigilia de su muerte y en la Cruz!).

3.La actitud de escuchar: "Estaré en pie en mi puesto de observación, acecharé para ver qué me dice" (Habacuc 2,1). "La visión espera su momento, se acerca su término y no fallará; si tarda, espera" (Habacuc, primera lectura). El creyente, cual centinela, está a punto para cuando Dios se manifieste.

4.La respuesta es la fe: "El justo vivirá por su fe" (Habacuc, primera lectura; también Rm/01/17 y Ga/03/11). Es la opción básica del creyente.

B.LA VIDA DEL CREYENTE: "El justo vivirá por su fe" (Habacuc).

1.Contexto de amor y confianza: "Somos unos pobres siervos..." (evangelio). La fe es tener la seguridad de que Dios se preocupa de nosotros y que podemos confiar en su presencia y en su ayuda. Nuestra experiencia sale del plano de la Ley, del mérito y del premio que la exige, y entra en un contexto de amor y confianza.

2.Mayor que las montañas...: "diríais a esta morera: 'arráncate de raíz y plántate en el mar' y os obedecería" (evangelio). La fe supera todas las realidades físicas (montañas, árboles, ríos), porque llega al fondo de Dios y de los hombres. Y también es mayor que las estructuras humanas, los ordenadores, etc.

3.Sin embargo, la fe mantiene las cosas en su verdadera vertiente. La fe deja las cosas donde Dios las puso. El creyente vive plenamente sumergido en las estructuras y condiciones comunes: sindicales, políticas, lingüísticas, laborales, sociales... ¡Nada de malabarismos!

4.Maduración: "auméntanos la fe" (evangelio). No se trata tanto de un aumento cuantitativo como de calidad. Es lo que san Pablo recomienda a Timoteo (segunda lectura): revitalización, energía, fortaleza.

C.DINAMIZAR EL ANUNCIO DE LA FE: "¡ay de mí, si no anuncio el Evangelio!" (1 Co 9,16) También, como en la época de Timoteo, sufrimos nuestros desencantos, atonías, etc. Escuchemos, con todo, la llama renovada a dar testimonio de nuestra fe.

1.Cansancio: "Decid: "hemos hecho lo que teníamos que hacer" (evangelio). No hemos terminado la tarea. San Pablo nos anima para que continuemos trabajando (segunda lectura).

2.La evasión: "No tengas miedo de dar la cara por nuestro Señor y por mí, su prisionero" (segunda lectura). Sí, hay cosa que pueden darnos miedo: una determinada acción política, los tics anticlericales antiguos o modernos, los sambenitos que se cuelgan sistemáticamente a los practicantes, etc. Y también la desafección y la indiferencia actuales, propias más bien de tiempo "no martiriales", pero difíciles para los creyentes.

3.La entrega total al Evangelio: "Aviva el fuego de la gracia de Dios. Guarda este tesoro con la ayuda del Espíritu Santo" (segunda lectura). San Pablo nos anima a recuperar la pauta misionera: "El hecho de predicar no es para mí motivo de soberbia. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio!"

* PASO A LA CELEBRACIÓN

1.Este "Auméntanos la fe" de hoy, podría traducirse en algunas plegarias especiales. Pedir la fe es una de las intenciones fundamentales de la oración cristiana.

2.San Pablo nos invita a una reanudación, a una revitalización. Quizás podríamos evidenciar, de algún modo, la atonía de nuestras propias comunidades. Tal vez podríamos poner de relieve la poca viveza al entrar, en el modo de reconciliarnos, al responder a la Palabra de Dios, al cantar...

JOSEP  TORRELLA
MISA DOMINICAL 1980/18


11.

AUMENTAR LA FE

Hemos de reconocer que somos hombres de poca fe, que es necesario acrecentarla, hacerla mas auténtica y personal, purificada de desviaciones, centrada en Dios. En un mundo en que muchos alardean de incredulidad y agnosticismo, los discípulos de Jesús han de acrecentar la luz de la fe, para liberarse de tantas tinieblas desconcertantes, que desdibujan y difuminan el verdadero rostro de Dios. El creyente experimenta una liberación interior cuando por medio de la fe en Jesús descubre la verdadera clave para entender la historia y la vida propia.

La fe no es ceguera irracional, sino visión lúcida; no es evasión, sino cercanía; no es pasividad, sino confianza. Cuando solamente se ven a nuestro alrededor cosas limitadas, caducas y naturales, ¿se puede creer en lo infinito, en lo eterno, en lo sobrenatural? La fe no es un sentimiento sino una actitud de todo el ser. El principal enemigo de la fe es la complacencia en el conocimiento, en la curiosidad y la crítica. La fe germina por sí sola con la gracia de Dios cuando no se lo impedimos.

¿Se puede tener fe cuando existen tantas injusticias, cuando hay tantos graves problemas en el mundo, cuando se alzan tantos gritos contra el hambre, la violencia, la pobreza y el dolor? ¿Se puede creer en Dios, que parece que guarda silencio ante tales situaciones? El creyente es el que sabe que no puede echar a Dios las culpas de los males del mundo. La fe es voluntad de superar las dificultades, es victoria sobre el mal no por el valor humano, sino por el poder de Dios. Por eso el hombre de fe nunca es fatalista, tiene honda esperanza, lucha y trabaja porque sabe que se puede vencer el mal con el bien, el odio con amor. El crecimiento de la fe y de la vida cristiana necesita un esfuerzo positivo y un ejercicio permanente de la libertad personal.

Andrés Pardo


12.

Para orar con la liturgia

"La Virgen María realiza de la manera más perfecta la obediencia de la fe...". "Durante toda su vida, y hasta su última prueba, cuando Jesús, su hijo, murió en la cruz, su fe no vaciló. María no cesó de creer en el "cumplimiento" de la palabra de Dios. Por todo ello, la Iglesia venera en María la realización más pura de la fe" (Catecismo de la Iglesia Católica, n°. 148-149).


13.

Vivir desde la fe

La lectura profética de este domingo se nos hace cercana porque usa el lenguaje desgarrado que surge en nuestro corazón cuando las cosas no marchan como esperamos y, como un movimiento reflejo, se vuelve todo nuestro ser al Señor con el lamento Hasta cuando clamaré, Señor, sin que me escuches. Es la dolorosa experiencia del silencio de Dios.

El profeta que se ha arriesgado por el camino de la queja recibe, al final de la lectura, una respuesta divina -El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá por la fe- que nos ayuda a distinguir la postura de aquel que todo lo espera de su propio esfuerzo y de quien espera una respuesta de Dios que posiblemente nos se ajuste a los deseos y soluciones humanas.

Si pasamos al evangelio, seguimos reflexionando sobre la fe e incluso haremos nuestra la petición de los discípulos: Auméntanos la fe.

Jesús responde de una manera desconcertante. Les echa en cara a los discípulos -a aquellos hombres que lo habían dejado todo para seguirle- que su fe es más pequeña que un granito de mostaza. En realidad, Jesús les respondió en el mismo lenguaje que ellos habían usado y que aludía al crecimiento -al tamaño- de la fe. Según Jesús no van por ahí las cosas.

La imagen de la morera arrancada de raíz nos habla de que la fuerza de la fe está en la confianza que se pone en Dios y no en su tamaño o erudición. La parábola lo dice claramente. Vive desde la fe y es justo quien se siente a gusto con ser un obrero del Reino y, al final de la jornada, no espera mejor recompensa que poder seguir sirviendo a su Señor, pues sabe que la fuerza y el fruto de lo que haga le viene de Él.

Antonio Luis Martínez
Semanario "Iglesia en camino"
Archidiócesis de Mérida-Badajoz
Número 269.4 de octubre de 1998


14.

"Si tuvieran fe como un granito de mostaza..." Es la enseñanza que Jesús da a sus discípulos ante una petición directa que la hacen: "Auméntanos la fe".

Hoy también podemos afirmar que corren tiempos difíciles para la fe, la duda aparece en el corazón de muchos hermanos tanto a nivel religioso, político, social o económico; hay mucho desencanto, indiferencia escepticismo, el grito de muchos hermanos es el mismo de los apóstoles: "Auméntanos la fe".

La respuesta de Jesús tiene en cuenta la intención de los discípulos, ellos piden cantidad, él les pide calidad; bastaría un poquito de fe con tal que fuera auténtica. Sin embargo, la petición es justa, dado que la fe es algo que pedimos a Dios, conscientes de que es un don suyo, el don fundamental de Dios sobre el que los demás dones encuentran apoyo, lo es todo en la vida cristiana, porque nos da una luz que todo lo ilumina, porque es alegría, optimismo, fuerza de Dios que nos es dada para responder con entusiasmo a Jesús en la invitación que nos hace a seguirlo.

Pidamos a Dios una fe viva. La necesitamos mucho. Profundicemos en nuestra propia fe, hagámosla vida mediante la oración, el estudio, la lectura de la Palabra, la meditación, la participación en la vida de la Iglesia, en nuestras parroquias, grupos, movimientos; pero asumamos conscientes que una fe que no se cultiva mediante el trato profundo con Dios en la oración, acaba por morir.

C. E. de Liturgia
PERU