COMENTARIOS AL EVANGELIO
Mt 20, 1-16

 

1. D/JUSTICIA. EL AGRAVIO FUNDAMENTAL QUE SE HACE A DIOS ES SU FALTA DE JUSTICIA /Ez/18/25-29 /Lc/15/29-30 /Jon/04/02 
ALIANZA/GRATUIDAD: LA ALIANZA ES UNA GRACIA DEL AMOR GRATUITO DE DIOS. NO TIENE NADA QUE VER CON EL CONTRATO DO UT DES:Dt 7. 7-10; 4. 7.

La consecuencia que Jesús quiso se dedujera de esta parábola está expresada en el v. 15. El agravio fundamental que acaba de hacerse al dueño de la viña (Dios) es su falta de "justicia".

Esta misma queja fue formulada por el hijo mayor al padre del hijo pródigo (Lc 15. 29-30), agravio de los "buenos" judíos a la audición de la doctrina de la retribución (Ez 18. 25-29), reproche de Jonás ante el perdón otorgado por Dios a Nínive, la ciudad pagana (Jon 4. 2). En cada uno de estos casos, los textos oponen la justicia de Dios, tal como los hombres la conciben, y su comportamiento misericordioso, no esperado por los hombres (Lc 15. 1-2).

Cristo sale al paso de esta objeción con un argumento "ad hominem": el amo de la viña es "justo" (según el modo humano de concebir la justicia) con los primeros, ya que les da el sueldo convenido; de igual modo es justo con los últimos de una manera divina, ya que entre el dueño y éstos no se había establecido ninguna clase de convenio condicionante del trabajo y salario. Este argumento es, no obstante, de poco valor, pues la injusticia que en este caso se le reprocha a Dios no reside en el trato dispersado a cada uno de estos grupos de jornaleros tomados separadamente de los otros, sino en la comparación entre las dos maneras de actuar. Además, Cristo pasa de un punto a otro, afirmando la primacía de la bondad de Dios. No es que su forma de actuar se oponga a la justicia humana, sino que la trasciende totalmente en el amor. Según esto, el pacto establecido entre el amo de la viña y los jornaleros se nos muestra como una imagen de la alianza entre Dios y los suyos, alianza que, por otra parte, no tiene nada que ver con el contrato "do ut des" que los judíos trataban de encontrar en ella, sino que es un acto gratuito de Dios (/Dt/07/07-10; 4. 7). La alianza es, según el texto antes citado, una gracia del amor gratuito del Padre, gracia que descansa totalmente en la libertad de Dios y que supone la nuestra (Ga 3. 16-22; 4. 21-31). Al aplicar una justicia a los primeros y otra distinta a los segundos, Dios trata de poner de manifiesto su amor a unos y a otros, teniendo siempre en cuenta las situaciones en que cada uno se encuentra.

En esta perícopa, Cristo pretende dar a entender a los oyentes de su Palabra el comportamiento misericordioso de Dios, al margen de los cauces excesivamente estrechos y de las concepciones en que le darían cabida la visión humana de la justicia y los contratos bilaterales que rigen exclusivamente las relaciones entre los hombres.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VII
MAROVA MADRID 1969.Pág.91 s.


2. TIEMPO/HORAS-JUDIAS: DIVISIÓN DE LAS HORAS DIURNAS DE LOS JUDÍOS. CR/GRATUIDAD: VIVE ASOMBRADO DE LO QUE ES. AGRADECE SERLO. TODO LO EXPERIMENTA COMO DON. NO EXIGE. NO COMPARA. NO PASA LA HOJA DE SERVICIOS PRESTADOS.

Para la comprensión de este texto es absolutamente indispensable tener en cuenta el contexto precedente. Al joven que quería saber lo que tendría que hacer para alcanzar la vida eterna, Jesús le ha propuesto repartir sus posesiones entre los pobres y seguirle.

Oída la propuesta, es Pedro una vez más quien pregunta: "Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo para seguirte; ¿qué recibiremos por ello?" Respuesta de Jesús: "Todos los que hayan dejado esposa... por causa mía, recibirán la herencia de la vida eterna. Ahora bien, muchos que son primeros, serán últimos y muchos que son últimos, serán primeros". La respuesta va dirigida exclusivamente a los discípulos y tiene una doble vertiente: promesas y llamada de atención. Por haber dejado todo, los discípulos son primeros, pero pueden ser últimos.

El texto de hoy empalma con esta respuesta de Jesús, explicando y dando razón a los discípulos de la llamada de atención que se les ha hecho. De ahí que, al final, se vuelva a repetir la inversión propuesta: "Así es como los últimos serán los primeros y los primeros los últimos" (v. 16). El sentido general del texto es, pues, el de hacer ver a los discípulos que ellos pueden ser los últimos.

Centrándonos ya en el texto, éste es una parábola. Por estar dirigida a los discípulos no se trata de una parábola pura. El versículo final, en efecto, ofrece la pauta para su interpretación.

La horas de contratación manejadas en la parábola son las siguientes: 6 de la mañana (amanecer, hora primera, prima), 9 (media mañana, hora tercera, tercia), 12 (mediodía, hora sexta), 3 de la tarde (media tarde, hora novena, nona), 5 de la tarde (caer de la tarde, hora undécima). Los judíos computaban las horas diurnas de 6 de la mañana a 6 de la tarde. Por consiguiente, los primeros jornaleros contratados trabajan doce horas frente a una que trabajan los últimos. El contraste entre los primeros y últimos no puede ser más gráfico y cortante.

El pago comienza por los últimos y termina por los primeros. Comienzo de la inversión: los últimos pasan a primeros y los primeros a últimos. Al ser el mismo el pago para todos, la inversión disgusta a los últimos en cobrar: éstos comparan y exigen. Se consuma así la inversión. Los últimos en cobrar no tienen altura ni categoría. Son, efectivamente, últimos, no porque sean malos sino porque no dan la talla en el Reino de Dios.

* Comentario: Presumo que muchos pensamos como los jornaleros de las 6 de la mañana. Lo siento. Somos buenos y muy trabajadores, pero no somos discípulos de Jesús. ¿Va quedando ya claro que ser discípulo de Jesús no es ser mejor sino ser diferente? El discípulo de Jesús no pasa la cuenta ni la hoja de servicios prestados; no exige; no establece comparaciones.

El discípulo de Jesús es; está; todo lo experimenta como don; vive asombrado de lo que es; agradece ser discípulo el mayor tiempo posible, sin preocuparle "el peso del día y el bochorno"; no se entiende a sí mismo ni actúa desde lo que está mandado ni desde el raquitismo de la ley del mínimo esfuerzo. He aquí algunos de los rasgos que conforman la talla de persona del Reino de los Cielos.

A. BENITO
DABAR 1990/47


3. MERITO/FARISEO: EL PROBLEMA DE LOS "JUSTOS" ARRANCA PRECISAMENTE DE SU "JUSTICIA"/DE SU OBLIGACIÓN CUMPLIDA/COMO DERECHO ADQUIRIDO/EXIGENCIA /SUPERIORIDAD. FARISEÍSMO/JUSTOS.

¿Qué te parece? Los de las 5 de la tarde son primeros y los de las 6 de la mañana últimos. Insisto: ¿Qué te parece? Formulémoslo de otra manera, tomando como base a Mt 19. 29: los que no han dejado casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o tierras, son primeros, y los que han dejado todo esto por Jesús, son últimos. Y de nuevo te pregunto: ¿Qué te parece? Queda descartado que se trate de un problema de injusticia. "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete". Indudablemente la parábola dibuja un perfil que rompe esquemas basados en conceptos tales como justicia-injusticia, obligación-derecho, cumplimiento-exigencia.

Un domingo más caemos en la cuenta, y son ya cinco, que Mt nos está introduciendo en un talante de vida que tiene poco que ver con esquemas y criterios habituales, incluso exquisitamente justos. Un talante de vida que tiene poco que ver con estos esquemas porque va más allá de ellos, los sobrepasa. A este talante se refiere ya Mt en 5. 20 con las siguientes palabras: "Si vuestra justicia no sobrepasa la de los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos". Varias veces, a lo largo de este ciclo, he escrito que el problema de los letrados y fariseos no es de maldad, de incumplimiento, de injusticia o de falta de prestación. Al contrario: ellos son primeros, de las 6 de la mañana, de los trabajadores que han aguantado el peso del día y el bochorno.

El problema de los primeros, de los de las 6 de la mañana, arranca precisamente de su justicia, de su obligación cumplida, de su prestación, de su cumplimiento. Todo esto lo vivencian como derecho adquirido, como exigencia, como superioridad. ¡Este es el problema! La novela de Bruce Marshall, "A cada uno un denario" podría ser un animado comentario al texto de hoy.

A. BENITO
DABAR 1987/47


4.

La parábola parte de la existencia de obreros parados que se presentaban en la plaza pública a la libre contratación de un propietario que necesitase de su trabajo. El tiempo de la jornada de trabajo está limitado por la luz del día: "desde la salida del sol hasta la aparición de las estrellas". El jornal diario normal era un denario. Exactamente lo convenido con los trabajadores de primera hora. Junto a ellos hay otros que han trabajado en la viña desde las nueve, las tres y las cinco de la tarde respectivamente. Esta diversidad en la duración del trabajo tiende a poner de relieve la enseñanza principal de la parábola.

Según las prescripciones del Antiguo Testamento el salario debía pagarse el mismo día en que había sido realizado el trabajo (Lev 19, 13; Deut 24, 15). El dueño de la viña manda a su mayordomo que pague a los obreros en orden inverso a como habían sido contratados. Y que todos reciban la misma cantidad. Estos dos detalles tienen también importancia para la enseñanza de la parábola. Las protestas de los obreros de primera hora no estarían justificadas en la parábola si no hubiesen visto que los de última hora recibían un denario. Es entonces cuando se acusa de injusticia al señor de la viña. Este, sin embargo, atribuye la protesta a que "tu ojo es malo", es decir, a la envidia y animosidad contra los favorecidos.

La parábola podía haberse titulado "recompensa igual para un trabajo desigual". La parábola pretende únicamente acentuar la diversidad en el trabajo. No hace referencia ni a los diversos períodos en la historia de la salvación o de la humanidad ni a la diferente edad en que el hombre atiende la invitación que se le hace para formar parte del reino. Precisamente por eso resulta ilegítimo concluir que los últimos recibieron la misma recompensa que los primeros por su mayor aplicación y rendimiento en el trabajo. Esta interpretación destruiría la intención primera de la enseñanza parabólica.

El centro de interés lo tenemos en el v. 15: "¿No puedo hacer lo que quiero de mis bienes? ¿O has de ver con mal ojo que yo sea bueno?", y también en la recompensa, que es igual para todos.

Como el dueño de la viña es Dios, la parábola pone todo su acento en la liberalidad soberana de su actuación independiente.

Actuación divina que, juzgada con criterio humano, resulta incomprensible, pero lógica. ¿Quién puede pedir cuentas a Dios por su conducta? El hombre es su siervo (Lc 17,7-10). No puede presentarse ante su Señor con pretendidos derechos. La recompensa que Dios otorga al hombre será siempre pura gracia. El hombre nunca tiene derecho a pasar la factura a Dios. Cierto que Pablo espera la recompensa que le es debida en justicia (2 Tim 4,7).

Pero este premio tiene su último fundamento en la gracia previamente concedida por el Señor.

La conclusión de la parábola es, pues, la siguiente: Dios obra como el dueño de la viña en cuestión, que, por su bondad, se compadeció de aquellos hombres e hizo que, sin merecerlo, también llegase a ellos un salario desproporcionado a su trabajo. Pura gracia del Señor. ¡Así es Dios, así de bueno con los hombres! La sentencia final de los últimos y los primeros se halla en la misma línea de la parábola: los primeros son, en este caso, los fariseos y, en general, el pueblo elegido, que se creía con peculiares privilegios ante Dios y con el derecho de pasarle la factura. Jesús, con la parábola en cuestión y la sentencia final, dio el golpe de gracia a este concepto de Dios y de su retribución. Porque el escándalo por el proceder de Dios no estaba justificado desde el terreno de la justicia. ¡Lo había provocado su bondad! Pero, ¿la bondad para con el prójimo justifica esta clase de escándalos?

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 1058


5. EGOISMO/SERVICIO: QUEREMOS COMERCIAR CON DIOS Y QUE NOS PAGUE PUNTUALMENTE EL TIEMPO QUE LE DEDICAMOS. MERITO/GRACIA.

El Talmud de Jerusalén contiene un relato parecido en la forma a la parábola que hemos escuchado. Se trata del discurso funerario que pronuncia un rabino al sepultar a un joven maestro de 28 años. En él se cuenta cómo un rey contrató obreros para su viña y también pagó a todos lo mismo. Pero, ante las protestas, su contestación fue: éste ha trabajado en dos horas más que vosotros en todo el día. El joven rabino difunto había hecho más en 28 años que muchos doctores en cien. Se le premiaba la cantidad de trabajo que fue capaz de realizar en poco tiempo. La forma narrativa, como se ve, es bien similar, pero el fondo es muy distinto: mientras el discurso rabínico habla de mérito, la parábola de Jesús se refiere a la gracia. En el primer caso, la causa del premio está en el trabajo de quien lo recibe; en el segundo, en la bondad del que lo otorga. En alguna ocasión, la liturgia de la misa recoge en sus oraciones: no por nuestros méritos sino conforme a tu bondad.

Nos cuesta entender que los caminos del Señor son distintos a los nuestros. Dios se presenta como un amo generoso que no funciona por rentabilidad, sino por amor gratuito e inmerecido. Esta es la buena noticia del evangelio. Pero nosotros insistimos en atribuirle el metro siempre injusto de nuestra humana justicia.

En vez de parecernos a él intentamos que él se parezca a nosotros con salarios, tarifas, comisiones y porcentajes. Queremos comerciar con él y que nos pague puntualmente el tiempo que le dedicamos y que prácticamente se reduce al empleado en unos ritos sin compromiso y unas oraciones sin corazón.

Con una mentalidad utilitarista, muy propia de nuestro tiempo, preguntamos: ¿Para qué sirve ir a misa, si Dios nos va a querer igual? Así evidenciamos que no hemos tenido la experiencia de que Dios nos quiere y no reaccionamos en consecuencia amándole también más por encima de leyes y medidas. Dios es gratuito.

Nuestra tendencia farisea (para enfado de Pablo) surge exigiendo normas cuyo cumplimiento diferencie a los buenos de los malos.

Vemos absurdo y hasta injusto ser queridos todos por igual. ¡A cada uno lo suyo!, decimos como quien da un argumento incontestable con tono de protesta sindical ante Dios. Tardamos en comprender que la traducción no es: "Paz a los hombres de buena voluntad", sino: "Paz a los hombres que Dios ama". Tampoco hay conexión entre culpa y desgracia. Olvidamos que la gracia ha sustituido a la ley. Necesitamos que existan los malos para podernos calificar de buenos. De esta forma, el amor al hermano se torna imposible.

EUCARISTÍA 1990/24


6. ACEPTACION-DE-SI/VD: El hombre no puede pedirle cuentas a Dios. Pero esta verdad de que todo está comprendido dentro de la libre misericordia y de la incalculable disposición de Dios, es también una verdad que nos consuela y levanta, una verdad que nos libera de una opresión.

Lo que Dios dispone, aquello sobre lo que no podemos entrar en cuentas ni pleitos con él, somos en último término nosotros mismos. Tal como somos: con nuestra vida, con nuestro temperamento, con nuestro destino, con nuestra circunstancia, con nuestras taras hereditarias, con nuestros parientes, con nuestra estirpe, con todo lo que concreta y claramente somos, sin que lo podamos cambiar. Y, si entramos a menudo en el coro y en el corro de los que murmuran, de los que apuntan con el dedo a otros, en que Dios lo ha hecho de otro modo, somos en el fondo de los que no quieren aceptarse a sí mismos de manos de Dios. Y ahora podría decir que la parábola nos dice que somos nosotros los que recibimos el denario, y los que, a la vez, somos el denario. Y es así que nos recibimos a nosotros mismos con nuestro destino, con nuestra libertad, desde luego, con lo que hacemos con esta libertad; pero, a la postre, lo que recibimos somos nosotros mismos. Y hemos de recibirlo, no sólo sin murmurar; no sólo sin protestar interiormente, sino con verdadero gusto, pues ello es lo que Dios nos da al mismo tiempo que nos dice: ¿Es que no puedo yo ser bueno? De ahí que la gran hazaña de nuestra vida sea aceptarnos como un regalo incomprendido, sólo lentamente descubierto, de la eterna bondad de Dios. Porque saber que todo lo que somos y tenemos, aún lo amargo e incomprendido, es don de la bondad de Dios; sobre la que no murmuramos, sino que la aceptamos, sabiendo que si lo hacemos -y aquí vamos, una vez más, más allá de la parábola- Dios mismo se nos da juntamente con su don, y que así se nos da todo lo que podemos recibir; he ahí la sabiduría y la gran hazaña de nuestra vida cristiana.

K. RAHNER
HOMILIARIO BIBLICO
BARCELONA 1967/Pág. 24-26


7. TIEMPO/PLAN-DE-D

Siguiendo a Ireneo y Orígenes, los Padres de la Iglesia mostraron su interés por la función que desempeña el tiempo en esta historieta. En los sucesivos envíos de obreros vieron las grandes etapas de la historia bíblica durante las cuales Dios llama a hombres que "cuiden -dice Orígenes- la viña del culto de Dios": una primera vez, con Adán, cuando la creación del mundo; una segunda, con Noé, cuando la conclusión de una alianza universal; una tercera, con Abrahán y los Patriarcas; una cuarta, con Moisés, a quien se comunica la Ley, y una quinta, que corresponde a la undécima hora, con JC. O vieron también los principales momentos de la vida humana: algunos son llamados a trabajar en los asuntos del Reino desde la infancia o la más temprana edad; otros, al salir de la adolescencia; otros, en la edad adulta; otros todavía a una "determinada edad"; y otros, por fin, y es lo equivalente a la hora undécima, acogiendo la palabra de Dios en el momento de la muerte...

LOUIS MONLOUBOU
LEER Y PREDICAR EL EVANGELIO DE MATEO
EDIT. SAL TERRAE SANTANDER 1981.Pág.238


8.

Esta parábola de Jesús hace resaltar ya desde el comienzo la regia y soberana actitud del dueño de la viña. Dios es misericordioso porque puede serlo, porque todo le pertenece.

Reconocer esa soberanía generosa de Dios es el primer paso. Sin embargo el autor presenta a los jornaleros contratados como con cierta exigencia, al menos de tipo laboral, para con el amo. El desarrollo ulterior de la parábola dejará en claro la imposibilidad de comprender a Dios cuando se le va con "exigencias" del tipo que sean. Solamente una actitud de contemplación es la que podría introducirnos en el núcleo del asunto.

Todo el acento de la parábola recae sobre estos obreros de la hora undécima, los que no tienen nada que exigir, los que llegan tarde y se acogen al amparo de cualquiera que les pueda echar una mano. Aquí tenemos la interpretación de la parábola. No se trata de la idea del llamamiento o de la vocación, no se trata del juicio o de la retribución después de la muerte, ni siquiera de la igualdad de los hombres ante Dios soberano; sino que lo que se pretende afirmar es la bondad soberana de Dios que acoge, por Jesucristo, a los que han llegado tarde al reino de Dios, es decir a todos nosotros.

Situada en el contexto religioso del tiempo de Jesús esta parábola presenta un fuerte carácter polémico. Para el judío, el pagano no tiene posibilidad de salvación. Está condenado por ser pagano. Jesús indica, por el contrario, que esos son precisamente los sujetos del reino. No es de extrañar que "murmuraran", que se opusieran a esta concepción de las relaciones del hombre con Dios. El que está seguro de sí mismo, el que tiene la certeza de poseer algo entre manos y abriga la solapada intención de "comprar" el cielo no ha entendido de qué se trata en el evangelio.

En el tiempo en que se escribe el evangelio de Mt afluían a la Iglesia numerosos paganos convertidos con gran escándalo de parte de la mentalidad judía. Esta situación solamente puede ser comprendida por un corazón que haya hecho él mismo la prueba de su propio experiencia de pecado. Quien se sabe pecador quiere que la gracia de la muerte de Cristo caiga bien profundamente sobre todos. Ante una situación así ¿quién puede hablar de grupos y privilegios?

EUCARISTÍA 1978/44


9.

Hemos dejado Galilea. Entramos en la parte que precede a la pasión y muerte de Jesús en Jerusalén, Mt 19, 1-25, 46, donde destacan Jesús e Israel: conflicto y juicio. De las siete parábolas que incluye, leemos seis. Hoy empezamos por la primera que, además, es la primera de las tres inspiradas en la imagen de la viña.

La parábola de hoy, la del dueño de la viña, se inicia con la fórmula fija, v. 1a. La acción transcurre en dos fases, alrededor de la iniciativa del dueño: 1) Contrato de los trabajadores, vv. 1b-7: cuatro salidas, trabajo con contrato; última salida, trabajo sin contrato, es cuando el dueño establece una breve diálogo con los que todavía están en la plaza esperando a ser contratados (6-7). 2) Pago a los trabajadores y discusión, vv. 8-15: orden de pago (8-11); protesta de los "primeros" (12); respuesta del dueño (13-15) y sentencia conclusiva-aplicación, v.16 (cf. Mt 19, 30).

En su contexto original, invita a los oyentes, primero, a identificarse con los que protestan y, después, a tomar partido.

Sorprende el orden del dueño que alimenta la ilusión de los "primeros". Sorprende, todavía más el sistema de pago: los trabajadores que han realizado toda la jornada son tratados igual que aquellos que sólo han hecho una hora y en el momento más favorable; eso, ciertamente, ¡no es justo! Este es el punto de vista de los primeros, pero no el de los últimos que tienen todo derecho a vivir aunque el dueño les haya contratado a última hora. Sorprende, pues, la libertad y la generosidad del dueño: v. 15.

En su contexto histórico, el de Jesús, expresa simbólicamente una situación conflictiva o polémica: las opciones de Jesús, a favor de los que no contaban para nada en el mundo socio-religioso de entonces, hacen explotar las críticas de los observantes y comprometidos (fariseos y escribas). Jesús, con esta parábola, se remite al estilo de Dios Padre. El actuar de Jesús revela y hace presente esta libertad del amor de Dios Padre, que ya tiene sus precedentes en la historia bíblica.

Mt, colocándola aquí, hace notar un aspecto del debate en el interior de la comunidad y del conflicto con el judaísmo: "Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos". Los paganos, los últimos, toman el lugar de Israel, llamado en primer lugar. Y aquellos que en la comunidad son considerados últimos, los más pequeños de entre los hermanos, en la perspectiva del Reino y del juicio de Dios serán primeros. Hay que decir que este texto ha sufrido diversas interpretaciones y que son legítimas en la medida en que no contradicen su sentido global originario, ligado al contexto histórico de Jesús.

JAUME FONTBONA
MISA DOMINICAL 1990/17


10. TEXTO. INTERPRETACIONES DIVERSAS.

Ya sabemos a estas alturas que Mt sigue fielmente el cap. 10 de Mc. Pero, después de la pregunta de Pedro y de la respuesta de Jesús ("Todo el que dejare casa o hermanos o hermanas o padre o madre o hijos o campos por mi nombre, recibirá el céntuplo y tendrá como herencia la vida eterna": 19. 29), interrumpe de improviso el hilo de Mc e introduce la parábola de los obreros llamados a trabajar a lo largo de todas las horas.

No es una interpretación al azar; efectivamente, la parábola, según veremos, le sugiere al discípulo preocupado de su recompensa ("Lo hemos dejado todo y te hemos seguido, ¿qué obtendremos?: 19. 27) que no plantee la cuestión en términos fiscales: dar tanto y recibir tanto. El Reino de Dios se rige por otras leyes.

Se trata de una parábola difícil, que requiere mucha atención. El propietario de una viña ajusta a unos braceros para una jornada de trabajo. Recluta a algunos en la primera hora del día, siendo el salario ajustado por una jornada completa de un denario. Hasta aquí todo es normal; la escena era muy familiar para los aldeanos del tiempo de Jesús. Pero luego el amo llama también a otros obreros a lo largo de las horas del día, incluso hasta una hora antes del término de la jornada. Con los nuevos llamados, el señor no ajusta una paga precisa, sino que les dice simplemente: "Os daré lo que es justo". Hábilmente la parábola encamina al oyente a preguntarse: ¿Cómo se conducirá el amo con estos últimos? La respuesta es desconcertante y completamente inesperada: el amo da a todos la misma paga, incluso a los últimos. No es justo, dicen los obreros de la primera hora. Y, evidentemente, lo mismo piensan los otros oyentes: una sola hora de trabajo no merece la misma paga que una jornada entera.

-INTERPRETACIONES INSUFICIENTES. Se diría, pues, que el amo no respeta las normas más elementales de justicia. ¿Acaso quiere Jesús enseñarnos que lo que a nosotros nos parece injusto es justo para Dios, el cual está por encima de nuestros criterios y es sobradamente libre en su manera de obrar? ¿Quiere quizás Jesús mostrar a los fariseos que Dios supera la justicia del mérito (del tanto cuanto), y que salva por pura bondad y gracia? Muchos así lo piensan. Sin embargo, esta conclusión es demasiado apresurada y no puede menos de ser provisional. Conviene examinar otras interpretaciones propuestas por los estudiosos, antiguos y modernos.

Para algunos antiguos, el motivo central de la parábola lo constituye la "llamada". Dios llama a todas las horas, cuando y como le parece. El momento en que llegue, pronto o tarde, no tiene importancia. Lo importante es estar preparados para responder a la llamada cuando llegue y aferrar la ocasión única que se nos ofrece. El motivo de la llamada a cualquier hora -nunca es tarde y cada uno tiene su hora- es, indudablemente, evangélico. Sin embargo, no puede ser éste el punto central de la parábola. El acento no cae en la llamada, sino en el comportamiento del amo, que por la tarde da a todos el mismo salario.

Otros, apoyándose en algunos códices del evangelio de Mt que añaden el versículo final ("Muchos son los llamados, pero pocos los elegidos"), ven en la parábola el tema del juicio. Existe siempre la posibilidad del rechazo, incluso para el que ha sido llamado a primera hora y ha trabajado toda la jornada. "Toma lo que te corresponde y vete", dice el amo. Luego se puede perder neciamente la salvación a causa de murmuraciones, de autosuficiencia, de rebeldía. Se puede perder el Reino incluso en la última hora después de haber trabajado todo el día.

El evangelista Mt da su propia interpretación de la parábola, según puede verse por la afirmación que abre (19. 30) y cierra (20. 16) la parábola misma: "Los primeros serán los últimos y los últimos los primeros". El Reino invierte las posiciones alterando las jerarquías de valores que el hombre ha construido. Dios tiene un módulo diverso; posee una justicia distinta; por ejemplo, prefiere los pobres a los ricos, los pecadores a los fariseos.

Exactamente como Jesús, que predica el Reino a multitudes innumerables, a los enfermos, a los pobres, a los publicanos, y no concede privilegios a los fariseos y a los escribas. Mas tampoco esta lectura de Mt (surgida quizás a la luz del conocido problema: ¿Por qué ha transferido Dios el Reino a los paganos?), aun sin ser enteramente extraña a la parábola, da en su punto central. Se apoya en un particular secundario: el amo comenzó por los últimos en lugar de los primeros. La verdadera razón de las quejas de los primeros obreros no es por haber sido pagados los últimos, sino porque han sido pagados "con el mismo salario que los últimos".

El sentido de la parábola, si olvidamos por un instante los vv. 19. 30 y 20. 16, estriba todo él en la paradoja de la injusticia del amo: ¿Por qué da a todos, incluidos los obreros de la última hora, el mismo salario que a los primeros? Este es el punto.

Volvemos a encontrarnos con una pregunta que ya hemos formulado: ¿Injusticia? Conocemos también la respuesta. Es la proclamación de la misericordia de Dios, la proclamación de la gracia. En esto consiste la novedad desconcertante del evangelio. Dios da su Reino a los pecadores, lo da a los paganos, lo da incluso a quienes, a nuestro entender, no lo merecerían (luego también a nosotros).

Pero si el discurso fuese solamente esto, habría que esperar que la parábola estuviera dirigida a los pecadores y a los pobres para consolarlos, para abrirles a la esperanza, para anunciarles la alegre nueva. En lugar de ello, la parábola va dirigida a los llamados justos, a los fariseos, que sienten envidia e irritación por la bondad de Dios con los otros, con lo que ellos condenaban.

Esto significa que el razonamiento de la parábola es distinto; significa, por lo menos, que hay un matiz importante que no se puede descuidar. 

-La envidia del justo

El centro de la parábola lo constituye el v. 10 ("Cuando llegaron los primeros creyeron que recibirían más, pero también ellos recibieron un denario cada uno"), y así lo aclaran las críticas que los obreros formulan contra el amo (vv. 11-12) y la respuesta de éste (vv. 13-15). Bien mirado, los obreros de la primera hora no se quejan de haber padecido una injusticia (ajustaron un denario y lo recibieron), sino más bien de la ventaja concedida a los otros. No pretenden recibir más, sino que se muestran envidiosos de que los otros hayan sido tratados como ellos.

Quieren defender una diferencia. Eso es lo que les irrita: la falta de distinción. La injusticia de que creen ser víctima no consiste en recibir una paga insuficiente, sino en ver que el amo es bueno con los otros. Es la envidia del justo frente a un Dios que perdona a los pecadores.

Así leída, la parábola no quiere enseñarnos en primer lugar cómo se conduce Dios, sino más bien cómo han de conducirse los justos ante la misericordia de Dios; concretamente ante la manera de obrar de Jesús y ante un Reino que se abre a los paganos. "El problema no es el de los derechos y los deberes de un amo, sino el de la solidaridad que debe unir a los obreros entre sí" (J. Dupont), a los afortunados con los desafortunados, a los justos con los pecadores. Los justos no deben sentir envidia, sino alegrarse ante un Padre que perdona a los hermanos pecadores.

De esta manera hemos llegado con toda probabilidad a la situación histórica concreta de la predicación de Jesús; en otras palabras, al ambiente en que nació la parábola. Con la parábola Jesús intenta justificar, frente a los fariseos celosos, su comportamiento, su familiaridad y su preferencia con los pecadores. Él no establece diferencias entre justos y pecadores, y por ello se sienten ofendidos los justos; él no parece reconocer su situación privilegiada delante de Dios. Y, además de la situación histórica, hemos llegado a la pretensión más profunda de Jesús: la de ser el revelador del Padre, la de señalar con su venida la llegada de una hora excepcional de gracia.

BRUNO MAGGIONI
EL RELATO DE MATEO
EDIC. PAULINAS/MADRID 1982.Pág.208 ss.