SAN AGUSTÍN COMENTA EL EVANGELIO


Mt 20,1-16a:
Soy obrero como vosotros

Pensad que sois vosotros quienes habéis sido conducidos a la viña. Quienes vinieron siendo aún niños, considérense los conducidos a primera hora; quienes siendo adolescentes, a la hora tercia, quienes en su madurez, a la de sexta; quienes eran ya más graves, a la nona, y quienes ya ancianos, a la hora undécima. No os preocupéis del tiempo. Mirad el trabajo que realizáis; esperad seguros la recompensa. Y si consideráis quién es vuestro Señor, no tengáis envidia si la recompensa es para todos igual. Sabéis cuál es el trabajo, pero lo recordaré. Escuchad lo que ya sabéis y realizad lo que oísteis.

Dijimos que el trabajo de Dios es la justicia. Preguntado Jesús cuál era el trabajo que Dios ordenaba hacer, respondió: Éste es el trabajo de Dios, que creáis en quien él envió (Jn 6,29). Hubiera podido decir nuestro piadoso Señor: la justicia es el trabajo de Dios. ¿Nos hemos atrevido entonces nosotros, los conducidos al trabajo, a presuponer algo contra el padre de familia? Si el trabajo de Dios es la justicia, como yo dije, ¿cómo va a ser lo que dijo el Señor: que se crea en él, a no ser que la misma justicia consista en creer en él? «Pero he aquí -dice-, hemos oído al Señor: Éste es el trabajo de Dios, que creáis en él. Escuchamos de tu boca que el trabajo de Dios es la justicia. Demuéstranos que creer en Cristo es la justicia misma». ¿Te parece -puesto que ya estoy respondiendo a quien busca y desea cosas justas-, te parece que creer en Cristo no es la justicia? ¿Qué es, pues? Da un nombre a este trabajo. Sin duda alguna, si ponderas bien lo que escuchaste, has de responder: «A esto se llama fe. Creer en Cristo se llama fe». Acepto lo que afirmas: creer en Cristo recibe el nombre de fe.

Escucha tú otro lugar de la Escritura: el justo vive de la fe (Rom 1,17). Realizad la justicia: creed: el justo vive de la fe. Es difícil que viva mal quien cree bien. Creed con todo el corazón, creed sin cojear, sin dudar, sin argumentar con sospechas humanas contra la misma fe. Se llama fe porque se realiza lo que se dice. Cuando se pronuncia la palabra fides (Fe) suenan dos sílabas. La primera es hacer; la segunda es decir (1). Te pregunto si crees. Dices: «Creo». Haz lo que dices y tendrás la fe. Yo puedo oír la voz del que responde, pero no puedo ver su corazón. ¿Pero acaso lo conduje a la viña yo, que no puedo ver el corazón? No soy yo quien lo conduzco, ni quien le juzgo, ni preparo yo el denario de recompensa. Soy un obrero como vosotros; trabajo en la viña según las fuerzas que él tiene a bien darme. Con qué intención trabajo lo ve quien me condujo a la viña. Me importa muy poco, dice el Apóstol, el ser juzgado por vosotros (1 Cor 4,3). También vosotros podéis oír mi voz; pero no penetrar en mi corazón. Presentemos todos nuestro corazón a Dios, para que lo vea, y realicemos el trabajo con ilusión. No ofendamos a quien nos contrata, para recibir con la frente alta la recompensa.

Sermón 49,2.

(1). Esta argumentación se entiende sólo en latín: Las dos sílabas de Fides (fe) comienzan respectivamente con una «f» de factum (acción) y una «d» de dictum (palabra).