COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA

Sb 2, 17-20

 

1. 

Contexto: 

La perícopa de hoy es fragmentaria. Su mejor contexto sería el leer la unidad a la que pertenece; el discurso de los malvados (2, 1-22).

Texto. 

-El autor concede la palabra a ese grupo típico de malvados, conservando sus derechos de última instancia literaria. Por su parte, los malvados enuncian su filosofía de la vida y hablan de un justo anónimo, a quien describen y condenan sin concederle la palabra.

-Ese justo también los juzga a ellos, simplemente con su conducta diversa, que encarna un sistema de valores opuestos. Ese testimonio "resulta incómodo", "da grima", por lo cual los malvados deciden someterlo a la prueba y eliminarlo. Así demostrarán dos cosas: que la vida del justo termina mal y desacredita su sistema de valores; que Dios no se ocupa de esos pobres desgraciados que "se glorían de tener por padre a Dios".

Los malvados se convierten así en jueces del justo: jueces en el plano intelectual de una concepción de la existencia y en el plano jurídico de su poder que formulan así: "sea nuestra fuerza la norma del derecho".

-Humanamente parece que triunfan. Sólo que el autor pronuncia su juicio en instancia superior, condenando a tales personajes y anunciándoles el juicio inapelable de Dios, que presentará en el cap. 5. De esta manera los malvados quedan cogidos entre dos frentes: el juicio mudo y paciente del justo perseguido y asesinado y el juicio del autor que habla en nombre de Dios.

Reflexión: 

Ese justo es un personaje típico, que puede representar a grupos y a individuos: al pueblo de Israel entre los paganos, a israelitas fieles entre sus paisanos apóstatas, a los justos perseguidos que rezan en los salmos. Sobre todo, a Jesús, el Hijo de Dios, el inocente que juzgado juzga, condenado es reivindicado, muriendo gana el perdón y resucitando da la vida.

A. GIL MODREGO
DABAR 1985, 47)


 

2.

El sabio se inspira en la figura del Siervo de Yavé para hacer el retrato del justo que vive en medio de los impíos. El pasaje se refiere directamente a los judíos fieles que viven en la diáspora de Alejandría y tienen que soportar la mofa y la persecución de los judíos renegados. Estos últimos son los que se han apartado de las tradiciones paternas y quebrantan sin escrúpulos la Ley. Por cuya razón no aguantan la presencia de los justos, que sólo con su vida denuncian toda clase de impiedad.

Aunque no se trata propiamente de una profecía de la pasión y muerte de Jesús, los autores del N.T. y la tradición cristiana han visto reflejada en este texto la suerte del que es en verdad "justo", de aquel que muere por los injustos y soporta la muerte de la cruz y la afrenta de los pecadores (cfr. Heb 12, 3; Mt 27, 43).

El hombre justo quiere estar tan cerca de Dios como lo está el hijo de su propio padre, y se llama "hijo del Señor". En cambio, considera a los injustos "de mala ley", esto es, hijos bastardos o ilegítimos. Su comporta- miento, distinto al de los injustos, resulta extraño para éstos. Hasta el punto que no pueden aguantarlo y quieren quitar de en medio al que no es como ellos.

Tengamos en cuenta que la descripción del justo es la que hacen los impíos, por lo que puede aparecer como altanería o provocación lo que desde el punto de vista del justo no es más que fidelidad a la Ley de Dios. Los impíos quieren hacer un experimento con el justo y salir de dudas y ver si es tan bueno como parece y Dios está efectivamente con él, quieren someterlo a prueba. Se trata de tentar incluso al mismo Dios, de ver si realmente Dios puede salvar al justo. Aunque el "hijo de Dios" es aquí simplemente un título que se da al justo y no da pie a entender el texto refiriéndolo a Jesucristo, lo cierto es que cuanto se dice aquí del justo se cumple literalmente en la pasión y muerte del verdadero Hijo de Dios (Mt 27, 43).

EUCARISTÍA 1982, 44


 

3. /Sb/01/16: /Sb/02/01-24

La sabiduría contrapone continuamente los impíos, que obran la injusticia, a los justos, que se comportan de acuerdo con los criterios dictados por ella. Son «impíos» quienes con sus hechos, razonamientos, criterios y malas lenguas engendran la muerte. Su visión materialista de la vida los incapacita para valorar lo que sobrepasa la razón, se encierran en sí mismos y contemplan impasibles los sufrimientos que causan a los demás; así se dejan llevar por el pesimismo y la tristeza de una existencia carente de sentido. «Nuestro respiro es humo, y el pensamiento, chispa de un corazón que late; cuando ésta se apague, el cuerpo se volverá ceniza y el espíritu se disipará como aire tenue». Sólo les queda una salida: el desenfreno, gozar de los placeres de la vida sumergiéndose en la espiral de un consumo sin freno, aunque sea a costa de los más débiles, pisoteando sus derechos y hundiendo a los pobres.

Pero ni eso les basta. Hay que ahogar todo intento de crear vida y alegría. Hay que dar muerte al justo que denuncia la injusticia con su conducta. "Lleva una vida distinta de los demás" (2,15). El justo se gloría de tener a Dios por Padre. Tiene una escala de valores diferente y constituye una acusación contra las convicciones mundanas de los impíos. La envidia ciega a los poderosos. Proyectan contra el justo la muerte que los consume: "Vamos a ver si es verdad lo que dice, comprobando cómo es su muerte; si el justo ese es hijo de Dios, él lo auxiliará y lo librará de las manos de sus enemigos... Lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien mira por él» (2,17-20). Mateo parece inspirarse en este pasaje, y en Sal 22,8-9, cuando hace decir contra Jesús a los representantes de la religión, la teología y la política de Israel: «Había puesto su confianza en Dios. Si de verdad lo quiere Dios, que lo libre ahora, ¿no decía que era Hijo de Dios?» (Mt 27,43). No saben que «Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser». Todos los que luchan por la claridad de esta «imagen» defendiendo los derechos inalienables de los hombres y de los pueblos participan ya ahora de la inmortalidad de la justicia (1,15). La comunidad cristiana debe hacer visible este compromiso como un fruto de su vitalidad interior, alimentada por el Espíritu del Señor, que le da cohesión y la centra exclusivamente en la persona de Jesús, el Justo por excelencia.

RIUS CAMPS
LA BIBLIA DIA A DIA 
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 398 s.


 

4.

Lo condenaremos a muerte ignominiosa

El libro de la Sabiduría es casi contemporáneo de Jesús. Escrito en Alejandría de Egipto, en el seno de la poblada colonia judía, afronta un problema serio: cómo vivir la fe bíblica tradicional en un ambiente culturalmente hostil, como era el caso del helenismo. El autor presenta, simplificando, el prototipo de dos actitudes: el "justo", quien se mantiene fiel a la tradición judía, y el "impío", quien se dejó deslumbrar por la cultura secularista del helenismo de entonces.

El c. 2 nos presenta en un díptico las actitudes vitales de ambos personajes: las esperanzas inmanentistas de los "impíos", y la esperanza trascendente del "justo". Fuerte contraste. Además, ya que el "justo", con su forma de vivir, pone en entredicho las pseudoesperanzas de sus contemporáneos, estos deciden condenarlo a una muerte ignominiosa para mostrar así a todos que su esperanza carece de fundamento: con la muerte todo se acaba, el más allá es pura falacia de fanáticos.

El c. 3 se traslada a la acción de Dios, que no deja sin recompensa la fe y la esperanza del justo, aunque aparentemente no sea así. Este mismo Dios cuidará, en su momento, de desenmascarar el engaño existencial de los "impíos".

Nuestro breve texto se inscribe en los razonamientos de los "impíos" que dudan de la veracidad de la esperanza religiosa y quieren demostrarlo a base de un asesinato. La muerte de un inocente prueba, a sus ojos, la despreocupación de Dios por el destino del hombre.

Nuestra mentalidad secularista actual tiene ciertamente puntos de contacto con esta página bíblica. ¿Somos capaces, desde nuestra fe, de desenmascararlos?

El v.18 ("Si es el justo hijo de Dios, lo auxiliará") Mateo lo aplica a la pasión de Cristo, el verdadero justo, poniéndolo en boca de las autoridades judías que se burlan de él y de sus pretensiones (cf. 27,43).

JORDI LATORRE
MISA DOMINICAL 2000, 12, 15